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Ha llegado el momento - Riko - 11/05/2015 El examen acababa de terminar, había realizado las pruebas que le habían exigido, y finalmente había aprobado. La noticia le produjo una intensa felicidad, en el momento que lo supo casi se abalanza sobre el examinador para abrazarlo, pero se contuvo, no era apropiado y él no era así, por lo que simplemente realizó una leve reverencia y se marchó de la pequeña sala en la que le habían realizado la última prueba, la que confirmaba que era apto para convertirse en genin de la Villa Oculta del Remolino. Caminaba de forma pausada por el pasillo que le sacaría de aquel edificio, asimilando aún lo que acababa de pasar y todo lo que eso implicaba. « Por fin, después de tanto tiempo, ha llegado el momento. Me pregunto cuántos de mis compañeros de clase habrán aprobado también... » Shokkou Riko, shinobi de la gran Uzushiogakure, aquella idea le agradaba, dar a conocer su nombre y que en cualquier parte supieran de su existencia, tenía que conseguirlo. Se detuvo un instante frente a la puerta que daba al exterior, pensando que hacer cuando saliera de allí. Observó la bandana que le acababan de otorgar, aquella placa metálica con el símbolo de la aldea, cuánto había ansiado tenerla... Y por fin la tenía. Alzó las manos, llevando la cinta a su frente y se la anudó, dejando la placa metálica a la vista. « Daré un pequeño rodeo antes de llegar a casa, sí, me apetece ir al Jardín de los Cerezos y relajarme un poco antes de darles la noticia a mis padres. » El muchacho se puso en marcha, dirección al enorme jardín que ocupaba una gran parte de la aldea. La época de flor de los cerezos ya había pasado, pero aún así el lugar tenía una gran belleza, por eso era uno de sus rincones preferidos. De camino al lugar se encontró con varios conocidos de su familia que, al ver la bandana en su frente, se acercaron a preguntarle, y, con gusto, el joven les atendía. — ¡Hombre Riko! ¿Y esa bandana? No me digas... ¿Acabas de convertirte en shinobi? — Le preguntó una señora, muy amiga de su madre y que, por ende, conocía a Riko desde que éste había nacido. — ¡Sí! Ahora mismo acabo de aprobar el examen y voy camino a casa para contárselo a mis padres, no te me adelantes ¿eh? — — Tranquilo corazón, soy una tumba — Dijo mientras reía. — ¡Enhorabuena muchachote! — Tras varias personas que mostraron el mismo interés en su recién adquirido rango, el joven Shokkou llegó a su destino, El inmenso Jardín de los Cerezos, que en aquella época mostraba un intenso color verde, con algunas motas rojas, debido a los frutos que colgaban de sus ramas. Riko se dirigió directo a una de sus zonas preferidas, se sabía el camino de memoria, por lo que el recorrido lo hizo casi de forma automática, cuando se quiso dar cuenta, ya se encontraba sentado en un banco de piedra, en una de las calles que daba a una plaza de dimensiones considerables. « Vaya, este lugar cada vez es más tranquilo » Cruzó los brazos tras su cabeza y la echó hacia atrás, quedando con la mirada hacia el cielo, o, al menos, lo que se veía de él entre las ramas de los cerezos. RE: Ha llegado el momento - Inuzuka Nabi - 11/05/2015 Aquel dia madrugó más de lo normal, siendo lo normal llegar tarde. Para al final tener que esperar a que le llamaran para realizar la prueba. Pasaron uno a uno, hasta que llegaron a mi. De repente, el sensei se quedó callado. Era nuevo, lo habian puesto ahí para ir pasando lista y cada vez que le avisaban dejaba pasar al siguiente. No es de extrañar que se quedara pillado con su nombre, salió del aula a buscar al sensei de verdad. Minutos más tarde, entró y con una voz dudosa le llamó. Emmm... ¿Nabi Nabi? te... toca pasar. Sí, sensei. Se levantó de inmediato, ya se imaginaba que era él. Pasó a la sala contigua en la cual se encontraban los jueces de la prueba. Le hicieron unas preguntas teoricas y le pidieron que se exhibiera un poco. Hecho esto le cedieron una bandana de Uzushiogakure y le dieron la enhorabuena. El rostro del muchacho seguia inexpresivo con una calma digna de él. Hizó una pequeña reverencia dandoles las gracias a los jueces y se dispuso a marchar. Cuando estaba ya en el pasillo dispuesto a salir del edificio una voz le llamó por su espalda. Al girarse pudo ver a su sensei haciendo un pequeño sprint para alcanzarle. Hey, Nabi, espera un momento ¿Que ocurre, Katoi-sensei? Mañana, pasate por aqui a esta misma hora con tu equipamiento ninja. No hagas preguntas, tengo que volver a hacer las pruebas. Acuerdate, mañana a esta hora en la misma aula. Antes de que el recien graduado pudiera siquiera rechistar el hombre dio media vuelta y volvió al aula de la prueba. El rubio se quedó con la bandana en mano y la mente trabada. Decidió relajarse ese dia, a pesar de que tenia planeado partir directamente hacia el País de la Lluvia, tendria que aplazarlo un dia más. O eso pensaba él. Al salir, cayó en la cuenta de que aún era jodidamente pronto. ¿Que iba a hacer con todo ese dia? No le apetecia entrenar para tener que madrugar el dia siguiente para Dios sepa qué que le tenia preparado el sensei. Lo mejor seria descansar y a ser posible echar alguna que otra cabezadita. Decidió pasear un rato por la villa a ver si se le ocurria donde irse. Así que eso era todo. Llegas, te hacen un par de pruebas y te dan un metalito que te acredita como shinobi de pleno derecho. Miraba la bandana que llevaba un buen rato en su mano. Tenia que decidir donde ponersela. En la frente le parecia muy molesto, sin comentar que si te lo apretas, apreta y si no lo aprietas lo suficiente y se te cae, te tapa los ojos y eso paseando no es para tanto, pero en una pelea te mata. Así pues, acabó por decidirse a colgarsela del cuello, atada lo suficientemente corto como para que no colgara mucho, pero no tanto como para estar pegada al cuello. Protege una zona importante y se puede ver perfectamente. Le gustaban los niños, porque todo el mundo le mira de reojo y susurra a quien tiene al lado cosas como, mira ese ente demoniaco que tiene un enorme relampago amarillo en toda la cara, pero los niños gritaban " ¡MAMA MIRA ESE CHICO ES UN RAYO MAMA YO TAMBIEN QUIERO!" Y eso le alegra el dia al shinobi. Se decidió a pasearse por la nivea costa de la villa, de blanca arena y pequeñas olas. La simple idea de aquel paisaje ya le daba sueño. Con esa idea en mente, se dirigió hacia allí. Despues de un par de horas de deambular por calles, avenidas, callejones, carreteras, esquinas, rotondas y unicornios, acabó llegando a su destino. El Jardín de los Cerezos. O... ¿no era ahí donde queria ir? Harto de dar vueltas se conformó con aquel hermoso parque, por suerte, la estación de los cerezos habia pasado, así que no estaba demasiado concurrido. Desde que habia puesto un pie en la calle ya se habia puesto su querida capucha, aunque yendo de arriba abajo vestido de amarillo, con el solano que pegaba, no es que pasara muy desapercibido. Pero no se ponia la capucha por eso, sino porque se sentia más comodo con ella al pasar por calles concurridas. Al entrar en el jardín se la quitó, porque tenia un calor inhumano. Agarró una de sus cantimploras, que mantenian su agua bien fresquita, y le pegó un buen trago. Mientras bebia se fijó en un extraño muchacho que estaba sentado en un banco, mierda, un conocido, rapidamente cerró la cantimplora y la dejó en su sitio. Siempre estaba el listo que le pedia de su agua, COMO OSABAN, él la necesitaba para ser charquito. ¿Cual era su excusa? RE: Ha llegado el momento - Riko - 11/05/2015 El joven se quedó en aquella postura un buen rato, pensando en sus cosas mientras veía como la suave brisa mecía las hojas de los árboles, haciéndolas bailar a su antojo. Tal era la tranquilidad que había en aquel lugar que por poco no se quedó dormido en aquella posición. Entonces volvió a sentarse de una forma normal, como cualquier persona haría si fuera él, y se percató del dolor que le había producido el quedarse con la mirada hacia arriba tanto rato. « Mierda, ¿a quién se le ocurre? » Se recriminaba a sí mismo mientras comenzaba a rotar la cabeza lentamente, tratando de hacer que el dolo se pasara. En este momento se percató de que un muchacho, algunos años mayor que él estaba no muy lejos de donde Riko se encontraba, y se dio cuenta del gesto que tuvo al guardar rápidamente una cantimplora de la que estaba bebiendo. Cuando se fijó un poco más en el joven, lo reconoció en seguida, quizás por el color de pelo, aquel color dorado no era muy común, por lo que sería fácil distinguirlo por él, quizás por sus ropas, la unión de los colores azul y amarillo tampoco la usaba mucha gente, pero le reconoció por el extraño relámpago que tenía en el rostro, atravesándole el ojo derecho y llegando hasta la mismísima raíz del cabello. — ¿Nabi? — Preguntó mirándole fijamente y alzando un poco la voz para que le oyera. — Qué casualidad verte por aquí, ¿eh? — Dijo intentando ser todo lo amable que su naturaleza le permitía. Entonces se fijó incluso un poco más en el rubio, y pudo ver como en su cuello lucía la bandana de la aldea, tan reluciente y nueva como la suya propia. — Oye, ¿tú también acabas de conseguir la bandana? — Preguntó señalándose la frente a la par que sonreía. Al parecer sí que había habido más gente que conocía que la había conseguido, aunque era lógico, no iban a suspender todos, aunque sí era cierto que el Shokkou se había desentendido un poco y no había parado a preguntar a ninguno del resto de alumno si había aprobado o no, ya lo haría en otro momento. |