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(S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Versión para impresión +- NinjaWorld (https://ninjaworld.es) +-- Foro: País de la Tormenta (https://ninjaworld.es/foro-pais-de-la-tormenta) +--- Foro: Llanuras de la Tempestad Eterna (https://ninjaworld.es/foro-llanuras-de-la-tempestad-eterna) +---- Foro: El túnel (https://ninjaworld.es/foro-el-tunel) +---- Tema: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo (/tema-s-los-hilos-del-mundo-tercer-hilo) |
RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Manase Mogura - 23/09/2017 —Hay quien dice que esta ciudad es un recordatorio de la capacidad destructiva de un bijū Tenía su cuota de sentido, los restos de una gran ciudad pasaban a ser una especie de monumento para que la gente evitara olvidar, no solo en Arashi-no-kuni sino también en los demás países. Pero la verdad es, casi seguro, que nadie ha construido nada aquí todavía por miedo. «Miedo...» No pudo evitar escapar sus palabras como un susurro. —Sí, por miedo. Puede que la probabilidad de que un bijuu apareciese aquí de nuevo sea estúpidamente baja, pero después de los horrores que se vivieron aquí, nadie quiere venir de nuevo a residir. Supongo que es normal. Si hubiesen reconstruido la Ciudad Fantasma y un bijuu volvía aparecer ya podrían pensar en ponerle a las ruinas la Ciudad Mala Suerte o algo parecido. Los desastres naturales eran algo que podía llegar a acechar a la vuelta de la esquina, fuertes tormentas o movimientos sísmicos pero un segundo bijuu... vaya. Algún día cambiará eso. No pudo evitar decir el joven médico. »Lento, ahora Al igual que la joven kunoichi, Mogura ralentizó su movimiento. Nos estamos acercando mucho al hilo. Si hay alguien debe estar por aquí. Hagamos una cosa: caminaremos formando un triángulo, vosotros miraréis hacia atrás y yo hacia adelante. Os guiaré por las calles hacia adelante y tendremos todos los flancos cubiertos. Entendido. La idea era bastante buena, prueba de la experiencia de la mujer en vaya uno a saber cuantas misiones. La escena perdería un poco de informalidad y la tensión comenzaba a notarse cada vez más. No había lugar para hacer ninguna clase de preguntas de turista ni nada por el estilo, había que estar atento a los detalles en el camino y a dedicarle una mirada a cada rincón que pudiese ser relevante. Al cabo de un rato, sintió en su ser una inyección anormal de energía. Podría llegar a compararla con la sensación que podría notarse en el cuerpo cuando se realiza un traspaso de chakra, pero esto era mucho más intenso, más raro, y no estaba seguro de si podía decir que era raro bien. Ni tampoco estaba seguro de poder decir que fuese saludable exponerse a esa energía durante mucho. —Parece que aún no ha llegado nadie Diría la ANBU dejando escapar un suspiro. Menos mal. Apresurémonos, encontremos la forma de sellarlo antes de que-¡¡AHHHH!! El primer reflejo de Mogura fue girarse sobre si mismo y mirar en la dirección en la que se encontraba su superior. Podría ver entonces la mano anónima que arrastraba a Shanise al interior del piso dejando solo su cabeza expuesta. La mirada del joven médico no pudo evitar mostrar una expresión de sorpresa y preocupación. —¡Shanise-sen...! Las palabras de Ayame se interrumpieron cuando una silueta comenzó a manifestarse del piso. Si hubiese tenido sentido correr, quizás lo habría hecho, pero no había ningún lugar a donde retirarse. A pesar de no querer perder de vista al extraño que tenían en frente, la vista de Mogura se posó un segundo en Ayame solo para comprobar que ella tampoco estaba yendo a ningún lado. El extraño develaría sus rasgos físicos al quitarse la capucha de su túnica. Una cabellera plateada que era recogida con una coleta, un afilado rostro zorruno, unos ojos que parecían contrastar con el color de pelo, dorados y lo que le llegaría a causar un escalofrío, sin duda alguna sería la risa. —Kishishishishi... Si hubiese sido capaz de perder la capacidad de escuchar, quizás lo habría hecho. Aquella risa era tan insoportable como incomodadora. «¿Qué está haciendo?» Warau notaría algo en la mirada de Ayame, lo que provocaría que su sonrisa se esfumase de su rostro, se llevaría entonces la mano al pecho. La joven jinchuuriki jadeó, su expresión no dejaba ver otra cosa que angustia. —Siempre tú, puta mocosa, kishishishi. —Warau... Otra persona que parecía conocer a Aotsuki Ayame, con la diferencia de que esta vez Ayame si sabía el nombre de aquel extraño. —¿Qué? Ayame, ¿le conoces? Parecía que Shanise compartía la duda con Mogura, solo que ella tuvo aliento para realizar la pregunta. —Oh, claro que nos conocemos. Nos conocemos de hace mucho, mucho, mucho tiempo... Al menos, yo la conozco a ella. Warau se volvería hacía Shanise. —A ti también te conozco, Shanise-chan. Shanise la suplente, el fraude, ¿eh? Lo cierto es que te maté. Kishishishi... Disfruté haciéndolo. ¿Te sentiste bien actuando de escudo humano? «¿De qué está hablando este sujeto? ¿Fraude? ¿Mató a Shanise?» Cada palabra que salía de la boca de ese extraño hombre no hacía más que agregar una duda tras otra a la mente del joven médico. —¡¡Estás loco!! —KISHISHISHISHI. Cualquiera lo estaría en mi lugar, querida. No hubo oportunidad para que ni Mogura ni Ayame pudiese hacer nada, Warau propinaría una patada descendente a Shanise. ¡N...! Retuvo sus palabras en el último momento. Quería creer en las capacidades de su superior, ella misma había dicho que esa clase de golpes no surtían mucho efecto. —¡Shanise-senpai! Ayame por otro lado no sería capaz de hacer lo mismo. Shanise estuvo a la altura de las expectativas y demostró su habilidad con el Suika no jutsu, se sintió aliviado al ver la expresión de desaprobación en la cara de Warau. —¡Eres sólo un juguete, compórtate como un juguete y haz que me lo pase BIEN! —Déjala... «Aléjate de ella...» La mano del sujeto desprendería un brillo que iluminaría la cercanía, una ruidosa y potente concentración de chakra. Raiton. —¡¡CHIDORIIIIIIIIIIII!! ¡¡NO!! Sus pies estuvieron a punto de moverse, estuvo a punto de romper toda regla del los Iryou-nin y desobedecer las ordenes que su superior le había dado, sintió la necesidad de hacerlo. Pero fue en ese momento que el poder de Ayame se manifestaría descolocandolo. Una extraña capa de chakra que la rodearía por completo la obligaría a apoyar el peso de su cuerpo en sus cuatro extremidades. «¿Qué es... Eso es...?» —¡¡¡DÉJALA, WARAU!!! Rugió la bestia en la que se había convertido Aotsuki Ayame para luego embestir al enemigo. Le costó seguir el movimiento pero llego a apreciar el detalle de las colas, cinco colas, en su espalda baja. «¿El poder de un bijuu?» El Chidori se deshizo en la mano de Warau. Le dedicó una mirada con aquellos extraños ojos y entonces soltó una carcajada, una intensa carcajada que le causaría un efecto parecido al que sintió cuando escuchó por primera vez su risa. Dio un salto y elevó su mano ejecutora. «¿Hilos de chakra?» Efectivamente, sostenían la cabeza de Shanise e hicieron que esta saliese de su encierro solo para recibir el envite de Ayame. «¡Maldición!» Shanise salió disparada, pasó por su lado y terminó chocando contra una pared desprendiendo una gran nube de humo. La mirada del joven médico siguió su trayectoria y luego volvió un segundo a su compañera. «Aguante un momento, Aotsuki-san.» Y corrió a toda velocidad hasta la ANBU. —¡Así que eres tú, eh! ¡¡ERES TÚ!! ¡¡SÍ, JODER!! ¿Sabes? Iba a Reiniciar de nuevo, pero verte aquí, en persona, después de tanto tiempo... Tú, que siempre fuiste intocable. Tú, pequeña niñita. No podía evitar escuchar la voz de Warau mientras recortaba las distancias con Shanise. La situación era más extraña de lo que podría haber llegado a anticipar. —¡ME REVOLCARÉ A TRAVÉS DEL SONIDO DE TUS GRITOS Y LLANTOS DE DOLOR, KISHISHISHISHI! No era la clase de palabras que elegiría un loco normal, aquel tipo era un loco con todas las letras. »Vaaamos... ¿Qué toca ahora? ¿Una Bijuudama? Adelante... Hazle más daño a tus compañeros. Lo estás deseando. En el fondo, eres una ninja de la Niebla Sangrienta. Shanise-san... Trataba de sacar del camino el humo agitando un poco los brazos y buscando a la mujer. Tenía que sanar sus heridas, si querían tener una mínima chance de sobrevivir. Shanise tenía que volver a pelear, o Ayame tendría que hacerlo de nuevo. La situación era crítica, no había nadie que los fuese a venir a ayudar, ellos tenían que arreglar las cosas como fuese posible. La diferencia estaba en que aquel extraño no parecía un chuunin renegado, ni por asomo. RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Aotsuki Ayame - 24/09/2017 Ante su grito, el marionetista desactivó su técnica de Raiton, fijó en ella sus iris dorados y soltó una carcajada. Una carcajada tan escalofriante que se clavó en sus tímpanos como un millar de senbon. Pero Ayame no se dejó amilanar, y siguió su carga contra él. Pero en ninguno de sus planes cabía la posibilidad de lo que ocurrió a continuación. Warau dio un salto hacia atrás y levantó el brazo. En respuesta, el cuerpo de Shanise, unido al brazo del marionetista con una serie de hilos de chakra como un vulgar títere, fue alzado desde el suelo... «¡¡¡OH, NO!!!» Era imposible frenar a tiempo. Fue la jonin la que recibió la brutal cornada en lugar del marionetista, y la pobre salió despedida para terminar chocando contra la pared de un lejano edificio en ruinas. Una densa nube de humo invadió el lugar del impacto. —¡Shanise-sanpai...! —gimió, angustiada. Estaba a punto de salir corriendo hacia allí, cuando vio a su compañero adelantarse a sus pensamientos. «Mogura-san la salvará... Él es médico, él la salvará. Puede hacerlo...» Intentaba convencerse. El aire de sus pulmones silbaba entre sus dientes de forma repetida, con cada respiración honda. «Y mientras él la salva yo debo...» —¡Así que eres tú, eh! ¡¡ERES TÚ!! ¡¡SÍ, JODER!! —aulló Warau, excitado, y Ayame viró la cabeza bruscamente hacia él con sus ojos aguamarina destilando todo el odio que reservaba para aquel hombre—. ¿Sabes? Iba a Reiniciar de nuevo, pero verte aquí, en persona, después de tanto tiempo... Tú, que siempre fuiste intocable. Tú, pequeña niñita. —Ensanchó aún más su sonrisa, y Ayame sintió que se le ponía la piel de gallina cuando se relamió—. ¡ME REVOLCARÉ A TRAVÉS DEL SONIDO DE TUS GRITOS Y LLANTOS DE DOLOR, KISHISHISHISHI! Vaaamos... ¿Qué toca ahora? ¿Una Bijūdama? Adelante... Hazle más daño a tus compañeros. Lo estás deseando. En el fondo, eres una ninja de la Niebla Sangrienta. Un profundo gruñido borboteó en la garganta de Ayame, quien dejó a la vista una hilera de dientes afilados como navajas entre sus labios. «Miserable villano...» Kokuō reflejó sus pensamientos dentro de su mente. Desde luego, ganas no le faltaban de reventarle una Bijūdama a bocajarro y borrar aquella terrorífica sonrisa de loco psicópata de su rostro. Todo su cuerpo vibraba de excitación ante la sola idea, pero Ayame conocía lo suficientemente bien a aquel hombre como para saber que sería capaz de reservarle una sorpresa para hacerle fallar su ataque o, en el peor de los casos, devolvérselo a sus compañeros. Aún en el mejor de los casos que le acertara, la marioneta humana podría llegar a sobrevivir aunque le arrancara medio cuerpo. Lo sabía. Ya lo había visto. Y sólo por eso se contuvo, con toda la rabia de su ser vibrando en cada poro de su piel. Entonces Warau se colocó las manos en el pecho. —Doton: Keijuugan no Jutsu —pronunció. Y ante los estupefactos ojos de Ayame, los pies del villano se separaron del suelo y comenzó a flotar, cada vez más alto, hasta una altura de aproximadamente cinco metros. Extendió los brazos y las piernas, abrazando el mundo, y entonces volvió a reír. «¿Doton? ¿Elemento tierra? ¡¿Pero qué clase de técnica es esa?! Doton y Raiton... Maldita sea, son mis mayores debilidades. ¿Cómo puedo enfrentarle?» —No lo entiendes, Ayame. ¡Estoy a un sólo paso de ser un puto Dios! ¡No voy a dejar que frustres mi mayor sueño ahora que estoy tan cerca! ¡Tan cerca! Todos seréis mis marionetas, ¡mis juguetes! KISHISHISHISHI. Ayame hizo restallar una de sus colas contra el suelo, a sus espaldas. Bajo el peso de su rabia, la roca se agrietó con un chasquido. —Jamás nos pondrás las manos encima... ¡Y MUCHO MENOS A MÍ! ¡NO VOLVERÁS A TOCARME! ¡NO PUEDES CONTROLAR AL AGUA! Restalló las cinco colas. Y Ayame aprovechó la fuerza del golpe para impulsarse en el aire. Adelantó su brazo derecho, y de la misma mano el chakra se expandió repentinamente, formando un brazo que se alargó rápidamente buscando atrapar entre sus dedos al marionetista y, con un grito de guerra, devolverlo al suelo con todas sus fuerzas. Y entonces, aún en el aire, abrió sus fauces y comenzó a acumular chakra. El aire se volvió aún más pesado a su alrededor, las gotas de lluvia no llegaban a tocarla siquiera y se evaporaban antes de rozarla. Y, mientras tanto, partículas negras y blancas se reunían formando una esfera que se iba comprimiendo más y más... Hasta que la engulló. Y entonces lanzó el rayo de energía concentrada hacia Warau. «¡¡¡MUERE!!!» RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Sama-sama - 24/09/2017 Mogura corrió a través del polvo y del terror. No estaba claro cual de las dos cosas era más densa. Allá al fondo vio la figura de Shanise, en el hueco entre dos edificios altísimos. Se trataba de un callejón. La mujer respiraba con dificultad, y estaba sangrando profusamente. Quizás le quedaran sólo un par de minutos de vida si no recibía la atención médica urgente que necesitaba. El médico corrió en su auxilio, pero cuando tan sólo estaba a diez metros de la entrada del callejón, la pared frontal de ambos edificios se derrumbó hacia los lados, dejando una montaña increíble de rocas, tuberías rotas y afiladas y hormigón. Era demasiado alta como para saltarla, y la superficie era demasiado irregular como para escalarla con el chakra. El edificio de la izquierda daba a unos baños, pero el derecho revelaba, a través de la pared que se había derrumbado, un largo pasillo con puertas a la derecha. No a la izquierda, que era donde se suponía que el enorme coloso de hormigón daba a la callejuela con su paciente. ¿Saben? Dicen que no hay obstáculos que un médico no pueda superar si se trata de un asunto de vida o muerte. · · · —¡NO PUEDES CONTROLAR AL AGUA! —Warau sonrió. Ayame golpeó el suelo con las cinco colas de la capa de chakra para impulsarse hacia Warau a toda velocidad. Warau intentó cubrirse con las manos en cruz, esperando un golpe, pero recibió en su lugar un brazo de chakra que lo sujetó y lo zarendeó hacia el suelo con todas sus fuerzas. Los dedos de chakra se cerraron en torno a algo y lo arrojaron hacia el suelo. Ayame cargó chakra y lo lanzó hacia Warau en forma de un laser que impactó sobre el hormigón, hundió la tierra y creó un pozo de cien metros de profundidad. El ataque levantó el agua del subsuelo. Un géiser enorme de agua salio al exterior, golpeando a Ayame —sin causarle prácticamente ningún daño— y empezando a inundar de agua la calle, poco a poco. La muchacha aterrizó a unos metros del géiser, y entonces vio lo que el agua había expulsado del agujero. No era Warau. Era... ...un simple trozo de tubería oxidada. Un reemplazo. —Gogyō Fūin —pronunció una voz a sus espaldas, y una mano la golpeó justo entre los omóplatos—. Da la casualidad de que puedo controlarte, querida. Kishishishishi. Ayame sintió como hasta la última gota de energía adicional que le había proporcionado Kokuo se escapó de su cuerpo a la velocidad del rayo. Volvió a ser ella misma una vez más, sin nada más que sus habilidades. Y el mundo a su alrededor se apagó. Warau se acercó a la chiquilla y la cogió del pelo, dándole la vuelta. —Tantas veces has estado en mi camino, y aún así no puedo matarte —dijo—. ¿Por qué? »Oh, pero hay algo que sí que puedo hacer contigo. Algo que nunca se me dejó hacer. Voy a JUGAR. ¡KISHISHISHI! · · · Cuando despertó, Ayame estaba atada entre un par de pilares de hormigon con unos hilos de chakra que rodeaban todo su cuerpo. Fue la corriente eléctrica que los atravesaba y que recorría su cuerpo, débil pero dolorosa, la que la despertó, de hecho. —Buenos días, princesaaa, kishishishi. »¿A qué jugamos hoy? Warau acercó la punta del senbon a su ojo izquierdo. —¿Debería pincharte los ojos, así, despacito? ¿O debería jugar con tu pequeño y frágil cuerpo de niñita...? —Se relamió. »Pero antes, prefiero oír tu risa. ¿Sabes? La gente dice que mi risa les infunde desconfianza, miedo. Nunca entiendo por qué. Adopté ese nombre por mi risa, como tú bien sabrás. Cierto día, se me ocurrió: "oye, Warau, ¿y por qué no haces reír a los demás? Así tu nombre adoptará otro significado". De nuevo, aquella risa estridente, mientras se alejaba un poco. Se dio la vuelta y extendió las manos hacia ella. Unos hilos de chakra se clavaron en las axilas, en el interior de los muslos, se metieron en sus zapatos, por debajo de la ropa, en la espalda. —Luego recordé que mi oficio era el de torturador. Y se me ocurrió una aplicación práctica de ese... concepto. Entonces, empezó a sentir cosquillas en todos esos puntos. Pero estaba completamente atada, por lo que no podía moverse. Ayame rio. Ayame rio. Ayame rio y rio y rio y rio... ...y sufrió. RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Manase Mogura - 24/09/2017 Mogura corrió tan rápido como pudo, abriéndose paso entre el polvo y el carrusel de emociones que trataba de mantener a raya para no perder la cordura en aquel momento. ¡Shanise-san! Pudo verla al fin, al fondo de un callejón formado por la separación de dos enormes edificios típicos de la ciudad. Aún estaba con vida, respiraba, pero también estaba sangrando. Sangrando de verdad. «Es mucha sangre... Debo apresurarme.» No demostró tener intenciones de perder tiempo juzgando el paso que llevaba, corriendo tan rápido como era posible. Pero tuvo que detenerse al ver como un derrumbe tuvo lugar a unos metros delante suyo, bloqueandole el camino completamente. Rocas, tuberías rotas y hormigón. «Es imposible pasar esto.» Con las habilidades que tenía en el momento aquella barrera le obligaba a cambiar de plan, no sería tan fácil llegar a Shanise. Miró a ambos lados del camino, las dos paredes derrumbadas y lo que escondían detrás. «Baños... y en este lado...» La opción de los baños quedó descartada al ver el pasillo que se extendía paralelamente al callejón. Se adentró y no tardó mucho en notar la ausencia de puertas del lado que las necesitaba. Bien, habrá que hacer una. Declaró y entonces, midiendo mentalmente la distancia para encontrar un punto entre los escombros y Shanise, estampó su puño contra la pared. La pared se haría añicos frente a él después de una demostración de fuerza sobrehumana. Sin demorar un instante, Mogura se lanzaría a la carrera, a través de la puerta que había creado, para llegar hasta su superior. ¡Shanise-san! El joven médico llegaría hasta la ANBU y tendría una mejor vista del delicado estado en el que se encontraba la mujer y la seriedad de sus heridas. Aguante un poco más, voy a tratar sus heridas. Se colocaría junto al cuerpo de la fémina, tenía que comenzar a sanar sus heridas o Shanise no lo lograría. El daño del Chidori de Warau por un lado y la cornada de Ayame por otro, sumado a eso el daño que le habría causado el golpe de ser arrojada con tanta fuerza contra el muro. «No hay tiempo que perder.» Sus manos se colocarían sobre las heridas sangrantes y comenzarían a desprender una tenue luz verdosa. Shōsen no Jutsu de manera inconfundible. No podía fallar en su tarea, Shanise tenía que volver a ponerse de pie y tenían que ir a ayudar a Ayame, no había otra manera de salir con vida de aquella situación. RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Aotsuki Ayame - 24/09/2017 La Bijūdama dio con el cuerpo del marionetista, la energía incandescente lo envolvió en su abrazo mortal y lo arroyó contra el suelo. Como un perforador perfecto, penetró en el hormigón y se hundió en el suelo. Directo al núcleo del infierno del que aquel monstruo jamás debería haber salido. Debió de alcanzar las aguas subterráneas con su ataque pues, en respuesta, un enorme géiser se alzó hacia el cielo y la golpeó con violencia. Ayame cruzó los brazos frente al cuerpo y se envolvió con sus colas en un intento por protegerse. El golpe no le hizo demasiado daño, pero sí la impulsó de nuevo y terminó aterrizando con un ligero chapoteo a varios metros del chorro de agua sobre sus cuatro patas. Sus ojos aguamarina buscaron el cuerpo de Warau con desesperación... Y entonces el alma se le cayó a los pies. Porque donde debería haber estado su peor enemigo no había más que un simple trozo de tubería oxidada y desvencijada. —N... No puede ser... —balbuceó, incrédula. —Gogyō Fūin —pronunció aquella aterradora voz a sus espaldas que tan bien conocía y que tan poco había deseado volver a escuchar. Intentó girarse, pero entonces cinco dedos se clavaron en su espalda, justo entre los omóplatos, y Ayame jadeó—. Da la casualidad de que puedo controlarte, querida. Kishishishishi. La energía de Kokuō la abandonó de repente y la capa de chakra que la recubría desapareció como la llama de una vela a la que hubieran soplado. Ayame dejó escapar un débil gemido cuando las fuerzas le fallaron y su cuerpo se rindió a la gravedad al tiempo que todo se oscurecía a su alrededor. Y justo antes de perder el sentido supo con toda certeza que aquel era su final... . . . Pero el destino no parecía tener la misma concepción del final que ella. Despertó con una desagradable sensación hormigueante en el cuerpo. Gimió, algo aturdida, pero cuando intentó moverse para encontrar una postura más cómoda se dio cuenta de que no era capaz de hacerlo. —¿Qué...? —susurró, y cuando entreabrió los ojos, para su completo horror se vio envuelta en una auténtica red de hilos de hilos por los que circulaba una corriente eléctrica débil pero igual de incómoda. Electricidad que le impedía utilizar su técnica de la hidratación para salir de aquel aprieto. Y, de nuevo, la voz de Warau: —Buenos días, princesaaa, kishishishi —se rio, y fue su carcajada la despertó del todo. Definitivamente, aquello debía de ser una pesadilla. No cabía otra posibilidad. Ayame había intentado enviar a su enemigo al infierno, pero en su lugar él la había arrastrado a su propio infierno personal... ¿Pero por qué no la había matado? ¿Por qué no había absorbido el hilo? ¿Qué era lo que pretendía con todo aquello? —¿A qué jugamos hoy? —dijo, y Ayame intentó removerse sin demasiado éxito. Tuvo que detenerse sin embargo cuando vio la punta de un senbon apuntando directamente a uno de sus ojos—. ¿Debería pincharte los ojos, así, despacito? ¿O debería jugar con tu pequeño y frágil cuerpo de niñita...? Ayame volvió a jadear, y el sudor frío comenzó a perlar su frente. Fue entonces cuando vio a Warau de verdad. Le vio como el hombre que de verdad era. Y su cuerpo se estremeció en un sollozo mudo. Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas. ¿En qué momento había pensado que podía hacerle frente a él? Warau había sido el torturador de Kirigakure, y ella no dejaba de ser una niñita que ahora estaba a su completa merced. Y entonces hizo lo que menos debería haber hecho: —No... por favor... —le suplicó, absolutamente aterrorizada. —Pero antes, prefiero oír tu risa. ¿Sabes? —continuó él—. La gente dice que mi risa les infunde desconfianza, miedo. Nunca entiendo por qué. Adopté ese nombre por mi risa, como tú bien sabrás. Cierto día, se me ocurrió: "oye, Warau, ¿y por qué no haces reír a los demás? Así tu nombre adoptará otro significado". Volvió a reír. Ayame volvió a sollozar. Y entonces se alejó de ella. Sin embargo, poco duraría su alivio. La Risa se dio la vuelta hacia ella y extendió ambas manos. Una serie de hilos de energía brotaron de sus largos dedos y Ayame volvió a gemir con dolor cuando terminaron clavándose en sus axilas, el interior de sus muslos, dentro de sus botas enroscándose en torno a sus tobillos y alcanzando las plantas de sus pies, por debajo de su ropa acariciando su piel, en la espalda... —Luego recordé que mi oficio era el de torturador. Y se me ocurrió una aplicación práctica de ese... concepto. —¡Espera! ¡¿Qué vas a...?! —comenzó a preguntar, pero entonces lo sintió. Al principio fue como una pequeña caricia, pero entonces todo su cuerpo reaccionó. Ayame jadeó y trató de resistirlo, pero fue imposible. Cosquillas. Cosquillas en la planta de los pies, entre los dedos, junto al ombligo, en las axilas, en el interior de los muslos. Rompió a reír y se revolvió entre sus ataduras, pero fue del todo inútil. No podía moverse, no tenía modo de escapar de los hilos de Warau... Y su cuerpo respondía de forma automática a un estímulo que ella ni siquiera podía controlar. Reía y reía... Pero enseguida las lágrimas acudieron a sus ojos. Porque aquellas cosquillas no eran placenteras. Eran las cosquillas de un torturador, y Ayame se sintió sucia y manoseada. Seguía riendo y el dolor no tardó en acumularse en sus mejillas, en su pecho, en sus costillas. Y las risas se vieron intercaladas con los sollozos... Y más súplicas a un torturador que sin duda se deleitaría con ellas. —¡¡¡¡JAJAJAJAJAJA!!!! Por favor... ¡Jajajaja! Basta... No... ¡Jajajajaja...! N... no... Jajajaja... ayuda... jaja... ayud... «¡Kokuō... p... por favor!» El chakra volvió a estallar de cada uno de los poros de su piel. Blanco como la nieve pero ardiente como el vapor del agua en ebullición. Y sería ese calor rompería las cadenas que la apresaban. Y Ayame cayó al suelo entre resuellos y jadeos, tratando de recuperar el aire perdido pero, aún tirada de aquella manera, sus ojos aguamarina bañados en el color de la sangre no perdían de vista al torturador. La capa de chakra volvía a envolverla en su abrazo protector. Así, lentamente, y con el cuerpo aún temblándole violentamente, Ayame apoyó una de sus patas delanteras en el suelo y comenzó a reincorporarse... —T... tú... maldito sádico... monstruo... RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Sama-sama - 24/09/2017 Mogura logró abrirse paso entre los escombros gracias a la técnica de fuerza sobrehumana de la que les había informado a sus compañeros. Cuando Shanise le vio correr hacia ella, la mujer puso una cara de terror. —¡No! Mogura-san... Manase... Debes ayudar a Ayame... Es la jinchuuriki... A Ayame... Sin embargo, cuando Mogura empezó a usar el Shousen no Jutsu sobre sus heridas, no pudo evitar dejar escapar un suspiro de alivio y de echar la cara hacia atrás. Se dejó lamer por aquella energía verde durante un rato, cerrando los párpados. —E-espero que... Que no haga ninguna locura. Es sólo una niña. »Aunque la hijaputa pega fuerte, eh. · · · Warau también reía. Reía con aquella estridente carcajada mientras movía los dedos y disfrutaba de la agonía de su víctima. pero Warau no contaba con una cosa. Warau no sabía... Él no sabía que el bijuu estaba colaborando con Ayame. De hecho, siquiera desconocía que el Gogyō Fūin se podía romper. Por eso la risa cesó cuando, después de salir volando debido a la onda de chakra que había emitido Ayame, se levantó y la vio allí, a lo lejos, liberada de su atadura. Y su cara era de pura ira. Porque no había nada peor en el mundo para Warau que que alguien interrumpiese sus sádicos rituales de tortura. —Hija de perra. ¡¡Hija de perra!! ¡¡¡Os he dicho que sois meros juguetes!!! Warau se mordió el dedo pulgar. —Esto se acaba aquí. No mereces ser un juguete. Y si no mereces ser un juguete, no mereces existir. «Ayame, es la hora. ¡Vamos allá, juntas!» —¡Kuchiyose no Jutsu! Una nube de humo gigantesca revelaría, más pronto que tarde, la figura de un zorro blanco, gigantesco, de ojos purpúreos, gigantesco, que se sostenía sobre dos patas, sentado, y empuñaba una katana entre sus zarpas. Sería una katana, si no hubiera medido más de cincuenta metros de largo. «¡¡Ayame, contraataquemos!!» La hoja de la espada se dirigía directa hacia ella. Warau montaba el zorro, en el lomo, riéndose, riéndose... · · · Las heridas de Shanise estaban prácticamente curadas. Se estaba reincorporando, con dificultad, después de que Mogura sanara provisionalmente sus heridas y le aplicase uno de sus vendajes. Y entonces... ...se oyó un estruendo lejano. —¡¡Mierda!! ¿Qué ha sido eso? ¡Ayame! Shanise prácticamente tiró de la mano de Mogura y le obligó a moverse. Salieron por el pasillo largo con las puertas para el que el médico había diseñado una nueva entrada. RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Aotsuki Ayame - 24/09/2017 Las risas de Warau se interrumpieron cuando el hombre salió despedido por la onda de chakra que emitió el cuerpo de Ayame. Y sus oídos agradecieron profundamente el descanso de escuchar aquel chirriante sonido. Aunque no podía decir que el gesto de su enemigo fuese mucho más calmante. Sus ojos dorados la acuchillaban desde un rostro completamente crispado por una ira prácticamente primitiva. —Hija de perra. ¡¡Hija de perra!! ¡¡¡Os he dicho que sois meros juguetes!!! —Y yo te he dicho que no puedes controlarme —le replicó ella, mostrándole los dientes. Entonces el hombre se mordió el dedo pulgar. —Esto se acaba aquí. No mereces ser un juguete. Y si no mereces ser un juguete, no mereces existir. «Ayame, es la hora. ¡Vamos allá, juntas!» Dijo Kokuō en su interior, y Ayame tensó todos los músculos del cuerpo. No había hecho aquello jamás. Y aún recordaba con claridad que la última vez que se abandonó a sus sentimientos terminó destruyendo la Academia de Kirigakure y matando a cientos de inocentes en el proceso... —¡Kuchiyose no Jutsu! Pero había pasado mucho, mucho tiempo desde aquello. Ni ella era la misma Ayame de entonces, ni Kokuō tampoco lo era. Ni siquiera su relación era la misma de entonces. Una densa nube de humo invadió el espacio cuando Warau apoyó la mano en el suelo. Desde su interior, los jirones se removieron y terminaron por disiparse cuando un colosal zorro blanco de ojos púrpureos se alzó sobre sus patas traseras y se sentó en el suelo empuñando una espada... de más de cincuenta metros de filo. Y, sobre su lomo, Warau reía. Y pese a la situación, Ayame no sintió miedo. «¡¡Ayame, contraataquemos!!» repitió Kokuō. Y Ayame gritó con todas sus fuerzas. Y el grito se convirtió en un bramido. Porque ahora eran uña y carne. Eran mucho más que Jinchūriki y Bijū. Eran amigas. E iban a protegerse con sus propias vidas. La hoja descendió sobre ella a toda velocidad. Pero ellas se impulsaron sobre sus patas traseras y saltaron antes de que la espada pudiera alcanzarlas. El Gobi se alzó sobre la ciudad un instante, un colosal caballo con cabeza de cetáceo con cuatro cuernos sobre la frente, y cinco colas ondeando tras su cuerpo en el aire. La gravedad hizo el resto del trabajo, tiró de la bestia hacia abajo, sus cascos aplastaron contra el suelo la espada del zorro y, con un renovado impulso, se lanzó hacia delante y agachó la cabeza para cornear con todas sus fuerzas al cánido. El Gobi había vuelto a la Ciudad Fantasma. RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Manase Mogura - 24/09/2017 —¡No! Mogura-san... Manase... Debes ayudar a Ayame... Es la jinchuuriki... A Ayame... La expresión horrorisada de Shanise no tardó en desaparecer al comenzar a sentir los efectos de la palma mística. Mogura era consciente de cual era su objetivo, pero también entendía que la mejor herramienta que tenía para proteger a Ayame era Shanise. Y no podía proteger a la jinchuuriki si dejaba que ella muriese. —E-espero que... Que no haga ninguna locura. Es sólo una niña. Solo una niña, haciéndole tiempo peleando sola contra un loco. »Aunque la hijaputa pega fuerte, eh. No pudo evitar hacer una mueca de desagrado al imaginarse en la situación de la ANBU, con el golpe de la joven jinchuuriki en el costado. Por suerte aún tiene que mejorar su puntería... Se atrevió a decir con un tono serio pero haciendo un comentario un tanto jocoso. · · · Al cabo de un rato, las heridas de la mujer estarían curadas, el peligro de muerte volvería a ser un concepto ligado a la naturaleza de la situación. Las heridas habían sido atendidas y un vendaje habría sido aplicado, con eso, Shanise podría volver a pelear pero una atención más apropiada sería necesaria más tarde. Asistió a su superior cuando se intentaba poner de pie cuando de repente se escuchó el estruendo. «¡Aotsuki-san!» No pudo evitar pensar. —¡¡Mierda!! ¿Qué ha sido eso? ¡Ayame! Sintió el tirón y no tardó mucho más en darse a la carrera junto a la kunoichi. No hubo más derrumbes por suerte y la entrada que había fabricado aún seguía siendo útil a los propósitos del muchacho. Sin perder tiempo alguno, la dupla se dirigiría en dirección a la fuente de aquel poderoso estruendo. ¡¿Qué...?! Soltó cuando se detuvo en un momento al ver la enorme bestia zorruna armada con una espada de frente a... El Gobi. Una criatura cuadrúpeda con un cuerpo parecido al de un caballo y una cabeza que recordaba a alguna especie cetácea pero con cuernos, lo que sin duda alguna hacía que aquella bestia fuese inconfundible eran sus colas, cinco colas. Su expresión, que denotaba clara sorpresa, esbozó una mueca de temor al pensar en lo que eso significaba. «¿Está Aotsuki-san...?» ¿Qué había pasado con Ayame? ¿Había muerto o qué? «¿Acaso no lo logró?» Su pulso tembló un momento y solo fue interrumpido cuando aquel zorro atacó con su katana al cuadrúpedo, iniciando la batalla entre colosos. Shanise y Mogura en ese momento se volverían espectadores a menos que tuviesen la capacidad de intervenir. El joven médico tragó saliva y apretando los puños miró a su superior. Shanise-san, el hilo. ¿Será posible sellarlo en este momento? El Gobi estaba liberado para bien y para mal, a pesar de las posibilidades estúpidamente bajas, había vuelto a la Ciudad Fantasma. Y estaba peleando contra un zorro gigante. A menos que la mujer pudiese ponerse a la altura de la contienda, la idea de aprovechar el combate para sellar el hilo podría llegar a sonar como una buena idea. Aotsuki Ayame podría haber caído para nada de lo contrario. RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Sama-sama - 24/09/2017 Shanise y Mogura entraron en escena. Porque desde luego, aquello era una escena. Una escena de batalla de dimensiones colosales. Shanise se quedó unos instantes mirando a aquellos dos animales gigantes. Observó al Gobi durante unos instantes y entrecerró los ojos. —Shanise-san, el hilo. ¿Será posible sellarlo en este momento? La jounin sacudió la cabeza. Observó el torrente gigantesco de energía verde, subiendo por detrás de Kokuo. —No lo sé, me parece un poco arriesgado —contestó ella. Sonrió, sardónica—. Dime, Mogura-san. ¿Te apetece morir aplastado por una pezuña? Entonces, la mujer pareció darse cuenta de algo. Miró hacia Ayame. —Mogura, ¿dijiste que podías utilizar una especie de súper fuerza? »Arrójame hacia allá. —Señaló al lomo del Gobi. RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Manase Mogura - 24/09/2017 La jounin sacudió la cabeza. Observó el torrente gigantesco de energía verde, subiendo por detrás de Kokuo. —No lo sé, me parece un poco arriesgado. Dime, Mogura-san. ¿Te apetece morir aplastado por una pezuña? No era la clase de respuesta que le apetecía escuchar y sin duda alguna la elección de palabras podría haberse resumido a un simple "No". Entiendo. Contestó el joven médico y observó un par de segundos más la escena de combate entre las bestias. Pero parecía que no estaba viendo lo mismo que veía Shanise. —Mogura, ¿dijiste que podías utilizar una especie de súper fuerza? Así es. Se limitó a contestar, asintiendo con la cabeza y haciendo un esfeurzo por recuperar su expresión habitual. »Arrójame hacia allá. Pero desde luego no era un momento habitual el que estaban pasando, y las ordenes no parecían normales tampoco. La orden de su superior parecía estar más allá de lo que el joven médico podía comprender en ese instante, acababa de sanar sus heridas y ahora quería ir a ver la pelea de cerca. Hai. Estiró sus manos hasta la fémina, tomándola de la ropa y entonces tiraría de ella, echando mano al Okasho en el momento preciso, con esto terminaría lanzando a la ANBU en la dirección ordenada. Mogura quedaría solo siendo el único espectador. RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Sama-sama - 24/09/2017 Los cuernos del Gobi chocaron contra el costado del zorro gigante, que gritó con sumo dolor y fue empujado hacia atrás, derribando varios edificios por el camino. Warau era ahora una pequeña mancha, que había quedado en el aire tras dar un pequeño salto, y aterrizó sobre el lomo de Ayame, aferrándose al pelaje con fuerza. Warau no tenía forma de manejar aquello. ¿Qué se supone que debía herir a un bijuu? De cualquier forma, por intentarlo no pasaba nada, así que extrajo un filo desde la palma de su mano y lo clavó en el lomo del animal. Ayame sentiría una punzada de dolor, como una picadura, pero mucho más dañina, allí donde la Risa había clavado la espada. Y entonces, un shuriken gigante se clavó en el costado de Warau y lo despegó de lomos del animal, arrojándolo por la borda. Shanise estaba allí, volando, y estiró de la cadena que unía a su arma especial para acercarse a toda velocidad contra el enemigo. —¡Gousuiwan! —exclamó, y golpeó en la cabeza al hombre, que salió disparado hacia un edificio y lo atravesó rompiendo una ventana. Shanise, aún enganchada a la cadena, entró junto a él y rodó, reincorporándose. Warau se quitó el arma sin derramar apenas una gota de sangre. —Primero hilos, ahora resulta que no sangras. ¿Dominas el arte de la Marioneta Humana, pues? —Kishishishi. Veo que conoces a más gente como yo. Pero yo soy el mejor. Y tú estás muerta. —¿Que estoy muerta? ¡Já! Que te lo crees t-... Warau disparó su brazo, desencajándolo del cuerpo, y atravesó a Shanise a la altura del corazón con el filo que había usado para atacar al Gobi. —Muerta. Y ahora, si me permites, déjame que vaya a encargarme de la niña. · · · El zorro contraatacaba a Ayame. Esta vez, abrió sus fauces y disparó una bola de fuego gigantesca, directa a ella. «¡¡Lanza un laser de bijuudama!! ¡Atravesará al fuego y le daremos en toda la cara! ¡Acabarás con él!» · · · —¡Bien! Ha matado a mi... Arf... Clon. ¡Es una marioneta humana! Tenemos que darle justo en el corazón, si no, no conseguiremos matarlo. ¡Mira, por allá va! »Escúchame bien, Mogura, necesito que vayas y te hagas... el valiente. Haz como que... como que le atacas. Como que quieres vengar a tus... compañeras. Y, y, cuando lo distraigas... Yo le daré el golpe de gracia. Warau, desesperado, estaba mirando de un lado a otro, ignorando todo lo demás. —¡Qué raro, parece que esté buscando algo! · · · «Después, ¡más vale que vuelvas a tu forma original! Si no, me temo que va a ser muy difícil que no hieras a tus compañeros. Esta vez, nada de ataques apresurados. ¡Y mejor con la versión 1! Así podrás deshacerte en agua si te golpean. ¿De acuerdo?» RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Aotsuki Ayame - 25/09/2017 El choque entre las dos bestias fue brutal. El zorro chilló de dolor cuando los cuernos de Kokuō arremetieron contra su costado y terminó embestido y empujado. En su trayectoria chocó contra varios edificios, que no tardaron en desmoronarse bajo el peso del colosal animal. Sin embargo, si en algún momento llegaba a creer que con aquello se había terminado todo, estaba muy equivocada. Un súbito pinchazo en el lomo la hizo aullar de dolor y el Gobi se revolvió arqueando el lomo y pateando el suelo con sus cascos, tratando por todos los medios de quitarse de encima aquel inesperado insecto. Una avispa de la que no quería escuchar su risa. Y, por si fuera poco, el zorro volvía a levantarse y abría sus fauces para lanzar una bola de fuego gigantesca hacia ella. «¡¡Lanza un laser de Bijūdama!! ¡Atravesará al fuego y le daremos en toda la cara! ¡Acabarás con él!» No necesitó que se lo dijeran dos veces. Abrió sus fauces, y volvió a acumular el chakra positivo y negativo entre los afilados colmillos, y, cuando consiguió la cantidad y el balance adecuado entre ellos, cerró las mandíbulas y cuando ya sentía el abrasador calor del fuego a punto de abrazarla, disparó. El láser atravesó las llamas, que se disiparon a su alrededor sin llegar a tocarla, y dieron de lleno con el zorro, que cayó derrotado con un último chillido que laceró sus oídos sin piedad. «Después, ¡más vale que vuelvas a tu forma original! Si no, me temo que va a ser muy difícil que no hieras a tus compañeros. Esta vez, nada de ataques apresurados. ¡Y mejor con la versión 1! Así podrás deshacerte en agua si te golpean. ¿De acuerdo?» Ayame no respondió enseguida. De un momento a otro volvió a su forma humana, envuelta en la primera capa de chakra. Esta era mucho menos concentrada que la segunda que había utilizado al comienzo del combate, no era más que una capa de energía traslúcida que se extendía por detrás de ella y sobre su cabeza formando los esbozos de cinco colas y cuatro cuernos, pero a excepción de otros rasgos ferales del Gobi (como eran los ojos aguamarina, los párpados bañados en sangre y los dientes afilados) aún dejaba sus rasgos a la vista y le permitía conservar sus habilidades de combate. —Da... dame unos segundos... —suplicó. Y es que, pese a su aspecto salvaje, su cuerpo de niña seguía temblando sin control y las lágrimas seguían rodando por sus mejillas. No podía dejar de recordar la pesadilla por la que acababa de pasar y se sentía aterrorizada y avergonzada a partes iguales. Sollozó, sin poder contenerse. Warau la había manipulado como se le había antojado. Y si Kokuō no la hubiese ayudado... ella... ella... Sólo al cabo de un par de minutos acudió ligeramente la cabeza, y se enjugó las lágrimas. Tenía mucho miedo, pero no era momento de ponerse a llorar. Warau seguía por ahí, en alguna parte, y sólo era cuestión de tiempo que volviera a por ella. —¿Estás segura de esto, Kokuō? Conoces mi Suika y ya has visto qué elementos maneja: el Doton y el Raiton, ambas fuertes contra mi elemento. Y por si fuera poco también domina el Fūinjutsu... Si nos vuelve a atrapar con esa técnica... Dudo que tengamos la misma suerte de antes. Si es que podía llamarlo suerte al ser torturada por aquel loco. Warau parecía su antítesis. Parecía estar hecho para destruirla a ella... De todas maneras, calló y escuchó con atención mientras sus ojos recorrían ávidos la zona, buscando cualquier sonido que le pudiera indicar dónde se encontraba su enemigo. RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Manase Mogura - 25/09/2017 La shuriken de Shanise daría de lleno en Warau, derribandolo del lomo de aquella bestia zorro samurai. La ANBU recortando la distancia gracias a la ayuda del joven médico, no demoró mucho más en tirar de la cadena que unía a su arma especial para terminar de cerrar las distancias con aquel loco. Mogura, que se encontraba en una distancia segura vio como su superior golpeó en la cabeza al hombre, y como este salió disparado contra un edificio, lo atravesó rompiendo una ventana y Shanise le siguió aferrándose a la cadena que la unía a la Fuuma Shuriken. «¿Y ahora? No puedo ver...» Temió por un momento lo peor, se suponía que tenía que confiar en las decisiones de su superior. Pero acaba de curar las heridas de la ANBU y ahora esta se había arrojado a un combate cuerpo a cuerpo contra un sujeto que no le tomó más que un par de segundos dejarla fuera de combate. · · · —¡Bien! Ha matado a mi... Arf... Clon. ¡Es una marioneta humana! Tenemos que darle justo en el corazón, si no, no conseguiremos matarlo. ¡Mira, por allá va! Mogura se giró de golpe en dirección a la voz de Shanise. «¿Qué?» Pensó, no había sido capaz de apreciar el momento en que la fémina hizo uso de su técnica. Había lanzado una falsa Shanise, y no le dijeron nada. »Escúchame bien, Mogura, necesito que vayas y te hagas... el valiente. Haz como que... como que le atacas. Como que quieres vengar a tus... compañeras. Y, y, cuando lo distraigas... Yo le daré el golpe de gracia. Miró con una seria expresión a la mujer, entonces asentiría con un gesto de su cabeza. Bien. A lo lejos, Warau, de forma desesperada miraba de un lado a otro, pasando de todo. —¡Qué raro, parece que esté buscando algo! Algo. ¿Qué clase de algo podría estar buscando un sujeto como ese? «Creo que tengo una idea.» Pensó al darse a la carrera en dirección al encuentro con el enemigo. No tenía ninguna certeza de lo que estaría buscando pero no pensaba dejar escapar la oportunidad de aprovechar esa duda. Por un momento el joven médico tuvo que hacer a un lado su atención de la pelea de titanes que estaba finalizando a una distancia no tan lejana, pudo llegar a apreciar el láser que el Gobi lanzaría a modo de contraataque pero poco más. · · · ¡Vaya...! Exclamó llamando la atención mientras salía del costado de un edificio en ruinas quedando a unos metros del loco aquel. Tenía una mano dentro de su sobretodo y en su rostro mostraba una expresión de sorpresa, como si hubiese encontrado la cosa más importante del mundo. Esto sin duda cambia un poco las cosas... Agregó con un tono jocoso y entonces llevaría su mirada a Warau. ¡Quizás si le llevo esto a Arashikage-sama no se enojará tanto por haber dejado morir a mis compañeras...! Comentaría con una ligera sonrisa en el rostro, conservando aquel tono para nada serio. Supongo que servirá como prueba de que me encontré con el loco adecuado. Su rostro entonces se volvería serio como siempre y quizás un poco más. ¿No le parece? Consultaría volviendo a su tono usual de voz. RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Sama-sama - 25/09/2017 Warau giró el rostro hacia una voz. Allí estaba el tercer integrante del grupo. El que había salido corriendo. La Risa miró hacia un lado y hacia otro, buscando a la jounin. «Parecía más preocupado antes, eso significa que ella estará por aquí. Debo andarme con oj...» El genin tenía la mano metida dentro de la ropa, aparentemente, sujetando algo. Warau, que había echado a caminar hacia él a buen paso, se detuvo inmediatamente. —N... n-no, por f-favor. No toques eso. ¡Devuélvemelo! —bramó, con una actitud totalmente diferente a la que había mostrado anteriormente. —Esto sin duda cambia un poco las cosas... ¡Quizás si le llevo esto a Arashikage-sama no se enojará tanto por haber dejado morir a mis compañeras...! «M-mierda, cualquier movimiento con la mano fuera de lugar y... y... N-no...» —¡¡SUELTA ESO, GILIPO...!! Una katana atravesó su cuerpo a la altura del corazón. Warau rio. Rio desesperadamente. Y pensar que por un momento le habían hecho sentir miedo a él. ¡A él! —¡Kishishishi...! Así que se trataba de eso, ¿eh? De una treta para matar al viejo marionetista apuñalándolo por la espalda... Pues adivinad qué. Dejó que la túnica se escurriera entre sus mangas. Warau era un ser hecho completamente de madera. Shanise abrió los ojos con extrema sorpresa: ni siquiera disponía de un corazón. ¡Aquél hombre no era siquiera humano! ¡Ni una pizca! Tragó saliva. —Hace tiempo que dejé cualquier atisbo de... limitación atrás. —Warau cogió el filo de la katana y empujó hacia adelante, separándose de la mujer poco a poco—. Ahora, si me disculpáis, creo que debería mata... Al girarse para encarar a Shanise, Warau vio su mayor temor convertido en realidad. Y por primera vez en su vida, porque ni siquiera lo que había sentido hacía unos segundos se había podido catalogar como tal... —¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!! La Risa lloró. · · · Ayame avanzó a toda velocidad hacia sus compañeros. Lo hizo desde que vio a Warau buscando el Amuleto, lo hizo desde que Mogura salió de aquél edificio con la mano dentro de la ropa. Vio a Shanise moverse a toda velocidad y clavarle la katana por la espalda al marionetista. Y entonces, detectó también un brillo a cinco metros de ella, todavía muy por detrás de la otra escena. «¡Es el Amuleto del Reinicio, señorita! ¡Rápido, por favor, destrúyalo! ¡Destrúyalo! Un ataque normal no bastará, tendrá que dar todo de sí.» En el interior de la mente de Ayame, el Gobi le dio unas instrucciones. RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - Aotsuki Ayame - 25/09/2017 Ayame corrió. Corrió como nunca antes lo había hecho. Corrió con toda la fuerza de sus piernas y con toda la rapidez que era capaz de alcanzar. Sorteó algún que otro obstáculo, saltó alguna tubería que se había soltado de su estructura, pasó a través de huecos tan estrechos que sería imposible para cualquier persona que no fuera Hōzuki e incluso utilizó la caminata vertical para sobrepasar los muros de escombros que se interponían en su camino. Y al fin los vio. Warau buscaba algo en el suelo. Mogura se acercaba a él, captando su atención y Shanise se abalanzaba sobre el marionetista aprovechando su distracción. Pero, sobre todo, vio un sutil destello a cinco metros de ella. Ayame se abalanzó sobre él y lo tomó entre sus manos. Era un colgante. Un pequeño reloj de arena dorado que colgaba de una fina cadena de metal. Podría haber pasado por una alhaja cualquiera, si no fuera por la extraña niebla verde que se arremolinaba dentro del reloj. «Es... parecida a la energía del hilo.» Meditaba Ayame, fascinada por la belleza del artilugio. «¡Es el Amuleto del Reinicio, señorita! ¡Rápido, por favor, destrúyalo! ¡Destrúyalo! Un ataque normal no bastará, tendrá que dar todo de sí.» Ayame ahogó una exclamación. ¡El Amuleto del Reinicio! ¡Aquel era el colgante que había estado utilizando Warau para reiniciar el mundo una y otra vez! Un amuleto para crear un mundo idílico... Un mundo con las antiguas aldeas... Un mundo en paz... Un mundo con su querida Kirigakure... Con los Bijū libres... Con su padre, su hermano... y su madre... Un mundo con Daruu... Un mundo sin Warau... Ayame tragó saliva. —¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!! —sollozó La Risa. Y entonces hizo lo que tenía que hacer. Aferró el Amuleto del Reinicio con fuerza entre sus manos, y el chakra blanco se condensó alrededor de su cuerpo. Sus rasgos faciales dejaron de ser visibles. El aire hirvió a su alrededor y el peso de su propia energía la obligó a apoyarse sobre sus cuatro extremidades. Tomó el amuleto con una de las colas que se había materializado tras su espalda y, con un terrible bramido que reverberó entre todos y cada uno de los edificios de la Ciudad Fantasma, lo lanzó con todas su fuerzas hacia arriba. El colgante ascendió y ascendió hasta perderse de vista. Y Ayame abrió sus fauces. El aire vibró con fuerza cuando reunió absolutamente todo el chakra en una colosal esfera que, aún comprimida al máximo, debía de medir unos buenos diez metros de diámetro... Y entonces disparó. La bomba salió propulsada y recorrió el aire con un escalofriante silbido supersónico. En algún momento de su recorrido, engulló el colgante y siguió ascendiendo sin descanso en altura. A los ojos de los terrestres, la esfera se fue haciendo paulatinamente más y más pequeña. Hasta apenas convertirse en una débil estrella en el cielo. Y, de repente, la noche se hizo día. El fulgor, blanco como la nieve e intenso como una estrella, se vio acompañado por el atronador estallido. La onda expansiva barrió las nubes del cielo, dejando a la vista una enorme luna menguante, y sacudió con violencia los cuerpos de los que estaban observando la escena desde el plano terrenal... . . . Ayame hundió los hombros y después alzó la mirada hacia Kokuō. Castaño contra aguamarina. Las hojas de otoño seguían danzando a su alrededor, y se obligó a esbozar una sonrisa. —Está hecho, Kokuō-san. El Amuleto ha sido destruido —se interrumpió un momento, la sonrisa se borró de sus labios y algo dentro de su pecho se retorció de dolor—. Q... ¿Qué va a pasar ahora...? —preguntó, con un hilo de voz. Aunque algo dentro de ella no quería saber la respuesta a aquella pregunta. |