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RE: Pescaíto frito - Aotsuki Ayame - 26/01/2020 Kaido no le devolvió el abrazo, pero Ayame lo sintió tan frágil como un jarrón de porcelana. ¡Tenía que recuperarlo, tenía que salvarlo a toda costa! Y con ese deseo actuaron sus temblorosas manos. —No perdáis la fe en el alquequenje que se oculta tras la niebla —le escuchó susurrar, mientras su cuerpo se revolvía ligeramente—. No perdáis la fe en el verdadero Umikiba Kaido. —¡AHORA MUEREEEEEEEEEE! ¡PLAS!
—¡SEÑORITA! Ella hizo el amago de girarse en el momento en el que un destello rojo los envolvió. Kokuō desapareció en una nube de humo. El eco perdido de un disparo quebró el aire... Los dos compañeros desaparecieron. . . . Ayame cayó al suelo con un gemido ahogado de dolor, sujetándose el vientre con ambas manos. Sangre. Sangre entre sus dedos. Le dolía como si la acabaran de apuñalar. La lluvia los acogió como a dos hijos prófugos. La Torre de la Arashikage se alzaba justo enfrente de ellos, como juez y verdugo. La kunoichi había utilizado la marca de sangre que la misma Arashikage le hizo dibujar por prevención. Ante una emergencia. ¿Qué mayor emergencia que aquella? —A... ¡Ayuda! —exhaló Ayame, entre sudores fríos, temblando, sufriendo. ¿Pero y Kaido? ¿Dónde estaba su amigo? Volvió la cabeza, buscándolo con desesperación entre la niebla del dolor. 1 AO sostenida –1 AO revelada – Ayame había comenzado la secuencia de sellos en el turno anterior, cuando abrazó a Kaido.RE: Pescaíto frito - Umikiba Kaido - 26/01/2020 Todo pasó muy rápido. No llegó siquiera a palpar la cálida sangre de la herida provocada por su bala cuando en un arrebato de insulsos destellos rojizos, su cuerpo fue halado de manera súbita y antinatural hacia un vacío que duró apenas segundos, y modificó así, de manera abrupta, su entorno en todo su esplendor. Como si de una de esas historietas se tratase, donde los personajes cambian de locación con el simple gesto de pasar una página, ahora Umikiba Kaido se encontraba postrado a merced del musgo achubascado que envolvía los adoquines que componían las calles de Amgegakure, por las cuales rodó dando tumbos, y quedando a merced de las lágrimas de amenokami. Sus ojos, que tardaban en recuperarse de aquél místico salto, trataban de buscar respuestas a su alrededor, pero no encontró sino una abrumadora familiaridad al dar con el inmenso rascacielo que se erigía penitente frente a él, causándole una inmediata sensación de temor que surgía no sólo del shock que causaba el chisio en sus primeros viajes, sino de estar de vuelta en el mismo lugar donde hace mucho tiempo prometió, con su honor en juego, acabar con Dragón Rojo y todos sus miembros. Kincho trató de recuperar la compostura, pero lucía atónito y desorientado. Apenas fue capaz de ponerse de pie, y de ubicar en el espacio, entre la intensa lluvia que ahora bañaba sus cuerpos, a Ayame. Se miró las manos. Vio un pequeño rastro de sangre, y entendió que la había herido. ¿Pero cómo? ¿cómo es que ahora se encontraban en su antigua aldea? ¿acaso Ayame también era capaz de teletransportarse como Daruu? ¿Acaso... Ayuda, pidió ella. Pero independientemente de si alguien acudía a su llamado, él tenía que terminar el trabajo sucio. La iba a matar. ¡La iba a matar! Un paso tambaleante. El sonido de las botas negras hundiéndose en los frondosos charcos del suelo. Otro paso más certero, sus manos rebuscándose en una serie de sellos que hicieron inflar su pecho a niveles extraordinario. Lo sentía, lo sentía. El agua de la venganza fluyendo en su interior. Lo sentía, lo sentía, la adrenalina que nos embauca cuando la destrucción está cerca. Ya se lo había dicho Akame. El caos es una escalera. Una sombra incluso más oscura se erigió sobre Ayame y el edificio de Yui. Era la sombra de las fauces del mismísimo Umibōzu que se arremolinaba entre agua y espuma, formando una portentosa ola de siete metros de alto cuya única intención era la de arrasar con todo a su paso. La pequeñísima figura del tiburón se veía allá en la copa de la ola. Él viajaba sobre ella, para contemplar en primera fila las secuelas de su Poder. ¡¡¡¡SUITON: BAKU SUISHŌHA!!!!
RE: Pescaíto frito - Amekoro Yui - 26/01/2020 Otra sombra se unió a todas las demás. Una que cruzó por encima de la convaleciente Ayame, vestida únicamente con un hakama, un kimono y unas sandalias. Sujetaba una vaina minúscula con la mano derecha. La izquierda se apoyaba en el mango de una espada que no tardaría en desenvainar nada más aterrizar frente a la muchacha. Pero de ahí no salió una espada, sino un monstruoso haz de chakra en forma de media luna de color azul, que impactó contra la ola de Kaido y la partió limpiamente por la mitad. Los restos del maremoto lamieron la Torre de la Arashikage a ambos lados, pero no les tocaron. Bayashi Hida, como así le conocían ambos shinobi, mostró la hoja de su espada. Lo que hubiera parecido imposible se materializaba ante ellos como una realidad: la hoja de aquella katana medía al menos el doble o el triple de lo que cabía en la vaina. Su hoja, espejada, reflejaba el entorno haciéndola difícil de ver. Ahora Kincho se veía reflejado en ella. —Seas quien seas, ríndete. Estás en el centro de Amegakure y la Tormenta está en camino —dijo—. Aotsuki-san, ¿puede controlar esa herida? Tranquila, Arashikage-sama está de camino. —Hida entornó los ojos y los fijó en el extraño que estaba frente a sí—. ¿La agarró a usted cuando trataba de huir? ¿Quién es? RE: Pescaíto frito - Aotsuki Ayame - 26/01/2020 Kincho, Kaido, estaba allí. Claro que estaba allí. De hecho coronaba una enorme ola de siete metros que se deslizaba, mortal como una serpiente, hacia la convaleciente Ayame. La kunoichi, temblorosa, con los cabellos revueltos y apretándose aquella herida en el vientre apenas podía moverse del sitio. Y el más absoluto terror la embargó cuando vio las fauces del tiburón cerniéndose sobre ella. —Kai... —¡¡¡¡SUITON: BAKU SUISHŌHA!!!! Una lágrima se deslizó por su mejilla al darse cuenta de que, después de todo, sí que iba a morir. Y la voz de Kokuō restalló en su mente como una olla a presión: «¡¡Úseme!! ¡¡Use mi poder!!» Pero Ayame estaba paralizada en el sitio. Y, entonces, ocurrió el milagro. Una sombra saltó por encima de ella, se plantó entre el dantesco tsunami y ella y desenvainó una espada que explotó en un monstruoso haz de energía con forma de media luna que impactó contra la técnica acuática y la partió limpiamente por la mitad. El agua restante pasó a sus sendos lados y chocaron contra la Torre de la Arashikage, pero no los tocaron a ellos. —Hida...-san... —murmuró una estupefacta Ayame, al reconocer al legendario encargado de la secretaría que le había salvado la vida. Y parecía que las historias eran ciertas, ella ya podría asegurarlo: la espada de aquel anciano medía dos o tres veces más de lo que debería caber dentro de su vaina. —Seas quien seas, ríndete. Estás en el centro de Amegakure y la Tormenta está en camino —habló, antes de dirigirse a Ayame sin mirarla—. Aotsuki-san, ¿puede controlar esa herida? Tranquila, Arashikage-sama está de camino. ¿La agarró a usted cuando trataba de huir? ¿Quién es? Pero Ayame no perdió ni un instante. —¡KAIDO! ¡ES KAIDO! ¡No se preocupe por mí! ¡Por favor, ayudadme a detenerle! ¡No es él! ¡Necesita ayuda! ¡Yui-sama! ¡Necesitamos a Yui-sama! «Kokuō... por favor, ayúdame a sanar la herida...» Rogó para sus adentros, separando la mano de la herida momentáneamente para juntarla con la otra en el sello de la Serpiente y respirar hondo. Y comenzó a absorber todo el agua que encontró disponible para ella: Amenokami la proveía con la lluvia, el suelo con los charcos sobre los que había caído desplomada, el aire con la humedad. Tenía que hacerse con el agua y convertirla en parte de ella. Necesitaba, por lo menos, cicatrizar aquella herida de bala para poder moverse con libertad... y actuar. Kaido, su amigo, dependía de ello. 1 AO inutilizada – El kunai que Ayame dejó en Coladragón tenía un sello explosivo pegado a su mango. Debido al teletransporte, y a la distancia, ya se ha hecho completamente inviable usarlo.
RE: Pescaíto frito - Umikiba Kaido - 26/01/2020 Inesperadamente, la emblemática figura de uno de los shinobi insignes de Amegakure se entrometió en el camino de Kaido y su destrucción. Ese hombre, haciendo honor a las leyendas que precedían su larga trayectoria como un fidedigno sirviente al País de la Tormenta y a su Aldea, se interpuso entre Ayame y la ola haciendo uso de su extraordinaria maestría en las artes del Kenjutsu para pulverizar las fauces de Omibōzu a la mitad, con el vapuleo de una hoja que daba la sensación de ser infinita; y que arrojó un poderoso haz de energía que cortó, arrasó sin ningún ápice de contemplación. El cuerpo de Kincho abandonó la cúspide de la ola en cuanto ésta fue cortada, y usó las estructuras metálicas de su alrededor para descender hasta caer con fuerza en el suelo, a unos séis metros de distancia de Bayashi Hida. —Seas quien seas, ríndete. Estás en el centro de Amegakure y la Tormenta está en camino —dijo—. Aotsuki-san, ¿puede controlar esa herida? Tranquila, Arashikage-sama está de camino. —Hida entornó los ojos y los fijó en el extraño que estaba frente a sí—. ¿La agarró a usted cuando trataba de huir? ¿Quién es? —¡KAIDO! ¡ES KAIDO! ¡No se preocupe por mí! ¡Por favor, ayudadme a detenerle! ¡No es él! ¡Necesita ayuda! ¡Yui-sama! ¡Necesitamos a Yui-sama! De pronto, tras la advertencia de Ayame; el cuerpo de ese tal Kincho empezó de pronto a mutar hasta el punto en el que su silueta parecía... ¿derretirse? o no, era como si más bien hubiese empezado a sudar la piel que cubría su verdadero rostro. Al cabo de unos segundos, toda la fachada que le había convertido en ese tal Kincho acabó deslizándose hacia el suelo en finas líneas de agua. Finalmente, ahí estaba. Era un muchacho alto, fórnido. Con grandes brazos musculados al descubierto por una típica camisa cortada a las mangas, con el grabado de una mordida de color sangre en el pecho y un collar con un diente de tiburón asomándose también. Vestía unos pantalones militares negros que calzaban en sus pantorrillas y acababan afirmándose en el agarre de las botas ninjas que buenamente le envolvían los pies. El color de su piel era azul, como el mar, así como también lo era su frondoso cabello aguamarina tan largo como para que sus puntas acabaran muy cerca de su cintura. Su brazo izquierdo yacía tatuado con un dragón tribal de tonalidades negras y unos muy ligeros degradados de color rojo. El mítico animal envolvía la extremidad hasta que las fauces, abiertas y amenazantes, culminasen a nivel de su hombro. Tenía dientes muy afilados, una sonrisa burlona en el rostro; y su frente no vestía bandana alguna que le identificase como un shinobi de esas tierras, más sin embargo; era innegable que se trataba de nada más y nada menos, que... El Tiburón de Amegakure. Umikiba Kaido. —Oh, Hida-dono; qué placer que seas tú, de entre tantas figuras de mi antigua Aldea, quien se haya animado a darme tan grata bienvenida —dijo, con tono socarrón. Algunas cosas nunca cambian—. ¿Entonces Yui-sama está en camino eh? ¡qué buena noticia! ¡estoy muy ansioso por tener de una vez por todas ese combate que me ofreció hace tanto tiempo! »Aunque ya no hay nada que pueda enseñarme. Su muerte será el único consuelo que nos va a dejar esta batalla. 2 AO mantenidas –1 AO –
RE: Pescaíto frito - Amekoro Yui - 26/01/2020 «¿Kaido?». Hida torció la cara para escuchar mejor a Ayame, sin dejar de mirar a aquél tipo. No se parecía en nada a él. «¿No es él?» ¿Kaido no era Kaido? Hida no entendía nada. Lo que sí sospechaba es que había algo raro en todo aquello. «¿Necesita ayuda?» No era en aquél momento en quien él estaba pensando. «Usted necesita ayuda. Aunque tiene razón en algo.» —Oh, Hida-dono; qué placer que seas tú, de entre tantas figuras de mi antigua Aldea, quien se haya animado a darme tan grata bienvenida —dijo, con tono socarrón. Algunas cosas nunca cambian—. ¿Entonces Yui-sama está en camino eh? ¡qué buena noticia! ¡estoy muy ansioso por tener de una vez por todas ese combate que me ofreció hace tanto tiempo! »Aunque ya no hay nada que pueda enseñarme. Su muerte será el único consuelo que nos va a dejar esta batalla. Yui debía estar allí. —¿¡MI MUERTE!? —La atronadora voz de Amekoro Yui hizo que incluso Hida se tambalease un momento cuando pasó por al lado de ellos dos—. Protégela —le susurró, mientras adelantaba al espadachín y se cruzaba de brazos frente al gyōjin—. ¿Mi muerte, Umikiba Kaido? —rio—. No, amigo. Te convertiremos en pescaíto frito. RE: Pescaíto frito - Aotsuki Ayame - 26/01/2020 Y las palabras de Ayame parecieron invocar el cambio en Kincho, cuyo rostro, cuyo cuerpo entero, cayó como una segunda piel, derritiéndose de forma casi grotesca. Y revelando la verdadera identidad del shinobi exiliado. Ni siquiera Ayame, que ya lo había sospechado desde un principio y había llegado a confirmarlo, pudo reprimir una exclamación de sorpresa al ver a su compañero. Al reconocer aquel rostro lleno de confianza y de determinación, aquella sonrisa burlona llena de dientes afilados como cuchillos. El Tiburón había vuelto a Amegakure. —Oh, Hida-dono; qué placer que seas tú, de entre tantas figuras de mi antigua Aldea, quien se haya animado a darme tan grata bienvenida —dijo, con aquel tono socarrón tan característico—. ¿Entonces Yui-sama está en camino eh? ¡qué buena noticia! ¡estoy muy ansioso por tener de una vez por todas ese combate que me ofreció hace tanto tiempo! Aunque ya no hay nada que pueda enseñarme. Su muerte será el único consuelo que nos va a dejar esta batalla. —¿¡MI MUERTE!? —bramó la atronadora voz de Amekoro Yui, que pasó junto a ambos con la presencia de la Tormenta siguiendo sus pasos. Y Ayame la escuchó susurrarle a Hida cuando pasaba a su lado—: Protégela. «¡No! ¡No me vas a apartar a un lado otra vez!» Maldijo en su fuero interno, al tiempo que clavaba una rodilla en tierra y se reincorporaba con lentitud, temblando a causa del dolor que le causaba la herida y que perlaba su frente de sudor, ya prácticamente cicatrizada gracias a la energía revitalizadora de Kokuō pero aún no curada del todo. —¿Mi muerte, Umikiba Kaido? —rio Yui—. No, amigo. Te convertiremos en pescaíto frito. —¡Yui-sama, le están manipulando! —exclamó Ayame, avanzando un paso tambaleante. La vista prácticamente borrosa por el esfuerzo que estaba haciendo—. ¡Es ese tatuaje, estoy segura! ¡Por favor, no...! —«¡No lo mate!»—. ¡Déjeme... ayudarla...! RE: Pescaíto frito - King Roga - 27/01/2020 Alarma, gritos. Sin duda la tranquilidad, la perpetua y solemne lluvia de Amegakure se había visto perturbada por algo a los alrededores. ¿Qué posibilidades habían de que él estuviese caminando por ahí en esos precisos momentos? Pocas, pero ahí estaban. Gritos, una voz similar. "¿¡Aotsuki!?" No se lo pensó dos veces, o mejor dicho. No se lo pensó. Saltó entre los edificios, aunque su velocidad no le permitió llegar en primer momento. Al llegar a la escena, no daba crédito a lo que veía. Hida, Ayame, la mismísima Amekoro Yui en persona y... —La puta mojarra sin freír— No era el momento, pero de todas formas sonrió. Sonrió con una de las alegrías más grandes que había sentido en su vida. Esperó mucho tiempo para volver a verle su cara azulada, entrenó mucho para ese día. ¿Estaría a la altura? Estaba por descubrirlo. —¡YONDAIME-SAMA! ¡AOTSUKI!— Anunció la presencia. Por debajo de las gafas tenía los ojos abiertos como platos, sediento de tenerlo entre sus garras. Esperaba una orden para atacar, cuando de pronto escuchó a la kunoichi mencionar que lo estaban manipulando con, ¿el tatuaje? —¿De qué hablas? ¿Quién lo está manipulando?— No alcanzaba a procesar lo que estaba viendo. Estado de Rōga
PV 225/225 CK 225/225 Daños causados: Accciones Ocultas: RE: Pescaíto frito - Umikiba Kaido - 27/01/2020 —¿¡MI MUERTE!? —muchos creerían que Umikiba Kaido iba a acojonarse al escuchar aquella voz. Pero, contra todo pronóstico, su reacción no fue sino la de un envalentonado suicida—. ¿Mi muerte, Umikiba Kaido? —rió, y Kaido lo hizo al unísono con ella. Dos sonrisas tan afiladas como la otra, compartiendo en vísperas de muerte—. No, amigo. Te convertiremos en pescaíto frito. —Veo que no has perdido tu elocuencia, Amekoro Yui. —¡Yui-sama, le están manipulando! ¡Es ese tatuaje, estoy segura! ¡Por favor, no...! ¡Déjeme ayudarla! —No, Ayame; ¡No! —alzó los brazos, colérico, señalando a todos y cada uno de los presentes—. ¡Son ellos, los Kage, los que nos manipulan a todos nosotros! he sido el único en entender que hay vida fuera de ser un peón más en el tablero de estos cabrones! ¿No ves como nos controlan? ¿como si fuéramos unas insulsas piezas de un tablero de guerra? Útiles cuando así lo desean vosotros los Kage. Prescindibles cuando ya hemos cumplido nuestro propósito. »Y os creéis muy bueno haciéndolo, pero últimamente muchos hemos abierto los ojos, hija de puta. ¿El nombre de Akame, te suena, por ejemplo? —y muy pronto un tal Juro de Kusagakure haría lo propio, aunque nadie lo supiese en éste preciso momento—. Yo mismo. Y me atrevería a decir que incluso Ayame, aunque es demasiado temerosa como para decírtelo en tu cara. Estoy seguro que no hay nadie mejor que ella para saber qué se siente ser usado, después de todo, sólo la mantenéis con vida porque es el recipiente de un arma muy poderosa. »Oh, y que voz tan bonita tiene esa arma, por cierto. No sabía que los bijū podían hablar, y mucho menos hacerlo a través de un clon. Curioso. Pelo blanco, ojos tintados... «Sembremos la semilla del caos, y dejemos que germine por su propio pie» 3 AO mantenidas –
RE: Pescaíto frito - Amekoro Yui - 27/01/2020 —No, Ayame; ¡No! —alzó los brazos, colérico, señalando a todos y cada uno de los presentes—. ¡Son ellos, los Kage, los que nos manipulan a todos nosotros! he sido el único en entender que hay vida fuera de ser un peón más en el tablero de estos cabrones! ¿No ves como nos controlan? ¿como si fuéramos unas insulsas piezas de un tablero de g ¿Un discursito? Y una puta mierda un discursito. Uno no se ponía a hacer un discursito en medio de una tormenta. ¡Delante de una Tormenta! Porque la Tormenta no espera. La Tormenta te arrolla. La Tormenta se manifiesta de pronto ante ti, girando en el aire. Y tú la miras a los ojos. Y entonces, algo se te rompe por dentro. Porque ella es la Tormenta. Y tú eres... Intimidación: Carisma 100 + 10 (Fuerza 80) = 110 vs Voluntad de Kaido: 60 Diferencia: 50 puntos ...tú no eres un Tiburón. Tú sólo eres un pequeño pescadito asustadizo. Un simple boquerón al que está a punto de tragárselo el temporal. —¡¡VIVA AMEGAKURE HIJO DE LA GRAN PUTA!! ¡¡JAJAJAJA!! ...y entonces, la Tormenta te mete una patada en la puta boca. RE: Pescaíto frito - Aotsuki Ayame - 27/01/2020 —¡YONDAIME-SAMA! ¡AOTSUKI! —exclamó una voz, y Ayame giró la cabeza, alarmada. King Roga había acudido al lugar de la refriega, al mismísimo epicentro de la batalla. Aquello no podía ser peor—. ¿De qué hablas? ¿Quién lo está manipulando? —¡Roga...! ¡Vete...! ¡Esto... es peligroso! —exclamó Ayame, resollando, pero aún sin soltar el sello formulado. Necesitaba seguir curándose. Pero... —No, Ayame; ¡No! —bramó Kaido, alzando los brazos hacia el cielo, exultante. Colérico. Los señalaba a todos—. ¡Son ellos, los Kage, los que nos manipulan a todos nosotros! he sido el único en entender que hay vida fuera de ser un peón más en el tablero de estos cabrones! ¿No ves como nos controlan? ¿como si fuéramos unas insulsas piezas de un tablero de g... Pero Yui no estaba dispuesta a escuchar lo que El Tiburón tuviera que decir. Ayame sintió que se le ponía el vello de punta de repente ante la misma presencia de la mujer. Nunca antes se había sentido así, ni siquiera cuando la estaba amenazando con sus propias espadas, cuando su cuello dependía literalmente, de ello. —¡¡VIVA AMEGAKURE HIJO DE LA GRAN PUTA!! ¡¡JAJAJAJA!! Yui había desaparecido de la vista de todo el mundo, incluso de la de Ayame. Apareció de repente frente a Kaido, y su pierna se movió como un martillo hacia su torso. —¡YUI-SAMA! —suplicó una casi desvanecida Ayame. RE: Pescaíto frito - King Roga - 27/01/2020 —¡Ni de puta broma te voy a dejar aquí sola en ese estado con Umikiba!— Se negó el genin. Él sabía a la perfección de lo que era capaz el tiburón, además de que bastaba ver la cara de agotamiento de Ayame para saber que no estaba ni a la mitad de su capacidad para lidiar con aquella situación. Todos estaban tan ensimismados en sus propios dilemas, que a última instancia realmente no le estaban prestando atención a la oratoria de tiburón, y aunque así fuera, difícilmente alguien iba a hacerle caso. Fue entonces que ocurrió: Amekoro Yui no estaba dispuesta a escuchar nada de lo que la mojarra tuviese que decir y se dispuso a romperle el hocico con su propio pie. "Oh heck! ¿Sunshin?" Sin embargo, por muy fuerte que fuese su propia kage, él ya estaba levantando la mano a la altura de su pecho por si eso no bastaba. Estado de Rōga
PV 225/225 CK 225/225 Daños causados: Accciones Ocultas: RE: Pescaíto frito - Umikiba Kaido - 27/01/2020 El tiempo se paralizó a su alrededor cuando Kaido se vio abrumado en el ojo de la Tormenta. En el último instante, Umikiba Kaido sonrió, consciente de que en ésta oportunidad, había llegado su final. Miró a Ayame y le sonrió. Sólo ella sabía la verdad. ¡Púff! . . .
Kaido abrió los ojos en la oscuridad de su habitación allá en su Barco; Baratie. Se levantó, encendió un par de velas y se sentó en la cama, sudando. Allí en la penumbra de su propia soledad, trató de asimilar toda la información devuelta por su kage bunshin y por qué no, de admitir del fracaso que le había supuesto no haber cumplido con su propósito. ¿Que cuál era ese? pues realmente no lo tenía muy claro. Dejar allí un clon en su lugar no fue sino una jugada para seguir la corriente a Ayame, y tratar de obtener novedades de Oonindo y Amegakure. Que ésta se lo llevase cargado hasta la Aldea no fue sino un desenlace... inesperado, que no supo aprovechar muy bien, visto el desenlace. Se levantó con los pies desnudos y salió a proa, para pegarle una mirada a Coladragón, que de a poco se perdía en el horizonte. —Hasta otra. RE: Pescaíto frito - Aotsuki Ayame - 27/01/2020 Fue como si todo ocurriera a cámara lenta: la pierna de Yui volando hacia el cuello de Kaido como si del filo de una katana se tratase; y, en el último momento, justo antes de rozarle y terminar de decapitarle, El Tiburón intercambió una última mirada con Ayame y sonrió, burlón. Pero no hubo decapitación ninguna. Como si fuese una mala broma del destino, como si no hubiese sido más que un mal sueño, Kaido desapareció en apenas una pequeña nube de humo que dejó el vacío tras él. Ya no estaba. No estaba. Había desaparecido. Ayame se había quedado plantada en el sitio, conteniendo la respiración y los ojos abiertos como platos fijos en ninguna parte. Sus manos deshicieron el sello y cayeron a ambos lados de su cuerpo lentamente. Fue como si todo se apagara a su alrededor. Ya no había personas a su alrededor. Dejó de escuchar las voces. Dejó incluso de sentir la lluvia que empapaba sus cabellos, sus ropas, su cuerpo. Su mente, como si la acabaran de conectar, trataba de juntar las piezas y entender qué era lo que había pasado. No tardó en hacerlo. Y, entonces, se derrumbó. Se dejó caer de rodillas, aún absorta. —No... —susurraron sus labios, temblorosos. Se mordió el inferior, pero fue inútil. La ira estalló dentro de ella como el vapor dentro de una olla a presión—. No. ¡No! ¡NO! ¡NO! ¡NOOOOOOOO! —Ayame acompañaba cada negativa con un puñetazo al suelo. El asfalto arañó su piel, se hizo daño en los nudillos y en la muñeca, la herida del abdomen volvió a abrirse y volvía a sangrar. Pero eso a ella no parecía importarle—. ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!! —se desgañitó, clamando a los cielos, como si esperara que Kaido, ya a muchos kilómetros de allí, pudiera escucharla. —¡¡LE TENÍA!! ¡LE TENÍA! Le tenía... Le tenía... Kaido... —El llanto sucedió a la ira. Un llanto desconsolado acompañado por las lágrimas de Amenokami. Se encogió sobre sí misma, abrazándose con fuerza, manchándose de sangre. Había fracasado. No había conseguido salvar a su amigo. A su primo. No había conseguido nada. RE: Pescaíto frito - Amekoro Yui - 27/01/2020 «¡Cállate, coño, pesada!» Yui sabía que aquella patada no mataría a Kaido. Yui había escuchado las súplicas de Ayame. Pero uno no podía dudar ni un momento ante un enemigo, aunque ese enemigo fuera... ...un Kage Bunshin. El pie de Amekoro Yui chocó contra algo sólido, pero ese algo sólido decidió que su trabajo había llegado a su fin y se desvaneció en una ridícula nubecilla de humo. Yui aterrizó acuclillada en el duro y frío cemento de su aldea. Donde antes había un gran alboroto, ahora sólo quedaba el silencio. El silencio y el sonido de la lluvia. Y la espada de Bayashi Hida, volviéndose a enfundar lentamente en aquella vaina que no le correspondía. El hombre bajó la cabeza y suspiró. Había vivido momentos como aquél toda su vida, o al menos parecidos. Y nunca eran fáciles. Uno no se acostumbraba nunca. Y entonces vino el grito desgarrador de Ayame. Un lamento por no haber podido salvar a su amigo. Por no haber sido capaz de traerlo de vuelta a la villa. Por haber descubierto que un siniestro tatuaje se había llevado a una de las personas que más quería. A un amigo. A un primo. A un hermano. «A uno de mis hijos.» —¡MIERDA! —bramó la Tormenta hacia Amenokami, alzando la voz y el rostro a las nubes—. ¡ME CAGO EN LA PUTA, JODER! —La Arashikage se derrumbó sobre el suelo y golpeó con su puño desnudo a los adoquines, llenándolos con su sangre—. ¡¡SEKIRYŪ, VOY A DESTRUIRTE!! —Una y otra vez, golpeó el suelo hasta que estuvo a punto de romperse los nudillos. Hasta que hizo un agujero—. ¡¡VOY A MATAROS, A TODOS Y CADA UNO DE VOSOTROS!! ¡¡DEVOLVEDME A MI HIJO DEL MAR, HIJOS DE LA GRAN PUTAAAAAA!! —Hida se acercó a Yui y le puso la mano en la espalda. —Ayame necesita ayuda —dijo, seco. Yui dirigió la vista hacia Ayame. Por un instante, sus ojos se cruzaron. Por primera vez, Ayame no se sintió intimidada por ellos. Porque aunque era difícil notar algo así bajo aquella tormenta, que se recrudecía por momentos... ...Yui estaba llorando. —Buscad a un médico entonces, joder... —dijo—. Buscad... a un médico. Llévate a Rōga-kun y buscadlo. —La Arashikage se levantó y se acercó a ella, la mano derecha goteando sangre, y se acuclilló junto a Ayame. Y se fundió en un abrazo con ella. »Lo traeremos de vuelta, Ayame. Pero necesito saberlo todo. |