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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#31
Se oyó otro sonoro golpetazo contra el agua cuando Daigo decidió caer como una bomba sobre el pozo.

¡Somos libres! ¡¡¡SOMOS LIBRES!!! —la Matasanos reía y lloraba a partes iguales, abrazando a Daigo—. ¡SOMOS LIBRES, SIN PIERNAS!

Desde arriba, la risa de ambas mujeres llegó a sus oídos.

Oye, capullos. Si nos tiramos desde aquí nos vamos a matar, y más con este tío inconsciente. ¡Subid de una vez, coño! —exclamó, aunque por primera vez, en un tono claramente alegre.

El ascenso por el pozo fue más complicado de lo que resultaría a ningún ninja recién salido de la academia. Pero ellos estaban agotados, hambrientos, cojos y algunos de ellos llevaban meses sin usar el chakra. La alegría de la libertad era el único combustible que les quedaba, y con eso bastó para hacer el ascenso. Vaya si bastó.

Ahhh... Aire puro —dijo, tomando una gran bocanada de aire.

Se encontraban en un parque solitario de Inaka. O más bien plaza, pues el verde brillaba por su ausencia. Un caldero de madera reposaba al lado del pozo, donde seguramente los habitantes fuesen a rellenar sus suministros de agua por la mañana.

¿Qué coño...? Pero, si es... ¡Pensé que lo habíamos matado! ¡Qué desgraciado!

La persona a la que habían estado llevando todo el camino era...





Bueno, no era un ser humano. Bien podía parecerlo por sus formas. Tenía un cuerpo que se asemejaba, pero tenía demasiado pelo por todas partes. Un tupido vello negro que le cubría el torso, los brazos y las piernas sin enseñar un centímetro de piel. Solo sobre la frente su pelo tenía algo de color: anaranjado. Su cráneo era más alargado de lo normal. No, de lo humano. Y su cara... Tenía la cara de un gorila. De un gorila de verdad.

A...ua...

Pareció decir algo entre sueños. Desde luego, estaba hecho unos zorros. Tenía como mínimo un brazo y una pierna rota, y se notaba que había perdido toda capa de grasa y músculo, encontrándose en los malditos huesos. Estaba tan débil que le costaba hasta respirar. Daba la impresión de que cada aliento que tomaba podía ser el último.
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#32
— ¡LO LOGRAMOS! ¡LO CONSEGUIMOS! —Exclamaba Daigo, lleno de júbilo—. ¡Sí! ¡Ahora vamos!

Subir fue difícil, pero a su vez, de alguna manera, realmente sencillo. Le dolían hasta los huesos y cada movimiento hacía que le ardiesen los músculos como nunca. Ninguna clase de entrenamiento podría haberlo preparado para la cantidad de dolor, cansancio, hambre y sed que sentía, pero nada de eso importaba. Sus manos y sus piernas se movían por sí solas, mientras sus ojos se mantenían fijos en una sola cosa: la libertad.

Al llegar fuera, el peliverde se tiró al suelo, boca arriba mientras tomaba profundas bocanadas de aire para recuperar el aliento, hasta que La Hambrienta reconoció al hombre al que habían rescatado. No parecía ser un humano. Tenía cara de gorila y pelo por todos lados, pero tampoco parecía ser un gorila del todo. Era... algo más.

— Parece que quiere agua. —Dijo Daigo. Ahora que lo pensaba, él también necesitaba beber algo. Todos lo necesitaban—. ¿Quién es?

Mientras preguntaba, Daigo hizo un esfuerzo más en levantarse para recoger agua con el caldero. No quería ser quien arruinase la alegría del momento, pero sabía que debía darse prisa en recoger lo que necesitaba y moverse. La última vez que pasó por Inaka, era un campo de batalla.
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#33
La Matasanos tiró el caldero vacío al pozo y giró la polea para traerlo de vuelta encharcado en agua. Todos corrieron como locos a emborracharse de ella, como alcohólicos que llevasen días sin probar ni una gota de vino. No fue hasta que todos terminaron que hidrataron al desconocido.

Hostia, ya sé quién es. Tú no lo conoces, Matasanos. Lo tiraron al Ojete antes de que llegases —explicó la Hambrienta—. Tuvimos que aliarnos entre todos para tirarle por el agujero. Ahora está en los huesos, pero el primer día…

Así que intentasteis matarle por ver peligrar vuestra posición de poder. —No lo decía en tono acusatorio, sino comprensivo. Allí abajo era la única manera de sobrevivir—. Debió partirse los huesos en la caída, y sobrevivir a base de nuestra mierda y nuestros meados. No sé cómo coño sigue vivo.

La Hambrienta se encogió de hombros, mirando a su alrededor.

Creo que estamos en la plaza de los astros. Conozco a alguien cerca que podría escondernos por un tiempo. Aunque antes… —miró a Daigo—. Me prometiste algo, Sin Piernas.
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#34
Luego de que todo el mundo se hidratase, finalmente le dieron de beber al recién llegado. No sabía si sería suficiente para que sobreviviese, pero con lo que tenían era lo único que podía ofrecerle.

«Aguanta, por favor». Le rogó.

Por suerte para ellos, La Hambrienta conocía a alguien que podía ocultarlos por un tiempo, pero antes, Daigo tenía que cumplir su promesa.

— No me olvido. —Respondió, con seriedad—. Esperaba que pudiésemos estar todos. Si no hemos sido ninguno de nosotros será difícil llegar a una conclusión que te haga estar en paz.

Aún así, tenía que hacer todo lo que podía por resolver aquel misterio o, al menos, por resolver tanto como pueda.

— No tengo armas con las que cortar y dudo que haya sido La Llorona. Me habría despertado si se hubiese movido. —Argumentó—. Sospechaba de La Coleccionista. No dudó en traicionarnos y podría haber utilizado un hueso.

Sabía que cualquier cosa que dijese solo era su palabra. Sin volver a investigar, La Hambrienta no podría comprobar nada de lo que decía. Tampoco podía defender a La Matasanos, pero esperaba que pudiese hacerlo ella sola.
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#35
La Hambrienta torció el gesto, disgustada con la respuesta de Daigo.

Ah, así que cargamos el muerto a otro muerto. Qué fácil, ¿no?

No toques los huevos ahora, coño —intervino la Matasanos, señalándola con un dedo—. No hemos llegado hasta aquí para matarnos ahora a acusaciones. Todos sabemos que la Llorona no fue. Sin Piernas ha probado más que cualquiera que no lo hubiese hecho. Y yo… Joder, pensé tantas veces en mataros a ambas como vosotras a mí. Y sí, también la noche anterior. Incluso se lo propuse al Sin Piernas. Pero no lo hice, coño. Así que deja al Ojete de Ōnindo atrás, y a las personas en las que nos convertimos allá adentro bien enterradas.

»Ya no tienes porqué ser la Hambrienta. Ni yo la Matasanos. Sin Piernas. La Llorona. Todos ellos pueden quedar atrás. Quizá ya no podamos volver a ser lo que éramos, pero al menos… Al menos podemos empezar de nuevo.

Las palabras parecieron calar en la Hambrienta. Lo suficiente como para no volver a abrir la boca con una nueva réplica.

Yo… Mi nombre es Akiko —dijo, y tensó los músculos con torpeza, como si llevase mucho tiempo sin usarlos, hasta formar una sonrisa en su rostro.

La Hambrienta escupió a un lado, y farfulló por lo bajo:

Mi nombre es Ishi.
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#36
Daigo suspiró, aliviado por la intervención de la Matasanos. Habiendo sido él quien le prometió que encontrarían al culpable, no podía ser también la persona que le dijese que lo olvidase, pero estaba realmente aliviado de que alguien lo hubiese hecho.

— ¡Qué nombre más lindo! —Exclamó, despeinando a Akiko (aún más) de forma amigable—. Yo soy Daigo. —Se presentó, sonriendo de forma natural. De alguna forma no se había olvidado cómo se hacía.

Tenían que darse bastante prisa, pero no quería ser quien detuviese aquel momento, así que esperó a que La Matasanos se presentase antes de recordarles que tenían que salir de allí.
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#37
Akiko se sonrojó por el cumplido, y rio cuando Daigo se presentó.

Lo sé, tonto. —Ella era la única que le había llamado por su nombre real desde el principio.

Las dos miraron entonces a la Matasanos, quien chasqueó la lengua antes de suspirar:

Aiza. —Levantó la mirada—. Y ahora pirémonos de aquí cagando hostias.

• • •

Al cobijo de la noche, llegaron hasta una casucha de paredes gruesas de adobe blanco. Las paredes, construidas con una mezcla de arcilla, arena, paja y agua, todavía desprendían algo del calor que habían absorbido durante del día, manteniendo a raya el frío nocturno.

Un hombre de avanzada edad fue el único que les recibió en la entrada. Cuando vio a Ishi, no dijo nada. Se limitó a abrir la puerta y dejarles pasar. Días después, descubrieron que era su abuelo.

Daigo permaneció postrado en una cama los días posteriores. Su cuerpo había dicho basta y apenas era capaz de ir al baño sin la ayuda de otros. Ishi, Akiko y Aiza fueron recuperándose a mayor velocidad. Las primeras noches, Akiko dormía con Daigo, abrazados como si todavía estuviesen en el Ojete de Ōnindo. A las mañanas, Daigo se despertaba con el desayuno hecho. Akiko siempre conseguía salir de la cama sin despertarle y prepararle una pequeña tostada con un vaso de leche.

Los días pasaban lentos, y una noche, al cuarto día, Aiza fue a verle a solas.

Hoy he conseguido hablar con el hombre peludo, ¿sabías? —Aiza tenía mucha mejor cara. Todavía tenía unas profundas ojeras y estaba más escuálida de lo que le convenía, pero sus ojos color avellana brillaban con la luz de un nuevo sol. Ahora, con las trenzas limpias, la cara sin mierda y ropa nueva, había rejuvenecido veinte años. Aparentaba tener veintitantos, aunque quizá pasase la barrera de los treinta—. Su nombre es Junrei. Es una invocación. Nathifa experimentó con él y le colocaron un sello maldito que le impide… desaparecer y volver a su lugar de origen.

»Sea como sea, he estado investigando estos días. Nadie sabe nada de la muerte de Nathifa. Todo sigue igual, como si no hubiese pasado nada —dijo, y mucho se temía que las noticias no iban a mejorar a partir de aquel punto—. Alguien tuvo que recoger su legado —¿Quién? En aquellos momentos, no tenía ni las más remota idea—. El abuelo de Ishi ya ha tomado suficientes riesgos. No podemos quedarnos aquí por mucho más tiempo.
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#38
Daigo rio, alegre. No lo había pasado por alto. Aunque él apenas se había aprendido su nombre en aquel momento, solo Akiko y Aiza lo llamaban a él por su nombre real.

Protegidos por la oscuridad de la noche, consiguieron llegar a casa del contacto de Ishi sin mayores percances. Allí, un hombre mayor al que más tarde pudieron reconocer como el padre de Ishi, les abrió la puerto y les dio cobijo. Fue en aquel momento, en cuanto se sintió seguro por primera vez en meses, que su cuerpo dijo basta. Apenas podía mover un músculo, mucho menos caminar. Lo único que podía hacer era quedarse en cama y ni siquiera hasta allí pudo llegar sin ayuda.

En cama, Daigo realmente no podía hacer demasiado. No podía levantarse a entrenar, ni simplemente irse a casa, ni ayudar en nada, pero sí que pudo pensar. Era lo único que podía hacer, además de contar las grietas que había en el techo. Se tomó su tiempo en pensar qué camino tomaría a partir de entonces. No podía volver a casa y ver a sus padres, no después de lo que había hecho, pero tampoco podía desaparecer sin más, dejar a su familia sola sería el mayor acto de egoísmo que podría hacer en su vida.

Pasaron varios días en los que fue cuidado principalmente con Akiko, a quien seguía protegiendo por las noches como si realmente nunca hubiesen salido de aquel maldito agujero, mientras ella siempre conseguía escabullirse todas las mañanas para recibirlo con una tostada y un vaso de leche.

— ¡Muchas gracias! —Le agradecía siempre con una sonrisa.

La decisión demostró ser demasiado complicada como para tomarla en los cuatro días que tuvo hasta que Aiza fue a hablar con él, a solas. El hombre-gorila había hablado con ella e incluso le había dado su nombre. Aparentemente se trataba de una invocación que había sido capturada por Nathifa pero, por sorprendente y preocupante que el haya parecido aquella información a Daigo, no era la cosa más importante que Aiza había venido a decirle. Alguien más había ocupado el puesto de Nathifa, alguien que por el momento no los tenía públicamente en búsqueda y captura, pero que podría hacerlo en cualquier momento, poniendo en peligro al padre de Ishi.

— Sí. Ya llevamos demasiado tiempo aquí. —Le dijo—. ¿Sabes si nos están buscando? ¿Tienes adónde ir?
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#39
Aiza negó con la cabeza.

Si nos están buscando, no parece que estén poniendo demasiado empeño. Aún así, el riesgo está ahí. —Cuanto antes saliesen de aquella capital en guerra, mejor. Pero no iba a ser nada fácil. Al parecer, los Señores de las Dunas tenían cercada la capital, impidiendo que nadie entrase o saliese. Eso incluía las raciones de comida: allí se estaban produciendo dos guerras, una de sangre y acero; otra de hambre y desgaste—. Sí, no te preocupes por mí. Tengo un lugar en mente, aunque será mejor que no lo sepas. No quiero ponerte en un aprieto, ¿eh?

Por primera vez en mucho tiempo, Aiza sonrió. Luego su rostro volvió a contraerse, como si acabase de recibir una punzada de dolor.

Escucha, conozco a alguien que… A las doce de esta noche, sería capaz de contactar con alguien que podría echarnos una mano. Me lo debe. Me debe más que eso. Podría transportaros a ti, a Akiko e incluso a Ishi a casi cualquier sitio de manera segura. Estoy bastante convencida de que incluso podría ayudar a quitar el sello maldito a Junrei. Siempre se le dieron bien los fūinjutsus. Un final feliz para todos nosotros, ¿eh? ¿No estaría bien? —Sin embargo, hacía tiempo que no creía en esos cuentos—. Aunque preferiría no tener que recurrir a él. Es… complicado —dijo, contrariada consigo misma—. ¿Tú tienes algún plan? Allí en prisión, te comunicaste con unos ninjas... —A Daigo le dio la impresión de que había una parte de ella que ansiaba vorazmente que le diese una solución para no tener que recurrir a aquel desconocido; y otra que anhelaba que no tuviese un plan lo suficientemente bueno.
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#40
Es verdad. Daigo se había comunicado con los ninjas de Uzu para que lo sacasen de prisión cuatro días atrás. Si no habían llegado, como poco, debían estar a punto de llegar, si es que habían venido. No se había olvidado, pero durante aquellos días había considerado si avisarles de su posición o simplemente marcharse y escapar de todo como un cobarde.

— Sí... no deberían estar muy lejos y... podría pedirles que me ayudasen a sacar al resto de aquí, pero llevarlas a la aldea será complicado si no tienen otro sitio a dónde ir. —Al escucharse, Daigo empezó a considerar lo fácil que sería simplemente marcharse con ellas a algún lado lejos de todo donde esconderse bajo una piedra, pero no era un cobarde. Tenía que enfrentarse a lo que había hecho sin escapar de sus responsabilidades—. Aún así lo intentaré. Luego puedo ayudar a Junrei a volver a casa. No se me da bien el Fūinjutsu, pero esa es la especialidad de los Uzujin.

Sí. No tenía sentido escapar, por mucho que odiase en lo que se había convertido y quisiese esconderse del mundo, no había manera de que reencontrase su camino huyendo.

— No conozco tu historia con esa persona, pero no hará falta acudir a él. Me encargaré de todo ¿de acuerdo? Ya has hecho bastante. —Le dijo—. Siento no habértelo dicho en su momento, pero te agradezco que hayas intervenido cuando estaba buscando culpables con la hambrienta. Realmente no sabía qué hacer.
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#41
Aiza hizo un ademán con la mano, restándole importancia.

No es nada. Tengo mis sospechas de quién fue, pero… Lo que se hizo en el Ojete se queda en el Ojete. —Sonrió vagamente, no queriendo remover más la mierda—. Está bien, lo dejaré en tus manos —dijo, con alivio—. Me iré antes de que ellos vengan.

No le apetecía cambiar una prisión por otra, por más que la de Uzushiogakure fuese más limpia y acogedora.

Pero, Daigo, que las relaciones que forjaste allí abajo no te confundan —le advirtió—. Todos teníamos motivos para estar allí abajo. Todos. Y, la última vez que estuve en el bando de los buenos, no solían tener como costumbre ayudar a un par de criminales a escapar de la justicia, aún cuando sea una justicia injusta. A ti te ayudarán, eres de los suyos. Pero Akiko y Ishi… Espero que tengas un buen plan. Porque por desgracia para Ōnindo, la mayoría de ninjas no son como tú.
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#42
— Lo sé. —Respondió Daigo—. Ya tuve bastantes problemas solo para ayudar a gente inocente. Esta vez será mucho más difícil, pero si hay algo que le interesa a las tres grandes ahora mismo es la gente útil.

Ni Akiko ni Ishi sabían Ninjutsu, eso les quitaba puntos, pero quizás si estaban dispuestas a aprender, y sus crímenes no eran contra las tres grandes, podría conseguir ayudarlas. De lo contrario... quizás podría encontrarles un sitio en el País del Bosque.

— De todos modos. —Concluyó. Pensar en lo que haría era responsabilidad suya, así que le ofreció la mano a Aiza una última vez—. Muchas gracias por todo, Aiza. Espero verte bien algún día.

Ahora solo quedaba una cosa: planear cómo ayudar al resto. Y tenía que hacerlo rápido, pues probablemente contactarían con él bastante pronto.

— Oh, antes de que te vayas. ¿Podrías decirles al resto que me gustaría hablar con ellos? Todavía no puedo ir yo mismo a hablarles.
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#43
Aiza asintió. Si le había convencido o no Daigo con su argumento, no dio muestras de ello.

Pasaron dos horas hasta que Daigo vio su deseo cumplido. Primero Akiko y luego Ishi aparecieron en la habitación. Las dos se encontraban visiblemente mejor que semanas atrás. La primera con algo más de carne en los pómulos y los brazos; la segunda, con una mirada no tan hambrienta y voraz.

¿Qué tal te encuentras hoy, Daigo?

Va siendo hora de que mejor. Esto no es un albergue.
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#44
Daigo se pasó aquellas dos horas intentando pensar cómo ayudar a todo el mundo. Había valorado simplemente salir de allí y viajar hasta el País del Bosque, pero en su condición no podría andar muy lejos. Realmente, la única posibilidad que tenía eran los ninjas de Uzu, pero ¿acaso ellos accederían a ayudar a las criminales? Todo dependía de sus crímenes y de lo bien que pudiese convencerlos. Al final, simplemente se quedó acariciando el sello de comunicación en su antebrazo de forma ausente mientras pensaba y repensaba qué hacer.

Cuando Akiko e Ishi llegaron, Daigo las recibió con una sonrisa.

— Mucho mejor, aunque todavía no consigo andar. —Les dijo—. Pero sí. Va siendo hora de que me marche. Justo de eso quería hablarles.

No quiso darle demasiadas vueltas al asunto, así que decidió ir al grano.

— ¿Sabéis qué vais a hacer ahora? ¿Tenéis a dónde ir?
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#45
Ishi se encogió de hombros.

No conozco otra cosa que Inaka, Sin Piernas. No es buen momento para vivir aquí, pero… ¿qué otra opción hay?

Akiko miró al suelo, apretándose las manos, nerviosa.

Yo… Si tuviese a dónde ir, no seguiría aquí. —Miró a Ishi, repentinamente colorada—. Perdón. No quería decir que… Te agradezco mucho la…

Bah, ni te molestes. Yo tampoco estaría aquí, Llorona.
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