Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Lyndis consiguió abrirse camino por el mundo sin mayor problema. Por suerte para ella, una bandana solía ser respetada en todas partes, con más ímpetu si la portaba una chica fuerte como ella. El primer trabajador de la estación al que le pidió subir gratis le explicó algo nervioso que no podía él hacer tal cosa, sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que apareció un encargado que le solucionó el tema. Le pidió, claro está, que la villa más tarde se encargase de pagar por ella. Algo rutinario para los ninjas en misiones.
Unas horas más tarde, la kunoichi estaría sentada en uno de los vagones del tren. Era uno de los más simples, con dos bancos, uno en cada pared y un par de ventanas en la pared que no daba al enorme pasillo. Estaba sola, mirando por la ventana.
— Hey.
O tal vez no tan sola. En el banco contrario volvía a estar aquel hombre, pelo blanquecino, ojos grises y tunica negra. Estaba con las piernas cruzadas, mirando a Lyndis. Las mangas de su túnica parecían tan vacías como la última vez, colgaban a sus lados al vaivén del tren en marcha.
La había seguido hasta allí. ¿Pero cómo? Estaba segura de haber corrido por varias calles para desviar la atención en diversos cruces, tenía angustia de todo el esfuerzo y cansancio, y había subido al tren casi de milagro. Y allí estaba, como si nunca se hubiera marchado de aquel vagón, sin haberse si quiera despeinado. Quería romperle ahí mismo los dientes, queria estrellarle la cara contra la mesa y luego contra la ventana, o tal vez al reves. Pero si lo hacía, solo Dios sabía que es lo que podría llegar a hacer en un tren lleno de civiles. Por ahora, solo le quedaba escuchar mientras apretaba los puños.
— ¿Qué coño quieres? ¿Quién cojones eres? — dijo con las manos cerradas, y todo el cuerpo en tensión por las ganas que le tenía.
Siempre pensaba que huir de un combate era de cobardes y débiles, que debía afrontar los problemas que se le pusieran delante pero... Pero solo, y tan solo tal vez, por huir de un problema puntual podría vivir un día más para volverse más fuerte, y posteriormente, enfrentarlo. Si, eso era lo que debía de pensar, eso es lo que le daría fuerzas.
Se quedó sorprendido. Esperaba que en cuanto apareciese Lyndis se le lanzase al cuello como un mapache a un cubo de basura, pero no, ahí estaba, quieta, conteniendose. No le quitó el ojo de encima por si se lo pensaba mejor cuando escuchase lo que tenía que decir.
— La verdad es que matarte sería ideal. Pero normalmente uso las armas que llevan mis victimas y mirate, desnuda armamentisticamente hablando. Podría haber traido un cuchillo o un tenedor del vagón comedor, pero... — hizo un gesto con los hombros, provocando que sus mangas se moviesen, evidenciando que no había nada dentro de estas. — En fin, demasiado complicado. Si te hubieses quedado quietecita en los baños todo estaría bien. Nadie habría tenido que morir... aparte de ti, claro.
Soltó todo el aire que tenía en los pulmones en un largo suspiro. Su mirada vagó por todo el cuerpo de la kunoichi, no, seguía sin llevar armas.
— Bueno, tenía que decirte algo. — volvió a mirarla a los ojos — Y... no me acuerdo. Lo de que las civiles están muertas era para la jefa, ¿qué tenía que decirte a ti? — se cuestionó a sí mismo.
Para Lyndis sería imposible saber si decía la verdad o solo estaba jugando con ella con aquella actuación, porque es lo que era aquello, pura actuación. Solo estaba ahí para molestar a la chica y ver si la podía engañar o sacarle algo de información. Con suerte, ambas.
Y ahora encima por haber huido, había matado a aquellas civiles. Puede que la culpa fuera de Sasu, quien se dejaría engañar por aquel hombre, pero gran parte de la culpa y la responsabilidad caía tambien sobre Lyndis, ya que sobre los ninjas es en quienes cae la responsabilidad de lidiar con gente peligrosa como aquel hombre. Peor había huido, cuando un par de personas indefensas necesitaban su ayuda. La más pequeña ni siquiera seguro que tenía idea de lo que estaba pasando. La sangre le hirvió hasta el extremo, y el raciocinio abandonó su cuerpo. Después de aquello, debería más de una explicación.
Un aura rojiza envolvió a la joven, y acto seguido se abalanzó para darle un puñetazo buscando ir directamente contra la cara. Estaba demasiado tranquilo, y por como hablaba seguro que lo tenía todo planeado y no esperaría recibir ningún daño. Pero alguien del personal también lo vería, y eso haría que sus problemas fueran menores.
— ¡TE VOY A MATAR, HIJO DE PUTA! — Gritó antes de golpearle.
Bandana ninja de Kusagakure (Brazo derecho, protege de 7 PV)
Portaobjetos básico (0/10) (Lateral derecho)
¤ Ikari no kanri: Saisho no katachi
¤ Control de Ira: Primera forma
- Tipo: Apoyo
- Rango: A
- Requisitos:Ikari 25
- Gastos: 11CK (divide regeneración de chakra)
- Daños:
- Efectos adicionales: + 10 a Resistencia y Voluntad
- Carga: 1
- Velocidad: Instantánea
- Alcance y dimensiones:
La prueba inapelable de su sangre especial. Lyndis entra en un estado de frenesí en el que la guerra y la lucha, es lo único que conoce. Su musculatura y altura se desarrolla ligeramente, y un aura de color carmesí rodea al usuario dejando una breve estela allá por donde pasa. Sus iris y pupilas también parecen menguar en tamaño. La mente del usuario queda algo nublada por el instinto de combate y añadido a un descontrol en el chakra, hace imposible el uso de casi cualquier técnica.
"Algunos ninjas pelean con intrincadas técnicas y estrategias superiores. Otros solo se cabrean, mucho."
¤ Shinobi Kumite - Requisitos:Taijutsu 10
En todas las academias ninja enseñan el arte de la lucha ninja, o Shinobi Kumite. Esta práctica otorga la posibilidad de ejecutar los movimientos básicos de taijutsu (puñetazos, patadas, rodillazos, codazos, cabezazos y llaves).
· Golpes básicos de taijutsu: 12 PV + (Fuerza/10)
· Otros: 6 PV + (Fuerza/10)
· Bloquear: Reduce el 50% del daño a recibir, antes de aplicar la reducción de Resistencia.
(Destreza 100) Ahora Bloquear reduce el 75% de los golpes básicos.
- Daños: +10 PV al daño por taijutsu básico - Efectos adicionales: - - Carga: 2 (+1 por cada multiplicación) - Velocidad: - - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo, el golpe causa daños en 3 metros a la redonda
La fuerza inhumana de los Onis es capaz de ser transmitida con esta simple técnica. El usuario se vale de su sangre maldita para cargar una de sus extremidades con suficiente chakra para liberarlo en el momento del impacto. Una mayor cantidad de chakra desembocará en una mayor capacidad destructiva.
Al potenciar alguna parte del cuerpo, esta emite una pequeña aura rojiza que puede servir de advertencia para enemigos suficientemente perspicaces, pero esta no se liberara hasta que llegue a golpear algo. Movimientos como llaves solo lo activaran si estos participan activamente: Una llave con las piernas no provocaría el daño si está activa en los brazos aunque se usen como apoyo para ejecutarla.
"Todo el mundo tiene un plan, hasta que le partes los dientes"
Lyndis no era una chica especialmente sigilosa ni sutil. Empezó a soltar un aura rojiza antes de cargar chakra en su puño y lanzarse a por su puta cabeza al grito de:
— ¡TE VOY A MATAR, HIJO DE PUTA! —
Justo cuando estuviese a escasa distancia de él, se volvería a paralizar como cuando se pelearon la última vez. Aunque ni siquiera podía considerar pelear con él, solo la paralizaba para seguir con su discurso.
— Tienes razón, hablar contigo es una estupidez, ya le preguntaré a Sagiso Ranko. Ah, por si te molestas en ir contando lo que ha pasado por ahí. Ha habido un incendio en el lugar, un accidente, pasa a menudo. ¿Te puedes creer que hay gente que enciende velas por la noche y se olvida de apagarlas? Qué cabeza la suya.
A los pies de ambos, Lyndis podría ver sus sombras, perfectamente interconectadas en una sola.
Paralizada en el acto, temblaría mientras intentaba liberarse haciendo uso de todas sus fuerzas. Ni siquiera su golpe pudo llegar a conectar, por lo que la rabia contenida en su puñetazo la hacía temblar más. Por si no fuera poco, encima las amenazas no terminaron ahí, llegando a mencionar a una querida conocida. Al escuchar el nombre de Ranko, las pupilas de Lyndis parecieron haber casi desaparecido, por lo que la expresión "ciega de furia" parecía irle como anillo al dedo.
— ¿Que tiene que ver ella en esto? — los dientes de la peligrisacea se mostraban afilados y agudos, igual de amenazantes que su mirada. Estaba completamente fuera de sí. — Como le pongas un dedo encima, no vivirás para contarlo. Te romperé todos los huesos y te mataré; y luego bajaré a cualquier puto infierno para volver a matarte
Todo el cuerpo de la chica estaba en completa tensión, por lo que si aquellas sombras dejaban de hacer fuerza sobre ella, se abalanzaría a la mínima oportunidad sobre él.
— ¿Que tiene que ver ella en esto?Como le pongas un dedo encima, no vivirás para contarlo. Te romperé todos los huesos y te mataré; y luego bajaré a cualquier puto infierno para volver a matarte
El hombre suspiró.
— No se puede hablar contigo, de verdad. Creo que solo tenía que decirte eso, así que no te preocupes. Ellas han ardido, dile a Ranko que siempre lleve armas encima, que matar a alguien sin armas me cuesta y ya. Ah, sí, me llaman Kage, buenas tardes.
Lyndis recuperaría la movilidad al mismo tiempo que Kage se fundía con la sombra a sus espaldas. Tras aquello, la kunoichi tendría una sobria vuelta a casa si eso es lo que quería. Si quería seguir el rastro del hombre, pronto se daría cuenta de que no había dejado rastro alguno. El rango de ese desvanecimiento sombrío era algo que sería incapaz de saber. Podía estar en el siguiente vagón o en la otra punta del país.
Y de la misma forma que había aparecido, se marchó. No dejo nada que pudiera ser parecido o similar a un rastro. Tal vez un ninja experto en el rastreo y persecución le resultara de lo más sencillo ¿pero quien era el idiota que se especializaba en algo así? Los ANBU tenían capacidades así, pero dedicarte explicitamente a eso sonaba a una gilipollez. ¿Como te defenderías?
¿Y como miraría ahora Lyndis a aquellos que confiaban en ella? Por su culpa una simple familia había muerto sin poder ella haber hecho absolutamente nada más allá de correr por su propia vida. Escapó para vivir un día más simplemente. Debía de volverse más fuerte, debía de entrenar mucho más duro, o esas muertes no podrían ser vengadas siquiera. Si tenía que volver a huir para hacerse más fuerte debía de hacerlo, pero la simple idea le ardía por dentro. Ese puto bastardo pagaría por lo que había hecho, y si le tocaba un solo pelo a su conejita, jamás volvería a ver la luz del sol y comprobaría de primera mano, la fuerza y la furia de un auténtico demonio.
Debía de informar nada más llegará a la aldea. Debía. Pero primero debía comprobar que Ranko no corría peligro. Correría por las calles de la aldea, directa a la mansión Sagiso. Pero con verla entrar en su casa, sería mas que suficiente para que una Lyndis sin aliento y sin fuerzas, estuviera más que satisfecha para volver a casa. Debía entrenar, debía volverse más fuerte. A un Dios no se le amenazaba sin recibir un castigo divino.