7/01/2017, 22:03
(Última modificación: 7/01/2017, 22:27 por Uchiha Datsue.)
Año 203, principios de Bienvenida.
—Pues no va y me intenta colar un boleto falso, ¿se lo puede creer?
Datsue negó con la cabeza, indignado.
—Qué gente más caradura —respondió, mientras le entregaba su boleto.
La mujer, de cara arrugada y pelo canoso y rizado, cogió el boleto a través del hueco de la ventanilla que los separaba. Tecleó los números del boleto en la computadora con lentitud, y, tras unos segundos, le entregó el dinero correspondiente por el premio.
—Cómo si pudiesen engañarme a mí, ¡ja! Pero no se preocupe, le metí tal bastonazo en el culo que no creo que pueda volver a caminar bien en su vida. ¡Suerte tuvo que mis piernas ya no son lo que eran!
—No se merecía menos, desde luego —afirmó, asintiendo con vehemencia, mientras se guardaba el dinero en la cartera—. En estos tiempos ya no hay respeto por nada... Bueno, ¡gracias y hasta luego!
…
Minutos más tarde...
—¿Ya sabes qué hacer con tanto dinero?
—Hmm… Bueno, tampoco es tanto. Supongo que me compraré un par de kunais, un paquete de makabishi, un ninjato… Ya sabes, lo típico.
Koichi alzó una ceja ante eso último, mientras rellenaba su vaso con una botella de color amarillo oscuro.
—No sabía que eras de los que luchaban con katanas.
Datsue le miró como si hubiese soltado la mayor gilipollez del mundo.
—¡Pues claro que no lucho con katanas! Nunca me interesaron lo más mínimo, de hecho. Eso es cosa del pasado. De samuráis.
—Entonces, ¿por qué…?
—Joder, ¿no es obvio? —Datsue no se podía creer que Koichi se lo estuviese preguntando—. A las tías les encanta. Además, da un toque de tío duro… de malote. Lo llevaré de adorno, y con suerte hasta le saque partido en alguna pelea, quién sabe.
Las carcajadas de Koichi no tardaron en hacerse oír, retumbando por toda la taberna vacía.
—¡Menudo pájaro estás hecho! —Depositó la botella tras la barra y extrajo otra, de un color más oscuro y castaño. Luego, puso un chupito sobre la barra y lo rellenó con el licor—. Y yo que pensaba que invertirías el dinerito en tu pequeño negocio de hierba medicinal…
—Pss… El nombre de pequeño negocio le queda hasta grande —Datsue dio un primer sorbo a su zumo de frutas—. Nah… no merece la pena. Debería producir cien veces más de lo que hago para sacarle partido, y en ese caso dejaría de pasar desapercibido, cosa que no me conviene.
El silencio inundó la taberna tras aquellas palabras. Datsue, dando pequeños sorbos a su zumo de frutas. Koichi, acariciándose el bigote y con la mirada perdida en su chupito, todavía lleno. El olfato de Datsue le indicaba que el tabernero estaba a punto de proponerle algo. Algo no particularmente legal…
Cuando Koichi rompió el silencio, dejó de hacerlo con aquella voz atronadora y alta que tanto le caracterizaba, y en ese instante Datsue supo que sus sospechas estaban en lo cierto:
—He oído que en el País del Bosque están buscando gente para pasar su mercancía… Al parecer un grupo se ha montado un cultivo de setas alucinógenas de la hostia. El problema es que, con tantos controles en la frontera, no son capaces de sacarlo a la venta. ¿Te imaginas? ¿Tener kilos y kilos de oro y no poder hacer nada con él?
Datsue esbozó una tenue sonrisa.
—Sí… Se me parte el corazón solo de oírlo.
Koichi rio, aunque Datsue pudo asegurar que esta vez era una risa falsa, artificial, al igual que el silencio que se había formado de nuevo entre ellos dos. Esta vez, Koichi no lo rompió con tanta naturalidad:
—Pero si un shinobi de Takigakure, alguien que no tenga que pasar por tantos cacheos en la frontera y que aún por encima tenga altos conocimientos en fuinjutsu decidiese ayudarles…
—Espera, espera, espera. ¿Me estás sugiriendo lo que creo me estás sugiriendo? —le cortó, irritado—. ¿Qué haga de mula a una panda de habitantes del País del Bosque? Vamos, no me jodas. Seré un desgraciado, pero le tengo cierto respeto a mi Aldea. A esos brócolis escuchimizados ni agua, Koichi, ni agua. Son nuestros enemigos ancestrales, joder.
Koichi se encogió de hombros, como dándose por vencido.
—Está bien, está bien. Yo solo te comentaba un rumor… Aunque es una pena. He oído que pagarían muy bien…
—Como si ofrecen todo el oro del mundo, joder. Que no, Koichi, que no. Que uno tiene ciertos principios, aunque no lo parezca…
—Hablan de unos cinco mil ryos por viaje…
—... Aunque también te digo, Koichi, también te digo. ¿No han sufrido ya bastante? ¿No se merecerían, al menos, que le aflojásemos un poco la soga después de que su Villa fuese reducida a cenizas? ¿Qué clase de personas seríamos si no ayudásemos a esos pobres muertos de hambre? Y te diré una cosa, Koichi, te diré una cosa. Una venta al por mayor de setas medicinales es tan buen comienzo para levantar cabeza como cualquier otro. Y respetable, sin duda. Sí… Así que cinco mil decías, ¿no? —Datsue asintió por él, como tratando de convencerse a sí mismo—.
Por unos segundos, se mantuvo en silencio, con la mirada perdida. Luego se acordó de algo y apuró el último sorbo del zumo que le quedaba antes de levantarse.
—Bueno, hablamos mañana. Mis padres siembran hoy lechuga y me toca quedarme con mi hermana.
Se levantó, no sin cierta dificultad, y caminó de forma extraña hacia la salida. Koichi no pudo dejarlo pasar por alto.
—Pero, ¡por Amateratsu! ¿Qué te ha pasado? ¡Caminas como si te acabasen de meter un palo por el culo! —al ver que Datsue no se reía, el rostro de Koichi se ensombreció de pronto—. No me digas que… Datsue, sé que eres un tipo avaricioso, pero… ¿En serio te has dejado…? Por los Dioses, ¡¿cuánto te han pagado?!
—¿¡Qué!? —exclamó, al principio confuso, luego consciente de lo que insinuaba—. Vamos, ¡no me jodas! Claro que no… Resulta que antes cuando fui a cobrar el boleto quise probar primero a… —Koichi negaba con la cabeza, con la mirada baja, y Datsue puso los ojos en blanco al saber que ya no le escuchaba—. Va, que te den. Nos vemos, so capullo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado