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RE: Abatidos - Aotsuki Ayame - 23/09/2020 Durante el intercambio de palabras acerca de la nueva hermana de Daruu, Zetsuo se había acomodado en su asiento y había desviado la mirada hacia la ventana. Sus ojos se regocijaban con las gotas cayendo sobre el cristal y las nubes oscuras cubriendo un cielo que rara vez había conocido el sol. Cada vez se acercaban más a casa. Sin embargo, los siguientes acontecimientos volvieron a rescatar su atención: —¿Ya le has contado a Chiiro acerca de nuestro querido amigo peludo, Hib...? Había comenzado a preguntar Kaido, pero entonces Daruu hizo un extraño y repentino aspaviento que le llevó a asestarle un codazo a su compañero. —¡Ay, lo siento, Kaido, me estaba estirando! —exclamó, de manera bastante poco creíble. Y Zetsuo entrecerró peligrosamente los ojos cuando le vio inclinarse sobre el Escualo para susurrarle algo que no llegó a escuchar. El Médico intentó establecer contacto con los ojos de Daruu, pero el muchacho, obstinado, se negaba a cruzar los ojos con los suyos. Por eso, pasó a intentarlo con los de Kaido... —¿Cuánto falta para Ame? —preguntó Daruu entonces, en un claro intento por cambiar de tema. —No mucho. Tengo ganas de volver a casa —respondió Kiroe. —Yo también. Creo que todos —asintió Daruu. Y Zetsuo cerró al fin los ojos. —Todos —afirmó. Después de todo, había sido un viaje muy largo. Un viaje muy largo tras un largo pasaje en el infierno. Ahora sólo restaba regresar a casa, comprobar cómo estaba Ayame y terminar de ocuparse del asunto del brazo de Kōri. Pero lo primero que iba a hacer era tomarse un café bien cargado. Y sin nada de azúcar. Negro como el carbón, como a él le gustaba. RE: Abatidos - Umikiba Kaido - 24/09/2020 El codazo no le dejó terminar su frase. ¡Pero quería hablar de Hibagon, coño! pero para Daruu no era una buena idea, ni el momento más oportuno. Después de todo, que les hablasen de un abominable hombre de las nieves, de tres metros de alto, blanco como la nieve, y peludo como un oso, con grandes pies y grandes manos, seguro que les sonaba a tomadura de pelo. Y eso que no estoy metiendo lo del carámbano, el chakra natural, los caminos rápidos y el Pám Pám en el coco. El hyūga supo reconducir la situación, apelando por su ansia de llegar a casa. Kiroe parecía estar en las mismas. Zetsuo también. Y Kaido... —Todos... —repitió, como un karma. «Yo, el que más» La nostalgia le invadía, a medida de que el tren avanzaba. Se sentía nervioso. Como un adolescente que vuelve a la casa de su infancia. O como el adulto que deja su hogar para buscarse la vida y vuelve, una vez más, mucho tiempo después. Esperaba que nada hubiera cambiado. Que los edificios siguieran siendo tan altos como siempre. Que la lluvia fuera tan cálida y reconfortante como la recordaba. Que la gente siguiera siendo tan cabrona como de costumbre, burlándose de sus dientes, y de su extraño color azul. Esperaba que una vez allí, todo siguiera igual. Porque afuera, el mundo cambiaba mucho, y muy rápido. Y eso no le gustaba. |