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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
201.

Qué número más jodidamente feo. Habíamos estrenado el año nuevo y con él una notificación de la mismísima Uzukage. Aunque sorprendidos, pensamos que aquello debía ser el pistoletazo de salida de un año de buenos augurios. Era el primer año que ocurría algo así. Tanto mi madre, Naomi, como yo mismo nos sentamos en las sillas de madera que quedaban alrededor de la mesa también de madera, frente al cerezo del jardín, el cual en aquella época del año estaba más florecido que nunca. Joder, estaba hermoso que te cagas, para ser honestos.

Entonces abrió la notificación con rapidez.

Ambos estábamos razonablemente expectantes. Como el niño que se pone a abrir regalos el día de su cumpleaños. Demasiada curiosidad junta. ¿Qué diantres querría Shiona-sama?


-Ostia.. digo, ostras- masculló la pelirroja mientras me extendía aquel papel -Nos vamos de viaje Yotita-

Y me deleitó con una amplia sonrisa, dejando entrever sus incisivos.

-¿Un torneo? ¡No estoy preparado! Joder..-

En el fondo estaba contento. Aquello era signo inequívoco de que al menos, un remota consideración había en mí. Aunque fuese falsa.

-Vamos, ¿Crees que te hubiesen elegido si no estuvieras listo?- removió mis cabellos mientras colocaba su mano encima de mi cabeza y seguía mostrando aquella sonrisa -Vas a ir, ya lo creo que lo harás. Tómatelo como una prueba de la Kuromibojin-sama. Así veremos donde estamos y hacía donde vamos. Avisaré a Setsuna para que nos acompañe. Partiremos esta misma semana, así podrás entrenar antes del inicio allí mismo-

Me encogí de hombros.

-Supongo que no me puedo negar. Iré a hacer mi equipaje-

*Pero sería lo más sensato, sin duda* pensé mientras me levantaba y entré en la casa dispuesto a dirigirme a mi habitación *Bueno, no seamos negativos. Quizás las demás aldeas están a un nivel similar, en dicho caso podría dar una buena impresión. Y sino será una oportunidad para conocer el País del Fuego*

Un País al que, por cierto, nunca antes había estado. Y aunque el torneo ese era importante, por que lo era, me atraía más la idea de conocer aquel lugar. Por ahí yacían los restos de Konoha, antaño gran potencia militar, creadora de shinobis poderosos. En ocasiones imaginaba lo que serían aquellas aldeas que hace tantos años dominaron el planeta, hasta que los bijuus protagonizaron su perdición, momento en el que las actuales potencias tuvieron que actuar para preservar el planeta. Quién sabe si algún día cometeríamos un error similar. La búsqueda del poder era caprichosa.

···

Después de 4 largos días de viaje, atravesando las planicies del País del Espiral, los bosques del País del fuego, siguiendo sus ríos, nos encontramos ante la localización de la notificación de la Uzukage. En la puerta, un par de samuráis nos aguardaban, vestidos con un delicado kimono marrón con detalles nevados, los cuales nos detuvieron. Naomi y Setsuna tomaron la delantera, dejándome detrás, como si no pudiera apañármelas con una simple burocracia como aquella.


-Buenos días viajeros, preséntense si quieren acceder a nuestras tierras-

Mamá dio un paso al frente.

-Venimos de Uzushiogakure no sato, mi hijo participará en el torneo que se celebrará aquí en unos días-

-En ese caso muéstreme la carta de invitación-

-Aquí tiene- dije, extendiendo la notificación de Shiona-sama. Encima de mi vista podría localizar la bandana carmesí del remolino, mamá la llevaba como cinturón sujetando su kimono turquesa mientras que Setsuna-sensei la llevaba en el cuello.

El samurái la tomó y la examinó de arriba a abajo hasta que me la devolvió.


-Disfruten de su estancia- el samurái se puso a mi altura sin mostrar un ápice de emociones -suerte en el torneo muchacho-

Ni siquiera su tono de voz había cambiado.

-Gracias, señor samurái-

Mostré una tenue sonrisa ante los buenos deseos del samurái y acto seguido entramos en la pequeña aldea. Atrás quedaban los riscos, los ríos, los densos bosques, dueños de la oscuridad, las planicies de la Espiral y por supuesto nuestra amada Uzushiogakure.

-Qué tipos más raros estos samuráis... repliqué ante la pasividad del tipo con el que acabábamos de interactuar.

-Son samuráis, Yota-kun, los adiestran así- dijo entre risitas Setsuna.

Ante nosotros se alzaba aquella pequeña aldea, fiel a sus tradiciones y a la de los samuráis que allí se entrenaban, rodeados de sus montañas y de casas simples de madera pero nos sorprendió una que destacaba por un exquisito cartel en el que se leía "Hotel El Pony Dorado". Apenas había rastro de madera a simple vista, resaltaba por el tono grisáceo, lo cual ya decía mucho de aquel lugar. Las paredes eran de piedra, pero algo nos atrajo hasta él. Parecía un buen lugar donde hospedarse mientras estuviésemos allí.


-Parece un buen lugar, ¿No creéis?-

-¡Ya lo creo, Setsuna-san! Entremos a ver qué tal es-

Y así fue, entramos y nos vimos ensimismados ante lo que vieron nuestros ojos. No esperamos ver algo tan sumamente cuidado, hasta el más mínimo detalle. era simple, pero cumplía las expectativas de todo buen uzugakureño que precie. Nos miramos los 3 a la vez y asentimos, cada uno esbozando una tímida sonrisa, menos mamá que la tenía de oreja a oreja.

En el mostrador aguardaba una mujer castaña de ojos saltones, cruzada de brazos.


-Oiga, ¿Tiene disponibles un par de habitaciones? Una individual para mí y una doble para mi sensei y mi madre-

Debí adelantarme, de lo contrario me haría compartir habitación con Setsuna o peor aún, con mi madre. Nada de eso. La quería para mi solo, un poco de intimidad.

-Este Yotita... maldijo por lo bajo Naomi.

-Déjeme comprobar... Veamos, veamos... Si, aún me quedan algunas habitaciones libres. Habitaciones 8 y 9. Disfruten de su estancia-

Nos tendió las dos llaves y nos indicó las escaleras que llevaban a la planta superior.

Tomé sendas llaves y le ofrecí una de ellas a mamá. Subimos las escaleras y nos dirigimos a las habitaciones para instalarnos, después daría una vuelta por las calles de aquella aldea.
[Imagen: K1lxG4r.png]

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Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa
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