13/09/2016, 22:16
Sus pies, descalzos, caminaban sobre un mar cristalino infinito, no había nada a los alrededores, solo agua y más agua después de ésta. la luz de la luna, acompañada de la iluminación que provocaban algunas luciérnagas que revoloteaban a su alrededor, bañaban su piel de forma cálida, empapándola de una sensación acogedora, cómoda, agradable... Se sentía bien, como hace años no se sentía. Su reflejo adornaba el agua que pisaba distorsionándose por sus pisadas, pero ella no cesaba su marcha tranquila, seguía caminando sin mirar hacia atrás.
Hasta que del suelo apareció una nueva persona, de cabellos azulados como los suyos, solo que los de la desconocida eran más alborotados; cortos, y recogidos en una pequeña coleta. Sus ojos, verde oscuro, la invitaban a acercarse mientras su sonrisa se ensanchaba por momentos. Su vestimenta consistía en una camisa de tirantes blanca y una túnica casi transparente de mangas largas, que la llegaba por debajo de la falda azul que vestía, además; ella también iba descalza.
— Hola. — Saludó moviendo sus rosados labios.
En su interior, Eri estaba cohibida, agitada por la desconocida que tenía delante, sin embargo, la otra parte de su interior sabía que algo tenía que ver con ella, si no, ¿por qué tendrían semejante parecido? En el exterior, el semblante de la kunoichi de cabellos largos estaba serena, con una delgada sonrisa dibujada en sus labios.
— Hola. — Respondió de vuelta con un tono de voz tranquilo, todo lo contrario a la agitación que se encontraba dentro de su corazón.
— Nunca nos habíamos visto, pero puedo decir que la genética te ha tratado bien.
— ¿Qué quieres decir? — Preguntó confusa ante las palabras de la joven que estaba frente a ella.
— Me llamo Hotaru, y aunque no me conozcas, yo sí sé quién eres, aunque nunca te vi en la vida real... — Comentó llevándose su mano derecha al corazón y cerrándola en un puño, continuó. — El destino nos separó, y, bueno, al final he logrado que las palabras que una vez pronuncié llegasen a ti, aunque un poco tarde, he de reconocer.
— Discúlpame, Hotaru-san, pero no estoy entendiendo nada.
— Llámame Hotaru, Eri, que para algo somos familia. — Rió la joven con una risa angelical. — No te preocupes si no lo entiendes, solo quería decírtelo, por otra parte, ¿qué pasó con tus padres?
Eri dudó por un momento, ¿qué tenía ella que ver con su vida? Quiso fruncir el ceño pero su semblante seguía sereno mientras observaba con la mirada como la joven que tenía delante se tumbaba en el agua, flotando sobre ella mientras sus cabellos danzaban por entre el líquido.
— No seas tímida, puedes contarme lo que quieras. — Aseguró. — Yo solo quería conocerte, y, ¡oh! Disponemos de muy poco tiempo juntas...
La pequeña se tumbó a su lado y su mirada apenada se posó sobre el cuerpo de Hotaru, ¿no tenían tiempo? Si parecía que disponían de todo el que quisiesen en aquel mundo infinito.
— No sé nada de mis verdaderos padres. — Respondió a su primera pregunta con voz neutra. —¡Espera! — Exclamó, asimilando lo que acababa de decir. —¿Qué quieres decir con que somos familia? ¿Acaso eres familia de Genza? — Preguntó, emocionada.
— No. — Contestó de forma escueta. — Soy de tu verdadera familia, tonta, ¿acaso no me reconoces?
Pero Eri no pudo contestar ante esa respuesta, ya que el cuerpo de la muchacha que reposaba a su lado comenzó a evaporarse, es más, todo el mundo en el que ella estaba se desvanecía, a excepción de ella, que permanecía inmóvil, hasta que todo quedó oscuro.
Se levantó de la cama sudorosa pese al fresco clima, el aire que se colaba por la ventana no hacía más que mecer sus cabellos para que éstos se quedasen pegados en su frente. Había sido solo un sueño, un sueño muy irreal, pero a la vez todo lo contrario. Su corazón, acelerado, no podía controlarse y su mente trabajaba a toda velocidad, pero no lograban responder a las preguntas que la pequeña kunoichi se hacía.
Lo peor, es que todas se transformaban en una.
¿Qué narices acababa de pasar?
Hasta que del suelo apareció una nueva persona, de cabellos azulados como los suyos, solo que los de la desconocida eran más alborotados; cortos, y recogidos en una pequeña coleta. Sus ojos, verde oscuro, la invitaban a acercarse mientras su sonrisa se ensanchaba por momentos. Su vestimenta consistía en una camisa de tirantes blanca y una túnica casi transparente de mangas largas, que la llegaba por debajo de la falda azul que vestía, además; ella también iba descalza.
— Hola. — Saludó moviendo sus rosados labios.
En su interior, Eri estaba cohibida, agitada por la desconocida que tenía delante, sin embargo, la otra parte de su interior sabía que algo tenía que ver con ella, si no, ¿por qué tendrían semejante parecido? En el exterior, el semblante de la kunoichi de cabellos largos estaba serena, con una delgada sonrisa dibujada en sus labios.
— Hola. — Respondió de vuelta con un tono de voz tranquilo, todo lo contrario a la agitación que se encontraba dentro de su corazón.
— Nunca nos habíamos visto, pero puedo decir que la genética te ha tratado bien.
— ¿Qué quieres decir? — Preguntó confusa ante las palabras de la joven que estaba frente a ella.
— Me llamo Hotaru, y aunque no me conozcas, yo sí sé quién eres, aunque nunca te vi en la vida real... — Comentó llevándose su mano derecha al corazón y cerrándola en un puño, continuó. — El destino nos separó, y, bueno, al final he logrado que las palabras que una vez pronuncié llegasen a ti, aunque un poco tarde, he de reconocer.
— Discúlpame, Hotaru-san, pero no estoy entendiendo nada.
— Llámame Hotaru, Eri, que para algo somos familia. — Rió la joven con una risa angelical. — No te preocupes si no lo entiendes, solo quería decírtelo, por otra parte, ¿qué pasó con tus padres?
Eri dudó por un momento, ¿qué tenía ella que ver con su vida? Quiso fruncir el ceño pero su semblante seguía sereno mientras observaba con la mirada como la joven que tenía delante se tumbaba en el agua, flotando sobre ella mientras sus cabellos danzaban por entre el líquido.
— No seas tímida, puedes contarme lo que quieras. — Aseguró. — Yo solo quería conocerte, y, ¡oh! Disponemos de muy poco tiempo juntas...
La pequeña se tumbó a su lado y su mirada apenada se posó sobre el cuerpo de Hotaru, ¿no tenían tiempo? Si parecía que disponían de todo el que quisiesen en aquel mundo infinito.
— No sé nada de mis verdaderos padres. — Respondió a su primera pregunta con voz neutra. —¡Espera! — Exclamó, asimilando lo que acababa de decir. —¿Qué quieres decir con que somos familia? ¿Acaso eres familia de Genza? — Preguntó, emocionada.
— No. — Contestó de forma escueta. — Soy de tu verdadera familia, tonta, ¿acaso no me reconoces?
Pero Eri no pudo contestar ante esa respuesta, ya que el cuerpo de la muchacha que reposaba a su lado comenzó a evaporarse, es más, todo el mundo en el que ella estaba se desvanecía, a excepción de ella, que permanecía inmóvil, hasta que todo quedó oscuro.
Se levantó de la cama sudorosa pese al fresco clima, el aire que se colaba por la ventana no hacía más que mecer sus cabellos para que éstos se quedasen pegados en su frente. Había sido solo un sueño, un sueño muy irreal, pero a la vez todo lo contrario. Su corazón, acelerado, no podía controlarse y su mente trabajaba a toda velocidad, pero no lograban responder a las preguntas que la pequeña kunoichi se hacía.
Lo peor, es que todas se transformaban en una.
¿Qué narices acababa de pasar?