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Con ver un mapa, por más que uno no supiera seguir los caminos, uno podría ver claramente donde eran los lugares donde eran comunes los asentamientos humanos. De la misma manera, se hacían también claras aquellas zonas en donde parecía que las manos de los dioses no llegaba.
Una de las fronteras del País de la Lluvia era así, la del País del bosque siendo preciso. Una niebla que impedía la visión a larga distancia impedía poder hacer más que seguir unas líneas de carretas marcadas en los caminos y así poder encontrar el viaje. Estaba claro para todo el que conociese esa zona o se adentrase por primera vez, que la frontera era un lugar de transición sin descanso, ni campamentos ni fogatas ni puestos de comida.
Karamaru se encontraba en camino hacia los famosos bambú de los que había escuchado hablar. Y en ese camino, cruzando el paraje, todos esos pensamientos le cruzaban por la cabeza.
— «Lugar triste, dioses, ni un solo animal siquiera... una paloma vendría bien por lo menos.»
Los caminos que cruzaban la zona eran varios, los rastros de perdidos también, pero sin haber un principal era difícil encontrarse con otras personas. Shinkai y Karamaru pateaban caminos distintos, nunca se verían las caras, pero el destino haría caso omiso y los pondría juntos en aquel momento indefinido del día.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
Tenía varios días libres y este joven shinobi había decidido aprovecharlos lejos de la aldea, de los padres, los amigos y los compañeros de la academia, en otras palabras, el objetivo era explorar y vivir lo desconocido. Con ese objetivo en mente, pasó la noche anterior investigando y preparando su viaje. Preparó un mapa y una brújula y eligió el destino que visitaría durante esos días para salir rumbo al lugar al amanecer.
Con la primera luz del día, Shinkai se levantó se duchó, vistió y preparó algo de comida para el viaje. Finalmente se ajustó el protector en la frente y salió corriendo de la casa cerrando la puerta tras de sí. Atravesó la aldea corriendo y finalmente atravesó las puertas de la misma y comenzó a dejarla atrás. Este era su primer viaje en solitario fuera de la aldea y el objetivo era explorar a fondo los bosques de bambú del territorio de Kusagakure.
Habían pasado horas y la aldea ya no se veía a sus espaldas, continuaba ahora andando por un camino principal. - Estos bosques son enormes, será mejor que no abandone el camino, de lo contrario corro peligro de perderme... Por ahora seguiré en esta dirección y a ver que me encuentro por el camino... Se decía en voz alta, mientras continuaba por aquel camino en búsqueda de aventuras y diversión.
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Shinkai se envolvió rápidamente de cañas de bambú y se insertó de lleno en el paisaje moviéndose por un ancho camino que se notaba bastante recorrido. Unas pocas personas, notablemente comerciantes, se cruzó en su trayecto antes de que las hipnotizantes plantas lo llevaran a desviarse de ese camino principal que había tomado.
Poco a poco la niebla fue absorbiendo las cañas y estas empezaron a ceder en cantidad para dar paso a vastas y vacías llanuras, momento en el cuál se tendría que dar cuenta que su destino había quedado atrás. Mas sus oídos captarían explosiones, tambores, en la lejanía. Fuertes, cortos, y una intermitente luz difuminada que brillaba a lo lejos cubierta por la densa niebla.
«¿Qué están haciendo...? Raro encontrarse eso por estos lugares...»
Desde la otra punta del paraje los mismos sonidos llegaron al calvo, la misma luz. Su curiosidad no era cosa que lo sorprendiera y antes de dudar consigo mismo se desvió del trayecto para acercarse aquel brillo, para escuchar el tamborileo con más fuerza, para que las explosiones le hagan retumbar la cabeza.
Ocultas entre tanto ruido, cualquier persona que se acercara al lugar empezaría a escuchar unas leves voces que gritaban y parecían... parecían... producir algún tipo de cántico.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
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Sin dejar el camino, sus pasos lo llevaron a una zona con niebla y con forme avanzaba, la niebla era más densa, hasta que llegó un punto en el que el sol desapareció y parecía una fría tarde de invierno. Mientras avanzaba comenzó a escuchar ruidos de tambor y lo que parecían explosiones-. Aquellos sonidos captaron la atención del joven hyuga que por primera vez en su viaje paró de caminar y se quedó completamente quieto. Tenía dudas sobre si caminar hacia los ruidos y pensó en no hacerlo pero entonces al querer continuar con su camino se percató que a causa de la niebla y la distracción de los ruidos se había desviado del camino y estaba perdido entre los bosques de bambú y la densa niebla.
«Me he perdido... debo de ser idiota... si sigo caminando acabaré andando en círculos...» Mientras el joven pensaba en qué hacer, el sonido de los tambores se incrementó en volumen y en ritmo lo cual le dio al joven la única idea que podía tener. «Como decía mi padre cuando falle la vista, sigue a tu oido... Así que iré para allá... solo espero que no sean caníbales ni nada por el estilo.» Pensó Shinkai y empezó a caminar hacia el ruido.
Pasó bastante tiempo andando en dirección al ruido y finalmente llegó al lugar donde podía ver fuegos de antorchas. Shinkai se puso alerta y caminó lentamente y sin hacer ruido. Su objetivo era permanecer en la sombra y pasar inadvertido hasta asegurarse de que aquel lugar no era peligroso, por ello, se mantuvo andando entre la maleza a la vez que se acercó más a la zona donde los tambores, las explosiones y los fuegos lo envolvían todo... SI alguien apareciese por detrás le daría un susto que tardaría en olvidar por eso el chico trató de estar todo lo concentrado y alerta que pudo.
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Karamaru tardó varios minutos más que su compañero de profesión en alcanzar el llamativo lugar. Sin embargo, ambos actuarían de la misma cautelosa manera, ocultos entre los altos pastos de la zona circundante. En una depresión del terreno una gran fogata iluminaba los cuerpos de incontables personas.
Vestían ropas comunes a todo el continente pero la fiesta que llevaban era desconocida por este. Alrededor del fuego central varios de los integrantes bailaban en círculos haciendo exagerados movimientos con sus cuerpos mientras entonaban canciones inentendibles. Más alejados se encontraban hombres y mujeres con tambores, otros con unas esferas metálicas ardientes que al impacto producían leves explosiones que emanaban fuego y chispas a partes iguales.
«Y esto... pero... ¿Desde cuándo...?»
El calvo se quedó paralizado en el lugar, de cuclillas entre la maleza mirando desde la altura. Había dos escaleras, o algo parecido, que permitían la subida y bajada de aquella diferencia sin tener que pasar por una complicada y empinada pendiente. Allá abajo, la gente hablaba entre sí, cantaba y bailaba, golpeaba tambores o producía explosiones, pero lo más notorio una vez pasada la sorpresa era la cantidad de personas que entraban y salían por un agujero sin forma clara en la tierra.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
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El joven Hyuga continuó inmóvil observando a aquellas personas divirtiéndose, danzando y realizando cánticos que le recordaban a los antiguos rituales de las tribus indígenas. Había muchísima gente y a pesar de que no estaban haciendo nada que pudiera considerarse peligroso, no daban confianza al joven de cabellos oscuros. Decidió acercarse más y ver todo aquello más de cerca, quería saber más de aquel "pueblo", por ello comenzó a caminar en silencio por la maleza en busca de unas escaleras por las que bajar allí abajo.
Después de caminar bastante, encontró una escalera, miró cuidadosamente, no vio a nadie cerca, ni guardias ni vigías, ni civiles paseando, ese fue el momento en que decidió salir de la maleza y lanzarse a la escalera para bajar allí abajo y ver a las personas más de cerca. Bajó tan deprisa como pudo, sin renunciar al silencio, una vez abajo, buscó unas rocas entre las que ocultarse y seguir observando. Por suerte se ocultó a tiempo por que tres personas pasaron caminando de forma distraida mientras hablaban y reían.
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Un pequeño hueco entre la pared de esa depresión y una piedras desprendidas fue lo que encontró Shinkai allí abajo. La entrada al espacio era angosta pero lo suficiente para su cuerpo, y a pesar de no tener mucho espacio tenía una buena visión de lo que sucedía afuera mirando por encima de las rocas.
Más que ver mejor las caras de los presentes, ningún detalle nuevo se podía ver en la fiesta. Todo seguía igual, excepto una cosa. Shinkai no fue el único al que se le ocurrió la idea de ocupar ese espacio oculto.
— ¿Hola?— preguntó el calvo medio incómodo y asustado en el otro borde el hueco.
No sabía si era de ese lugar, o no, pero el hecho de que se esconda lo decantaba por la segunda. El problema que tenía es que justamente eso era lo que más lo molestaba, lo que más raro se le hacía.
— ¿Qué haces aquí?— su tono de voz era el mismo y su mirada perdida lo acompañaba. Sus voces serían inaudibles para oídos ajenos por los ruidos que los locales producían.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
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El joven shinobi del clan hyuga trataba de ver con más detalle aquellos curiosos individuos. Se quedó absorto por unos segundos, y por concentrarse en ver todo mejor, no se percató de que cerca de él se había situado otra persona. El saludo del chico calvo hizo que el hyuga diese un saltito por la sorpresa y el susto. Se giró bruscamente en la dirección de la que procedía la voz, y fue entonces que vio a un chico calvo frente a él.
En ese instante se mantuvo en silencio, inmóvil, y muy sorprendido. Aquel desconocido estaba frente a él, podía haberlo atacado, pero no lo hizo, tampoco avisó de que había un intruso lo cual intrigó y calmó al hyuga que se serenó un poco y aprovechó para devolver el saludo y responder a la pregunta. - Hola... Creo que eso mismo podría preguntarte yo... no has gritado, así que no eres uno de ellos... ¿verdad? Terminó de hablar señalando a las personas que ocasionaban las explosiones y los ruidos.
- Estaba viajando por los bosques... escuché los ruidos y la curiosidad me trajo aquí. Nunca había visto ni escuchado nada igual... Terminó de esa manera de contestar a su pregunta, y entonces volvió a poner cara de curiosidad, esta vez, centrada en el chico que estaba frente a él. - Me llamo Shinkai y... bueno, ¿tú como has llegado aquí? ¿también tienes curiosidad? Si es así... podríamos apoyarnos e infiltrarnos para cotillear más, ¿qué te parece? Dicho eso, quedó callado y a la espera de respuestas... pero algo estaba claro, el hyuga se sentía tranquilo con aquel individuo.
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Si la sorpresa de encontrarse con alguien había sido poca la amabilidad del extraño venía a acrecentarla. Con presentación incluida el morocho no solo contestó la pregunta del monje sino que también agarro confianza y continuó la conversación con una idea arriesgada.
«...no eres uno de ellos...»
— No, no lo soy.— contestó aún sin entender del todo la situación.
«E imagino que por lo dicho vos tampoco»
Ni corto ni perezoso la curiosidad del atractivo visual y sonoro no parecía conformarle. Karamaru todavía estaba un poco asustado y perseguido de que lo encontrasen, y más aún sin saber que tipo de gente era la que lo rodeaba. Meterse en una cueva llena de esas personas podría no llegar a ser la mejor idea.
— Karamaru… y sí, llegue igual que vos.— hablaba pausado y distante, escuchando con atención y pensando lo que decía— No creo que sea tan fácil entrar por ahí sin que nos vean, demasiadas miradas que evitar.
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