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(A) Las Náyades - Versión para impresión +- NinjaWorld (https://ninjaworld.es) +-- Foro: Amegakure (https://ninjaworld.es/foro-amegakure) +--- Foro: Edificio del Arashikage (https://ninjaworld.es/foro-edificio-del-arashikage) +--- Tema: (A) Las Náyades (/tema-a-las-nayades) |
RE: (A) Las Náyades - Aotsuki Ayame - 24/09/2019 Habría mentido si hubiese afirmado que se sentía tan calmada como trataba de aparentar con aquella fachada. Ayame respiraba hondo, una y otra vez. Porque la rabia, la ira y la cólera seguían hirviendo en sus venas, haciendo arder sus entrañas, llenándola de adrenalina y tentándola a saltar hacia delante y atacar a Naia con uñas y dientes. Lo sentía cada vez que miraba aquel rostro angelical y aquel cuerpo sinuoso que parecía tallado por la mano de los dioses. La presencia de aquella mujer era casi abrumadora, imposible de ignorar, y tan poderosa como la de su padre. Pero no podía permitirse algo así. Aquello no era un combate de entrenamiento, y cualquier mínimo desliz no se saldaría con un simple rapapolvo y un par de días de reposo. Ayame lo sabía bien, lo sabía por ella misma y lo sabía por sus seres queridos. Aquello iba más allá de la simple venganza: debía protegerlos. A todos. Pero también sabía que no lograría mantener el temple necesario para mantener su disfraz mucho más tiempo. Y su vida pendía de un hilo, igual que su transformación. El reloj de arena se había dado la vuelta hacía varios minutos, y cada grano de arena jugaba en su contra. «Allá vamos...» Fue la víbora la que dio punto y final a aquel tenso suspense, atacando con los colmillos por delante. Y fue en forma de tres agujas que lanzó con una destreza casi felina y que cortaron el aire en dirección a Kiroe. «Es diestra... Muy diestra. Y desde luego más que yo...» Maldecía para sí. No ayudaba el hecho de que no supiera absolutamente nada sobre su adversario, más allá de que tenía técnicas de seducción. Pero la kunoichi estaba preparada para una ofensiva así, y los siete metros que las separaban eran más que suficientes para terminar de juntar las manos en el sello del Tigre y expeler una bala de agua, que no sólo desviaría las agujas, sino que además se abalanzaría sobre Naia. Aquel era el pistoletazo de salida. RE: (A) Las Náyades - Amedama Daruu - 24/09/2019 Entró casi con asco al que evidentemente resultó ser el cuarto de Naia. Bajo los influjos de su técnica, aquél olor le había parecido el más duce que jamás había entrado por su nariz. Ahora, el recuerdo que evocaba casi le provocaba náuseas. Daruu avanzó revisando la habitación con interés, y dirigió su atención enteramente a un archivero metálico encima del escritorio. Las fichas que allí encontró le helarían la sangre. Toda clase de información sobre él, sobre otros ninjas de Amegakure, Kusagakure, Uzushiogakure. «¿Y cómo te has hecho con todos estos datos, eh, cabrona? Esto pinta peor de lo que parecía. Para recabar todo esto tienen que tener confidentes, ¿cómo si no podrían hacerlo?» Pero Daruu no pudo seguir dándole vueltas a estas nuevas sospechas, pues sus ojos toparon con un fantasma del pasado que él mismo había relegado al fondo de armario de su mente. Su padre. Información sobre su padre. Daruu tomó el archivo y colocó los dedos en los extremos, lleno de dudas. Por una parte, desde siempre, había sabido que su padre era un traidor, y él no lo consideraba ni siquiera de su familia. No se había preocupado por saber nada de él, porque lo había creído poco fructífero. Pero tenía una picazón en la nuca, una curiosidad imperiosa por saber qué llevó a Danbaku a engañar a su madre con Naia, a engañar a Amegakure con Naia. A conspirar contra Amegakure con Naia. Pero si era uno de ellas, ¿por qué había un archivo sobre él? No había archivos sobre Nioka, sobre Shannako. Daruu tragó saliva y abrió la carpeta. Siguiendo su intuición, el Kage Bunshin de Daruu se movió serpenteando por los pasillos a través de la penumbra. Sus pasos cada vez eran menos prudentes y más impacientes, y repiquearon contra las losas de piedra y los restos de tierra y barro del subterráneo. Se sentía cerca del objetivo, y eso sólo hacía que el pecho le acelerase como un caballo desbocado. Y cuando estuvo allí, cuando las sombras envolvían con cariño aquél portón metálico, que sin duda daba al salón que había descrito Shanise, sintió dudas. Sintió miedo. No era lo suficientemente valiente como para llamarlo cautela. Era miedo puro, destilado. Dio un paso atrás, y meditó. No había recibido ninguna señal todavía de su yo original. Había gastado mucho chakra en el Kage Bunshin no Jutsu, y quizás más allá hubiera trampas. Quizás debía esperar a regenerar un poco. Conocía el camino, y si pasaba el chakra al original... él también lo conocería. Si daba un par de pasos más, quizás no había vuelta atrás. Quizás activaría una trampa y daban la voz de alarma. Pero si había trampas, ¿quién mejor que un Kage Bunshin para recibirlas? Al final, como con todo, había que tomar una decisión. Y Daruu recurrió a su truco más confiable. Se mordió el dedo pulgar, y dejó una marca de sangre en la pared. Cogió la antorcha más cercana, y se adentró en lo desconocido. RE: (A) Las Náyades - Amekoro Yui - 25/09/2019 Amedama Kiroe, no obstante, era una mujer diestra que no iba a permitir que tres aguijones insignificantes llegaran hasta ella. A esa distancia, muy a pesar de la perfección con la que Naia arrojó aquellos pequeños pero peligrosos proyectiles metálicos; la Amedama tuvo tiempo suficiente para ejecutar un único sello y escupir en forma de proyectil una poderosa bala presurizada de agua que no sólo rivalizaría con los senbon, sino que también buscaría en línea recta a su más ancestral enemiga. La Náyade, lejos de quedarse rezagada en la consecución de acciones, también realizó una secuencia de sellos el doble de larga, pero a una velocidad abrumadora —se veía que era una mujer diestra en el arte de los sellos manuales—. que le permitieron evocar desde su boca una vorágine de tierra oscura que se solidificó a medida de que tomaba forma en un muro altísimo y mucho más ancho que la bala de cañón de Kiroe que cubrió enteramente el cuerpo de Naia y la resguardó no sólo del peligro, sino del rango visual de su oponente. ¡Splash! el mural, cuya estructura y superficie tenía sinuosos detalles en grabado de relieve que emulaban a las fauces de una enorme serpiente; soportó el impacto con mucha más facilidad de la que habría podido pensar Ayame. El efecto había sido como haberle arrojado un escupitajo al mismísimo rascacielo que hacía de edificio de la Arashikage, allá en Amegakure; y esperar tumbar el edificio entero. Súbitamente, la figura de Naia emergió por el costado izquierdo de su enorme mural y avanzó apenas un par de zancadas que recortarían, quizás, dos de los siete metros que le separaban de Kiroe. Los pies de Naia chapotearon en el agua y frenó su avance con un desliz sobre la superficie cuyo estruendo camufló de alguna forma el verdadero peligro que acechaba a Aoysuki Ayame. La mujer tenía un senbon encajado en los nudillos de ambas manos, que catapultó con elegancia y soltura, una vez más, hacia su oponente. Uno ahora dirigido a su cuello y otro, a la ingle de la pierna izquierda. Ayame debe volver a tirar, a dif. 6 . . .
El interior de aquella carpeta contenía una infinidad de hojas gastadas y envejecidas por el inclemente paso de los años. Era probablemente el contenido más antiguo, no sólo por el color de los papeles carentes de su pigmentación habitual, o por el aroma a viejo que desprendían; sino porque los datos carecían de esa categorización profesional de los otros perfiles que revisó anteriormente. El contenido, no obstante, era mucho más profundo y personal que los otros y mientras más se hundía en las anotaciones a mano alzada de una letra que con total seguridad pertenecía a Nakura Naia, aquél archivo perteneciente a Danbaku pasó a convertirse en un pequeño conato de luz que iluminó los primeros vestigios de la verdad. Una verdad totalmente ajena a la que gobernó el hogar de los Amedama durante estos quince largos años. Sumergirse en los fragmentos se sintió, para Daruu, como viajar en el tiempo. Su alma voló hasta una era olvidada, totalmente desconocida para él, donde los apuntes dejaban de ser meras palabras para convertirse en acciones. En momentos. Las hojas contenían detalles, detalles olvidados y enterrados, totalmente cercenados por la mano ejecutora de su madre. ¿Lo que estaba allí escrito? sólo Kiroe lo sabía. De quién era Danbaku. Como padre. Como esposo. Como amigo. Como Amante... ¿Pero acaso importaba? ¿importaba que Danbaku fuera un buen o mal hombre? ¿un buen o un mal padre? ¿un buen o mal esposo? ¿un buen o mal amante? ¿Y un... traidor? ese, queridos lectores, era el verdadero quid, de tan dolorosa cuestión. De pronto, el velo de sombra cayó como una cortina. Porque relatos escritos y arrancados de una bitácora de prueba recitaban el cómo Danbaku había sido un sujeto de estudio tras su... ¿ secuestro? En aquél entonces, Nakura Naia se encontraba en una fase de experimentación con una técnica suya, idílica entre los hombres; cuyos efectos y proporciones aún no tenían tope ni cúspide que detuviera sus pretensiones. Naia era una mujer posesiva, controladora, caprichosa. Y sólo lograría sentirse realizada cuando sus encantos quebraran incluso a las mentes más fuertes. A los corazones menos frágiles. A las almas más puras. La realidad golpeaba el corazón de Daruu al ritmo de sus latidos. bám, bám, bám. Una ventisca fría le azotó desde el pasillo, y la palidez se asomaba tenue por debajo de sus pecas castañas. bám, bám, bám. Sus ojos, bien abiertos, se encontraron finalmente con la verdad. El Magen: Neikan Nāiasu. Ese era el nombre de la técnica con la que Naia le había derrotado sin contratiempo alguno. Y así como a él, había derrotado también a muchos otros tantos hombres. Daruu había sido uno de los últimos. Su padre, uno de los primeros. Sólo entonces Daruu entendió, en los escritos, que Danbaku había sido una víctima consecuente de esta habilidad, día tras día, noche tras noche. Una y otra vez, sus deseos más carnales siendo motivados por un chakra ajeno que acabó violando su mente a niveles insospechados, a tal punto de plantar a través de la lujuria y el deseo una idea. Una idea muy simple. Que él le era fiel a las Náyades, y a nadie más. Yeeeik. La puerta retumbó en un profundo eco, y una fría ventisca le azotó el rostro mientras se adentraba en la sinuosa oscuridad. La antorcha apenas alcanzaba para iluminar un palmo frente suyo, pero al menos era suficiente para ver por dónde caminaba. Los adoquines seguían patrones bastante confusos en el suelo, y la única certeza que tenía Daruu allí adentro es que, si algo pasaba, no lo iba a poder ver venir ni de coña. Para más inri, sintió que algo le acarició el pie derecho. Luego el eco de un siseo llegó hasta sus oídos. RE: (A) Las Náyades - Aotsuki Ayame - 25/09/2019 Las manos de Naia se movieron veloces, encadenando a toda velocidad una serie de sellos que levantaron un muro de piedra con las fauces de una serpiente grabadas en la tierra. La bala de agua impactó con todas sus fuerzas contra el muro, pero nada pudo hacer frente a aquel paredón, que engulló la bala de agua sin tan siquiera inmutarse. «Doton...» Se anotó mentalmente Ayame, con cierto deje de molestia. Naia también tenía la superioridad del elemento, pero al menos no blandía el Raiton, su peor enemigo. Una sombra surgió desde el flanco izquierdo del muro y Kiroe la siguió con la mirada mientras daba un par de zancadas hacia ella y volvía a lanzar dos de aquellas molestas agujas, directas a su cuello y su pierna izquierda. —Lo siento, cielo. No soy partidaria de la acupuntura, jiji —dijo Kiroe, sacando algo del portaobjetos que llevaba tras su espalda y girando el cuerpo a la derecha lo justo para que pasaran de largo. Y tanto giró que sus pies perdieron el contacto con los delfines en los que había estado apoyada. Sin embargo, antes del fatal desenlace, Kiroe arrojó algo contra el suelo. La bomba estalló contra los delfines, liberando una nube de humo que cubrió el área de combate en seis metros a la redonda. Se escuchó una salpicadura, seguida de un par de notas canturreadas al aire. «¿Dónde te escondes, víbora?» Pensaba Ayame, desplegando rápidamente el arco de su muñeca. Estaba empleando la ecolocalización, no sólo para detectar la posición de la mujer que le había arrojado aquellas agujas y devolverle una flecha certera entre pecho y espalda, sino para asegurarse de que no hubiese ninguna sorpresa adicional detrás de aquel muro. RE: (A) Las Náyades - Amedama Daruu - 25/09/2019 El archivo estaba lleno de detalles sobre la vida de su padre antes de pertenecer a las Náyades. Hojas y hojas de información que Daruu consideraba totalmente irrelevantes en su vida. Hasta ahora. Leer algunos pasajes era difícil. En especial, algunos en los que Naia destacaba que Danbaku era un hombre fiel, marido y padre modelo con mucho aprecio a su familia, o en los que aseguraba que no sería fácil de seducir. Y sólo era tan doloroso porque era una historia de la que Daruu sabía el final. El muchacho apretaba los dientes, entrecerraba los ojos y se forzaba a seguir leyendo. Sí, Daruu conocía el final de la historia. Pero estaba a punto de descubrir las páginas robadas de las vidas de su madre y de la suya. El clímax antes del fatídico desenlace. El giro que no supieron ver a tiempo. Se procede al secuestro del sujeto. Dos días después, cuando el hambre y la sed han hecho mella en él, se ejecuta el Magen: Neikan Nāiasu. Su fortaleza mental es increíble, hasta ahora no he tratado con alguien como él.
Daruu tragó saliva y le dio la vuelta a la hoja. Llorando. Las manos le temblaban. Un extraño calor le subió desde lo más profundo de las entrañas, le dio náuseas y le apretó en el pecho. Sujetó con fuerza el documento. Actualizo informe. Tras tres semanas de tratamiento con especial ahínco, el sujeto apenas recuerda su nombre. Está totalmente a mis pies. Un par de técnicas ilusorias, y recordará exactamente lo que queramos que recuerde. Será nuestro. Y con él a mi lado, destruiré de una vez por todas la vida de Amedama Kiroe. Nadie juega con nosotras. Se lo tendrá merecido. Por meterse en medio.
Daruu estampó el documento contra el escritorio. —¡¡HIJA DE LA GRAN PUTA!! —Hiperventilando, juntó las manos y formuló los sellos Carnero, Mono, Perro, Pájaro, Jabalí... ...y respiró hondo... «Hija de la gran puta...» ...y separó las manos... Su padre nunca fue un traidor. Naia le había lavado el cerebro, y le había hecho creer a todo el mundo que sólo le había seducido. Que el hombre había acudido a sus brazos voluntariamente. Y con ello, había obligado a Kiroe a matarle. Y con ello, había partido en dos la vida de Kiroe. Pero Kiroe era fuerte y reconstruyó su vida en torno a la Pastelería, y a su hijo. A su hijo, que ahora resollaba, alterado, viendo que todo el recuerdo de su padre era una mentira. Y su nombre casi queda mancillado por los anales de la historia. Cogió de nuevo la carpeta y se la guardó en el bolsillo interior de la túnica. Respiró hondo y trató de tranquilizarse —con dificultades— mientras se dirigía a averiguar para qué servía la cuarta habitación. Si había alguien filtrando datos de las aldeas, tenía que impedir que jugaran con la vida de la gente como habían jugado con la de su familia. «Ayame... mátala... arráncale la puta cabeza... dásela de comer a los perros.» Lo peor de todo es que Daruu sabía por lo que había pasado su padre. Él lo pasó una sola vez, y fue la sensación más desagradable que había vivido en su vida. A su padre le habían torturado, de forma sádica y asquerosa. Y por un día, Daruu comprendió la forma de ser de Amekoro Yui. Si encontraba a alguna de esas putas, se convertiría en el adalid de la destrucción de la más grande de las tormentas. La puerta chirrió; nadie le había echado aceite en mucho tiempo. Con la antorcha firmemente agarrada en la mano derecha, caminó con cautela recordando cada detalle de lo que les había dicho Shanise. Por eso su reacción fue instintiva y le llenó de adrenalina cuando escuchó un siseo en el pie derecho. El muchacho saltó hacia adelante y emitió una ráfaga de chakra desde la planta de los pies, impulsándose hacia el interior de la sala. Estaba dispuesto a averiguar si aquél lugar era su objetivo a pesar de que cayese en una trampa. Al fin y al cabo, un Kage Bunshin nunca era el protagonista de su propia historia. RE: (A) Las Náyades - Amekoro Yui - 26/09/2019 Cuán difícil fue enterarse de esa manera que Danbaku había sido solo un producto. Un juguete maltratado y hostigado hasta el punto de alcanzar una sugestión tan poderosa que le convirtió, finalmente, en algo impropio de su persona; pagando así un precio demasiado grande... que no fue otro sino la muerte definitiva a manos de su propia esposa. Una historia trágica, sin duda. Con un inmerecido desenlace. El destino, no obstante, es tan caprichoso para uno como lo es para el otro. Y siempre, óiganme bien; siempre... da segundas oportunidades. De corregir caminos. De enmendar errores. De cambiar destinos. Ahora Amedama Daruu tenía la suya. Con la verdad en la mano, sólo podía hacer una cosa. Acabar con esas hijas de puta, con la fiereza y el ensañamiento de la mismísima Amekoro Yui. . . .
La cuarta habitación supuso ser todo un enigma. No parecía habitada recientemente, sus sábanas estaban hechas y pulcras, y el escaparate parecía vacío salvo algunas túnicas. No tenía mesa de noche, ni valijas, ni armarios. Una de esas túnicas, no obstante, tenía grabado un símbolo redondo con cuatro líneas transversales ligeramente onduladas, en color negro. ¿Sabría Daruu su significado, o quedaría en un mero simbolismo sin identificar? Daruu tira tantos dados de inteligencia/10 a una dificultad de 8. La dificultad disminuye en -1 si ha interactuado en algún tema de su cronología con un miembro del clan Nara. Si ya conoce el símbolo, tomémoslo como éxito automático. El impulso de chakra le llevó un par de metros hacia el interior del oscuro salón, que con su acercamiento hasta el trono —un sillón de piedra oscura como el ébano—. activó una especie de sistema automático de iluminación. Una veintena de candelabros se encendieron al unísono, y las llamas de un intenso color azul se fueron iluminando una tras otra hasta rodear la totalidad de aquél enorme vestíbulo oval. El fuego azul permitió entonces que Daruu comprendiera que se encontraba, muy probablemente, en la cámara principal de la guarida de las Náyades y en su centro de operaciones. La habitación tenía mesas, con docenas de pergaminos, abiertos y cerrados. Estanterías con libros de iryoninjutsu y otras artes arcanas. Tomos de ciencia y medicina. Fundamentos de operaciones, y autopsias. Todo lo necesario para que alguien supiera lo básico del cuerpo humano y de cómo coño sacar un par de ojos a punta de fuerza sin dañar el órgano en cuestión, vaya. También había un escaparte con pequeños trofeos. Frascos, similares a los que Ayame quebró con júbilo allá en los Campos de Trigo, y que transportaba el carruaje de los mafiosos. Había al menos unos diez. Algunos tenían tres aspas grabadas en una intensa retina roja. Otros eran, sencillamente, de un color habitual. ¿Los suyos? demasiado especiales para estar a simple vista. Demasiado importantes para juntar con los de la plebe. Fue entonces cuando volvió a escuchar un siseo, ahora más intenso. Como si fueran cientas lenguas viperinas sacudiéndose al unísono, alertándose las unas a las otras de una visita indeseada. Los sonidos rastreros venían de todos lados, más su epicentro residía detrás de aquél mueble de piedra, donde parecía haber un agujero de al menos dos metros de diámetro. Su interior, a diferencia del resto de la sala, seguía oscuro. Muy oscuro. Srsrsrsrssssszzzz
. . .
... pero antes de que Ayame intentara evitar las nuevas agujas, sintió que algo se cernía inevitablemente sobre su pierna izquierda. Fue como un agijonazo por partida doble que se encajó en su piel con escozor. Dolía, dolía como si le hubiesen clavado un par de clavos, y Ayame no estaba acostumbrada a ese tipo de dolores. No siendo una Hozuki. Lo cierto es que, Kiroe estaba tan concentrada en mantener la transformación, minuto tras minuto, que aún con sus grandes capacidades de reacción fue incapaz de discernir ese peligro que la acechaba desde el principio en subterfugio. Se trataba de una serpiente de unos ochenta centímetros de largo —de la familia Colubridae—- de piel olivácea con carenadas escamas en el dorso. Naia había tenido el decoro de invocarla antes de hacer su ingreso terrenal al combate, aprovechando la destrucción del terreno y de los muchos puntos ciegos de acceso hasta el profundo lago para que la misma se escabullera hasta las oscuras aguas y acechara a Kiroe, allá en la estatua. La cháchara, el constante parloteo, el muro de tierra, y el constante acoso con los senbon y claro, el henge, se habían convertido en un cúmulo de cosas a las que prestar atención como para que el desliz de una pequeña serpiente alzara las alarmas. Los colmillos del animal se retrayeron tras inyectar su veneno y se escabulló nuevamente al lago. RE: (A) Las Náyades - Aotsuki Ayame - 26/09/2019 —¡AH! Antes de que Kiroe se hiciera a un lado para evitar los nuevos proyectiles, un súbito aguijonazo en la pierna izquierda le hizo soltar un aullido de dolor. Apenas consiguió evitar por los pelos la aguja que iba dirigida a su cuello agachándose, pero la otra impactó de lleno en la misma pierna, arrancándole un siseo de dolor. Y no pudo soportarlo más. La arena se escurrió de entre sus dedos. Y el humo la envolvió. De una mujer adulta pasó a ser de nuevo una adolescente. Sus cabellos, igual de oscuros, ahora caían sobre su espalda con delicadas ondulaciones y la luna menguante de los Aotsuki volvía a relucir sobre su frente. Ante los horrorizados ojos de Ayame, una serpiente se escurría, deslizándose cuesta abajo en la fuente. Con un violento movimiento, la muchacha sacó dos shuriken y los lanzó contra su cabeza y su torso escamado, intentando alcanzarla antes de que terminara por desaparecer de nuevo entre las aguas del lago. —Mierda... —musitó para sí, sujetándose la pierna herida y entrecerrando los ojos con cierto esfuerzo. Podía sentirlo: el veneno en su pierna izquierda, ardiente como el fuego, expandiéndose paulatinamente, quemando a su paso... El sudor se escurrió por su frente, frío, al recordar la última vez que había sufrido algo así. Tenía que hacer algo. Y rápido. Ayame alzó la mirada de sus ojos castaños y la clavó en Naia, deleitándose con la expresión de su rostro. Una risotada seca brotó de entre sus labios—. Lo siento... Supongo que todos mentimos un poquito en nuestras primeras citas. Y, con un violento movimiento de su mano diestra, estalló algo contra la superficie de la fuente. Y el humo lo envolvió todo en seis metros a la redonda. RE: (A) Las Náyades - Amedama Daruu - 26/09/2019 El Kage Bunshin encontró un sillón de piedra casi negra. El muchacho se acercó con cautela, y entonces algo hizo click y la sala se iluminó con un destello azul casi cegador. Daruu se puso en guardia, pero al final resultó que no era más que un complejo sistema de luces de las Náyades. Sonrió. Había llegado a su destino. Inmediatamente, el clon se puso a registrar la sala. Libros, pergaminos; no era lo que le interesaba. Entonces su corazón se detuvo en un momento cuando sus ojos fueron a parar a unos pequeños frasquitos en un escaparate. «Ojos. Pero no los que busco.» Un siseo le puso alerta de nuevo. Detrás del mueble había un agujero. Oscuro. Lleno de serpientes. Daruu estaba meditando qué hacer cuando escuchó unos apresurados pasos a sus espaldas. «Aquí vienen», pensó. Y se dio la vuelta. La última habitación resultó ser un lugar inhabitado desde hacía bastante tiempo, tanto por las sábanas como por el resto del mobiliario. «Esto confirma mis peores sospechas. El dueño de esta habitación tiene que estar infiltrado en Amegakure, o quizás sea capaz de entrar en varias aldeas. Con el nuevo sistema de seguridad de Shanise, me imagino que lo tendrá más difícil, aunque claro, si está integrado en al menos una de ellas...» Mientras le daba vueltas al coco hojeaba una serie de túnicas que había encontrado, el único detalle interesante del cuarto. Y entonces encontró la pieza que faltaba. Y vaya que si fue un auténtico shock. «Putísima mierda.» Daruu se dio la vuelta y echó a correr a toda velocidad. Ya tenía toda la información que podía recabar de las habitaciones. Información jugosa. Ahora quedaba acabar con aquellas hijas de puta, y para ello rehizo el camino que había hecho su otro clon. Lo vio allá al final de un pasillo. En la puta sala que les había descrito Shanise. Joder. Sí que había dado con él. Al principio se sobresaltó, pues el Kage Bunshin estaba de pie con una antorcha y creyó que era una Náyade. —Esto... ¿Clon? —¿Cómo se suponía que tenía que llamarse uno a sí mismo? Daruu comenzó a caminar hacia adelante. Su clon dio un respingo y, en guardia, se dio la vuelta. —¡Espera! Esto está lleno de serpientes. Pisa con cuidado. Daruu le hizo caso: ahora más fácil que con su clon, con la iluminación de la sala, trató de avanzar evitando a aquellos asquerosos reptiles. Dio un par de zancadas grandes, saltando, y acabó en el centro con su Kage Bunshin. —Escucha, ahora mismo hay algo urgente que debes hacer, ¿de acuerdo? Verás... Un destello rojo reveló de nuevo un visitante en los calabozos de la Torre de la Arashikage. Un agitado Daruu rehizo la marca de sangre de una de las celdas vacías y salió a trompicones. Su meta eran las escaleras, y luego el ascensor, y luego la puerta del despacho de Amekoro Yui, que abriría de par en par. Pero de camino, echaría un vistazo para ver si encontraba a Nioka allí. Aunque era más que probable que Yui hubiera ya acabado con ella. Tras registrar la habitación tal y como lo había hecho su Kage Bunshin, Daruu cogió la antorcha que él había dejado y se acercó un poco al tenebroso agujero. Con un arrojo de fuerza, lanzó el palo en llamas al interior de la covacha, esperando iluminar un poco el interior, y de paso espantar a aquellos malditos bichos de los que sin duda estaría lleno el lugar. Quería ver qué había dentro, y si le esperaba más de un peligro. Pero lo que de verdad esperaba ver era su tan ansiado premio. RE: (A) Las Náyades - Amekoro Yui - 28/09/2019 Para ayame habría resultado indudablemente satisfactorio ver el rostro de Naia, quien se sentía confiada y en su elemento; transmutar de esa calma fortuita a la más desfasada sorpresa. Las cejas contraídas, la nariz tupida y los labios fruncidos, con pinceladas de evidente confusión. Lástima que la guardiana estuviera tan ocupada lidiando con el dolor de la mordida escalándole la pierna —un veneno de serpiente no podía considerarse como poca cosa—. y a su vez tratando de atinar al pequeño animal allí encima de aquella estatua que de alguna forma cubrió a la serpiente la cuál logró escabullirse al agua como bien planeó desde un principio. Tú... —soltó, impactada. Impactada de ver a esa luna sonriéndole, como tiempo atrás le sonrió la menguante de otro shinobi—. así que... —¿qué? ¿habría llegado a alguna conclusión tras dilucidar la apariencia de aquella menuda muchacha de ojos castaños y cabellos azabache? —Lo siento... Supongo que todos mentimos un poquito en nuestras primeras citas —y¡puff! un súbito movimiento de mano hizo explotar una kemuridama que empezó a extenderse lentamente desde su epicentro. La nube de humo empezó a expandirse, y la respuesta inmediata de Naia —la que había emergido tras el muro y que no era sino un Kage Bunshin—. fue la de arrojarse de cabeza a la nube, como si estar ahí adentro fuera una prioridad para sus intenciones, que desde luego no eran buenas. . . .
Cuando Daruu abrió la puerta, se encontró con que Yui estaba ahí, de pie; viendo el ventanal. La ruidosa entrada la hizo voltear, y cuando comprobó de quién se trataba, arrugó el ceño. Por cierto, a Nioka no se la había cruzado en el camino. —¿Tú otra vez, Amedama? —soltó, estridente—. he de suponer que si te has tomado la libertad de entrar a mi despacho sin pedir permiso, es porque me has traído a Naia. ¿Es así? La antorcha cayó a trompicones por unos pequeños peldaños que descendían a la zanja. El agujero se iluminó cuando las llamas tocaron el piso, y la lumbrera le permitió ver que aquél agujero no era sino un nido de serpientes habitado en gran número por un montón de víboras de distintos colores, formas, y tamaños. Quizás eran serpientes comunes, pero seguían siendo peligrosas. Detrás de una montaña de éstas, arremolinadas entre sí como si estuviesen resguardando aquél pestilente hueco, una enorme constrictora envolvía con recelo un frasco y siseaba con fuerza al comprobar la llegada de una visita indeseada. RE: (A) Las Náyades - Aotsuki Ayame - 28/09/2019 Usando la pantalla de humo como escudo visual, Ayame se dejó resbalar por la parte posterior de la fuente, escondiéndose de Naia. Aguantando la respiración, y con los ojos cerrados para no verse importunada por su propia bomba de humo, rápidamente sustrajo el antídoto del portaobjetos que llevaba colgando de la parte posterior de su espalda y clavó la jeringuilla directamente en su pierna izquierda. «Maldita sea...» Maldijo, con las mandíbulas apretadas. «Tengo que tener cuidado de no caer de nuevo en algo así, pero esa maldita serpiente se me ha escapado...» Y ella ya no tenía más antídotos. Si volvían a contaminarla de aquella manera, lo iba a pasar francamente mal... Fue entonces cuando lo escuchó: pasos apresurados que chapoteaban sobre la superficie del agua, acercándose cada vez más. Ayame aguardó hasta que los pasos estuvieran lo suficientemente cerca, y entonces se impulsó para saltar hacia hacia atrás usando su pierna no herida como apoyo contra la fuente. Entrelazó las manos en un único sello; irónicamente, el de la Serpiente. «¡Fuda: Kassei-ka!» El sello explosivo que había colocado antes del combate en la base de la fuente, escondido bajo el agua, estalló violentamente, liberando una explosión de fuego, pólvora y agua salpicada. RE: (A) Las Náyades - Amedama Daruu - 28/09/2019 Daruu recibió la bienvenida que esperaba de Amekoro Yui. Al final, su reputación la hacía predecible. No obstante, e ignorando todo lo que le parecería razonable en una situación normal —aquella no lo era—, avanzó a grandes zancadas hacia ella sin contestar inmediatamente a su pregunta. —No hay tiempo para permisos ni para disculpas, Yui-sama —apremió Daruu—. Soy un Kage Bunshin. He encontrado pruebas de que un cuarto miembro de las Náyades podría estar escondiéndose en la aldea y pasándoles información. ¿En la celda el otro día no había un Nara con Nioka? De cualquier forma, la caza de traidores dentro de la aldea es una tarea que seguro que deseará emprender usted más que yo con todo el gusto del mundo. —Daruu levantó el brazo. Llevaba una extraña carpeta en él. El expediente sobre su padre—. Y hablando de eso. Le recomiendo que eche un vistazo a estos documentos y saque usted sus propias conclusiones. —Lo arrojó en el escritorio e hizo una inclinación de cabeza—. Ahora, si me disculpa, tengo que ir a exterminar a esos insectos para siempre. Por justicia. »Vendré con las Náyades o con sus cadáveres. Siento la intromisión. —Y el Kage Bunshin desapareció con una nube de humo. Daruu observó la antorcha, que caía rebotando por las escaleras. Vislumbró el recorrido, si estaba limpio o no, y también la zanja en sí: un auténtico nido de víboras. Tragó saliva. Porque lo que había custodiando el frasco era una serpiente gigantesca que le recibió con un espeluznante siseo. El muchacho esperó un poco, meditando qué hacer. Al fin tuvo una idea. Se llevó la mano izquierda al portaobjetos, y flexionó el brazo derecho. Entonces, con un rápido y diestro movimiento, tres saetas envueltas en electricidad fueron a parar al cuerpo de aquella boa para atravesar sus escamas, herirla y que aflojase el agarre. El otro brazo, al mismo tiempo, se convirtió en caramelo negro y cruzó la zanja a salvo del resto de sierpes, para tomar el frasco y luego retraerse rápidamente, devolviendo a su legítimo dueño sus tan preciados ojos. RE: (A) Las Náyades - Amekoro Yui - 28/09/2019 ¡¡¡QUE QUÉ!!! —soltó la Arashikage, enervada. Y es que aunque Daruu y Ayame estuvieran haciendo su trabajo, un buen trabajo, en dilucidar secretos como buenos espías —Primero Akame, luego Kaido, ahora que tenían un puto infiltrado en la aldea—. pues no paraban de traerle novedades que le hubiera gustado saber de antemano. Sulfurada como sólo ella podía estarlo, golpeó de nuevo al pobre escritorio remendado y se arremangó la capa para prepararse para la caza. Oh, no había un parásito peor que esos que te carcomen desde adentro. Suerte que Amekoro Yui fuera una especialista en sacar la mierda que te rodea. Posteriormente, miró soslaya la carpeta que se deslizó hasta sus cercanías, que según Daruu, contenía documentos importantes. Agradecida, la acercó hasta un lugar seguro y se preparó para salir inmediatamente. No había nada mejor que pegarse una buena lectura después de matar traidores. Sí, sí. . . .
La oscura zanja se iluminó, de pronto, con los destellos eléctricos que envolvieron sendos proyectiles apenas perceptibles que rompieron el aires y se dirigieron hacia la pitón. En defensa propia, la serpiente se ciñó rápidamente sobre su tesoro, el tesoro que su ama le había ordenado proteger hasta la muerte, y escondió la cabeza por detrás de las cinco portentosas vueltas de carne, escama y músculo que rodeaban el pilar y el frasco sobre éste. Los senbon le dieron y la electricidad desde luego ayudó que pudiera atravesar la piel de la serpiente, que por lo general era lo suficientemente dura como para que no herirse fácilmente. El raiton era un enemigo de otro nivel, desde luego, así que el daño lo recibió y sus músculos acalambrado se destensaron dejando así una pequeña abertura. Mínima. Y que pronto iba a cerrarse, pues un tsunami de serpientes más pequeñas pero que en conjunto se hacían cada vez más y más tumultosas se arrastraron veloces hasta la pitón para protegerla, y entre todas fueron lanzando mordiscos al brazo de caramelo que, finalmente, logró sostener su ansiado regalo. Cuando Daruu quiso retraer el brazo, todas las serpientes en comunión empezaron a subirle muy de cerca, con las fauces abiertas y más que dispuestas a morir para que esos ojos no salieran de allí hasta que su ama regresara. . . .
Naia, el kage bunshin; se había sumergido en la nube de humo consciente y bien ubicada de dónde podía estar la estatua. Cuando estuvo cerca, la mujer realizó en secreto una poderosa técnica que, entre los médicos, se decía que era una de las armas más letales cuando se tenía que entrar en combate. El Dokugiri, aupado no por sus toxinas comunes sino por los componentes somníferos de un veneno conocido en el rubro como Dulces Sueños, se extendió desde su dueña en una nube gaseosa que de alguna forma de camuflaría con el humo de la kemuridama. O esa era su intención. De todas formas, Ayame era una kunoichi versátil y, mientras se curaba, había previsto estar lo sufcientemente atenta —con sus capacidades de percepción extraordinarias—. como para oír la aproximación de Naia a través del sonido que hacían sus pies sobre el agua. Esperó, esperó, y esperó ... y cuando supo que estaba cerca, explotó el sello secreto que le había estado esperando a Naia desde los inicios del combate. La explosión generó una onda expansiva que muy a pesar de que Ayame tuvo la suspicacia de alejarse antes de usar el Kassei-ka, hizo que el veneno se esparciera mucho más rápido hacia distintas direcciones, a su vez de que el daño colaba en aquél clon de lleno, haciéndolo desaparecer tras superar los daños que un bunshin podía asumir. Estaba claro que ante semejante desconocimiento de los ancontecimientos, tanto de un lado como del otro; Ayame no prevería que a pesar de haberse tomado su antídoto, Naia había hecho lo propio para envenenarla de nuevo. Y mientras salía de su propia nube para ponerse a sí misma a resguardo, en subterfugio, no pudo evitar inhalar unas pocas partículas de Dulces Sueños, aunque no en una cantidad lo suficientemente concentrada como para que perdiera la conciencia y cayera en el sueño profundo que por lo general causa aquél veneno. Así que, en un par de minutos, con suerte, Ayame empezaría a sentir cierta somnolencia y desgano, que perduraría hasta que el antídoto acabase de matar a las toxinas de la primera mordida. Naia, la original, esperó paciente en lo más alto de su muro de tierra, a casi ocho metros de todo el meollo del asunto. Pronto la nube se disiparía, así que decidió esperar, aunque la paciencia no fuera una de sus mayores virtudes. RE: (A) Las Náyades - Aotsuki Ayame - 28/09/2019 Ayame batió sus alas de agua con fuerza, hacia arriba. Varios jirones de humo se enredaron en su cuerpo cuando atravesó la nube de humo, pero no tardaron en desvanecerse, dispersos por el viento. Fue entonces cuando la vio, y no le hizo falta utilizar su ecolocalización para ello. Naia coronaba tan pancha la cima del muro levantado hacía varios minutos, y Ayame no pudo sino chasquear la lengua con irritación al comprobar que no había ni una mínima señal de quemaduras o magulladuras. Su sello explosivo, aquel que tan cuidadosamente había escondido antes del inicio del combate, no había servido absolutamente de nada. «¿Qué puedo hacer?» Se preguntaba, con el ceño fruncido. Al menos, desde las alturas contaba con que no la alcanzaran los colmillos venenosos de la serpiente. Pero Naia seguía contando con la ventaja del momento. Manejaba el Doton, que era superior al Suiton; manejaba serpientes... ¿Qué más sorpresas podía depararle? Entonces Ayame tomó una decisión y entrelazó las manos en cuatro sellos: Mediría sus fuerzas con su técnica más poderosa de Agua. —Suiton: Suiryūdan no Jutsu —Masculló entre dientes, llena de rabia y determinación. Y una especie de rugido se escuchó debajo de Naia, en las aguas de aquel improvisado lago, y un colosal y majestuoso dragón conformado enteramente por aquel líquido y con escamas brillantes como zafiros surgió, alzándose en vuelo con las mandíbulas abiertas de par en par para embestir a la Náyade con toda la furia rugiente del océano. RE: (A) Las Náyades - Amedama Daruu - 28/09/2019 Rápido, certero, eficaz. El brazo de caramelo asió firmemente su tesoro, y Daruu tiró para recuperarlo. De mientras, las serpientes, furiosas, se reagruparon en torno a la boa, y otras comenzaron a subir los escalones. Tirada de Percepción (dificultad 7): 8, 5, 9, 10, 3, 4 Aunque tenue, Daruu percibió la presencia de alguien más entrando atrás por la sala oval. Shannako. La última integrante de las Náyades, tenía que ser. Comenzó la serie de sellos tan pronto tuvo el tarro a salvo y cerca de él. Lo guardó en el bolsillo de la túnica y se preparó para el sello final, que requería ambas manos. De mientras, una de las serpientes, la más valiente y rápida, estaba ya a un metro de él. Se lanzó en un brinco a morderle el tobillo. Un poco más... un poco más... ...y cerró sus fauces sobre una luminaria roja que se desvaneció en el aire. Daruu cayó sobre el colchón de su habitación, en la Bruma Negra. Inmediatamente, volteó hacia un lado y guardó el frasco con su Byakugan en un cajón, oculto entre su ropa interior. A salvo. No pudo evitar sonreír, aunque la situación no fuese para nada como para sonreír. Si Shannako descubría que Daruu se había hecho con los ojos, acudiría al auxilio de Naia. Y con Naia estaba Ayame. Ella no podría hacer frente a las dos. Tragó saliva. Era hora de ir a ayudarla. Y también de aniquilar a las Náyades de una vez por todas. Se llevó una píldora de soldado a la boca. El muchacho se levantó de la cama de un salto, abrió la ventana y botó hasta el edificio contrario. No había tiempo que perder. Se mordió el dedo pulgar de una mano, hizo una linea en el tejado. Jabalí, Perro, Pájaro, Mono, Carnero. —¡Por tu honor de shinobi, ayúdame, NAIYORU! —Daruu alzó la mano y la estampó en el suelo. Una nube de humo le envolvió, y ante sus pies apareció un enorme gato negro, peludo, vestido con un yukata azul pálido y una bandana con placa metálica que rezaba el ideograma Shinobi. El gato le observó unos instantes e inclinó el torso en una profunda reverencia. —Mi señor —dijo—. Yuki-kun me informó de la situación. ¿En qué puedo prestarle servicio? —Es hora de cazar ratas, Naiyoru —sonrió Daruu—. Ya tengo mis ojos. Ahora, a por ellas. Y a ayudar a Ayame. ¡Sígueme, vamos! Sin embargo, Daruu cayó de rodillas, agotado. Se levantó con dificultad y trató de sacar el máximo de fuerzas de donde no las había. Confiando recuperar el chakra de camino, Daruu el Matarratas saltó de edificio en edificio de camino a la Plaza de los Delfines. RE: (A) Las Náyades - Amekoro Yui - 28/09/2019 Shannako lo vio, y empezó a correr. Ágil. Veloz. Mortífera. Corrió hacia Daruu con todas sus fuerzas, todo por hacerle la encerrona con las serpientes que intentaba mordisquear sus tobillos desde atrás. Corrió, corrió, y corrió... y cuando creyó estar a punto de ponerle las manos encimas, una vorágine de tintes rojos envolvió al cuerpo de su víctima, obligando a la Náyade a... tocar el aire. La mujer gritó, en desespero, por haber llegado tarde. Por no poder haberlo capturado. ¿Cómo había desaparecido? ¿un kage bunshin? No. Si fuese así, el frasco hubiera quedado ahí. Aquello era más poderoso de lo que aparentaba. Más avanzado. Más... «Naia» —de pronto, haciendo caso omiso a las serpientes que se lamentaban no haber cumplido su objetivo la Náyade se dio media vuelta y arrancó a correr hacia el único lugar a donde ese mocoso, que de refilón le supuso ser particularmente conocido, habría podido ir: La plaza de los Delfines. Tirada de Agi. de Shannako: (7 + 4 + 10 + 4 + 9) = 2 turnos en llegar hasta la plaza. Daruu tarda los mismos turnos gracias a los resultados de su tirada en llegar desde la Bruma Negra hasta el sitio de la pelea . . .
Nakura Naia, atenta a su entorno, pudo ver cómo una corriente de aire se arremolinaba allá en la nube negra que ya acababa de perderse en los confines de Shinogi-To, para entrever la menuda figura de aquella muchacha. Y aunque la duda siempre imperó en la Náyade incluso antes de que Aotsuki Ayame se perdiera en la tesitura de la bomba de humo, ahora podía estar al cien por ciento segura de que su intuición no estaba errada sino al contrario: la mujer que ahora volaba como un hada azul con sendas alas de agua que revoloteaban a su espalda majestuosas cuál colibrí, era Ayame. El nombre podía ser difuso. Incluso las facciones de su rostro, uno que no había cambiado mucho desde aquella tarde en la playa roja donde Daruu perdió sus ojos. Pero la luna, oh... la luna. La luna, luminosa y clara ahí en su frente, le traía recuerdos y certificaba todas sus sospechas. La hija de Aotsuki Zetsuo estaba allí para cazarla, y probablemente, no estaba sola. Hubiera continuado su interna y metódica introspección, no obstante, de no ser por esos sellos que liberaron a una bestia ancestral bajo sus pies y que hicieron temblar hasta los cimientos de su muro de tierra. Las ataduras se rompieron y Ryūjin fue libre para emerger del agua con su fuerza ancestral y de abrir las fauces sobre Naia que en víspera de acabar siendo tragada por el enorme dragón de agua escarchado que había invocado Ayame bajo sus pies, movió las manos y, posteriormente, recibió el impacto del dragón. El estruendo del agua partiéndose como una marea ponzoñosa y empedernida camufló el hecho de que Naia había usado el Kawarimi para sustituirse por un pedazo de roca proveniente de la estatua de delfines partida por el sello explosivo, para así colocarse en secreto bajo la mismísima Ayame e invocar ella a su propia bestia marina: una serpiente de agua, adaptada a su imagen y semejanza de una técnica básica del suiton: «¡Suiton: Suikōdan no Jutsu!» Con los pocos resquicios de humo y gas venenoso que podía quedar bajo los jirones que había dejado la guardiana bajo su estela, la serpiente de agua atravesó el umbral, oculto, y viajó por los aires certero hacia Ayame mientras la mano de la Náyade la apuntaba desde su punto más bajo. |