10/11/2017, 17:54
(Última modificación: 10/11/2017, 18:12 por Uchiha Datsue.)
29 de Viento Gris del 217
Uno.
Hacía viento. Un viento de tormenta, que revolvía sus cabellos y azotaba sus ropas como si quisiese arrebatárselas. Llovía. Un auténtico aguacero que empapaba su piel, sus labios, todo su cuerpo. Hacía frío. Un frío invernal, que le ponía la piel de gallina y se colaba hasta sus huesos.
Dos.
Todo ello le evocaba a Noemi. A sus continuas caricias. A sus infinitos besos. A su calor… que también le ponía la piel de gallina, solo que por otro motivo. Por dos noches, había sido feliz. Por un instante, había creído que podía con todo. Incluso con él. A la segunda noche, sin embargó, se despertó, como siempre sucedía con los sueños.
Tres.
Recordó qué le había despertado de aquel sueño. Había sido una simple pregunta, formulada por Noemi, en tono asustado pero esperanzado. El rostro de él, sin embargo, solo reflejó terror. Ella pasó a la incomprensión, y en los labios de él asomó la duda. Una duda que la hundió todavía más en la pena, terminando por contagiarle. Ambos la tuvieron, pero no la compartieron. Estaban pegados, y a la vez lejos… Muy lejos.
Cuatro.
¿Por qué precipitarse?, se había dicho él. ¿Por qué adentrarse tan pronto en terrenos tan pantanosos? ¿Por qué no dejar que el tiempo decidiese por ellos? Apenas se conocían de tres días, como quien decía. Y de esos tres, el primero se lo habían pasado en una misión sin apenas dirigirse la palabra. El segundo, ella se lo había pasado ebria. El tercero… apenas fueron unos minutos, dedicados a un intercambio de insultos y gritos. El cuarto… oh, el cuarto fue el bueno. Y la noche que siguió a esta. Pero seguían siendo solo dos noches.
Mientras él pensaba, ella lloraba. Demasiado pronto, pensaba él. Demasiado tarde, pensaba ella, cuando los labios del Uchiha al fin se abrieron.
Cinco.
Datsue arrugó el papel que tenía en la mano, haciendo una bolita con él, y lo tiró al suelo. La lluvia pronto se encargó de diluir la tinta que había en él, borrando sus palabras, desvaneciendo el poema que había compuesto para la Sakamoto. Un poema que moriría a las puertas de la mansión, sin nunca penetrar su fortaleza.
Seis.
Seguía empapado, pero ya no sentía el frío. Subía por las escaleras, que parecían moverse bajo sus pies. Sacaba las llaves, trataba de encajarla en la cerradura. Pero aquella cerradura no paraba de oscilar de un lado a otro, como un barco en medio de la tormenta… No, no era eso. Simplemente, la llave no estaba hecha para aquella cerradura. No encajaba. Entonces se dio cuenta: aquella no era su casa, sino la de Akame. Levantó la mano para golpear la puerta con los nudillos. Tenía que pedir consejo a su hermano. Él sabría lo que hacer. Él le entendería…
Siete.
¿Lo haría? ¿De verdad le comprendería? O, en su lugar, ¿le acusaría? Acusarle de haber utilizado a la novia de Haskoz para su propia diversión. Haskoz… Les llamaban los Hermanos del Desierto, pero Datsue creía, muy en el fondo, que él jamás lograría ser el hermano que Haskoz una vez fue para él.
Ocho.
Bajó la mano y dio media vuelta.
Nueve.
Diez.
Once.
Diez.
Once.
Al undécimo trago, ya no rascaba. Bajaba por su garganta como si fuese agua bendita. Se sentía incluso mejor. Ágil y ligero como una mosca. Valiente y atrevido como un león. Inteligente y astuto como un viejo zorro. Sabía lo que hacer. Lo primero, era seguir bebiendo. Como estaba ya en su casa, no se molestó en esconder la botella de sake bajo su abrigo. Primero porque ya no había nadie que pudiese verle, y segundo porque el abrigo lo había dejado en el perchero nada más entrar.
Doce.
Lo mejor era seguir con su plan. Arrebatarle a Aiko el secreto de su inmortalidad. Utilizarlo en él… y en Noemi para recuperar sus extremidades. Así lograría su perdón. La recuperaría…
Trece.
¿La recuperaría para qué? ¿Realmente quería ser su pareja? La exkunoichi había sido clara, él ambiguo. No quería una relación seria. No estaba preparado para ella. No lo estaba…
Catorce.
Hacía tiempo, en el Valle de los Dojos, Koko le había contado que Akame y Haskoz se habían pillado una borrachera en la Academia. Ahora él recogía el testigo… solo. No junto a su hermano, como ellos habían hecho. Solo. Esbozó una sonrisa amarga y dio el último trago, vaciando la botella de sake.
Entonces, mientras sus ojos se iban cerrando poco a poco, tirado en el sofá, se dio cuenta de su equivocación. No, no estaba solo. Siempre estaría con él. No importaba a dónde fuese, o qué muy lejos se encontrase, él siempre le acompañaría, como su ángel de la guarda…
«JIAAAAA, JIA, JIA, JIA»
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado