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(A) Las Náyades - Versión para impresión +- NinjaWorld (https://ninjaworld.es) +-- Foro: Amegakure (https://ninjaworld.es/foro-amegakure) +--- Foro: Edificio del Arashikage (https://ninjaworld.es/foro-edificio-del-arashikage) +--- Tema: (A) Las Náyades (/tema-a-las-nayades) |
RE: (A) Las Náyades - Aotsuki Ayame - 28/09/2019 El dragón de agua embistió con todas sus fuerzas, llevándose parte del muro de roca y haciendo temblar toda la Plaza de los Delfines. El agua estalló en espuma con un bramido ensordecedor y Ayame aguardó con el corazón encogido. Pero pasados unos pocos segundos, sus finos oídos percibieron un ruido similar por debajo de ella. Y bajó la mirada, a tiempo de ver entre los mortecinos jirones de humo (que ya eran más una fina neblina que un obstáculo visual) una colosal serpiente de agua alzarse sobre ella, con las fauces abiertas de par en par y los colmillos amenazantes como katanas. «¡No...!» Las fauces del reptil de agua se cerraron sobre ella con un potente estallido y la roca por la que se había intercambiado Ayame en el último momento se partió en miles de pedazos. Y entonces... —¡AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH! Y la sirena, sobre los mismos restos de la fuente sobre los que se había materializado la náyade y ya desprovista de sus alas de harpía, chilló. Chilló con todas sus fuerzas, imprimiéndole a su voz el poder de su chakra y toda la ira que sentía en su interior. Chilló para alejarla de ella, para hacerle caer al agua; pero, sobre todo, para dejarla tan aturdida que no fuera apenas capaz de moverse y dejarla a su merced durante varios segundos. Unos segundos muy valiosos que utilizó para desencadenar otra técnica más: una técnica por la que las aguas que habían quedado debajo de Naia se arremolinarían y se alzarían como uno de aquellos colmillos que tanto le gustaban, dispuesto a taladrarla de parte a parte el torso. «Ha arriesgado demasiado ahí, Señorita...»
RE: (A) Las Náyades - Amekoro Yui - 28/09/2019 La batalla, con cada segundo que pasaba; se caldeaba a un punto de no retorno. Aquellas dos mujeres estaban intentando matarse, de eso no cabía duda, y cada vez aumentaban el poderío de sus ataques, pasada ya la etapa de estudio del rival. Ahora era todo o nada, pues la muerte, oscura y pestilente, acechaba desde un tejado no muy lejano con su hoz a la espera de cobrarse una vida de turno. Naia o Ayame. Ayame o Naia. ¿Quién acompañaría a la Parca esa ocasión? Era imposible saberlo. Cuando una ejecutaba una estrategia, la otra respondía de igual forma en una consecución de acciones similares, donde la guardiana aprovechó la versatilidad del kawarimi para evitar, tal y como lo había hecho la Náyade, a la bestia de agua. Y no sólo eso, sino que aprovechó la sorpresa tras el intercambio que había elegido una roca también cercana a la fuente que antaño tuvo forma de delfín y utilizó una técnica proveniente de sus habilidades de voz: El Lamento de la Sirena. Un estruendo agudo atizó a Nakura Naia desde su flanco izquierdo, martillándole los oídos y expulsándola a unos cuántos metros de Ayame. Los efectos que posteriormente afectarían a la renegada de Amegakure eran ya conocidos desde luego, y ya tendría que lidiar Naia por un par de segundos con un intenso pitido en su oído interno que le removía todo, impidiéndole recuperar la estabilidad sobre el agua. Ayame, no obstante, no habría tenido oportunidad de acallar sus lamentos y ejecutar su segunda técnica, pues durante el transcurso de la primera, su pierna derecha recibió de nuevo un par de aguijonazos ya conocidos por ella: dos serpientes —una que ya la había atacado antes y que, por suerte, se había vuelto a escabullir en el agua; y una segunda que se mantuvo oculta desde el inicio del combate—. aprovecharon la distracción en la que la guardiana gritaba para morderle la pantorrilla y la carne alrededor de su tobillo, envolviéndose enteras alrededor de su pierna, también, y aferrando sus colmillos mientras continuaban inyectando su veneno. Mientras la hija de Zetsuo se debatía en qué hacer con las víboras que se se ensañaban con sus carnes, Naia recuperó la compostura y recortó la distancia con dos zancadas, con el puño envuelto y cargado, listo para destruir todo a su paso. —¡Ōkashō! . . .
Daruu corría. Corría para ayudar a su amada, que seguramente habría de estar batiéndose en una batalla de proporciones épicas. Tenía que estar con ella. Alcanzarla. Triunfar juntos. Tenía, tenía, tenía... Aún le quedaba camino, pero estaba cerca. Entonces, oyó un grito potente. Un chillido voraz. ¿Era esa la técnica de Ayame?... RE: (A) Las Náyades - Aotsuki Ayame - 28/09/2019 Pero antes de que pudiera completar su estratagema, Ayame sintió dos nuevos pinchazos en la pantorrilla y el tobillo derechos que convirtieron el Lamento de la Sirena en un verdadero lamento. La kunoichi gimió, angustiada y dolorida, al ver aquellas dos sierpes aferrarse a ella en aquel abrazo tóxico de muerte. «Uh... ¿Qué... me pasa...?» Al dolor se sobrepuso de repente una extraña sensación de sopor que invadió todo su cuerpo. Sus brazos, sus piernas, y sobre todo sus párpados... los sentía extrañamente pesados, como si no hubiera dormido en días. La muchacha se tambaleó con una torpe cabezada... —¡Ōkashō! «¡SEÑORITA!»
Ayame reaccionó por pura inercia y el puño de Naia encontró agua allí donde debía haber encontrado carne y huesos. Aún así el golpe fue tan potente como un martillo, y la masa de agua en la que se había convertido Ayame salió despedida varios metros, hasta hundirse en el lago. «Médico... como papá...» Fue capaz de meditar, aún en aquel estado de sopor y debilitada como se encontraba. ¿Habían sido los colmillos de las serpientes las que le habían causado aquel estado? No... No podía serlo. Podía sentir su veneno inflamando su pierna derecha en aquel doloroso infierno. ¿Entonces... cuándo...? Entonces sintió ganas de llorar. De rabia, de impotencia y de tristeza. En todo aquel tiempo no había conseguido acertar ni un sólo golpe, y ella en cambió no sólo había recibido el impacto sino que además había sido envenenada, no una sino tres veces. Después de tanto insistir en que fuera ella quien combatiera contra Naia... iba a acabar desfalleciendo bajo su poder. Cerró los ojos, tratando de contener las lágrimas. Tan sólo podía esperar que Daruu recuperara sus tan ansiados ojos... Ayame volvió a alzarse sobre las aguas varios segundos después, con el peso de su cuerpo apoyado en su pierna izquierda, resollante y a punto de desfallecer. —Maldita víbora... RE: (A) Las Náyades - Amedama Daruu - 28/09/2019 —¿A quién nos enfrentamos? —le dijo Naiyoru cuando aún faltaba un poco para llegar al destino. —De Naia no sé casi nada. La otra es capaz de ejecutar jutsus de Raiton de alto nivel —contestó Daruu. Aquella barrera eléctrica, desde luego, de bajo nivel no parecía. Aunque no tenía ni idea de cuál era su función—. En cualquier caso el objetivo prioritario ahora mismo es el de defender a Ayame. —Entendido, joven señor. —¡AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH! Daruu sonrió y apretó el paso con determinación. —¿¡Está en peligro!? —No. Es su técnica. Está luchando. ¡Vamos! Una sombra hizo de medianoche durante un instante el campo de batalla. Vino desde un tejado cercano. Se movía rápido. Era difícil distinguir de qué se trataba. Se deslizó por la superficie del agua en dirección a Ayame. Parecía que era algo que iba a impactar contra ella, pero se detuvo al frente, interponiéndose entre ella y la líder de las Náyades. —No tema, señorita, estoy aquí para ayudar —habló el enorme gato negro, que debía de medir al menos tres metros. Rugió con rabia clavando la vista en Naia—. El joven señor Daruu está por aquí —dijo en voz baja, para que sólo lo escuchase Ayame. RE: (A) Las Náyades - Amekoro Yui - 29/09/2019 ¡Splash! su puñetazo, aupado por el chakra del Ōkashō, impactó donde tenía que dar. Pero no se sintió como siempre. Sus nudillos no se hundieron en los huesos de su víctima. No palpó la resistencia de los cráneos que podía destrozar con esa técnica. Por el contrario, su mano se encontró con la tesitura endeble del... ¿agua? Ayame explotó en miles de gotas que cayeron al lago y que empaparon a Naia, y a las serpientes ordinarias que tras la onda expansiva de su propia dueña habían desaparecido. Su cara de estupefacción fue tal, que miró contrariada su propias manos para ver si realmente estaba mojada, o si aquello podía haber sido una jodida ilusión. Pero no, todo allí se sentía real. El entorno, el cansancio. Su falta de chakra. Naia maldijo para sí y saltó un par de zancadas hacia atrás, mirando hacia todos lados a la vez. ¿Dónde estaba? ¿Abajo, a la izquierda, a la derecha? —Hija de puta... —musitó, al no poder encontrarla por métodos convencionales; sino hasta que ella misma decidió emerger a cinco metros de distancia, apoyándose en su rodilla, luciendo adormecida —. oh, ahí está mi dulce veneno. Haciendo efecto. No debiste haber venido aquí sola, cariño. Ahora vas a m... Fisúm! una sombra se ciñó sobre ellos a una velocidad abrumante, y con una agilidad felina. Naia fue incapaz de discernir de qué se trataba hasta que el animal estuvo quieto al lado de Ayame. Era un enorme gato con un frondoso pelaje que recordaba al abismo. Sus ojos azules le recordaban a dos luminosos zafiros. Vestía un yukata de también color azul pálido, y mostró enrabietado su bandana con el ideograma Shinobi en cuanto clavó sus orbes felinos en ella. La líder de las Náyades respiró profundamente y empezó a caminar pasos cortos, vacilantes, hacia atrás. Luego sintió que una segunda sombra, también rápida y despampanante, hacía acto de aparición a su espalda. Los pies de Ryuudan Shannako se deslizaron por el agua y se mantuvo firme, con el torso gacho y las manos en posición de combate. —¿Jefa, está bien? he venido cuanto antes. —Sí. Sí. ¿Qué haces aquí? ¿y los ojos? —Alguien se las arregló para pasar la prueba del Nido, Jefa. Pero no era Kiroe, sino... el mocoso. Daruu. La Náyade sintió una punzada en el corazón. La habían engañado. Le habían visto la cara de estúpida. ¡Kiroe nunca estuvo ahí! ¡eran esos dos mocosos, jugando a los ninjas! los iba a matar, los iba a matar, los iba a matar. —No... no... ¡NO! ¡Cómo lo permitiste! ¡tenías una sola tarea, Shannako! —los ojos de Naia volvieron a estar alertas y volvieron a inspeccionar el terreno—. Grgh.... él debe estar cerca. Ve, mátala. Necesito recuperar chakra. Shannako avanzó un paso, luego otro, y la brillantez de su aura soltó un fulguroso estallido. Era el Raiton no Yoroi envolviéndola en un manto mortal. RE: (A) Las Náyades - Amedama Daruu - 29/09/2019 —Nadie va a matar a la joven señorita —dictó el enorme gato con tranquilidad, como si nada pareciese preocuparle en absoluto, e inmediatamente salió raudo a correr tras la usuaria del Raiton no Yoroi para atacarla con su zarpa derecha. Entre tanto, un cauteloso Daruu se asomaba desde detrás de un callejón. La situación era complicada, pero él también necesitaba regenerar algo de chakra. Quería darle algo de tiempo a la píldora, pues sabía que cada movimiento podría ser el último en el que podría permitirse gastar más. Ellas eran dos, y una de ellas estaba en perfecto estado, sin haber siquiera combatido todavía. RE: (A) Las Náyades - Aotsuki Ayame - 29/09/2019 —Oh, ahí está mi dulce veneno —se relamió Naia—. Haciendo efecto. No debiste haber venido aquí sola, cariño. Ahora vas a m... Sus palabras se vieron súbitamente interrumpidas cuando una enorme sombra oscura se cruzó por delante de Ayame, que retrocedió un paso alarmada y asustada al creer una nueva amenaza cernirse sobre ella. Para su sorpresa, se trataba de un enorme felino negro que podría haber confundido con una pantera de no ser por aquel frondoso pelaje. Curiosamente vestía un yukata azul y lucía una bandana metálica en la que se podía leer el símbolo Shinobi. —No tema, señorita, estoy aquí para ayudar —habló, clavando en ella sus enormes y brillantes ojos de zafiros. Rugió con rabia clavando la vista en Naia y entonces añadió en voz baja—: El joven señor Daruu está por aquí. —Oh... Pero no era la única que tenía compañía. Para horror de Ayame, Shannako hizo acto de presencia desde el otro extremo del campo de combate. —¿Jefa, está bien? he venido cuanto antes. —Sí. Sí. ¿Qué haces aquí? ¿y los ojos? —Alguien se las arregló para pasar la prueba del Nido, Jefa. Pero no era Kiroe, sino... el mocoso. Daruu. ——No... no... ¡NO! ¡Cómo lo permitiste! ¡tenías una sola tarea, Shannako! Grgh.... él debe estar cerca. Ve, mátala. Necesito recuperar... —¡SUITON...! —gritó Ayame, mientras entrelazaba las manos en varios sellos, tratando de captar la atención de las dos Náyades. Pero el ataque no vino de ella, sino de abajo. Antes de que pudiera siquiera completar la frase, ocho agujas de agua surgieron justo por debajo de los pies de Naia a penetrar sus piernas y todo lo que encontrara por el medio. No hubo ninguna sombra ni figura que delatara el ataque. Simplemente, Amenokami había desplegado su deseo de alzar las aguas. RE: (A) Las Náyades - Amekoro Yui - 29/09/2019 Si bien Ryudan Shannako estaba dispuesta a atacar, pronto se vio retenida no solo por la enorme figura del gato negro —que empezó a dirigirse hacia ella con las peligrosas zarpas alzadas—. sino que la mocosa, allá a la distancia, parecía tener la intención de joderles con alguna técnica. Un suiton, habrán pensado ambas Náyades cuando escucharon la verborrea inverosímil de la guardiana y que para ellas significaba una sugerente alerta a estar atentas, pero para Ayame; no era sino la distracción perfecta. Y es que en ocasiones elegimos confiar demasiado en lo que vemos. En lo que oímos. De los estímulos que se nos dan y que creemos como verídicos. Nakura Naia estaba a punto de aprender que otros, incluso esa mocosa, sabían jugar a su juego del engaño y la desidia. Las aguas bajo sus pies se levantaron a orden y semejanza de su ejecutora. Sendas agujas de agua —en total, ocho, y todas al unísono—. calaron sin ninguna oposición en distintos puntos del menudo cuerpo de la Náyade líder, quien chilló como lo no había hecho en años. Un dolor intenso le atravesó la pierna, los pies, y seguro que se habrá comido alguna rasgadura en los muslos; pero por suerte las espinas no eran lo suficientemente altas como para alcanzar un punto vital, por los linderos de su abdomen. ¿Y qué? la habían herido, cuando era ella quien hacía daño a los otros. La habían tocado, cuando era ella quien manipulaba a su merced al resto. ¡La habían engañado, cuando era ella quien jugaba con la mente de hombres y mujeres a partes iguales! Esa maldita mocosa, tenía que morir... ¡morir! Fue la primera vez que Nakura Naia perdía la calma. La primera vez que sentía que las cosas se le complicaban más de la cuenta. Kiroe no estaba ahí, no iba a completar su venganza y, ahora tenía a dos malditos críos jugando a los héroes, y a un maldito gato jugando a los ninjas. También era consciente de que los estruendos continuados en la ciudad jugaban en contra de ambos bandos y que tarde o temprano, por muy relegada que hubiera sido aquella plaza de las rutas de la guardia real, más pronto que tarde iban a tener visitas inesperadas.Había que acabar con aquello de una buena vez. De una. Buena. Vez. Renqueante y adolorida, la mujer se tiró dos pasos atrás para alejarse del agua y pisar las orillas que se habían hecho muy cerca del pasillo que tenía a la espalda mientras sus manos se movían como una saeta ejecutando los sellos del carnero, tigre, liebre y serpiente. Sus manos fueron al suelo, y de pronto la tierra allá a cinco metros de distancia en línea recta —donde suponía estar el epicentro de la plaza, y por tanto, la efigie destruida de los delfines—. empezó a vibrar descontroladamente. Resulta ser que un pedazo de suelo importante —de cinco metros cuadrados—. se abrió como una grieta en rectángulo y súbitamente, fue cavándose a sí mismo en una portentosa y profunda zanja que parecía querer llegar hasta el núcleo del centro de la tierra. Con la ejecución del Doton: Chidōkaku, Naia tenía la intención de: utilizar ese agujero, creado a propósito desde el epicentro del todo, para que el agujero succionara por inercia el agua que componía aquél lago. La lógica y las leyes generales así se lo aseguraban, pues cuando las partes más profundas del lago artificial empezasen a caer al hueco, el resto de galones haría exactamente lo mismo. Su objetivo era sacar de en medio aquél elemento que, visto el magullado de sus piernas pálidas, tintadas de finos hilos rojos que no paraban de emanar; eran de mucha utilidad para la hija de Zetsuo. Shannako, por otra parte, había esperado con sórdida tranquilidad el avance del gato que, si bien era grande y pesado, tenía una portentosa agilidad, y sabía moverse bien. Suerte que Naia, una kunoichi a la que podía considerarse como rango medio, estaba aupada por su armadura de rayo que le permitió prever el acercamiento del animal, la aproximación de su zarpa y... de su respuesta ante el peligro que se ceñía como garra sobre ella. —¡Chidori Senbon! —y en un zarpazo suyo, múltiples agujas de un fulguroso raiton azul, que nacieron desde su brazo previamente potenciado por el aura del yoroi, volaron mortíferas hacia la criatura que se aproximaba a paso de felino predador y, un par de estas agujas también—. hacia la Ayame que estaba allá parada, momentos antes de que el agua comenzara a moverse hacia el vacío. RE: (A) Las Náyades - Amedama Daruu - 29/09/2019 «¡Bien! ¡Sigue dando guerra! ¡Todavía podemos ganar!» Daruu, desde su refugio en el callejón, se llevó una grata sorpresa cuando Ayame mordió con colmillos de serpiente las piernas de Naia. Pero no hubo mucho tiempo de calma, pues la rubia hizo un complicado jutsu de Doton que hundió la fuente y el centro de la plaza, arrastrando consigo el agua, elemento que a ambos les daba una ventaja considerable —más a Ayame. Daruu chasqueó la lengua. En el otro frente, Shannako había respondido a la embestida de Naiyoru con unas agujas eléctricas. El animal tuvo que dar un salto hacia un lado para esquivarlas, y con ello, frenar su arremetida por completo. Daruu vio conveniente participar en este momento. Shannako también había atacado a Ayame. Si iban las dos Náyades a por ella, por mucho que tuviera a Naiyoru para distraer a una de ellas, acabaría perdiendo. De modo que era hora de ocuparse de su propia presa. El muchacho salió corriendo a toda velocidad. Irónicamente, Daruu apenas reaccionó cuando pasó al lado de la Ayame que se mantenía de pie. No fue a salvarla, como se esperaba de él. En su lugar, alcanzó a su gato y a Shannako y quedó a unos cinco metros de ella, ambos cercándola para aislarla del otro combate. El de Naia y Ayame. —Vais a pagar lo que le hicisteis a mi familia —sentenció Daruu. En parte por gusto. En parte por ganar tiempo y tratar de arrancar una conversación. RE: (A) Las Náyades - Aotsuki Ayame - 29/09/2019 El grito desgarrador de Naia retumbó en la Plaza de los Delfines, retumbando en los oídos de los presentes, lacerando sus tímpanos, cuando las agujas de agua se clavaron en sus piernas sin ningún tipo de piedad. Pero Ayame sintió una satisfacción que jamás creería que fuera a sentir hiriendo a alguien, tal era su odio por aquella mujer. Claramente enardecida por el engaño sufrido, la mujer dio dos pasos hacia atrás para alejarse del agua y pisar tierra firme mientras sus manos volvían a entrelazarse rápidamente. La Náyade golpeó el suelo con ambas manos y, de repente, los restos de la Fuente de los Delfines se hundieron estrepitosamente con un enorme estruendo de escombros y agua siendo engullida por el súbito agujero creado. Tanto mejor para ella, aquel lago había dejado de ser una ventaja en el mismo momento en el que Shannako había entrado en escena. Luchando contra la marea, la figura de Ayame surgió de entre las aguas, justo en aquel punto donde había apuñalado de aquella manera a Naia. Seguía sintiendo el veneno en sus venas carcomiéndola, pero estaba bien, y el sueño había desaparecido. No perdió ni un solo instante. —Antes has dicho que no debería haber venido sola... —murmuró, y una vorágine de chakra blanquecino la envolvió como una capa y a Naia le pareció ver que uno de sus ojos centelleaba en azul cuando clavó una mirada llena de determinación en ella—. Pero yo NUNCA estoy sola. La kunoichi pisó con fuerza y con un breve salto aterrizó en suelo firme, lanzando en el proceso cuatro senbon que se abalanzaron contra las piernas y los brazos de Naia, respectivamente. —¿Qué se siente al ser engañado por otra persona, eh? ¿Cómo sabe tu propia medicina? —le espetó, andando lentamente hacia ella con los puños apretados. Le habría encantado abalanzarse sobre ella, estaba deseando hacerlo. Pero era bien consciente de que los movimientos rápidos eran un arma de doble filo, y ella aún sentía el cansancio de haber usado la Técnica de Intercambio. «Si Daruu y Shannako están aquí... ¿Qué demonios ha pasado en el subterráneo?» No era el momento de preguntarse algo así, sin embargo, por lo que enseguida desechó aquellas preguntas de su mente para concentrarse en lo importante. Mientras tanto, Shannako se enfrentaba al enorme felino y a la otra Ayame, que se deshizo en agua en cuanto las agujas de electricidad la alcanzaron de lleno, sin hacer ningún amago por esquivarlas. RE: (A) Las Náyades - Amekoro Yui - 29/09/2019 —Antes has dicho que no debería haber venido sola... —soltó la guardiana—. Pero yo NUNCA estoy sola. Los ojos de Naia se encendieron, con el fulgor del chakra de Ayame envolviéndola en un manto fraternal que la iluminó como si la luna misma se hubiera puesto allí en lo más alto del cielo, opacando al ofuscado sol tardecino. Su quijada se desencajó, y de pronto un sentimiento antaño que poco le había acompañado durante años de tener el control y de sentirse segura le agobió su corazón de piedra. ¿Qué era esta sensación? ¿por qué... por qué, si hacía un par de minutos esa maldita niña estaba derrotada y derruida, ahora parecía haber recobrado su voluntad y ganas de vivir? De pronto, aquella frase tuvo sentido. Uno doloroso. Naia miró a Shannako, batallando con Daruu y el gato ninja de Yukata azul. Miró luego a su derecha, donde solía tener a otra de sus sirvientes, pero en cambio había un espacio vacío. Miró al suelo, y no estaban sus serpientes. Entonces la realidad la golpeó como una mortífera lanza en el pecho: ella... ella sí estaba sola. Siempre lo estuvo. Ni sus Náyades, ni sus serpientes. Ni a los cientos de hombres y mujeres que sedujo con sus dotes. Con sus encantos terrenales. Esas sólo le servían porque así se los pedía. Porque las obligaba. Porque les pagaba. No había respeto. No había amor. No había lealtad, era todo superficial. Y las relaciones superficiales no eran poderosas, sino endebles. No eran perdurables, sino que caducan. ¡Clank, clink, clonk! un asustadizo movimiento de mano hizo que Naia sostuviera un kunai y rechazara los dos senbon que iban dirigido hacia sus brazos, mientras daba pasos hacia atrás, engaritada y acorralada, con el rostro arrugándose en muecas de dolor, proveniente de sus heridas y de ahora los dos nuevos senbon que se habían clavado en sus piernas. Pero Naia seguía realizando en su interior. Tratando de encontrarle sentido a su situación. A lo débil que se sentía frente a alguien que consideraba más débil que ella. Ayame, una frágil muchacha de lágrima fácil. Siempre siendo rescatada. Siempre persiguiendo a los demás y sintiendo que no podía alcanzarlos. Pero y eso... ¿de hace cuánto? ¿hace cuánto que ya no era salvada? ¿hace cuánto que demostraba su valía en cada misión, en cada paso que daba? ¿hace cuánto que Ayame no necesitaba de su hermano, o de su padre? ¿Hace cuánto... Oh. Cuán cierto era eso de que Ayame no estaba sola. Y ahora, prevalecía en ánimo y espíritu frente a una herida Náyade por esa misma razón. Pero no fue gracias a Daruu, que llegó para encargarse de su propio objetivo, dejando a la guardiana en soledad. Ni siquiera gracias a Kokuo, que aunque servía a su propósito de vivir un día más, nada había tenido que ver en el transcurso de tan caldeado combate. Fue, gracias a... Ayame. Sí, Ayame. Ayame no estaba sola porque simplemente, tenía que encontrase a sí misma. Finalmente, había roto el cristal. —Maldita cría. Te voy a matar, te voy a matar... ¡te arrancaré los ojos y se lo daré a mis serpientes de alimento mientras le envío pedacitos de tu cadáver a tu jodido padre! —espetó, mientras su mano derecha, que también se había paseado por su portaobjetos, había arrojado hacia los pies de Ayame una esfera pequeñísima que explotó en un foribundo sonido que estalló en los oídos de su oponente y que, si tenía suerte, le daría una brecha para acercarse a ella y... ¿abrazarla? Tirarla al suelo. Sostenerle los brazos. Y besarla. . . .
Shannako estuvo impresionada de la proeza que se marcó el gato para evitar sus agujas, las cuales, no obstante, siguieron su camino hasta la Ayame falsa, que desapareció con la electricidad. No obstante, y contra todo pronóstico, ahora la Náyade se veía acorralada por dos oponentes que avanzaban hacia ella, tratando de hacerle una encerrona. La morena masculló una maldición ininteligible mientras su armadura de rayo preparaba en el subterfugio su siguiente movimiento, y aunque sentía la imperiosa necesidad de voltear y ver qué mierda sucedía con Naia, su ... jefa; ahora tenía que ocuparse de su propia vida pues, la realidad es que nadie lo iba a hacer por ella. Porque allí estaba Nioka como ejemplo. ¿Acaso se habían tomado el tiempo de preguntarse en dónde podía estar su aliada? ¿de qué podía haberle pasado? ¿de si estaba muerta? ¿capturada? ¿o de si ellas correrían el mismo destino gracias a dos malditos niñatos de mierda? Dudas. Dudas. Muchas dudas. Y aunque quería resolverlas, conversando con Daruu no lo iba a lograr. La cháchara para otro, ella tenía que pelear. Tenía que sobrevivir, como lo venía haciendo desde su exilio. Un movimiento rápido le hizo desaparecer en apenas una zancada, que agrietó la tierra húmeda bajo sus pies. Había poco sol, así que su sombra no delató el hecho de que había usado la potencia de su yoroi para a la espalda de sus dos enemigos mientras su manto de raiton también camuflaba los cachiporrazos de energía que venía emergiendo desde el momento en el que Daruu habló y ella decidió actuar. Mientras llamaba al poder de Raijin, con sus manos ejecutando las plegarias; evocaron un montón de corrientes alternas que haría una potente explosión eléctrica a su alrededor de forma inevitable. RE: (A) Las Náyades - Aotsuki Ayame - 29/09/2019 Naia consiguió desviar la trayectoria de los senbon que iban dirigidos hacia sus brazos, pero los que había lanzado contra sus piernas se clavaron en la carne, empeorando aún más las heridas que ya sufría la Náyade después de las espinas de agua. —Maldita cría. Te voy a matar, te voy a matar... ¡te arrancaré los ojos y se lo daré a mis serpientes de alimento mientras le envío pedacitos de tu cadáver a tu jodido padre! —bramó, fuera de sus casillas. —Mis ojos son demasiado... vulgares para ti, lo siento —respondió Ayame, alzando los hombros. Sin Sharingan, ni Byakugan, sin habilidades especiales. Sólo castaños, como los de la inmensa mayoría de los seres humanos que poblaban el planeta. Naia sacó algo de su portaobjetos y lo lanzó a los pies de Ayame, que dio un salto hacia atrás en un acto reflejo. Pero no se trataba de ningún arma, ni de ningún proyectil, sino de una pequeña esfera que estalló en el suelo y liberó un potente chirrido que se clavó como un taladro en sus sensibles oídos. Ayame, con un quejido dolorido, se tapó las orejas y no pudo evitar cerrar los ojos momentáneamente mientras se encogía sobre sí misma. Entonces sintió una fuerte embestida, sintió los brazos de Naia cerrarse en torno a su cuerpo, sintió sus manos sosteniendo sus muñecas y sintió sus labios carnosos sellando los suyos en inesperado y repentino beso que desató todas las alarmas de la muchacha. «¡¿Pero qué está...?» Seducción, supuso. ¿Acaso no funcionaba sólo con los hombres? No estaba dispuesta a averiguarlo. Podría haber usado su técnica insignia para deshacerse de aquel agarre, pero no lo hizo. En su lugar, acumuló todo el agua de su cuerpo en la pierna, que se hipertrofió hasta lo aberrante, y entonces la alzó bruscamente en un rodillazo que buscaba encontrar el vientre bajo de su odiada amante. RE: (A) Las Náyades - Amedama Daruu - 29/09/2019 —Vais a pagar lo que le hicisteis a mi fa... Pero Shannako no le dio tiempo a contestar siquiera. Dio un fuerte pisotón en el suelo, y al siguiente parpadeo ya no estaba allí. La mujer hacía gala de una agilidad envidiable. Daruu ni siquiera había podido seguirla con la vista, como cuando alguien ejecutaba un Sunshin no Jutsu. Pero aunque Shannako era rápida, desde luego no era silenciosa, y ese chisporroteante manto de Raiton desde luego no jugaba a su favor. Él se lanzó en plancha hacia adelante, rodando y girándose en el proceso, a tiempo de ver cómo habría sido carbonizado por Raijin. Naiyoru embistió también a la vanguardia, y se deslizó sobre el suelo encarando a Shannako. Daruu indicó dos rápidos gestos a Naiyoru, que entendió enseguida y emitió una bocanada de humo de un exótico color azul que les envolvió. Daruu avanzó saliendo de ella enseguida, pero de ambos lados de la nube salieron dos Naiyoru, que corrieron en parábola para lanzarse, los dos a la vez, contra Shannako, para desgarrarla con sus garras y sus colmillos. La cuestión era, ¿cuál de los dos sería el real y cual el falso? ¿O acaso siquiera aquél gato podía crear clones de sombras y ambos le dañarían? RE: (A) Las Náyades - Amekoro Yui - 30/09/2019 Ayame estaba equivocada. No era seducción. La seducción, por lo general era el paso previo. Naia lo sabía. Ese era su modus operandi para hacer caer a los más voluntariosos, pero en aquella situación, tan estresada y superada como estaba tras haber perdido cualquier ventaja estratégica que pudiera haber tenido minutos atrás, la Náyade había cometido un error garrafal. La guardiana, por eso, sintió en sus labios un sabor amargo tras un beso que Naia intentó que fuera pasional y que quedó en un frío rechazo, donde su lengua no pudo jugar virtuosa en los confines de la boca de su intento de víctima. Las manos de Naia apretaron fuerte sobre el agarre que tenía en Ayame, quien por alguna razón no deshizo su cuerpo en agua; y la cual preparaba en subterfugio un golpe bajo que Naia no pudo evitar por la desesperación de ver que su treta no iba a tener éxito. Sendo rodillazo se clavó en su vientre, sacándole el aire y lanzándola por encima de Ayame. La Náyade cayó a medio metro revolcándose de dolor, con hilos de sangre emanándole de la boca como si le hubieran reventado algo ahí dentro. La víbora empezó a moverse por la tierra húmeda como lo que era, como una rastrera. Aferrando sus dedos ahora frágiles a la endeble granalla en la que se había convertido aquél terreno, mientras que sus ojos ahora desorbitados contemplaban muy de cerca un imprevisto final. ¿Cómo? ¿como esa maldita niñata le había puesto en esta situación? ¿será qué... será que esperó demasiado? ¿para su venganza? Fue algo que nunca previó. Que los retoños de sus más ancestrales enemigos —Kiroe y Zetsuo—. fueran a ser quienes se cobraran su final. Quizás tendría que haberlos matado en aquella playa, cuando le robó los ojos y desapareció sin dejar rastro. Quizás, su no se hubiera ensañado, habría hecho pagar a Kiroe con la muerte de su hijo. Sí, eso hubiera sido suficiente. Quizás no tan satisfactorio, pero suficiente. Lamentablemente, Nakura Naia nunca se conformaba con poco. Para ella era el todo o nada. Y eso, muy a su pesar, jugaba tanto para la victoria como para la derrota. —Maldita... —allí no quedaba rastro de Naia, la seductora. Tenía los cabellos rubios enmarañados y sucios, estaba herida y llena de sangre por todos lados. Su pulcro conjunto ajustado blanco ahora era un harapo curtido que predecía de alguna forma su muy cercano final—. ¿crees que esto es todo? ¿crees que vas a ganar, eh, mocosa? De pronto, Ayame y Naia escucharon una potente explosión allá en donde se resolvía el combate de Daruu y Shannako. . . .
Shanakko se volteó al ver que sus hilachos de raiton no habían dado en su objetivos, pues estos habían tenido por presto de moverse hacia adelante aún sin saber a dónde había ido a parar ella, o de qué podría haberles venido. Supuso que era un shinobi diestro y precavido y que de alguna forma había podido prever que su movimiento iba dirigido directamente hacia él y sus gatos. De todas formas, su notable percepción no sólo le permitió adelantarse al hecho de que Daruu se había alejado junto a sus bestias un par de metros, sino que en el transcurso de aquél alejamiento, un extraño humo azul emergió de la nada para cubrir la estratagema de Daruu, que no fue otra sino de flanquear en un arco a la Náyade y él, por el frente, atacar también. La morena, de todas formas, había aprovechado el tiempo que tardó en emerger de su cortina azul para ella haber ejecutado los sellos correspondientes y cuando venían hacia ella, dar un ágil y portentoso salto atrás mientras dejaba una estela de humo negro, como el de una kemuridama; que envolvió a Daruu y a sus bestias, y que se extendió a unos largos séis metros de ancho y tres de ancho. Bastó un chasquido para que una explosión en cadena, de grandes proporciones, envolviera toda la nube que bien escondía millones de partículas explosivas que calcinarían todo lo que estuviera en su radio de acción. RE: (A) Las Náyades - Amedama Daruu - 30/09/2019 Los dos gatos trataron de flanquear a Shannako y arañarla. Sólo uno de ellos sería el real... ¿o no? La realidad era que ninguno de los dos había sido el real. Todo una estratagema. Retirándose la Náyade, los felinos chocaron el uno contra el otro, liberando otro estallido de humo azul. Fue entonces cuando Daruu pensaba aprovechar para realizar unos ráudos sellos con su mano izquierda y sólo su mano izquierda. Pero fueron cortados a mitad. Una nube de cenizas le hizo taparse los ojos y toser, y tras oír un funesto chasquido, todo su mundo se volvió fuego y dolor. El muchacho salió despedido hacia atrás, chocando contra el Naiyoru real, que se había escondido en verdad detrás de la nube de humo original. Ambos rodaron por el suelo. Daruu hizo lo posible por levantarse, sabiéndose con la piel dolorida por una técnica que nunca había visto. —Ja... ja... Eres rápida, ¿eh? —balbuceó—. ¿Pero has visto el estado en el que está tu jefa? Está acabada. Y tú también, aunque te creas invencible. Estáis todas muertas desde que decidisteis traicionar a Amegakure. Estáis todas muertas desde que decidisteis destruir a mi familia. Estáis... muertas. —¡Joven señor! ¿¡Está bien!? —He estado mejor, pero sí. Naiyoru. Acabemos con esto de una vez —El muchacho se remangó la manga izquierda de la chaqueta y desplegó al completo su espada oculta, dejándola colgando del hilo que unía a su guantelete. Naiyoru interpretó inmediatamente el gesto. Asió la katana por el mango con la boca, blandiéndola como lo haría un espadachín. Daruu se afanó entonces, con gran destreza, terminando en un suspiro una serie de sellos manuales. El animal trotó justo después hacia adelante, saltó, y trató de cortarle la cabeza a Shannako con el filo del arma. Evidentemente, Daruu no esperaba que la mujer recibiera el tajo tan tranquilamente, de modo que lo que vino después fue otro animal. Un animal marino. Un enorme tiburón de agua que pretendía hundir sus colmillos en la Náyade, devorando a la presa de Daruu. |