Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
16/07/2016, 01:59 (Última modificación: 17/07/2016, 20:33 por Uchiha Datsue.)
Año 201, principios de Invierno.
—Así que ha vuelto, ¿eh?
Una ráfaga de viento sacudió sus ropas y acarició las ramas de los árboles que había a su espalda, provocando desasosegantes crujidos en una noche sin luna.
—Algo así… —dijo ella, con sus ojos azules perdidos en la bóveda celeste—. ¿Recuerdas qué te dije? —preguntó, con voz de terciopelo—. El primer día que aparecí en tu casa.
¿Cuánto había pasado desde eso? ¿Seis, siete meses? Aun así, Datsue lo recordaba perfectamente.
—Claro. Dijiste… ¿Como Haskoz? Estás muy confundido, pequeño Uchiha —Datsue imitaba su voz, aunque de una forma exageradamente sabionda y femenina—. Tu padre es un shinobi del montón. No ha abierto un libro en siglos, la mayoría de Ninjutsus que conoce es gracias al Sharingan y se graduó como Gennin a una edad en la que la mayoría lo hace de Jounnin. Si no fuese por mí, ni Fuuinjutsu sabría. No, Datsue-kun —se llevó una mano al pecho y compuso una cara de extrema determinación, modulando su voz para que sonase más ronca—. Te convertiré en alguien mejor que él. Mucho mejor.
Ella soltó una risotada, eclipsando con su voz el suave murmullo de un río que se oía a lo lejos.
—¿Dije mucho mejor? —Había alzado sus cejas, finas y claras—. Bueno, quizá me aventuré demasiado.
Datsue se carcajeó.
—No contaste con mi tenacidad…
—… para escaquearte siempre que podías.
—Ni mi astucia…
—… para inventarte excusas.
Ambos rieron.
—¿Recuerdas qué te dije yo? ¿Recuerdas qué te pregunté, justo después?
Ella hinchó los carrillos y dejó escapar un prolongado suspiro.
—Lo recuerdo… Y espero que algún día sea tu propio padre quien te dé la respuesta.
—Ya… —Pues por lo poco que conocía a su padre, haría bien en esperar sentado y armarse de paciencia. De mucha paciencia—. Oh, antes de que se me olvide… —Revolvió entre los bolsillos de la yukata—. Toma.
Era un pergamino de color verde. En uno de sus lados, con tinta gruesa y roja, rezaba: Para una Uzureña perdida.
—¿Otro poema de esos? —preguntó, y la última palabra sonó como el filo de una katana al desenvainar.
—No, no, tranquila —se rascó la nuca, que de pronto le picó al recordar lo que había pasado cuando le había recitado aquel otro poema—. Nada de meterme con Uzu, ni con su olor, te lo prometo… —Ella hizo ademán de abrirlo—. ¡Pero léelo más tarde! —se apresuró a añadir—. Por si las moscas.
—Como guste, mi joven lírico —hizo una reverencia cómica, rozando el suelo de tanto que se inclinó con la punta de sus cabellos rubios, que cayeron en forma de cascada frente a su rostro. Luego sonrió, divertida, aunque Datsue captó un atisbo de tristeza en su mirada—. Ojalá pudieses dedicarte a la escritura. Ojalá…
Datsue hizo un ademán con la mano, como quitándole importancia.
—Tranquila, estoy acostumbrado. La historia de mi vida es un cúmulo de ojalás. Que si ojalá fuese rico; que si ojalá no me hubiese hecho shinobi; que si ojalá fuese menos guapo para que dejaran de perseguirme las chicas… —Rieron—. Pero al parecer los Dioses se limpian el culo con mis deseos.
—¡Esa boca! —le regañó, propinándole una pequeña colleja. Casi podía considerarse una colleja cariñosa, teniendo en cuenta lo bruta que solía ser—. Hablando de chicas… ¿Qué tal con esa de la que tanto…?
—¡No es momento para hablar de eso! —protestó, algo ruborizado.
Ella suspiró de nuevo, aunque esta vez no era de resignación.
—Está bien. Dame un abrazo, anda —Mujer y niño se fundieron en un prolongado abrazo. Ella besándole en la cabeza; él enterrando el rostro en su hombro. Tras un rato, ella preguntó:—. Oye… No estarás llorando, ¿verdad?
Él se rio. ¿Uchiha Datsue llorar?
—¿Yo? —preguntó, irónico—. ¡Ja! ¡Más quisieras! —lloraba como una plañidera con propina en un funeral—. Solo sudo por los ojos. Es algo básico para todo Uchiha. Limpia los ojos y evita que el Sharingan pille infecciones.
Ella se echó para atrás y le limpió las lágrimas con la punta del pulgar. Sus ojos, cristalinos, no derramaban lágrimas, pero estaban empañados.
—Cuídate mucho, ¿vale? —Se le quebró la voz con la última palabra. Datsue solo pudo asentir—. Y cuida de…
—Lo haré. —Por un instante, su mirada reflejó la determinación de un curtido shinobi. Por un momento, hasta pareció que era más que un simple niño malcriado y sin fuerza de voluntad—. Sabes que lo haré.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
—¡Así que de parranda, ¿eh?! —El viejo Koichi seguía como siempre. Con su mismo bigote fino, que se rizaba en las puntas; con su misma barriga de cervecero, que sobresalía como la de una mujer embarazada; con la misma psoriasis en el cuello y los antebrazos, que desaparecían allí donde empezaba la camisa; con la misma manía de gritar, aunque su interlocutor se encontrase a medio metro; y, especialmente, con los mismos ojos avaros. A Datsue siempre le habían gustado aquellos ojos. No eran indescifrables, ni enigmáticos, sino todo lo contrario. Siempre sabías qué podías esperar de él y qué no, y por ello, prefería a cien hombres como él que a mil con honor. El problema de la gente honorable era que Datsue no sabía en qué momento dejarían de serlo. ¿Quizá cuando dejase de convenirle? ¿O cuando serlo dejaba de ser la opción fácil para convertirse en la jodida? Era un límite demasiado ambiguo como para poder saberlo de antemano. En cambio, en alguien como Koichi, el límite estaba muy definido: el precio—. ¿Encontraste al mirlo blanco?
Datsue alzó una ceja de forma exagerada.
—¿Quién? ¿A Reiji? —exhaló un suspiro explosivo—. Ni rastro. Es como si se lo hubiese tragado la tierra. Hace meses que me di por vencido.
—¡Joder! ¡Pues menuda suerte la tuya! —Colocó un vaso de madera sobre la barra con tanto ímpetu que creyó que lo iba a romper—. Aunque al menos te sirvió para pagar la deuda con Okura… ¿Y esa misteriosa invitada tuya? —preguntó, cambiando súbitamente de tema—. Me han chivado que ya se ha ido.
—Algo así —optó por responder, mientras tomaba asiento junto a la barra. A excepción de él y Koichi, la taberna estaba vacía.
—Y deja una cachorra a tu cargo, ¿eh? Me pregunto cuánto te habrá pagado por semejante carga.
Datsue chasqueó la lengua.
—Es mi hermana, mendrugo. La niña es de mis padres, no de ella.
—¡Por supuesto, por supuesto! ¡De tus padres! ¡Claro que sí! —No hacía falta conocerle demasiado para saber que estaba siendo sarcástico—. Pero vamos, ¡pasemos a lo importante! Cuánto hace que nos conocemos, ¿eh? ¿Desde que tenías seis años? Ya desde ese momento supe que sólo me buscarías cuando necesitases algo de mí, ¡como una puta barata!
El Uchiha no tenía forma de rebatir aquello. Era cierto.
—¿Acaso alguna vez no te benefició a ti también?
Koichi soltó una estruendosa carcajada. Luego, llenó el vaso de madera que le había servido con un zumo oscuro y espeso, de olor dulzón.
—Pues eso, Datsue, pues eso. ¿O acaso no me beneficio también de las putas baratas? Aunque de un modo muy distinto, claro. Tú ya me entiendes... —Datsue resopló y asintió, para luego echar un trago—. ¡Pero qué vas a entender! —Recibió tal colleja que escupió parte del contenido en un chorro a presión—. Si no tienes edad, ¡bandido! —rio de nuevo, ante un Datsue que no paraba de toser, atragantado—. Vamos, suéltalo de una vez. ¿A qué debo el honor de que el famoso Jinchuuriki de Taki pise con sus lujosas botas mi humilde pocilga?
Datsue tosió un par de veces más, carraspeó, se aclaró la garganta y finalmente fue capaz de decir:
—Proyecto cancelado de Jinchuuriki, querrás decir.
—Sí, sí. Eso. Por culpa del Sabelotodo de los Seis Caminos y esa sarta de sandeces. Te libró de una buena, ¿eh?
Datsue alzó las cejas y se mordió el labio inferior, dejando pasar un suspiro explosivo entre los dientes.
—Ya lo creo que sí, compañero, ya lo creo que sí. Aunque más bien fue gracias a una chica de Ame. Estoy en deuda con ella.
Koichi pegó tal manotazo en la barra que el vaso amenazó con caerse y hubiese sobresaltado al propio Datsue de haberle pillado por sorpresa. El caso era que le conocía demasiado bien para sorprenderse por aquello.
—¡Por las cejas de Yubiwa! —rugió—. ¿Existe alguien en Oonindo con quién no estés endeudado?
Datsue soltó una carcajada seca.
—Dejémoslo estar, Koichi. He venido a hablarte sobre una idea...
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Koichi daba golpecillos contra la barra con sus nudillos, como siempre que algo no le convencía.
—Déjame pensarlo, Datsue. Estamos hablando de invertir mucha pasta. Tendría que mover muchos hilos y… No sé, no sé. Déjame unas semanas para que repose la idea —Datsue suspiró, algo decepcionado. Desde luego, no era lo que esperaba oír—. Y ya que estamos de negocios… Ciertos clientes siguen dándome la lata con aquellos asuntos que te había comentado hace tiempo. ¿Recuerdas?
Datsue no quería recordarlo.
—Ya sabes, hay ciertos… negocios. Negocios delicados, por decirlo de alguna manera, que no le vendrían mal ciertos avisos… para evitar posibles irregularidades. Tú ya me entiendes, nada grave. Pero si avisases de las posibles misiones que se encargarán a Takigakure relacionadas sobre dichos negocios… Si avisases con la suficiente antelación para que, digamos, tuviesen tiempo para poner tal o cual chiringuito en orden… Bueno, tienes que saber que la oferta ha subido, Datsue. Ha subido a…
—Oye, tío —le interrumpió bruscamente—. Tengo la jodida placa de Takigakure cerca de los huevos, ¿comprendes? Puede que no me la veas, pero la tengo. No me vengas más con esas chorradas, ¿entendido?
Datsue no quería ni oír la oferta. No quería oírla porque se conocía. Porque sabía que, de oír una cifra desorbitada, la tentación sería demasiado grande para él. Incluso a pesar de las palabras del Sabio de los Seis Caminos. Incluso a pesar de la advertencia de que no se metiese en problemas.
El viejo le enseñó las palmas de las manos, como pidiendo tregua.
—Como quieras, como quieras. Yo sólo te proponía algo que podría interesarte... Pensaba que eso del honor no iba contigo.
—No se trata de eso —le rebatió. Y era cierto.
El bueno de Koichi le dio un tremendo golpetazo en forma de palmada en el hombro y soltó una estruendosa carcajada, como si con eso ambos hubiesen olvidado ya lo que segundos antes había tratado de proponerle. Para que una relación como la de Datsue y Koichi funcionase, aquella fragilidad en la memoria era clave. En ambas partes.
—Otra cosa. Aquel tema que me habías comentado cuando volviste de Shinogi-to, ¿recuerdas? Cuando volviste con el rabo entre las piernas después de jactarte durante meses del Gran Golpe que ibas a dar —Datsue hizo un ademán para que continuase de una vez, impaciente—. Lo tengo ya amañado. Te espera en Isidra, en primavera.
Datsue frunció el ceño.
—¿Isidra?
—Sí. ¿Qué ocurre?
—No… —negó con la cabeza, no muy convencido—. Nada. Es que me suena de algo, pero no sé de qué. ¿Dónde mierda está eso?
El viejo rio.
—Es una taberna, en un pueblo del Bosque de la Hoja, llamado Minori...
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