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Luchar, almorzar, apostar, y luchar nuevamente - Hanamura Kazuma - 25/03/2016 —¿Estará bien el que te marches tan pronto? —Preguntó la enfermera mientras levantaba las cortinas para que la tenue luz de aquella mañana gris entrara a la habitación. —Si… Después de todo, mis heridas ya sanaron. —Lo cierto era que le habían recomendado el permanecer unos tres días más en cama, pero ya se encontraba harto de aquel sitio. Recogía sus cosas con calma, detallando cada una como si no tuviera prisa. Vio sus viejas ropas, las cuales había llevado puestas durante su combate en el torneo. Debido a la urgencia con la que lo trasladaron al quirófano estas terminaron hechas jirones, el hecho de entregárselas en una bolsa fue por pura cortesía. Las dejo a un lado y observó aquella vestimenta que Naomi le había traído en una de sus visitas, algo con un estilo un poco más juvenil de lo que estaba acostumbrado, pero suficientemente madura para ser de su gusto. —Seguramente es por el torneo… ¿Cierto? —Una leve sonrisa de nostalgia se dibujó en su rostro—. Los ninjas tienen vidas tan violentas y agitadas. Quizás si fuera por lo del torneo o puede que fuera por todo lo demás. Justamente hacia unos días le llegó aquella noticia; Juro tuvo su encuentro con aquella chica de Amegakure. La batalla fue dura y terminó con la derrota de su compañero, pero además de eso no hubo nada por lo cual lamentarse. Poco después de eso se encontró con su camarada y charlo un poco sobre lo sucedido, pero ya hacia dias de aquello y puede que no lo viera de nuevo hasta la final. «Que cosas… Al principio quería que la sensei asistiera y viera que tanto hemos crecido, pero supongo que fue arrogante de mi parte el creer que podríamos mostrarle solo victorias —en su mente correteaba la duda de cómo le verían a la cara la próxima vez que se encontraran con ella—. Ahora espero que no haya sido testigo de… Bueno, de nuestro desempeño.» —Espera… —Apartó su rostro de la ventana y dirigió su mirada hacia el Ishimura que trataba de cambiarse discretamente—. Al menos permíteme revisarte una vez más antes de que te marches, solo para cerciorarme de que estarás bien. Ella era una enfermera joven y hermosa, pero para el Ishimura aquello solo hacía más vergonzoso el que tuviera que mostrarle su cuerpo. Claro, su trabajo se lo tomaba con total seriedad, pero eso no impedía que al terminar le hiciera bromas bochornosas. Cuando mucho tendría unos dieciocho años, con todo y la vitalidad de esa edad. Pero en ocasiones su rostro y su mirar dejaban escapar matices de recuerdos nostálgicos, tal como los de Kazuma, tal como los de cualquiera que ha visto demasiadas cosas para su edad. —Vale, pero rápido que está haciendo frío. —Exigió el joven mientras sentía el aire de la mañana acariciando su piel desnuda. —Bien, entonces aquí vamos. Comenzó tanteando su cuerpo desde los pies, sus manos eran cálidas y mostraban una amabilidad reconfortante. Sus dedos se movían con total destreza, comprobando la tensión y la carga de cada musculo y articulación. Kazuma recordaba haber escuchado que la chica también tenía estudios en fisioterapia y que en ello era una de las mejores. Con la yema de su dedo índice cubrió la cicatriz que le había quedado en el abdomen, provocando un leve escalofrío al jovencito. Aquella era la huella que había quedado de su lucha, una fina línea de un color más claro que su piel que recorría unos veinte centímetros por sobre su ombligo. Por último reviso su rostro y su cabello; observo con atención y curiosidad aquellos ojos tan grises como las nubes que había afuera, y acarició con fuerza aquella gran melena tan blanca como la nieve del último invierno. —Estarás bien —aseguro luego de haber terminado—. La herida está cerrada y tienes sensibilidad en la región. Claro la recomendación obvia es que evites golpes y heridas en el sitio, pero al final eres un ninja así que quizás es pedirte mucho. —Dijo mostrando un principio de puchero. —Gracias, tratare de tener cuidado —comenzó a colocarse la ropa—. Oye, ¿Para qué fue lo de revisarme el cabello? —Esto… Eso solo fue porque me gusta tu cabellera —aseguró sonriente—. Además pensé que podrías ruborizarte un poco, como lo hacías cuando llegaste aqui. Ciertamente era así, aquella resultaba ser la mujer más agraciada de todo el hospital. Su cabello dorado, sus ojos esmeraldas y sus labios rosados como las flores de cerezo, le habían ganado todo un club de fan y eso sin contar a todos los que admiraban las gráciles proporciones de su cuerpo. Lo cierto era que fue quien había tenido que atender a Kazuma durante su estadía y por tanto la encargada de chequear su cuerpo regularmente. Al principio conseguía sacar con mucha facilidad el rubor de los pómulos morenos de su paciente, pero con el pasar de los días este se había acostumbrado a su femenina presencia y a sus bromas vergonzosas. —Oh vamos, no pongas esa cara —dijo al ver la expresión seria del Ishimura—. ¿Es que ya te cansaste de contemplar a la enfermera más linda que has visto? —Preguntó mientras se inclinaba hacia él, consiguiendo que este desviara la mirada— Que linda tu expresión, me recuerda aquel día en que se me hizo tarde por la lluvia y vine con mi uniforme empapado a chequearte, jejeje tanta vitalidad en alguien tan joven... —¡Déjame en paz! —Dijo con un fuerte rubor en su rostro. —Lo siento es que de repente me pareció algo muy lindo. Evitando mirarla para ocultar su momentánea descompostura, siguió vistiéndose. Le habían dejado una bermuda negra y una chaqueta sin mangas y de cuello alto, toda gris y con ribetes negros. También le habían dejado unos zapatos negros, unos guantes y una gorra que hacían juego. En vista de que tenía el cabello demasiado largo, optó por dejar aquella cachucha junto a las ropas rotas que debían de tirar. —Dime —se giró hacia ella con un tono de voz y una expresión muy serias—, ¿Pudiste hacer lo que te pedí? —Sí, la verdad no fue muy difícil —aseguro guiñandole un ojo—, pero sí fue un pedido un poco extraño. —Bien, no me gusta dejar cabos sueltos —el joven le había pedido que borrara de los registros del hospital toda información que tuviera que ver con el o que indicara que le había pasado—. Aquí tienes y disculpa por los problemas. Le arrojó un fardo de billetes y en respuesta la joven le arrojó dos pequeños frascos de plástico. Kazuma los atrapó en el aire y al abrir el puño pudo ver que eran unos antibióticos y algunos analgésicos. No pudo evitar que una leve sonrisa se dibujara en su rostro. Se ajustó su espada en la espalda y tomo su bolso, listo para partir. —Tienes el rostro de alguien que va a buscar problemas —dijo ella a sus espaldas mientras sostenía aquella gorra negra. —Eso no es… —El joven giró y no pudo evitar sentir empatía por aquella sonrisa melancólica y la silueta que la enmarcaba—. Puede que no sea bueno lidiando con las personas, pero sé cómo manejar los problemas —se acercó a ella, tomó la gorra y se la colocó delicadamente—. Después de todo, soy un Shinobi. La enfermera lo acompañó hasta la salida, lugar donde les tocó despedirse. —Gracias por todo, Haruka —Agradeció, sin rastro de pena ni tristeza y sin decir adiós. —Hasta pronto, Kazuma —lo sujetó con fuerza y lo apretujo contra su cuerpo mientras le daba un abrazo fraternal—. Espero que la próxima vez que vengas sea para invitarme a salir y no para que te cure la panza. Intercambiaron una última sonrisa y entonces se puso en marcha. «Bien, es un día frío y gris… Ya no tengo deberes para con el torneo y estoy bastante frustrado… Creo que es buen momento para buscar unos cuantos maleantes.» Y con aquello mente se encaminó hacia la zona baja de la ciudad, en busca de aquello que le era más fácil encontrar y que era en lo que mejor se desenvolvía… Fue en busca de problemas. RE: La odisea de los cautivos - Uchiha Datsue - 26/03/2016 —Aceptar un soborno en pleno combate… delante de todos… ¡Delante de Yubiwa-sama, nada menos! ¿Pero en qué estabas pensando? Datsue, sentado de rodillas en el tatami de la habitación y con la mirada gacha, aguantaba como podía la bronca de sus padres. Su madre se había puesto histérica. Le había chillado, llorado, vuelto a chillar y finalmente se había quedado en silencio, como sin fuerzas. Pero el momento de descanso le duró poco. Su padre había cogido el relevo, y llevaba más de media hora hablándole sin perder fuelle. Repitiendo una y otra vez lo mismo. —¿Escuchas lo que te digo? ¿O todo te entra por un oído y te sale por el otro? El Uchiha se sonrojó. Su padre jamás le había hablado así. —Sí —aseguró de forma casi inaudible—. Te escucho. —Pues no lo parece —aseveró Ryouta—. No lo parece. ¿Qué crees que pensarán todos? Los vecinos, la gente de la Aldea… ¿Qué crees que dirán? Me importa una mierda lo que piensen o digan, quiso decirle. Pero en su lugar apretó los puños contra las rodillas y siguió con la cabeza gacha. —¿Adónde quieres llegar con esto? —siguió preguntando Ryouta—. ¿Adónde crees que llegarás con esa actitud? Ya te lo digo yo —continuó, ante su silencio—: a ningún lado. ¿Crees que algún compañero confiará en ti después de esto? ¿Crees que el Kage confiará en ti para alguna misión importante? Me… importa… una… MIERDA. Apretó los dientes, furioso, pero nuevamente se mantuvo callado. —Has quedado como un shinobi sin honor… ¡Ante todo el mundo! —exclamó Ryouta—. Semejante deshonra no te será fácil de quitar… Lo sabes, ¿no? Nuevamente silencio. —¿Es que no piensas decir nada? —preguntó—. ¡Mírame a la cara, al menos! ¡Después de pasar semejante vergüenza es lo único que te pido! Datsue alzó de pronto los ojos, rojos por unas lágrimas que se negaban a salir. —¡¿Te avergüenzas de mí?! ¡¿Es eso lo que has dicho?! —estalló. El rostro de Ryouta se tiñó de dolor durante unos instantes, como si de pronto se hubiese arrepentido de lo que acababa de decir. —No, Datsu… Claro que no —intervino Naomi—. Tu padre no quería decir eso. —¡Claro que lo ha dicho! —rugió Datsue, dando un manotazo sobre la mesa que los separaba—. ¿Quieres que te hable de vergüenza? —preguntó, con la voz rota. Tenía los ojos anegados en lágrimas y le temblaban los labios, pero la ira que corría por sus venas frenaba por el momento cualquier atisbo de llanto—. ¿Quieres que te hable de deshonor? —escupió aquella última palabra como si le diese asco pronunciarla. —Datsue, tranquilízate —pidió su madre. —Porque tiene gracia que tú me hables de eso, ¿sabes? —continuó Datsue, haciendo caso omiso a Naomi—. Tiene gracia que me lo digas cuando TÚ —gritó, señalándole—, llevas más de diez años sin hacer frente a tu deuda. ¿Acaso eso no es también una vergüenza? —preguntó—. ¿No es una deshonra para ti? —¡Datsue! —protestó su madre, levantándose. Ryouta, en cambio, no dijo nada. Tampoco pareció enfadarse. Tan sólo aguantó la mirada de su hijo, y eso hizo que Datsue todavía se enfadase más. Hubiese preferido que le hubiese gritado, que hubiese perdido la compostura. —¿Sabes lo que más me jode de ti, padre? —le preguntó, levantándose también—. Que siempre estás preocupado por el qué dirán. Por las apariencias… ¡A MÍ ME IMPORTAN UNA MIERDA! —rugió, mientras sacaba el diamante que le había dado Reiji del bolsillo interior de su yukata—. ¡ESTO es lo que me importa! —chilló, estampando el diamante contra la mesa—. ¡Por eso lo hice! ¡Para pagar la deuda! ¡Para pagar la deuda y no tener que seguir escondiéndonos de Okura! ¡Para que Madre no tenga que...! Datsue se mordió la lengua y notó un regusto a sangre. En el último momento, se había controlado para no soltar la barbaridad que llevaba años escondiendo en lo más profundo de su corazón. Sin embargo, su rabia no se había extinguido. —¿Me hablas del qué dirán? ¡Que digan lo que quieran! Los vecinos, mis compañeros… ¡Incluso Yubiwa! ¡NO LES DEBO UNA MIERDA! —¿Qué no les debes…? —Ryouta parecía al borde de un ataque—. A ti te da todo igual, ¿verdad? A ti te importa todo una mierda. —¡Exacto! —chilló, fuera de sí—. ¡Exactamente eso! Sin poder aguantar más aquella conversación, dio media vuelta y salió de la habitación del hotel dando un portazo. Días después… El Uchiha caminaba por la ciudad sin rumbo fijo, cabizbajo. Pensativo, por todas las tonterías que había soltado por la boca días antes. Muchas de ellas ni siquiera las pensaba de verdad. Tan sólo las había dicho para hacerles daño, por estar furioso. Pero ahora que se había calmado, el Uchiha estaba desolado. ¿Cómo podía haberles dicho todo aquello? A sus padres… A sus propios padres. Que le habían acogido como a un hijo propio. Que se habían endeudado hasta las cejas para tratar de curar su enfermedad. Y él les pagaba con la moneda del desprecio, de la ingratitud. Se sentó en un banco, escondió el rostro con las manos y apretó los dientes. Tenía ganas de llorar, de gritar, de pegarse con alguien. Pero, sobre todo, tenía ganas de volver atrás en el tiempo y cambiar las cosas. RE: La odisea de los cautivos - Hanamura Kazuma - 26/03/2016 —No espera… Solo nos divertíamos un poco, no lo volveré a hacer. Por fav… —Sus ruegos fueron interrumpidos por un cabezazo que le quitó algunos de sus ya podridos dientes. El callejón quedó sumido en un silencio agradable y la vista daba fe de una tarea bien hecha; cuerpos inconscientes por todas partes y las paredes con rastros de sangre fresca. Para su registro mental quedaba como una operación casi perfecta; Ningún muerto, algunos rasguños superficiales y unos seis sujetos bien escarmentados. «Van cuatro rondas de esto, pero aun no me siento satisfecho.» —Quizás fuera que, luego de tanto tiempo de estar postrado en una cama, todo su estrés y energía acumulados se manifestaban como un hambre difícil de saciar. Un ruido llamó su atención hacia el fondo del callejón, posiblemente solo fueran las ratas y el sonido de sus agitadas patas al tratar de huir. —Maldición —masculló por lo bajo debido a una flema sanguinolenta que le incomodaba en la garganta—. Ya verás pendejo, te voy a rajar… —Sin la posibilidad de levantarse se arrastró hasta el cuchillo que le había proporcionado tan crueles deleites en el pasado, pero cuando lo tomo una suela fría y dura aplasto su mano contra el suelo—. ¡Aghgggggh! —La ira fue reemplazada por el terror cuando al girar la cabeza vio como dos fríos e inclemente luceros grises se fijaban en el—. ¡Esto no se quedará así cabrón, te juro que sufrirás por esto! Te lo ju... —Pero su parloteo cesó cuando su cabeza rebotó contra el asfalto a causa del pisotón que le acababan de dar. Entonces aquel pasadizo quedó en silencio absoluto. Puede que prestando atención se pudiesen oír algunas respiraciones y uno que otro latir de corazón, pero él no podía escucharles, no tenía oídos para aquellos a quienes despreciaba. Así era como se sentía. Podía percibir los truenos que anunciaban una tormenta, las ramas que cantaban con el viento y las dulces y tentadoras palabras de su filosa compañera. «En el fondo esta ciudad es tan oscura como cualquier otra, y tu seguirás saciando el mismo apetito sin importar donde estés.» «Si… Es hora de que continuemos con nuestro camino.» Un nuevo sonido le sacó de sus pensamientos y le llevó a la realidad de aquel sitio. En una esquina, temblorosa y asustada, se encontraba una jovencita pelirroja de más o menos su misma edad. Ahora lo recordaba; Ella había estado ahí desde el principio y era la razón de que él estuviera allí también. Probablemente ya no temblará por el miedo, pues ya no había quien le hiciese daño, sino por el frío aire que golpeaba su desnudo ser. De los cuerpos inertes tomó las piezas de ropa que más abrigan e hizo un fardo con ellas. —Toma —le arrojó algo con lo cual cubrirse—. Vete a casa y no vuelvas a pasar por aquí. Se encaminó hacia el extremo opuesto del callejon, llegando a la salida y dejando que la fría luz dibujara su silueta. Algo le detuvo antes de retirarse, intercalo su vista entre aquella chica vistiendose y la blanca pared que tenía enfrente. Se agacho y del suelo tomó una especie de lata, realizó algunos gestos frente a la pared y entonces su labor estuvo completa. Camino hacia la calle y dejo que el aire frío llenara sus pulmones. De su bolsillo sacó un pequeño frasco del cual extrajo un par de aspirinas que se tomó con calma, y entonces sus piernas comenzaron a llevarlo hacia algún otro lugar, sin dudar y sin mirar atrás. En la callejuela solo había quedado aquella niña que parecía sentirse un poco más segura estando vestida. Por mera curiosidad infantil se asomo a aquella pared de color calcáreo que el muchacho estaba viendo. En un rojo brillante decía: “Aquí hemos de realizar una violacion - Eddishi el penas”. Pero la palabra estaba tachada y por encima de ella, en un gris oscuro, rezaba: “Aquí se ha evitado una violación - El fantasma gris”. Con lágrimas en los ojos la pelirroja agradeció que la ominosa predicción de la oración roja fuese superada por las grises palabras del fantasmal mensaje de quien le había salvado. Mientras tanto, a unas cuantas calles de allí. Estaban aburridos, estaban hartos y solo querían pasar el rato como solían hacerlo siempre. Lamentablemente para ellos no había nadie de una “liga” adecuada que satisficiera sus patéticas necesidades, o al menos eso pensaban ellos hasta que pusieron sus ojos sobre aquel muchacho. Se notaba que el chico no era de por ahí, puesto que nadie tomaba aquel banquillo en el cual estaba sentado. Claro, nadie lo tomaba porque prácticamente era un letrero que decía: “Estoy solo asáltenme”. ¿Pero quién podría culparlo?, si la zona mala de la ciudad estaba llena de sitios que podrían tener ese mismo letrero. —Veamos que nos trajo el viento muchachos —dijo el que parecía ser el líder. Se separaron de la pared en la que estaban y comenzaron su caminar hacia el jovencito. No tardaron mucho en llegar y hacer sombra en aquel sitio con sus enormes cuerpos típicos de los matones. De hecho todo en ellos era típico; las cicatrices, los tatuajes, el pelo rapado y aquella expresión facial exagerada. Los tres eran exactamente iguales a excepción de su color de piel. —¡Vaya, vaya ¿Qué tenemos aquí chicos?! —Sintio como subía su adrenalina al percibir el aire pesaroso que rodeaba a aquel muchacho de melena negra. Una cosa era molestar a un inocente, pero molestar a un inocente en estado de debilidad era algo que le excitaba de manera retorcida. —Oh, oh, es un llorón, uno de tus favoritos jefe —Profirió el más corto de luces. —A tu hermano Eddishi le encantaría encontrarse uno de estos —Admitió el que parecía estar de segundo en la cadena de mando. —¡Oh sí! —Puso su enorme bota sobre un borde de la banca y procedió a exhalar su fétido aliento hacia la figura del joven—. Dime niño ¿Tienes idea de en que te acabas de meter? RE: La odisea de los cautivos - Uchiha Datsue - 26/03/2016 Escuchó pasos acercándose. Voces. ¿Le hablaban a él? Lo más probable. Cuando uno tiene mala suerte lo tiene para todo, hasta para que lo molesten cuando está en horas bajas. Se frotó los ojos, que estaban húmedos porque algo se le había metido en ellos… o eso se decía él. Entonces alzó la vista y los vio. Tres matones —porque por su aspecto no podían ser otra cosa—, se posicionaban frente a él. —Dime niño ¿Tienes idea de en que te acabas de meter? Datsue parpadeó dos veces, miró a izquierda y derecha y se encogió de hombros. —¿Es una pregunta trampa? —preguntó finalmente—. Diría que en un banco... pero estoy seguro que tú tienes una respuesta mucho más ingeniosa. RE: La odisea de los cautivos - Hanamura Kazuma - 26/03/2016 La brisa era fría y estaba cargada de humedad, confiriéndole a aquella calle por donde circulaba un ambiente lúgubre. Hacía unos minutos había varias personas transitando por allí, pero ya se habían ido. Todas fueron a refugiarse y no por las densas nubes que ocultaban el sol y amenazaban con una fuerte lluvia, si no por la intimidante presencia de aquellos que se autoproclaman reyes del lugar. Si, algunos vieron que su nueva presa se había manifestado en forma de un jovencito de cabellos negros, pero solo les quedaba mirar hacia otro lado y agradecer que no fueran ellos los agredidos… Era lo que se acostumbraba en aquel sitio. —¿Es una pregunta trampa? —preguntó finalmente—. Diría que en un banco... pero estoy seguro que tú tienes una respuesta mucho más ingeniosa. El matón del medio ni se inmuto ante aquella respuesta, pero los que yacían a su lado mostraron un rostro bastante perturbado mientras miraban a su jefe, la típica expresión de “Ahora si se armo la gorda”. Retrocedieron un poco y se fueron colocando a en los laterales del asiento, improvisando una especie de rodeo. —¡Pero qué niñito más listo! —Su tono de voz alegre y su gran sonrisa parecían provocar temor en sus propios aliados—. ¡Pero fíjate en que no es solo una banca! —llamo su atención haciendo un gesto como el de los niños al secretear—. ¡En realidad es la banca de la diversión! ¡Jajaja! Así que vamos, divirtamonos un rato, como buenos niños. —Inmediatamente su expresión se transformó en una más maliciosa y retorcida, mientras su mano se movía a gran velocidad y con toda intención de propinarle un descomunal bofetón al chico del banco. A tan solo una calle de allí, una figura caminaba como llevada por los vientos de tormenta. Cargando consigo una melena blanca que ondeaba con fuerza y un silbido tan lúgubre como el aire que le rodeaba. RE: La odisea de los cautivos - Uchiha Datsue - 26/03/2016 No me lo puedo creer… ¿En serio van a…? Dos de los matones le estaban rodeando, como a una presa que todavía no se hubiese dado cuenta del peligro. ¿Pero qué peligro podía haber? Era imposible que le hiciesen nada. ¿Cómo iban a hacerle algo allí, en plena ciudad de los Dojos? Justo ahora que se estaba celebrando el Torneo… Justo ahora que la seguridad se había incrementado y había samuráis por todas partes. No, es imposible que sean tan estúpidos como para… La manaza de aquel hombre restalló en su mejilla como un látigo. Los oídos le zumbaron y su mente tardó un poco en asimilar lo que había pasado. Le habían pegado, eso estaba claro, y en la cara... ... ¡EN LA CARA! Dígase una cosa de Uchiha Datsue: odia que le peguen en la cara. —¡Serás hijo de…! Se abalanzó sobre aquel malnacido, descargando toda su rabia, toda su frustración en un mordisco. Mordió lo primero que vio: la nariz, una oreja… no estaba seguro. Pero en cuanto atrapó algo con los dientes, su mandíbula se cerró como un perro de presa, negándose a soltar la carne hasta haberla arrancado de su cuerpo o quedar inconsciente por los golpes que se avecinaban... RE: La odisea de los cautivos - Hanamura Kazuma - 26/03/2016 “¡PAFFFFFFFFFFF!” Se encontraba observando el cielo gris desde la entrada de un callejon cuando el fuerte y familiar sonido de una bofetada llamó su atención. Levantó el bolso que descansaba en el suelo y fue a averiguar si aquel violento sonido correspondía a una acción violenta como la que se imaginaba. —Bubu Baba, el bebe se quedo sin nada ingenioso que decir —La burla y aquella familiar sensación de ardor en la mano lo ponían eufórico—.¡Vamos, amiguito, di algo! Jajajaja. —¡Serás hijo de…! Entonces, cual fiera, el muchacho se arrojó sobre el hombretón. De lejos cualquiera hubiera podido pensar que se habían ido de manos, pero lo cierto es que el joven de cabellos negros se arrojó de boca contra su oponente. Probablemente no apunto a ninguna parte en concreto y debido a eso sus dientes se enterraron en el musculoso hombro del matón. —¡Ayyyyyyyyyyyy! —Gritó en un tono más agudo de lo que se podría esperar de alguien con su ruda apariencia de pandillero—. ¡Maldito, loco idiota, suéltame! Los esbirros de aquel sujeto no encontraban como socorrerlo, pues parecía imposible quitar al chico sin retirar buena parte del hombro junto con él. Los lacayos le dieron algunos golpes en la cabeza hasta que por fin consiguieron que se aflojara. En ese instante el líder se lo quitó de encima y haciendo gala de una fuerza bruta bastante impresionante, arrojó aquel joven cuerpo hacia el centro de la calle. —¡Ouch! —Sintió como si un saco de patatas acabara de mandarle contra el suelo. Habiendo escuchado algunos gritos decidió acercarse. Observó la situación por unos instantes y cuando se había decidido a alzar la voz e intervenir, algo salió volando en su dirección. El impacto fue suficiente como para tomarlo por sorpresa, pero lo que más lo sorprendió fue ver que le habían arrojado a una persona. Los matones que gustaban de arrojar gente eran poco comunes, debido a la fuerza necesaria para aquello, pero parecía que justo se había encontrado con unos cuantos. —¡Ey, ¿Sigues con vida? —Suponía que lo primero era comprobar el estado de aquel saco de boxeo… Mejor dicho; persona que fue agredida y violentada que yacía sobre él. RE: La odisea de los cautivos - Uchiha Datsue - 27/03/2016 No paraba de recibir golpes y puñetazos, hasta que finalmente sus dientes resbalaron por la sangre que había hecho verter al matón y perdieron su presa. En aquel momento, recibió semejante empujón que le cortó la respiración, con la suerte de chocar contra otra persona y amortiguar la caída. —¡Ey, ¿Sigues con vida? —le preguntó el chico con el que había chocado, de cabellos blancos y algo mayor que él. Datsue tardó un rato en responder. Tantos golpes en la cabeza le habían atolondrado un poco, por muy dura que la tuviese. —Sí… —respondió finalmente, mientras apoyaba las manos en las rodillas para tratar de levantarse. Entonces, miró a los matones y les dedicó una sonrisa ensangrentada. Era la sangre del hombro de aquel hombretón—. Ya no te ríes tanto, ¿eh? —dijo, escupiendo una flema sanguinolenta. RE: La odisea de los cautivos - Hanamura Kazuma - 27/03/2016 El chico demostró estar consciente, sin embargo, su aspecto no era muy alentador. Se levantó tambaleante y con una sonrisa ensangrentada profirió una burla contra los sujetos al otro lado de la calle. Kazuma no estaba muy seguro de que estaba pasando, pero dada la situación ya se imaginaba de qué manera terminaría el asunto si no hacía nada. —Jejeje, maldito infeliz —Mostro una sonrisa retorcida, y de su bota izquierda sacó una especie de navaja plegable de aspecto muy peligroso—. Veamos quien deja de reírse cuando te corte la lengua. La primera reacción del Ishimura fue levantarse y tomar su espada. Pero al llevarse la mano hacia atrás solo se encontró con un vacío, el choque había hecho que la katana saliera volando hacia algún lado. Desesperadamente miró hacia todas partes, temiendo que hubiese podido irse por el alcantarillado de la acera. —¿Buscabas esto, tarado? —El que parecía estar segundo al mando tenía en sus manos a Bohimei. Al lado de aquel matón se encontraba otro idéntico pero de aspecto mucho más estúpido. Sin embargo demostraron ser rápidos para haber tomado su arma con aquella velocidad. Enfrentar a aquellos sujetos quizás no ameritase usar su arma, pero de todas formas no permitiría que un mugroso maleante pusiera sus manos en el tesoro familiar. —Veamos… ¿Pero qué? —Desenvaino la espada y tiro a un lado la vaina—. Esta porquería ni tiene filo… Bueno, supongo que aún así podría pegarte con ella o guardarla y utilizarla como un bonito rasca espaldas, jejeje. —Tú… —Al principio se controlo, pero luego de ser testigo de tal deshonra estalló en una rabia helada—. ¡Bastardo! Con su sangre hirviendo se arrojó contra aquel par. Al mismo tiempo, el líder del trío se arrojó blandiendo su puñal contra el chico de cabellos negros. El de ojos grises sabía que quizás debiera ayudarle, pero por el momento tendría que lidiar en solitario con su “admirador” pues él ya tenía en su mente una visión de cómo dejaría a aquel par de esbirros. De un momento a otro comenzó la pelea callejera... RE: La odisea de los cautivos - Uchiha Datsue - 28/03/2016 Cuando el matón sacó una navaja, el rostro del Uchiha se contrajo. Aquello iba en serio. Sin embargo, Datsue no tenía especialmente miedo a las armas con filo. Tener una piel impenetrable ayudaba a ello, seguramente. Por otra parte, el chico con el que había chocado pareció unírsele, o al menos enfrentarse a sus agresores. Con una rabia inaudita por el robo de su arma, se abalanzó contra dos de ellos. Dos contra tres… No está mal. El hombre de la navaja se acercó a Datsue, primero con calma, luego haciendo breves amagos de lanzarle una puñalada. Parecía tantearlo. El Uchiha, por otra parte, no se movía. Permanecía quieto, como un samurái a la espera de recibir el golpe final para esquivarlo en el último momento y armar el contraataque. Aquel golpe llegó. Un tajo directo a sus costillas, y en el último momento… —¡Agh! En el último momento la navaja se clavó en su costado, sin tiempo a esquivarlo. Él no era ningún samurái. Sin embargo, pese a que la navaja se hundió en su carne, desprovista de una fuerte musculación, no la perforó. Su piel de adamantio lo evitó. Ya eres mío… Aprovechando la confusión que debía sentir, agarró el brazo del agresor con una mano y le tiró de la camisa con la otra, atrayéndolo hacia él. Su cabeza, por otra parte, hizo el gesto contrario, estrellándose contra la nariz de aquel desgraciado. Cuando el hombre se echó hacia atrás, volvió a atraerlo hacia él, estrellando nuevamente la roca que tenía por frente en el rostro de aquel malnacido. Tac, tac, tac. Cinco, seis, siete. Como el pájaro carpintero, Datsue realizaba su trabajo con una percusión envidiable. Al décimo lo soltó, y el hombre cayó al suelo como un saco de patatas, inerte. RE: La odisea de los cautivos - Hanamura Kazuma - 29/03/2016 «Pagaran por esto.» —Daba grandes zancada mientras ignoraba lo que ocurría tras él. Aquel sujeto corto de luces fue el primero en reaccionar; de la parte de atrás de su cinturón desenvaino lo que parecía ser una de esas dagas hechas para ser arrojadas, sin embargo este comenzó a esgrimirla como un puñal cualquiera. Ni siquiera apunto, solo arrojos tajos aleatorios a la macha blanca que veía acercarse a él. «Te tengo —le dijo mentalmente luego de escabullirse entre sus ataques—. Ninpō: Bunkai.» Con un simple pero poderoso giro de su muñeca Kazuma logró torcer el brazo de su rival. En aquel instante se llevó un buen codazo en la mejilla, pero consiguió desarmar a aquel descerebrado. «No lo permitiré —se dijo a sí mismo cuando vio como el que tenía su espada se preparaba para echarse a correr—. Te quedas donde estás.» Tomó la daga que recién había arrebatado y la arrojó de manera que esta se clavara en el asfalto, dejando en el medio la planta del pie de aquel matón. El tipo grito e inmediatamente se arrojó al suelo. En eso Kazuma aprovecho para recuperar su arma. Justo a tiempo pues estaban a punto de atacarlo por la espalda, pero entonces le quito el filo a su espada y dirigió una estocada en reversa hacia el estómago de su agresor. «Espero te complazca… No es una puñalada de verdad, pero se sentirá igual que una.» Con aquellos dos fuera de combate fue a buscar su vaina. Pero cuando se agacho para tomarla, sintió como recibía un fuerte golpe en las costillas. Se trataba del sujeto del pie clavado, que parecía seguir con intenciones de luchar. El Ishimura se limitó a darle un tajo sin filo al rostro, para ver si un poco más de dolor le escarmentaba. Ahora si había terminado con aquellos dos que yacían en el suelo retorciéndose por el dolor de cortes falsos. El de ojos grises se giró, recordando que había un tercero, pero todo lo que vio fue al sujeto tirado en el suelo en un pequeño charco de sangre y con la cara bastante maltrecha. En cambio el chico al cual había atacado también tenía bastante sangre encima pero se veía mucho mejor. «Creo que es todo.» Cuando el lugar quedó en silencio la gente comenzó aproximarse, posiblemente a curiosear, pero muchos tenían también aquel aspecto de pandilleros. Lo preocupante es que salían de los callejones y sus miradas de pocos amigos no inspiraban nada de confianza. No le tomo mucho el darse cuenta de que tenía que irse de ahí, pero recordó al chico que se había metido en problemas y creyó que lo correcto sería sacarlo de aquel sitio. Después de todo no tenía cara de andar buscando lo mismo que él. —No sé porqué estás aquí —le dijo mientras se paraba a su lado con gesto de urgencia—, pero estas ratas nunca están solas y dudo que quieras esperar a que el resto de la familia llegue… —No quería mostrar la urgencia en su voz, pero las malas caras comenzaban a juntarse mucho—. Sígueme, por aquí cerca hay un lugar “seguro”. En realidad, aquel lugar del que hablaba estaba a unas calles, pero mientras podrían dirigirse a un callejón y recuperar un poco el aliento. Cualquiera de los dos podría dar el primer paso y guiar el camino calle abajo en la dirección señalada por el peliblanco y buscar una callejuela, total lo importante era salir de ahí. RE: La odisea de los cautivos - Uchiha Datsue - 30/03/2016 Dios, lo he destrozado… Era la segunda vez que le partía la cara a alguien a base de cabezazos. Empezaba a cogerle el gusto, aunque la visión del amasijo de carne que quedaba en lugar de un rostro humano seguía revolviéndole las tripas. —No sé porqué estás aquí —dijo alguien. Datsue estaba tan ensimismado que no se dio cuenta de quién era—, pero estas ratas nunca están solas y dudo que quieras esperar a que el resto de la familia llegue… Datsue desvió la mirada del hombre que había dejado seco y miró a su interlocutor. Era el chico de cabellos blancos, el mismo con el que había chocado y posteriormente recibido su ayuda. Se fijó en su katana, cubierta de un líquido carmesí, y en seguida le llamó la atención lo bonita que era. El mango, el tamaño, la forma… incluso la textura del acero, que parecía emitir destellos propios del crepúsculo. Todo en ella le enamoraba. En realidad, el Uchiha nunca había estado interesado en el arte del kenjutsu. La época de los samuráis había quedado atrás, y ahora eran los shinobis los que imponían su poder. Pese a eso, Datsue siempre había querido tener una katana. Era más por postureo y atraer a las chicas que porque realmente creyese que le fuese a dar uso. Y esa no es una katana… Es LA katana. —Sígueme, por aquí cerca hay un lugar “seguro”. —Está bien —dijo Datsue, conforme con que lo alejasen de allí. Siguió al peliblanco a una callejuela que había calles más abajo, y entonces el Uchiha se detuvo:—. ¿Por qué me ayudaste? —preguntó, curioso. Siempre tuvo curiosidad por saber la razón que llevaba a las personas a ayudar a otras desinteresadamente. Era algo que todavía no comprendía muy bien. RE: La odisea de los cautivos - Hanamura Kazuma - 2/04/2016 Corrieron durante algunos minutos hasta que por fin estuvieron lo suficientemente lejos de aquel sitio. Terminaron en un callejón como tantos otros, ocultos y recuperando el aliento tras aquella carrera. Con la prisa no se había fijado de en donde había terminado exactamente, pero de todas formas en aquella zona todos los callejones eran iguales en apariencia y en peligro. —¿Por qué me ayudaste? —De repente recordó al chico que había arrastrado junto con él. La pregunta se le presentaba como algo difícil de contestar. Desde hacía mucho que se arrojaba a situaciones como la de recién, pero jamás lo había hecho con la intenciones de ser un buen samaritano o una persona agradable, menos un justiciero. Su móvil era simple; era un intolerante al abuso y su satisfacción personal era impedirlo… Así que poco tenía que ver con ayudar de verdad. La gente en general no le creía debido a su amabilidad natural, pero puede que así fuera mejor. —Bueno, ya sabes… —no estaba seguro de cómo explicarlo—. Estaba pasando y aquellos sujetos te estaban agrediendo y esto… Creo que se merecían una golpiza como todos los de su tipo, pero antes de hacer nada me atacaron primero, aunque si no lo hubiesen hecho igual yo le habría atacado. Dejó caer su bolso al suelo y entonces se sentó con un suspiro. No estaba seguro de que su explicación llegara a parecer razonable, pero supuso que sería suficiente para quedar satisfecho. Sintió como el aire frío soplaba por el corredor y como las nubes grises estaban a punto de romper en llanto. Creyó que en ese momento lo mejor sería separarse, pero primero quería descansar un poco. —Espera… —se quedo observando los rasgos de aquel muchacho y la manera en que se le hacían familiares a un recuerdo de una noche lluviosa en el país del río—. Yo te conozco, estoy seguro. RE: La odisea de los cautivos - Uchiha Datsue - 4/04/2016 —Bueno, ya sabes… No, no sé. Por eso te pregunto. —Estaba pasando y aquellos sujetos te estaban agrediendo y esto… Creo que se merecían una golpiza como todos los de su tipo, pero antes de hacer nada me atacaron primero, aunque si no lo hubiesen hecho igual yo le habría atacado. Vaya, ¡pero si está hecho todo un samurái! El justiciero blanco, le voy a llamar... Aunque una pequeña golpiza sí que se lo merecían… y más que eso. Malditos cabrones... Le hervía la sangre sólo de recordarlo. Él había estado tan tranquilo en el banco, pensando en sus cosas, sin molestar a nadie, y aquellos perros le habían atacado sin venir a cuento de nada. Allí, en plena ciudad de los Dojos, cuando se suponía que la seguridad era máxima a tenor del Torneo. Datsue escupió a un lado, frustrado, y estaba a punto de dar media vuelta e irse cuando… —Espera… —el muchacho se quedó observándole con cara ceñuda—. Yo te conozco, estoy seguro. Oh, no… —Probablemente —reconoció el Uchiha. ¿De qué servía negarlo?—. Participé en el Torneo de los Dojos. Seguramente sea la comidilla de toda la maldita ciudad. ¡El chico que aceptó un soborno para no luchar! ¡Menudo desvergonzado! —exclamó, imitando la voz de un viejo gruñón. Luego se encogió de hombros—. Pff... Ya ves tú… —añadió, como si no le importase—. Que el campeón se quede con la gloria —dijo, poniendo cara de asco. Luego se señaló el pecho con el pulgar y sonrió—. Yo me quedo con la pasta. »Después de todo, cada uno lucha por lo que no tiene, ¿no? RE: La odisea de los cautivos - Hanamura Kazuma - 5/04/2016 Aquel muchacho escupió una pequeña masilla sangrienta al suelo del callejón y comenzó a seguir las palabras de Kazuma. Aseguraba ser aquel de quien todo el mundo debía estar hablando, y a quien todos criticaban por haber aceptado un soborno en medio de un combate. En principio el Ishimura no se refería a aquello, pero al final lo que decía era cierto así que no hubo necesidad de corregir o interrumpirle. —Después de todo, cada uno lucha por lo que no tiene, ¿no? —Creo que es algo que tiene bastante lógica —concedió el peliblanco ante lo simple y cierto de aquella frase—. Y ciertamente, no pareces tan maquiavélico e inmoral como dicen los tabloides. »Digo, según los rumores, aquel sujeto te escupió una gema del tamaño de un puño y tú la aceptaste con una sonrisa desvergonzada —no estaba seguro de cómo iba realmente la historia, pero aquello era lo menos barbárico e insultante que había leído—. Bien pudiste haber fingido un intento de corrupción, gritarlo y que toda la arena se volcara en abucheos contra el chico de los cristales... Con la prueba en la mano, no había cómo poder negarlo. El joven de cabellos blancos sabía que no era quien para juzgar, después de todo el mismo era un ejemplo de que el fin bien podía justificar los medios. En sus años de calle hubiese sido capaz de cosas peores con tal de seguir viviendo y cumplir con su objetivo. Y aunque ya no tenía problemas económicos y aunque no conocía los motivos del muchacho, no podía evitar sentir respeto por alguien que tiene la valentía de ir contra la lógica del sistema. —De cierta manera te respeto... —Aseguro mientras sentía como iniciaba una ligera llovizna—. Ya que hay que tenerlos bien puestos para hacer algo así en una situación como esa. Sin embargo y disculpa mi lenguaje —hizo una pausa y dejó escapar un pequeño silbido de impresión como si imaginara todas las cosas con la que tendría que lidiar aquel chico—. Estas bien jodido, Uchiha Datsue, con todos los que ahora te conocen y eso sin contar que muy probablemente no te has visto con tu Kage, ya que de ser así no creo que estuviéramos aquí conversando. |