Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
11/01/2017, 23:01 (Última modificación: 19/01/2017, 13:27 por Sama-sama.)
Todo héroe, después de descubrir su profesión y entrenar sus habilidades para dedicarse a esta, tiene que realizar hazañas menores para darse a conocer. Toshio tenía eso muy claro.
Una mañana de primavera del año 217, apenas una semana después de graduarse de la academia de Kusagakure, el joven y recién genin después de prepararse y mentalizarse cuidadosamente a base de aumentar su entrenamiento durante estos días, decidió que era hora de realizar su primera hazaña como héroe y como shinobi: su primera misión ninja.
No había nadie en su casa: Su padre se encontraba probablemente en la fragua, como todas las mañanas, y su madre ejerciendo su cargo como kunoichi. Por elló el joven se preparó rápidamente y se dirigió con velocidad al edificio del Morikage. La verdad, no podía evitar esbozar una pequeña sonrisia fruto de la emoción.
Iba vestido con su chaleco y su chaqueta, como usualmente; unos pantalones negros que le permitían moverse con soltura y unas sandalias azul marino con hueco para los dedos. Además decidió llevarse solo su portaarmas y las herramientas que llevaba. Ya que pensaba que no serían necesarias ninguna de sus armas de mayor tamaño, que suele llevar al otro lado de su cadera.
Al llegar al edificio decidió entrar sin dudarlo y esperar parado y en silencio por su turno.
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El año 2017 se había estrenado de la mejor forma posible. La meteorología acompañaba, había logrado el gran anhelo de mi padre y en cierto modo me sentía liberado por eso. No podía evitar esbozar una gran sonrisa cada vez que por las mañanas cogía mi bandana y me la colocaba en la frente, cuidadosamente, como si fuese un objeto jodidamente frágil. Todos teníamos nuestras manías o rituales con alguna cosa.
Aquel día me desperté más vivo que nunca, quizás por fin la primavera había calada hondo en mi cuerpo y me sentía más que en plena forma. Igual era el momento de tomarse las cosas en serio y debutar como ninja de Kusagakure, estrenarme en lo que todos esperaban que hiciesemos, realizar misiones. Sería pues la primera de todas.
Recuerdo que en la academia nos dijeron que para ello debíamos ir al edificio gubernamental de la aldea, aquella especie de dojo donde trabajaba Kenzou-sama. Así que eso fue lo que hice, vestirme, tomar mis katanas y colocarlas como siempre en mi espalda, dejando que se cruzasen entre ellas y el portaobjetos con todos mis utensilios. Vete a saber qué clase de misión me daban y necesitaría de todo mi inventario o no. En el fondo una deseaba acción de la buena y no la típica misioncilla de novato.
Entre en el majestuoso edificio con uno de mis caramelos en la boca como cuando entras por primera vez en la academia, hecho un saco de nervios y haciéndome mil preguntas a la vez.
*¿Veré a Kenzou-sama? ¿Qué tipo de misión me asignarán? ¿Estaré a la altura? ¿Y si no he entrenado lo suficiente?
Sacudía la cabeza negando un par de veces tras cada pregunta, tratando de espantarlas, pero era en vano. Así que simplemente me dediqué a observar el lugar para ver si era capaz de deducir donde debía hacer la petición de misión.
12/01/2017, 17:20 (Última modificación: 12/01/2017, 17:22 por Aotsuki Ayame.)
¡Hola a ambos! Soy Ayame y os llevaré la misión como master. A ver qué tal se nos da ¡Suerte!
El edificio del Morikage se alzaba como el edificio más alto de toda la Aldea Oculta de la Hierba. Como muchas de las construcciones que se repartían por allí, parecía tratarse de un dojo al estilo tradicional como los que constituían la Academia Ninja. Sin embargo, este ganaba en altura a todos los demás al estar constituido por varios pisos.
Yota y Toshio atravesaron los portones de entrada y se encontraron en un amplio recibidor de suelo ligeramente acolchado y paredes constituidas por cañas de bambú entrelazadas entre sí. La gente iba y venía en sus quehaceres rutinarios, aunque a alguno le pudo la curiosidad y los miró con emoción contenida. La sangre nueva de la aldea venía a cumplir su cometido como ninjas ya graduados. Al final del salón, y detrás de un mostrador de madera, una señora trataba de ordenar varios papeles en una carpeta enorme y desgastada.
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Al entrar al edificio Toshio pudo notar a un chico que rondaba a su edad y a la gente que miraba con curiosidad a su posición. De alguna manera podía sentir cierta alegría por su parte, probablemente por ver a dos jóvenes shinobi con intenciones de cumplir con su deber y ayudar a su aldea a base de misiones ninja. De igual manera la mayoría de la gente parecía atareada, por ello decidió no molestar a nadie y mirar por el mismo a donde tendría que ir para pedir una misión.
Sin necesidad de buscar mucho tiempo, Toshio alcanzó a ver a una señora detrás de un mostrador de madera.
Esa tiene que ser
Pensó a la vez que se tomaba un instante para calmar los nervios. Seguidamente se dirigió hacia el mostrador con paso decidido a la vez que realizaba su mejor intento de disimular su emoción por realizar su primer encargo.
-Disculpe, soy Kurogane Toshio, quisiera solicitar una misión-
Dijo luego de un pequeño instante pensando cuales serían las palabras adecuadas para solicitar un encargo y esperó por una respuesta de la señora.
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Una vez dentro el edificio conservaba la esencia de Kusagakure. Las paredes, en su interior estaban delicadamente decoradas con las cañas de bambú que proliferaban por la región. Se entrelazaban entre si como una gran telaraña. como era de esperar, la gente iba y venía, algunos de ellos me miraron de una forma peculiar, a los cuales hice caso omiso, estaba en la labor de averiguar donde narices debía ir para que me atendiesen. Fue entonces en aquel barrido cuando visualicé lo que debía ser la recepción. Se trataba de un mostrador con varias montañas de papeles y papelotes y detrás, una mujer trabajaba con ellos.
Un pelirrojo se me adelantó y se acercó a dicho mostrador llamando la atención de la muchacha.
-Disculpe, soy Kurogane Toshio, quisiera solicitar una misión-
*Kurogane Toshio... Me resulta familiar ese nombre*
Pero no era capaz de discernir de qué narices me sonaba. Involuntariamente seguiría dándole vueltas a la cabeza hasta dar en el clavo. Pero antes seguí los pasos del gennin y me acerqué también a la recepción.
— Qué casualidad. Yo venía justo por lo mismo. ¿Donde tengo que ir para que me den una? —pregunté sin rodeos.
De mi bolsillo saqué una petaca, la cual abrí con un simple movimiento con mi dedo gordo de la mano derecha y cogí uno de mis preciados caramelos. Me lo llevé a la boca e hice rodar entre mis dientes aquel palillo de plástico de lado a lado para provocar una explosión de fresa ácida en mi boca. Después guardé la petaca de nuevo en el bolsillo y puse mi mano derecha sobre la mesa a la vez que esbozaba una media sonrisa ansioso por conocer la respuesta a mi pregunta.
Toshio se acercó al mostrador, y la recepcionista no tardó en alzar sus ojos claros hacia él, interrogante. Era una mujer de avanzada edad, con bolsas debajo de los ojos pero mirada amable. Su cabellos rizado y rubio, caía por encima de sus hombros.
—Disculpe, soy Kurogane Toshio, quisiera solicitar una misión —dijo el novato.
La mujer fue a replicar, pero justo entonces se adelantó Yota.
—Qué casualidad. Yo venía justo por lo mismo. ¿Donde tengo que ir para que me den una?
La mujer se sobresaltó cuando el recién llegado sacó una petaca. Sin embargo, relajó enseguida su postura cuando se fijó en que lo único que llevaba aquel artilugio eran caramelos indefensos. Yota no tardó en llevarse uno de ellos, de un color rosa intenso, a la boca y después apoyó la mano sobre la mesa esperando una respuesta con una media sonrisa.
—Oh... —la mujer sacudió la cabeza para centrarse, y enseguida se dirigió a una mesa con archivadores que se encontraba junto a ella y se puso a rebuscar en el cajón señalado con la letra D—. Normalmente es Morikage-sama quien se encarga de estas cosas, pero ahora mismo está ocupado en una reunión... —sacó un pergamino y volvió al mostrador, frente a los dos chicos—. Pero si no os importa trabajar juntos, tengo una misión perfecta para vosotros —añadió con una cándida sonrisa—. Buenos días y buena suerte.
Y si los chicos no tenían nada que añadir, la mujer volvió a sus quehaceres.
Misión rango D
Peticionario: Chīzu Nezumi Lugar: Campos de maíz (Calles de la aldea) Solicitud: Kusagakure está sufriendo una de las peores plagas de toda su historia y están afectando sobre todo a los campos de cultivos que constituyen la base económica de la aldea. Chīzu Nezumi, el distribuidor más importante de Kusagakure, ha solicitado la ayuda de dos genin para ayudar a paliar la plaga.
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Apenas Toshio se aproximó a la señora, el otro joven se apresuró también para pedir una misión. Al momento de acercárseme pude notar mejor sus facciones: era más alto que yo, de piel bronceada y rubio.
—Qué casualidad. Yo venía justo por lo mismo. ¿Donde tengo que ir para que me den una?-
preguntó el joven antes de sacar un caramelo y llevárselo a la boca. Toshio se quedó distraido un segundo mirándolo, le parecía extraño que tomase un caramelo en ese instante y lugar. Luego de un instante cerró los ojos y negó levemente con la cabeza para volver a prestarle atención a la señora.
—Oh...
La mujer sacudió la cabeza e instantáneamente se fue a rebuscar en un cajón que estaba señalado con la letra ''D''. Seguramente el otro chico la había sorprendido también.
conque una misión rango D... la verdad, me esperaba algo más.
Cerró los ojos con resignación mientras esperaba a que encontrar el pergamino que buscaba. En verdad pensaba que su misión sería algo más emocionante, pero comprendía que era poco probable que una primera misión para un genin sea algo mucho más importante que cuidar de un sitio, encontrar algo o hacer las compras de alguien.
Normalmente es Morikage-sama quien se encarga de estas cosas, pero ahora mismo está ocupado en una reunión... Pero si no os importa trabajar juntos, tengo una misión perfecta para vosotros-
Dijo la señora mientras sacaba el pergamino y regresaba.
-Buenos días y buena suerte.
Añadió sonriendo. Toshio no pudo evitar devolverle la sonrisa a la vez que tomaba el pergamino.
-¡Muchas gracias!
Dijo con energía antes de salir del lugar, abriendo el pergamino y dando espacio para que su compañero pueda leer.
-Oh... pues esto parece importante-
Comentó para si mismo mientras caminaba. Aquella misión era lo que se esperaba de una misión rango D, pero a Toshio le parecía que tenía cierta importancia fuera de lo común ¿Ayudar a disminuir una plaga que ímpide cosechar con normalidad? ¿Mejorar la economía de la aldea con una misión rango D? Esto lo lo animaba al demostrarle que lo que estaba a punto de hacer era en verdad importante.
-Bueno...- dijo luego de un instante a la vez que cerraba el pergamino -Yo soy kurogane Toshio, es un gusto- le extendió la mano mientras se presentaba a su compañero, sabía que si iban a hacer una misión juntos deberían de saber sus nombres como mínimo.
Tanto si el joven respondía dándole a mano como si no, Toshio pondría el pergamino dentro de su portaobjetos y metería las manos dentro de los bolsillos de su pantalón con tranquilidad, como si estuviera en casa.
-Bien... según esto debemos de ir a los campos de maíz ¿no? Sería buena idea que nos diésemos prisa-
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Si vas a poner diálogos de posts anteriores me gustaría pedirte que uses el código sub (entrecorchetes) ya que facilita la lectura y evita las posibles confusiones ^^
—Oh... —la mujer sacudió la cabeza para centrarse, y enseguida se dirigió a una mesa con archivadores que se encontraba junto a ella y se puso a rebuscar en el cajón señalado con la letra D—. Normalmente es Morikage-sama quien se encarga de estas cosas, pero ahora mismo está ocupado en una reunión... —sacó un pergamino y volvió al mostrador, frente a los dos chicos—. Pero si no os importa trabajar juntos, tengo una misión perfecta para vosotros —añadió con una cándida sonrisa—. Buenos días y buena suerte.
Vaya, así que estuvimos a nada de vernos cara a cara con el Morikage. De no ser por la dichosa reunión en la que estaba envuelto...
— Supongo que está bien..
*Siempre y cuando el tio este no sea una carga para la misión*
Me leí el contenido del pergamino. Lo cierto es que no tenía ni idea del asunto. La cosa parecía seria y al mismo tiempo me sentía orgulloso de que mi primera misión no fuese la típica a la que se hacia alusión en todos los tópicos. Tuve claro que tendría que dar el máximo, lo cual me agradaba. Una misión de debut poco habitual. Igual era un buen comienzo para entrarle por el ojo derecho a Kenzou-sama. Quien sabe cuando tendría que pedirle algo de cierta importancia.
El pelirrojo no obstante, cogió el pergamino del escritorio.
-Bueno...- dijo luego de un instante a la vez que cerraba el pergamino -Yo soy kurogane Toshio, es un gusto-
El tipo extendió su mano en disposición de estrecharla con la mía. No tenía ganas de follones así que le correspondí. Se le veía ciertamente emocionado, quizás eufórico y daba la sensación de querer llevar la iniciativa. No iba a disputarsela por el momento, pero no abrí la boca.
-Bien... según esto debemos de ir a los campos de maíz ¿no? Sería buena idea que nos diésemos prisa-
— Eso me temo, Toshio
Saludé con mi mano a la chica de la recepción y empecé a caminar en dirección al exterior esperando que el tipo me siguiese.
— A mí puedes llamarme Yota
Puse mis manos en los bolsillos de los pantalones y proseguimos la marcha en dirección a las plantaciones de maíz mientras me iba preguntando mil y una veces como se suponía que íbamos a erradicar una plaga, jamás había hecho aquello.
Os he cambiado el título del post para ponerle algo de acorde a la misión
Los dos muchachos se pusieron en marcha al fin. Tras salir del Edificio del Morikage, pusieron rumbo a las plantaciones de maíz de Kusagakure. Les esperaba un camino largo, pues si bien era cierto que los cultivos estaban dentro de la aldea, estos se encontraban prácticamente a las afueras, prácticamente colindantes a la enorme zanja que les separaba del mundo exterior.
Consiguieron llegar tras una hora de camino aproximadamente. Pero cuando llegaron allí se encontraron con un ligero problema. Según habían ido avanzando, las casas de madera de bambú se habían ido dispersando cada vez más, la vegetación cada vez era más abundante, e incluso el suelo empedrado dio paso a unos caminos de tierra apenas labrados para el uso humano. Con todo, allí estaban, justo debajo de la colina donde se encontraban se extendía un auténtico océano dorado. Las plantas superaban notablemente la altura de una persona normal y corriente y constituían un auténtico laberinto en el que parecía terriblemente difícil perderse.
Y fue entre esos maizales donde los ojos de Yota vieron una sombra deslizándose entre las cañas.
—¡Vosotros! ¿Qué hacéis aquí?
El que les había reclamado la atención era un hombre de ojos pequeños, oscuros y hundidos; y rostro severo. Pese a su avanzada edad, caminaba erguido, sin ayuda de ningún bastón o apoyo. Tras él, a una cierta distancia y fuera de los campos de maíz, se alzaba una pequeña caseta con un molinillo en su tejado que giraba al compás del viento.
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Tanto Toshio como Yota luego de presentarse el uno al otro pusieron las manos en los bolsillos de sus pantalones y se dirigieron hacia los campos de maíz.
El viaje duró alrededor de una hora. Poco a poco habían menos casas y más vegetación, el suelo de piedra se transformaba en caminos de tierra y una gran superfície de maizales se extendía bajo la colina en la que se encontraban en ese instante. Al ver esto Toshio dejó escapar un silbido de asombro.
Fue entonces cuando un hombre de avanzada edad apareció de entre los maizales.
-¡Vosotros! ¿Qué hacéis aquí?-
Les llamó la atención el señor. Toshio decidió tomar la iniciativa suponiendo que se trataba de quien había solicitado la misión.
-Yo soy Kurogane Toshio- Se presentó en voz alta mientras mostraba el pergamino de la misión -Somos los dos genin que usted ha solicitado-
Al acabar de hablar el genin pelirrojo guardaría el pergamino nuevamente y se dirigiría hacia quien parecía ser el cliente.
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Caminamos durante un largo rato en dirección a nuestro destino. Buscábamos los campos de maíz de las afueras de la aldea que era donde presumiblemente habían problemas y un par de gennins como Toshio y yo debíamos poner orden. durante la caminata el caramelo terminó por consumirse y ahora simplemente mordisqueaba el palo de plástico blanquecino al mismo tiempo que cada vez que mis mandíbulas se juntaban notaba como mis dientes se enganchaban.
Al llegar al lugar aprecié que algo se movía entre la maleza, visualicé una sombra que acabó por transformarse en una silueta para posteriormente visualizar un viejo de ojos oscuros y al fondo lo que parecía ser un molino.
-¡Vosotros! ¿Qué hacéis aquí?-
Una simple pregunta curiosa por parte del hombre de rostro severo. Pero Toshio se me adelantó, mostrando incluso el pergamino que explicaba los detalles de nuestra misión.
-Yo soy Kurogane Toshio- Se presentó en voz alta mientras mostraba el pergamino de la misión -Somos los dos genin que usted ha solicitado-
Sostuve el palo que bailaba entre mis dientes antes de proceder a hablar.
— Venimos a ayudar en lo que sea posible, señor. Yo soy Sasagani Yota
No sabía si era buena idea pero adelanté mi mano libre, de forma totalmente instintiva, para estrecharla con la del hombre que teníamos enfrente.
Toshio fue el que tomó la iniciativa. Se adelantó y mostrándole al desconocido el pergamino que les había dado la recepcionista del edificio del Morikage, se presentó:
—Yo soy Kurogane Toshio. Somos los dos genin que usted ha solicitado.
Su compañero, haciendo bailotear lo que quedaba del palo del caramelo que sostenía entre sus dientes, no tardó en hacer lo propio:
—Venimos a ayudar en lo que sea posible, señor. Yo soy Sasagani Yota.
El hombre les echó una larga mirada a ambos, de arriba a abajo, y al final tomó el pergamino que le tendía Toshio. Lo leyó en silencio varias veces, con el ceño fruncido, y al final terminó por devolvérselo con un gesto brusco.
—Yo no he solicitado ninguna ayuda —les espetó, de un repentino mal humor—. Vaya ninjas. Antes de presentaros de esa manera deberíais aseguraros de con quién estáis hablando. Chīzu Nezumi vive en aquella finca de allí —añadió, señalando una caseta que se encontraba a un par de fincas de distancia. Incluso desde aquella distancia, Yota y Toshio podían comprobar que aquella vivienda, pese a tratarse igualmente de una caseta, aunque de algo más de dos pisos de altura, era bastante más opulenta el humilde molino del hombre.
Aquel, sin esperar siquiera una contestación por parte de los dos shinobi, se había dado media vuelta y se dirigía de nuevo al que parecía ser su hogar.
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El hombre tomó el pergamino y lo leyó y releyó repetidas veces, como si no quisiera perderse de ningún detalle. A medida que leía parecía estar cada vez más disgustado y enfadado, como si no le gustase lo que veía.
-Yo no he solicitado ninguna ayuda-
Ugh, genial...
El hombre le devolvió el pergamino a Toshio antes de quejarse de su ineptitud como shinobi al no preguntar quien era Chizu Nezumi.
Al menos tuvo la decencia de decirnos donde está...
Pensó Toshio mientra veía como aquel hombre daba media vuelta y volvía por donde salió. Sabía que había cometido un error de novato al no preguntar por la identidad al señor, pero sabía que no debía de darle más vueltas.
-Bueno, supongo que debemos ponernos en marcha, solo ha sido un pequeño traspié-
Invitó a Yota, dispuesto a continuar con la misión. La verdad es que confundir al cliente no le parecía un buen inicio para su primera misión.
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—Yo no he solicitado ninguna ayuda —les espetó, de un repentino mal humor—. Vaya ninjas. Antes de presentaros de esa manera deberíais aseguraros de con quién estáis hablando. Chīzu Nezumi vive en aquella finca de allí
*Tierra trágame*
Su ímpetu le había jugado una mala pasada. Bueno, su ímpetu y su inexperiencia. Aquel hombre no era la persona que andábamos buscando. como cabía esperar... No era el único que tenía su plantación por aquel lugar y nada indicaba que aquella persona tuviese que ser si o si el solicitante de la misión.
— Le ruego que disculpe a mi compañero, por lo visto me han asignado alguien con poca experiencia y para cuando iba a detenerle ya era demasiado tarde. Sentimos haberle molestado.
Hice una reverencia, dramatizando la escena lo justo y necesario para que fuese lo más creíble posible.
— Que tenga un buen día señor —dije antes de que nos perdiera de vista.
No contesté a lo que dijo Toshio después de perder de vista al hombre y dirigirnos a nuestro destino real. Solo cuando estuve lo suficientemente lejos de que nos escuchase el gruñón iba a hacerlo.
— No, Toshio, no ha sido un "pequeño traspies". Ha sido un error tal y como el hombre te ha dicho. Imagina cuando te den misiones de más rango y complejidad... Bueno no, mejor no lo imagines
La verdad es que yo sí lo imaginé y aquello provocó una pequeña descarga en mi espinada que propició un movimiento involuntario de mis brazos que se abrieron y cerraron.
— Y ahora vayamos a buscar al tal Chizu Nazumi ese. Cuanto antes empecemos, antes acabaremos
Tras aquel pequeño desencuentro, los dos genin retomaron el rumbo hacia la que debía ser la residencia de Chīzu Nezumi, según las palabras de la persona a la que habían confundido fatalmente con su cliente.
No les llevaría más de diez minutos llegar al lugar en cuestión, tras atravesar dos fincas más. La casa, de dos pisos de altura, se alzaba imponente como un guardián de ladrillo blanco junto a los extensos campos de maíz que se dispersaban allá donde les alcanzaba la vista como un mar de verde y dorado. La entrada, dos portones de la mejor madera que podrían encontrar cerca de allí y con un tocador bañado en oro, se encontraba tras subir cinco escalones y atravesar un pequeño pero acogedor porche. En la lejanía, el sonido del ladrido de varios perros llegó hasta los oídos de ambos chiquillos en cuanto se acercaron lo suficiente.
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