Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
— Confío en ti. —Le dijo a la Hambrienta—. Ten cuidado.
Al llegar a la enorme puerta, Daigo se detuvo durante un momento. Este debía ser definitivamente el despacho de Nathifa, y si lo era, este podría ser el momento más importante de todos.
— Queda poco, chicos. —Posó ambas manos sobre la puerta...— Vamos allá.
Y empujó.
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24/09/2022, 15:39 (Última modificación: 24/09/2022, 15:39 por Uchiha Datsue.)
Era un despacho lúgubre. Luces de neón azul oscuro iluminaban una estabcia tan grande que serviría como piso de alquiler para un ninja recién salido de la academia. Había una mesa rectangular al fondo, coronada por un asiento de cuero negro. A un lado, una mesa circular donde reposaba un gran mapa con figuras de soldados encima.
Había un par de sofás albotro lado, uno en frente del otro con una mesita pequeña en medio. Una estantería llena de libros, estanterías y cajones llenos de pergaminos perfectamente ordenados y un cuadro de Nathifa llenaban el resto del despacho.
Eso, y dos personas. Una mujer de unos sesenta años, de pelo blanco y corto y vestida enteramente de negro se encontraba junto a la mesa circular, moviendo un par de figuras. La otra tenía un kanji en la frente y sujetaba una toallita blanca, permaneciendo inmóvil al lado de una neverita portátil.
—Nathifa —dijo la mujer de pelo blanco—. Justi estaba cambiando la disposición defensiva. Creo que si...
Sus palabras se vieron ahogadas cuando al fin alzó la mirada. Tardó un segundo en comprender lo que sucedía, y otro en asustarse.
Con desesperación, salió corriendo hacia la mesa rectangular, como si quisiese cobijarse y escobderse tras ella.
Aquel debía ser el despacho de Nathifa. Una habitación realmente grande con una mesa en la que tenían un mapa y varias figuras de soldados. Algo bastante raro de encontrar en el despacho de una prisión, pero hacía tiempo que aquel lugar dejó de ser solo una prisión. En el despacho también habían estanterías con libros y pergaminos.
Y dos personas. Una anciana y una esclava.
— No grites y no le des órdenes a la esclava y nadie saldrá herido. —Le explicó con calma, apuntando a la esclava con la mano estirada, preparado para empalarla si no obedecía—. Sabemos que hay una ruta de escape. Un camino que lleva a unos túneles. Llévanos hasta allí y nos iremos en paz.
Mientras hablaba, el chico caminó para entrar a la habitación, dándole paso a sus compañeros para que pudieran hacer lo mismo.
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La mujer de pelo blanco entornó los ojos cuando Daigo reveló la información de la salida secreta. Abrió la boca para decir algo, pero cambió de idea. Daigo se dio cuenta que, desde que había logrado llegar a la mesa rectangular, el miedo que arrugaba el contorno de sus ojos y el rictus en sus labios se había suavizado. El kusajin pudo intuir que la mujer apretó algo situada en el borde de la mesa con una mano, y entonces el miedo de ella se convirtió en una tensa calma.
Incluso se permitió sonreír.
—No sé dónde se encuentra la entrada a los túneles, y aunque lo supiese —hinchó el pecho llena de orgullo—, me arrancaría la lengua antes de contártelo. Habéis llegado lejos, prisioneros. Pero aquí se acaba vuestra aventura.
Daigo apretó los dientes, sorprendido y enfadado a partes iguales. Había sido descuidado. Había sido demasiado descuidado. ¡Podría haber sido más agresivo! ¡Podría...!
«No es el momento de lamentarse. ¡Tienes que actuar!».
Dio un paso atrás, cerrando rápidamente la puerta en frente suyo y apartándose un poco mientras realizaba un sello especial para crear un clon a su lado.
— ¡Han alertado a los guardias! —Le informó a sus compañeros, en voz alta. Estaba alterado de cojones, y realmente asustado, pero eran momentos como aquel en los que se le daba especialmente bien esconder el miedo—. En unos segundos debería salir un esclavo de esta misma habitación. ¿Puedes encargarte, Chillidos? Tengo que apresurarme a la habitación de Nathifa.
Tan rápido como le permitieron sus piernas, el sin piernas empezó a andar con el sello supresor de chakra tan rápido como pudo hacia la habitación que estaba al lado contrario. El clon, mientras tanto, se mantuvo en guardia.
— ¡Hambrienta, sal de ahí, nos han pillado! —Le avisó a su compañera al pasar por la intersección.
Siguió yendo tan rápido como podía con mucha prisa, moderada velocidad y nada de pausa. Tenía que apresurarse. Tenía que apresurarse tanto como le permitieran sus piernas, pues el tiempo se le acababa y no había empezado con mucho en primer lugar.
—¡¡AAAAHHHH!! —chilló Chillidos, a modo de respuesta, sujetando su muñeca con la otra mano mientras apuntaba con el dedo índice a la puerta cerrada.
—¡¿Vamos a morir?!
Y de fondo, al otro lado, una risa perversa sonaba bajo la puerta.
Daigo, mientras tanto, cojeó hasta el otro lado del pasillo. Pronto se le unió la Hambrienta, con las pupilas dilatadas y la boca pastosa.
—¿¡Qué ha pasado!?
Llegaron hasta la habitación, aunque, cuando intentaron abrirla —era una gran puerta de madera maciza con un picaporte de acero negro—, descubrieron que estaba cerrada con llave.
— ¡Tenían una puta alarma silenciosa en la mesa! —Explicó, apresurado, mientras arremetía contra una puerta que simplemente se negaba a abrirse—. ¡Joder!
Continuaba intentando mantener la calma, vaya que lo intentaba, pero la situación se empezaba a salir de control y él empezaba a cometer errores. ¡Por supuesto que la puerta estaba cerrada con llave! ¡Era la habitación personal de Nathifa! Joder. Si la cosa seguía así ¿cuánta gente iba a morir por sus decisiones? ¿Cuánta gente iba a morir por sus acciones?
Daigo dio un paso atrás y, en lugar de calmar sus sentimientos, los utilizó para encender un fuego en su pie derecho que recorrió todo su cuerpo a gran velocidad hasta llegar a su puño. En ese momento descargó aquella llama en un potentísimo gancho contra el picaporte de la puerta, buscando desencajarlo. Tenía que darse prisa en encontrar la salida. Sabía que no había cantidad alguna de triquiñuelas o de voluntad que le permitiese enfrentarse a la cantidad de guardias que acabaría inundando los pasillos en cualquier momento.
El clon que había creado Daigo, por su lado, mantenía la calma mucho mejor que él. Manteniendo la guardia alta mientras se acercaba lentamente a la intersección.
— ¡Estaremos bien si encontramos la salida! —El clon alzó la voz para que sus compañeros lo escuchasen—. No debe estar muy lejos. Yo puedo distraer a todo el que venga de este pasillo.
¤ Ryū ¤ Dragón - Tipo: Ofensivo - Rango: B - Requisitos:Taijutsu 50 - Gastos: 18 CK (multiplicable x2) - Daños: Uppercut + 30 PV - Efectos adicionales: La versión multiplicada enviará al oponente por los aires - Carga:
1 (sin multiplicar)
2 (multiplicado x2)
- Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Esta técnica utiliza la potencia de todo el cuerpo del usuario, quien canalizará una gran cantidad de chakra que viajará visiblemente desde las plantas de sus pies hasta el puño, culminando en un potente puñetazo ascendente que irá dirigido a la barbilla, el hígado o el bazo del oponente.
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Daigo reventó el picaporte de la puerta de un colosal puñetazo. La puerta se abrió ante él, como el enemigo que se arrodilla al rendirse.
Varias cosas llamaron la atención a Daigo. La habitación, pintada completamente de negro, contaba con una gran cama de matrimonio, y, sobre ella, en el techo, un espejo que la reflejaba. Al lado, anclada a la pared, una cruz con grilletes para manos y pies. Reposaba un látigo negro en la mesita de noche; había un escritorio con cajones en otra esquina; una estantería con libros; un gran cuadro de Nathifa sentada en un trono con un bastón en la mano, con pose imperial. También una segunda puerta.
Mientras tanto, su clon llegó a la intersección. El gran pasillo llevaba a las dos puertas que había decidido no cruzar, y algo más allá, a la celda de prisión de la que habían salido. En el extremo final, una puerta abierta que conducía a la habitación donde se habían enfrentado al esclavo y el médico. Oyeron un sonido rítmico procedente de allí, como el que produciría un ariete al tratar de derribar la entrada de una fortaleza.
¡Bam! El picaporte cedió fácilmente ante su poderoso puñetazo, despegándose de la puerta y revelando tras ella la habitación de una persona que se tenía en muy alta estima a sí misma. En tan alta estima se tenía que incluso tenía colgado un cuadro de sí misma, entre otras cosas. Luego de escanear la habitación rápidamente con la mirada, Daigo decidió apresurarse a la siguiente puerta para intentar abrirla, agarrando el picaporte con ambas para tirar con fuerza de este, varias veces si hacía falta.
Mientras tanto, el Kage Bunshin del boxeador había empezado a escuchar el peligro acercarse.
— ¡Rápido, moveos! —Le gritó en susurros a sus compañeros, instándolos a estar en cualquier lugar menos justo ahí. Buscando la jodida salida, preferiblemente.
El clon realizó rápidamente tres sellos manuales, creando a su vez hasta cuatro clones más exactamente iguales, excepto que estos clones no eran físicos como él, sino que se trataban solo de meras ilusiones que se colocaron en guardia frente al pasillo junto al real.
¤ Bunshin no Jutsu ¤ Técnica de Clonación - Tipo: Apoyo - Rango: E - Requisitos:Ninjutsu 10 - Gastos: 3 CK/clon (máx. 1 por cada 10 de Inteligencia) - Daños: - - Efectos adicionales: - - Sellos: Carnero → Serpiente → Tigre - Velocidad: Instantánea
Un Ninjutsu que crea una copia intangible del cuerpo del usuario, sin ningún tipo de sustancia ni solidez. Puesto que el clon, por sí mismo, no tiene la habilidad de atacar, y sólo puede utilizarse pues para confundir al enemigo, normalmente empleado en combinación con otro tipo de Ninjutsu o tácticas. Es una técnica muy básica, pero con ingenio puede utilizarse de forma efectiva. Los clones se disipan cuando entran en contacto con cualquier cosa. Pueden ser fácilmente diferenciados de una persona por usuarios de Dōjutsu. Un usuario con ojos normales puede también distinguir los clones del original, puesto que éstos no tienen sombra y no causarán perturbaciones en el área que les rodea (no levantarán polvo, aplastarán la hierba, etc).
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El clon de Daigo vio como sus órdenes —porque parecían órdenes y no simples consejos—, eran aceptados. Luego oyó un gran estruendo, y algo pesado al derrumbarse.
Tac. Tac. Tac.
Se oía el sonido de un bastón en la lejanía, acompañado por el de unos pasos. No… Al principio parecían unos pasos, pero en realidad eran el de decenas. Perfectamente sincronizados, como si alguien estuviese realizando un desfile militar al otro lado del pasillo.
Todavía no los veía, pero podía intuirlo. Se acercaban. Se acercaban muchos.
Mientras tanto, Daigo, el Daigo real, abrió la puerta y…
… y se topó con un ropero. Era un puto ropero. Lleno de, sí, ropa. Trajes negros. Zapatos negros. Sujetadores negros. Bragas negras.
—¡Estamos jodidos, Sin Piernas! ¡Nos has traído a un callejón sin salida!
— ¡Mierda, no! —Daigo se llevó las manos a la cabeza, rascándosela con desesperación—. Tiene que estar por aquí cerca, en algún lado.
Sin querer perder un solo segundo más, el chico se dio media vuelta para dirigirse al centro de la habitación y mirar a su alrededor. La salida tenía que estar en aquella habitación, o estaban jodidos. Estaban muy jodidos. En aquella habitación habían varias cosas que le llamaban la atención, así que se acercó a la primera cosa interesante que vio: el cuadro.
— ¡Debemos revisar en cada esquina! —Dijo, antes de arrancar el cuadro de la pared para lanzarlo a un lado.
El clon de Daigo respiró hondo, preparándose. Podía escuchar a varias decenas de guardias acercarse por el frente, y sabía que había al menos un guardia más a la derecha, protegiendo a la anciana que dio el aviso en la habitación. La situación era preocupante. No. Era incluso desesperanzadora, pero él solo era un clon con una misión. No podía permitirse perder la esperanza, además... podía escuchar a Nathifa en la lejanía.
«A ti te quería encontrar...» Se sorprendió al hallarse sonriendo.
Con las manos a la altura del pecho para realizar un sello manual y con sus tres clones ilusorios frente a él, el clon de Daigo se preparó para lo que se le venía.
La disposición defensiva por parte de los proyectos de fuga era clara. La Matasanos permanecía junto a la puerta del despacho, vigilante para que el Esclavo que había al otro lado no les pillase desprevenidos por un flanco. Chillidos, harto de esperar, se había situado junto a uno de los clones de Daigo, en primera fila. La Llorona también estaba junto a ellos, aunque a sus espaldas, pegada a la pared. La Hambrienta, Risitas y la Faraonesa ayudaban a Daigo en su búsqueda de la salida. Mirando debajo de la cama, de las alfombras, revolviéndolo todo.
Daigo arrancó el cuadro de la pared y, ¡bang!, primer golpe de suerte. O, más bien, de esperanza. Porque allí, escondido, halló una caja fuerte. Tenía una rueda con la que podías combinar números —que se componía de cuatro cifras en total, del cero al nueve—.
La cuestión era, ¿cómo iba a abrirlo? No parecía de estas cajas fuertes blandengues que se ponen en un hotel de mala muerte.
• • •
La visión que tuvieron los Daigos y Chilidos fue desoladora. Al menos había bajado una docena de Esclavos, custodiando a una Nathifa que caminaba en el centro, bastón en mano. Había tres figuras que destacaban sobre el resto, iban en primera línea, y portaban una máscara parecida a los que llevarían los ANBUs, pero con símbolos dibujados en su superficie avalada en vez de figuras de animales.
Una línea serpenteante dorada, que recordaba a un río, sobre un fondo negro; una pirámide dorada sobre un fondo negro; un torbellino de arena dorado, sobre un fondo negro.
—¿La Tríada de Sanbei? ¡Imposible! ¿Qué hace aquí? —En el tono de su voz Daigo halló algo nuevo, algo que no había sentido nunca proveniente de él. Algo demasiado parecido al miedo.
Nathifa chasqueó la lengua tres veces, como una madre que reprende a su retoño por portarse mal.
—Os doy una segunda oportunidad —dijo Nathifa, haciendo caso omiso a la pregunta—. La oportunidad de redimiros. De demostrar que sois aptos para reinsertaros en la sociedad. Tan solo teníais que aceptar el castigo por vuestros pecados, treinta años más en vuestras celdas sin molestar, y hubieseis salido libres. Con una nueva vida.
»Pero no. Se ve que la delincuencia corre por vuestras venas.
— ¡Chicos! ¡Encontré una caja fuerte! —Anunció Daigo, lleno de esperanza, a sus compañeros—. Tiene una contraseña de cuatro cifras... ¿alguien tiene alguna idea?
Se llevó una mano a la cabeza. Tenía que pensar y tenía que hacerlo ya. No tenía el chakra para reventar aquella caja fuerte, y si lo tuviese, probablemente ni siquiera podría romper aquella caja fuerte de un puñetazo, así que tenía que utilizar la puta cabeza para algo más que dar cabezazos. Habían diez números posibles por posición y habían cuatro posiciones distintas, así que habían al menos... muchas combinaciones diferentes. Si se ponía a probar a lo loco, no llegaría a ningún lado.
«Tengo que probar combinaciones mientras pienso en la correcta. Vamos, por favor...»
Mientras miraba a su alrededor, buscando en la habitación una pista, la que fuese, el boxeador probó una combinación. La 0415, que por algún motivo fue la primera que se le ocurrió.
· · ·
Según iban bajando los guardias, el clon de Daigo los contaba mentalmente. No eran las decenas y decenas de soldados que él había previsto. Solo era... poco más de doce.
«¿Solo han traído doce? Son menos de lo que esperaba». Esta vez se sorprendió al hallarse, de alguna manera, decepcionado.
Ese era uno de sus mayores problemas, a la vez que su mayor fortaleza. A pesar de su habitual actitud pacífica y agradable, a Daigo simplemente le gustaba demasiado pelear. Era la clase de persona que se crecía ante los desafíos y que no tenía miedo de pelear contra gente más fuerte que él, pues él se haría más fuerte.
¿Sería lo suficientemente fuerte esta vez? Probablemente no. Incluso Chillidos estaba asustado, pero esperaba ser lo suficientemente listo.
Contra todo pronóstico activado
— ¿Son fuertes? —Le preguntó a su compañero, en voz baja. Eso sí que lo emocionaba—. Lo siento, Nathifa, pero no tengo tanto tiempo que perder.
Aprovechando que ya tenía las manos preparadas, Daigo las juntó en un único sello y escupió al suelo mientras se movía a un lado para evitar un posible ataque. Muy pronto, todo el pasillo se llenaría de una densa capa de polvo que entorpecería la vistas de todos, incluida la suya. Mientras el grupo de Nathifa podían ver las sombras de los múltiples clones que se habían adelantado justo al borde de la cortina de humo, en guardia.
Mientras tanto, Chillidos sentiría un muy leve tirón.
— ¡Retrocedamos a la esquina! ¡Pueden cubrir todo el pasillo con una técnica! —Le gritaría en susurros, pero no se lo llevaría a rastras. Él podía andar solo.
A quien sí movería mientras se cubría con una de las esquinas fue a la llorona, quien probablemente se habría paralizado del miedo. Una vez a salvo, el chico escalaría la pared hasta llegar al techo, todavía a cubierto.
¤ Fūton: Sunabokori ¤ Elemento Viento: Nube de Polvo - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos:Fūton 15 - Gastos:
8 CK
(Fūton 30) (multiplicable x2)
- Daños: - - Efectos adicionales:
Crea una nube de polvo que entorpece la vista durante 1 turno
Si se escupe contra el suelo, la nube entorpece la vista durante 2 turnos
- Sellos: Carnero - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: La nube de polvo abarca 3 metros a la redonda por multiplicación
Esta técnica es utilizada para escupir una gran cantidad de viento cargado de polvo desde la boca. En sí, el polvo que expulsa el usuario ya es suficiente para cubrir un gran área, pero la técnica levantará polvo incluso más denso si se utiliza sobre el suelo.
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Daigo probó una combinación al azar que resultó ser errónea.
La Hambrienta, desesperada, empezó a buscar entre los libros de las estanterías. Cada vez que tomaba uno lo tiraba al suelo después de gritar el título, por si a alguno de la habitación le resultaba una pista, una ayuda. Había libros de política. Un gran tomo que seguía toda la familia feudal que había gobernado alguna vez Kaze no Kuni. Otro gran tomo que se enfocaba más en las traiciones y matanzas que habían llevado a cada Daimyō a hacerse con el poder. También había un libro de Sanbei Sid. Otro de sus famosas pirámides. Otro del Río de Oro. Varios de matemáticas y aritmética, algunos de ellos con un enfoque místico y no tanto racional.
—Será reputa… ¿Se va de listilla por leerse libros de ecuaciones? ¡Seguro que no entiende nada! —escupió la Hambrienta.
—¿Alguien sabe su cumpleaños?
Todos miraron a Risitas, que de pronto se había empezado a descojonar tirado en la cama. Cuando su risa terminó por morir en sus labios, se quedó en silencio, mirando al techo.
• • •
Entre el humo generado por Daigo, uno de los ninjas de la Tríada de Sanbei —concretamente, el que portaba la máscara del torbellino dorado— desplegó un abanico gigante que portaba tras la espalda y lo abanicó hacia el frente. Una vez. Eso solo bastó para generar una red de múltiples y estrechas corrientes de viento que pulverizaron los clones ilusorios de Daigo y cortaron el polvo en el aire, moviéndolo y aclarando un poco el pasillo.
—No sirve de nada continuar luchando —dijo, abatido, Chillidos. Dejó caer su espalda en la pared donde se había refugiado Daigo y la Llorona, y sus pies resbalaron por el suelo hasta caer sentado en el suelo—. Hemos perdido.
Al final del pasillo, la Matasanos les miraba con urgencia.
—¿¡Cuántos son!? ¡¿Necesitáis ayuda ahí?!
¤ Fūton: Kakeami ¤ Elemento Viento: Arrojo de Red - Tipo: Ofensivo (cortante) - Rango: A - Requisitos:Tessenjutsu 25 - Gastos: 30 CK - Daños: 50 PV - Efectos adicionales: - - Carga: 4 - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: La red tiene 5 metros de ancho y 3 metros de altura, y avanza hasta 10 metros en línea recta antes de disiparse
Usando su abanico, el usuario es capaz de crear múltiples corrientes de viento estrechas que se entrelazan formando una red y avanzan hacia el objetivo a gran velocidad. Los vientos generados por esta técnica son increíblemente afilados, lo suficiente como para cortar incluso objetos duros.