(II) La Prisión del Yermo - Versión para impresión +- NinjaWorld (https://ninjaworld.es) +-- Foro: País del Viento (https://ninjaworld.es/foro-pais-del-viento) +--- Foro: Desierto del País del Viento (https://ninjaworld.es/foro-desierto-del-pais-del-viento) +--- Tema: (II) La Prisión del Yermo (/tema-ii-la-prision-del-yermo) |
RE: (II) La Prisión del Yermo - Umikiba Kaido - 8/09/2019 Allí, al merced del cadáver y la memoria de su víctima, su mente empezó a enlazar las posibilidades de salir de ahí con la prueba que le había pedido Ryu. Por suerte, recordó que comadreja le había entregado un pergamino de esos en los que podías sellar gente, así que decidió usarlo. Lo descolgó de su cintura baja y lo aperturó sobre el alguna roca cercana y acercaría el cadáver de Zaide hasta él para que el pergamino hiciera lo suyo, para luego colocar la etiqueta y culminar el proceso de sellado. Luego se levantó, suspiró profundamente y... oteó los alrededores. ¿Había algún lugar por dónde podría escabullirse hacia arriba? ¿qué era lo que había sucedido? ¿los presos habían escapado? RE: (II) La Prisión del Yermo - Uchiha Datsue - 8/09/2019 Ah, la tela y etiqueta de sellado. Era una suerte que se hubiese acordado de ella. Con toda la tensión, las muertes de Muñeca y Zaide y haber sobrevivido por los pelos, hubiese sido sencillo olvidarse de aquel pequeño detalle que le había regalado Comadreja. Claro que, por otra parte, eran diez metros de tela. No pasaban desapercibidos, precisamente. El cuerpo de Uchiha Zaide fue sellado con éxito. Ahora, solo quedaba una cosa: ¿a dónde ir? Parecía que su mejor opción eran las escaleras. Su única, de hecho. Tal y como recordaba, era profundamente alto y ancho. Pero las llamas y el humo hacía que apenas tuviese visibilidad de lo que pasaba al otro lado del pasillo. 1 AO –
RE: (II) La Prisión del Yermo - Umikiba Kaido - 8/09/2019 —Gané una batalla, más no la guerra. No aún. Volvió a suspirar. Mientras pasaban los minutos, se sentía cada vez más reviltalizado, pero su cuerpo no iba a dejar de estar mermado sin un largo descanso. Así que no valía la pena deshacer el kyodaitei si iba a necesitar de esa fuerza extra para poder salir de esa tumba con vida. Además, cargar con el peso muerto de la momia en la que se había convertido Uchiha Zaide no iba a ser tarea fácil sin estar en su forma mastodóntica. El gyojin creó un par de telas adicionales y con un buen remangue de hilo se hizo una especie de mochila para cargar con el cadáver a espalda. Se acercó a las escaleras e intentó mirar la pendiente, pero el humo no le permitía la visibilidad necesaria para percibir lo que quedaba de ahí arriba. No le quedó más remedio que usar una técnica de agua, el mizurappa para ser más exactos; y tratar de extinguir los conatos de fuego que provocaban aquél humo tan intenso. RE: (II) La Prisión del Yermo - Uchiha Datsue - 8/09/2019 El mizurappa hizo su función. Bañó las escaleras, las paredes y el techo de un potente chorro de agua expelido desde su boca. El fuego fue cortado de raíz, como si el propio Amateratsu hubiese abandonado aquel mundo. El humo, empujado hacia arriba. Aunque pronto el ambiente volvió a enrarecerse. Allá arriba, en el primer piso, debía de haber más fuego. Por el momento, las escaleras estaban despejadas. ¿Qué le aguardaría al otro lado? 1 AO mantenida –
RE: (II) La Prisión del Yermo - Umikiba Kaido - 8/09/2019 La riada de agua hizo lo propio: extinguió parcialmente el fuego que impedía su ascenso hasta el primer piso. Pero pronto se dio cuenta que allí arriba, a pesar de sus esfuerzos, debía haber más llama y destrucción. Kaido tomó un pedazo de tela y la envolvió alrededor de su rostro medio para cubrirse del humo y subir. No podía seguir gastando chakra si existía la posibilidad de que algún títere de Nathifa siguiera intentando cazar al causante de toda la desgracia acaecida sobre la Prisión del Yermo. Su mente, además, traía pequeños retazos de otros rostros que había olvidado totalmente durante su combate con Zaide. Tokore. Razaro. Escupió al suelo. Ninguno de ellos importaba ya. Armado de valor, subió las escaleras y esperó que la protección fuera suficiente como para cerciorarse de que lo que le esperaba en el primer pasillo no era sino un campo abierto y sin peligro. Pero nada en esta vida era como uno lo quería, ¿no? RE: (II) La Prisión del Yermo - Uchiha Datsue - 8/09/2019 En efecto, no lo era. Y Kaido estaba a punto de descubrir hasta qué punto. Cuando tan solo le quedaban un par de escaleras para ver qué sucedía al otro lado, oyó algo por encima de su cabeza. Una especie de crujido. Antes siquiera de que pudiese comprobar lo que era, algo impactó en su cabeza. ¿El gran punto débil, si es que se le podía llamar así, del Suika? Que no podía protegerle de ataques que no veía venir. Fue lo que le sucedió con un gran bloque de piedra que le cayó encima de la cabeza, que le hizo desplomarse contra las escaleras. Su vista se emborronó de pronto, y antes siquiera de que pudiese reaccionar, quedó inconsciente. ¿Mala suerte? Podía ser. Después de enfrentarse a un Hyuuga y a un Uchiha y salir vivo de ambos enfrentamientos, ya era mala pata sucumbir así. Sin posibilidad a reaccionar, a hacer nada. De ser aquella una partida de rol de esas que los jóvenes hacían en aquellos tiempos para ponerse en la piel de un ninja, al master lo tendrían ya atado a un palo en medio de heno y ramas secas, con el mechero encendido en una mano mientras pedían explicaciones. Porque sí, aquello era injusto, demasiado incluso. Demasiada casualidad que aquella roca cayese justo en ese momento, y que aún por encima fuese en ese preciso lugar donde puso la cabeza. Pues sepan una cosa: en efecto, esta estaba siendo una partida de rol. Una en la que el master estaba siendo muy, muy hijo de puta. Y es que, ¿acaso no había sido tremenda casualidad también que Uchiha Zaide, veterano de mil batallas, no se hubiese percatado que el chico al que se estaba enfrentando no era más que un Mizu Bunshin? Alguien con Sharingan tenía que estar ciego para no verlo. ¿Y acaso no había sido extraño también, que alguien tan experimentado como él, hubiese usado un Sunshin casi de manera gratuita cuando le faltaba tanto el aliento? Sí, sí y sí. Demasiado fácil. Demasiado conveniente todo. El master estaba improvisando para que la partida siguiese el curso que él quería que siguiese. Sin importarle si era más o menos creíble. Y mucho menos importándole una mierda si era o no satisfactorio para su… jugador. La escena desapareció como si fuese la retícula de alguien que acabase de cerrar los ojos… … y Zaide los volvió a abrir, con la sangre Uchiha desapareciendo de sus iris. Estaban abajo, en las puertas. Kaido acababa de desplomarse —de nuevo—, pero esta vez sobre el agua. Zaide, de pie y de frente, se acercó a él para cogerlo y evitar que se hundiese. Con su mano derecha. Seguía conservando ambas. ¿Qué había pasado? Pues que Kaido había sido víctima de una ilusión. Una creada y dirigida por Uchiha Zaide. Aunque, la pregunta era: ¿cuándo? Y, ¿cómo, si el Tiburón se había protegido siempre de mirarle a los ojos? Para responder a esa pregunta, uno debía saber que no se está a salvo de un Uchiha ni evitándole la mirada. ¿Recuerdan el sello del Carnero para el Sunshin no Jutsu? ¿Ese gesto para mostrarle el pulgar, con el que luego hizo como que se degollaba, en una tétrica amenaza? Nunca había sido para ningún Sunshin. Menos para una estéril bravata. No, el sello del Carnero había sido para ejecutar el tan codiciado Utakata, y el movimiento del pulgar, la moneda de un hipnotista. —Y pensaste que estabas a salvo, ¿huh? —Zaide no pudo evitar sonreír. Creía que había crecido, madurado. Pero su orgullo, moribundo, todavía daba muestras de alegría por la pequeña victoria que le acababan de brindar—. Que con un sello explosivo y un puto kunai podrías derrotarme. —Lo mismo había creído Muñeca. Y Katame. Y tantos otros. »Así que piensas sellarme en esa tela, ¿huh? ¿Para qué llevar mi cuerpo? ¿Mis ojos? ¿Mi sangre? ¿O una mera prueba para Ryū? —se preguntó. Quizá para las tres cosas al mismo tiempo. De pronto, soltó una carcajada seca. Qué conveniente, qué maravilloso. Aquello le venía como anillo al dedo. AO revelada: Ejecución del Utakata en vez del Sunshin no Jutsu RE: (II) La Prisión del Yermo - Umikiba Kaido - 9/09/2019 Y así, en su remota e inequívoca realidad; el gran Umikiba Kaido quedó reducido a la nada. A la más absoluta nada. Vencido, aparentemente, por una roca cualquiera. Por un pedazo de techo circunstancial que cedió en el momento más preciso y a una velocidad que ni en su mejor forma hubiera podido evitar. Bastó un golpe seco y mortífero que le tumbó al suelo y le nubló la vista. Por los dedos se le escabullía la conciencia y, sin poder aferrarse a aquél plano terrenal, su alma de luchador acabó perdiéndose en los profundos confines de su turbulento subconsciente donde por fin podría descansar. Porque sin saberlo, el Gran Tiburón de Amegakure quedó, dormido y derrotado, a merced de la mismísima parca. Porque sin saberlo, había pecado de ingenuo. Porque sin saberlo, la suerte no había estado de su lado esa noche, tal y como creyó antes. Todo, absolutamente todo; había sido una ilusión. Y es que su corazón trató de advertírselo, ¿pero cómo ser racional en momentos como aquellos? ¿acaso existió en algún momento siquiera la mas mínima posibilidad? ¿o Kaido empezó aquella partida ya en jaque mate? De cualquier manera, ya era una ficha caída. Un rey solitario, acorralado en su propi tablero. Patético. Indudablemente patético. ¿De qué le había servido tanto sacrificio? ¿Yarou? ¿traicionar a sus amigos? ¿abandonar la aldea de su vida? todas esas preguntas azotaron su mente dormitada. Oh, aquél maldito bautizo no tenía vida allí adentro, al menos. Qué bueno que, en víspera de muerte, podía ser él mismo. Y no lo que un jodido dragón quería que fuese. Daba igual. Quizás le vendría bien. Descansar. Descansar eternamente, allá en el infierno, junto a los suyos. RE: (II) La Prisión del Yermo - Uchiha Datsue - 10/09/2019 Zaide alzó la mirada. Las paredes y el techo del pasillo ardían, y el hueco dejado en las escaleras de piedra estaba lleno de un asfixiante humo negro. A diferencia del Hōzuki, él no poseía un amplio repertorio de Suitones para deshacerse de aquel fuego. De hecho, tan solo se sabía una técnica, copiada tiempo atrás al propio Shaneji. Pero era… demasiado poderosa, y requería de un chakra que ahora a duras penas poseía. Miró de nuevo a Kaido, inconsciente. Casi se había olvidado de él. Tomó el kunai del portaobjetos del ninja, y lo acercó al cuello de este. La punta de acero lamió su piel azul, y… Y… —Nah —dijo, desechando en seguida la idea y volviendo a guardar el kunai donde lo había encontrado—. A quién quiero engañar, no tengo estómago para matar a críos. —¿De verdad era eso? O…—. Además, tengo grandes planes para ti… tiburón. Sonrió. Levantó la vista de nuevo. —Lo primero es lo primero. Zaide arrancó un par de telas de las ropas del Hōzuki, de la exacta misma forma en que lo había hecho él en la ilusión, y con un buen remangue del hilo del chico le improvisó una mochila que ató al cuerpo de este. Luego, repitió el proceso con otro trozo de tela, de nuevo imitando lo que había hecho el Primo de Shaneji, y tras humedecerlo en agua lo ató al rostro del chico. —No me dejo nada, ¿huh? —Recapituló mentalmente lo que había sucedido en la ilusión—. No, no me dejo nada. Esta vez fue el turno para él: se arrancó un trozo de tela de sus propios ropajes y se lo ató al rostro. Luego, se dejó hundir brevemente en el agua, empapándose entero. Sujetando con firmeza al Primo de Shaneji por la parte trasera del cuello de la camisa, suspiró. Echó de menos no tener un pergamino propio. Le hubiese sido tan fácil sellar aquel fuego… Escupió a un lado. Dejó de perder el tiempo con quejas estúpidas y se cargó el chico al hombro. Turno 2 de Kaido inconsciente pasado Llegó al otro lado de las escaleras de puro milagro. Sin dejar de toser, con los ojos ciegos y el aliento de Amaterasu tocando cada poro de su piel. Arriba, el fuego se extendía de derecha a izquierda. La puerta que daba acceso a las celdas era intransitable: las llamas devoraban la entrada y la pared a todo lo largo. No iba a pasar demasiado hasta que llegase al otro lado de la fortaleza: la salida. El olor a humo y a piel chamuscada hizo que tuviese náuseas. Los cuerpos se apilaban por toda la sala. Algunos desmembrados. Otros calcinados. Aplastados. Con boquetes en el pecho o en el mismísimo centro de la cabeza, dejando un rostro hueco. Algunos, incluso aparentemente intactos, pero inertes. Zaide dejó el cuerpo de Kaido en el suelo y se apresuró en coger el kunai del chico. Aquel con el que había sido apuñalado en la ilusión. Corrió hasta un cadáver de una complexión similar a la suya y le apuñaló en el pecho, ensangrentando el acero. Acto seguido, envolvió el cuerpo con la tela que el Primo de Shaneji se había traído y le colocó el sello. —Vamos, vamos… Amarró el cadáver sellado en la mochila improvisada del Hozuki con dedos ágiles. Luego, devolvió el kunai ensangrentado al portaobjetos de este. También le cogió las manos y las embadurnó con su propia sangre manchada. —¿Qué me falta? —Cuerpo sellado, atado a la espalda del chico por las telas y un hilo. El sello explosivo de clase A con el que el chico había tratado de inmolarle también se lo había quitado del portaobjetos. Kunai ensangrentado y en su sitio. Manos ensangrentadas. Pañuelo improvisado en el rostro…—. Todo encaja… Todo encaja. Ni siquiera iba a tener que usar el Nise no Omoide, algo que sus ojos agradecían. Con suerte, haría creer a todos que había muerto por segunda vez… al menos el tiempo suficiente para ejecutar la segunda parte de su plan. Turno 3 de Kaido inconsciente pasado ¡Estúpido! ¡Casi se había olvidado! ¡Menudo error de novato hubiese sido! A prisas, y sabiendo que le quedaba poco tiempo, oteó la zona por tercera vez. Nada. —No me vengas con estas, destino. Corrió hacia una puerta que tenía a la derecha y donde no daba el fuego, llegando a una pequeña armería. Varios cuerpos yacían en el suelo, y dos más al otro lado de las rejas. El de un hombre y una mujer. Las rejas estaban reventadas y había escombros por todas partes. —Eso es… ¡Eso es! Como en los viejos tiempos, ¿huh? ¡Como en los putos viejos tiempos! No, no exactamente. Aquella vez se encontraba solo, y eso le dejó un regusto amargo en la boca. Lo achacó al jodido humo. Volvió corriendo, y arrastró como pudo al chico y el cuerpo que llevaba a la espalda para dejarlo en la recta final de las escaleras. Allí donde se había desplomado en la ilusión. El fuego… el fuego era el único punto débil de su improvisada estratagema. Pero esperaba que el hecho de que pensase que llevaba un tiempo inconsciente le hiciese creer que se había vuelto a extender. Además, ya no tenía tiempo para corregir nada más. Tendría que valer así. —Supongo que esto es un adiós, ¿huh? —rio. Qué tonto era a veces—. Nos vemos pronto… amigo. Lanzó el bloque hacia arriba… ... y la gravedad hizo el resto. • • •
Kaido sintió un fuerte dolor. Tenía los pulmones inundados en humo y la coronilla le dolía, pero poco a poco iba recobrando la consciencia. Sentía algo áspero encima de su mano y al lado de su rostro: un jodido bloque de cemento partido. La sangre corría por su cabeza y la tos era incontrolable. Pero seguía vivo. Seguía respirando. Seguía en el jodido juego. 2 AO nuevas –
RE: (II) La Prisión del Yermo - Umikiba Kaido - 10/09/2019 Un intransigente dolor en la parte posterior de su nuca le arrebató el dulce ensimismamiento de aquél sueño profundo. El humo, la garganta seca y aquél pitido en su oído derecho como secuela del golpe sufrido le atolondraron los sentidos, obligando al magullado escualo a batirse allí en el suelo como un pez fuera de agua. Mientras fue recuperando la visión, los últimos acontecimientos se armaban nuevamente en su memoria, y no tuvo más remedio que preguntarse qué coño había pasado —aunque el pedazo de bloque manchado con su propia sangre ya le decía bastante—. y, más importante aún, que cuánto tiempo llevaba inconsciente. Pero daba igual. ¡Estaba vivo! ¡Contra viento y marea, seguía vivo y coleando! —Sigo vivo —se repitió, incrédulo—. ¡Que sigo vivo, coño, vivo! Una energía revitalizante le permitió levantarse del suelo, como un mesías. Tosió con severidad durante intensos segundos, escupió unos cuantos gargajos de saliva, cenizas y sangre mezcladas, y trató de lavarse la cara y la herida de la cabeza con el agua que no se había dignado a beber de su termo. Debía continuar. Decidido, el gyojin rengueó a rastras con el cuerpo de Uchiha Zaide aún a cuestas. Volvió a cubrirse el rostro aunque esta vez con más tela, y esperó a que el vértigo que tenía le permitiese dar dos pasos sin caerse de tumbos. Paso a paso. Paso a paso. Tenía que salir de ahí cuanto antes, y volver con su trofeo, para acabar de una vez por todas con aquél retazo de historia en el capítulo de vida de Dragón Rojo. RE: (II) La Prisión del Yermo - Uchiha Datsue - 10/09/2019 Paso a paso. Pulgada a pulgada, Kaido logró sortear los cadáveres que iba encontrando a su paso hasta llegar a la gran puerta de salida, medio reventada. Afuera, la tormenta de arena seguía dando guerra, pero a otro nivel. El Diablo del polvo había pasado arrasando con todo, y atrás solo quedaban sus soldados rezagados: pequeñas ventiscas de arena que se cruzaban en uno u otro lado. Kaido pudo darse cuenta de una cosa al salir: allí no había cadáveres. Ni los encontraría en todo su camino de vuelta. El desierto arramblaba con todo lo muerto, sin hacer la vista gorda, y dejando tan solo polvo. El polvo de sus recuerdos. OFF: 2 AOs mantenidas para el resto de la trama. No lo volveré a poner por aquí porque no tendrán mayor relevancia en este tema. RE: (II) La Prisión del Yermo - Umikiba Kaido - 10/09/2019 Como un dragón, que emerge desde su nido infernal de llamas, cadáveres y huesos; Umikiba Kaido sorteó mareas de cadáveres, con las fosas inundadas a muerte. Nunca habría pensado antes de infiltrarse que la Prisión del Yermo acabaría de aquella forma: reducida a la absoluta nada, con cientos de muertos dentro y con quién sabe cuántos criminales fugados. No pudo evitar preguntarse, cuando ya estaba cerca de la salida que ahora era un fulgurante montón de escombros, qué habría sido de Tokore y el resto. O de qué diría a Comadreja una vez se encontrasen. El viento liberador y el más puro oxigeno le recibió afuera, con apenas pequeños vestigios de viento y arena acariciándole el rostro. Kaido respiró hondo y profundo, y sus pulmones recobraron color. Frente a él, un vasto océano de arena se abría paso. Torció la mirada, miró de nuevo hacia la Prisión del Yermo y... pidió perdón a quién tenía qué. Esperaba que Masumi, a donde fuera que haya ido a parar, pudiera perdonarle algún día por su error. Porque de Ryu no lo iba a hacer. . . .
Kaido se sumergió en el desierto con paso tambaleante. Su único objetivo, ahora mismo, era llegar lo más lejos posible de la prisión y acariciar los confines de la ciudad, para poder reencontrarse con Comadreja. Su única preocupación ahora mismo era que si los rumores volaban con los vientos de aquél país, seguramente ya sería noticia la fuga masiva de presos y por tanto, las fuerzas del Señor Feudal estarían tan alborotadas como un nido de hormigas. Tras un momento de meditarlo, se detuvo, y renegó de continuar hacia Inaka. No. No tenía nada a lo que volver allí, y para qué engañarnos, Comadreja no era nadie. Que se las arreglara él con noble. A la mierda. . . .
Puto desierto de los cojones. ¡Puto desierto de los cojones, macho! ¿pero cómo es que no se pierden en él siempre? ¡si Kaido no pegaba una, tío! Podía estar volviendo a las peligrosas fronteras de su antiguo país y no tendría la más mínima idea. Estaba perdido, otra vez. Y con un cadáver en la espalda. Vaya putada. RE: (II) La Prisión del Yermo - Uchiha Datsue - 10/09/2019 Kaido perfectamente podría haber intentado volver a Inaka. A la capital del Viento, donde a buen seguro hubiese hallado refugio. ¿En unas suaves sábanas o tras unos sucios barrotes? Imposible saberlo de antemano. Pero lo cierto era que, aunque se hubiese dirigido hacia allí, jamás hubiese llegado. Dígase una cosa de Umikiba Kaido: no era el pez que mejor se orientaba del mundo. Allí estaba claramente fuera de su terreno, y hasta el mejor de los exploradores se las vería con el agua hasta el cuello para no desviarse de su camino. No con aquella tormenta. • • •
Pasó la noche, llegó el día. Kaido contemplaba con estoicismo una nueva amenaza: el sol. Había dejado la tormenta de arena a su espalda horas atrás. Ahora, el cielo estaba claro, y el sol pegaba con fuerza sobre su azulada piel. Arena, arena y más arena. Estaba perdido. Sediento. Agotado. Quizá, si abandonaba el cuerpo de Zaide a su suerte, su camino fuese más ligero. Quizá así tendría mejor probabilidad de sobrevivir al desierto. La noche se aproximaba, y el gélido frío con ella. RE: (II) La Prisión del Yermo - Umikiba Kaido - 10/09/2019 Cuando le contase aquella aventura a alguien en el futuro, muy bien que podría decir que nadie en Oonindo había tenido tantos enemigos como los tuvo él esa noche. Nathifa. Sus títeres. Los carceleros. Los presos. Zaide. La noche, el frío, las tormentas de arena. Y ahora, el sol, quemándole las escamas como si fuera un simple pescado puesto a la parrilla. En algún punto del atardecer se sintió tentado a dejar el cadáver de Zaide y mandarlo todo a la mierda. ¿Pero le creerían sus hermanos Dragones que lo había logrado si no les daba una prueba absoluta e irrefutable? No. No Ryu, al menos. Eso traía la imperiosa necesidad de no sólo encontrar refugio en aquél naufragio ventoso, sino también de encontrar la manera de esconder lo que llevaba a la espalda. Quizás colase para algunos que pudiera tratarse de una de esas marionetas envueltas que usan los usuarios del arte kugutsu, pero para otros tantos... No tenía más remedio que seguir hacia el este. En algún momento tendría que encontrar algo. O a alguien. RE: (II) La Prisión del Yermo - Uchiha Datsue - 10/09/2019 Siguió. Siguió y siguió hasta que ya no pudo más. Hasta que el sol se ocultó en el horizonte y tuvo que echarse a dormir, exhausto. A la mañana siguiente las cosas no mejoraron precisamente. Tenia los labios secos y agrietados. Los músculos le dolían. La cabeza le dolía. Se encontraba débil, muy débil. Tanto, que en una ocasión creyó hallar un oasis en la lejanía. Un espejismo. Eso fue lo que halló. Pero nadie podía negar que no tuviese fuerza de voluntad. Su cuerpo flaqueó antes que su orgullo. Cayó al suelo, semiinconsciente, con el cuerpo de Zaide todavía cargado a su espalda. Cayó al suelo y creyó que ya no se volvería a levantar. Se durmió. Soñó. Algo le picoteaba la cara. Un buitre, comprobando si ya estaba muerto para empezar a degustarlo. No, ahora que lograba enfocar la mirada… una harpía. Un águila harpía. Pareció asustarse al verle despertar, porque alzó el vuelo en seguida. Y entre sus patas llevaba… … ¡el jodido cadáver de Uchiha Zaide! ¡Lo había cogido entre sus garras y había alzado el vuelo a media altura! Si no se daba prisa en perseguirla, iba a perderla de vista muy, pero que muy pronto. RE: (II) La Prisión del Yermo - Umikiba Kaido - 10/09/2019 Los días pasaron. Las noches también. Lo único constante era el cansancio de Kaido, que parecía hacer mella cada vez más. Y era tan así, que incluso una jodida águila de mierda se había atrevido a picotearle la cara. ¡Y a robarle a su botín! —Oh, no, hija de puta. Tú a mí no me vas a joder. ¡Ven aquí, ven aquí! —y corrió detrás de ella como alma que lleva al diablo. |