Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
En medio de todo aquel estrés, El Senju emitió una clara orden hacia Kumopansa, quién tenía órdenes bien claras de ayudar al chaval. Pero no sería fácil para la araña el poder cruzar la muralla que representaban los dos enemigos que habían surgido del bosque. El animal, no obstante había empezado a moverse y, con ello, el chico que estaba pendiente de ella sacó un kunai de la bolsita que colgaba de su cinto, siguiendo los movimientos del animal mientras mostraba una sonrisa que dejaba un claro mensaje: no pasarás.
Mientras tanto, Geki lanzó un par de preguntas hacía la muchacha que le hacía frente.
— Eso, eso, avisa a papaíto que el niño todavía no tiene pelos en los huevos —dijo la chica, divirtiéndose y lanzando una forzada sonrisa
— ¿Qué queremos? Es bastante obvio, ¿no crees? ¡Divertirme contigo y con tu arañita estúpida! —decía a medida que se iba acercando al Senju— Pero antes quiero entretenerme, ¿podrás hacerlo?
···
El grito de Geki había llegado hasta el fondo de la cueva. Exactamente hasta el lugar donde estaba yo, activando mis alarmas.
— Vamos, no me jodas, ¿no son capaces de coger un par de ramas sin discutir? —maldije todos y cada uno de mis huesos— No me jodas, anda
Pero no me quedaban muchas opciones, iba a tener que mediar antes de que se sacasen los ojos el uno al otro. Así que me levanté entre pequeñas maldiciones y fui avanzando hasta la entrada de la cueva...
*Debo evitar a toda costa que le corten el paso a Kumopansa* Reflexionó mientras la araña buscaba un lugar para colarse.
Geki escuchó las palabras de la mujer y aunque tenía los ojos fijos en ella no le prestó mucha atención, su cabeza estaba ida, en trance, totalmente concentrada en la estratagema que utilizarían para que el arácnido cumpliera el objetivo.
Así que ahora debía pasar por encima de la mujer para concentrarse en el hombre, el verdadero objetivo que obstruía el camino. Pero tampoco podía ignorarla a ella, que si se descuidaba podía causarle un daño letal
*Mierda* Atacar al hombre sería más difícil con su retaguardia cubierta. Lanzar un kunai quedaba descartado porque lo bloquearía y un ataque tampoco sería muy eficaz, simplemente lo esquivarían, re tomarían posiciones y estaríamos en la misma situación.
A Geki se le pasó varias veces ir él mismo hacia la cueva, pero no iba a dejar a Kumopansa sola, alguien que había decidido acompañarlo en esta prueba. No le iban quedando muchas alternativas. Intentaría de momento neutralizarlos.
Si tan solo tuviera un ataque efectivo que no representara una amenaza como para que se movieran.
Dió un paso atrás, tomó dos shurikens de su porta objetos y miró detenidamente a los malhechores. Luego los lanzó con toda su fuerza, pero estos no salieron rectos sino que se desviaron un poco de su objetivo hacia arriba dejando una estela brillosa en su camino.
—¡Suiton, Mizuame Nabara! Gritó prácticamente al segundo de soltar las estrellas de metal.
Escupiendo una masa de agua intentando atinar en los enemigos con la intención de pegar sus pies al piso, por lo menos por un instante. AO1
• PV: 90
• CK: 120-18=102
Inventario
-Shuriken 2-2=0
-Kunai x2
-Hilo Shinobi
¤ Suiton: Mizuame Nabara ¤ Elemento Agua: Campo de Captura del Sirope Escarchado - Tipo: Apoyo - Rango: C - Requisitos: Suiton 20 - Gastos: 18 CK - Daños: - - Efectos adicionales: Atrapa los pies del enemigo durante 2 turnos - Sellos: Carnero → Tigre - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: El chorro se expande sobre el suelo con una extensión de 3'5 metros de ancho y 6 de largo
El usuario escupe una masa de agua muy densa y viscosa, imbuida con chakra Suiton, y la esparce en un amplio área sobre el suelo. Se trata de una corriente de agua pegajosa que puede utilizarse para formar una trampa adhesiva que inhibe el movimiento de una o varias personas. Si el enemigo conoce de antemano los efectos de la técnica, o la ha sufrido con anterioridad, resulta fácil de evadir simplemente canalizando el chakra a través de los pies para andar sobre el campo de agua sin tocarla realmente, aunque esto sólo es posible si consigue hacerlo a tiempo.
Geki ya había puesto la maquinaria en marcha en busca de un modo con el que permitir que Kumopansa avanzase sin problemas para poder acceder a la dichosa cueva. Había barajado varias opciones pero finalmente, y a tiempo antes de que aquella mujer se le acercase por completo, empezó a ejecutar su maniobra. Primero el cebo, lanzando aquellos shuriken que sobrevolaron, sin llegar a impactar con nada y haciendo silbar al aire a su paso.
Pero tanto el uno como la otra siguieron con la vista su trayectoria, asegurándose que no era una sucia treta del ninja. Pero lo era. sus manos ya se habían movido formulando una cadena de sellos manuales...
Acto seguido surgió un chorro de agua de su boca pero este no iba dirigido hacia uno de los dos en concreto. Era distinto...
— ¡Mierda, muevete, Shinosuke! — alertó la muchacha que ya se había movido.
Pero el hombre no tuvo la misma suerte y se vio apresado por aquel jutsu que impedía que pudiese utilizar sus extremidades inferiores y dejase de ser un obstaculo para el avance de Kumopansa.
— ¡Ese es mi Geki!
Acto seguido, la araña echó a correr, enfilando la roca y adentrándose en la gruta de roca.
— Tú, shinobi... Me has hinchado demasiado el coño ya. Acabaré contigo rápidamente...
Tras aquella amenaza, la mujer empezó a correr hacia Geki con el kunai en la mano haciendo un corte a la altura del pecho, para luego propinarle una patada en los machos.
···
Kumopansa no tardó en alcanzarme. Parecía inquieta y solo con la urgencia con la que se movía supe que algo no iba como debería.
— Tienes que salir ahí fuera, tío. Geki... el chaval está jodido, ¡Lo van a matar!
Mientras el animal escalaba por mi cuerpo para posarse en mi cabeza eché a correr hasta la salida de la cueva, donde me toparía con el bosque y esperaba que también con el Senju. Solo tenían que coger unas cuantas ramas y volver, no era tan difícil...
*Es rápida* Pensó el muchacho mientras terminaba de escupir lo último de la técnica y seguía con su vista a la adversaria. El plan había funcionado, en su mayoría, de seguro Kumponsa ya estaba en camino a la cueva. Intentó ubircarla con la mirada en un paneo rápido de ojos pero no pudo, en la noche eso resultaba difícil y con el peso de que ahora tenía que concentrarse en el combate con la mujer complicaba las cosas un poco más. Pero confiaba en la araña.
— Tú, shinobi... Me has hinchado demasiado el coño ya. Acabaré contigo rápidamente...
Geki clavó los ojos en la muchacha que se lanzó a correr hacia él. Tenía la respiración apresurada, siendo que la técnica le había costado poco chakra realizarla. Pero todavía tenía un As para ganar algo de tiempo.
Apretando fuerte los hilos que estaban atados a los shurikens anteriormente lanzados, Geki, jaló de los mismos y esta vez las estrellas dejaron atrás una estela brillosa que dibujó una parábola corta y re dirigió su vuelo hacia atrás, en dirección de la espalda de la mujer.
Pero esta fue más hábil, aunque el genin dio un salto atrás para salir del camino de los shurikens, no pudo evitar que le hicieran un corte con el kunai y luego recibió una patada que lo dejaría de rodillas en el suelo.
— Aggg — Se quejó mientras se tomaba la ingle, tosió ahogado, por el mismo dolor que intentaba escapar de su cuerpo pero no encontraba salida por la garganta.
Tenía el pecho caliente, asustado se inclinó, pasó su mano derecha por la zona, lo sentía aceitado pero el ardor lo obligó a quitarla. Volvió su mano delante de sí, sólo para comprobar que estaba bañada en sangre. Tenía un corte y su camiseta blanca comenzaba a ponerse de color carmesí. El calor en el pecho se transformó en todo ardor.
Maldición estaba herido, e intentó alejarse lo más que pudo de la mujer.
No seamos dramáticos, aquello tan solo era un kunai. Lo de Geki por muy aparatoso que pareciese tan solo era una herida muy superficial. Aquello no iba a matarle, pero el rodillazo en la huevera... eso ya era harina de otro costal. Decir que fue doloroso era quedarse bastante corto.
Sin embargo, la treta del Senju había resultado y la chica soltó un sonoro chillido de dolor. Un par de punzadas que, debido a la inercia casi se le clavaron hasta el hueso. Pero ahí estaba, delante del kusajin, de pie, con su objetivo de rodillas a su absoluta merced.
Para la fortuna de Geki, ya aparecí por la entrada de la cueva en aquel preciso momento, cuando aquella mujer se estaba disponiendo a seguir con su particular carnicería u orgía de sangre joven.
— ¡Geki! —maldecí mi jodida estampa nada más ver la escena. Estaba en apuros de los de verdad
— Mierda, me pidió que te avisase, Yota
— Está bien, está bien. Hiciste bien. Ahora, vamos
Dicho y hecho, salté de un simple brinco para descender a la mayor brevedad posible pero el ruido del aterrizaje alertó no solo a la mujer, sino también al hombre que giró el rostro para ver qué sucedía, el cual seguía preso por el mizuame nabara de Geki.
— Anda, mira,, ha llegado papaíto
— ¡Matalo de una puta vez, Naoki! —inquirió el tipo que parecía empezar a perder los nervios.
— Sí, sí, relájate, pedazo de inútil. Está todo controlado
El hombre resopló.
Y ella...
ella sujetó el kunai con todavía más fuerza, con la mano libre había apretado la cara del gennin que yacía a sus pies, dolorido, levantando su mirada y colocando el kunai a la altura de su gaznate.
— Dulces sueños
Aquellas fueron las últimas palabras. El siguiente paso era hacer un desplazamiento lateral con la mano que sujetaba el kunai para hacer una certera incisión en el cuello del muchacho para que se ahogase en su propia sangre.
Pero en su lugar, un ruido estridente como si de un millar de pájaros se tratase había perforado el pecho de la mujer en dirección a su corazón el cual dejó de trabajar y su cuerpo se convirtió en una fuente de sangre. Era como una especie de lanza de un azul eléctrico. Tan eléctrico como la propia técnica.
— ¡Chidori Eiso!
— ¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!
— Hostia puta, tío, me encanta cuando te pones en este plan
La cosa había ido en cuestión de segundos, pero afortunadamente, aquel día la vida de Geki no se iba a apagar, sino que en su lugar volvería a nacer.
El genin estaba atónito por la situación, ni siquiera se había percatado de la presencia de Yota que venía en su auxilio. Desorientado, tenía la vista perdida en el suelo, mientras que en su cabeza retumbaba un pitido suave. Las voces de aquellos dos que los habían atacado hace unos segundos se escuchaban en el fondo, pero no podía entender sus diálogos.
*¿Estoy muerto?* Intentó comprender la situación por unos segundos —Había perdido sangre y esto lo había mareado— Sintió un latido de su corazón, pero como si el órgano le ocupara todo el pecho, tanto que lo hizo respirar profundo. Y de repente, abrió los ojos de par en par mientras que la velocidad del tiempo pasaba de cero a mil en un segundo. Al fin había vuelto en sí.
Pero lamentablemente sólo despertó para sentir como aquella mano fría y áspera lo tomaba por la cara, su visión se fue enfocando hasta que pudo ver aquel rostro nitidamente, quizá el último que vería en su vida.
— Dulces sueños
El Senju cerró los ojos con fuerza, su respiración era tan violenta que le quemaba la garganta, pero no podía detenerla. Sus brazos no le respondían y prácticamente aquel kunai ya estaba en su garganta, podía sentirlo ahí aunque no lo viera, el frío del metal cerca de su piel, ese olor a sangre, a sangre y muerte.
— ¡Chidori Eiso!
El grito de Yota despertó al joven, iluminando su rostro y parte de la escena por la técnica eléctrica. Asombrado miraba como su rival era abatida y caía desplomada en el suelo.
Geki soltó un soplido fuerte, como si hubiera mantenido la respiración por un tiempo largo. Y tosió.
— Lo lo siento Yota.. Cre creo que la ce cena se demorará un poco — Luchaba contra su falta de aire para poder hilvanar las palabras.
Luego de esto intento reincorporarse — kjjj— pero el dolor de su herida no se lo permitió, dejándolo con una rodilla en el suelo y presionando su pecho con su mano derecha para intentar aliviarlo.
— Lo lo siento Yota.. Cre creo que la ce cena se demorará un poco —
Aquello fue todo lo que alcanzó a decir un desfavorecido Geki. Al parecer aquella herida — y posiblemente la patada en la huevera que ni Kumopansa ni yo mismo — habían dejado mella en el joven Senju. A decir verdad, le veía bastante en la mierda. Perro la herida era el corte que produce un kunai sin más. Es decir, nada de lo que preocuparse.
— ¿La cena? —dije el matón de gennins que seguía preso en el suiton que había lanzado Geki, pero que estaba a nada de ser liberado por el desgaste de la técnica— ¡Tú serás mi cena, gilipollas!
Una risa enfermiza inundó el lugar durante unos simple segundos mientras veía como el Senju intentaba levantarse.
— Oye, Geki —
Me acerqué hasta él y le tendí la mano para que se levantase de una buena vez. Kumopansa desde mi cabeza observaba mi retaguardia.
— ¿En serio vas a permitir que ese subnormal se ría de ti de esa forma?
Me costaba entender que el Senju no hiciese nada, en especial después de haberlo apresado y tenerle a un simple paso de noquearlo. Aquello era cosa de ellos dos, no mía. aunque no me iba a quedar de brazos cruzados si el tipo se liberaba de sus ataduras y trataba de hacer realidad sus amenazas.
19/04/2019, 00:17 (Última modificación: 19/04/2019, 00:19 por Geki. Editado 1 vez en total.)
—Tienes razón — Admitió el genin, que había bajado la cabeza, un poco apenado por no estar a la altura de lo sucedido —No podemos permitir que esta gente merodeé por los alrededores de nuestra aldea —
El genin levantó la mirada para encontrarse con la de su compañero. Pero algo ahora era diferente, esta no representaba al mismo genin dubitativo que había conocido Yota en el minuto cero, ahora demostraba mucha más seriedad y confianza.
Tomó con fuerza la mano que este le ofrecía e ignorando el dolor que le provocaban las heridas, jaló y con la ayuda se puso de pié. Era verdad, era momento de terminar aquello.
Ahora su mirada estaba dirigida al enemigo restante. Con fuerza frunció el ceño mientras, lentamente se acercaba caminando hacia él.
¿De verdad tenía que matarlo? ¿Esto era la vida de los ninjas? ¿Tenía él la capacidad de decidir quién vivía y quién no? Quizá no, pero era la única manera de que no se cobraran más vidas.
—¡Cómo ninja de Kusagakure debo velar por la seguridad de todos y tú eres un peligro para ella! — Le advirtió
Geki separó las piernas e hizo el sello del tigre. Dio un suspiro y al inspirar, sus cachetes se comenzaron a llenar de liquido como si fueran dos globos de agua.
—Suiton, Teppōdama — Sentenció
Mientras una una bola de un metro de diámetro salía disparada a toda velocidad desde su boca al objetivo.
El Senju entendió las cosas tras mi aviso. Había esperanza, no todo era orchata, aún quedaba algo de sangre en sus venas. Se le vio con una creciente decisión y parecía dispuesto a coger el toro por los cuernos. Ni siquiera las provocaciones de su rival le hizo caer en el error. Geki tenía un plan y lo llevaría a cabo. Hasta el final. Con todas sus consecuencias.
— Oye, tío, ¿qué diablos va sa hacer? ¿eh? Anda no hagas gilipolleces
Pero el gennin no escuchaba nada ni nadie. Se había plantado frente a su rival que estaba a punto de liberarse.
— Mierda, Yota, haz algo, joder. Sólo es un niño...
— Cuanto antes aprenda la dureza de la vida de un ninja, mucho mejor. Relájate y disfruta del espectaculo, Kumopansa
La primera muerte. La primera de las muchas vidas que uno quitaba para sobrevivir o para cumplir con el juramento de proteger su aldea. No era agradable dar muerte, obviamente. Pero cuanto antes entendiese aquellas cosas el joven Senju, mucho mejor.
La cadena de sellos estaba realizada.
— ¡PUDRETE EN EL INFIERNO MALDITO NINJA HIJO DE PERRAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
Si tan solo hubiese dudado unos instantes más. Si hubiese caído en las provocaciones del aquel malnacido. Entonces las cosas se hubiesen puesto feas. Pero Geki actuó con suma profesionalidad. Incluso me hizo sentir orgulloso del chaval. Tenía madera. Huelga decir que aquel balazo de agua le golpeó con la dureza con la que golpea un tsunami. El simple golpe a bocajarro le arrancó la miserable vida y dejo su cuerpo, tullido, sobre la hierba y bajo el regazo de los árboles.
Puse mi mano sobre el hombro del chico.
«Joder, un día necesito aprender la mierda esta de los suitones»
— Bien hecho, Geki. Ahora volvamos a la cueva porque... ¿cogisteis la madera?
Pero Geki no pudo responder. Se quedó pasmado, quieto sin mover ni un pelo, viendo aquel cuerpo sin vida sobre la hierba ¿Realmente había hecho eso? Al genin le invadía una sensación rara, su mente le jugaba una mala pasada y sus ojos le decían que aquel tipo seguía respirando, por un leve movimiento de su caja torácica.
Pero no era así, puso con fijes su mirada en aquel cadáver, su cara lo decía todo, le habían arrancado la vida de una forma violenta. Estaba seguro que había hecho lo correcto por defender a la villa, pero tenía un deseo extraño de que el tipo se levantara y caminara.
Giró la cabeza hacia Yota, sabía donde estaba parado usando de guía su mano apoyada.
Quiso hablarle, quiso decirle algo pero no le salían las palabras, estaba mudo.
Sólo pudo acentuar con la cabeza y dedicarle una media sonrisa falsa, que sus labios enseguida volvieron a una posición normal. Y de un giro de cabeza comenzó a caminar a lugar donde estaban apilando las madera en un principio con Kumopansa.
En su trayecto decidió dedicarle una mirada, quizá por última vez al cuerpo sin vida de aquella persona ¿Qué haría Yota con él, con ellos en realidad? Intento despejarse de una sacudida de cabeza.
Tomó algunas maderas, podía llevar más, pero quería salir lo antes posible de aquella escena y se dirigió rápido a escalar caminando la pared para sentarse un rato en la cueva.
La tormenta ya pasó, ahora era momento para que llegase la calma. Aquel suitonazo no solo había sido certero sino que sumamente eficaz y había dejado su imprenta en el cuerpo de aquel tipo. La araña se había quedado observando el cuerpo que estaba por desprender su último aliento en cualquier momento.
Geki no había alucinado, su caja torácica hacia su función para tratar de evitar que el alma de aquel malnacido no abandonase el mundo de los mortales para irse a los dominios del Yomi.
— Vuelve a la cueva, Geki. Supongo que tu antorcha se habrá apagado, así que encárgate de encender otra para hacer la hoguera. Yo me encargo de este tipo y vuelvo enseguida
Había puesto mi mano en su hombro. El tipo obedeció y había enfilado el camino de regreso al interior de aquella cueva. Yo me acerqué a Kumopansa por consecuencia al cuerpo de aquel tipo que emitió ronquidos, producto de su respiración superficial. Chasquee la lengua y tomé el kunai del mecanismo oculto de mi muñeca derecha, me agaché y se lo puse encima del cuello.
— Dulces sueños
El arma se desplazó por su gaznate irremediablemente, manchando de carmesí su hoja metalizada y de paso la hierba de la superficie. Luego miré al arácnido.
— Igual fue mala idea lo de inventarse la prueba esta... Anda, vuelve con Geki y asegurate que está bien, yo esconderé los cadáveres antes de que esto se llene de carroñeros
El animal, sin rechistar, hizo caso y yo empecé a cargar los cuerpos inertes de nuestros enemigos para alejarlos de aquel lugar. Luego vovlería a la cueva.
«Joder, se ha puesto la cosa más chunga de lo que esperaba»
La cueva estaba fría y en en calma. La llama de la antorcha tornaba a todas las cosas de un calor naranja suave, con un poco más de intensidad que la anterior, ya que Geki acababa de revivir la llama. Había entrado hace unos momentos, depositando las maderas cogidas en el lugar que Yota le señaló en un principio.
Sin prisas se sentó en una piedra cercana al fuego, sabía que Yota se tomaría su tiempo en volver. Se quitó el buzo y observó su herida, no parecía nada grave, pero lo mejor sería vendarla. Procedió a limpiarla con una tela húmeda, sacando los restos de sangre seca y con unas vendas hechas artesanalmente que portaba en su mochila se envolvió el tórax.
El ajuste de aquellas telas al rededor de su cuerpo le dolían, pero más por el roce con la herida que por la profundidad de esta. Los suspiros del genin lograban hacer un pequeño eco cuando las vendas lo hacían sufrir. El no era médico, simplemente tenía algunos conocimientos básicos de la escuela ninja y los estaba poniendo en práctica por primera vez.
Al terminar se puso su ropa lentamente, no pudo evitar hacer alguna mueca de dolor mientras lo hacía. Intentó observar hacia afuera de la cueva, pero la oscuridad no se lo permitió.
Volvió a fijar la vista en el fuego de la antorcha, esta era lisa y constante, a veces parecía bailar con alguna brisa que se colaba o en instantes chisporroteaba por alguna mala combustión de la misma llama. Era lo único que lo lograba distraer... un poco de lo que había sucedido hace unos momentos...
Me llevó mi tiempo, claro. No dejaban de ser dos cuerpos adultos y era tarde. No es como cuando cargas unos sacos de bambú a las 12 de la mañana por el paraje de bambú.
Pero finalmente lo logré. Me adentre un poco por el bosque y los dejé a la orilla del rio. Con suerte, si subía un poco el caudal, la propia agua se llevaría aquel saco de piel y huesos antes de que llegasen los carroñeros. Después regresé al interior de la cueva, cansado y con ganas de llevarme algo a la boca que poder comer. Había sido un día largo.
En el interior de aquella gruta natural, sin embargo, lo que me encontré fue una araña espachurrada en el suelo. No os mentiré, me estaba costando reconocerla. Aquel viaje que empezó entre risas al final nos iba a cambiar a todos. Pero sin duda el que se llevó la gran marca en ambos sentidos de la palabra fue Senju geki. Aquel gennin al que en cierto modo, le forcé a ir a aquella aventurilla había visto a la muerte de frente durante aquella noche. Descubrió el lado más amrgo de nuestro trabajo como ninjas.
Me acerqué y tomé mi mochila.
— Geki-san, esto forma parte de nuestras vidas, debes entenderlo. La muerte es nuestra compañera de viaje nos guste o no y vamos a tener que dar muerte si no queremos morir nosotros o la gente que nos importa —abrí la mochila y de ella tome una pequeña olla y unos sobres de esos de comida precocinada— Fuiste valiente allí fuera, y actuaste adecuadamente, deberías sentirte orgulloso
Coloque los troncos que había cogido Geki de tal manera que prendieran y pudiese colocar la olla para poder cocinar aquellos sobres, los cuales vertí en el interior del utensilio culinario.
Geki apretaba los dientes mientras escuchaba a Yota y temblaba, aunque no lo percibía del todo bien. Continuaba observando la antorcha mientras la bola de sentimientos que tenía acumulados dentro hacía hervor por salir.
"— Geki-san, esto forma parte de nuestras vidas, debes entenderlo. La muerte es nuestra compañera de viaje nos guste o no y vamos a tener que dar muerte si no queremos morir nosotros o la gente que nos importa— Fuiste valiente allí fuera, y actuaste adecuadamente, deberías sentirte orgulloso"
*Tss... ¿Orgulloso?* Se repetía mientras que esta vez bajó la mirada y observó sus manos, notó el temblor que estas tenían y las apretó en forma de puño. Pero el enfado no era con Yota o por todo lo que había pasado. El enojo era con uno mismo, por haber dado tan poco, de tener que haber quitado la vida de alguien por pura debilidad, por el precio de la necesidad. Bajó la cabeza
"— ¿Tienes hambre?"
—¿Orgulloso? Preguntó mientras sacudía la cabeza y la subía dirigiendo la mirada a Yota. Una risotada nerviosa se les escapó entre los dientes —¿ORGULLOSO DICES? — Le levantó la voz
Había perdido los estribos, todos los sentidos de orientación, ya no sabía en dónde estaba, pero aquel manojo de nervios se le había subido a la cabeza. Se paró de forma brusca mirando al otro genin, el corazón le latía a mil. Buscaba respuestas, quizá respuestas que no tenía.
— ¿ORGULLOSO DE ASESINAR GENTE? OH CLARO QUE LO ESTOY, ORGULLOSO DE SER UN ASESINO — Empezó a caminar hacia Yota fuera de sus cabales mientras gesticulaba con los brazos —¡CLARO! QUÉ GRAN IDEA, ASESINAR GENTE PARA SALVAR GENTE, SUENA MUY LÓGICO. NO HICIMOS MÁS DE LO QUE HACE CUALQUIER ANIMAL ARRINCONADO ¿NO TE PARECE?
Hasta que estuvo a tres pasos del moreno.
— Si los ninjas estamos para proteger a los demás — Dijo en un tono más sereno conteniendo las lágrimas de rabia, aunque le abrillantaban los ojos — ¿Por qué debEMOS QUITAR VIDAS? ¿EN NOMBRE DE QUIÉN? ¿DEL MORIKAGE? ¿DE UNA VILLA?
La respiración se le había acelerado, tanto que se podía escuchar fácilmente su inspiración. La noche lo había agotado y los gritos terminado con el poco oxigeno que tenía su cuerpo.
— ¡CONTÉSTAME! — increpó al otro mientras daba una patada en uno de los troncos que había quedado en el suelo. Este salió volando lejos de aquellos dos, mientras Geki aún mantenía la mirada clavada en Yota.
Sólo se pudo escuchar, a una distancia media corta, el rebote de la madera contra la piedra haciendo eco, en la oscura cueva.
De todas las posibles reacciones aquella era de las pocas que no iba a esperar, ¿qué puto cable se le había cruzado? ¿acaso me había perdido un golpe en la cabeza o qué? En cualquier caso, el tipo se montó en cólera, fuera de sus casillas y arremetía con toda la sinceridad posible, como si tuviese licencia para gritarme y cuestionarme todo. Y cada vez lo hacía con más vehemencia.
— Bueno, ¿sabéis qué? Yo aprovecharé y me echaré una buena siesta. Sí, eso creo. será lo mejor. Buena suerte, Senju Geki
La iba a necesitar, mis ojos se empezaron a contagiar de la mala leche que me estaba entrando, los músculos empezarona tensarse de puro nervio y estaba haciendo grandes esfuerzos para no golpearle con toda mi fuerza en los morros.
— Exactamente. orgullosos, eso es lo que he dicho
Fui seco y breve. Mi tono de voz así lo expresaba y luego un grito de rabia. Después... Bueno, después exploté. Me levanté del suelo con la rabia de un depredador y le propiné un gancho a la barbilla del Senju, arrinconandolo contra la pared de piedra y extrayendo el kunai de mi mecanismo oculto derecho, poniéndole su fila justo encima de la yugular, preparado para abrirle el gaznate en canal, si es que era necesario.
— ¿Asesinar? ¿Matar en nombre de Kenzou-sama? ¿De Kusagakure? No seas niñato. Se trata de no morir, de sobrevivir. Por alguna razón esos tipos la tomaron contigo y no era una cuestión de matar por nada ni por nadie, se trataba de sobrevivir. O ellos o tu. No mato por placer, mato por necesidad. —Aparté el kunai de su cuello y lo arrojé al suelo, cabreado— ¿Es que no os enseñando ya nada en la puta academia? Me cago en la puta hostia
— Esa es la puta lección del día. Si alguien te ataca y te reta a muerte y no hay otra vía de escape matarás para sobrevivir y seguir sirviendo a los que nos lo han dado todo, el Morikage y los habitantes de Kusagakure. Si no eres capaz siquiera de entender eso, no mereces esa bandana
Saqué aire de mis pulmones con rabia. Me costaba hacerme a la idea de cómo un simple gennin me había sacado de quicio con una de sus neuras. Pero lo había hecho, lo cual me ponía furioso.