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La serenidad del Hielo - Versión para impresión

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RE: La serenidad del Hielo - Aotsuki Ayame - 21/09/2018

Daruu, evidentemente sorprendido por la repentina exigencia del Jōnin, formuló una pregunta que no sería respondida. En su lugar, El Hielo apresó sus muñecas en cuanto las expuso con un agarre tan firme como el de las garras de un búho. Y Daruu sintió un frío atroz quemándole la piel. Para cuando le dejó libre, el Amedama vería unas esposas de hielo inmovilizándole sendas manos, juntas pero separadas lo justo como para impedir que formulara cualquier sello con ellas.

—Buena suerte.

Y con un sello del carnero, la figura de Kōri se desvaneció en el aire con una última ventisca de aire frío. Al menos había dejado sobre la mesa un par de monedas.


RE: La serenidad del Hielo - Amedama Daruu - 21/09/2018

Daruu entregó las manos a Kori, quien le agarró de las muñecas y se decidió a abrasar su piel a base de frío. Daruu entrecerró los ojos y aguantó con fastidio. «¿Pero qué narices pretende?» Por un momento, el chuunin incluso temió que se hubiese tomado su petición de forma literal, que pretendiese congelarlo. Pero Kori era más listo que eso. E igual de inescrutable, como estaba a punto de comprobar.

—Buena suerte.

¿Eh?

Pero Kori se desvaneció con la ayuda de un Sunshin no Jutsu. Cuando bajó la mirada, se dio cuenta de que sus muñecas estaban apresadas con sendas esposas, de hielo. «No me jodas, ¡qué cabron! ¡Pero qué me va enseñar esto!» Vio que había tenido el detalle de pagar de antemano la comida. Miró hacia un lado, miró hacia otro. «¡Mierda! ¡Y yo que hago ahora!» Se levantó de golpe, y caminó como un reo por el establecimiento de dangos ante la atónita mirada de los trabajadores.

Esto... por favor, ¿alguien puede ayudarme a quitarme esto? —pidió, con una gota de sudor frío resbalándole por el lateral izquierdo de la sien.


RE: La serenidad del Hielo - Aotsuki Ayame - 22/09/2018

Daruu se levantó de golpe, visiblemente irritado y sorprendido por las inexplicables acciones de su tutor. Se miró las esposas, unas esposas de hielo macizo que parecían incluso más resistentes que el hielo normal. Dado que estaban constituidas por hielo, no había cerradura alguna en su base. Después de todo, no habría unas llaves para ellas. ¿Qué haría Daruu para librarse de ellas?

Miró a su alrededor, desesperado por ayuda. Cerca de él, entre los comensales, escuchó alguna que otra risilla. El resto de las personas se miraban entre sí, sin saber muy bien cómo actuar ante una situación así. Además, el que le había esposado era un shinobi de alto rango, todos lo habían visto y más de uno ya conocía al inescrutable Hielo. ¿Cómo podían unos civiles como ellos interponerse en las decisiones de alguien así?

De repente un gato negro saltó sobre la mesa de Daruu, tomó el dango sobrante entre sus dientes sosteniéndolo por el palillo y, con aquella elegante agilidad que les caracterizaba, saltó y salió por la puerta a todo correr.


RE: La serenidad del Hielo - Amedama Daruu - 23/09/2018

«Por supuesto, creen que me ha esposado por una buena razón, ¿no? ¡Me cago en todo!». Daruu dio un brinco de rabia y bufó malhumorado, con los ojos entrecerrados.

Dirigió un vistazo rápido a su mesa cuando el ruido sordo de un vaso volcado llamó su atención. Un gato negro tomó el único dango restante y de un salto, se escabulló por la ventana. Observó con sospecha el brinco del animal. ¿Podría ser Kori? ¿Era una señal? ¿Era parte de su prueba?

¡Qué coño iba a ser parte de la prueba! Si Kori se hubiese transformado en un gato, el gato habría sido blanco. Esto lo sabemos tú, yo y hasta esos uzureños, que ya es decir. Y por supuesto, Daruu lo sabía.

De modo que se resignó a salir del establecimiento refunfuñando. Intentó ponerse la capucha para protegerse de la lluvia, pero resultó una tarea imposible con aquellas esposas gélidas quemando sus muñecas.


RE: La serenidad del Hielo - Aotsuki Ayame - 23/09/2018

Daruu salió del local bajo la atenta mirada de los que se encontraban dentro de Los Dangos de Dana. Desde luego, el muchacho acababa de ganarse una reputación para nada merecida, y estaba claro que todos los que estaban allí presentes iban a recordar aquella escena durante una temporada.

De vuelta en la calle, fue recibido con el gélido aguacero de Amenokami... y más miradas sorprendidas. Los viandantes acababan de ver salir de un local a un muchacho, un ninja de rango medio a juzgar por el chaleco y la placa plateada que lucía en su brazo con orgullo, con las manos esposadas y no sabían muy bien cómo actuar. Una madre tiró más fuerte de la mano de su niño para hacerle caminar más rápido, otros se apartaron de su lado entre miradas de sospecha, otros susurraban... ¿Quién sabía si alguno estaría pensando en llamar a un ninja para reportar tan extraño acontecimiento? ¿Porque y si era un ninja desertor? ¿Y si era un asesino? ¿Y si...?

Y al final de la calle el gato negro giró la esquina para acceder a un solitario callejón que casi pasaba desapercibido a la mirada de los extraños.


RE: La serenidad del Hielo - Amedama Daruu - 24/09/2018

Daruu miró a la izquierda. La madre de una niña tiraba de la mano de su pequeña, que le miraba horrorizada. Miró a la derecha. El dueño de un perro, que lo paseaba tranquilamente por la avenida, decidió de pronto que tenía algo más importante que hacer, aparentemente, dada la velocidad con la que caminaba, en el otro extremo de la villa.

El gato de antes llamó su atención y le descubrió un callejón en el que dejaría de ser presa de las miradas de todo el mundo. Gruñendo, el muchacho se afanó corriendo para alcanzar el extremo de la calle y tomar un súbito giro hacia el apartado rincón.

«¡Mierda, todo el mundo me mira como si fuera un criminal!»


RE: La serenidad del Hielo - Aotsuki Ayame - 24/09/2018

El callejón en el que entró Daruu era estrecho, tan estrecho que con mucho esfuerzo cabrían dos personas puestas codo con codo. Al ver que le estaba siguiendo, el gato le dedicó un bufido y corrió hacia delante con su preciado tesoro entre las fauces. Sin embargo, el shinobi pronto se daría cuenta de que el callejón no tenía salida, y apoyado contra el muro que lo cerraba había una especie de saco grande y arrugado rodeado de más gatos. El felino saltó para sentarse sobre él, y fue cuando se movió y sacó una mano terriblemente arrugada para acariciar al animal que Daruu se daría cuenta de que se trataba de una persona anciana, probablemente de la calle.

—Oh, ¿qué me traes aquí, Misineko? ¿Es para mí? —resonó una voz temblorosa, femenina. El gato le tendía el palo de los dangos y después se volvió hacia Daruu con sus ojos azules destellando en la penumbra del lugar, como si le estuviera retando a acercarse y quitarle a la anciana su comida—. ¿Qué pasa? ¿Hay alguien ahí, Misi-chan?


RE: La serenidad del Hielo - Amedama Daruu - 26/09/2018

Daruu entrecerró los ojos para hacer más claro el borrón oscuro que, acurrucado, esperaba a su mascota al fondo del callejón. Se trataba de una anciana sin techo, como tristemente comprobó. A veces, no había salida para una caída al pozo de la pobreza y la exclusión. Si nadie podía aportar los medios, esa gente quedada olvidada. A los que vivían cómodamente, como él, les resultaba un poco tabú hablar de ellos, siquiera aceptar su existencia. Y por mucho que uno se sintiera basura sabiendo que esto era cierto... Seguía sin poder hacer nada.

Este incómodo sentimiento fue lo que le dejó paralizado en el sitio, sin saber muy bien si volver a salir del callejón o acercarse a hacer... nada.

H-hola. No se preocupe, sólo... sólo quería refugiarme en el callejón. No le quitaré ese dango.


RE: La serenidad del Hielo - Aotsuki Ayame - 26/09/2018

La anciana pareció reaccionar ante la voz de Daruu. Alzó la cabeza, y con un movimiento de sus temblorosas manos se apartó lo suficiente la capucha para que Daruu pudiera apreciar un rostro arrugado como una pasa y unos ojos que contrastaban por su vivo brillo dorado y que ahora le estudiaban con atención de los pies a la cabeza, pasando por su hombro. En cuestión de segundos, sus hombros se convulsionaban suavemente en una risilla divertida.

—¿Qué es esto? ¿Me están engañando mis viejos ojos? ¿Un shinobi esposado? —dijo, y entonces levantó una mano temblorosa y débil con la que le hizo una inequívoca señal—. Ven, acércate. Cuéntame qué has hecho para terminar como un forajido. Tranquilo, no te voy a pedir ninguna limosna. Estoy más que acostumbrada a ganarme la vida sola... y con mis pequeñines.

A su alrededor, algunos gatos se restregaban contra ella, pero la mayoría de ellos tenían sus brillantes ojos clavados en el desconocido. El gato negro volvió a bufar, y la mujer le retuvo acariciándole el lomo.

—Vamos, vamos, Misi-chan. Pórtate bien, hace mucho que no tenemos una visita tan interesante como esta.


RE: La serenidad del Hielo - Amedama Daruu - 27/09/2018

¡No soy un foragido! —se quejó Daruu—. Estas esposas son una prueba de mi sensei. O... o eso creo. —¿Lo había hecho por eso, o simplemente porque estaba graciosillo? ¿Era una lección o es que acaso se había tomado literalmente lo de enfriarle?

Dio un paso adelante. El gato negro bufó, y Daruu se detuvo.

Oiga, señora, necesito esperar aquí a que se me derritan las esposas. —Era lo más fácil. Lo obvio. Paciencia, ¿no? Esa era el único motivo que se le ocurría para aquellas esposas gélidas. Pero ¿seguro que se derretirían solas?—. Así que no me importaría sentarme a charlar con usted. Pero creo que sus gatos... no sé, algo me dice que no les caigo bien.


RE: La serenidad del Hielo - Aotsuki Ayame - 28/09/2018

—¡No soy un foragido! —protestó Daruu—. Estas esposas son una prueba de mi sensei. O... o eso creo —explicó, y la sonrisa de la mujer se amplió aún más. Parecía estar divirtiéndose de lo lindo con aquello.

Daruu dio un paso adelante, dubitativo, pero se detuvo enseguida cuando el gato negro le bufó.

—Oiga, señora, necesito esperar aquí a que se me derritan las esposas —dijo el chico—. Así que no me importaría sentarme a charlar con usted. Pero creo que sus gatos... no sé, algo me dice que no les caigo bien.

Pero la mendiga tomó al gato negro y lo colocó en su regazo. El felino clavó sus ojos cristalinos en el shinobi una última vez antes de acurrucarse y hacerse un ovillo envuelto con su larga cola.

—No te harán nada, son todos muy buenos niños. ¿Verdad que sí, Misi-chan? —dijo, y para cuando Daruu decidiera acercarse y sentarse junto a ella, podría comprobar que la mujer tenía reunidos frente a ella un montón de ramas, palos y trozos de madera. La anciana volvió a alzar de nuevo sus ojos dorados hacia él, hacia sus esposas de hielo, y se rio de nuevo entre dientes—. ¿Decías que ibas a esperar a que se derritieran? ¿Estás loco, chico? Puede que sea una anciana de la calle, pero aún no he perdido la cordura. Esas esposas no son normales, y apostaría alguno de mis dientes a que sólo el creador puede deshacerlas... o quizás con un pequeño empujón.


RE: La serenidad del Hielo - Amedama Daruu - 28/09/2018

A pesar de que la mujer aseguraba que sus gatos no le harían daño, Daruu se acercó con extremada prudencia, la espalda pegada a la pared y los ojos recorriendo uno a uno a cada felino. Finalmente se dejó arrastrar por el ladrillo hasta que cayó sentado, derrotado. Dio un largo suspiro. La anciana aseguró que aquellas esposas no eran normales. Es curioso, porque él no tenía ni idea de que estaban reforzadas por chakra. ¿Le estaba llamando tonto? ¿O acaso...?

Oiga, ¿quién es usted? —cuestionó, con una ceja alzada—. No todos los días se encuentra uno con una anciana de la calle que sabe reconocer unas esposas reforzadas con chakra, ni mucho menos capaz de deducir cómo funciona la técnica.

»Bueno, de todas formas le cuento: decidí pedirle a mi maestro que me enseñara paciencia. Que necesitaba enfriarse. O bien se ha hecho el gracioso, o quiere que espere. Y aquí estoy, huyendo de las miradas de cualquier jounin que piense que me he fugado de un calabozo.


RE: La serenidad del Hielo - Aotsuki Ayame - 28/09/2018

—Oiga, ¿quién es usted? —cuestionó Daruu, evidentemente alarmado ante los conocimientos de la vagabunda.

—Oh, tan solo una mujer anciana sin un techo con el que cubrirse —respondió, con una enigmática sonrisa.

—No todos los días se encuentra uno con una anciana de la calle que sabe reconocer unas esposas reforzadas con chakra, ni mucho menos capaz de deducir cómo funciona la técnica.

En aquella ocasión, la anciana levantó una mano temblorosa y señaló las esposas con una de sus largas uñas.

—Son esposas de hielo. Dudo que tu sensei las haya sacado del congelado sin más, ¿no es así, muchacho? —volvió a reírse entre dientes—. ¡Pues claro que están hechas con chakra!

—Bueno, de todas formas le cuento: decidí pedirle a mi maestro que me enseñara paciencia. Que necesitaba enfriarse. O bien se ha hecho el gracioso, o quiere que espere. Y aquí estoy, huyendo de las miradas de cualquier jounin que piense que me he fugado de un calabozo.

La mujer seguía sonriendo, divertida ante el relato del muchacho. Desde luego, hacía mucho tiempo que no se lo pasaba tan bien, y aquel chico era realmente interesante.

—Oh, ya veo... —dijo, acariciando el pelaje del gato negro, que se había puesto a dormir sobre su regazo. Tras algunos segundos de silencio, dirigió de nuevo sus ojos dorados a Daruu y sus labios se ensancharon en una amplia sonrisa—. Quizás yo podría echarte un cable con esas... esposas. A no ser que prefieras quedarte esperando... ¿Quién sabe cuánto tiempo? Y más con este tiempo tan fresco y húmedo.


RE: La serenidad del Hielo - Amedama Daruu - 28/09/2018

Daruu levantó la púrpura mirada y la clavó en los extraños ojos dorados de aquella anciana, que lo miraba sonriente. Durante unos inexcrutables segundos, el amejin meditó.

En otras circunstancias, quizás hubiera aceptado sin dudarlo —dijo—. Pero si lo que mi sensei está intentando es inculcarme calma y paciencia, quizás debiera esperarle. Puede ser que lo que quiera que haga sea eso, y no quiero decepcionarle.

»No obstante, escucharé qué tiene que decirme. ¿Cómo podría ayudarme usted?


RE: La serenidad del Hielo - Aotsuki Ayame - 28/09/2018

Daruu levantó sus ojos púrpura hacia la anciana, que le sostuvo la mirada sin parpadear. Se lo pensó durante unos instantes, y entonces respondió:

—En otras circunstancias, quizás hubiera aceptado sin dudarlo —dijo—. Pero si lo que mi sensei está intentando es inculcarme calma y paciencia, quizás debiera esperarle. Puede ser que lo que quiera que haga sea eso, y no quiero decepcionarle. No obstante, escucharé qué tiene que decirme. ¿Cómo podría ayudarme usted?

Ella volvió a soltar esa risilla suya. Levantó una mano con la palma hacia arriba y entonces, sobre esta, brotó una pequeña chispa que se transformó en una bola de fuego de un brillante color azul. El calor que emanaba aquella estrella en miniatura llegó hasta las mejillas del shinobi, lamiéndolas. Los gatos a su alrededor se volvieron para mirarla, pero ninguno de ellos pareció alarmarse ante aquel espectáculo. Debían de estar más que acostumbrados.

—Fuego, chico. El fuego derrite el hielo. Pero todos sabemos que ese hielo no es uno normal y corriente, ¿no es así? Ah, pero mi fuego tampoco lo es —le reveló, señalando con su mano libre hacia las esposas del chico, que habían comenzado a sudar sin remedio. Sin embargo, antes de que comenzaran a derretirse y pudiera liberarse, la mujer hizo desaparecer la llamarada cerrando el puño sobre ella—. Oh, pero si prefieres quedarte esperando durante horas... o días... o semanas... o meses... lo entenderé perfectamente.


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