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La balada nocturna de Shinogi-to - Versión para impresión

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RE: La balada nocturna de Shinogi-to - Uchiha Datsue - 19/04/2016

Que te den —masculló la Yotsuki, tratando sin éxito de patear con el talón a su compañero—. A la mínima que se despisten, salimos por patas...

Datsue asintió con vehemencia, como un niño haría frente a una tienda de golosinas al ser preguntado si quería entrar.

Pero no te olvides del gorila de la entrada —susurró Datsue, recordando al hombretón de más de dos metros que custodiaba la salida.

*** *** ***

Ya veo —el semblante de Katame se iluminó con la luz de la clarividencia—. Así que este es el pequeño Datsue.

La diestra de Haskoz, que momentos antes acariciaba el Nage Ono con la misma sutileza que tendría una esposa con su amante, se enroscó como una serpiente entorno al mango del hacha, cuya madera crujió bajo la súbita presión. No tenía necesidad de activar el Sharingan para adivinar las intenciones de su viejo camarada: tan sólo había retrocedido un paso para coger impulso.

Estás demasiado viejo para esto, Haskoz-san. Hazte un favor y quítate del puto medio.

Haskoz no se movió. Permaneció quieto, inmóvil como una estatua, mirando el antebrazo que tenía alzado. Tiempo atrás, se hubiese visto obligado a abrirle la cabeza con el hacha a cualquiera que hubiese osado hablarle así. Pero ahora ya no era líder de ninguna banda, y la palabra paciencia estaba tatuada en su piel, recordándole los errores que había cometido en el pasado.

Quería cambiar.

Tienes razón, ya estoy muy viejo para estas cosas. Para luchar, para perder viejos amigos… —los ojos de Haskoz se tiñeron de sangre, y su pupila se transformó en una estrella de seis puntas, con seis pétalos de borde negro que envolvía cada punta—. Y para cambiar.

Después de todo, había que ser realistas. Haskoz nunca había tenido paciencia, y era demasiado viejo como para pretender cambiar ahora.


RE: La balada nocturna de Shinogi-to - Uchiha Akame - 19/04/2016

Datsue dijo algo, pero ella no le escuchó. Se había quedado paralizada, con el cuerpo apoyado en la mesa de cristal sobre la que todavía reposaban sendos cuencos de aquella pasta azul. Sus ojos iban de uno a otro hombre con expresión vacía; parecía que hubiese visto un fantasma —o dos—. Pese a que estaba absorta, se podían ver sus pupilas, ágiles, tratando de examinar al milímetro cada movimiento que hacían aquellos dos tipos.

«Parecen... Tranquilos.» Yotsuki Hida era un gran shinobi, no había nadie en Takigakure que pudiera dudarlo. Y Anzu había peleado muchas veces contra él. Pero ahora había visto la diferencia entre un entrenamiento y un combate real, porque Haskoz y Katame se movían con extrema lentitud... «No, no son lentos. Sus movimientos son, sencillamente, eficientes. No se molestan en cansarse ni un ápice más de lo necesario.» Esos eran los rasgos técnicos, los que sus ojos eran capaces de captar. Sin embargo, eran otros detalles los que habían tensado algo dentro de ella, como un cable de acero. La expresión en el rostro de Haskoz, que reflejaba una tranquilidad absoluta. El brillo del ojo sano de Katame, que despedía una determinación capaz de romper una piedra por la mitad con sólo desearlo.

Era la primera vez que veía a dos guerreros tan poderosos medir sus fuerzas. Y estaba muerta de miedo.

Eso es, ahí está. Ahí está. Estaba empezando a creer que no lo sacarías, maldito bastardo.

La voz de Katame sonaba dura y áspera como el cuero curtido. Demasiado para dirigirse a un amigo. El tuerto, lentamente, puso la mano zurda sobre la empuñadura de su wakizashi, como respuesta a la presa que ejercieron los dedos de Haskoz sobre su hacha.

Siempre te creíste mejor. Nos mirabas por encima del hombro... ¡A todos! ¿Y por qué? Ah, yo sé por qué... —Katame paladeó cada sílaba, con rabia y gozo al mismo tiempo—. Porque tú tenías esos ojos.

El pelirrojó lanzó un rápido corte horizontal, directo a rajar de hombro a hombro a su contrincante. «¿¡Cuándo ha desenvainado la espada...!?» Como una secuencia en la que faltaran varias imágenes, los ojos de Anzu no habían sido capaces de captar enteramente los movimientos de Katame. Era demasiado rápido para ella... Pero no para Haskoz.

¡Uchiha Haskoz! ¡El cabronazo más temible de este rincón de Oonindo! Los demás estábamos acostumbrados a ser poco más que tu sombra, pero para tí.... Para tí debió ser muy duro fracasar.


RE: La balada nocturna de Shinogi-to - Uchiha Datsue - 20/04/2016

Eso es, ahí está. Ahí está. Estaba empezando a creer que no lo sacarías, maldito bastardo.

Haskoz se mantuvo impertérrito, observando cada movimiento de su contrincante, cada músculo, cada nervio... Nada escapaba a su Mangekyō Sharingan.

Siempre te creíste mejor. Nos mirabas por encima del hombro... ¡A todos! ¿Y por qué? Ah, yo sé por qué... —Katame paladeó cada sílaba, con rabia y gozo al mismo tiempo—. Porque tú tenías esos ojos.

De pronto, captó un destello del acero de Katame, y automáticamente la diestra de Haskoz voló a su encuentro, entrechocando el canto del hacha con la wakizashi. Sin embargo, la muñeca de Haskoz se dobló, floja, y el acero sobrepasó el nage ono obligando al Uchiha a doblar la espalda hacia atrás para ver como la punta de la espada trazaba un arco a escasos milímetros de su rostro, escurriéndose de la estocada como un pez en el agua.

Al mismo tiempo, sin embargo, su nage ono, que había dado una vuelta de 360 grados alrededor de su mano, se colocó a espaldas de la wakizashi y enganchó su acero entre la hoja y el mango del hacha, para acto seguido realizar un inteligente giro de muñeca potenciado por chakra para desarmar a Katame en una bonita floritura.

No, su muñeca no había flojeado. Nunca lo hacía.

Haskoz dio un pequeño paso atrás. Quizá ahora era el momento ideal para destrozar a Katame, pero había sido su camarada, su compañero de armas, y la palabra paciencia todavía estaba grabada en la retina de sus ojos…

¡Uchiha Haskoz! ¡El cabronazo más temible de este rincón de Oonindo! Los demás estábamos acostumbrados a ser poco más que tu sombra, pero para tí.... Para tí debió ser muy duro fracasar.

Paciencia, paciencia. Eso se repetía una y otra vez. ¿Pero a quién quería engañar? Era demasiado viejo para cambiar.

Dejó caer el hacha, que emitió un sonido metálico al chocar contra el suelo. Entonces, pese a que Haskoz todavía se mantenía en una aparente calma, Katame pudo captar algo distinto en sus ojos: le miraba con impaciencia, como si estuviese ansioso por comer y él fuese su comida.

¿Qué es lo que pretendes, Katame? —preguntó, mientras una capa de color púrpura empezaba a envolverle. Poco a poco, la capa fue ganando en consistencia, hasta que todos pudieron ver como una especie de costillas de considerable tamaño se materializaban alrededor de su cuerpo, envolviéndolo en su manto protector—. ¿Pretendes que te mate?

Datsue, por otra parte, no daba crédito a lo que veían sus ojos. Como un niño pequeño, dio un par de tirones al pantalón de Anzu para llamar su atención.

¿Ves lo mismo que yo? —preguntó, con un hilo de voz. Esta debe ser otra de las alucinaciones del omoide. Seguro...


RE: La balada nocturna de Shinogi-to - Uchiha Akame - 21/04/2016

Katame esbozó una sonrisa de malévola satisfacción cuando su antaño compañero de correrías reaccionó a su ataque tan bien como cualquiera hubiese esperado. Sin embargo, el tuerto era consciente de que nadie conocía la peculiaridad de su wakizashi... «No, nadie no...» El recuerdo de aquella mujer le provocó una rabia ciega, que creció desde su estómago y se extendió hasta la garganta; creyó que iba a ahogarle.

Justo en ese momento, el hábil Uchiha realizaba una maniobra destinada a desarmar a su oponente. Pero cuando la hoja de acero de la nage ono se trabó con el acero de su wakizashi, Katame entrecerró su ojo sano con malicia. No hizo sello alguno, ni dijo una sola palabra, pero el filo de aquella espada, negra como el azabache, se volvió de repente intangible, como una brisa nocturna. Sólo duró un instante, el suficiente para que Katame alzara su wakizashi en una estocada frontal que buscaba herir el hombro derecho de Haskoz. Cuando la hoja voló rauda hacia el cuerpo del Uchiha, ya era de nuevo tan dura y afilada como el acero más corriente.

¡Mala elección! —rió el tuerto, retrocediendo un par de pasos—. Sólo una persona conocía el secreto de Kanashimi... Y ya hace muchos años que no está entre nosotros.

Escupió las palabras, como si quisiera echarle en cara a Haskoz un veneno que había estado guardando durante años.

¿Sabes? Cuando vi a ese mocoso entrar en mi local, vestido de ti, por un momento me hizo dudar. Luego le dí la mano... Y me entraron ganas de arrancársela. Pensar que alguien podía imitarte era un insulto... Porque llevo años esperando este momento, Haskoz-san.

Haskoz dejó caer su arma y tan calmo como al principio, entonó una pregunta que más parecía la sentencia del verdugo. A su alrededor, el aire crepitó como las brasas de una hoguera cuando alrededor de su cuerpo se fue formando parte de un esqueleto espectral. Katame no se arrugó, sino que lanzó una carcajada, triunfante.

¡Eso es! ¡Sácalo todo! Saca toda la mierda que llevas dentro desde el día en que nos jodiste la vida —el tuerto reía, pero parecía estar confrontando al peor de sus demonios.

El Uchiha ofrecía una imagen aterradora, incluso para el guerrero más experimentado.

Llevo tanto tiempo ansiando este día que me ha parecido una puta eternidad. Pero, por fin ha llegado. ¡Por fin! Por fin... Te haré pagar.

Katame alzó su mano libre y se arrancó el parche negro que le cubría su ojo izquierdo. No, no era el suyo, porque un fulgor del color de la sangre brilló en su rostro. Las aspas se revolvieron dentro de aquel Sharingan, como si se resistieran a someterse a la voluntad de su nuevo dueño. Finalmente, acabaron fundiéndose entre sí, arremolinándose para adoptar la forma de una espiral negra como la noche.

El pelirrojo habló, envuelto en un halo de chakra carmesí, y su voz sonó con un tono gutural, rota, torcida. Era la voz de un ser sin alma.

Esto es por tí, Yachiru.



Que mi santa madre me dé dos sopapos.

Anzu estaba paralizada por el miedo, y eso fue lo único que pudo decir ante el comentario atónito de su compañero Uchiha. Sintió como las energías que allí se estaban concentrando la golpeaban en oleadas invisibles, que la obligaban a luchar por mantenerse en sus cabales. De repente, tomó del brazo a su colega ninja.

Tenemos que largarnos de aquí, y rápido, joder.

Sin atreverse a caminar erguida —aun sabiendo que aquellos dos monstruos tenían un asunto turbio entre manos—, la Yotsuki empezó a gatear entre las mesas y sillas del local, en dirección a la puerta. Haskoz, Katame, Datsue, una traición, un poder inimaginable que acababa de ver con sus propios ojos, viejas rencillas de dos guerreros extremadamente poderosos... «¡Me importa una mierda, joder! ¡Sólo quiero salir viva de aquí!»

Como en las malas novelas, Anzu se había visto atraída, sin comerlo ni beberlo, hasta el ojo de un huracán.


RE: La balada nocturna de Shinogi-to - Uchiha Datsue - 25/04/2016

A aquella altura de la vida, pocas cosas eran capaces de sorprender al veterano Uchiha. Había visto de todo, había sufrido de todo… Sin embargo, cuando percibió un destello carmesí proveniente del ojo que supuestamente Katame no tenía, Haskoz tuvo que reconocer que aquello, en efecto, le había pillado por sorpresa. Más todavía que el misterioso poder que parecía tener la wakizashi de su antiguo camarada.

Pero no pareció inmutarse. Conocía muy bien a su viejo amigo. ¿Qué importaba que tuviese un ojo más? No tenía la sangre ni el poder de un Uchiha. Tan sólo era un ladrón, cuya creencia de poder dominar un ojo que no le pertenecía le llevaría a su perdición…

… De pronto Haskoz abrió la boca, incrédulo. Las aspas del Sharingan de Katame empezaron a revolverse, formando finalmente una espiral negra como la noche. No, no se sorprendía de que tuviese el Mangekyō. Se sorprendía de que tuviese ese Mangekyō.

Un repentino ataque de tos invadió su cuerpo, seca, obligándole a doblarse sobre sí mismo y expulsando un pequeño esputo sanguinolento que barnizó el suelo. El espectral esqueleto que le cubría y protegía parpadeó, perdiendo consistencia, y finalmente se volatilizó como una hoja seca en el interior de un incendio. Ahora se arrepentía de no haber acabado con él mucho antes. Un simple Genjutsu hubiese bastado. Pero se había dejado llevar por la maldita paciencia, había intentado demostrar la abrumadora diferencia de nivel que había entre uno y otro invocando al Susano'o y por culpa de eso ahora estaba en una situación comprometida.

Con el rabillo del ojo miró a Datsue, que todavía permanecía tras las piernas de su amiga como un cachorro asustado.

¿Todavía no os habéis ido? —espetó a ambos, con la voz crispada.

***

A Datsue le dieron ganas de pegarle una hostia. ¿Quién se creía él para hablarle de aquella manera? Él no había pedido su ayuda, ni le había llamado, ni mucho menos le necesitaba. Lo único que quería era que desapareciese. Que desapareciese y nunca más volviese a saber de él, como ya había hecho en el pasado.

Apretó los dientes, cabreado porque aquello le afectase tanto. En una situación normal, ya se hubiese escaqueado de allí hacía tiempo. ¿Por qué entonces permanecía a la espera?

No le debo nada, se dijo, tratando de auto-convencerse. No le debo una mierda.

Miró a Anzu, que gateaba entre las sillas y las mesas del local hacia la puerta. No le costó esfuerzo en seguirla, haciendo lo propio, mientras se obligaba a no mirar atrás…

***

Esto es por tí, Yachiru.

Una sombra de dolor tiñó la mirada de Haskoz durante un breve instante.

¿Todavía me culpas por eso? —preguntó Haskoz, con voz cansada. Luego volvió a fijarse en el Mangekyō de Katame y su mirada recobró su habitual dureza—. ¿Cómo conseguiste ese ojo, hijo de puta?

Cambió el peso del cuerpo de una pierna a otra y, justo en ese momento, pareció resbalarse con el Nage Ono que acababa de tirar al suelo…

Pero sólo lo pareció.

Haskoz había pisado adrede el filo del hacha, adhiriéndolo al pie con el chakra de la misma forma que hubiese hecho para escalar un árbol. Cuando su pierna se fue hacia adelante, dejó de emitir chakra y el hacha voló, dando vueltas sobre sí mismo, directo al torso de Katame.

Acto seguido, y aprovechando la inercia de la patada al aire, Haskoz dio una voltereta hacia atrás, aterrizando con la suavidad de una pluma sobre una mesa circular, que se encabritó como un caballo desbocado poniéndose en vertical. Haskoz aguantó el equilibrio durante un breve segundo, con un pie en el canto de la mesa, para luego darle una patada con la pierna libre y hacer que se abalanzase sobre Katame.

Aquellos dos simples gestos, más propios de un artista de circo experimentado, no buscaban otra cosa que despistar a su enemigo. Despistar y darle el tiempo suficiente a Haskoz como preparar su verdadero movimiento: el esqueleto espectral volvió a envolver el cuerpo del Uchiha, y un enorme brazo surgió del torso esquelético, cayendo como un mazo enorme sobre Katame, como si éste tan sólo fuese un clavo salido al que había que enderezar.


RE: La balada nocturna de Shinogi-to - Uchiha Akame - 7/05/2016

El ojo rojo de Katame pareció emitir un destello de furia cuando su antiguo camarada le espetó sin tapujos sus dudas sobre la procedencia de aquel ojo. Katame no era Uchiha; sólo había, por tanto, una forma en que podía haberlo conseguido. Quizás en otro momento, en otras circunstancias, el pelirrojo dueño de aquel local nunca se habría planteado enseñarle aquel Mangekyō a Haskoz. Pero allí, en esa vida, en esa línea temporal, Haskoz era la razón por la que él tenía el ojo derecho bañado en sangre.

¿A quién más culpar? —replicó el pelirrojo, con aquella voz gutural, casi demoníaca.

Entrecerró los ojos cuando Haskoz pasó al ataque. El veterano shinobi parecía cansado y viejo, pero Katame sabía muy bien que no por ello dejaba de ser una amenaza y un oponente formidable. Le había visto pelear, hace mucho tiempo... Y dudaba que los años hubiesen conseguido erosionar su increíble capacidad para asesinar. Con un hábil juego de pies y manos, Haskoz le lanzó primero su hacha, y luego una de las mesas del local.

Pero Katame tenía ahora un Sharingan, y aquel tipo de ofensiva no iba a funcionar nunca más. Con dos movimientos ágiles y precisos se hizo a un lado, y luego saltó hacia otro, esquivando ambos golpes. De repente, aquel esqueleto fantasmal volvió a materializarse alrededor de la figura de su viejo amigo; el Dios de la Tormenta alargó uno de sus brazos demoníacos con la clara intención de aplastarle por completo. Katame fijó su ojo sano en Haskoz y toda la estancia empezó a vibrar.

Justo un segundo antes de que el enorme puño de Susanoo le golpease...

Desaparecieron. Tal cual. Ambos se esfumaron como si nunca hubieran estado allí realmente.


Anzu, que ya unos momentos antes había dejado de mirar, embelesada, el combate, se volvió al escuchar el silencio penetrante que invadió la estancia. Sus ojos grises buscaron con vivacidad a los monstruosos contrincantes, pero no hallaron sino mesas destrozadas. Ni siquiera sus armas estaban allí.

¿Qué cojones...?

De repente se recordó a sí misma que aquellos hombres eran tan poderosos que probablemente la situación tenía una explicación lógica, y simplemente una niñata gennin como ella no era capaz de entenderla. Sin pensarlo dos veces, se irguió para correr en toda su estatura, hacia la salida. Ni siquiera el gorila que habían visto antes ocupaba ahora el espacio entre aquel pasillo y la puerta metálica del local...

Al alcanzar por fin la libertad, una ráfaga de aire frío la golpeó en el rostro. Fue como si le metieran la cabeza en un barril de agua helada, pero al menos la ayudó a despejarse. Siguió corriendo hasta internarse en las sombras de un callejón cercano, deteniéndose sólo cuando estuvo segura de que únicamente Datsue la seguía.


RE: La balada nocturna de Shinogi-to - Uchiha Datsue - 19/05/2016

De pronto, un silencio sepulcral invadió la estancia. Casi parecía artificial. Datsue no pudo resistirse, pese a haber jurado que no lo haría, a mirar atrás. Total, después de tantas promesas rotas, una más no supondría ningún cambio palpable en su karma.

Im-imposible —farfulló, mientras giraba la cabeza de un lado a otro en busca de Haskoz. Pero no estaba. Ni él, ni Katame. El único rastro que habían dejado aquellos dos eran las mesas partidas por la mitad, los vasos rotos y las grietas en el suelo. Por lo demás, era como si nunca hubiesen estado allí. Como si sólo hubiesen sido una ilusión, un Genjutsu.

Se quedó embobado durante unos instantes, tratando de comprender lo que acababa de suceder. Entonces, oyó que alguien se precipitaba hacia la salida. Era Anzu.

Mierda…

Se levantó como pudo, trastabilló con unos cristales rotos que yacían en el suelo y trató de alcanzarla. La cabeza le dolía como si alguien acabase de clavarle un clavo en mitad del cerebro. Se llevó las manos a la sien, mientras atravesaba la puerta metálica del pasillo y seguía a Anzu a través de él, guiado más por el sonido de sus pasos que por verla.

Para su sorpresa, la única buena que había recibido en aquel día, el gorila que guardaba la entrada había desaparecido también. Que de repente tuviese tanta suerte empezaba a resultarle hasta sospechoso, pero no sería él quien se quejase.

Entonces, siguió a Anzu a través de la puerta que llevaba al exterior y…

… Ambos se encontraron de nuevo ante el principio del estrecho pasillo. Era como si, en realidad, hubiesen abierto la puerta metálica del pasillo. La puerta que separaba el local del recibidor.

Pero, ¿qué cojones…? —preguntó, estupefacto—. ¿¡Otra vez el puto omoide!?


RE: La balada nocturna de Shinogi-to - Uchiha Akame - 2/06/2016

Pero la situación sólo estaba a punto de ponerse peor. Mucho peor. Atenazada por el estrés y el miedo, la muchachita de piel café que se arrastraba hacia la salida del local sólo quería volver a sentir el aire fresco de la noche en su rostro. Apenas habían durado media hora allí dentro, pero a ella se le había hecho una eternidad. Giró el picaporte metálico con impaciencia, empujó la puerta tan fuerte como pudo y...

«No... No puede ser...»

El mismo pasillo que acababa de recorrer se extendía ante ella. Sus ojos grises examinaron, estupefactos, el contorno de las paredes. La moqueta azul oscuro que forraba el suelo. La tenue luz amarillenta que provenía de una tosca lámpara en el techo, a mitad del pasillo.

¿¡Qué demonios está pasando aquí!? —farfulló, confusa.

La pregunta no iba para nadie en concreto, pero realmente, sólo su compañero Datsue estaba allí para recibirla. Anzu se dió media vuelta, encarándole, con el rostro desencajado por el estrés y la desesperación. Agarró al Uchiha de la camisa, zarandeándolo con tanta fuerza que casi le rompió el cuello de la yukata.

¡Tú! ¡Tú lo sabes, tienes que saberlo! ¡Tú conocías a aquel tipo, te disfrazaste de él! ¿¡Qué es esto, una broma!? ¿¡Es una broma!? Porque si lo es, ¡te juro que estoy a punto de hacer algo estúpido!


RE: La balada nocturna de Shinogi-to - Uchiha Datsue - 3/06/2016

¿¡Qué demonios está pasando aquí!?

No, no era el omoide. A ella le ocurría lo mismo. Cuando quiso buscarle lógica a todo aquello, se encontró siendo zarandeado por Anzu como un muñeco roto. Hubiese querido zafarse del agarre, pero sentía tanta fuerza entorno a la mano de la kunoichi que dudaba poder hacerle siquiera cosquillas.

¡Tú! ¡Tú lo sabes, tienes que saberlo! ¡Tú conocías a aquel tipo, te disfrazaste de él! ¿¡Qué es esto, una broma!? ¿¡Es una broma!? Porque si lo es, ¡te juro que estoy a punto de hacer algo estúpido!

Datsue esbozó una mueca de incredulidad.

¿Una broma? ¡Pero si fuiste tú quien me metió en todo esto! Una pequeña estafa, te dije. Algo sencillo y rápido. Limpio y seguro. Pero no… La niña quería jugársela al jodido capo de Shinogi-to. ¡Es tu culpa! —la acusó, colérico. Sin embargo, bien sabía que sus palabras perdían fuerza mientras se encontrase en su actual posición de inferioridad, siendo sujetado por el cuello. Por eso, tendría que atacar—. Tendría que haber venido con Kunie. ¡Ella sí que sabía moverse en situaciones como esta! ¡Como un pez en el agua! —todavía recordaba la que había liado en aquel pueblo del País de la Roca—. ¡Y además era guapa! —dardo directo al corazón, el mejor ataque que Datsue hubiese podido hacer jamás—. Al final acabó enamorándose de mí, claro, y… —dudaba mucho que alguien dejase plantado en la primera “cita” a una persona de la cual se había enamorado—. Bueno, decidí no mezclar lo personal con lo profesional. ¡Pero no veas cuanto me arrepiento, visto lo visto!


RE: La balada nocturna de Shinogi-to - Uchiha Akame - 6/06/2016

¿Una broma? ¡Pero si fuiste tú quien me metió en todo esto! Una pequeña estafa, te dije. Algo sencillo y rápido. Limpio y seguro. Pero no… La niña quería jugársela al jodido capo de Shinogi-to. ¡Es tu culpa!

Cada una de las palabras de Datsue se le clavaron en los oídos como una ristra de cuchillos afilados. La chica empezó a temblar, ligeramente al principio y de forma más pronunciada después. Sus ojos, grises, estaban fijos en los del Uchiha; pero su expresión era ausente y no reflejaba nada de lo que ocurría en su interior, como si ella estuviese hueca. Parecían los cristales de una ventana que daba a una casa vacía.

Anzu seguía agarrando a su compañero por el cuello del yukata con tanta fuerza que los nudillos de las manos habían palidecido. «¿Mi culpa...?» La voz de Datsue seguía resonando dentro de su cabeza, pero esta vez era lejana como las palabras que enunciaba.

«... planeo darles el mayor golpe que han visto en sus puñeteras vidas...»

«¿Acaso piensa que soy estúpida? ¿Cree que puede engañarme así?» Apretó más las manos, acercándose inconscientemente al muchacho. «¿Así es como me ve? ¿Como una imbécil? ¿Así es como trata a sus compañeros de Aldea?»

Anzu estaba tan confusa, tan paralizada por el miedo que había sentido al ver a Haskoz y Katame medir sus fuerzas, que le costaba pensar. Era como si tuviera el cerebro sumergido en un barril de estofado. Poco a poco, una idea emergió a la superficie, luchando por imponerse al caos reinante.

¿Crees... ¡que soy retrasada mental!? —gritó la Yotsuki.

Rápida como una centella soltó su mano diestra y retrajo el brazo, cerrándola en un puño duro y amenazador. Quería hacerlo. Quería estamparlo en el rostro de Datsue con el ímpetu de un martillo. «Ha sido él. Todo esto es por su culpa, era su plan. Ha sido él.» Con el rostro inexpresivo de una estatua, la kunoichi hizo acopio de todas las fuerzas que le quedaban. Empezaron a saltar chispas alrededor de su brazo, y una capa de chakra eléctrico, de color azul claro, envolvió su puño. Como una autómata, la chica lanzó aquel mortífero golpe directo a la cara del Uchiha. El chakra Raiton silbó al surcar el aire.

«Un ninja debe tener un código.»

El oscuro puño de Anzu, envuelto por una capa de electricidad que crepitaba con furia, se detuvo a centímetros de su objetivo. Ella retrocedió, soltando a Datsue, y el chakra Raiton que rodeaba su mano derecha se deshizo como una gota de agua al hervir. Trató de mantenerse en pie, pero las fuerzas le fallaban, y tuvo que apoyarse en la pared más cercana para no caer al suelo.

Tenemos que salir de aquí.

Fue todo cuanto pudo decir.


RE: La balada nocturna de Shinogi-to - Uchiha Datsue - 8/06/2016

¿Crees... ¡que soy retrasada mental!?

Sus palabras, afiladas como el filo de una navaja, cortaron la perorata del Uchiha como haría una buena bofetada con el berrinche de un niño pequeño. Datsue balbuceó algo ininteligible, y cuando vio el puño de Anzu alzándose, amenazador, sobre su rostro, arrugó la nariz y entrecerró los ojos. Poco más pudo hacer, salvo echar la cabeza hacia atrás, asustado, cuando el puño eléctrico de la kunoichi silbó el aire en su dirección…

Pero entonces se detuvo. No supo por qué, pero lo hizo. Datsue exhaló un profundo y alargado suspiro de alivio, y casi se cayó cuando Anzu, de improvisto, le soltó del agarre. Tenía las rodillas flojas.

Tenemos que salir de aquí.

Nunca había estado más de acuerdo con nadie en su vida.

Concuerdo. —Ni quejas, ni lamentos ni discursitos. A partir de entonces, el Uchiha se cuidaría de mantener controlada su lengua en presencia de Anzu. Era eso o acabar con la nariz rota, y eso sería una tragedia para una nariz tan bonita.

De pronto, se escucharon golpes tras la puerta que había a sus espaldas. La puerta por la que acababan de entrar. Alguien la estaba aporreando, y parecía desesperado. Se oyó un chillido, un chillido propio de una colegiala asustada, pero que a ambos les resultó extrañamente familiar. La puerta crujió, como un leño al partirse, y entonces… Silencio. Nada más que silencio.

Datsue retrocedió como un viajero al ver una serpiente. Luego, con voz temblorosa, dijo:

Voto por la otra puerta.


RE: La balada nocturna de Shinogi-to - Uchiha Akame - 8/06/2016

Anzu tenía la mirada perdida en el infinito. Habían sido demasiadas emociones, demasiadas experiencias por digerir en una sola noche. Y, para más inri, todavía tenían que salir de allí. Embotada, confusa, era incapaz de ver más que sobrevivir; ni siquiera se detuvo a pensar en que casi le había destrozado la cara a su compañero de Aldea. Las sólidas enseñanzas de Hida habían salvado a Datsue de un Lariat a bocajarro, pero, ¿cómo afectaría eso a la joven Yotsuki? Era pronto para decirlo.

Sea como fuere, la voz del Uchiha la sacó de aquel ensimismamiento.

Concuerdo.

Fue tan lacónico como preciso. De repente, un fuerte ruido sacudió el pasillo; Anzu giró la cabeza para clavar la vista en aquella puerta, que parecía a punto de venirse abajo. «¿Hay alguien ahí dentro?» El aterrado gemido que acababa de oír así lo atestiguaba, pero, ¿y si no era más que una trampa? Dentro de aquel local estaban pasando cosas a cada cual más extraña. «¿Y si alguien de verdad necesita ayuda? ¿No es ese nuestro deber?»

Deber o egoísmo. Astucia o bondad. Vida... o muerte.

Aquella dualidad partió en dos a la Yotsuki, que sentía como si tuviese dos fieras encabritadas peleando dentro de su cabeza.

Voto por la otra puerta.

Datsue parecía tenerlo claro. La kunoichi dio un paso en la dirección opuesta a aquella puerta, lista para escapar y abandonar a quien quiera que fuese a su suerte... Pero, de repente, se volteó. Sin decir una palabra, corrió hacia el final del pasillo. Se detuvo junto a la puerta, con la espalda pegada a la pared. Giró el pomo con la mano diestra, y empujó suavemente la hoja para abrirla exponiéndose lo menos posible.

En su cabeza, las palabras de Hida resonaban con fuerza.

«Un ninja debe tener un código.»



RE: La balada nocturna de Shinogi-to - Uchiha Datsue - 9/06/2016

Lo primero que Anzu vio fue un charco de sangre. Un charco de sangre que reflejaba un brillo azulado, en continuo vaivén. Lo siguiente, casi al instante, fue el origen del charco: una muchacha que yacía en el suelo con una daga ensartada en el pecho. Era morena, de cabellos tan rubios que rozaba el platino, aunque rapada por un lado. No pudo distinguir su rostro, extrañamente borroso, como el recuerdo de un ser querido muerto hace lustros. Aunque sí una línea que le cruzaba en diagonal, de izquierda a derecha, naciendo en la base de donde debía estar su nariz y terminando en el mentón.

De pie, frente al cadáver, había un chico pequeño y con yukata. Sólo pudo percibir sus ojos, rojos y brillantes, con dos aspas adornando sus pupilas. Tenía los dientes bañados en sangre. También los labios, qué sonreían.

Pudo oír unas palmas, como el eco lejano de un aplauso. Su visión se oscureció, el pasillo que parecía estar contemplando pareció transformarse, abrirse… Pero, antes de que pudiese distinguir nada más, la puerta se cerró de un golpe, como si alguien la hubiese empujado.

Datsue seguía en el mismo sitio de siempre, con el latido del corazón martilleándole la cabeza. No había visto nada, pero se le había puesto la carne de gallina igualmente. Cambió el peso de una pierna a otra, e hizo la pregunta inevitable, con voz temblorosa:

¿Qué… qué has visto, Anzu?


RE: La balada nocturna de Shinogi-to - Uchiha Akame - 12/06/2016

Tardó mucho tiempo en asimilar lo que vió tras aquella puerta. Y mucho más en contárselo a alguien —además de a Datsue, por exigencias de la situación—. Muchas noches después reviviría aquella escena en sus pesadillas, observando impasible, como una estatua de mármol, los dos cadáveres ensangrentados. En ese momento, no lo entendió.

¿Qué... qué has visto, Anzu?

Anzu se dio media vuelta. Estaba pálida como la cera —por increíble que pueda parecer—, y el tono café tan característico de su piel había mudado a uno mucho más claro, como si se hubiese quedado sin sangre en las venas. Sus ojos grises observaron a Datsue con una expresión ausente.

A nosotros.

La respuesta fue tan sincera como breve, apenas un hilo de voz que salió tímidamente de los labios de Anzu.

Me asesinaste.

Su mirada, normalmente cargada de determinación y fiereza, seguía perdida en la inmensidad de significados que tenía lo que acababa de suceder al otro lado de la puerta. «Ese grito... ¿Era mío? ¿Era yo?» Aquello no tenía ni pies ni cabeza. «Esto no tiene ni pies ni cabeza, por todos los dioses de Oonindo, ¿dónde nos hemos metido?»

¿Me asesinaste...? —balbuceó, como un niño pequeño.

Demasiadas preguntas sin respuesta para una sóla noche. Lo único que pudo hacer, por puro instinto, fue clavar la mirada en el Uchiha. Por muy disparatado que sonara, no iba a dejar que aquella visión cobrase un sentido macabramente real. ¿Qué iba a hacer si no podía confiar en su compañero de Aldea? «No puedo confiar en él... Ya me ha utilizado antes, no tiene escrúpulos, no tiene orgullo, no tiene honor.»

Apretó los puños con firmeza.


RE: La balada nocturna de Shinogi-to - Uchiha Datsue - 19/06/2016

Datsue esperó la respuesta de Anzu como un acusado esperaría la condena final del juez. Con las rodillas flojas, las manos empapadas en sudor y la misma sensación de angustia en el estómago que solía preceder a la arcada.

A nosotros.

El corazón le latió agitado.

Me asesinaste.

Datsue abrió la boca, incrédulo. Entonces, al comprenderlo, su pulso se relajó. Si la había matado, eso significaba que él estaba vivo, ¿no? Pese a no entender del todo aquella visión que le describía Anzu, aquel simple hecho le relajó. Incluso suspiró, dejando que parte de la tensión acumulada se escapase entre sus labios.

¿Me asesinaste...? —balbuceó, como un niño pequeño.

No supo por qué, pero aquella pregunta le dolió.

¿Cómo iba a asesinarte? Estás aquí, delante mía, ¿no? —le rebatió—. Es más, ¿que conseguiría haciéndolo? —No tenía sentido. ¿Para qué narices iba a matar él a una aliada?—. Además —añadió—, antes me cortaría las venas que derramar una sola gota de sangre de una compatriota. ¡Bien lo sabes! —Lo que Anzu no sabía, por otra parte, es que las venas de Datsue estaban a salvo de cualquier locura semejante. Al menos mientras su piel permaneciese igual, dura e inexpugnable como la corteza del Árbol Sagrado.


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