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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
No, no de nuevo. Eso pensó el pobre pez cuando Yarou-dono le pidió volver a la tediosa ciudad de Yachi, el reino de los simplones cultivadores de calabazas. Hacía un par de meses que se hubo visto en la obligación de ir hasta allá por un par de días a fin de cargar y transportar un cargamento hasta Amegakure, aunque no guardaba una buena experiencia de su estadía y por ello se le hacía tedioso siquiera pensar en volver. Sin embargo, y después de una hora de pataleo, tuvo que resignarse. Aunque el capricho y la insistencia trajo su beneficio, teniendo en cuenta que su viejo mentor le ofreció una semana libre de responsabilidades.

Algo que simplemente no podía rechazar, teniendo en cuenta que se había vuelto rutinario en su día a día el tener que partirse el lomo para cumplir con las tareas diarias que le eran encomendadas.

¡Y eso que no eran misiones oficiales!

Pero por suerte, esa vez no tendría que quedarse mucho tiempo. No se trataba de un cargamento de las magnitudes de la última ocasión, por el contrario; sólo tendría que ir allí para entregarle a Midaru-san —el dueño de la granja con le que se hizo el negocio la última vez— la última cuota del pago.

...

No esperaba pasar la noche, pero la ruta hasta Yachi no era para nada sencilla. Llegó cansado y un tanto sediento, y el agua de su termo se le había acabado a mitad de camino. El pobre pez lucía como si la piel se le estuviese volviendo escamosa. Vaya combinación eso de ser un Hozuki con apariencia de criatura marina, ¿no?

«¡Necesito aguaaaaaaaaaaa!»

Pero allí estaba, al fin, dentro de las inmensas formaciones de tierra que protegían con recelo a su extenso lago y cuyas adyacencias probablemente escondiera más de un secreto y no sólo su pequeña ciudad de grandes plantaciones. Kaido era probablemente una de las pocas personas en el mundo que no lo apreciaba como debería, pero qué se le puede hacer. Él es extraño y ni el edén más hermoso le haría cambiar de opinión.

Lo cierto es que le faltaban un par de laderas para poder alcanzar la entrada a la ciudad. De hecho, tenía más cerca el caudal del río a su espalda y por ello decidió que bajaría primero a llenar su termo y quizás nadar un poco. Lo que no tenía en mente es que al voltear para empezar su descenso, una de las rocas sobre la cual estaba apoyado pareció deslizarse como barro y le hizo resbalar.

El pobre tiburón dio unas cuantas vueltas sobre la ladera, magullándose el brazo y las piernas en varias partes. Aunque lo que más dolería sería la caída sobre el agua a una velocidad imprudente que le obligaría a quedarse sin aire. El lago salpicó como si una gran roca hubiese caído sobre él y luego volvió a su rítmica calma natural, sin dar señales de lo que había perturbado su cauce en primer lugar.

Kaido pudo, por suerte, recuperar el aliento en lo profundo del lago. Y se tomó unos 3 minutos para salir de allí y quedar flotando con el rostro hacia arriba, preguntándose cómo había podido resbalar de manera tan bochornosa.
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#2
El chakra es un bien valioso. Gastarlo cansa. Gastarlo mucho cansa mucho. Cuando te cansas mucho, te duermes. Y así, Daruu acabó roncando boca-abajo a los pies de un árbol al que le había estado atizando con una técnica secreta. El árbol también se había llevado su parte, por supuesto: una pequeña —pequeñísima— muesca que se había perforado como si un tornillo de un tamaño más grande de lo normal hubiera estado girando pegado a su superficie.

El sueño que estaba teniendo era, por qué no decirlo, un poco loco. Estaba descansando a los pies de una roca que le resguardaba de la lluvia, allá en su patria, comiéndose un bocadillo. Un hombre con cabeza de pez se le había acercado y se había intentado comer el bocadillo, y al lanzarse hacia el pan había agarrado con la boca parte de su mano, y la mordía y la mordía, y el gritaba y chorreaba sangre y la sangre inundaba los campos y...

CHOF.

—¿¡EH, QUIÉN, CÓMO, CUÁNDO, DÓNDE, POR QUÉ, A QUIÉN, DE QUÉ, HASTA DÓNDE!?

Daruu se levantó y cayó rodando por la laderita en la que estaba descansando hasta que la propia fricción con la hierba le hizo frenar. Se dio la vuelta y encaró al río. Las ondulaciones en la superficie del agua delataban que algo o alguien acababa de precipitarse. Dio un paso hacia atrás, temeroso, y esperó un tiempo prudencial hasta que lo que había caído volvió a salir fuera.

Oh. Dios. Santo. ERA UN PEZ. COMO EL DE SU SUEÑO.

Bueno, en realidad tenía un aspecto mucho más humanoide, pero tenía la piel azul, y aunque tenía bandana de Amegakure y todo, como buen genin de Amegakure, ¿qué hacía allí? ¿Y por qué tenía ese aspecto? ¿Y si se había transformado en algún tipo de ente maligno por algún tipo de sello? Su madre le había contado mucho sobre sellos y lo peligrosos que eran.

Daruu cogió una piedra y se la arrojó a la cocorota para comprobar si seguía vivo.
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#3
Ante un acontecimiento tan bochornoso, el tiburón no pudo hacer más que regocijarse en el hecho de que nadie había presenciado lo sucedido. O eso creyó él durante el tiempo que se mantuvo flotando sobre el lago, con el rostro incrédulo asomándose como un cocodrilo cuando saca curiosamente la cabeza. Pero la realidad era otra. Porque alguien decidió arrojar una piedra, la cual terminó cayendo sobre su frente.

La roca repicó sobre el metal de su bandana ninja. El sonido le sacó en súbito de su relajación y le obligó a revolotearse, perdiendo así la armonía de su flote.

¡Pero que coñplrrlblurblurfsd... —la injuria se ahogó con el agua que cubrió su rostro. Un par de burbujitas se abrieron paso hacia la superficie, y Kaido desapareció de nuevo en lo profundo del lago.

Esta vez no esperó tanto para salir. De hecho, fueron quizás un par de segundos lo que le tomó ir desde su última posición hasta las cercanías de la orilla. Fue rápido, demasiado para un humano común.

Se precipitó a salir, empapado, con los cabellos cubriendo gran parte de su espalda. Se limpió el rostro con ambas manos y asomó la mirada a su alrededor, intentando discernir quién o qué había tomado la tonta decisión de picarle a distancia. Allí se encontró con un rostro que se antojaba conocido, aunque no podía ubicarlo con exactitud. Y sin embargo, podría haber pensado que se trataba de un simple deja vu, pero la bandana de Amegakure sobre la frente del muchacho daba veracidad a los retazos perdidos de su memoria.

«A ti te he visto antes, capullo»

El gyojin abrió levemente los brazos como un gesto de inconformidad y arrojó una mirada austera a su interlocutor.

—Mira, voy a pensar que no lo has hecho a propósito, ¿vale? —comentó, extrañamente conciliador—. ahora mismo no estoy para darme de hostias con nadie.

El pobre estaba adolorido. Magullado bajo la ropa, así que se tiró sobre la vegetación más cercana y soltó un sonoro respingo.

»Aunque podría patearte el culo fácilmente, que lo sepas —bromeó. Aunque en el fondo lo creía posible.
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#4
Dio un respingo: el monstruo había hablado. Maldijo a Daruu —aunque él no lo había visto aún— y se sumergió de nuevo en el lago. Antes de lo que habría sido razonable, salió precipitadamente cerca de la orilla. Sí, tenía la piel azul. No, no se lo había imaginado. Y los dientes afilados. Y branquias. Era un pez. Un pez humano.

Un pez humano al que conocía muy bien, pero no había recordado hasta ahora.

Era un tal Kaido, un genin como él. Había visitado la pastelería de su madre en algunas ocasiones. Era un maleducado y un egocéntrico: iba por ahí creyéndose más importante que los demás y siempre ponía los pies en la mesa. Daruu siempre tenía que decirle que los bajara. Normalmente le hacía caso, pero una vez el pescadillo quiso burlarse de él y humillarlo ante el resto del local. Daruu pateó la pata de la silla inclinada, y Kaido cayó al suelo. Los muchachos casi se enzarzan en una pelea de pandilleros allá mismo, si no llega a ser porque Kiroe les separó, y expulsó a Kaido del local.

Desde entonces, no lo había vuelto a ver por allí.

——Mira, voy a pensar que no lo has hecho a propósito, ¿vale? —comentó, extrañamente conciliador—. ahora mismo no estoy para darme de hostias con nadie. Aunque podría patearte el culo fácilmente, que lo sepas.

Se arrojó sobre un matorral cercano.

—Sí, aquél día parecías muy seguro de ti mismo, Kaido —dijo él—. Lástima que mi madre nos separara. Estuve muy cerca de enseñarte tu lugar en la cadena alimenticia. ¡NINGUNO! ¡YO NO COMO PESCADO!
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#5
«Madre mía, pero si es el tal Daruu»

Daruu. Daruu era un joven shinobi de las tierras de Amegakure al cual Kaido conoció por primera vez durante la ceremonia de graduación de la academia ninja. Más allá de ese obligado encuentro que los reunió a ambos y a otro puñado de jóvenes prospectos, nunca tuvieron la disponibilidad de mantener una conversación civilizada. De hecho, fueron contados los encuentros entre ambos y todos llevaban implícito esa pizca de confrontación y rivalidad a la cual el tiburón parecía estar acostumbrado.

Kaido era una persona asidua a pasar por encima de todos. Imposición y superioridad, esa era su naturaleza. Y Daruu era de los pocos que no se dejaba amedrantar por su actitud, por lo siempre existía ese roce que por poco les llevó a los golpes durante su último encuentro.

De no ser por la madre del pelinegro, podrían haberse hecho daño.

—Sí, aquél día parecías muy seguro de ti mismo, Kaido —dijo Daruu—. Lástima que mi madre nos separara. Estuve muy cerca de enseñarte tu lugar en la cadena alimenticia. ¡NINGUNO! ¡YO NO COMO PESCADO!

El pez sonrió. Para suerte de su compañero, esa sería la primera vez que recibiría con gracia un comentario suyo y no pensaría inmediatamente en darle una hostia en la cara.

—Tu madre, sí. Esa mujer tiene más cojones que tú, te lo digo ya. Y fuerza, además; porque da unos jalones de orejas que te cagas —argumentó, recordando el cómo la mujer le había sacado a rastra de su restaurante—. debería pasarme por allá un día de estos para preguntarle su secreto. ¿Habrá sido de tanto batir crema para los pasteles que hace? —bromeó.

Trastabilló para acomodarse en la grama y quedar sentado sobre ella. Se tomó el muslo derecho y notó la piel rasgada, las rocas habían hecho un buen trabajo.

»En fin. ¿Y tú que cojones haces por estos lares? —preguntó—. ¿no estará ella contigo o sí?
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#6
Kaido sonrió.

—Tu madre, sí. Esa mujer tiene más cojones que tú, te lo digo ya. Y fuerza, además; porque da unos jalones de orejas que te cagas. Debería pasarme por allá un día de estos para preguntarle su secreto. ¿Habrá sido de tanto batir crema para los pasteles que hace?

A Daruu le pilló por sorpresa la broma, y no pudo evitar soltar una pequeña carcajada. Aunque lo cierto era que algo en el pez le seguía pareciendo demasiado desvergonzado y maleducado.

»En fin. ¿Y tú que cojones haces por estos lares? ¿no estará ella contigo o sí?

Suspiró y echó los brazos tras la cabeza, apoyando el peso del cuerpo en una pierna mientras que la otra se cruzaba, como una serpiente, alrededor del tobillo de la otra.

—Pues sí, sí que está aquí. Bueno, aquí mismo no, pero ya me entiendes —dijo, distraído, echando un vistazo al cielo—. Estamos de paso una temporada. Yo estaba entrenando una técnica super secreta y super molona. Me cansé y me dormí.

» Y luego tú caíste de la nada.
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#7
Como lo temía, la doña de Daruu se encontraba cerca. Kaido se obligó a dar un vistazo a su alrededor a fin de cerciorarse de que Kiroe no le estuviese vigilando o algo similar. «Como aparezca, fijo me convierte en su cena»

Posteriormente, el joven con los cabellos alborotados comentó que se encontraban por allí de paso, por una temporada. Admitió además que estuvo entrenando una técnica secreta la cual le dejó exhausto y por ello se quedó dormido en mitad de los campos. Fue allí que Kaido se dio cuenta lo poco que conocía realmente a su compañero, además de los distintos encontronazos que tuvieron mutuamente.

Nunca le había visto pelear, ni sabía cuales eran sus habilidades. De hecho, no podía decir siquiera si Hanaiko era un buen tipo o no.

—Caí desde aquel risco que ves allá mientras intentaba subir hasta la ciudad de Yachi —lo señaló—. pero a mitad de camino he resbalado y por suerte estaba el río para frenarme, de lo contrario; Amegakure se habría quedado sin su preciado, amoroso y comprensivo tiburón.

Dejó entrever sus pequeñas navajas tras una mueca y continuó su intervención.

»Y tú sin un digno rival con el que pudieras probar esa supuesta técnica super secreta de la que hablas.

Lo cierto es que Kaido no pudo evitar sentir curiosidad. Se imaginó un sin fin de posibilidades y no reparó en ninguna que pudiera tratarse de la técnica que Daruu hablaba.

¿Qué tan poderosa podría ser?; ¿por qué era tan secreta?...

Interrogantes que no podría saber hasta que Daruu decidiera sacarla de la manga.

—Supongo que no estarías muy dispuesto a mostrármela ahora mismo, ¿o sí?
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#8
—Caí desde aquel risco que ves allá mientras intentaba subir hasta la ciudad de Yachi.

Kaido señaló el enorme acantilado detrás de él. Daruu lo observó con los ojos como platos. ¿Se había caído desde allí arriba? Para haberse matado, oiga.

—Pero a mitad de camino he resbalado y por suerte estaba el río para frenarme, de lo contrario; Amegakure se habría quedado sin su preciado, amoroso y comprensivo tiburón.

Daruu soltó una carcajada. «Ya, sí, amoroso y comprensivo. Eso tendría que verlo.»

Ahora que lo pensaba, sí que parecía un tiburón. Se preguntó si tendría branquias, y podría respirar debajo del agua. Por todo el tiempo que había estado bajo la superficie del río, se decantó a pensar que sí.

—Y tú sin un digno rival con el que pudieras probar esa supuesta técnica super secreta de la que hablas. Supongo que no estarías muy dispuesto a mostrármela ahora mismo, ¿o sí?

Daruu se cruzó de brazos y meditó durante unos segundos, con los ojos cerrados y los brazos cerrados. Resopló. La técnica no estaba completada todavía, ni por asomo. Y si su madre la había mantenido tan en secreto era por algo. Además, quería sorprender a la gente en el torneo.

Pensó que una gran parte del respeto que se le tenía a los shinobi era por el misterio. Al fin y al cabo, Daruu tampoco conocía nada sobre las habilidades de Kaido, de modo que...

—Lo siento, pero es un secreto —observó al tiburón y sonrió—. Aunque si quieres verla, sólo tienes que asistir como participante o como público al Torneo de los Dojos del Combatiente, en Bienvenida. Quién sabe, igual tienes hasta oportunidad de sentirla en tus carnes.

»Aunque permíteme decirlo, si has resistido esa caída, no me extrañaría que la técnica te hiciera apenas cosquillas.
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#9
Como era de esperarse, Daruu se negó rotundamente a mostrar su técnica, alegando el secretismo existente tras lo que parecía ser una habilidad de aquellas que no se aprenden sino entrenando de la manera más ardua posible.

«Bueno, no perdía nada con intentarlo»

Ante la negativa de su compañero, el tiburón sólo pudo sentir mucha más curiosidad de la que tenía antes. Y un poco de temor, quizás; porque si un día decidía pegarse con Daruu de una buena vez, existía la posibilidad de que la usara en su contra. Y a saber lo poderosa que era, pero era el riesgo que tenía que correr por ser un hijo de puta busca-problemas.

De cualquier forma, y de la manera más repentina; el tema de la técnica secreta quedó en segundo plano. Porque Daruu advirtió la supuesta existencia de un Torneo, a realizarse en Bienvenida... del que él no sabía nada en lo absoluto.

Frunció el ceño y le miró como si le estuviesen tomando el pelo.

—¿Qué, un torneo? —repitió innecesariamente—. no sé nada de eso. ¿Cómo, cuándo, dónde?

A él que le gustaba pelear, la posibilidad de participar en una competencia era sin duda una posibilidad única en el mundo. ¿Patear culos ajenos sin que Yarou-dono pudiera soltarle una reprimenda?...

—Y no me digas que es muy tarde ya para anotarme, que te zurro ahora mismo y asisto en tu lugar.

No estaba bromeando.
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#10
El hombre pez frunció el ceño y observó a Daruu con escepticismo.

—¿Qué, un torneo? No sé nada de eso. ¿Cómo, cuándo, dónde?

Ups. ¿Y ahora qué? Daruu se cruzó de brazos y torció el gesto. «Si no sabe nada del torneo, es porque no lo ha oído por ninguna parte. De modo que tampoco le han invitado. ¿Ahora qué le digo?»

—Y no me digas que es muy tarde ya para anotarme, que te zurro ahora mismo y asisto en tu lugar.

Y algo en su mirada le dijo que pretendía hacerlo. Suspiró, le echó un vistazo a la hierba del césped y no pudo sino que soltar una pequeña risa.

—A ver, no sé cómo decírtelo... —se excusó—. Pero no había que apuntarse en ningún lado.

Hizo una pausa.

—La Arashikage debía de invitarte. Si no te han invitado... Sólo puedes ir como público.
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#11
¿Pero qué clase de broma es ésta?... ¿cómo osa Arashikage-sama a no invitar a su peleador estrella, el gran tiburón de Amegakure?

Pero de a poco fue entendiendo todo. Porque razón tuvo él al pensar que su repentino viaje a la ciudad de Yachi iba más allá del capricho de su mentor por tener calabazas en la alacena. Entonces se permitió unir conjeturas y pudo pensar que su salida de la aldea, quizás; tenía algo que ver con el hecho de que no supiera nada sobre el importante torneo al que Daruu había sido invitado.

Y él no.

Chasqueó la lengua y demostró su disconformidad ante la situación cruzando sus brazos.

—Pues me pregunto por qué Yui-sama no me ha invitado. O quizás sí lo ha hecho, pero... —calló en súbito, aunque luego retomó una idea diferente—. en fin, ya me enteraré cuando vuelva a casa. Por ahora tendrás que lamentarte el no poder pegarte conmigo en el puto torneo y yo el no poder darte a ti y a todos los demás una paliza.

Estaba molesto, eso era evidente. Pero no había forma de comprobar nada sin estar allá en su tierra y ni molestando a Daruu podría conseguir una invitación que hasta ese entonces no existía. Se sintió degradado, como si no le tuviesen en cuenta; aunque desechó la idea poco después al recordar su lugar en el mundo.

No todo dependía de Yui, si no del Consejo. Quizás ellos estaban detrás de todo ello.

—¿Y qué motivo hay detrás de un evento así?... con la situación tan turbia entre las tres aldeas, me cuesta creer que pudiéramos reunirnos todos en un solo lugar sin que las cosas se salieran de control.
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#12
Kaido chasqueó la lengua, visiblemente molesto, y se cruzó de brazos. Daruu se encogió un tanto: el tiburón parecía fuerte, la verdad. No tenía ni idea de por qué no había recibido una invitación. Quizás se debía a su comportamiento, o a otras razones que escapaban a su conocimiento.

—Pues me pregunto por qué Yui-sama no me ha invitado. O quizás sí lo ha hecho, pero... en fin, ya me enteraré cuando vuelva a casa. Por ahora tendrás que lamentarte el no poder pegarte conmigo en el puto torneo y yo el no poder darte a ti y a todos los demás una paliza.

A mitad de diálogo Kaido se había parado en seco, como evitando decir un trocito de verdad que no era conveniente revelarle. Para cuando recibió la bravuconada del tiburón todavía estaba pensando en qué tenía que ocultarle el pez. De modo que en lugar de afectarle le fue indiferente.

Aunque tenía curiosidad. ¿Tan fuerte era Daruu con respecto a aquél tío? Parecía más alto y más fuerte que él.

—¿Y qué motivo hay detrás de un evento así? Con la situación tan turbia entre las tres aldeas, me cuesta creer que pudiéramos reunirnos todos en un solo lugar sin que las cosas se salieran de control.

—¿Tres aldeas? —dijo Daruu—. ¿Te enteraste de lo de Kusa, verdad?

Según las fuentes oficiales, Moyashi Kenzou había intentado controlar al Kyuubi en secreto, rompiendo el Pacto de hecho. No lo había conseguido, y la aldea había acabado reducida a las cenizas.

Tenía varias dudas al respecto de eso, pero suponía que los servicios de inteligencia de las aldeas se habrían ocupado de esas cosas. ¿Dónde estaba el Kyuubi? Decían que Kenzou tenía un colgante para controlarlo, ¿dónde estaba el colgante?

Sí, los servicios de inteligencia lo sabrían. Si no lo tenían las propias aldeas, lo estarían buscando.

—Que yo sepa, es para presentarnos con Takigakure, esos que han aparecido de la nada.

Era verdad. Daruu sospechaba, de hecho que habían sido ellos los que habían acabado con Kusa. Nada de un accidente. Evidentemente, que existiera alguien capaz de hacer algo así era peligroso, pero si sus kages habían decidido relacionarse normalmente con ellos, es que sabían algo que ellos no sabían.

Confiaba en ellas.
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#13
Kaido era plenamente consciente de lo sucedido con la extinta Aldea de la Hierba. Conocía los rumores, también la información oficial, y al igual que su compañero, seguramente, habría podido pensar alguna que otra historia de conspiración, malicia y sed de poder que sería muy difícil de creer saliendo de la cabeza de un crío.

No obstante, el acontecimiento fue tanto de fondo como de forma, un hecho que traía consigo vestigios de un pasado de se suponía enterrado y dejado atrás. Aquellos recuerdos de destrucción y confrontación se asomaban tímidos en la nueva Era, acabando de forma trágica con la vida de un gran número de aldeanos y de su líder; quien según se ha dicho fue el principal causante de la destrucción de su hogar.

Y es que si ese viejo, proclamado Kage de su aldea; no había sido capaz de controlar a la gran Bestia de nueve colas, ¿entonces quién?

«Yui lo hubiera conseguido con una sola mano, probablemente» —indagó para sí.

Pero más allá de lo sucedido con Kusa, ahora el ojo de la tormenta se encontraba sobre la resurgida Cascada, quien hizo acto de aparición en cuanto la Hierba ardió en llamas. Apropiado y curioso, desde luego.

—Ah, con que por ahí va la cosa —comentó—. los que no han perdido el tiempo y han tomado el lugar de los difuntos en el triángulo de poder. ¿Habías escuchado o leído sobre esa gente antes de que sucediera todo?...

Chasqueó la lengua y evidenció su curiosidad con una de sus cejas fijamente enarcada.

»Porque yo no.
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#14
Sí, puede que fueran sólo unos críos que no entendían de política ni de guerras. Puede que Takigakure hubiera estado oculta hasta ese preciso momento por múltiples razones que escapaban a su entendimiento. Pero ellos tenían su teoría, o su principio de teoría, y parecía que ambos sospechaban lo que estaba pasando.

—Ah, con que por ahí va la cosa. Los que no han perdido el tiempo y han tomado el lugar de los difuntos en el triángulo de poder. ¿Habías escuchado o leído sobre esa gente antes de que sucediera todo?...

Kaido chasqueó la lengua y dibujó una mueca de incredulidad en el rostro.

»Porque yo no.

—He ahí la cuestión —asintió Daruu—. Pero mi madre me dice siempre que no saque conclusiones equivocadas de donde podría esperar para sacar otra reflexiva y que considere todas las posibilidades. Así que como un enano genin sin responsabilidad alguna que soy, me callo y me jodo.

Suspiró y dio un rodeo para patear una roca. La piedra rebotó por la ladera y salpicó en el agua.

—Y bien, ¿qué haces por aquí?
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#15
Callarse y joderse, eso era lo único que podían hacer los dos. Claro que para el tiburón no era tan sencillo, teniendo en cuenta su renuente incapacidad para seguir órdenes y además lo poco influenciable que era como persona. Por mucho que alguien intentara disuadirle de alguna idea, si él tenía la cabeza puesta en algo sería muy difícil hacerle entender que existía la posibilidad de que hubiesen otras conclusiones diferentes a la suya.

No obstante, en el caso de Takigakure la cosa no iba tan allá. Es decir, poco se había puesto a pensar en ello sino hasta en preciso instante en el que ambos coincidieron con el tema. Ni siquiera ahondó en la dubitativa cuando se encontró con Datsue, el shinobi con el símbolo de la cascada como estandarte.

Alzó los hombros con resignación y respondió a la conclusión que le dio Daruu al tema.

—Callarse y joderse, sí. Es lo que hay...

Sin embargo, su acompañante se aventuró a indagar un poco en los motivos que habían llevado a Kaido a las Tierras de la Llovizna, ya él habiendo compartido el suyo, por supuesto. Lamentablemente, el escualo no se encontraba allí para entrenar absolutamente nada, ni mucho menos.

—Y bien, ¿qué haces por aquí?

—Pues sucede que mi sensei tiene algún tipo de adicción con las putas calabazas que venden en la ciudad de Yachi y me ha enviado por segunda vez en un mes a pedir otro lote para llevarle a Amegakure —vistió su rostro de inconformidad y arrugó la nariz—. con que tenga que venir de nuevo, te juro que les jodo la plantación entera a punta de sellos bomba.

Entonces dio un vistazo rápido a su alrededor, intentando discernir la ruta que le llevase en ascenso hasta alcanzar la ciudad en cuestión. Pero se dio cuenta que al caer del risco, perdió la dirección completamente.

—¿Has ido ya?; ¿dónde te estás hospedando?...

Tengo hambre
—increpó, aunque no iba al caso.
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