El Cañón del Secuestrado, el mayor cañón de las Montañas de la Tierra y, probablemente, de toda Oonindo, estaba más tranquilo de lo habitual. Una calma artificial y espeluznante, antinatural, como el silencio de un hombre siendo estrangulado. El río, que serpenteaba en el fondo como una víbora silenciosa a la espera de su oportunidad, apenas tenía agua. No se veían aves, ni roedores, ni ningún otro tipo de animal que no fueran insectos, y hasta el viento se había olvidado de soplar. A cada lado, escarpadas paredes verticales que parecían elevarse hasta rozar el mismísimo cielo, cuyo sol pegaba fuerte en lo más alto.

En un punto diminuto, junto al río, una hormiga se desplazaba hacia el norte. Era Uchiha Datsue, con un pergamino entre las manos y más optimismo del que solía ser habitual en él. Un optimismo que estaba a punto de terminarse…

—¡Por Shiona, en paz descanse, ¿pero qué mierda es ésta?! —Datsue golpeaba con el dorso de la mano una y otra vez el mapa que tenía entre manos. Un mapa que detallaba con el más mínimo detalle las Montañas de la Tierra y la ubicación exacta que estaba buscando, Iwagakure, pero que definitivamente estaba mal. Según sus cálculos, el Uchiha tendría que estar sobre sus cimientos en aquellos mismos instantes…

…y Uchiha Datsue nunca erraba sus cálculos.

Resopló, mientras se dejaba caer sobre una roca. Se quitó las sandalias con un simple movimiento de piernas y dejó que sus pies sintiesen la fresca y balsámica agua del río. Había caminado mucho aquel día. Demasiado para lo que sus pobres pies estaban acostumbrados.

—Por los Dioses —suspiró, mientras dejaba caer la espalda contra la roca y se acostaba, todavía con los pies en el agua—. Estoy más perdido que un Kusareño en combate.

Para la familia Sakamoto era importante mantener la imagen, para ello a veces los hijos selectos se veían obligados a salir de viaje para realizar alguno que otro trabajo, misiones de buen rango y alguna que otra cosilla para recordarle al mundo que el clan seguía existiendo. En esta ocasión, Noemi se había visto obligada a viajar junto a algunos de sus hermanos más experimentados, desde la aldea hasta Yukio.

La idea de que ella acompañase era para que cumpliera cierta función de mensajera, es decir, iría y vendría de un lado a otro según se lo ordenasen sus hermanos, pero al momento de llegar a la Ribera del Sur en el país del bosque terminaron por separarse y lo único que la rubia encontró fue una nota indicándole que debía de llegar a Yukio lo antes posible. La habían dejado porque según ellos se había quedado dormida y las horas de sueño para el clan Sakamoto es algo sagrado.

Así fue como la menor se vio obligada a emprender el resto del viaje completamente sola, pasando por el país de la tierra donde realmente no había mucho, salvo por infinidad de montañas desoladas y un par de construcciones aparte que no debería de toparse a no ser que se perdiese al final.

Suministros le sobraban, sus hermanos le habían dejado una buena cantidad de alimento y agua para asegurarse que no la pasaría tan mal durante su transcurso por el país de la tierra, pero nadie nunca supuso que en el camino se encontraría con uno de sus compañeros de la aldea. Algo jodidamente extraño si consideramos lo extenso del mundo y la ubicación exacta donde se lo encontraría.

—¿Datsue? —preguntó algo nerviosa mientras se acercaba a la silueta con la intención de identificarle. Debido a la lejanía no podía estarse segura.

Pero como fuese él, seguramente terminaría por entrar en pánico, después de todo, no le agradaba para nada a Noemi la idea de haber intimado con él de semejante manera.

Adormilado, Datsue abrió sus ojos y parpadeó. Sin darse cuenta, se había quedado dormido sobre la roca, hasta que le había parecido oír su nombre en la lejanía. Escudriñó la vista y...

—¡Noemi! —exclamó, dando un brinco de felicidad al reconocerla—. ¡Qué sorpresa verte por aquí! —Ahora se arrepentía de no haberse peinado para la ocasión, y no el simple moño que se había hecho en la cabeza.

El Uchiha bajó de un salto de la roca, se calzó las sandalias y recortó la distancia que los separaba. Entonces se rascó la nuca, ligeramente nervioso. Si aquello no era el destino, entonces los Kusareños eran carnívoros.

—Oye, no me habrás estado siguiendo por media Oonindo solo para… —una sonrisa, divertida, asomó en sus labios—, devolverme esa camisa y pantalón, ¿verdad? Si es así, ¡no era necesario, mujer!

Los temores de la Sakamoto se hacían realidad, aquella figura que había logrado vislumbrar a la distancia era nada más y nada menos que Datsue Uchiha, el chico con el que se había acostado estando ebria y por lo cual no recordaba absolutamente nada a excepción de haber despertado a su lado.

—¡Claro que no! —exclamó ante tal afirmación por parte del contrario.

A ella al menos le resultaba simplemente ridícula la idea de perseguir a un hombre solo para devolverle un par de prendas, aunque por otra parte, hace tiempo que Koko debería de haber hecho entrega de ese pantalón y esa remera. «Tendré que hacerle un par de preguntas cuando vuelva »se planteó mientras miraba con absoluto desprecio al chico que tenía delante.

—Tendría que haberte llegado hace tiempo, pero ahora estoy ocupada como para preocuparme —sentenció severa, sin intención de mediar más palabra con el chico.

Acto seguido, la rubia se dispuso a seguir su camino rodeándole sin mayores ceremonias. Después de todo, desde su punto de vista, Datsue era un fulano que se había aprovechado de una ebria y más allá de tener parte de la culpa, él había aprovechado, alguien con ciertos valores morales no lo haría.

Aquella última afirmación le sentó como una patada en la entrepierna. ¿Qué estaba demasiado ocupada para preocuparse? ¿Después de todo lo que había hecho él por ella? ¿Después de recorrerse media Uzu, literalmente, con ella a sus espaldas?

El rubor avergonzado de sus mejillas dio paso a la irritación.

—Claro, claro… No hay problema —dijo, y, estupefacto a que ni siquiera se parase a hablar con él, añadió, cuando ella ya estaba de espaldas—. Las borracheras son lo que tienen, que te ocupan todo el día… y la noche.

»Pero tómatelo con calma, Noemi. La próxima vez quizá no tengas la suerte de recibir la ayuda de un tipo como yo. Te lo digo como camarada y compatriota.

Mientras la kunoichi se retiraba escuchó perfectamente ese tono que días atrás había escuchado y la había dado un gran golpe a su autoestima. Pero esta vez lo que este decía le irritaba de sobremanera hasta el punto en que terminó por voltearse, acercársele y darle una fuerte y sonora bofetada en la cara.

—¿¡Se suponía que agradecía que me follaras mientras estaba ebria!? —Bramó sin ningún tipo de pudor y con el rostro deformado por la ira que sentía en ese preciso instante—. ¡Y para colmo me trataste para la mierda a la mañana siguiente! ¡Como si hubiese sido una molestia el hacerme todo lo que sea que me hayas hecho la noche anterior! —prosiguió sin temor a ser escuchada ni nada por el estilo.

Además, ¿qué sentido tenía guardar secretos si se suponía que el chico ya lo sabía absolutamente todo de ella? Incluso debería de saber dónde tiene lunares y otro detalle de gran importancia que de alguna manera siempre logró mantener oculto aunque claro, en general todas las kunoichis lo mantendrían oculto a no ser que estén frente a sus parejas o amantes.

Sépase algo de Uchiha Datsue: si algo detesta con toda su alma, eso es que le peguen en la cara. Así que cuando recibió la sonora bofetada, tuvo que apretar los dientes y tensar los músculos con todas sus fuerzas para no devolvérsela a esa ingrata y desagradecida kunoichi que…

—¿¡QUÉ!? —exclamó, perplejo—. ¿Yo? ¿Follarte? —El eco del cañón repitió sus última palabra en la lejanía, mientras su rostro reflejaba la perplejidad más absoluta. No se creía lo que estaba escuchando—. ¡Tú estás majara, tía! ¡Se te va la olla pero que muy fuerte, ¿eh?!

Se le había aflojado un tornillo con la muerte de Haskoz. Eso, o era así de nacimiento. Porque otra explicación no tenía.

—¡Acéptame un consejo y deja el alcohol! —esta vez, fue él quien se fue, dándole la espalda a la kunoichi y avanzando a grandes zancadas en dirección contraria. Sin embargo, apenas había dado unos pasos cuando chilló:—. ¡Así quizá dejes de confundir tus sueños y fantasías con la realidad!

—¿¡Ja!? —Noemi no daba créditos a lo que estaba escuchando.

Primero abusan de ella y luego la acusan de estar loca, ser incapaz de diferenciar entre la realidad de meras fantasías y sueños pero siendo realistas, ¿quién tendría fantasías sexuales con un tipo tan detestable como él?

—“Me hiciste cosas que nunca nadie me hizo”, “no me dejaste dormir en toda la noche”, ¿¡y te da la cara para decir que se me va la olla!? —fue la respuesta que atinó a darle, usando una vocecita bastante grave como si intentase imitar al chico aunque obviamente no lo hacía para nada bien—. ¡Pero si lo tuyo no tiene nombre!

Y sin darle mayor importancia a que la dejasen hablando sola, la kunoichi se volteó una vez más y ni bien comenzó a caminar decidió responderle al Uchiha.

—¡Que te den, enfermo!

¿En qué cabeza cabía que aquellas dos simples frases diesen a entender que habían tenido sexo? «¡En una tan retorcida como la suya, por lo que veo!»

—¡TÚ SÍ QUE ESTÁS ENFERMA! —rugió, fuera de sí, dándose la vuelta por última vez—. ¡Lo próximo será venir diciéndome que has quedado embarazada de mí, ¿no?! —Lo había dicho medio en broma, simplemente por herir, pero ahora que lo pensaba... Con aquella chica todo era posible—. ¡PUES A MÍ NO ME LA CUELAS!

Sus gritos retumbaron a lo largo del cañón, rebotando por las enormes paredes verticales erigidas a cada lado y haciendo que se repitiesen en un eco interminable. Fuera de sí, el Uchiha dio una patada a un guijarro, que de casualidad salió catapultado en dirección a Noemi, y dio media vuelta para no volverla a ver en su vida...

O eso, al menos, esperaba él.

Le daba lo mismo todo ya, incluso lo que él pudiera llegar a gritarle a lo que respondió simplemente levantándole el dedo medio pero sin siquiera voltearse a verle.

«Enfermo, como si alguna mujer quisiera a alguien como él »Pensaba sin intenciones de seguirle los insultos y demás, después de todo era jodidamente estúpido estarse gritando hasta que…

¡Paf!

Un ruido seco retumbó por todo el desierto paraje.

—Eso sí que no… —susurró casi que para sí misma mientras lentamente se daba la vuelta con una mirada severa.

No dijo más nada, en su lugar comenzó a avanzar en dirección al Uchiha mientras desanudaba una de sus múltiples espadas para tenerla en una de sus manos con su respectiva vaina. Estando a la distancia adecuada, la kunoichi atrapó al contrario empleando el tan mencionado artefacto para cortarle la respiración, pues lo había ubicado de forma horizontal justo en el cuello del contrario y lo presionaba contra su pecho.

—¿Y encima arrojas piedras a traición? Si eres una completa mierda —susurraba en el oído del contrario sin mostrarse dispuesta a aflojar aquel agarre que debería de estarle cortando la respiración a Datsue.

Quizá Datsue estuviese ebrio de rabia, de una furia tan infantil pero intensa que colapsaba cada poro de su piel. Pero hasta en ese estado, era capaz de oír a alguien que se le acercaba por la espalda. Especialmente cuando ese alguien no ponía cuidado de que sus pasos no hiciesen ruido.

Giró sobre sus talones justo antes de que la vaina de la katana le oprimiese contra Noemi, quedando cara a cara contra ella, y no de espaldas. Su mirada encendida por el sharingan se clavó en la de Noemi:

—Y tú una loca —le espetó, impregnando toda la rabia que pudo en su voz. Si Noemi quería empezar al peligroso juego de las pullas, antes debía saber una cosa: él era el rey en herir los sentimientos de los demás cuando se lo proponía—. Una niña de papá a la que le dieron todo hecho y servido, y que solo por eso se cree que el mundo le pertenece y gira alrededor suyo —No sabía el caso particular de Noemi, ¿pero acaso no eran todas las niñas de familia rica y noble igual? La Sakamoto, al menos, no hacía nada por demostrar lo contrario.

»Pues te diré una cosa, Noemi. No. El mundo no gira a tu puto alrededor solo porque seas guapa y rica.

A pesar de que las cosas no salieran como ella lo planeaba, no retrocedió ni un paso incluso al estar enfrentada al sharingan, ese kekkei genkai que según las enseñanzas de su padre debía de buscar para tener mayores chances de dar a luz a la kunoichi perfecta, pero ese trabajo que lo tome alguna de sus hermanas, ella al menos no iba a permitir que se repitiese lo de aquella noche ni estando el doble de ebria de lo que estuvo esa otra vez.

—¡Ja! —Fue lo primero que soltó esbozando una sonrisa llena de malicia—. El intrépido Datsue soltando los típicos insultos habituales a ver si cuelan. ¿Qué pasó? ¿no hiciste la tarea acaso? —se burlaba sin temores a las reacciones del contrario.

Era cierto que había acertado en todo, pero darle la razón o enojarse más aun seguramente sería darle el gusto y no iba a hacerlo, en su lugar avanzó otro paso ignorando el hecho que su busto entró en contacto con el pecho del contrario, simplemente para demostrarle que no sentía ninguna clase de temor.

—No gira alrededor mío, pero tampoco alrededor tuyo, “intrépido Datsue” —prosiguió, hablando aun con desprecio.

«¿La tarea? ¡Me da que alguien tiene que enseñarte a meterte de verdad con la gente, muchacha!» A Datsue le afectaron tanto aquellas palabras como a Susano’o unas gotas de lluvia.

La kunoichi, no cejada en su empeño, se inclinó más hacia él, aplastándole el pecho contra sus pectorales. Una sensación que seguía siendo de lo más agradable, pero que aquella vez no le despertó mariposas en el estómago.

Estaba demasiado enrabietado para sentirlas.

—¿Y quién ha dicho que gire alrededor mío? —pregunto, clavándole un dedo en la sien, como queriéndole decir que pensase un poco más—. Ahora, si no te importa…

»… ¡apártate de mí, antes de que empieces a gritar a los cuatro vientos que lo hicimos por segunda vez solo por tocarnos!

«Tú, todo el puto día »pensó mirándole con absoluta indiferencia, pues estaba demostrando haberse quedado sin argumentos, al menos según ella ya que no se dignó a responderle a nada, sino más bien a cuestionar temas ajenos incluyendo lo del contacto físico que volvía a resultarle ciertamente un golpe a la autoestima.

—Como digas —respondió vagamente y concediéndole aquel deseo.

Dio un paso hacia atrás, le dedicó una mirada fulminante, y luego se volteó para retirarse una vez más, aunque estaba atenta a lo que el chico pudiera llegar a hacer, después de todo le había lanzado una piedra a traición que de milagro no le hizo daños a tener en cuenta.

«Hay que ver lo imbécil que salió »pensaba refunfuñando a medida que se alejaba de la escena. Tenía bastante que hacer y seguramente sus hermanos terminarían regañándola por llegar tan tarde.

Y así, con aquella facilidad, una cliente potencial se convirtió, en un plumazo, en una de esas personas que no pisarían su tienda ni por todo el oro del mundo. Ni qué hablar, claro está, de un posible romance. Aquello simplemente era un amor imposible.

—Pff… Ni que yo quisiera nada con alguien como ella —murmuró para sí, mientras daba otra patada a un guijarro. Esta vez, la piedra simplemente cayó en el río, provocando un sonoro ¡plaf!

Manos en los bolsillos y mirada ceñuda, Uchiha Datsue dio media vuelta y emprendió su propio camino, cañón arriba. ¿Sus pasos? Esperaba que hacia la antigua Iwagakure no Sato, pero con su sentido de la orientación, uno nunca lo sabía…