Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Cubrió de mantas su rostro al sentir como los rayos del sol traspasaban la ventana con total facilidad. Aunque se sentía culpable por seguir en la cama bien entrada la mañana, no tenía fuerzas para encarar un día como ese. Estaba triste, o mejor dicho, completamente destrozada, y por ello quería que ese día pasase lo más rápido posible. Sacó su ojo izquierdo por entre las sábanas y miró con desprecio la ventana. Debería llover o nevar, si era un día triste debería ser un día triste, no un día soleado en el que los niños saliesen a jugar fuera por las agradables temperaturas a pesar de ser invierno.
Apartó las mantas y se llevó la mano a la cabeza, sujetándose su ojo derecho tras recibir un pinchazo en él. Se había tirado dos horas llorando hasta que prácticamente se quedó seca, y se lo imaginó a la par que cerraba su otro ojo. A él no le hubiera gustado verla así, él la quería sonriente, feliz, no triste sin poder soportar su dolor. Así que con ese pensamiento se deshizo de las últimas sábanas que la cubrían y decidió darse un baño.
Diez minutos después, salió con el cabello empapado y las ropas ninja vestía normalmente, y calzándose sus sandalias, decidió salir a entrenar. Así al menos no se sentiría inútil y estaría cumpliendo parte de la promesa que hizo ese mismo día hace dos años. Miró de soslayo su cocina, ya que ahí hasta hace pocos días había estado viviendo el pollo que había adoptado hasta que su vecina, tan agradable como siempre, había decidido arrancarlo de su hogar y llevárselo a su adorable sobrina. Al principio se sintió sola sin el piar del pollito, pero poco a poco supuso un alivio sin cacas que limpiar.
Salió de su apartamento y se aseguró de dejarlo perfectamente cerrado, ya que no iba a volver hasta las seis que era la hora en la que comenzaría a anochecer. Se iba sin probar bocado alguno, pero tenía el estómago cerrado, y puso sus esperanzas en que el entrenamiento la hiciese recobrar el apetito.
Caminó lentamente por las calles de la aldea, dirigiéndose sin ánimo a los campos de entrenamiento, ¿cómo debería entrenar hoy? Ni ella misma lo había pensado, y eso que le encantaba planificar sus sesiones antes de ir, pero en ese momento no tenía ganas, solo tenía ganas de inflar a puñetazos los troncos que allí se encontraban.
- Si estuvieses aquí, ¿estarías orgulloso?- Preguntó al aire, mirando al cielo mientras se acercaba a su destino. Vale, no se acercaba a su destino, por lo cual preguntó a cuatro personas que paseaban por esas calles qué caminos debería tomar para llegar al campo de entrenamiento, avergonzada por su sentido de orientación inexistente. Después de cuarenta y cinco minutos andando en círculos, logró llegar al lugar. Un profundo alivio inundó su cuerpo al ver que se encontraba vacío.
Sin dudarlo ni un segundo más, se acercó decidida a los troncos que allí se encontraban, pretendiendo olvidar lo que hace dos años ocurrió en esa aldea.
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6/12/2015, 16:37 (Última modificación: 6/12/2015, 16:38 por Inuzuka Nabi.)
Poco duró el sol en el cielo, bueno, poco duró visible. En pocas horas unas nubes amenazantes cubrieron en su totalidad la villa de Uzushiogakure, junto con un viento que propagaba un frio tal que helaba la garganta y congelaba los charcos. Las temperaturas estaban rompiendo la media de la localidad en el que probablemente seria el dia más frio del invierno. Aquel cambio brusco de la temperatura ambiental no parecia profetizar nada bueno. ¿Podria ser porque algo iba a suceder? ¿Kori se acercaba? ¿O era una simple casualidad?
Las nubes no tardaron en dejar claras sus intenciones, primero era una lluvia inclemente y repentina, que no tardo en escalar en la piramide de precipitaciones para convertirse en una fuerte granizada que duro apenas unos minutos que finalmente se estabilizo como una suave pero constante nevada. A pesar de que el astro hacia tiempo que se habia localizado en el horizonte visible, la oscuridad teñia cada rincon de la villa. Por suerte, no era una oscuridad total los pocos agujeros que tenia la capa de nubes dejaba pasar rayos de Sol que se reflejaban gracias a la nieve y aminoraban la oscuridad existente.
Con aquel frio y aquella oscuridad, ni pajaros ni bichos salian de donde estuvieran, por lo que el silencio era casi absoluto en el campo de entrenamiento donde una joven peliazul se disponia a entrenar con los troncos que allí habian. Aquel silencio se vio interrumpido por unas sonoras pisadas que derivaron en unos arbustos que se movian para acabar en otro silencio, esta vez un silencio tenso.
Si se fijaba con atención, casi podia discernir unos ojos inyectados en sangre observandola tan fijamente que parecia que le queria absorber el alma solo con la mirada, y el vaho que se escapaba del aliento de la criatura hacia más que evidente que habia algo allí, algo que la estaba vigilando descaradamente y que no sabia ocultarse demaisado bien.
Dejó de golpear al pobre tronco, que si tuviese cara, estaría con la boca hecha un abro paréntesis para abajo; y miró al cielo. Las nubes, oscuras, amenazantes, bueno, ya habían amenazado a las nubes más pequeñas porque éstas ya se habían puesto a llorar. Con estas nubes nunca se sabe. El caso es que el panorama era el siguiente: nuestra joven protagonista estaba sola en medio del campo de entrenamiento, empapada y muerta de frío. Un escalofrío recorrió su espina dorsal e hizo que, como si fuese un acto reflejo, se abrazase a sí misma con sus brazos.
Pero eso no era todo. La joven que había seguido mirando al cielo escuchó unas pisadas por entre los arbustos que se encontraban a escasos metros de su posición. Su corazón se había acelerado y el susto había hecho que diese un pequeño bote, observando con los ojos entrecerrados hacia el lugar desde donde había provenido el ruido, ya que la lluvia no le permitía ver más allá de sus pies.
''A ver, estoy en Uzushio, ¿no será otra persona que quería entrenar? ¿Por qué me he alarmado así?'' Se intentó calmar ella misma en su interior, más no perdió la posición de alerta en la que se encontraba. Y lo encontró, un animal, un... Algo, que gracias al frío soltaba vaho por su boca, aunque no distinguía qué animal podía ser, dudó entre acercarse o alejarse de allí. Suspiró y se agachó, poniéndose de cuclillas.
-¿Hola? ¿Eres un animal bueno? - Si, señores, Eri a veces podía no oler el peligro.
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De repente, de los arbustos que ya estaban cubiertos de nieve por la fuerte nevada que estaba cayendo sobre el campo de entrenamiento donde se encontraban saltó un perro blanco. Pero solo era blanco por arriba, ¿o no? El can se sacudió con fervor la nieve dejando ver su verdadero color de pelo, que era totalmente negro.
Era Mike, otra vez. Estaba condenada a seguir viendo a aquel animal cada dos por tres hasta que una gallina les separara. Parecia limpio, sorprendentemente considerando que su "dueño" era el rubio que tan bien conocia por no darle demasiada importancia a la higiene. Y no solo eso, sino que tenia un collar nuevo, rojo carmesí con el simbolo Uchiha everywhere. Se tendria que fijar en el collar, porque de él colgaba una nota. Pero en cuanto se intentara acercar a Mike este saltaria hacia atras, jugando con ella.
Antes de que siquiera pudiera plantearse que el can solo jugueteaba con sus ganas de cogerle, este empezaria a dar vueltas a su alrededor, alrededor de los troncos de entrenamiento, alrededor de ella otra vez, alrededor de los troncos de entrenamiento y así en un ciclo sin fin, que le da vueltas a todo. De vez en cuando se paraba a ladrarle a la kunoichi alegremente. Mientras daba vueltas cada vez que pasaba por su lado la azotaba con su cola que no paraba de menearse de un lado a otro a gran velocidad.
¿Lo mataria? ¿Lo lanzaria al mar? ¿Conseguiria la nota sin romperle las piernas al animal? ¿Que coño le daba Nabi para comer? ¿Speed? ¿Esteroides? No lo sabia, pero lo de ese bicho no era normal. Si se ponia a dos patar ya le llegaba a los hombros a la kunoichi.
-Tú... Me suenas de algo- Levantó ambas cejas cuando el perro salió y sacudió la manta nívea que cubría parte de su pelaje, dejando ver el color real del can. La joven kunoichi lo observó detenidamente como buenamente pudo, ya que no se estaba quieto en ningún momento. Era gracioso, porque el color que lo cubría era negro carbón, pero tenía un collar un tanto peculiar, y es que era totalmente rojo con abanicos por todos lados.
''¿Dónde habré visto...? ¡Espera! ¡UCHIHA!''
En su cabeza fue como si una bombilla se encendiese, ¡era el pai-pai que simbolizaba el clan de su... DE NABI! ¿Cómo no lo había descubierto antes? Se maldijo por lo bajo por no ser tan perspicaz antes y no dudó en lanzarse a coger al perro para... ¿Para qué quería coger al perro exactamente si ella solo estaba allí para entrenar? Su interior lo sabía, pero su mente no lograba procesarlo con claridad. Así que dejándose llevar por los impulsos de su interior, corrió a coger al can. Pero éste, ni corto ni perezoso, se escapaba de ella con increíble facilidad, comenzando a dar vueltas al rededor de ella, y de los troncos que en ese lugar se encontraban, ¡incluso le ladraba!
-Incluso los perros me vacilan... - Suspiró cuando después de intentar cogerle de nuevo cayó de bruces contra el suelo. -¿¡Es que no te puedes estar quieto!? - La respuesta fue clara: un azote en la cara con su cola peluda, mientras seguía sacando la lengua y seguía ladrando feliz.
''Pero, pero... ¿De verdad este bicho pertenece a Nabi? ¿Ese NABI que todos conocemos?''
Resopló varios mechones que estaban encima de sus ojos y se incorporó de un salto, mirando muy seriamente, con los ojos entrecerrados, al perro.
-¿Perteneces al Uchiha? ¿Nabi Uchiha? - Preguntó, como si de pronto a lo mejor el perro supiese hablar y le contestase ''Sí, humana, él es mi dueño, mi único amo y señor''
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El perro parecia inagotable e ignoraba totalmente las palabras de la muchacha. Cada vez que esta abria la boca él solo giraba la cabeza y arrugaba el hocico dando a entender que no estaba entendiendo nada. Muy a pesar de la muchacha, no hubo ninguna reacción especial del animal al pronunciar el nombre de su dueño. Lo más probable es que fuera la primera o la segunda vez que lo escuchaba. ¿Por que iba Nabi a decirle su nombre al perro? Si no lo iba a entender. Y tampoco es que este se relacionara con gente delante del can. O sin estar el can delante, directamente no se relacionaba con nadie.
La nevada parecia amainar, a diferencia de las ganas de jugar de Mike, que cuando la peliazul se quedaba quieta empezaba a dar vueltas sobre si mismo buscando su propia cola en un ciclo sin fin. Si no le daba un ataque de nervios a la pobre kunoichi de ver la hiperactividad de ese bicho podia considerarse la persona con más autocontrol del mundo.
De repente, paró en seco y se acercó de forma sospechosa a uno de los troncos que habia para practicar en aquel blanquecino lugar. Lo olió durante unos segundos, sin más resultado que que se le metiera un poco de esa sustancia semi helada por la nariz. Estornudo un par de veces pero finalmente se acercó al tronco y levantó la pata con total confianza. Lo proximo que se escuchó en aquel lugar fue como la nieve de alrededor del en una vida anterior vegetal volvia a su estado liquido.
Al acabar, araño el suelo intentando escarbar para tapar sus deshechos biologicos tirando más nieve encima del charco aún caliente de orina que se habia formado. A continuación, se acercó a un arbol, quedando en un sitio seco y sin nieve y sin siquiera tomar en cuenta a la muchacha se tumbó a dormir. Ese perro hacia lo que le daba la gana y ya.
La de cabellos azules suspiró molesta, y terminó sacándole la lengua al can porque simplemente en ese momento no quería jugar con él. Además, ni si quiera le contestaba a sus preguntas. No era como si el perro pudiese hablar o algo pero... ¡Bueno! Que no colaboraba y punto.
De repente, el perro paró y se acercó a los troncos de entrenamiento, donde esnifó parte de la nieve que allí se encontraba y eso llevó a varios estornudos perrunos. Eri lo siguió con la mirada, extrañada y curiosa, hasta que al final levantó la pata para... Todos sabemos por qué los perros machos levantan la pata.
-¡Hey! No, no, no... -Ya era tarde, el perro había hecho sus necesidades en uno de los troncos de entrenamiento. Se llevó la mano a la cabeza, intentando asimilar todo lo que estaba pasando con ese perro y volvió a suspirar. Cuando se cansó de lamentarse levantó de nuevo la vista y sus ojos verdes se toparon con el pelaje azabache del gran can, que se estaba acercando a un árbol y, dónde segundos después se echaría a dormir.
-¿Pero qué ...? - Susurró para ella misma, y después de sopesar las posibilidades que tenía con todo, se acercó al perro decidida y rodeó su cuerpo con ambas manos, levantándolo del suelo con toda la fuerza que la joven tenía. Una vez Mike estaba suspendido en el aire con nada más que los brazos de Eri como lo único que le sujetaba, de su collar cayó al suelo una nota blanca, que con suerte para la pequeña huérfana pudo darse cuenta enseguida de qué era porque sino se confundiría con la nieve. Dejó de nuevo en el suelo al perro, que a saber qué hacía ahora de nuevo y tomó la nota, observándola detenidamente y leyendo su contenido si había algo.
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"¡Hoy nos vamos a la playa! No te preocupes por el dinero, de ese detallito me encargo yo."
¿Que coño acababa de leer? En aquel pedazo de papel que por el contenido debia ser un mensaje no habia nada más, ni un nombre ni una marca ni nada. La confusión de la kunoichi como no podia ser de otra forma por la escasa información no hacia nada más que crecer. ¿Qué debia hacer ahora? Mike empezó a ladrar en una dirección que parecia del todo aleatoria.
Hasta que de repente, de esa misma dirección apareció Nabi, quien iba saltando de arbol en arbol a toda prisa. Apenas le dio tiempo a distinguir su brillante pelo amarillo y su indumentaria, pero ¿de verdad era Nabi? Mike parecia reaccionar positivamente a él, de hecho se habia quedado mirando en la dirección por donde habia desaparecido el supuesto Nabi mientras la ladraba para que le siguiera.
Toda esa situación parecia un tanto extraña, bueno, al fin y al cabo, todo lo relacionado con el rubio acababa siendo extraño de una forma u otra. ¿Ir a la playa detras del rubio o no? ¿Qué hara nuestra heroina?
Releyó la nota una vez, más otra vez, y luego otra más. ¿De verdad que eso lo había escrito Nabi? No podía ser, Nabi era demasiado escueto incluso en las notas que le había enviado con anterioridad, además, firmado no se encontraba. Negó con la cabeza y volvió a leerla lo que sería la última vez.
"¡Hoy nos vamos a la playa! No te preocupes por el dinero, de ese detallito me encargo yo."
Entonces el can volvió a ladrar en una dirección un tanto extraña que hizo a la kunoichi salir de su ensimismamiento, frunciendo el ceño tanto que le vino un tic en la ceja izquierda. Hasta que lo vio. De árbol en árbol como si de un mono se tratase, pero no, no era un mono, parecía más un rayo dorado por el color tan llamativo que había heredado de vete-tu-a-saber-quién porque los Uchihas, de lo que ella recordaba, tenían todos el cabello oscuro. Pero bueno, que había visto al Uchiha, de eso estaba cien por cien segura ya que nunca se podía sacar la imagen de su amigo de la infancia de la cabeza y mira que lo había intentado....
-¿Era Nabi, verdad? - Preguntó como si fuese lo más normal del mundo a su peludo amigo que seguía ladrando hacia la dirección en la que el shinobi había salido saltando. Y suspirando por enésima vez, sin prisa ni nada, echó a andar con los brazos cruzados hacia lo que supuestamente era un día en la playa, que bueno, le hacía bastante gracia porque era invierno y casualmente también era ese día. Volvió a suspirar y dejando detrás a lo que ahora mismo era una bola de pelo negra, echó a correr hacia el lugar por donde su rubio amigo había desaparecido.
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La peliazul corrió todo lo rapido que pudo, pero aquella figura parecida a cierto Uchiha OP parecia inalcanzable. Pasaron bastantes minutos hasta que escuchó los vaivenes del oleaje, el mar sonaba mucho más furioso de lo normal, como si en cualquier momento fuera a inundar la playa entera. Al salir de la vegetación y tener una vision clara del horizonte marino pudo vislumbrar aquel muchacho de pelo amarillo.
Estaba de pie, dentro del agua. Apenas le llegaba por los tobillos, pero las olas le llegaban casi por la cintura. Entonces, ante la mirada incredula de la joven kunoichi, el agua empezó a moverse en dirección al mar hasta dejar la playa totalmente seca. En el horizonte se empezaba a formar una barrera de agua de dimensiones gigantescas. A medida que aquel tsunami se acercaba, Nabi se daba la vuelta.
Sin duda, parecia Nabi, tenia el pelo de Nabi, el rostro de Nabi, incluso la ropa de Nabi, pero sus ojos eran totalmente negros excepto por su iris, que tenia el color carmesí con tomoes tan caracteristico de su clan. Sonrió y le tendió la mano a Eri.
Con una sonrisa de lo más siniestra esperaria la reacción de la peliazul, como si la enorme fuerza del agua no lo fuera a mover un apice.
Tres puntos. Eso era lo que pasaba constantemente en la cabeza de Eri al encontrarse en la playa y ver al joven de cabellos amarillos en el agua. Las olas aún impactando contra el cuerpo no tan musculoso del joven no hacían más que mojarle sus ropas, porque de ahí no lo movían. Parecía una piedra. Sin embargo y sin saber cómo ni por qué se producía, todo el líquido salado se alejó dejando la blanquecina arena deshidratada y una gran ola gigante, o bien conocida como tsunami se estaba formando por detrás del chico sin que este le diera la más mínima importancia. Eri abrió los ojos más de lo normal, a la vez que sus labios se despegaban con lentitud sin creer lo que estaba viendo.
Silencio. Eso escuchaba en su cabeza, no sabía qué pensar ni qué hacer. Por ello cuando el chico que era exactamente igual a Uchiha Nabi se dio la vuelta, desechó todas las dudas que tenía sobre si él era el verdadero o no. Y fue gracias a sus ojos, sus ojos totalmente negros a excepción de su iris color carmesí con las dos aspas que había logrado obtener. Éste miró a la huérfana y le ofreció su mano, mientras le sonreía de forma tétrica mientras esperaba una respuesta de la kunoichi.
La chica bajó la mirada, nerviosa por tener esos ojos carmesí puestos sobre ella y cerró ambas manos en puños, apretando más de lo normal. De sus ojos ahora caían dos lágrimas surcándoles las mejillas. ¿Por qué cada vez que se encontraba con Nabi todo tenía que ser tan difícil y surrealista? Apretó los dientes y frunció el ceño, levantando la vista de nuevo.
Él, no era él.
Concentró chakra a medida que avanzaba con rapidez hacia su objetivo en su puño izquierdo, mientras las zancadas pasaban a tiempo muy lento, casi como si fuese una película en su clímax, todo quedó en absoluto silencio. Pero ella estaba harta, vaya que lo estaba. Quería despertar de ese sueño y poder regresar a su vida normal, a su vida de verdad. Y si Nabi no formaba parte de ella, le daba jodidamente igual. Porque ya nada era como antes.
-¡Muérete! - Chilló con toda su voz, impactando su mano izquierda con la mejilla derecha del rubio.
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Habia sido un dia movidito. Despues del incidente en el Jardin de los Cerezos sentia la obligación de poner por escrito lo que habia pasado y presentarlo como declaración o informe de lo sucedido. Al principio solamente iba a pasarse por el Edificio de la Uzukage, que es el hogar de la burocracia ninja a decirles si lo necesitaban o lo querian, si les decian que no pues se volveria y lo guardaria en su casa por si se lo reclamaban en un futuro.
Pero la burocracia es como es, al principio no, despues antes de irse le llama otro y le dice que sí, pero que tiene que rellenar no sé qué y tiene que darselo a no sé quien porque él no es el encargado de esas cosas. Total, que entre pitos y flautas habia dejado la mañana entre idas y venidas y papeleos absurdos.
Lo que no se esperaba era que al salir de allí le recibiera Mike, gimoteando y haciendole señas caninas para que le siguiera. Eso era que algo malo estaba pasando, Mike siempre le pedia ir aqui o allí, pero nunca gimoteando, siempre haciendo el subnormal. Resumiendo, siguió al animal hasta la playa. El pobre animal tenia que ir parandose de vez en cuando a esperar al rubio que iba notablemente más lento que él.
Ahí estaba Eri, de pie mirando al mar. Nabi se estaba acercando para ver qué pasaba cuando vio algo en los ojos de la joven, más bien, no vio algo en los ojos de la joven. El brillo que normalmente tenia en ellos, no solo no estaba sino que se encontraba tapado como si alguien hubiera superpuesto a su amiga. Alzo ambas manos entre ellos.
Eri, ¿me oyes?
Ni siquiera con el sharingan era capaz de liberarla, si era un Genjutsu donde estaba, era demasiado sofisticado hasta para su legendario Dojutsu. La joven respondió, pero no como él esperaba, se lanzó en carrera hacia el shinobi rubio y este pudo sentir el chakra acumulandose en su brazo izquierdo. Reaccionó lo más agilmente que pudo. Sacó el kunai que guardaba bajo la manga y se lo clavo en el brazo con cuidado de profundizar mucho la herida en cuanto Eri estampó su puño en la cara del rubio.
Lo proximo que veria la muchacha era que el suelo se habia vuelto arena en vez de agua y que ya no habia olas gigantes. Y lo que sentiria es dolor donde el kunai habia abierto herida. Aparte del rubio que se fue volando playa a traves.
16/01/2016, 13:59 (Última modificación: 16/01/2016, 14:00 por Uzumaki Eri.)
Parpadeó un par de veces, como si se acabase de despertar de un largo letargo cuando notó que sus pies no estaban mojándose, si no que ahora estaban cubiertos de arena por frenarse justamente con ellos frente a algo. Notó un dolor apoderarse de su brazo izquierdo cuando instintivamente llevó su mano contraria hacia el lugar que le causaba tal sensación y entonces vio como había una herida bastante abierta. Pero... ¿Cuándo?
Levantó la visión de la herida y observó a su alrededor. Todo estaba como debía haber estado desde un principio, sin embargo un camino que resaltaba por su falta de arena llamó su atención. Aclaró más su vista y a escasos metros se encontraba otra persona. Entrecerró los ojos para divisarlo mejor. Sin lugar a dudas, ese sí que era Nabi.
Pero... ¿Cómo? ¿Si él estaba desde el otro lado y ella...? Un agudo dolor de cabeza atravesó sus entrañas e hizo que la joven se llevase ambas manos para sujetársela. Pero el dolor del brazo bueno de la muchacha de ojos esmeralda no reaccionó como esperaba, y la joven se sintió aún peor.
¿Por qué le dolía la cabeza a tales intensidades? ¿Por qué tenía una herida que no cesaba de sangrar en el brazo izquierdo? ¿Por qué Nabi se encontraba a tantos metros de ella si antes le había intentado dar un puñetazo? ... Un momento. ¡Ella le había dado un Ōkashō directo! ¡Por eso estaba allí!
Cayó de rodillas al suelo, ¿por qué todo era tan sumamente difícil en esos momentos? No podía pensar con claridad, y todo le daba vueltas como jamás antes había ocurrido. Recordó el día en el que se encontraba y se maldijo por salir de su casa. Suspiró pesadamente, limpió lo que casi podrían haber sido unas lágrimas de rabia e intentó levantarse para ir a atender a Nabi, que seguramente tuviese algún que otro daño debido a su golpe, además, como ninja médico, ese era su deber. Pero cuando apoyó la pierna izquierda para impulsarse, de nuevo como si fuese una aguja, algo se clavó en su cabeza, taladrándola hasta lo más profundo de su mente.
Eri cayó sobre la blanquecina arena, inconsciente, mezclada con la nieve que antes había cubierto Uzushiogakure con una pequeña manta nívea.
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Se quedó tumbado boca arriba durante unos segundos, mirando al cielo sin acabar de entenderlo. Hasta que la sangre le bajo hasta la garganta, se levantó rapidamente, poniendose de rodillas a toser sangre. Amargamente, pudo comprobar que habian un par de dientes entre los esputos de sangre. Levantó la mirada mientras su mente se seguia llenando de turbios pensamientos, aún con el sharingan activo.
Vio a la peliazul caer de rodillas y posteriormente desmayarse sobre la arena que se encontraba aún cubierta por una fina capa de nieve. El cielo habia empezado a nublarse, probablemente, empezaria a nevar en breves. El Uchiha se levantó, y lentamente se acercó hacia donde la kunoichi habia perdido la consciencia. Se paró ante el cuerpo, y sus rojizos ojos lo examinaron como si estuvieran ante algo nuevo y curioso. Mientras, su cabeza parecia derivar en las peores de las direcciones.
¿En qué momento Eri se ha vuelto tan fuerte? He estado tan pendiente de protegerla... ¿para qué? Con golpes así podria matar a cualquiera. Ahora ¿que sentido tengo yo en su vida? ¿Cual es mi proposito? Si ella es más fuerte que yo... Espera, ¿lo es? ¿De verdad Eri es mejor en combate que yo? ¿Un Uchiha?
Una sonrisa extraña se dibujó en sus labios, no sentia la mitad de la cara, así que cualquier sonrisa que intentara poner saldria deforme. Sin embargo, esa mueca no era perturbadora solo por su forma sino por las intenciones que guardaba tras ella. Queria medir su fuerza con la de Mizumi Eri, su amiga, su único vinculo con su yo del pasado, su yo antes de ser Uchiha y probablemente, su única versión capaz de sentir felicidad.
Ya te ha superado, no le des más vueltas, muchacho.
Una voz sonó por detras suyo, rapidamente se dio la vuelta. Encarando una figura tapada con una capa negra adornada con simbolos dorados de una circunferencia con tres tomoes en su interior que se alzaba de pie sobre las olas del mar. Esa simbologia era del dios del trueno, pero tambien eran las mismas comillas que portaban los Uchihas en su Dojutsu. El joven no tardó en intentar articular palabra, craso error, solo con el intento de abrir la boca un dolor punzante atravesó su mandibula y penetró en su cerebro. El desconocido soltó una carcajada ante el quejido de dolor de Nabi.
Dios santo muchacho, eres lamentable. Vencido por la doncella que supuestamente debias proteger. Eres tan patetico que ni mereces mi burla. Yo aqui tejiendo un hermoso plan para ver tu maximo potencial, y mira lo que me encuentro, un petimetre que va por ahí con el simbolo de un clan al que no hace honor.
Iba gestualizando conforme hablaba, moviendo las manos como burlandose aún más de él. Al finalizar su discurso se llevo la mano a la cara mientras negaba con la cabeza. Ahí es cuando Nabi vio el momento que habia estado esperando. Le iba a doler y lo sabia, pero no podia dejar que aquel imbecil se saliera de rositas de esta. Hizo los sellos con la siniestra mientras con la diestra buscaba en su portaobjetos sus shurikens. Tuvo que abrir la boca para lanzar una enorme cantidad de chakra convertido en fuego. El plan inicial era lanzar la ofensiva de Katon y despues estar preparado con los shurikens por si intentaba esquivarla. Pero se habia sobreestimado, el dolor se hizo demasiado intenso y tras lanzar el jutsu cayó de rodillas en la arena, sudando y a punto de vomitar de puro dolor.
¿Sabes? Tenemos mucho en común. Esos cientos de niños, la mayoria con tu misma sangre, murieron, todos. Habian cuatro instalaciones más que la tuya y aún así, tu fuiste el único superviviente. Cuando atraparon a aquel maldito loco adinerado pensé que estaba acabado, pero entonces uno de tus parientes lejanos apareció ante mi y me dijo que me iba a recompensar por mi aportación al proyecto. Tanto si queria como si no, tenia que aceptar su oferta. La alternativa era darle explicaciones a Shiona y eso sí que daba verdadero pavor.
Nabi ya no podia hacer nada más que concentrarse en seguir vivo y consciente, lo cual ya era un reto para él. No queria escuchar las palabras de ese sujeto, cuya voz habia reconocido desde el primer momento, no queria tener que estar de rodillas con las manos apoyadas en el suelo porque no podia mantenerse de pie y no queria que Eri, que estaba tras él desmayada, tuviera que pasar por volver a ver a ese hijo de puta. Tenia que recomponerse ya, por muy inalcanzable que pareciera dicha meta.
Entonces me convertí en lo que tú fuiste en tu pasado, en poco más que un conejillo de indias. Yo, que lo único que habia deseado en mi vida era dar de comer a tantos pobres huerfanos como me fuera posible, ¡yo tuve que pasar por eso! ¿¡TE PUEDES IMAGINAR COMO ME SENTI!? Tú pasaste por eso, ya lo sé, ¡pero tú no habias hecho nada! Ni bueno ni malo, eras tan innecesario para el mundo como el mundo para ti. ¡Yo no! Yo habia hecho cosas buenas, habia consagrado mi vida a los niños. De nuevo, murieron personas. Esta vez fueron decenas. Reunir a los niños solo era el primer paso, llevado a cabo por un mero titere de la verdadera mente tras este genocidio. Alguien con demasiado poder.
Tu mente infantil se estara imaginando un kage o tal vez un señor feudal, pero el poder no reside siempre en el estatus politico, sino en la capacidad de usarlos sin ser visto. Alguien igual de poderoso que un kage, igual de influyente que un señor feudal, pero que no se le puede relacionar con absolutamente nada de lo que hace. La sombra perfecta, una gota en el vasto oceano. Te voy a decir su nombre, espero que tu memoria sea tan buena como tu suerte, maldito crio. A mi me daran caza o los ANBUs de esta asquerosa villa o los secuaces de la oscuridad, tú eres el único que podra vengarnos, a todos.
Su nombre es...
El muchacho seguia luchando contra las limitaciones de su propio cuerpo, que parecia rechazar su conciencia. El silencio inundo la orilla, solo el suave sonido del agua entrando y saliendo de la playa rompia dicho silencio. Habia escuchado todo el discurso entre la fina linea que le separaba de caerse rendido en el pequeño charco de vomito y sangre que tenia debajo. De rodillas con las manos apoyadas en el suelo apenas veia la arena bajo su cabeza. Apenas veia nada. Escuchaba e intentaba asimilar, no estaba en condiciones de intentar hacer nada. El daño recibido por el pedazo de Okasho de 60000 PV de Eri habia sido demasiado inesperado y le habia dejado en numeros rojos hasta el proximo año.
Se habia ido acostumbrando a la voz de aquel hombre, las cenizas de su pasado, hasta que este se acercó a su oido para pronunciar dos últimas palabras antes de desaparecer y dejarlo solo ante el silencio, con una chica peliazul inconsciente, tanto literal como metaforicamente. Hōzuki Namiron. Ese nombre fue lo último que escuchó. Despues el tiempo pareció congelarse, dando fin al monologo del fugitivo y Nabi se perdió en su eterna lucha entre la perdida de sangre y que seguramente Eri le hubiera jodido el sentido del equilibrio, el de la temperatura corporal, incluso el cerebro parecia estar fuera de lugar.
Hozuki, Namiron...
El tiempo seguia pasando y no tenia expectativas a corto alcance de poder recomponerse. De hecho, ¿cuanto hacia que habia desaparecido el hombre? ¿Cuanto llevaba de rodillas en la orilla? El tiempo empezaba a perder significado en la cabeza del Uchiha, cuya única esperanza de recuperarse reposaba sobre la inconsciente, tanto literal como metaforicamente, muchacha que se encontraba a su lado.
Parpadeó varias veces, con delicadeza, sintiendo como los párpados todavía hacían fuerza para resguardar a sus ojos de la luz. Posó una mano sobre la arena, en la que se apoyó para incorporarse. Tenía frío, tanto frío que incluso su herida causada por Nabi no le dolía tanto como antes. Entrecerró los ojos para así mantenerlos abiertos pese a que sus párpados le pedían lo contrario y observó dónde se encontraba. Estaba en la playa, sí, donde había pasado todo antes de desmayarse.
''Nabi...'' Se llevó la mano derecha sobre el brazo que tenía herido y sopesó la idea de curárselo, pero entonces sus ojos divisaron una cabellera rubia en la orilla, junto a su dueño que permanecía de rodillas sobre ella. ¿Qué hacía allí? Se levantó pero volvió a caer por el temblor que tenían sus piernas. No las sentía. Suspiró y sacó su kit médico, curándose como medianamente pudo para entrar en calor y así hacer que sus delicadas y cortas piernas no temblasen. Lo dejó de nuevo colgado de su cinturón y decidida, lo intentó de nuevo: posó un pie en la arena, luego otro, y se levantó. Un segundo, dos, sus piernas no temblaban. Bien, ahora proseguiría su camino.
Sus pasos se quedaban grabados en la mezcla que creaba la blanca arena con la nieve, lo habría disfrutado si no fuese ese día y si no estuviese en esas condiciones, le encantaba la nieve y pocos días podía jugar en ella como si fuese una cría sin pensar en las consecuencias que conllevaba eso, como pillar un resfriado, por ejemplo.
Fuera de sus divagaciones, se acuclilló detrás de Nabi y le abrazó con delicadeza, por si acaso le dolía el cuerpo. Sí, vale, le había pegado con su Ōkashō más temido, seguramente se encontraba como un flan, pero... El Uchiha era más que eso, seguramente saldría de ello, además ella no era tan fuerte...
-Nabi... - susurró, depositando un suave beso en la espalda del chico -.Vayamos al hospital - ella misma sabía que no se encontraba en condiciones de tratar con su propio ataque debido al gran esfuerzo, furia y frustración que había puesto en él - además de la cantidad desorbitada de chakra que había empleado -, así que lo mejor sería llevarle al hospital y explicar lo sucedido allí. No esperó a recibir una contestación del portador del Sharingan, se había levantado y haciendo gala de su fuerza con la que tanto ahínco había trabajado, le depositó en su espalda con delicadeza para que el moflete herido no quedase apoyado sobre ella misma.
Comenzó a caminar lentamente y con dificultad. Sabía que cargar con Nabi no sería tarea fácil, pero se lo merecía. Ambos se merecían un momento de paz y tranquilidad. La kunoichi desconocía todo lo pasado con el muchacho que llevaba en su espalda, sin embargo ella se había pasado y sabía que con un simple lo siento no bastaría. Lo mejor sería dejarle en el hospital, que lo curasen, y ella... ¿Qué haría ella? Tomó aire y lo dejó escapar con lentitud. Sí, lo mejor sería dejarle su espacio por un tiempo.
-Ya verás como te encuentras mejor - no supo si el aliento se lo daba al chico o a sí misma, pero eso le ayudó a continuar su viaje al hospital sin pararse ni un minuto a descansar.
''Lo siento tanto... Tú, tú no te merecías nada de esto...'' Se culpaba interiormente, ¿qué había hecho? Se había manchado sus manos con la sangre del Uchiha, de su mejor amigo, su caballero protector, del muchacho del que llevaba enamorada toda su vida... ¿Cómo le miraría a los ojos ahora? Reprimió una lágrima que quería escapar de sus ojos esmeralda.
Solo esperaba que la perdonase después de todo, era lo único que pedía.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100