Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Esto... como podria decirtelo... —farfullaba Kumopansa, visiblemente incómoda—. Dejemoslo en que no soy perfecta.
—¿Cómo que no eres p...
—Vas a tener que pensar en otra cosa.
Ayame, visiblemente confundida, se quedó momentáneamente congelada en el sitio. ¿Pero qué le pasaba a aquel arácnido? ¿Acaso no quería socorrer a Yota? ¿Cómo que no era perfecta? ¡Ni siquiera lo había intentado, maldita sea!
Yota se intentó reincorporar, pero Ayame le colocó una mano en el hombro con suavidad.
—Ayame, escucha —habló el de Kusagakure, aguantando el dolor que sentía entre dientes apretados—. Tienes que encontrar a ese hijo de la gran puta y matarlo, ¿lo harás?
—¿Qué? —preguntó ella, aún más estupefacta que antes si cabía—. Espero que no estés insinuando que te deje aquí, ¡porque ni de coña! Además, todavía no sabemos si esto es obra de alguien de verdad. Bueno, o al menos de alguien que esté vivo... ¡Sea como sea, te vas a venir con nosotros! ¡No voy a dejarte tirado en mitad de este pasillo!
La amejin se mostró... bueno, sorprendida ante una petición que quizás ella no esperase en aquella situación. Poco a poco, sin embargo, me iba encontrando mejor.
Espero que no estés insinuando que te deje aquí, ¡porque ni de coña! Además, todavía no sabemos si esto es obra de alguien de verdad. Bueno, o al menos de alguien que esté vivo... ¡Sea como sea, te vas a venir con nosotros! ¡No voy a dejarte tirado en mitad de este pasillo!
— Tiene razón, tío. No vamos a dejarte aquí colgado como... bueno, como lo que eres, una puta araña, joder.
La actitud de ambas resultaba re confortante y sin darme cuenta aquella supina embriaguez de adrenalina dibujaba una amplia sonrisa en mi rostro. Incluso el dolor había pasado a un segundo plano.
Pero tenía claro qué era lo que debíamos hacer.
— No tenemos la certeza de que haya un cabrón psicópata, es verdad. Pero tengo una corazonada. Todo esto me huele demasiado mal. Así que no lo estoy insinuando, te lo estoy pidiendo.
El dolor volvió e hice una mueca de dolor mientras trataba de ir levantandome un poco, aunque en vano.
— ¿Lo ves? Soy una carga demasiado pesada ahora mismo. Además, tu eres más importante, yo solo soy... bueno, un peón en este juego que es Oonindo. Tu tienes un cometido más importante en este tablero, Ayame.
9/06/2019, 14:25 (Última modificación: 9/06/2019, 14:26 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—Tiene razón, tío —asintió Kumopansa—. No vamos a dejarte aquí colgado como... bueno, como lo que eres, una puta araña, joder.
Yota sonrió para sí.
—No tenemos la certeza de que haya un cabrón psicópata, es verdad —replicó—. Pero tengo una corazonada. Todo esto me huele demasiado mal. Así que no lo estoy insinuando, te lo estoy pidiendo —Yota intentó reincorporarse de nuevo, pero una súbita oleada de dolor le hizo contraer el gesto y se rindió a la impotencia—. ¿Lo ves? Soy una carga demasiado pesada ahora mismo. Además, tu eres más importante, yo solo soy... bueno, un peón en este juego que es Oonindo. Tu tienes un cometido más importante en este tablero, Ayame.
Pero Ayame apretó las mandíbulas, con las mejillas encendidas de rabia.
—¡Deja de decir eso! ¡Ni tú eres un maldito peón, ni yo soy un maldito jarrón ornamentado! ¡Me niego a aceptar eso! ¡Y me niego a abandonarte aquí! ¡Los dos somos igual de importantes en este m...! —Ayame se interrumpió de golpe, con los ojos abiertos de par en par.
Sus ojos se nublaron de un momento a otro y su mirada se perdió en el infinito antes de que sus párpados se cerraran. La muchacha se derrumbó en el suelo, inconsciente. Y Yota apenas tuvo tiempo de ver algo de color verde sobresaliendo de su cuello antes de sentir un pinchazo en el suyo propio y sufrir el mismo destino que la kunoichi de Amegakure. De las sombras, una sombra alargada y rápida como una centella atravesó a Kumopansa, obligándola a abandonar aquel plano en una pequeña boluta de humo.
—¡¡UN CHAKA CHAKA UN!! —gritó una voz, antes de retomar la lanza arrojada contra el arácnido.
. . .
Ayame gimoteó para sus adentros y giró la cabeza a un lado. Sentía el cuerpo terriblemente pesado y la cabeza tan embotada como si una densa niebla envolviera su mente impidiéndole pensar con claridad. Incómoda en su posición, intentó moverse pero algo duro y rasposo se lo impidió: sus muñecas atadas tras su espalda, sus tobillos unidos entre sí y su cintura amarrada contra una estaca vertical. Cuerdas y más cuerdas la rodeaban. Además le habían quitado los mecanismos ocultos y los portaobjetos con sus armas y la habían descalzado sobre una pila con paja y madera.
Y Yota, que había recuperado la consciencia más o menos al mismo tiempo que ella, estaba pasando por el mismo dilema.
La kunoichi, aún con los sentidos embotados, luchó por mantener los ojos abiertos y la cabeza enderezada. Estaba tan aletargada que ni siquiera tuvo la consciencia para sentir miedo o, como mínimo, nerviosismo. Pero aquel profundo aturdimiento no le impidió ver la sombra que se alzaba frente a ellos, recortada contra una enorme hoguera que crepitaba tras él: un hombre increíblemente alto, armado con una lanza ornamentada con plumas y que vestía un extraño atuendo tribal. Sus rasgos estaban ocultos tras una máscara alargada de madera y que representaba un escalofriante rostro de ojos vacíos, colores vivos y una boca abierta de par en par como si fuera a devorarlos en cualquier momento. Llevaba el torso desnudo, pero pintado con diversas marcas de color naranja y un taparrabos de pieles y plumas cubriendo sus partes nobles.
—¡¡CHAKA CHAKA UN!!
Yota recupera la consciencia más o menos al mismo tiempo que Ayame y también ha sido desarmado. El sedante aún hace efecto e impide controlar el chakra con eficacia, por lo que no es posible realizar técnicas.
A cada réplica, Ayame se tomaba todavía peor lo que trataba de hacerle entender.
—¡Deja de decir eso! ¡Ni tú eres un maldito peón, ni yo soy un maldito jarrón ornamentado! ¡Me niego a aceptar eso! ¡Y me niego a abandonarte aquí! ¡Los dos somos igual de importantes en este m...!
—¡Claro que soy un peón, y claro que eres alguien importante! Más de lo que crees...
Pero la muchacha había caído como si su vida se hubiera desvanecido producto de algo o de que alguien o algo le arrebatase la vida. Como si de un truco de un General se tratase y entonces...
— Joder... Ayame, ¡Ayame!
Se me congeló el corazón cuando sentí que algo verdoso rodeaba mi cuello. Estaba completamente acojonado. Hacía una tristes minutos casi pierdo mi carné de padre y ahora... ¿iba a ser ahorcado? Sin saber exactamente lo que sucedió en aquel lugar, yo también perdí cualquier tipo de conciencia. Pero Kumopansa iba a correr peor suerte todavía.
. . .
De pronto, desperté, como si me hubieran pegado una soberana paliza. Como en aquellas misiones que te das de tortas con varios de los malos. La cabeza también dolía, pero no en el aspecto físico, era distinto... Cómo si me hubiera pegada una fiesta en al que me hubiese ventilado como dos o tres litronas de sake yo solo. Retumbaba como mil demonios con la fuerza de un vendaval.
— Joder... ¿qué coño ha pasado? ¿estoy muerto?
Lanzaba preguntas al aire, como si estuviese esperando la respuesta de algún ser superior o qué sé yo, Rikudou Sennin en persona. O mejor dicho, en divinidad. Pero no llegó respuesta alguna y encima me di cuenta de que no podía siquiera moverme. Todo mi cuerpo estaba atado a una especie de tronco o tabla.
Moví mi cabeza observando a mi alrededor. Lo primero que vi es que Ayame se encontraba en la misma situación.
— ¡Oh, mierda! Me van a cortar las pelotas por dejar que te capturasen... — me maldije a mi mismo nada más ver el lio en el que estábamos— ¿Estás bien, Ayame-san?
—¡¡CHAKA CHAKA UN!!
El grito de alguien que teníamos delante captó mi atención e hizo agudizar aquella horrible jaqueca en mi cabeza. Tan solo pude apreciar una imagen de una silueta de un tipo que sujetaba una lanza o algo así.
Ayame escuchó la voz de Yota junto a ella, pero su aturdida mente aún tardó en escuchar el significado de sus palabras. Terminó asintiendo a su pregunta, aunque más parecía una lucha por mantener la cabeza enderezada. Afortunadamente, el atontamiento provocado por el sedante parecía estar pasándose rápidamente para ambos.
«Señorita, despierte. Mire a su alrededor.»
«Ya lo he visto...» Respondió, con los ojos como platos y el corazón bombeando con fuerza en sus sienes.
Y Yota tampoco tendría ningún problema en hacerlo.
Ya no se encontraban en un pasillo, sino en una especie de caverna enorme de techo abovedado. El extraño enmascarado no dejaba de danzar y saltar, mientras entonaba aquellos rítmicos cánticos carentes de todo sentido, en torno a una hoguera que crepitaba justo enfrente de un árbol enorme que hundía sus raíces en las entrañas de la tierra y sujetaba el techo con sus enormes ramas. Pero eso no era lo peor. Claro que no lo era. Nueve estatuas les rodeaban. Nueve estatuas con rasgos animales, entre los que se contaban lo que parecían ser una especie de mapache, un felino, una tortuga, un mono, un caballo, un caracol, un insecto, un pulpo y, la que quedaba justo enfrente de los dos, un zorro.
Ayame sintió que se le echaba el mundo encima.
«No puede ser... ¿No...? ¡No puede ser!» Se dijo, absolutamente aterrorizada. Los rasgos de aquellas estatuas se alejaban mucho de la imagen que Ayame tenía en su mente y la que había contemplado con sus propios ojos en su interior, pero si estaba en lo cierto, acababa de descubrir de dónde salían los dibujos que había estado estudiando en la superficie.
Y... si estaba en lo cierto...
—¡CHAKA CHAKA CHAKA CHAKA CHAKA CHAKA! —volvía a exclamar aquella suerte de chamán escapado de un manicomio, con energías renovadas—. ¡El momento al fin llegar! ¡UN! ¡EL MOMENTO AL FIN LLEGAR! ¡UN! —Levantó los brazos hacia el árbol, paseándose por el espacio y regodeándose en su propio éxtasis. Al final se volvió hacia los dos shinobi, con sus ojos enloquecidos contemplándolos como si fueran los tesoros más valiosos del mundo—. ¡Un Padre por año! ¡Un padre por año! ¡¡¡Nueve ser Padre Nuestro este año!!! ¡Vosotros considerar muy muy afortunados!
Ayame intercambió una mirada interrogante con Yota. En aquellos momentos podría haberse liberado perfectamente de las ataduras que la retenían, pero prefirió esperar a ver cómo se desarrollaba aquella extraña historia.
—¿Tú entiendes algo de todo esto...? —le susurró.
Tanto Yota como Ayame pueden volver a utilizar su chakra con normalidad.
Ahora que me fijaba, estábamos en alguna especie de edificio ¿religioso? o sucedáneo. Era un lugar muy amplio y grande. Tanto allí en medio sujetando el techo y, a su alrededor, nueve estatuas con nueve dibujos distintos. La forma de lo que parecían ser 9 animales. Si la memoria no me fallaba...
—¡CHAKA CHAKA CHAKA CHAKA CHAKA CHAKA! ¡El momento al fin llegar! ¡UN! ¡EL MOMENTO AL FIN LLEGAR! ¡UN!
El tipo había alzado los brazos, como si se hubiese chutado algo directamente al riego sanguíneo. No era algo que debiera descartar. Se dio la vuelta y nos encaró. A Ayame y a mí. Empezaba a temer por mi vida de verdad.
¡Un Padre por año! ¡Un padre por año! ¡¡¡Nueve ser Padre Nuestro este año!!! ¡Vosotros considerar muy muy afortunados!
No pude evitarlo, mi mirada se cruzó con la de Ayame. Además, echaba de menos algo, pero la confusión me impedía discernir el qué.
—¿Tú entiendes algo de todo esto...?
— ¿Quién, yo? —pregunté totalmente sorprendido— Qué narices iba a entender yo de todo esto.
Kumopansa. No estaba y no había hecho comentarios inoportunos. Demasiado sospechoso como para ser verdad. Volví a mirar al chamán aunque esta vez con cierta furia.
— Eh, tú, gilipollas, ¿dónde está Kumopansa?—le dije con un tono seco— ¡¿DONDE ESTÁ MI PUTA ARAÑA?!
17/06/2019, 20:56 (Última modificación: 17/06/2019, 20:56 por Aotsuki Ayame.)
—¿Quién, yo? Qué narices iba a entender yo de todo esto —respondió Yota, aparentemente tan anonadado como ella misma. Y no era para menos, aquella debía de ser una de las escenas más surrealistas que había vivido hasta el momento. Y eso era mucho decir. El de Kusagakure debió reparar en algo entonces, porque se volvió hacia el desconocido, furibundo—. Eh, tú, gilipollas, ¿dónde está Kumopansa? ¡¿DONDE ESTÁ MI PUTA ARAÑA?!
«¡Es verdad, Kumopansa!» Pensó Ayame, sobresaltada. Miró alrededor, todo lo que aquellas incómodas sogas le permitían, pero no había ni rastro del arácnido.
Y el hombre seguía bailando y dando brincos. Primero sobre una pierna, después sobre la otra.
—¡Chaca chaca! ¡Ofrenda hora ser! —clamaba, ignorando gritos de Yota, mientras alzaba los brazos por encima de la cabeza y zarandeaba la lanza hacia la estatua del zorro—. ¡Oh, Grandísimo Nueve, Padre de la Sangre!
«Espera... ¿Cómo que Padre de...?» Pensó Ayame, con un escalofrío de terror recorriendo su espina dorsal. Aquello no le daba buena espina. No le daba ninguna buena espina. Tenía que hacerlo. Apretó las manos tras la espalda. Iba siendo hora de...
—¡Ofrendas aquí mismo estar! ¡Y ahora los dos ninja luchar entre sí a muerte! ¡A MUERTE! ¡UN CHACA CHACA UN!
—¿Luchar a muerte? ¿Es que te has vuelto completamente loco? —replicó Ayame, frunciendo el ceño—. ¡No pienso enfrentarme a mi amigo sólo porque un fanático religioso me lo ordene!
—¡NO SER FANÁTICO! —bramó el chamán, acercándose a grandes zancadas hasta la posición de Ayame, apuntándola a la garganta con el filo de su lanza—. Padre de Sangre exigir tributo. Tú ser tributo. ¡Tú luchar con él o ser pasto de las llamas! ¡UN CHACA UN! —añadió, señalando la enorme hoguera que seguía crepitando detrás de él. Y, como movida por una emoción interna, las llamas bailaron súbitamente con aún más violencia.
Supongo que era demasiado esperar una respuesta acerca del paradero de Kumopansa. Aunque, bueno, seguramente tampoco haría falta un doctorado en las oposiciones de detective para saber lo que, muy probablemente hubiese pasado. No, el tipo estaba más centrado en su estúpido ritual que en contestar nuestras posibles preguntas. No sé qué mierdas dijo de unas ofrentas a no sé qué de nueve dioses o algo así. La verdad es que me daba un poco igual a qué deidad le rezase aquel enfermo mental.
—¿Luchar a muerte? ¿Es que te has vuelto completamente loco? —replicó Ayame, frunciendo el ceño—. ¡No pienso enfrentarme a mi amigo sólo porque un fanático religioso me lo ordene!
Al parecer la amejin se negaba, retando a su propia suerte y a que la furia de aquel loco recayese sobre su cabeza. Aunque loable, no teníamos demasiada opción.
—¡NO SER FANÁTICO! Padre de Sangre exigir tributo. Tú ser tributo. ¡Tú luchar con él o ser pasto de las llamas! ¡UN CHACA UN!
Pelear a muerte, padre de sangre, tributo.... Solo Dios podría saber de dodne se había escapado ese enfermo mental pero, a su vez, la situación la convertía todavía más delicada. A eso había que añadir que no teníamos ni pajolera idea de donde nos había metido. No era capaz de ubicar aquel edificio y el hecho de que habíamos perdido la consciencia, impedía que pudiese recordar el viaje.
— Está bien, está bien —dije atado allí arriba, en aquel puto tronco— Pero si quieres que pelee vas a tener sacarme de aquí arriba y devolverme mis armas y mi araña
—Está bien, está bien —respondió Yota, y Ayame volvió la cabeza hacia él, incapaz de creer lo que estaba oyendo—. Pero si quieres que pelee vas a tener sacarme de aquí arriba y devolverme mis armas y mi araña.
—¡¿PERO QUÉ DEM...?!
—¡UN CHAKA CHAKA UN! ¡¡UN CHAKA CHAKA UN!! ¡¡¡UN CHAKA CHAKA UN!!! ¡¡¡¡SIIIIIIIIIIII!!!! —El chamán danzaba, ebrio de excitación: saltaba sobre una pierna, saltaba sobre la otra, y mientras tanto zarandeaba la lanza por encima de su cabeza al tiempo que cacareaba al aire de forma salvaje y gutural.
Pero Ayame no estaba dispuesta a permitir más estupideces de aquel estilo. Las cuerdas resbalaron de sus muñecas y de sus tobillos cuando utilizó su habilidad especial para licuarlos y se lanzó a la carrera contra aquel maldito loco que les había capturado. Sin embargo, estaban subestimando las capacidades de aquel maldito loco. Y ni siquiera con toda su rapidez, la kunoichi fue capaz de llegar hasta él. De hecho, antes incluso de que consiguiera atravesar la mitad del espacio que les separaba, el chamán alzó la vara sobre su cabeza y la estampó con tal fuerza en el suelo que sus pies se levantaron en el aire. Ayame se vio obligada a interrumpirse cuando todo comenzó a temblar con violencia y entonces, un muro de roca circular se elevó unos diez metros en torno a ambos, dejando un espacio abierto de unos cinco metros de diámetro donde sólo estaban ellos dos.
—P... ¿Pero qué...? —murmuró Ayame, confundida.
—Comenzar... ¡El Bautizo de Sangre de Padre Nueve! ¡¡UN CHAKA CHAKA UN!! —resonó la voz del chamán, desde todas partes y desde ninguna.
1 AO revelada: Utilización del Suika no Jutsu para deshacerse de las ataduras.
Seguramente, y si por un casual de casuales, tanto Ayame como un servidor salíamos vivos de aquel lugar, tendría que dar algún tipo de explicación. Pero en aquel momento no era algo que me preocupase...
Me preocupaban más los orgasmos de ese colgao hijo de perra mata arañas.
Ayame había perdido la paciencia y los estribos, liberándose con aquella peculiar y misteriosa técnica con la que licuaba su cuerpo a voluntad. Pero su ofensiva fue detenida en seco con una rápido movimiento con la vara que sujetaba, impidiendo que la amejin le hiciera un simple rasguño.
«Muy interesante... el muy cabrón es rápido»
—P... ¿Pero qué...? —murmuró Ayame, confundida.
—Comenzar... ¡El Bautizo de Sangre de Padre Nueve! ¡¡UN CHAKA CHAKA UN!!
— Ayame, por favor, acéptalo, somos demasiado débiles para enfrentar a ese tipo. Vamos a tener que pelear tu y yo. Solo uno de los dos se podrá ir
El chamán seguía sin darme lo que le había pedido como condición para pelear así que le devolví la mirada.
— Sigo queriendo mis armas y mi araña si quieres que pelee, gilipollas
—Ayame, por favor, acéptalo, somos demasiado débiles para enfrentar a ese tipo. Vamos a tener que pelear tu y yo. Solo uno de los dos se podrá ir.
—¿Pero tú estás tonto o te lo haces? —le espetó ella, volviéndose hacia él furibunda—. ¡No pienso luchar contra ti sólo porque un loco pirado lo diga!
—Sigo queriendo mis armas y mi araña si quieres que pelee, gilipollas.
—Vosotros ser shinobi... —volvió a resonar la voz del chamán, esta vez desde un punto en lo alto del muro, a la espalda de Yota—. Así que vosotros luchar como shinobi —añadió, y su voz sonó ahora en el muro que quedaba a la derecha de Ayame. Sin embargo, él seguía sin dar la cara. Encontrarle en aquellas circunstancias iba a ser difícil. Muy difícil—. Vosotros luchar y honrar a Padre Nueve con sangre o yo, el gran Saishi Masha, obligar vosotros!
Ayame resopló y se cruzó de brazos. No estaba dispuesta a mover un solo dedo, pero no perdió de vista a Yota. Después de lo que acababa de decir, no podía confiar en que no le saltara al cuello en cualquier momento.
26/06/2019, 10:26 (Última modificación: 26/06/2019, 10:27 por Sasagani Yota.)
—¿Pero tú estás tonto o te lo haces? —le espetó ella, volviéndose hacia él furibunda—. ¡No pienso luchar contra ti sólo porque un loco pirado lo diga!
Estaba hecha una auténtica furia y, aunque tenían lógica sus argumentos, mi manera de proceder también los tenía. Una de esas situaciones que justificaba los medios.
Sin embargo el soplapollas ese no estaba por la labor de devolvernos nuestras armas. Sencillamente quería ver los fuegos artificiales y unas cuantas técnicas hasta que uno de los dos cayese rendido al suelo. Ese alguien acabaría siendo yo de todas todas, pero Ayame no parecía tener intención alguna de satisfacer a ese chamán. Y yo tampoco. Pero tenía que jugar mi papel.
— Bueno, si no vas a darnos nuestras armas, me temo que no hay trato — repliqué, firme en la decisión acabada de tomar— Por otro lado, no puedo hacer nada si no me desatas
Yo no era tan poderoso como Ayame que era capaz de volverme agua para liberarme de las ataduras. No, yo era más bien un ninja normal sin habilidades raras y poderosas como aquella...
29/06/2019, 12:59 (Última modificación: 29/06/2019, 13:13 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
—Bueno, si no vas a darnos nuestras armas, me temo que no hay trato — replicó Yota—. Por otro lado, no puedo hacer nada si no me desatas.
Ayame se volvió hacia él, interrogante y confundida. ¿No podía desatarse? ¡Pero si era una técnica básica de la academia! Ella, como Hōzuki, no la había necesitado jamás, por lo que no se había molestado siquiera en aprenderla. Pero hasta el momento no había visto a nadie que no conociera el Nawanuke no Jutsu. Ella misma podría haberle desatado, y si las circunstancias habrían sido diferentes lo habría hecho sin pensar. Pero después de haberle escuchado afirmar que se enfrentaría a ella...
—No dejar opción. ¡Vosotros luchar! ¡Tributo de sangre! ¡Tributo de sangre! ¡Un chaca chaca un! —clamó la voz del chamán, desde todas partes y de ninguna.
Y entonces algo calló a los pies de Ayame. Una pequeña esfera de color oscuro que rebotó una sola vez antes de estallar. La kunoichi exhaló un grito de sorpresa cuando una nube de humo de color púrpura la envolvió y se enredó en torno a ella. La muchacha saltó hacia atrás en un intento por evitarla, pero enseguida comprobó con horror que debía de haber inhalado aunque fuera un poco de aquel humo. Se vio obligada a pararse en el sitio, con las piernas temblándole y la vista desenfocada.
—Ugh... —gimoteó, llevándose una mano a la cabeza en un vano intento por contener aquel súbito mareo.
«V... ¿Veneno...?» Si lo era, estaba condenada. El chamán les había despojado de todos sus objetos, y con ellos el antídoto que siempre llevaba consigo.
Pero aquella súbita debilidad se desvaneció tan rápido como había aparecido y se vio sustituida por un intenso quemazón en el pecho. Ayame se agarró el uwagi con un quejido de incomodidad, entrecerrando los ojos, pero aquel fuego abrasador se extendía rápidamente por sus extremidades y ascendió hasta su cabeza, embotando sus sentidos, nublando su visión y...
Ayame rugió con toda la fuerza de sus pulmones y, como una bestia liberada, echó a correr a toda velocidad contra el inmovilizado Yota. A mitad de camino, su brazo derecho se infló de forma descontrolada, monstruosa, hasta casi triplicar su tamaño y dirigió el brutal golpe contra el pecho de su amigo. Un demoledor golpe que, de acertar, podría llegar incluso a arrancar el poste al que estaba atado el Kusajin de su sitio.
Y mientras tanto, la voz del chamán coreaba sin parar, cada vez más fuerte:
Y su clamor hacía eco entre las ramas del enorme árbol y las nueve estatuas, reverberando con todas sus fuerzas en la del zorro. El Padre Nueve que exigía su sangre.
Pequeñas esferas envueltas en papel violeta similar a las bombas de humo y sus derivados que estallan en una nube de humo oscuro al chocar contra el suelo o por otros medios. La inhalación de este humo, por pequeña que sea la dosis, provocará en el objetivo una rabia y una ira viscerales y le alejará de cualquier tipo de raciocinio, acercándole más a las fieras o a las bestias. Esta sensación le obligará a lanzarse a atacar con uñas y dientes a cualquiera que se ponga en su camino, haciéndole incapaz de diferenciar amigos de enemigos.
¤ Suiton: Gōsuiwan no Jutsu ¤ Elemento Agua: Técnica del Gran Brazo de Agua - Tipo: Ofensivo - Rango: C - Requisitos:
Hōzuki 25
Suika no Jutsu
- Gastos: 18 CK - Daños: Golpe físico o del arma + 30 PV - Efectos adicionales: - - Sellos: - - Velocidad: Moderada - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Usando la técnica de la hidratación, el usuario es capaz de concentrar una gran masa de agua en el interior de sus músculos aumentando el tamaño y la fuerza de una extremidad. La humedad es recogida en todo el cuerpo y se comprime en una sola extremidad en un sólo instante. Sin embargo, dado que es esencial controlar apropiadamente el equilibrio de humedad en el interior del cuerpo, el grado de dificultad de esta técnica es muy elevado. La técnica proporciona al usuario una fuerza sobrehumana, capaz de atravesar paredes de roca y derribar puertas de acero.
—No dejar opción. ¡Vosotros luchar! ¡Tributo de sangre! ¡Tributo de sangre! ¡Un chaca chaca un!
Nada, que no tenía ni un mínimo interés en que pudiese luchar. ya debía parecerle bien que Ayame me aporrease hasta que el último hilo de vida expirase de mi ser. Ni siquiera Ayame había tenido el impulso de hacerlo en su lugar. La miré y suspiré, cansado por lo que había dado de si aquel día. Estaba resultando bastante agotador.
— Esto, Ayame, Pued...
No pude ni terminar, algo esférico golpeó el suelo y explotó dejando una leve cortina de humo que no tardó en engullir a la amejin.
«¿Una bomba de humo?»
Y de colorines. No era la tipica bomba de humo grisáceo. No, esta vez era de un purpura poco habitual. Y lo peor era ver la reacción de Ayame. Una de dos, o era poco tolerante al humo o aquello distaba de ser una bomba de humo corriente.
— E-estás bien...?
No, evidentemente no lo estaba, pero ¿qué más podría hacer desde mi posición? En realidad nada. Aunque la cabeza había empezado a iluminarse. Tarde al parecer.
Mis ojos se abrieron como platos cuando vi a la chica que se abalanzaba contra mí con un brazo que sería digno de Moyashi Kenzou. Ya pocas cosas me sorprendían del Morikage. Estaba viéndome en la tesitura de tener que realizar aquella idea que se me había pasado por la cabeza, pero entonces recordé que no era capaz de hacerlo haciendo el sello con una sola mano y, como no había forma de juntarlas, aquella opción pasaba a ser inviable. Contraatacar tampoco era una opción. No dejaba de ser Ayame y si ella me vencía podría largarse. El puto maníaco ese solo quería un sacrificio y bueno, aquella alianza acabaría jodiendome, pues no tenía opción para presentar batalla. Ayame debía escapar de allí de cualquiera de las maneras y eso era exactamente lo que iba a suceder allí.
Honestamente, pensaba que se frenaría en el momento final, justo antes de golpear, incluso podría haber contrarrestado el ataque gracias al chidori nagashi, pero el impacto se produjo. Por momentos llegué a pensar que había desintegrado mi caja torácica pero todo lo que pude hacer fue soltar sangre por la boca y un sonoro chillido de puro dolor
— Maldita sea, ¡¿estás loca o qué?! —repliqué buscando contacto visual con la fiera que me había acabado de atacar. Ni siquiera la reconocía... ¿cuando se había vuelto así?— Si lo dices por lo de antes no iba en serio, ¿vale? No le hagas caso a ese hijo de puta, ¡haremos que no se salga con la suya!
Había que ver el aspecto positivo de las cosas. Al menos ahora estaba libre de ataduras y podría intentar esquivar nuevas ofensivas, aunque a juzgar por la velocidad a la que hacía las cosas, empezaba a tener serias dudas de ello.
El puñetazo alcanzó de lleno el pecho del Kusajin e impactó contra él con la fuerza de un buen martillo hidráulico. La sangre escupida por Yota salpicó la mejilla de Ayame justo antes de que el shinobi saliera despedido por los aires con un alarido de dolor que el chamán coreó con sus propios cánticos.
—¡UN CHACA CHACA UN!
El mástil al que estaba atado terminó cayendo al suelo con todo su peso, rebotó un par de veces, y Yota se vio libre de ataduras, aunque terriblemente malherido por el impacto que acababa de sufrir.
—Maldita sea, ¡¿estás loca o qué?! —bramó, pero Ayame, lejos de responder, comenzó a flexionar de nuevo los músculos, preparándose para un nuevo arrebato—. Si lo dices por lo de antes no iba en serio, ¿vale? No le hagas caso a ese hijo de puta, ¡haremos que no se salga con la suya!
—¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAGHHHHHHHHHHH!!
Aullaba Ayame, absolutamente fuera de sí. Era como si no escuchara las palabras de Yota. Era como si no las entendiera. Sus ojos, inyectados en sangre, estaban clavados en el Kusajin y no parecía haber nada más en el mundo que pudiera desviar su atención de él.
El suelo bajo sus pies se oscureció de golpe, encharcándose rápidamente. Ayame alzó las manos y hasta diez burbujas surgieron de aquel charco, alzándose en el aire en contra de la gravedad. Con un solo movimiento de sus manos, las diez burbujas se lanzaron a toda velocidad contra Yota trazando una ligera parábola en el aire, cinco por la derecha y cinco por la izquierda.
·Mizu Fūsen no Jutsu: 10 PV por burbuja, 100 PV como máximo
¤ Mizu Fūsen no Jutsu ¤ Técnica de las Bolas de Agua - Tipo: Ofensivo - Rango: B - Requisitos:
Hōzuki 50
Suika no Jutsu
- Gastos: 6 CK por bola (máximo 10) - Daños: 10 PV por bola - Efectos adicionales: - - Sellos: - - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: 10 metros
Tras utilizar el Suika no Jutsu para formar un charco de agua bajo sus pies, el usuario produce varias burbujas que flotan sobre el suelo y son arrojadas a los objetivos con tanta velociad y fuerza que pueden llegar a ocasionar traumatismos por contusiones e incluso cráteres. Estos globos de agua pueden variar ligeramente su trayectoria tras ser arrojados; e, incluso, trazar parábolas para embestir a sus objetivos.