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(A) Las Náyades - Versión para impresión

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RE: (A) Las Náyades - Aotsuki Ayame - 19/05/2019

Fue el chirrido de un despertador hallado la noche anterior en el cajón de una de las mesitas de noche el que los despertó a la mañana siguiente y ambos shinobi se despertaron prestos, a sabiendas de la importancia que tenía aquel día. Tomaron un desayuno ligero, y después de asearse y vestirse, Daruu volvió a invocar a dos de sus gatos, que volvieron a saludar de aquella manera suya: uno de color canela con rayas oscuras y ojos dorados y otro de color perlado con ojos azules.

Buenos días, chicos —sonrió Daruu—. Antes de que nos guiéis hacia allá, contadnos todo lo que sepáis de esos tipos. Y decidnos dónde se ocultan y cómo es el sitio —les pidió, mientras se acercaba a la ventana y abría una pequeña rendija—. Luego, bajáis a la calle y nos esperáis. Cuando salgamos del hotel, os seguiremos.

La verdad es que no sabemos demasiado, Daruu-sama —dijo el canela—. Eran dos hombres comunes y corrientes, ciudadanos vulgares. Podemos estar seguros de que no son ninjas, eso sí. Vestían bastante decente, sabe, ¡como los humanos con dinero!

Comerciantes, Zina, comerciantes —le corrigió el perlado.

Eso, eso. Bueno, se encuentran algo lejos de aquí. A unas cuantas cuadras. Poseen un enorme establo donde parquean al menos unos siete carruajes con mercancía, y dan descanso a sus caballos.

Siete carruajes... —murmuró Ayame, con los ojos abiertos como platos. Esos eran muchos carruajes. Desde luego, aquellos comerciantes debían de tener mucho dinero... y algo le decía que se debía en gran parte a su acuerdo con las Náyades.

¿Quizás así transportan los intereses de las Náyades, no? —inquirió el gato perlado.

Oh, qué gato tan perspicaz. ¡Meaow! —replicó Zina.

Y el otro arrugó el hocico, visiblemente molesto.

Eh... sí, como decía. El establo está custodiado por unos cuántos dependientes. También pudimos notar que hay una escasa presencia de guardias del Feudo vigilando esas áreas, incluyendo la puerta Este.

Bien —asintió Daruu—. Bajad a la calle y esperadnos. Buscad un callejón solitario, iremos transformados al lugar —les indicó, antes de volverse hacia Ayame—. Nos transformaremos en una pareja de mercaderes opulentos que quieren llevar una mercancía especial a un sitio discretamente. Como toda persona rica que se precie, trataremos a los dependientes con desprecio y con arrogancia y exigiremos hablar con los dueños para un trato especial y discreto. Les pediremos ir a un sitio en el que no puedan molestarnos para hablar en profundidad y negociar. No se negociará nada, pero oh, créeme. Hablaremos. O más bien, hablarán.

Ayame asintió.

Entendido —respondió, mientras se reincorporaba y se dirigía hacia la puerta de la habitación. Desde luego, no había dudas en el desarrollo de su misión: ambos tenían sus maneras para hacer hablar a la gente. Unas más inocuas que otras—. No estarás pensando en acabar con ellos, ¿verdad? Preferiría no hacerlo... Ellos no son ellas —le preguntó en apenas un susurro, mientras se dirigían hacia el lugar acordado con los felinos para comenzar la búsqueda.


RE: (A) Las Náyades - Amekoro Yui - 19/05/2019

Zina y Kiri se escabulleron a través de la ventana, y aguardaron al final del callejón. Estaban atentos, con los ojos filosos y las orejas atentas. Oh, se sentía bien. Muy bien. Pocas veces les permitían acechar. Al fin tendrían un poco más de acción.


RE: (A) Las Náyades - Amedama Daruu - 19/05/2019

Daruu y Ayame salieron del edificio y el muchacho no tardó en dar con sus gatos, que se escabulleron al fondo de un callejón. Se escurrió como una lagartija entre la gente y se internó en la oscuridad. Tras asegurarse de que no había nadie más, se transformó haciendo uso del Henge no Jutsu.

Esta vez tomó la apariencia de un emperifollado mercader con un kimono de seda negro y un obi dorado. Un hombre de unos treinta años, de pelo lacio negro, ojos afilados verdes y pendientes de esmeraldas colgando de las orejas, que se habían deformado un poco por el peso.

Ya estoy. Guiadnos. —Echó un vistazo a Ayame, metido en el personaje, observándola de arriba a abajo y practicando la forma de hablar. Esgrimó una mueca de desprecio y saboreó—: Bueno, cuando esta... vulgar... se arregle como los dioses mandan.


RE: (A) Las Náyades - Aotsuki Ayame - 19/05/2019

Daruu no respondió a su pregunta, pero Ayame no insistió en ello. Ya pensarían en los detalles cuando estuvieran con las manos en la masa.

Juntos se escabulleron hasta el callejón donde los felinos de Daruu aguardaban, expectantes. Sin mediar palabra, el chunin hizo uso de la Técnica de Transformación para transmutarse en un hombre de mediana edad, de ojos verdes y afilados como navajas que lucía dos pesados pendientes de esmeraldas en sus orejas, deformadas por el peso de las joyas.

Ya estoy. Guiadnos —dijo, antes de echar una despectiva mirada a Ayame, como si no fuera más que una pobre pordioseros de la calle—: Bueno, cuando esta... vulgar... se arregle como los dioses mandan.

Ayame sacudió la cabeza, con orgullo herido, e imitando los sellos de manos de su compañero, ella misma se transformó en una mujer alta y escuálida, de cabellos dorados como rayos de sol rizados de forma artificial y gafas tintadas que ocultaban sus ojos.

Cuida esa lengua, querido —le espetó, sacudiendo una mano cargada de pesados anillos para golpearle con suavidad en el pecho—. Creo que se te debe haber metido uno de esos pelos que me llevas.


RE: (A) Las Náyades - Amekoro Yui - 20/05/2019

¡Vamos! —acto seguido, echó a andar.

* * *

La pareja de acaudalados, que seguían a un gato cualquiera de color canela que se movía cauteloso y en clandestinidad a través de las amplias calles de Shinogi-To, transitó gran parte del plano de la ciudad hasta alcanzar los límites del Este. Dejando atrás un buen puñado de casonas que servían seguramente a otros ciudadanos de alta cuna —las zonas residenciales así lo advertían, al ser edificaciones menos rústicas y más joviales que el resto. Calles pulcras, y mayor presencia de polizones que en otros sectores de la ciudad—. Zina se escabulló hasta las cercanías de la entrada Este, que no era sino un enorme arco de piedra también custodiada por los guardias del feudo, área que prefirió evitar para no levantar sospechas, cogiendo una ruta alternativa. Dos cuadras más tarde, se detuvo en seco y puso el ojo en el destino final.

A la distancia, hizo una seña con la cola y Kiri fue el encargado de transmitirla.

El gato de color perla señalaba a una enorme casona de concreto, con murales vinotinto y un techado blanco de doble abertura que caía hacia ambos costados de la edificación que acababa tras una corta planicie serpentina que separaba los límites de su propiedad de las calles principales del municipio. A lo lejos pudieron vislumbrar el establo —los gatos lo habían definido así por la presencia de caballos, pero realmente lucía más como una casona medieval—. propiedad que, a simple vista, lucía bastante costosa tanto por la estructura como por la posición estratégica con respecto al acceso de los transportes a través de la puerta Este. De frente se podía ver el portón de entrada, un enorme ventanal en el segundo piso y, hacia los costados, el depósito de carruajes y los establos. Dos jóvenes cargaban un par de cajas de especias selladas, con el kanji 渡辺 y una cruz blanca plasmado en tinta. Parecían estar acomodando la carreta para un nuevo transporte, a algún cliente que, probablemente, no fueran las Náyades.


RE: (A) Las Náyades - Aotsuki Ayame - 20/05/2019

Daruu y Ayame, ahora bajo la apariencia de dos opulentos señores acaudalados, siguieron a Zina por las calles de Shinogi-to. Ayame se esforzaba por no mirar demasiado al felino y mantener la barbilla bien alta, como un pavo real con su cola desplegada en todo su esplendor. De hecho, ni siquiera miró a nadie que se cruzara en su camino. Metida en su papel de mujer ricachona a la que sólo le importaban sus anillos de oro macizo, el resto del mundo que la rodeaba se había transformado en meras alimañas. Insectos ante su presencia.

«Me doy asco a mí misma.» No pudo evitar pensar. Odiaba la superficialidad de la riqueza y de la opulencia, odiaba aquel brillo dorado que no era más que el recubrimiento de una asquerosa inmundicia interior.

Recorrieron buena parte de la ciudad hacia el este y en aquel trayecto cruzaron varios caserones que contrastaban enormemente con las casuchas de mala muerte de los barrios más pobres. Como en el resto de las ciudades, los ricos siempre se alzaban sobre los pobres, y no tenían ningún reparo en demostrarlo alzando verdaderos barrios para ellos solos. Zina continuó hasta casi llegar a la entrada este de la ciudad, pero en el último momento viró y tomó otro camino. Y, al final llegaron a su destino. Así se lo hizo saber Zina, con un gesto de su cola en la distancia.

Una enorme casa de paredes oscuras y techado blanco se alzaba ante ellos. Un poco más allá, otra casa de estilo medieval debía de hacer de establo, a juzgar por la presencia de caballos. Aunque casi se podía afirmar que los animales tenían su propia mansión allí dentro.

Ayame se abría mantenido en la entrada, tímida, esperando permiso para entrar. Pero aquella mujer en la que se había transformado era una importante ricachona con muchos asuntos pendientes y muy poco tiempo que perder. Por eso, se adelantó con todo su descaro y pasos sinuosos y se dirigió a los dos jóvenes que, cerca de allí, transportaban un par de cajas.

«Watanabe...» Leyó en los kanji que se dibujaban en la tapadera. «No me dice nada, bien podría ser un cliente o... una de las mercancías de las Náyades...»

¿Dónde está el pez gordo de este... cuchitril? —les preguntó, con sobrante desparpajo y ni una pizca de modales—. Mi compañero y yo tenemos un asunto MUY importante que tratar con él.


RE: (A) Las Náyades - Amedama Daruu - 20/05/2019

Por cierto, querida Kinaara, no olvides cómo me gusta que me llamen. Eien. Ya sabes, mi nombre de pila no, Eien. Tiene más... clase. —Eien le guiñó un ojo a Kinaara y se dio la vuelta, caminando pavoneándose, con la barbilla bien alta y una sonrisa de suficiencia de esas que hacen entrar ganas de golpear algo. Ese algo era, por supuesto, la cara de Eien.

A medida que avanzaron hacia su destino, siguiendo los pasos de sus gatos distraídamente, Daruu se dio cuenta de lo mucho que apreciaba ahora misiones de rango D como aquella en la que Ayame y él representaron un teatro simple en la azotea de uno de los hoteles de la cadena Patito. Los principios eran los mismos, sólo que ahora el peligro no era que un cliente te tirase un vaso de cubata por encima, precisamente.

Kinaara llegó al lugar, decidida como sólo podía ser Kinaara, y llamó a los mozos que cargaban las cajas con aire de superioridad.

Eien se adelantó y puso los brazos en jarras al lado de su amada.

¿¡No habéis oído a la señorita o qué!? ¡Los jefes, ya! Vamos, vamos, he escuchado mucho sobre su profesionalidad y no creo que le guste que dos clientes tan influyentes como nosotros vayan contando por ahí que les han hecho perder el tiempo llamando a la puertita.


RE: (A) Las Náyades - Amekoro Yui - 22/05/2019

La voz de una mujer atrajo la atención de aquellos dos montacargas. Se detuvieron en seco con un par de cajones aún encima de sus regazos, con rostro perplejo, y un deje de estupefacción que no pasaba para nada desapercibido. De más está decir que no dijeron absolutamente nada, no al menos de inmediato. Ambos se miraron prácticamente al unísono, tratando de encontrarle sentido a la escena para discernir qué hacer y cómo actuar.

Daruu, no obstante —absurdamente sumergido en su papel del noble Eien—. recalcó los motivos de su presencia, poniendo en juego la reputación de los Watanabe por su falta de reacción ante la presencia de... ¿quién demonios eran ellos?

¿Acaso importaba? ¡no, para nada! ¡habían conseguido el curro hace menos de un mes, y lo iba a poner en peligro por no llevarle al jefe a dos importantes clientes?! no señor. N-o s-e-ñ-o-r.

No hizo falta más. Les vieron sudar frío, signo infalible de que habían cedido ante la presión de dos simples extraños. Uno encaramó sus cajas en los brazos del otro, y le hizo un par de señas a la pareja.

Síganme, síganme.

Seguir al hombre les llevó a hasta unas escaleras T que ascendían de forma rotatoria hasta un único piso superior, que daba ingreso a un único pasillo cuyo acceso apuntaba a la oficina principal. Esa de la que provenía, muy probablemente, el ventanal que observaron desde la entrada, plano que permitía desde esa altura observar de forma nítida todo lo que acontecía en su negocio, en sus carruajes, y en su depósito. La puerta, no obstante, estaba cerrada.

Toc, toc.

—¡Watanabe-sama! ¡Watanabe-sama! ¡ddd-disculpe que moleste, tengo al señor y a la señorita...? —el montacargas le miró, arrugando los labios. ¿cómo se había olvidado de preguntar sus nombres?—. no sé sus nombres, señor, pero dicen que quieren verlo a usted. Al dueño de éste cuchitril —era muy probable que el tipo no supiera siquiera qué significaba cuchitril, o no lo habría soltado con tanto descaro.

No hubo respuesta inmediata. El silencio, que se sintió eterno, les permitiría a ambos pensar acerca de sus métodos, y de si invadir de esa manera la propiedad ajena había sido apropiado, al igual que la curiosa elección de personalidades que habían elegido para esta ocasión.

La puerta chirrió, y la tenue luz del despacho apuntilló gran parte del pasillo. Entonces, la sombra de un hombre robusto, que vestía una larga túnica púrpura tallada al cuello con botones dorados, anillos y una cadena de oro; emergió entre una estela de humo, proveniente de un enorme habano Ribereño. ¿De la del sur, o de la del norte? quién sabe.

Tenía el pelo corto, engominado, de color castaño. El rostro grasoso, con ojos oscuros y un sinuoso candado rodeándole las mejillas y la boca.

—¿Y... vosotros sois?...


RE: (A) Las Náyades - Amedama Daruu - 22/05/2019

Sólo cuando ya se encontraban tras el mozo de las cajas, subiendo aquella escalera de caracol, Eien se permitió ser un poco más Daruu y tragar saliva, nervioso. Hasta ahora habían estado prácticamente jugando a ser ninjas, pero aquello era una situación realmente delicada. La maquinaria aceleraba en la cabeza de Daruu, pensando en cual sería su primer paso tras encontrarse con el jefe.

Tras acompañarles a través de un largo pasillo, el muchacho llamó desesperado a la puerta y un hombretón fumando un puro enorme les atendió. Si podía haber alguien con mayor pinta de mafioso, Daruu deseó no conocerlo.

Eien, sin embargo, se pasó la mano delante de la cara con diagusto, miró hacia atrás, al mozo de las cajas, e inteligentemente salió del paso:

Si todo va bien, dos amigos que te harán ganar dinero con un jugoso trato... Claro que... preferimos mantener el anonimato mientras tengamos presencia de... oídos indiscretos.

»Watanabe-dono, queremos transportar algo muy... delicado. ¿Podríamos pasar y comentarlo con usted a solas? Nos presentaremos entonces.


RE: (A) Las Náyades - Amekoro Yui - 22/05/2019

¿Amigos?... ¿jugosos tratos?...

Watanabe Ooyu observó soslayo a Eien, mientras le daba otra calada a su puro. Si algo estaba claro, es que siempre había una primera vez para todo.

—¿Ah sí?

Cuando sonrió, un manojo de dientes podridos de nicotina se asomó por sobre el bigote. Ooyu encorvó la cadera y susurró palabras ininteligibles a su empleado, que, de espaldas a los dos visitantes; no reveló su reacción. Luego salió corriendo de patitas y abandonó el piso superior por las mismas escaleras que le habían llevado a todos hasta allí en primer lugar.

La mano derecha se movió en un arco circundante, trazando una estela de humo hacia el interior de su pomposo despacho.

—Adelante, pues.

Las alarmas de Daruu y Ayame tenían que haber saltado. Demasiado fácil. ¿O tal vez, un golpe de suerte?


RE: (A) Las Náyades - Amedama Daruu - 22/05/2019

Con sospechosa facilidad —demasiado sospechosa, Watanabe les invitó a entrar en su despacho. No obstante, a Daruu no le pasó desapercibido que mantuvo el brazo extendido para dejarlos pasar primero, en lugar de entrar él. ¿Les estaba dejando pasar para clavarles un puñal por la espalda? ¿Para encerrarles?

Daruu no tenía intención de arriesgarse, y el otro muchacho ya se había marchado, de modo que estaban sólos. ¿Necesitaban siquiera entrar al despacho?

¿O podían despachar el asunto ahí y ahora?

Lo mejor era, de todas formas, tomar las riendas de la situación. La mano derecha de Daruu, deslizada un momento tras la espalda, había formulado tres sellos. Luego, Eien había dado un pequeño bote, y una Palmada de alegría.

Oh, ¡qué bien, qué bien! ¡Ya verá, no se arrepentirá, Watanabe-dono!

Con alegría, Eien y Kanaara se metieron en la boca del lobo...



...sólo en el Genjutsu de Daruu. Porque fuera, en el mundo real, Watanabe, simplemente, se había quedado clavado en el sitio, frente a ellos dos.

Puedes usar el Jigyaku no Jutsu para hipnotizarlo y que nos cuente todo lo que sepa. O puedes coger ponerle mis esposas y nos lo llevamos a la habitación, pero eso va a ser más complicado de explicar después, a no ser que dejemos una marca en su despacho para traerle de vuelta. —Daruu habló a su compañera en susurros.

»En cualquier caso, no sé si me atrevería a entrar ahí dentro. Quizás hay alguien más, o es una trampa. En cualquier caso, hagámoslo rápido, lo que sea. Podemos borrarle la memoria cuando todo acabe y disimular de cualquier forma. Si le introduces en otro Genjutsu puedo volver a meterle yo en otro cuando acabes.


¤ Ippan no Genjutsu
¤ Técnica Ilusoria General
- Tipo: Apoyo (Genjutsu visual)
- Rango: D
- Requisitos: Genjutsu 40
- Gastos: 18 CK (impide regeneración de chakra)
- Daños: -
- Efectos adicionales: (ver descripción)
- Sellos: Tigre → Carnero → Buey → Palmada
- Velocidad: Instantánea
- Alcance y dimensiones: Rango visual de la víctima
Aunque la denominación de la técnica la tacha de general, ésta concierne a las ilusiones sensoriales de tipo visual, es decir, aquellas en las que el oponente está mirando al usuario de la técnica en el momento de finalización de los sellos manuales que la lanzan. Si el usuario dispone de Inteligencia < 20, no podrá utilizar esta técnica. Si dispone de menos de 40 de Inteligencia, no será capaz de mantener ninguna técnica activa mientras la utiliza. No se puede utilizar junto a jutsus complejos y que requieran un excesivo control, como criaturas dirigibles o clones de cualquier tipo.

El usuario necesita un gran conocimiento de la mente del oponente y un gran control del chakra para poder disfrutar de un control minucioso de estas ilusiones. Durante el transcurso de las mismas, tanto usuario como oponente estarán paralizados en el sitio. Al principio, el usuario sólo será capaz de mostrarle imágenes y sonidos falsos en el mismo entorno en el que se encuentran, y la ilusión sólo durará unos segundos, por tanto se pierde gran parte del efecto de desconcierto.

(Genjutsu 60) Un ejecutor con algo de experiencia será capaz de controlar el sentido del tacto, el olfato y el gusto del oponente, de modo que podrá hacerle sentir dolor o experimentar otro tipo de sensaciones. Además, será capaz de modificar el entorno por completo durante el transcurso de la ilusión, y de hacer que la ilusión dure todo el tiempo que haga falta, hasta un máximo de diez turnos.



RE: (A) Las Náyades - Aotsuki Ayame - 22/05/2019

¿¡No habéis oído a la señorita o qué!? —exclamó Eien junto a ella, reforzando aún más sus exigencias de mujer ricachona—. ¡Los jefes, ya! Vamos, vamos, he escuchado mucho sobre su profesionalidad y no creo que le guste que dos clientes tan influyentes como nosotros vayan contando por ahí que les han hecho perder el tiempo llamando a la puertita.

Los chicos tardaron algunos segundos en responder, y Ayame, en su fuero interno, comenzó a temer no haber sido lo suficientemente contundente como para hacerse notar. Al final, uno de los mozos le pasó sus cajas al otro y les hizo una señal inequívoca para que le siguieran.

«Menos mal... Fase uno, completada.» O eso quería creer. Sin embargo, no se permitió el lujo de relajarse. Mantuvo en todo momento su posición altanera, con la barbilla bien levantada y los ojos entrecerrados, como si nada a su alrededor mereciera la pena ser mirado por sus ojos.

Usaron las escaleras para subir al piso superior, que daba a un pasillo que daba a una única puerta.

¡Watanabe-sama! ¡Watanabe-sama! —exclamó el mozo, que se había adelantado para llamar a la puerta—. ¡Ddd-disculpe que moleste, tengo al señor y a la señorita...? —Se interrumpió, al no conocer sus nombres. Sin embargo, antes de que Ayame pudiera sacarle de su error, decidió continuar adelante—. No sé sus nombres, señor, pero dicen que quieren verlo a usted. Al dueño de éste cuchitril.

«¡¡Pero será idiota!!» Chilló Ayame para sus adentros, que tuvo que hacer un gran esfuerzo para no chocar la palma de su mano contra su frente. «Al menos ya sabemos qué significaba esa firma en las cajas de los muchachos... pero no nos dice mucho.»

El silencio se extendió durante varios largos y pegajosos segundos, hasta que al fin la puerta se abrió con un chirrido y una luz tenue proveniente del interior les iluminó. Kinaara rompió a toser cuando el humo amargo de un puro la envolvió, y con ojillos llorosos, la mujer sacó un reluciente abanico rosa de uno de sus bolsillos. Frente a ellos se alzaba un hombre robusto e imponente, de cabellos cortos y engominados, que vestía una larga túnica purpúrea tallada con botones dorados, anillos dorados y una cadena dorada. Si Ayame creía haber adoptado una forma opulenta, sin duda la de aquel hombre la superaba con creces.

¿Y... vosotros sois...?

Si todo va bien, dos amigos que te harán ganar dinero con un jugoso trato... —se adelantó Eien—. Claro que... preferimos mantener el anonimato mientras tengamos presencia de... oídos indiscretos. Watanabe-dono, queremos transportar algo muy... delicado. ¿Podríamos pasar y comentarlo con usted a solas? Nos presentaremos entonces.

Watanabe le miró de soslayo mientras le daba otra calada a su puro, y Ayame aguantaba la respiración, profundamente asqueada.

¿Ah sí? —sonrió, y unos dientes amarillentos podridos por el tabaco aparecieron debajo de su mostacho. Watanabe se encorvó junto al mozo que les había acompañado, le susurró unas palabras que ni siquiera Ayame llegó a escuchar, y este salió corriendo poco después por las mismas escaleras que habían subido ellos.

«Aquí hay gato encerrado... Y puede que seamos nosotros...» Pensó Ayame, con terror.

Entonces Watanabe movió la mano hacia el interior del despacho, y esta atravesó el humo con una estela.

Adelante, pues.

Junto a Kinaara, Eien dio un bote entusiasmado en el sitio y dio una palmada de alegría. Quizás, demasiado entusiasmado. Y entonces... Watanabe se quedó clavado en el sitio con la mirada perdida en el infinito.

Puedes usar el Jigyaku no Jutsu para hipnotizarlo y que nos cuente todo lo que sepa. O puedes coger ponerle mis esposas y nos lo llevamos a la habitación, pero eso va a ser más complicado de explicar después, a no ser que dejemos una marca en su despacho para traerle de vuelta —le dijo Eien a Kinaara entre susurros.

Y ella alzó una ceja, retrasó la mano hasta introducirla en el portaobjetos que llevaba tras la espalda y sacó sus propias esposas.

¿Te crees que eres el único que tiene unas? —bromeó, pero enseguida añadió, en el mismo tono de voz—. Mejor hagamos ambas cosas, le esposamos y le interrogamos aquí, no me gustaría meter en un aprieto a Ginjo . Aunque no estoy segura de si hacerlo en mitad del pasillo es una buena idea...

En cualquier caso, no sé si me atrevería a entrar ahí dentro —rebatió Eien—. Quizás hay alguien más, o es una trampa. En cualquier caso, hagámoslo rápido, lo que sea. Podemos borrarle la memoria cuando todo acabe y disimular de cualquier forma. Si le introduces en otro Genjutsu puedo volver a meterle yo en otro cuando acabes.

Bien. Intenta estar pendiente de las escaleras. Lo del mozo no me ha dado ninguna buena espina —le indicó Ayame, mientras esposaba las manos de Watanabe tras su espalda. Después entrelazó las manos en cinco sellos muy concretos—. Watanabe, ¿trabajáis para las Náyades? Cuéntame todo lo que sepas sobre ellas: dónde se esconden, qué planean, quiénes forman el grupo, todo.




Inteligencia 60


¤ Jigyaku no Jutsu
¤ Técnica de la Marcha Atrás en el Tiempo
- Tipo: Apoyo (Genjutsu visual)
- Rango: A
- Requisitos: Genjutsu 50
- Gastos: 50 CK (divide regeneración de chakra)
- Daños: -
- Efectos adicionales: Ayuda en los interrogatorios
- Sellos: Perro → Serpiente → Buey → Pájaro → Tigre
- Velocidad: Instantánea
- Alcance y dimensiones: El usuario tiene que estar a menos de un metro del afectado
Mediante el uso de esta técnica, el usuario induce a la víctima o colaborador en un estado de sueño profundo mediante una hipnosis inducida por el Genjutsu. En ese estado, le hace revivir ciertos recuerdos, o los necesarios para que responda a sus preguntas, o le hace dichas preguntas con el objetivo de que él responda. Cuando se utiliza para revivir recuerdos, es posible incluso extraer recuerdos ya olvidados.

Para que la técnica surja efecto, la víctima tiene que estar en un estado de reposo, tranquila, y desde luego no puede utilizarse en medio de una refriega. Si el oponente es un instruido en las artes ninja, sólo puede utilizarse si se encuentra inconsciente, inmovilizado o está dispuesto a colaborar, y la Inteligencia del usuario deberá ser mayor que su Voluntad.



RE: (A) Las Náyades - Amedama Daruu - 22/05/2019

No obstante, antes de que Ayame cometiese una cagada monumental, Daruu le chistó.

Las esposas cortarán mi ilusión. No se las pongas, Ayame.

Ayame, obviando el paso de las esposas entonces, le advertiría sobre las escaleras y el mozo. Realizaría su técnica y su Genjutsu se rompería... para dar paso al de Ayame. Watanabe estaría, sin embargo, en un estado de hipnosis, por lo que la transición habría sido suave. Él se ocuparía luego de volver a romper el Genjutsu de Ayame con uno propio, y hacer que todo aquello quedara... como un mal sueño.

Watanabe, ¿trabajáis para las Náyades? Cuéntame todo lo que sepas sobre ellas: dónde se esconden, qué planean, quiénes forman el grupo, todo.

Daruu, liberado de su deber, se cruzó de brazos y se apoyó en la pared, pendiente de las escaleras pero también afinando vista de reojo y oído por si algo venía de ese endemoniado despacho.


RE: (A) Las Náyades - Amekoro Yui - 23/05/2019

Watanabe Ooyu, en su cabeza; vislumbró como aquél par de corajudos se adentraba en su despacho. En en plano real, no obstante... no era sino un cascarón perdido en los limbos de una poderosa técnica ilusoria. El puro se le resbaló de entre los labios, y cayó al suelo, soltando ceniza por la alfombra. Su cuerpo, rígido como una efigie. Su mirada, la de un zombie.

Finalmente, tras la discusión entre los ninjas para elegir sabiamente el siguiente paso a tomar y de cómo iban a hacerlo, Ayame entró en acción con otra técnica insigne de repertorio de un versado ilusionista: el Jigyaku no Jutsu.

La ejecución, perfecta. Lo precavido que habían sido para llegar hasta ese punto, también.

Pero, muy a sus pesares; no estaban tratando con un comerciante cualquiera. Daruu se lo había imaginado antes, pero estaba claro que Watanabe Ooyu era un mafioso. Y un hombre que comparece cada día desde hace más de una década en los turbulentos pasajes del submundo, tendría que haber desarrollado como mínimo un temple bárbaro. Una desensibilización innata para los tipos como él que siempre buscaban joder al otros casi a diario. La mente de Watanabe Ooyu —para ser un civil, y no un ninja—. no era tan débil como ellos hubiesen pensado. Ayame tuvo que luchar para dar con la clave precisa en los laberínticos rincones de la mente de aquél hombre para que éste le respondiera. Al cabo de unos intensos segundos de lucha, Ooyu empezó a flaquear, y finalmente, sus propias restricciones se dieron por vencidas. Abrió la boca, empezó a mover los labios... y a cantar como un pájaro en primavera.

—Sí, yo trabajo para las... —y silencio. Calló no porque él así lo hubiera querido, sino porque algo más poderoso que la técnica de Ayame así se lo demandaba. El cuerpo del mafioso se volvió un capullo rígido y su voz se vio bloqueada por la huelga de sus cuerdas vocales. Movía la boca, trataba de vocalizar, pero nada parecía querer salir de su garganta.

Absolutamente nada.


RE: (A) Las Náyades - Aotsuki Ayame - 23/05/2019

Ayame frunció el ceño. Watanabe se resistía a hablar, su mente no era tan vulnerable a las técnicas ilusorias de Ayame como ambos shinobi habían previsto, y la kunoichi se vio obligada a frunció los labios y forcejear en un tira y afloja mental buscando algún resultado.

Al fin, tras varios decisivos segundos, Ayame venció.

Sí, yo trabajo para las... —comenzó a hablar, y se interrumpió de golpe.

Ayame le miró interrogante, esperando que continuara su respuesta. Pero ese momento nunca llegó. Watanabe se había quedado tan rígido como una estaca, y aunque sus labios se movían, ningún sonido salía de su boca. Era como si algo le impidiera hablar, como si algo bloqueara sus cuerdas vocales.

«¿Qué narices está pasando?» Se preguntó Ayame, tan extrañada como cabía estarlo en aquella situación. Nunca se había encontrado un caso así. Ante el influjo de su Genjutsu, la gente hablaba y respondía al interrogatorio o se resistía a él. Sólo cabían esas dos opciones. No debería haber una tercera opción. No debía haber nada intermedio.

A no ser que...

D... Eien... —llamó a su compañero, sin deshacer aún la técnica. Una gota de sudor frío resbalaba por su frente, fruto del esfuerzo que estaba haciendo—. Creo que un tercero interfiere en mi técnica. Alguien ha debido proteger la información sobre las Náyades... y seguramente hayan sido ellas mismas.

¿Quién si no? Lo único que había conseguido sonsacarle era la confirmación de que Watanabe trabajaba para aquel grupo de víboras, y dudaba que él mismo tuviera la habilidad como para proteger su mente de un intrusismo así.

¿Qué hacemos?


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