Era el principio de la mañana, frente a la posada "Buen Viento" de la isla Capital. Dos personas entraron en ella.
Se trataba de Uzumaki Akane y su hijo, Uzumaki Ralexion. Ambos vestían con ropas cómodas y frescas. Akane llevaba puesta una blusa de seda rosa y una falda corta de color negro, en los pies unas sandalias de verano color turquesa. Por su parte, el muchacho llevaba una camiseta de manga corta oscura que en su centro tenía estampado el dibujo de una mujer pelivioleta vestida de sirvienta francesa de aspecto adorable -sacada de un manga, sin lugar a dudas- sentada sobre sus rodillas y sonriendo, unos pantalones pirata con estampado militar grisáceo y sus habituales sandalias de ninja. Los dos cargaban en sus espaldas una mochila de viaje.
Se detuvieron en recepción, donde los atendió una señora de avanzada edad.
—¿Puedo ayudarles? —les preguntó con tono cordial.
—Teníamos una reserva a nombre de Uzumaki Akane —le indicó la pelirroja.
—Déjeme que lo compruebe... —afirmó la anciana, sacando de debajo del mostrador un gran tomo de tapas forradas en piel que dejó frente a sí— Veamos...
La señora comenzó a hojear las páginas del libro a gran velocidad, hasta que se detuvo en una de las últimas. Entre tanto, Ralexion se entretenía mirando al techo.
—Oh sí, aquí están. Les acompañaré a su habitación —les indicó, y tomó una llave que estaba tras ella, colgada de un tablón en la pared.
Madre e hijo obedecieron a la octogenaria y la siguieron a través de uno de los pasillos del hotel. Finalmente se detuvieron frente a una de las puertas correderas al estilo japonés tan típicas de las edificaciones tradicionales.
—Esta es su habitación, espero que disfruten de su estancia. Recuerden que las termas cierran a las 11 de la noche.
Sin añadir nada más, la mujer se marchó. Akane abrió la puerta y entró, seguida del genin. Dejaron caer sus mochilas en el suelo. Mientras Ralexion se estiraba, la pelirroja se acercó a la ventana, observando el paisaje.
—No está mal salir de vez en cuando de la aldea, ¿verdad?
—Supongo que no —se encogió de hombros.
Era una habitación simple, de unos 20 metros cuadrados, con un armario empotrado que tenía dos futones listos para dormir, la ya mencionada ventana que daba al exterior y una mesa redonda de madera, algo baja, en el centro.
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¿Todas las decisiones que tomamos tienen una base racional? Primero me planteé visitar todas las antiguas reliquias de las cinco villas, pero joder, que coñazo, todo eran ruinas y a veces ni eso. De Konoha queda un agujero, ¿qué tengo que ver ahí? No voy a ver nada más que un agujero, llamalo Konohagakure llamalo agujerogakure, ¿quien sabrá que eso era una villa?
Entonces me dije, a ver, Nabi-sama, vayamos por partes. Primero conocer los alrededores de Uzushiogakure y despues ya si eso volver a la caza de villas muertas. Y ahí es cuando uno piensa, tío, sera que no hay cosas que ver en tierra firme, mucho más cerca que estas islas que tienes que coger un barco para llegar. Pues sí, pero el destino quiso que investigara primero estas islas, el destino en forma de Eri-sama, si es que tenía otra forma.
De la primera isla visitada, la siguiente debía ser la más grande, por descarte. ¿Hay acaso, en un mundo de opiniones tan divididas y tantos puntos de vista, ideas buenas o malas? La respuesta es sí, cada cual puede excusarse con lo que le salga del ombligo sobre lo buena que fue su decisión cuando en realidad fue una cagada. Sin embargo, un noble y honrado shinobi de Uzushiogakure siempre acepta la realidad tal y como es.
Venir por barco a la isla más grande del té y rechazar el carro que te ofrece llevarte hasta la capital en vez de ir a patita es una cagada monumental. Los shinobis vivimos en el idilico mundo de que en todos sitios puedes ir dando saltos de un edificio a otro o de un arbol a otro en modo ninja. Cuando frente a ti, a tus lados y debajo tuyo solo hay campo, ahí es cuando vuelves a la cruel realidad. Con un camino de tierra donde hay más rocas que tierra y por donde hay más personas y carros que rocas.
Pero un verdadero shinobi de Uzu es imposible de detener. Llegué a la capital con el rostro alzado y el simbolo del remolino alzado con orgullo en la bandera que acababa de comprar en la tienda de souvenires. Llevaba un rato caminando por la ciudad buscando algún lugar extra plus mega barato para pasar la noche, no había gastado ryos en un carro lo iba a hacer en un lujoso hotel spa con vistas al té, cuando ,DE REPENTE, oí ruidos en un callejón lleno de bolsas de basura y una de ellas temblaba como si tuviera un mapache dentro.
Le dí un golpecito con la parte del palo de la bandera que no tenía la bandera y de todas y cada una de las bolsas salió un animal peludo, mapaches, gatos, perros, parecía la alianza animal. Los mire y ellos me miraron, y ahí supimos que iba a salir mal todo. Empecé a correr y ellos detras mio. Ellos eran animales y yo una tortuga, así que la conclusión iba a ser inapelable. Entonces, de mis largos y extendidos nulos conocimientos de física nació algo, clavé el palo de la bandera, que estaba sujetando por la parte superior, se dobló y tendió a recuperar su forma erecta, impulsandome por los aires.
Y volé, tracé una parabola perfecta, todo hubiera salido a pedir de boca si ante mi no se alzara un edificio cuando ya empezaba a descender de la parabola, cuyo nombre "Buen Viento" me sonó ironico ese segundo que tuve para leerlo. Gracias a mi cuantiosa habilidad y experiencia volando a causa de palos clavados en el suelo fui a aterrizar justo en una ventana del edificio atrevesando toda la habitación hasta parar en la pared contraria.
Tardaría unos segundos en recuperarme del incidente y empezar a pensar, mientras los animales estaban de camino a la posada, colericos y rabiosos. Mas nada había que temer, por una bandera de Uzushiogakure se alzaba a unos metros de aquel desastroso incidente, y ahora se podía ver de puta madre gracias al agujero que habia dejado donde en algún momento hubo una ventana.
—¿Qué te gustaría hacer primero? —le preguntó Akane a Ralexion con una sonrisa— ¿Salimos a ver la ciudad, o nos damos un baño en las termas?
—Pues... vamos primero a las termas —se decidió tras unos instantes.
—¡Vale! Pues vamos a cambiarnos.
El muchacho asintió. Tomaron sus mochilas al unísono, las posaron sobre la mesa y sacaron un par de yukatas de su interior, masculino y femenino, respectivamente. Procedieron a cambiarse, no sin antes correr las cortinas de la ventana. En primer lugar se desvistieron, doblaron sus ropajes y los metieron en el armario con los futones. Acto seguido se pusieron los kimonos.
El de Ralexion era muy simplón, sin adornos, de color marrón. En contraste, el de Akane resultaba más llamativo, de color blanco con bordados de color rosa con forma de pétalo. Se quitaron las sandalias y las dejaron en el suelo, próximas al armario. Ya listos, se disponían a salir de la habitación cuando...
¡CRASH! ¡BOOM!
—¡AHÍVÁLAHOSTIA! —exclamó sobresaltado el genin.
Un sujeto volador no identificado se había colado en el interior de la estancia de una forma de lo más llamativa y en absoluto silenciosa. Ralexion había dado un salto hacia atrás, golpeándose con la puerta. Mientras tanto, Akane observaba con semblante hostil al huésped inesperado.
—¿Se puede saber qué haces?
No solo había roto los cristales, se había llevado las cortinas por delante y ahora ocultaban su figura.
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20/03/2017, 13:04
(Última modificación: 20/03/2017, 13:05 por Inuzuka Nabi.)
Mentalizarse de que vas a darte el talegazo de tu vida no solo es díficil de cojones sino que aún así, te llevas el hostión padre igual. Entrar por la ventaba fue lo fácil, rodar hasta la pared dandome con todo y envuelto en una especie de tela misteriosa llena de cristales rotos ya vino siendo más complicado. El proceso fue rápido pero intenso, y mi mente solo fue capaz de analizarlo todo a posteriori.
—¡AYVÁLAHOSTIA!
—¿Se puede saber qué haces?
Muy a posteriori, me pasé un par de minutos intentando reencontrarme las extremidades y reaprendiendo a moverlas mientras pensaba en mi entrada. Atravesé la ventana, me comí la tela esta, caí sobre una superfície que pensé que sería el suelo, pero cuando se rompió del impacto y caí hasta encontrarme con el suelo, descarté esa opción. Finalmente rodé con sonidos de cristales moviendose hasta encontrarme con la pared.
Tenía que ser rápido y eficaz, no podía ponerme a forcejear con la cortina sin más, hacer eso me procuraría un montón de cortes. Así que empecé a moverme violentamente hasta que conseguí deshacerme de ella. Me levanté y comprobé la situación. Había una señorita y un chaval, al menos no había interrumpido una escena de sexo salvaje entre dos octogenarios como la última vez.
Levanté ambos brazos enseñandole a cada uno una palma para marcar una distancia. La palma que le enseñaba a la mujer tenía un trozo de cristal diminuto en el centro, mientras un pequeño reguero de sangre caía de la herida. Eso aparte de la multitud de cortes que llegaba en los brazos. Tomé un par de bocanadas de aire antes de hablar.
— No nos pongamos nerviosos, vengo en son de paz. Vamos a...
De repente, un hombre con gabardina, pelo canoso y perilla apareció en la puerta y sin mediar palabra me dio tal puñetazo que volé hasta una de las camas. Manchandolo todo de sangre.
— ¡¿Quien coño te crees que eres?! ¡¡¿¿Eres minimamente consciente de lo que has hecho, maldito imbecil??!! Llevabamos meses con esta operación. ¡Y ahora se retrasa otros dos meses mínimo, probablemente hasta medio año! Todo por ti, retrasado de mierda.
Al comprobar que no estaban solos en la estancia sacó una cartera pequeñita y la abrió y cerró en un instante enseñando, o creyendo él que alguien había visto, su identificación.
— Agente Fujimoto de control de plagas, ¿saben algo de este energumeno?
Mientras, yo disfrutaba de la comodidad de la cama, no tenía energias ni para replicar.
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