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Versión completa: (D) Verde, con ganas de madurar
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—¡Sí! —exclamó poniéndose de pie.

Viendo que sus dos compañeros ya estaban más que dispuestos a empezar, el chico decidió tomar el papel donde se encontraba la dirección a la que debían dirigirse.

«Una pena. Tenía muchas ganas de escuchar más antes de salir» pensó, pero sabía que lo primero era lo primero.

Kazuma ya se había puesto en marcha, así que luego de despedirse de Komachi, el joven Daigo marchó junto a él.
Los chicos se quedaron con las ganas de escuchar más sobre Komachi, pero Ranko sintió un alivio tremendo. No le avergonzaba su madre, pero no le parecía de buen gusto hablar sobre miembros perdidos la primera vez que uno se encuentra con compañeros de su hija. Y era de cierta manera una pena, pues la castaña tenía en muy alta estima a su madre, y la historia de cómo había perdido su brazo siempre la inspiraba.

”Es a la vez una inspiración y una advertencia” pensó mientras caminaba detrás de Daigo y Kazuma.

Las casas de madera cercaban su paso, y los árboles dejaban caer su sombra de manera casi vertical, señalando la próxima llegada del mediodía. Una de las calles descendía levemente, y las casas se acomodaban a la inclinación. Si se detenía a ver el tupido paisaje de Kusagakure, lo encontraría realmente hermoso. Ranko alzó la mirada y la fijó en la nuca verde de Daigo por unos instantes. Reunió toda la energía que tenía y, después de morderse el labio, habló con suma timidez.

D-d-disc… Disculpe… Tsu… Tsukiyama-san —Respiró profundamente —Algui… Un a-amigo en común… Un amigo lo mencionó. ¡D-de hecho también mencionó a Kazuma-san! S-su nombre es Kingu... King Rōga. D-dijo que Tsukiyama-san te… tenía un estilo interesante. E-enfocado en puñetazos… —No sabía cómo decirlo, pues presentía que sonaría raro, pero ella realmente estaba emocionada por la posibilidad de un combate —. ¡Sería genial verlo! D-digo… S-si le parece bien, claro.

La mirada de la de la trenza caía hacia las calles de piedra y tierra de nuevo, y sus mejillas seguían sonrojadas, aunque no tanto como con Komachi. Ranko se reconfortó, diciéndose que había sido un buen paso hablar así primero. Recordó su primer encuentro con Kazuma, y cómo él había sido sumamente paciente con ella, a pesar de que su comportamiento era peor que en ese momento.

Peor suena feo… Digamos… no tan ligeramente… ligerísimamente asertivo. Sí. Pronto tendré el valor suficiente para gritarle a las personas apenas las vea. Ay, no, eso sería horrible…”

Platicaran o no, unos minutos después llegarían al domicilio. Era un muro muy largo con una sola puerta enorme. Por encima de ella se veían algunos árboles en cuyas hojas se comenzaban a notar tonos naranjas. No parecía ser una casa alta, pero sí con un amplio patio. El único adorno en la imponente puerta de madera frente a los genins era una placa con la leyenda “Familia Handa”.


Una disculpa más por no estar atento a los posts e.e
Kazuma escucho las palabras de Ranko y no puedo evitar sonreír.

Parece que comienza a hacerse famoso, Daigo-senpai —le dijo mientras caminaba a su lado—. Y pensar que sería por boca de aquel chico dramático de Ame.

Sabía que, en el fondo, Rōga apreciaba y respetaba a Daigo; pero esperaba que hablase de él con otras personas. Le parecía algo indiscreto hablar de las habilidades de otro ninja, pero supuso que así comenzaban los grandes a hacerse famosos: impresionaban a sus rivales y estos narraban y daban fe de sus habilidades únicas y de lo buenos que eran.
Daigo rio, alegre.

—No diría famoso, pero me alegra saber que Rouga-kun se acuerda de mí de vez en cuando —sonreía de oreja a oreja—. ¡Y cuando quieras te lo puedo mostrar, Sagisō-chan! Has dicho que tus patadas eran fuertes, ¿no?

Sus puños contra las patadas de Ranko, mientras más lo pensaba más le gustaba la idea.

»¡Ardo en ganas de pelear! —exclamó y luego recordó lo que estaban haciendo—, pero quizá que mejor cuando terminemos.
"Creo que dramático se queda corto" pensó al escuchar a Kazuma, y soltó una risita.

Rōga-san es… especial —dijo con aire levemente embelesado. Le alegró saber que Daigo también era de espíritu combatiente, así que asintió enérgicamente, lo que hizo que su trenza se moviera de un lado a otro —. ¡Claro! ¡A-adoraría que choquemos técnicas! —Su voz se tornó alegre y su paso menos tímido.

Le ponía de buenas encontrarse con otro artista marcial, alguien con quien enfrentarse, medirse, alguien de quien aprender también. El peliblanco también surcó su mente, pues nunca lo había visto pelear.

"Me pregunto en qué tipo de shinobi se convertiría Nubu-kun. ¿Sería un ninja rastreador? ¿Uno especializado en sellado o en ilusiones? ¿Un combatiente cuerpo a cuerpo como yo? ¡Tanto potencial en alguien tan pequeño!"

Ranko se guardó su pensar para sí. Cuando se dio cuenta, ya estaban frente a la puerta. Los nervios le dieron retortijones en el estómago. No se animó a llamar. El hecho de que hubiese estado caminando algunos pasos detrás de Daigo y Kazuma le daba la excusa perfecta para no ser partícipe del ritual ancestral de tocar la puerta. Sus manos juguetearon un poco frente a sí, clara muestra de nerviosismo.

S-sí… Acabemos esto pri-primero…
Atestiguar combates es entretenido y es una buena forma de aprender —compartió, animado por el ambiente—. Aunque participar, no creo que sea tan agradable: duele y el ánimo se agita demasiado.

No era que no entendiera cosas como el orgullo del encuentro y la adrenalina de la acción; sino que lo suyo no eran las actividades de alto impacto. Además, la violencia le parecía el método menos eficiente para resolver los problemas o las diferencias; quizás por eso le gustaban más los deportes: se tenía el máximo de competitividad y el mínimo de violencia.

«Pero nada le gana a la serenidad silenciosa de cuidar un jardín», pensó.

Antes de darse cuenta, ya estaban frente a la puerta de la dirección adecuada. Kazuma se acercó y dio un par de toques, llamando para avisar de su presencia.

¡Buenas, somos… ninjas! —Se le hizo extraño decir aquello, pero cuando se trataba del cartero o los oficiales así se anunciaban, por su oficio.
Rōga era especial, sí, por eso era su rival.

Y por eso Daigo sonrió al escuchar que el chico seguía siendo especial allá donde iba.

Pronto, los chicos llegaron a la dirección que buscaban, y aunque el peliverde no habría tenido problema en ser quien llamara a la puerta, Kazuma se le adelantó.

El joven genin se mantuvo cerca de sus compañeros, emocionado por empezar.
Ranko inclinó la cabeza dos veces: una al escuchar que el peliblanco prefería estar de espectador a participar en combates, y otra al escucharlo llamar a la puerta diciendo que eran ninjas.

"Pues… no es incorrecto."

Hubo un largo silencio antes de que se escucharan pasos al otro lado de la puerta. El sonido del pestillo corriéndose precedió al abrir de la puerta. Una mujer de piel morena y opaca, con cortos cabellos lacios y negros, apareció en el umbral.

¿Sí? Son… ¿Ninjas? —Miró detenidamente a cada uno de los genin —. ¡Oh! Ustedes vienen por Nubu-chan, ¿no? Claro, claro, adelante.

La mujer abrió aún más la puerta y se apartó para dejarlos pasar. Si entraban, se encontrarían en un patio muy amplio, con árboles cada tanto rodeando toda el área, y un par de arbustos aquí y allá. Un camino de piedra iba desde la puerta hasta una casa de una planta, de pinta muy amplia y suficientemente elegante.

Mi nombre es Handa Furie. Un gusto. —Furie les regaló una reverencia, esperando recibir el nombre de los ninjas.
«Es un bonito lugar», pensó Kazuma mientras le daban pase hacia el patio de la casa.

Mi nombre es Handa Furie. Un gusto. —Furie les regaló una reverencia, esperando recibir el nombre de los ninjas.

Un gusto, Handa Furie-san —contesto, haciendo una reverencia formal—. Mi nombre es Hanamura Kazuma.

Pensó en presentar a los demás; pero siendo Daigo el más experimentado, no sería educado el atribuirse el derecho de presentación.
Mientras pasaba, Daigo miraba a su alrededor con asombro. No estaba acostumbrado del todo a ver casas como aquella.

—Me llamo Tsukiyama Daigo —se presentó el peliverde, sonriente—. Es un placer conocerla, Handa-san.

Al chico se le podía notar realmente emocionado a simple vista.

«¡Ya empezamos, ya empezamos!»
¡Y-y yo soy S-Sagisō Ranko! ¡M-mucho gusto!

La chica le dedicó una reverencia a la mujer, quien les sonrió amablemente al trío.

Ah, qué chicos tan educados. Me alegra, me alegra. Espero que Nubu-chan pueda aprender mucho de ustedes. Adelante.

Se dirigió entonces hacia la casa y les instó a seguirla. Cruzarían entonces el camino de piedra, hasta el pórtico de la casa. Se quitó las sandalias mientras se volteaba brevemente para hablar con los chicos.

¿Puedo ofrecerles algo de beber antes de comenzar? ¿Un té o…?

La mujer deslizó la puerta y se hizo a un lado para invitarlos a pasar. Si el tiempo se hubiese detenido, habrían apreciado una amplia estancia. Las ventanas de los lados iluminaban a la perfección la sala, mostrando una mesa de acabado extranjero, y piso más que limpios. Había ornamentos con caligrafía y flores colgados de las paredes. En la pared opuesta se lograba ver una mesita con distintos artilugios metálicos y de cristal, amén de varias notas a papel a un lado. Sin embargo, lo que captaría la atención de los genin en el segundo en que se abriera la puerta, sería un niño pequeño, de revueltos cabellos castaños, vestido de pantalón y camisa marrones, con un chalequito verde que se parecía mucho a los que portan los chūnin.

¡Jutsu de ataque sorpresa! —gritaría mientras agitaba los brazos y lanzaba objetos planos en dirección al trío de genin.

¡NUBU!

Los objetos eran shuriken hechos de cartón. Varios cayeron sin más al suelo, sin alejarse más de medio metro del niño, un par volaron cerca del rostro de Daigo, otros rebotaron en el suelo al lado de los pies de Kazuma, y uno se coló entre los varones y le acertó a Ranko en la frente.

¡Ay!

Pff… ¡Pues no son tan ninjas!

¡Nubu! ¡Te he dicho que no arrojes cosas dentro de la casa! —La mujer, visiblemente molesta, se adentró en la sala para darle un tirón de oreja al pequeño.

¡Peroperopero…! ¡Aaay!

Lo lamento, chicos. Éste es mi Nubu-chan. Espero que se comporte bien con ustedes. —Furie recalcó algunas palabras, pero el niño se metió las manos en los bolsillos e infló la mejilla, mirada baja.

Si se fijaban, verían que el chaleco de Nubu estaba hecho a mano, aunque no presentaba el detalle ni el número de bolsas que un chaleco chūnin original. Verían además que el infante portaba un pañuelo atado a la frente, en el cual había un rectángulo de cartón sujeto con dos broches. En el cartón se veía lo que podía interpretarse ya sea como el símbolo de Kusagakure, como un zigzag apresurado.
¡Jutsu de ataque sorpresa! —gritaría mientras agitaba los brazos y lanzaba objetos planos en dirección al trío de genin.

A Kazuma se le antojo, cuando menos, extraño el comportamiento del joven; quizás porque de alguna manera se lo tomaba enserio. Se agacho y recogió una de las estrellas de carton para estudiarla con cuidado.

Pff… ¡Pues no son tan ninjas!

Pues el ataque no es tan sorpresa si gritas mientras lo ejecutas —respondió sereno, corrigiendo no el acto en sí, sino la manera de ejecutarlo.
El ataque sorpresa de Nubu demostró no ser muy efectivo contra el grupo de genins, apenas consiguiendo acertar en la pobre Ranko, quien tuvo la mala suerte de ser la única en ser golpeada por una de esas shuriken de cartón.

—¡Sagisō-chan!

Parecía que las preocupaciones de Ranko respecto al chiquillo estaban acertadas.

Nubu fue reprendido por su madre mientras Kazuma ya había empezado con su primera lección: no anunciar los ataques sorpresas.

—Aún así ha sido un buen tiro, tengo que admitirlo —añadió.
El quejido de Ranko había sido más por sorpresa, pues el pedazo de cartón apenas y se había sentido. Ranko se agachó para recoger el shuriken y verlo detenidamente.

N-no se preocupe, Tsukiyama-san. No fue nada…

¿Sí? ¡Pues…! ¡Pues…! ¡Pues apuesto a que no te lo esperabas antes de entrar! —Nubu le sacó la lengua a Kazuma ante su comentario.

¡Nubu! Estos jóvenes han venido a enseñarte sobre el ser ninja —La madre había puesto sus manos en la cadera y lo miraba con suma firmeza —. Si no quieres aprender nada, les pediré que se retiren y nunca te convertirás tú en ninja.

El horror se vio reflejado en los ojos del pequeño, a la vez que un par de lágrimas se asomaban. Sin embargo, un oportuno comentario de Daigo sobre el tiro del infante le devolvió la emoción.

¿De veras? ¡Verdad que sí!

¡S-sí! Bueno… le diste a a-alguien. Eso… uno de tres e-es bueno, creo. —dijo Ranko, en un intento de tono amistoso.

¡Woah! ¡Qué alta! ¡Debo de haber usado mucha fuerza para darte!

La chica no supo cómo sentirse al respecto.

¡NUBU! Ay… bueno, chicos, no sé cómo quieran proceder… No sé si les dijeron, pero nuestra familia ha sido de comerciantes desde siempre, y Nubu-kun es el primero en… bueno… interesarse en ser shinobi. Así que… ustedes dictan el paso a partir de ahora. Yo estaré por ahí, que hay pendientes en la casa.

¡Sí, sí! ¡Comencemos con… con…! Ahm… —Nubu se rascó la cabeza. Luego alzó los brazos al aire, ahora visiblemente emocionado de quienes se había burlado segundos atrás —. ¡Oh! ¡Con tirar dragones de fuego por la boca! O… O… ¡O invocar un animal gigante! ¡O lanzar mil shuriken a la vez!

Por favor —Handa Furie se hizo oír por sobre los gritos alegres de su hijo —. Todo lo que tenga que ver con arrojar cosas o pelear, háganlo fuera. ¿Está bien, chicos?

Furie se veía más preocupada por irse que por enterarse de lo que aprendería su pequeño.
«Que interesante hubiese sido si los niños de Hanamura fuesen así», pensó.

¡Sí, sí! ¡Comencemos con… con…! Ahm… —Nubu se rascó la cabeza. Luego alzó los brazos al aire, ahora visiblemente emocionado de quienes se había burlado segundos atrás —. ¡Oh! ¡Con tirar dragones de fuego por la boca! O… O… ¡O invocar un animal gigante! ¡O lanzar mil shuriken a la vez!

Espera, Nubu-san —pidió el peliblanco—. Tomémonos las cosas con calma. ¿Qué tal si primero nos cuentas un poco sobre ti?
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