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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
— ¿Y bien, que te parece?

— No esta mal, pero...¿No crees que sería más bonito si estuviesen en flor?

Los hermanos Eikyu se encontraban paseando tranquilamente por el jardín de los cerezos. Su hermana había estado especialmente amable con él hoy. Pero bueno, era lógico, después de todo, hoy era su cumpleaños.

— No es mi culpa que tu cumpleaños sea justamente en invierno — protestó, ofendida por su comentario — Además, no conozco algún sitio mejor para llevarte en la villa...

Juro la miró durante unos segundos. Por primera vez, sintió culpabilidad por haberse puesto así. Por una vez, parecía querer actuar de hermana mayor.

— Tienes razón, siento haberme puesto así... — comentó, mirando los cerezos, deteriorados por el invierno — ya sabes que no me gusta este día...

Su hermana guardó silencio, y le miró con lastima. Era obvio que a ella tampoco. Más que el aniversario de su nacimiento, para él era el aniversario de la muerte de su madre. A veces pensaba en ella, miraba fotografías de como fue, o incluso recordaba lo poco que había sacado de su padre o su hermana....

— Creo...que voy a dar un paseo —su voz casi fue su susurro, por temor a que se quebrase por los sentimientos de tristeza que invadían su mente. Empezó a caminar y a caminar, alejándose de su hermana...

El joven marionetista caminó sin detenerse. Poco a poco, dejó atras los cerezos que daban nombre al lugar, y siguió por otra ruta, sin llegar a salir. Cuando se dio cuenta, los cerezos se veían a lo lejos, y próximo a él, parecía haber una especie de ruta, con varios templos a su alrededor. Estos tenían la forma de distintos animales, ciervos, leones...Incluso uno que parecía tener la forma de una araña.

"Es raro que aquí convivan tantas cosas" — pensó, intentando despejarse, sin éxito aparente.

Respiró profundamente, y intento serenarse. Había estado al borde de las lagrimas, pero ahora estaba medianamente bien, al menos de momento. Pensó en volver, pero no tenia fuerzas ni le apetecía volver a confrontar a su hermana, y explicar porque había salido corriendo.

Como tampoco podía quedarse quieto en medio de la calle, decidió que era mejor seguir, le llevase a donde le llevase. Aún algo decaido, decidió ponerse en marcha, y caminar hasta los templos...
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#2
Como cada domingo por la mañana me dirigía al templo de la araña cerca del jardín de los cerezos de la aldea con la idea de ganarme el favor de los arácnidos. Había escuchado historias y leyendas de shinobis formidables que habían logrado establecer pactos de sangre con familias animales, estos se convertían en uno más de esa familia pero a su vez eran bendecidos con técnicas especiales propias de esas familias. Como gran admirador de las arañas, deseaba que algún día pudiese toparme con ellas y aliarme con ellas. Pero no sabía por donde empezar, por ello iba hasta aquel lugar y rezaba con la esperanza de que pudiesen escucharme y complacerme algún día. Seguramente en vano, pero me gustaba tener fe en aquello.

Al bajas las escalinatas de piedra pude ver en el horizonte a un rostro que me resultó familiar, la verdad es que el aspecto que presentaba aquel joven no era muy alentador, así que no podía permitir que un camarada tuviese un mal domingo, debía levantarle el ánimo.


-¡Jurete!- grité, alzando mi mano diestra, agitándola a modo de saludo.

Me fui acercando hacía su posición a paso lento colocando mis manos en los bolsillos de mis pantalones tratando de esbozar una sonrisa.

-¿Qué te trae por aquí?- Pregunté interesándome por el chico
[Imagen: K1lxG4r.png]

[Imagen: dlinHLO.png]

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#3
Despues de varios minutos de paseo, en el que trato de despejar sus ideas, termino por llegar a la zona que tanto le habia llamado la atencion. Era una ruta, con diversos templos. En algunos Juro pudo apreciar incluso monjes tapados con tunicas y feligreses.

Mientras pasaba, se pregunto el porque de la adoración de animales, pero supuso que quizas, fuese simplemente algo de fe, o un gusto excesivo por el animal en cuestion. De igual manera, miraba a la gente ahi, y no lo entendia.

"En fin...es cuestión de gustos"

Paso por el templo del ciervo y del leon, sin dejar de mirar con extrañeza sus decoraciones. Gracias a ellos, al menos podia olvidar su tristeza, aunque fuese por unos momentos solamente.

Cuando pasaba por el de la araña, algo llamo su atención. Mas bien, alguien en concreto. Ante el se alzo un rostro conocido. Llevaba el pelo negro, con una especie de coleta que recordaba. Era Uchiha Yota, el hermano de Kota, con quien se habia encontrado en primavera.

Tenia un buen recuerdo de el, siempre habia sido amable con Juro, e incluso le habia puesto ese apodo cariñoso. Se obligo a sonreir cuando lo vio, no quería que viese su tristeza espontánea.

¡Yota!, cuanto tiempo — le devolvio el saludo, aun sonriendo, mientras bajaba de los peldaños del templo.

Hacia mucho tiempo que no lo veia, y la verdad es que no esperaba encontrarlo en esas condiciones, ni que fuese un adorador de las arañas.

Bueno...mi hermana me ha traido por aquí, aunque...me he separado de ella — no era del todo mentira, realmente de habian separado... Que hay de ti? Vienes del templo?

No pudo evitar mostrar algo de curiosidad ante aquello, al menos asi, la opresion en su pecho por la tristeza, iba desapareciendo.
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