Su técnica había dado en el blanco, de hecho, había funcionado mejor de lo esperado, cuando el humo se disipó, Saori fue capaz de vislumbrar un Datsue algo chamuscado y, sin duda alguna, muy enfadado.

El joven genin tragó saliva, sabía que ahora venía el momento de defenderse y no sabía qué tan bien podría hacerlo contra él, a pesar de ser una copia de cuando salió de la academia, aún así estaban, como poco, al mismo nivel. El pelicorto pensaba en todas las estrategias posibles, pensó tanto que, de un momento a otro, una luz cegadora se adueñó del lugar, cegándolo por unos segundos, unos segundos en lo que sí pudo escuchar el grito de su contrincante.

—. ¡¡¡Gōkakyū no Jutsu!!!

Su visión empezó solo para ver como una bola de fuego enorme se aproximaba a él con ganas de devolverle las quemaduras que le había provocado y, en un intento desesperado por esquivarlo, y escuchando sus instintos más primarios, se lanzó en plancha a un lado, rodando para tratar de evadirla.

Para su sorpresa, salió indemne de aquel ataque, algo que no podía decir la vivienda que se encontraba en el punto donde impactó la bola ígnea y de repente, la escena se volvió caótica por completo, los gritos de auxilio penetraban los oídos del Sarutobi, que miraba la escena horrorizado, olvidándose por completo de que se encontraba en un mundo ficticio.

—¡¿Qué has hecho?! — Fue lo único que pudo decir antes de abalanzarse directamente hacia el edificio en llamas, atravesando una ventana para entrar y buscar gente a la que ayudar a salir de aquel infierno.

Saori atravesó la ventana, haciendo los cristales añicos, y aterrizó en un salón con suelo de parqué y columnas y paredes de madera. El humo y el fuego devoraba la vivienda y caían escombros de todas partes. Una mujer se encontraba limpiando el polvo de una estantería llena de libros, aparentemente sin enterarse de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. No obstante, giró la cabeza para mirar a Saori. De sus labios salió un bocadillo —una de esas nubes blancas que se usan en los mangas para poner un diálogo—, y en él el chico pudo leer:


Parecía un jodido bug de un juego. Claramente el NPC no estaba reaccionando bien a la situación que se estaba dando. En el exterior, a un par de metros de la ventana y sobre la verja metálica, apareció Datsue. Con los brazos cruzados y aguardando, impaciente.

En el momento que atravesó la ventana, miró a su alrededor, viendo como el fuego lo devoraba todo y, de repente, vio a una mujer que aparentemente estaba limpiando el polvo, en mitad de toda aquella escena, rodeada de llamas y parecía que todo lo que la preocupaba era...

«¡Joder! Soy bobo»

En el momento en el que vio el bocadillo que salió de los labios de la mujer, recordó que aquello no era real, que no podían poner a nadie en peligro, y se sintió un poco avergonzado. Miró por la ventana, y vio como Datsue esperaba sobre la verja metálica para continuar su combate.

Saori salió por la ventana y aterrizó en el suelo grácilmente y, en cuanto sus pies tocaron el suelo, lanzó un shuriken en dirección a Datsue, retomando así el combate.

Datsue el Jōnin le había avisado. Su yo del pasado era un poco más capullo y más cabroncete que el actual. Un chaval que no le importaba hacer trampas o aprovecharse de situaciones poco éticas siempre y cuando jugasen a su favor. Así pues, mientras Saori estaba preocupándose por la integridad de unos personajes ficticios, Datsue creaba un Bunshin no Jutsu. Una réplica de sí mismo incorpórea que situó sobre la verja metálica.

¿Y dónde estaba él, mientras tanto? Pues pegado a la pared de la vivienda, bajo el marco de la ventana. La misma ventana por la que había saltado Saori. La misma ventana por la que ahora salía de un salto y aterrizaba en el suelo… a escasos centímetros frente a él. ¿Le había visto en el aterrizaje? Datsue no iba a esperar a comprobarlo. Sin tiempo que perder, hundió un kunai entre los omóplatos del chico, dejándolo clavado, para acto seguido levantar la pierna y dirigir una patada a las partes nobles del Sarutobi.

En cuanto Saori puso un pie en el suelo, sintió un dolor terrible en la espalda, un pinchazo y, acto seguido, una patada que le hizo estremecerse de dolor, llevarse las manos a sus partes y caer de rodillas al suelo gimoteando de dolor, con la respiración entrecortada.

Desde luego, no había visto al auténtico Datsue, que se había quedado pegado a la pared, y eso fue lo que condenó su combate, si no hubiera sido tan tonto y no se hubiera distraído por los gritos de socorro que venían del edificio, podría haber ganado aquel combate.

Su situación era crítica, tenía a su oponente detrás suya y estaba herido, tenía que salir de aquella circunstancia y tomar distancia, si podía. Se llevó la mano al portaobjetos, intentando que Datsue no le viera y de repente...

Se hizo la luz de nuevo, cegando a todo aquel que no se esperara el fogonazo y, si su estrategia había funcionado, cuando Datsue recuperara la vista no vería a Saori en la misma posición, si no que estaría a un par de metros, renqueante y con un kunai en su mano derecha, esperando.

Saori se revolvió dolorido en el suelo y optó por devolverle el truco: un fogonazo que le reventó las pupilas y lo dejó cegato por unos largos segundos. De no tener la pared tras su espalda, se hubiese caído de culo.

—¡Agh...! ¡Malnacido!

El Uchiha tuvo que parpadear varias veces, con puntos de luz aquí y allá y manchas negras por algunas zonas, hasta recobrar parte de su visión. Cuando logró enfocar correctamente, se dio cuenta de que Saori estaba a un par de metros de él, kunai en mano.

El Bunshin no Jutsu había desaparecido con el fogonazo, incapaz de mantener la concentración en aquel momento.

Sin pensárselo mucho, Datsue avanzó un paso, formó el sello de Serpiente, y acto seguido lanzó una patada frontal al pecho del Sarutobi. En algún momento entre el sello y la patada, se oyó una pequeña detonación. Resultaba que, pegado al mango del kunai que le había clavado a Saori en la espalda, había un sello explosivo de clase D. Sello que acababa de hacer estallar con aquel sello de Serpiente, y que empujaría al Sarutobi hacia su patada.

Por desgracia para el Sarutobi, la ofensiva de Datsue no había terminado, a pesar de que sí había funcionado su estrategia y había conseguido ganar distancia con su rival, de repente una explosión le quemó la espalda, empujándolo directamente hacia el Uchiha, que le esperaba con una patada a la altura del pecho.

Saori fue capaz de poner el brazo a modo de escudo de la patada, bloqueándola y, con el brazo con el que sujetaba el kunai, lanzó un golpe a su pierna, intentando clavar el arma antes de salir repelido hacia atrás por la patada.

El genin rodó por el suelo, y se quedó tosiendo, sin levantar la cabeza y prácticamente sin fuerzas para levantarse y continuar la pelea. Aún así seguía pensando en cómo continuar, aunque no se le ocurría qué más podía hacer en aquella situación.

Saori arrancó un aullido de dolor a Datsue con aquel kunai clavándose junto a la tibia. Se vio desequilibrado y cayó al suelo, exhausto. Cuando se volvió a erguir, lo hizo apoyándose únicamente en su pierna izquierda. Apretó mucho los dientes y respiró de forma entrecortada.

Mientras tanto, junto a Saori apareció un espíritu. La figura de Uchiha Datsue, semitransparente y etérea, flotó sobre el joven Genin. Se inclinó hacia él y le susurró al oído:

—¿Quieres ser el mejor? Entonces tienes que derrotar al mejor —sentenció—. Ahí afuera no esperarán a que te tomes un respiro. Ahí afuera no pararán cuando te fallen las fuerzas.

»Me has hablado de tu Camino del Ninja. Es hora de que camines por él.

Saori trataba de recuperar el aliento mientras intentaba ponerse en pie sin conseguirlo, y de repente, de la nada, una voz le habló.

—¿Quieres ser el mejor? Entonces tienes que derrotar al mejor —sentenció—. Ahí afuera no esperarán a que te tomes un respiro. Ahí afuera no pararán cuando te fallen las fuerzas.

»Me has hablado de tu Camino del Ninja. Es hora de que camines por él.

Miró hacia arriba y vio al Datsue auténtico, al que se había encontrado por casualidad al comienzo de toda aquella historia, como un fantasma flotando, y estaba en lo cierto, el Sarutobi estaba allí, lamentándose en el suelo y, en cualquier otra situación aquello podría resultar fatal y no podía permitirse rendirse a las primeras de cambio, tenía que sobreponerse.

Dio un pequeño puñetazo al suelo y comenzó a incorporarse, poco a poco hasta que, por fin, estuvo erguido de nuevo, magullado y dolorido, pero en pie.

—Vamos allá. — Dijo con la voz entrecortada.

Echó a correr, si es que lo que hacía podía llamarse correr, en dirección a Datsue y, mientras se acercaba, su mano entró en su portaobjetos y, al sacar su último kunai, un destello inundaría de nuevo la visión de su rival, hecho que aprovechó para lanzar el arma hacia el pecho del Uchiha y, en cuanto el kunai salió de su mano, comenzó una rápida serie de sellos, tras la cual un chorro de llamas se dirigiría feroz a su oponente, esperando pillarlo desprevenido.

A veces, unas palabras bien escogidas en el momento adecuado eran todo lo que hacía falta para prender una chispa. A veces esa chispa generaba una llama, y esa llama perduraba toda una vida. La Voluntad del Fuego, le llamaban algunos. Otras veces esa llama solo permanecía encendida unos meses, unas semanas… o apenas un suspiro.

Era muy pronto para saber qué pasaría con Sarutobi Saori. Datsue había conocido a muchos como él. Ninjas que habían empezado muy fuerte, con una mentalidad avasalladora, pero que se habían ido derritiendo como un azucarillo con el paso de los meses.

Pero al menos, aquel día, Sarutobi Saori había luchado. Y al menos, aquel día, había demostrado tener el potencial de uno de los más grandes.

El destello cegó a Datsue el Intrépido, que reculó con una mano sobre sus ojos doloridos. Sintió un kunai clavándosele en el pecho y soltó un chillido. Luego, una lengua de fuego colisionó contra él. La colisión se produjo a cámara lenta. Saori pudo apreciar, desde un ángulo lateral, cómo el katon impactaba de lleno. Dos letras surgieron de la nada, y un grito atronador las pronunció desde el cielo:




Acto seguido Datsue el Intrépido colisionó contra el suelo y no volvió a levantarse. Saori vio unas nuevas palabras apareciendo en el aire frente a él, acompañadas otra vez por una voz grave de ultratumba:

La ofensiva del Sarutobi parecía haber tenido éxito, al menos, pudo ver el kunai hundiéndodse en el pecho de su rival, que soltó un grito de dolor que le confirmó que, efectivamente, había dado en el blanco, lo que pasó después fue, sin duda, algo más raro.

De repente era como si Saori se encontrara en un lateral del combate, como si fuera una persona ajena al mismo, y pudo ver como, a cámara lenta, su técnica ígnea impactaba de lleno del el joven Uchiha, levantándolo ligeramente del suelo. Miró hacia arriba y pudo ver unas letras que confirmaban que había acertado.


Y acto seguido, en cuanto el cuerpo de Datsue tocó el suelo, una voz anunció el ganador, Saori, que lanzó un grito de victoria atronador. Sí, quizás era exagerado, pero aquel momento le había enseñado muchas cosas, y todo tenía que agradecérselo a Uchiha Datsue, que le había encendido aquella chispa necesaria para no rendirse y continuar.

Quizás aquello fuera exactamente lo que el Jōnin había querido comprobar desde un principio, si realmente tenía el valor suficiente, lo que Saori sí que tenía claro, era cuál era el camino que tenía que seguir de ahora en adelante para alcanzar sus objetivos, un camino que tomaría no dejaría escapar bajo ninguna circunstancia.

Poco a poco, la luz del sol se fue apagando, hasta que Saori quedó sumergido en la más profunda oscuridad. Tan solo fue por unos instantes. Segundos más tarde, se encontraba de nuevo en las calles de la aldea. El fuego había desaparecido de la vivienda, como si nunca hubiese tenido lugar. No se oían gritos, ni voces de alarma.

Datsue se encontraba frente a él, sonriendo. Estaban de vuelta a la realidad.

—¡Muy bien hecho, Saori! ¡Te felicito por ganarme! —exclamó, dándole una palmada cariñosa en el hombro—. Me ha gustado cómo fuiste a socorrer a esa mujer del incendio, habla muy bien de tu corazón.

Y entonces, la luz fue desvaneciéndose, como si se estuviera haciendo de noche hasta que solo quedó oscuridad y de repente, se encontraba en el mismo punto donde todo había empezado. Miró a su alrededor y no había no rastro de la destrucción que había dejado el combate que acababa de librar, nada había ocurrido en el mundo real y allí estaba él Datsue, sonriente.

—¡Muy bien hecho, Saori! ¡Te felicito por ganarme! —exclamó, dándole una palmada cariñosa en el hombro—. Me ha gustado cómo fuiste a socorrer a esa mujer del incendio, habla muy bien de tu corazón.

El joven Sarutobi asintió algo avergonzado por el elogio, aunque realmente no le había vencido a él, si no a su yo del pasado, y ni si quiera estaba seguro de que hubiera ido al cien por cien.

—Muchas gracias, pero también habla un poco mal de mi capacidad de análisis, aún a sabiendas de que estaba en una dimensión en la que no había peligro, se me olvidó por completo y me lancé sin pensar. — Lo había analizado lo mejor posible para, en un futuro, aprender a controlarse y ser más lógico.

Lo que sí era cierto era que aquel había sido un entrenamiento provechoso.

—También le quería dar las gracias por todo esto. — Comenzó, tratando de escoger las palabras adecuadas. —Ha sido un entrenamiento genial, me ha ayudado a darme cuenta de cosas que debo mejorar, estoy en deuda con usted. — Añadió, con una reverencia.

En ese momento recordó el kunai que se le había clavado en la espalda y, casi por instinto, se llevo la mano lo más cerca del lugar, tratando de averiguar si aquello también había desaparecido.

—Si alguna vez pasas por el restaurante KazuKano, di que vas de mi parte y te invitarán a lo que pidas, no es mucho, pero al menos así estaremos en paz. — Ofreció el joven, con una sonrisa pícara.

Datsue esbozó una media sonrisa. Quizá el chico había pecado de inocente y poca capacidad de análisis dentro de la ilusión, sí, pero eso era algo a lo que se le podía poner remedio, y relativamente fácil.

—No te martirices por eso. Con el tiempo y la experiencia irás puliendo esas cosas.

No obstante, el chico aún parecía lo suficientemente preocupado como para comprobarse la espalda, allí donde había recibido una puñalada. Aquello arrancó una dulce carcajada a Datsue. Hubo un tiempo en que él también se hubiese parado a comprobarlo.

—¡Hostras, ¿el restaurante KazuKano?! ¡He oído hablar muy bien de él! —exclamó, cuando Saori le aseguró que estaba invitado cuando pasase por allí—. Pues oye, te tomo la palabra, ¿eh? —Uchiha Datsue nunca rechazaba una invitación. Nunca—. Ha sido un placer conocerte, Saori. ¡Hasta que volvamos a encontrarnos! —exclamó, despidiéndose con un gesto de mano. ¡Todavía tenía que ir a hacer la compra!

Había sido un curioso encuentro, aquel. Apenas se habían conocido y ya se habían puesto a luchar a muerte. En una ilusión, sí, pero a muerte. Y ahora se despedían como si nada hubiese pasado.

Un curioso, curioso encuentro, sin duda. Esperaba encontrarse de nuevo con él algún día.

Desde luego, Datsue era un shinobi con mucha más experiencia que Saori en todos los ámbitos, y consolar y dar ánimos a los demás no era una excepción, lo cual agradecía el Sarutobi, que asintió ante las palabras de su superior.

—¡Hostras, ¿el restaurante KazuKano?! ¡He oído hablar muy bien de él!

Aquello le sacó una sonrisa, que el restaurante de sus padres empezara a tener buena fama era algo muy positivo y, si finalmente el Uchiha se pasaba por allí, quizás su fama aumentara dentro del ámbito shinobi de la Villa lo que, sin duda, eran buenas noticias.

—¡Hasta la próxima, Datsue-san! — Exclamó ante la despedida del Jōnin, repitiendo su gesto con la mano. —¡Y muchas gracias por el entrenamiento!

Esperaba volver a encontrarse con él, eso sí, intentaría que fuera en un momento en el que hubiera pulido sus fallos y pudiera demostrarle una mejoría. Entonces tenía que aclarar su cabeza y continuar entrenando, ahora sí, con un nuevo objetivo a la vista, convertirse en el mejor, aunque ello conllevara adelantar al propio Uchiha Datsue.