—¡Tranquilo, muchacho! —exclamó mientras hacía una cabriola en el aire—. Respira hondo, visualiza y ejecuta. Cuanto más tenso estés, ¡peor será!

El Uchiha empezó a volar de espaldas para seguir viendo a Riko.

—¡Vamos, déjate llevar!

—¡Tranquilo, muchacho! Respira hondo, visualiza y ejecuta. Cuanto más tenso estés, ¡peor será!

Riko le miró, alucinado, un poco por la cabriola que se marcó en el aire, como si aquel fuera su hábitat natural, y en mayor parte por la simpleza de las explicaciones que le daba, osea, ¿ahora volar se basaba en respirar y visualizar? Aún así el Fuumi trató de obedecer.

—Vale, está bien. — Dijo para sí mismo.

Cerró los ojos y respiró profundamente un par de veces, tratando de calmar los nervios. Después, sin abrir los ojos se concentró en su objetivo, avanzar hacia Datsue.

Dicho así, no sonaba tan complicado, ¿no?

—¡Vamos, déjate llevar!

«Adelante, va, tú puedes, si un pato puede volar, tu también... ¿no?»

—Oh, así es, Riko. ¡Lo estás haciendo muy bien! —Oyó el genin, todavía con los ojos cerrados.

Así era, Riko había conseguido estabilizarse y ya no subía y bajaba como si estuviese flotando en medio de una tormenta en el mar. De hecho, hasta consiguió avanzar en línea recta.

—Si, sí. Estupendo —Riko lo escuchaba cada vez más lejos—. ¡Pero intenta avanzar hacia mí, compañero! ¡No al revés!

Datsue se mesó la barbilla. Quizá era mejor dejar las prácticas para más adelante, o podía pasarse media hora hasta que Riko empezase a dominarlo. Se acercó hasta él y le agarró de la muñeca.

—Venga, yo te guío. Por ahí era, ¿no? —preguntó, empezando a acelerar en aquella dirección.

Y más rápido…

Y más rápido…

Y más rápido.


Tanto que Riko apenas era capaz de distinguir sombras pasando muy rápido allá abajo.

—¿¡Estamos cerca!?

Riko se llevó una alegría enorme cuando el Uchiha le animaba, parecía que había conseguido su propósito pero, cuando abrió los ojos, estaba cada vez más y más lejos del Jōnin, por lo que, como era lógico, Datsue se cansó y decidió guiarlo él mismo de la muñeca.

Y empezó a acelerar. Más. Y más.

Y cuando se quiso dar cuenta prácticamente ni veía por donde iba.

—¿¡Estamos cerca!?

Las lágrimas en los ojos del Fuumi le complicaban ver con claridad, pero, cuando Datsue le preguntó, se limitó a señalar con el índice una de las calles de la aldea, una bastante amplia y algo concurrida.

—¡Ahí, ahí!

Datsue asintió.

—¡De acuerdo! ¡Allá vamos! —exclamó, para preparar a Riko.

Lo que sucedió a continuación fue una caída en picado digna de un águila. Cortaron el viento como saetas y justo cuando iban a estrellarse en el suelo el Uchiha trazó una curva suave, como si estuviesen bajando por un tobogán, hasta tocar el suelo con la suavidad de una pluma.

Datsue, no obstante, siguió levitando en el aire. Prefería no pisar todavía con su pie fastidiado.

—Aquí es, ¿no?

Apenas cuando terminó de hablar, Datsue empezó una caída en picado que, para alguien que no estuviera preparado, como Riko, podía ser jodida. Bajaban y bajaban y Riko no paraba de gritar hasta que sus pies tocaron el suelo.

—Aquí es, ¿no?

El moreno miró al Uchiha, blanco, pero no un blanco normal, el típico blanco de cuando estás enfermo, mareado, a punto de...

Riko salió corriendo hacia el árbol más cercano, se agachó y echó todo lo que había desayunado esa mañana y parte de la cena del día anterior. Cuando terminó se levantó lo más dignamente posible.

—Sí... Es aquí. — Dijo antes de comenzar a caminar hacia uno de los locales que enmarcaban la calle.

Era un local bastante destacable. Su fachada era de madera oscura con grandes ventanales tintados de un color oscuro que prácticamente no dejaba ver el interior. Riko abrió la puerta para adentrarse en él, y nada más entrar saludó a la chica que se encontraba en la puerta, que le respondió con un asentimiento de cabeza mientras le dejaba pasar.

El interior del local era bastante inusual. Del techo colgaban unas plantas tipo helecho, que le daban un aspecto selvático al local, donde podían diferenciarse varias zonas, una con sillas pegadas a una barra donde la gente podría sentarse a tomar algo. Otra donde la gente podía sentarse más cómodamente a comer.

—Bienvenido al Restaurante Fuumi. — Le diría a Datsue cuando entrara.

«¿Restaurante Fuumi?» No tuvo que sumar dos más dos para llegar a una conclusión:

—No me digas… ¿Tu restaurante? —preguntó, sorprendido. Bueno, imaginaba que el de su familia. Datsue, todavía levitando en el aire, se quedó impresionado con la decoración del interior. Era como adentrarse en una selva, solo que en lugar de tigres esperando al acecho, te aguardaban una refrescante bebida en la barra—. Me flipa la decoración. ¿Cómo es que nunca vine aquí, con los años que llevo viviendo en Uzu?

Si algo no dejaba de sorprenderle, era que Uzu todavía se guardaba sitios por descubrir tan maravillosos como aquel.

—No me digas… ¿Tu restaurante?

Riko asintió con una ligera sonrisa, aún algo mareado.

—No es demasiado orginal, no. — Reconoció riéndose. —La verdad que es uno de los mayores atractivos del local, es una decoración peculiar, ¿a que sí? — Relató repleto de orgullo.

Rápidamente le hizo un gesto a Datsue para que le siguiera, traspasando una puerta doble de las que se abren hacia ambos lados y que daba a la cocina, donde había dos hombres trabajando, su padre y su abuelo.

—¡Buenas! Vengo con un compañero, que necesitamos algo de hielo para su tobillo. — Anunció nada más entrar.

—Está bien, ya sabes donde esta el hielo, ¿quién es ese amigo tuyo? — Fue el mayor de los hombres el que respondió a su nieto.

Una decoración con muy buen gusto y atractiva, vaya que si lo era. Y, además, no quedaba demasiado lejos de su casa, también situada al borde la playa. Seguramente no fuese la última vez —ni la penúltima ni antepenúltima— que pisaba aquel local. Solo existía algo que pudiese hacerle cambiar de parecer: ¿serían los precios muy caros?

El Uchiha, diligente, siguió a Riko flotando en el aire hasta la cocina, donde dos hombres trabajaban.

—¡Buenos días! Y disculpen las molestias —pidió de antemano—. Uchiha Datsue, encantado de conocerles —dijo, educado, haciendo una ligera inclinación con la cabeza.

—¿U-Uchiha Datsue? ¿El del torneo? ¿El que paró aquel súper ataque?

El padre de Riko había dejado su trabajo para acercarse al muchacho. Desde que le apasionaban los combates shinobi, y aquel torneo había sido su tema favorito sobre el que hablar desde hacía mucho.

—¡Papá, por favor!

Roki volvió entonces a su sitio.

—¡Está bien, está bien! ¡Pero que sepas que molas, chico! ¡Que Riko esté entrenando contigo me alegra!

El pequeño de la familia, abochornado, se dirigió al congelador donde guardaban el hielo, mientras dejaba que Datsue charlara con los cocineros si quería.

Oh, bueno, bueno. ¡Qué casualidad que le reconociesen! Y no por cualquier banalidad, no, sino por precisamente la bijuudama que se había comido en el torneo. Aunque, a decir verdad, Datsue no era de los que se echaban flores. Recibir cumplidos le avergonzaba, y trataba de evitarlos y huir de ellos siempre que podía.

—¡ESE MISMO, SÍ! ¡Y con un ojo lo paré, ¿sabía usted?! ¡UN OJO!

Sí… Bueno… Quizá no le avergonzasen tanto. Quizá hasta le gustasen.

—Gracias, gracias. Se hace lo que se puede, hombre. —Bueno, ¿qué iba a decir? ¿Qué no molaba? Eso sería mentir, y una cosa era ser modesto, y otra la falsa humildad. Eso sí que no—. Oh, sí, a Riko le veo buenas cualidades. ¡Me ganó una carrera y todo! —desvió la mirada hacia Riko—. Aunque que sepas que querré la revancha.

—¡¿CON UN OJO?! ¿Pero cómo hiciste algo así?

Desde luego que a Roki le encantaba todo lo que tenía que ver con los combates, y saber como había conseguido aquella proeza era en esos momentos su mayor prioridad. Y cuando Datsue le dijo que le veía buenas cualidades a su hijo, sintió un orgullo que no se lo podía ni creer.

—¿Sí? La verdad que siempre ha mostrado ser bueno, pero aún es muy joven.

Al poco volvió Riko con un paño a modo de saquito, con hielo picado en el interior, que le tendió al Uchiha junto a una cinta para que se lo sujetara en el tobillo.

—Tampoco te creas papá, Datsue arrastraba un tronco de un árbol entero mientras corría y aún así solo le gané porque se hizo daño en el pie, si no, ni eso. — Reconoció el moreno algo abatido.

Su padre le quitó importancia con un gesto de mano y fue su abuelo entonces quien tomó la palabra.

—¿Queréis comer algo antes de que abramos? Después de un entrenamiento siempre viene bien reponer fuerzas.

A Datsue le gustaba regodearse de sus logros, sí, y muchas veces hasta se iba de la lengua en contra de su beneficio. Pero revelar secretos de sus técnicas, aún a compatriotas, era otra cosa.

—Ah, cosas de Uchiha —respondió, enigmático. Luego, rio cuando Riko confesó el motivo de su victoria: que Datsue arrastraba un tronco en medio de la carrera—. Bueno, bueno. Tampoco era muy grande. —No, Datsue no intentaba quitarle hierro al asunto. En cuanto al tamaño del tronco, estaba siendo sincero. Lo había cortado, arrancado la corteza y pulido. Impresionaba verlo, sí, pero era de un tamaño contenido.

»Vaya, pues… ¿No es mucha molestia? —quiso saber, cuando le ofrecieron algo de comer—. La verdad que sí nos vendría bien algo para reponer fuerzas, sí.

Especialmente tras una carrera como aquella. Con cuidado, el Uchiha tomó la bolsa de hielo que le tendió Riko y se la ató al tobillo. Con suerte, detendría la inflamación y el mal no iría a mayores.

Y si curiosear sobre combates era el tema favorito de su padre, lo que hacía más feliz a su abuelo era poder dar de comer a la gente, y más si ésta resultaba ser alguien medianamente conocido en la Villa, aquello siempre daba cierto renombre al local, siempre y cuando la persona quedara satisfecha y quisiera volver a comer allí.

—¡Estupendo! Sentaos en la mesa que queráis y ahora os sacamos algo, ¿vale? — Dijo mientras se volvía, encarando la plancha.

Riko miró a Datsue algo apabullado, todo aquello había sucedido muy rápido, pero lo cierto era que el genin tenía hambre, así que no iba a rechazar un plato de su abuelo, y menos sabiendo cual iba a sacar, siempre que quería lucirse, sacaba el mismo. Así que el moreno le hizo un gesto a Datsue para que le siguiera a la sala.

—¡Oye! ¿Alguna alergia que tengamos que tener en cuenta? — Raku era un hombre previsor, que no se dijera que intoxicaba a nadie.

—Sí —dijo el Uchiha, quien ya estaba a punto de avisar—. Al huevo.

Lo cual era una putada. Siempre se lo había tomado bien, sin darle demasiada importancia. Pero, ¿ahora? ¿Ahora que entrenaba y curtía su cuerpo para ganar en fuerza y masa muscular? Era horrible. Libro que compraba sobre nutrición, o consejos que pedía a ninjas más fuertes que él, todos recomendaban lo mismo: huevo, huevo y más huevo. Al parecer, no solo era uno de los alimentos que más proteína tenía, sino de los que más calidad. Y la calidad, amigos, siempre es más importante que la cantidad.

Acto seguido, Datsue siguió a Riko hasta una mesa libre, y fue allí cuando desactivó su técnica.

—Ehm… Me da un poco de cosa comer así… —reconoció. Por si ninguno de los presentes se había dado cuenta, Datsue había entrenado, como ya se dijo, sin camiseta. Como no habían pasado por caso, no pudo ponerse nada por encima—. ¿No tendrás alguna camiseta vieja que dejarme?