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Pero Shanise cogió con fuerza el asa de su jarra, se bebió lo que quedaba de hidromiel y Ayame volvió a sobresaltarse cuando volvió a estrellarla contra la mesa. La nueva Arashikage sonreía, con esos dientes afilados suyos. Era en aquellos momentos cuando más se parecía a Yui, y también cuando más miedo daba.
—Lo sé. Que le den por culo, ¡jajaja! —soltó una buena carcajada, y entonces se volvió hacia la barra—. ¡Kirishima! ¡Ponte otra, buen hombre!
«¿Otra jarra más?» Rezongó Ayame para sus adentros, arrugando por la nariz. Durante un instante pasó por su cabeza un recuerdo lejano, un recuerdo en el que se mezclaban Daruu y Yui, con alcohol por todas partes, y música a todo trapo...
—Enseguida —respondió Kirishima, seguramente feliz de vender otra bebida más.
Pero Ayame se agarró con fuerza a su vaso, como si de un salvavidas se tratase, y se hundió en su asiento aún más.
—Ayame —la llamó Shanise, girándose de nuevo hacia ella—. Eso sí: aunque puedes participar, recuerda que es una reunión muy importante. Si te provoca, tienes que aguantar. Es difícil. Lo sé. —se rio—. Yui no lo consiguió nunca.
—Soy consciente de ello —asintió Ayame—. No te preocupes, creo que estoy acostumbrada a lidiar con gente que odia a los bijū... —agregó, con una risilla nerviosa.
Aún no se lo terminaba de creer. Ella, como Mano Derecha de la Arashikage, acompañándola a una reunión entre las Tres Sombras. Todo había sucedido tan rápido que se sentía como si su cabeza estuviese en una nube, y no lograra terminar de asimilar lo que todo ello significaba.
Shanise bajó la mirada y comenzó a dar vueltas al borde de su jarra vacía con la yema del dedo.
—Es muy triste. Hubiese preferido que siguiera siendo Kage. Espero que los demás me acepten como a ella.
—¡Estoy segura de que lo harán! —exclamó Ayame, quizás de una forma más efusiva de lo que le habría gustado. Y, nuevamente avergonzada, volvió a refugiarse en su zumo de naranja, aún por la mitad.
«Y yo espero estar al nivel de sus expectativas...» No pudo evitar pensar, angustiada.
—Q... quiero decir... has estado con Yui-s... todo este tiempo. ¡No se me ocurre nadie mejor que tú para el puesto de Arashikage! —Ayame agachó momentáneamente la cabeza, entristecida—. No... no llegué a ver lo que le pasó a su hermano... Me libré a duras penas de Kurama gracias a Daruu, que consiguió sacarme de allí a tiempo y entonces... hubo varias explosiones: una explosión de fuego en un extremo del estadio, un huracán en el otro, y el trueno más monstruoso que jamás he visto... Intuyo que debía de encontrarse en alguno de esos sitios. Pero no termino de entenderlo, ¿por qué harían una cosa así los de Dragón Rojo? ¿Cuál era su objetivo?
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Shanise miró a Ayame con los ojos vidriosos durante un tiempo, sin decir nada.
—No lo sé. No tengo ni idea. Tendremos que esperar a Kaido y a Daruu para que nos cuenten más. —La mujer bajó la cabeza—. Se lo dije a Yui. Fue un error mandarle a él solo. Claro que, tampoco teníamos forma de saber que ese sello iba a lavarle el cerebro.
»Ayame, volviendo al tema de antes. Necesito que te cuides bien las espaldas, ¿vale? —susurró—. Estoy segura de que lo has oído. Mucha gente no está de acuerdo con que colaboremos con los bijū. Hay shinobi que perdieron familia y amigos en el ataque del... en el ataque de Kokuō.
»Yo... también perdí a alguien —dijo, desviando la mirada—. Pero también he tenido que perdonar a... humanos. Qué raro decirlo así. He tenido que perdonar a algunas personas. Shinobi de otras aldeas. Es difícil. A algunas, no les perdoné. —Alzó la barbilla—. Lo que quiero decir es que yo entiendo la situación y quiero colaborar. Pero hay otros que no, y que incluso pensaban ya que Yui estaba perdiendo el juicio. Ha habido ataques. Alguna protesta. Mitigadas enseguida, claro.
»Ahora que no estará Yui, y por mucho que me gustaría creer lo contrario, mucho me temo que algunos indecisos van a inclinarse por un camino peligroso. No tengo el carisma de Yui, Ayame. Habrá problemas, al menos hasta que asimilen el cambio. Debemos ser cautelosas.
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Los ojos vidriosos de Shanise se clavaron en los de Ayame durante un largo tiempo.
— No lo sé. No tengo ni idea. Tendremos que esperar a Kaido y a Daruu para que nos cuenten más.
«Es verdad, Kaido...» Pensó Ayame, agachando ligeramente la cabeza. En un gesto instintivo, se llevó la mano al vientre cuando un dolor reflejo sacudió sus entrañas.
— Se lo dije a Yui —añadió Yui, bajando la cabeza—. Fue un error mandarle a él solo. Claro que, tampoco teníamos forma de saber que ese sello iba a lavarle el cerebro.
Ayame apretó los labios, pero no dijo nada al respecto. En su pecho, como serpientes enzarzadas, se anudaban sentimientos completamente opuestos con respecto a su viejo amigo, unos sentimientos que intentaba por todos los medios negar pero que estaban allí: Alegría, miedo, esperanza, inseguridad...
«No perdáis la fe en el alquequenje que se oculta tras la niebla. No perdáis la fe en el verdadero Umikiba Kaido.»
— Ayame, volviendo al tema de antes —la llamó Shanise, y Ayame volvió a alzar la mirada. Algo en su fuero interno agradeció el cambio de conversación—. Necesito que te cuides bien las espaldas, ¿vale? —le susurró—. Estoy segura de que lo has oído. Mucha gente no está de acuerdo con que colaboremos con los bijū. Hay shinobi que perdieron familia y amigos en el ataque del... en el ataque de Kokuō. Yo... también perdí a alguien —confesó, apartando la mirada y Ayame se sintió palidecer. ¿Shanise también había perdido a alguien en el ataque de Kokuō? ¿A quién podía estar refiriéndose? ¿Algún familiar quizás? Kokuō no lo sabría, eso estaba claro, y preguntarle directamente sería hurgar aún más en la llaga. De repente, Ayame se sintió entre la espada y la pared, y una gota de sudor frío recorrió su sien. Por extraño que pudiera sonar, se sentía culpable. Pese a que ella no había hecho absolutamente nada—. Pero también he tenido que perdonar a... humanos. Qué raro decirlo así. He tenido que perdonar a algunas personas. Shinobi de otras aldeas. Es difícil. A algunas, no les perdoné. Lo que quiero decir es que yo entiendo la situación y quiero colaborar —añadió, para alivio de la jinchūriki—. Pero hay otros que no, y que incluso pensaban ya que Yui estaba perdiendo el juicio. Ha habido ataques. Alguna protesta. Mitigadas enseguida, claro. Ahora que no estará Yui, y por mucho que me gustaría creer lo contrario, mucho me temo que algunos indecisos van a inclinarse por un camino peligroso. No tengo el carisma de Yui, Ayame. Habrá problemas, al menos hasta que asimilen el cambio. Debemos ser cautelosas.
Ayame quiso tragar saliva, pero se dio cuenta de que se le había quedado la garganta completamente seca. En su lugar, asintió con gesto sombrío y una sonrisa nerviosa aleteó en sus labios.
— Soy consciente de ello, y lo entiendo. No te preocupes, Shanise, soy propensa a meterme en líos pero sé cuidarme las espaldas. Además, nadie puede atrapar al Agua —se pavoneó, inflando el pecho con orgullo.
Pero la sonrisa desapareció de sus labios como la llama de una vela soplada, y Ayame volvió a agachar la mirada. No podía. No podía contenerse. Su curiosidad la empujaba a ello, pese a que sabía que aquello no estaba bien, pese a que sabía que aquello sólo sería abrir una herida ya cicatrizada.
— Sh... Shanise... P... ¿Puedo preguntar...? A... ¿A quién perdiste...?
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«Nadie puede atrapar al agua... a menos que sea con Raiton», corrijo internamente Shanise. Con cara de poco convencida, la mujer desvió la mirada y observó a Kirishima atentamente mientras le servía una nueva jarra. «Espero que el hijo de puta este no se esté enterando de todo, el muy mamón.»
Mientras se alejaba, Ayame decidió urgar con el dedo en la yaga. Shanise puso una mueca desagradable y bebió un largo tragó de hidromiel. Golpeó la mesa con la jarra, esta vez con más fuerza de la que debería. El licor le salpicó la mano y manchó su manga derecha.
—A mi anterior pareja. Pero prefiero no hablar de ello, si no te importa. No es un recuerdo agradable.
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Tal y como se esperaba, los labios de Shanise se torcieron en una desagradable mueca cuando Ayame decidió hacer la pregunta. Se tomó su tiempo para responder, pegándole un largo trago a su jarra de hidromiel antes de volver a estamparla contra la mesa por décimo quinta vez en aquel día. Pero con aún más fuerza, tanta que el licor se desbordó y terminó manchando tanto su mano como su manga. A aquellas alturas, era un milagro que aún no se hubiese roto.
—A mi anterior pareja. Pero prefiero no hablar de ello, si no te importa. No es un recuerdo agradable.
—L... lo siento... —musitó Ayame, profundamente arrepentida. ¿Pero cómo se le había ocurrido preguntarle algo así? Ya habían pasado muchos años desde entonces, pero estaba claro que era un tema que aún le escocía. Y no era para menos. ¿Cómo se sentiría ella si hubiese sido Daruu? ¿Habría sido capaz de perdonar a Kokuō? No quiso ni preguntárselo. Ayame agachó la mirada, sombría, e hizo girar el vaso entre sus manos con gesto preocupado—. ¿De verdad... crees que Kaido va a volver con nosotros?
¿Así? ¿Tan fácil? ¿Después de dos años de búsqueda?
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El silencio era tan denso que habría sido necesario un cuchillo para cortarlo. Pesado, capaz de hacerte no respirar. Cuando se disolvió, fue Ayame la que volvio a intervenir, preguntando si Kaido realmente iba a volver a estar entre ellas. En Amegakure. Shanise levantó la mirada. Durante el recorrido hasta la taberna Ayame se había explayado en detalles. Por lo visto Yui había vuelto a quebrar la voluntad del sello una vez más. Y le había pedido a Uchiha Datsue —ese bromista traicionero al que Shanise admiraba, en el fondo, por su habilidad con el Fūinjutsu— que eliminase el sello del Dragón Rojo.
Shanise también era experta en Fūinjutsu. Por eso precisamente, y por la información que tenían sobre Sekiryū, la mujer dudaba seriamente de que fueran capaces de traero de vuelta.
— ...sí. Por lo que sé de ese sello de comunicación vuestro, Datsue es muy hábil. Seguro que lo consigue —dijo, sin embargo.
Percepción de Ayame 100 vs Carisma de Shanise 40
Al final de la frase, a Shanise le tembló la voz. Le tembló el párpado inferior. Su mano derecha acariciaba con inquietud el asa de la jarra de hidromiel, a la que volvió a darle un trago en un claro intento por no entablar una mirada delatora con Ayame.
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Shanise levantó la mirada hacia ella, y Ayame pudo ver la duda a través de sus ojos incluso antes de que hablara.
—...sí. Por lo que sé de ese sello de comunicación vuestro, Datsue es muy hábil. Seguro que lo consigue.
Pero su voz tembló al finalizar la frase, su párpado inferior traicionó a la seguridad que trataba de inculcar a sus palabras y su mano derecha acariciaban el asa de la jarra de hidromiel como si de una tabla salvavidas se tratara.
«Ni siquiera tú estás segura de ello...» Ayame agachó la mirada, sombría.
—Espero que estén bien... —murmuró en voz baja.
¿Se estaba refiriendo a su familia? ¿A Chiiro y Kiroe? ¿O quizás ahora se añadían sus propios amigos a ese ruego silencioso? Su mano derecha, apretando con fuerza su abdomen, era toda respuesta.
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Shanise suspiró.
—Creo en Yui —dijo—. Si ella dice que encontró la voluntad de Kaido a través del sello, yo me lo creo. Lo que ocurre es que por lo que sé de Fūinjutsu y por lo que sabemos de esos Dragones, pienso que no dejarían un cabo suelto, ¿entiendes?
»No creo que sea la primera vez que alguien ha conseguido romper el influjo del sello, Ayame. Debe de haber algo más. —Shanise dio un trago de hidromiel—. Sólo espero que Amedama tenga lo que hay que tener para atajar las cosas si las cosas no salen como está previsto. Lo último que querría es que le pasara algo a él también.
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28/08/2020, 00:24
(Última modificación: 28/08/2020, 00:25 por Aotsuki Ayame.)
Shanise, por supuesto, se quedó sólo en la superficie de los sentimientos de Ayame:
—Creo en Yui —sentenció, con un suspiro—. Si ella dice que encontró la voluntad de Kaido a través del sello, yo me lo creo.
—Yo también lo encontré... —respondió Ayame en voz baja.
«Antes de que volviera a perderse...» Completó su mente. Su mano se aferró a su ropa con aún más fuerza. Aquel había sido un momento fugaz, tan fugaz como el disparo de la bala que recibió a continuación. «Por favor... Por favor... que no vuelva a pasar... Con ellos no...»
—Lo que ocurre es que por lo que sé de Fūinjutsu y por lo que sabemos de esos Dragones, pienso que no dejarían un cabo suelto, ¿entiendes?
Ayame sonrió, con cierta tristeza y vergüenza.
—Ojalá lo entendiera, pero ya lo sabes: el Füinjutsu para mí es como un acertijo imposible de resolver.
—No creo que sea la primera vez que alguien ha conseguido romper el influjo del sello, Ayame. Debe de haber algo más —argumentó, pero Ayame torció los labios, no demasiado convencida. Apenas alcanzaba a conocer la superficie de los detalles sobre aquel sello que lavaba cerebros; pero, ¿de verdad alguien podría haberse revelado algo así?—. Sólo espero que Amedama tenga lo que hay que tener para atajar las cosas si las cosas no salen como está previsto. Lo último que querría es que le pasara algo a él también.
—Yo también lo espero... —respondió Ayame, con un hilo de voz, mientras volvía a hacer girar el vaso entre sus manos.
Quería confiar. De verdad que quería hacerlo. Pero era difícil hacerlo. Muy difícil. Sobre todo estando tan lejos de allí. Tragó saliva, con un doloroso nudo en la garganta.
«Ojalá no hubiese tenido que irme... Ojalá pudiera seguir allí, y ayudarlos, y...»
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—¿Quieres otro zumo, Ayame? —soltó Shanise de pronto, mirándola con una sonrisa. Las temblorosas manos de Ayame abrazaban el vaso de cristal, que albergaba tan solo el resto agonizante de la bebida que había pedido—. No podemos hacer más que confiar en ellos. En Yui, en Daruu, en Kaido... en Uchiha Datsue. Ambas tenemos dudas, pero, ¿qué ganaremos quedándonos así?
»Eso sí, a veces me gustaría que Yui tuviera unos pocos sesos más. Podría haber organizado una reunión con Daruu por medio del Gentōshin no Ju...
—¿Ayame? —Shanise enmudeció. Como si saliese de un altavoz invisible, la voz de Amedama resonó en la taberna del viejo Kirishima—. Ayame, lo hemos conseguido. Datsue ha roto el sello. Kaido volverá a Amegakure con nosotros. —Shanise estuvo a punto de interrumpir, pero se calló al volver a oír la voz de Daruu—. ¡Nos veremos en cuando podamos, ahora tengo que cortar, voy a ver cómo están nuestros padres y no quiero calentarle la cabeza a Datsue con el sello! ¡Adiós!
Silencio.
—¿Ayame...? —Shanise, entre aliviada, confundida y suspicaz, torció el gesto y escrutinó a Ayame como si fuera un especimen de lo más particular—. ¿Datsue? ¿Sello? ¿Qué...? —Entonces cayó en la cuenta—. ¡Espera, yo sabía algo de esto...! ¡Entonces, entonces...!
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—¿Quieres otro zumo, Ayame? —la invitó Shanise, con una sonrisa cálida.
Ayame asintió débilmente, aún con aquel nudo apresando su garganta y las lágrimas a punto de aflorar en sus ojos.
—No podemos hacer más que confiar en ellos —agregó la nueva Arashikage—. En Yui, en Daruu, en Kaido... en Uchiha Datsue. Ambas tenemos dudas, pero, ¿qué ganaremos quedándonos así? Eso sí, a veces me gustaría que Yui tuviera unos pocos sesos más. Podría haber organizado una reunión con Daruu por medio del Gentōshin no Ju...
—¿Ayame?
Aquella voz resonó desde el oído derecho de Ayame, como si aquella persona se encontrara de verdad allí. Como si de verdad las palabras de Shanise le hubiesen invocado hasta allí. Ayame levantó la cabeza de repente como un resorte, e incluso se giró para buscarle, con el corazón galopante en un puño. Pero seguía estando a solas con Shanise, y sólo encontró la presencia de Kirishima tras la barra. Tardó algunos segundos en comprender que la estaba hablando desde el Sello de la Hermandad Intrépida.
—D... Daruu... —formularon sus labios, en apenas un hilo de voz.
—Ayame, lo hemos conseguido. Datsue ha roto el sello. Kaido volverá a Amegakure con nosotros.
Los ojos de Ayame se inundaron al escucharlo. Lo habían conseguido. Al final, todo estaba bien. Y Kaido regresaría sano y salvo con ellos, de vuelta en Amegakure. Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas sin poder evitarlo.
—¡Nos veremos en cuando podamos, ahora tengo que cortar, voy a ver cómo están nuestros padres y no quiero calentarle la cabeza a Datsue con el sello! ¡Adiós!
A Ayame le hubiese gustado poder decir algo más: "¡Tened cuidado!", también un "¡Gracias, Datsue!" y quizás un "¡Bienvenido de vuelta Kaido!"; pero la muchacha se había quedado sin voz. Y antes de que lograra recomponerse, Daruu se había marchado. Con la cabeza gacha para ocultar las lágrimas, sus hombros se convulsionaron un momento antes de terminar rompiendo en sollozos. Avergonzada, se tapó la cara con ambas manos. Pero eso no evitó que siguiera llorando de forma descontrolada. Toda la tensión que había estado conteniendo en los últimos meses parecía haberse liberado al fin.
Le pareció escuchar la voz de Shanise junto a ella, pero no llegó a entender sus palabras.
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