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De guerras pequeñas en tiempos de paz - Uchiha Datsue - 22/02/2019 Un chico que rozaba los dieciséis, bien vestido y con un peinado exótico, caminaba distraído por el Puente Tenchi. Lo hacía shamisen en mano —sujetado por una correa que rodeaba su hombro y espalda para facilitar tocarla mientras caminaba—, cantando una canción que había compuesto cierto día, motivado por cierta persona. Pese a que era una canción que guardaría para sí, todavía no estaba satisfecho con la letra, y por eso iba improvisando unos ajustes a medida que la tocaba. Oh, no, no, no, no…
No pidas pruebas de nuestros pecados O me preguntes sobre tu pasado Porque, cariño, has de saber que soy un Profesional Yo no dejo cabos sueltos que me lleven al penal Oh, no, no, no, no… No estoy mintiendo Un Profesional nunca miente… Esbozó una sonrisa socarrona mientras añadía: Sin una coartada
Rasgó las cuerdas del shamisen con el bachi, y las notas resonaron como un eco por todo el cañón hasta perderse en el murmullo del río. Se llevó momentáneamente una mano al pecho y cantó de nuevo: Mi corazón es tuyo para pedirlo prestado
Solo te pediré un beso por adelantado Te lo juro, no hay letra pequeña ni cláusula extraña Si algo odio en este mundo, eso son las estafas Oh, no, no, no, no… No estoy mintiendo Un Profesional nunca miente… ¡Sin una coartada! Elevó el ritmo. Elevó la fuerza con la que entonaba la canción. ¡Oh, no, no, no, no…!
No hagas tantas preguntas De las que no quieres respuestas Porque, cariño, mirar atrás es para nostálgicos Y nosotros no somos ningunos románticos Yo no miento Un Profesional nunca miente… ¡Sin una coartada! El Uchiha rasgó las cuerdas de su instrumento por última vez y continuó a capela, gestualizando cada verso como si estuviese en el escenario de una obra teatral: Les dije a mis dos mejores amigos, ¡mirándoles a los ojos!
Una amejin trató de enviarme al Yomi, ¡es mala como el demonio! Así que si te digo que me creas, ¡créeme! Porque yo no miento Porque yo no miento ¡Oh, no, no, no, no! Yo no miento Un Profesional nunca miente… ¡Sin una coartada! —Gracias, gracias —agregó, haciendo sendas reverencias a un público imaginario. RE: De guerras pequeñas en tiempos de paz - Amedama Daruu - 23/02/2019 Muy lejos de su tierra natal, un joven shinobi descansaba en una pequeña taberna. En el País del Bosque y el País de la Tierra, donde había ido a cumplir su humilde misión de mensajero, hacía calor; se había recogido el cabello en una coleta media corta y había dejado su ropa habitual en el camino de ida, a su paso por Yachi. En su lugar, vestía una camiseta de manga corta simple de color verde, y unos pantalones negros que le llegaban tan sólo a las espinillas. Aunque no ayudaban, no pudo prescindir de sus mitones de color verde mar oscuro. No lo haría nunca. Porque esos mitones llevaban dos secretos afilados de acero. Los secretos son importantes, de hecho hay quien dice que la información es poder. Lo fue cuando aquellos dos bandoleros descubrieron el secreto, por supuesto. —¿Cuánto le debo? —preguntó Daruu amablemente. «Ni un mísero ryo te daba por esta mierda de hidromiel, bastardo». En el fondo, era su culpa. Nada podría igualar a la hidromiel pluvial de Los kunai cruzados, su taberna favorita de Amegakure. —Tres, joven. —Aquí tiene. Quédese con el cambio. —Daruu abrió la mano y depositó tres monedas redondas de color dorado con un agujero en el centro en la barra, que quedaron dando vueltas como peonzas durante unos segundos. Daruu se levantó y se dio la vuelta. Caminó con presteza hacia la salida. —¡Vale, muchas gra...! Un momento, pero si no hay cam... ¿Eh? —Pero Daruu ya había desaparecido. Fue todo un alivio, un rato más tarde, atisbar la silueta del inconfundible y majestuoso Puente Tenchi allá en la lejanía. «Dioses, he tardado demasiado en encontrar a esa tipa. "Tiene el pelo rubio y largo". Joder, ¿¡no les parecía más característico que fuera tuerta!? Qué poco se trabajan los pergaminos de misión ya.» El día no estaba dispuesto a mejorar, no obstante, y eso es algo que Daruu supo un momento después, cuando puso el primer pie en su extremo del puente. Fue cuando escuchó el suave ronroneo de un instrumento y vio una silueta, a lo lejos. Tuvo un mal presentimiento desde ese mismo instante: quizás fuera su manera de andar, que le recordó a él. Lo comprobó cuando tiró de su cinturón y se puso las lentes de aumento de visión. Entonces le hirvió la sangre. Lo más sensato hubiera sido marcharse. Marcharse e ignorar a Uchiha Datsue. Pero el destino les había unido de nuevo en un lugar, en aquellos tiempos de paz. Pero Daruu supo que aquella no sería una historia sobre la paz. Sería una historia que hablaría de ese otro tipo de guerras, las pequeñas, que los hombres albergan en sus corazones incluso después de que sus respectivos países firmen una paz. Tigre. —Meisagakure no Jutsu. —El chico se apartó un momento, alejándose del centro de la estructura, y se desvaneció en el aire, poco a poco, como si su cuerpo se hubiese convertido en un gas muy ligero, como si un fuego sin llamas consumiría una hoja de papel. El amejin aguardó, aguardó hasta que Datsue hubo pasado de largo, hasta que había recorrido algo más de distancia. Una vez más, lo sensato habría sido dejarlo marchar, y continuar con su camino hasta Amegakure. Una vez más, le traicionó el rencor; la canción del Uchiha sólo había empeorado las cosas. Se dio la vuelta. Su técnica perdió el efecto. Clap, clap, clap, aplaudió, y después silbó como admirando la habilidad musical de su... conocido. —¡Guau! Impresionante. Desde luego, la última vez que te vi interpretando un papel ya me quedó claro que esto se te daba bien, ¡sí señor! —Sonrió saboreando las palabras. Se encogió de hombros—. Aunque aquella vez te dedicaste más bien a hacer el payaso. ¿Crees que podrías trabajar en un circo, rata traidora? —Daruu levantó el dedo índice y negó tanto con él como con la cabeza. Chasqueó la lengua varias veces—. Aunque... me temo que debo corregir la letra de tu... absurda canción de verbena. Yo conocí a un tipo que decía ser un Profesional y oh, mintió como un puto bellaco, compañero. Sin coartada siquiera. RE: De guerras pequeñas en tiempos de paz - Amedama Daruu - 26/02/2019 Pero Datsue se quedó tal cual, en el sitio, sin dignarse siquiera a contestar, dedicándole aquella absurda reverencia. Sin tan siquiera mirarle. A Daruu esto le pareció más indignante que una de sus bravuconadas. Tensó el cuerpo y apretó los puños. Los dientes le chirriaban. Casi no pudo pronunciar las palabras: —Pero el rey de los mentirosos sigues siendo tú, Uchiha Datsue —Daruu juntó las manos. Carnero. «¡Kirigakure no Jutsu!» Escupió un chorro de agua que se vaporizó casi al instante. El vapor no tardó en convertirse en una densa niebla, que se extendió desde Daruu envolviéndolos a los dos y no dejando claro dónde estaba el límite entre el puente, ancho de por sí, y las barandillas. El cuerpo de Daruu se deshizo como si él mismo hubiese alcanzado el punto de sublimación. Pronto, a Datsue le rodeó la blancura. Cualquiera habría podido jurar que estaban en una madrugada de Yukio. RE: De guerras pequeñas en tiempos de paz - Uchiha Datsue - 26/02/2019 Mientras el Uchiha cantaba, repasaba su propia letra. «Yo no dejo cabos sueltos que me lleven al penal… Penal… Penal... Me suena mejor cárcel, pero claro, es que no rima. O mejor, un: yo no dejo pruebas que me incriminen. ¡Sí! ¡Mucho más guapo!» Pero seguía sin rimar con profesional, y esa palabra no podía cambiarla ni por el mejor verso del mundo. Sin duda, la última estrofa era la que estaba más pulida. Esa en la que hablaba de cómo contó a dos amigos lo mala que era cierta amejin, y que él no mentía… Jamás lo hacía. «¡Qué final perfecto, joder! ¡Qué final! Gracias, gracias». Se dijo, haciendo sendas reverencias al aire. Clap. Clap. Clap. Se quedó paralizado, en el sitio. Como un animal al sentir peligro y simplemente quedarse en silencio, tratando de oír, de vislumbrar a un depredador en el horizonte. Y es que aún cuando no había oído su voz, ni visto su silueta, el Uchiha tuvo la extraña sensación de que aquellas palmadas fantasmales pertenecían a… —¡Guau! … un viejo amigo. Tan viejo como esa novia que te ha puesto los cuernos con tu compadre de toda la vida. Sí, así de viejo era para Datsue. —Impresionante. Desde luego, la última vez que te vi interpretando un papel ya me quedó claro que esto se te daba bien, ¡sí señor! Debía estar hablando de aquella vez que Daruu le engañó prometiéndole ayuda y mostrándose como un buenazo para simplemente quitarle toda la información que tenía y hacer matar a Keisuke. Seguramente se estaba refiriendo a él mismo en segunda persona, por incoherente que esto sonase. «Sí, seguro…» —Aunque aquella vez te dedicaste más bien a hacer el payaso. ¿Crees que podrías trabajar en un circo, rata traidora? ¿Payaso él? Quizá, pero habían pedido espectáculo, y eso era lo que había ofrecido. Ya lo de rata traidora empezó a tocarle la moral. ¿Traidor, él? «¡Pero qué huevos tiene, el hijo de puta!» Evitó mirarle, porque sabía que si lo hacía acabaría por saltar. Ahora estaban en paz, acababan de devolverle a Aiko y no podía hacer tonterías. No podía. Pero por los Dioses, mira que se lo estaban poniendo difícil. Con Kaido había soportado el chaparrón de incongruencias y falacias con estoicidad, pero es que Daruu iba más allá. Es que Daruu cruzaba la línea roja y mencionaba a su Hermano. La voz de Hanabi resonó en su cabeza: «Datsue… Recuerda lo que hablamos. Recuerda lo que me prometiste». Se lo debía. Se lo debía. Se lo debía... Adiós a las eternas disputas. Adiós al: y tú más. Datsue había recuperado a Aiko, y ahora era un joven con una segunda oportunidad. Tenía que limpiarse. Tenía que alejarse de aquellos dramas, de aquellas disputas que no llevaban a ningún sitio salvo al cementerio. —Adiós, Da… —No pudo terminar la frase. Una niebla espesa y antinatural surgió a su alrededor. Activó el Sharingan, y sus peores sospechas se confirmaron: era una técnica. Era la misma técnica que Kaido había usado contra él. Muy lentamente, dejó el shamisen sobre el suelo. —¿Qué más quieres de mí, Daruu? —preguntó, rompiendo finalmente el silencio. Miedo, rabia, frustración… Todas aquellas emociones inundaron sus venas y palpitaron en su pecho. Miedo a que Daruu atacase de verdad. Rabia, porque él también quería hacerlo, y partirle aquella mezquina boca a golpes. Y frustración, mucha frustración, porque si aquello acababa mal, le echarían la culpa. Datsue el Liante. ¿Quién creería que no había provocado él aquella disputa? Hanabi le había advertido: era la última vez que se la jugaba por él—. ¿Eh? ¡Contesta! Salvamos a Ayame, ¡dos veces! ¡Como dos fueron las veces que ella casi arrasa con mi Villa! ¡Hiciste que matasen al único chico que trató de ayudarme! ¡Intentaste matar a mi Hermano! ¿¡Qué más quieres, jodido sanguinario!? Datsue estaba abierto de brazos y caminaba, dando vueltas a su alrededor. —¡¿QUÉ MÁS QUIERES DE MÍ?! RE: De guerras pequeñas en tiempos de paz - Amedama Daruu - 26/02/2019 Una voz respondió a Datsue desde sus espaldas. —¿Que qué quiero de ti, Datsue? ¿Que qué quiero de ti? —Daruu acababa de materializarse tras el Uchiha. Esto es, un clon de agua; lo pudo reconocer fácilmente gracias al Sharingan. Caminaba hacia él lentamente, con los brazos extendidos hacia los lados—. Después de aquella aventura en la isla... después de aquella conversación tácita en la colina del País de la Tormenta... ¡Me juraste arreglar tu relación con Ayame! ¡Me lo juraste! Y tú llegaste al estadio y la pusiste contra las cuerdas montando todo aquél espectáculo. —Le señaló con un dedo, acusador, y se detuvo a medio camino—. ¡Arriesgué mi puta vida para tratar de que Shanise intercediera ante Yui por ti, eso es lo que hice! ¿¡Nunca te preguntaste por qué ella también se lanzó a por ti de esa manera en el examen!? —Keisuke era un traidor. Si no quería quedar él como uno también, había que pagar el precio. Si quería que Shanise no le cogiera manía y vigilase sus movimientos a partir de ese momento, debía demostrar que era leal. »¡A tu Hermano, del Desierto, claro! ¡A tu Hermano! No me hagas reír. El que me "ayudó" a salvar a Ayame, ¿no? ¿¡Sabes lo que le hice yo a tu Hermano antes de que ordenase a Uzumaki Eri que me esposara!? ¿¡Sabes qué fue!? ¡¡AGRADECÉRSELO!! Y él me esposó, me llevó ante Hanabi, y cuando estuve a solas con él para que Eri no pudiera contarle la verdad, le dijo sin inmutarse que YO no habría dejado que la llevase al hospital. ¡Me cago en la puta, Datsue! Sí, le ataqué. Sí, no debí hacerlo. —No por Akame. No por Hanabi. Desde luego, no por Datsue. El General Rata estaba muerto, y qué bien que lo estuviese. No debió hacerlo por Ayame—. Pero lo hice. Lo hice porque me calenté. Lo hice porque no pude más, me habían traicionado demasiados Uchiha ya ese día. ¿Qué esperaba conseguir Akame a cambio de Ayame? Aunque esté muerto —y no por mi mano—, y ya no nos lo pueda contar, supongo que lo sé. »A Aiko. A su manera. ¿Mejor, eh? A joder a todo el mundo a cambio. Ya la tienes, ¿no? Pues bien, ¿ha merecido la pena, Datsue? ¿La ha merecido? ¿Que qué quiero de ti, dices, puta rata? »Ya te dije lo que quería una vez. Me juraste que me lo darías. Y me diste una puta mierda. Me has tratado como a todos con los que te cruzas día a día. Como a un cubo donde verter tus sucias mentiras. Ya no quiero nada de ti. O sí. Puede ser que sí quisiera algo de él. Quería algo, sí. Reventarle la puta cara contra el suelo. O pagarle con la misma moneda que le pagó a Ayame. Así quizás aprendería lo fácil que es perder el control ante un bocazas. ...así que Daruu levantó el brazo derecho, lentamente... y con un sello manual, desplegó una de sus katanas ocultas. —Fue con esta. —Sonrió, y le guiñó el ojo. RE: De guerras pequeñas en tiempos de paz - Uchiha Datsue - 27/02/2019 ¿Qué por qué Shanise se había lanzado a por él de aquella manera en el examen? ¡Porque Daruu le había vendido, por eso era! Como había vendido a Keisuke. Como había vendido su propio honor. Eso y porque en Ame, por lo que se veía, primero te sacaban las tripas y luego, si eso, preguntaban. Sí, bueno, quizá su Hermano había actuado con demasiada rigurosidad. Pero, ¿quién podía culparle? ¿Qué uzujin sensato lo haría, después de ver cómo actuaban? Negó con la cabeza y bufó. Si Daruu hubiese conocido a su Hermano, sabría que jamás lo había hecho por Aiko. Él, después de todo, fue quien le detuvo de intentar rescatarla en el Valle del Fin, jugándose el pellejo. Y así se lo agradecían. —Oh, ¿sí? ¿Fue con esa? —preguntó, la rabia apenas contenida en su garganta. Formó un sello de clonación, y un Kage Bunshin se pegó a su espalda, con los ojos puestos en la dirección contraria—. Con lo que lo intentaste, ¿eh? ¡Cómo debió de joderte! No solo que te redujese fácilmente, ¡sino que después demostrase ser mejor ninja y mejor persona que tú! Oh, el gran Daruu, ¡el pacífico, el perfecto e inmaculado! Que le arrancan los ojos y hace que su madre se quede ciega por él, ¡y no busca venganza! ¡No busca encontrar a la persona que lo hizo! Porque claro, ¡él es tan puro y taaan buena persona! —El sarcasmo bañaba su voz como el veneno los colmillos de una serpiente—. Pero luego, ¡oh, qué sorpresa! ¡Al niño le esposan hasta comprobar si el ataque de Ayame fue premeditado o no, y vaya, se enfada! ¡Tanto que cuando lo van a liberar manda a la mierda la paz, a su propia novia y a todo el mundo por simplemente… desquitarse! »Joder, yo seré el rey de los mentirosos, ¿pero tú? ¡Tú eres un jodido hipócrita! —le espetó con rabia—. Y si sigues respirando ahora mismo, es porque Akame, al contrario que tú, pensó primero en la Villa y no te rebanó el puto pescuezo en el acto, ¡cómo tú hubieses hecho de estar en su lugar! ¿Y tenían los huevos de criticarle? Si es que no podía. No podía con tanta injusticia. —Y ahora, ¿qué pretendes? ¿Qué me crea que me intentaste ayudar haciendo matar a la única persona que se interesó por Aiko? ¡ES DE PUTOS LOCOS! ¡Le habían tomado por imbécil una vez! No podía permitir una segunda. —Y, luego, luego me hablas de Ayame. —No quería meterla en aquello, pero Datsue se estaba calentando tanto que no lo pudo aguantar—. ¿La que no haría daño a una mosca, me decías? No, ¡si la culpa de que intentase arrasar con medio estadio aún me la vas a echar a mí! ¡Qué huevazos! Porque Ayame es una santa, claro. Que dejase tomar el control a Kokuo justo la semana pasada al combate fue un simple desliz, ¿eh? ¡Dos putas veces en la misma semana, y vosotros ni estabais preparados para actuar! —chilló con fuerza, con las venas del cuello a punto de reventar—. Y que usase a Aiko sabiendo lo que sabía para burlarse de mí… ¡Es que la chica es muy bromista, ¿no?! Claro, claro… »¡NO ES PORQUE SEAIS UN PAR DE HIJOS DE PUTA SANGUINARIOS LOS DOS! RE: De guerras pequeñas en tiempos de paz - Amedama Daruu - 1/03/2019 El clon de Daruu aguardó en silencio durante un buen rato, hasta que Datsue terminó de desahogarse. Cuando gritó la frase final, sonrió. Agitó el brazo y guardó la falsa katana extraíble de agua de nuevo en el interior de la manga. Extendió los brazos y dio un paso más hacia Datsue. —Oh, no, no somos unos santos, Datsue, y no todo lo que ocurrió fue por culpa tuya, o por culpa de Akame! —dijo—.Por supuesto, esas cosas ayudaron. Pero hay una diferencia importante entre tú y nosotros, aliado. —Dio un paso más. Ya sólo les separaban dos metros—. Nosotros reconocemos nuestras meteduras de pata, nos enfrentamos a las consecuencias y aprendemos de la experiencia. Tú, por el contrario, sólo conoces una forma de adaptarte a tus continuas y continuas liadas. Huir hacia delante. Volver a meter las piernas en el fango hasta las rodillas. Y salpicar a cuantos amigos y enemigos puedas de tu puta mierda. Pues bien, soy la viva representación de esos errores que has ido cometiendo. Aquí me tienes. Daruu dio la espalda a Datsue y comenzó a caminar en dirección contraria. Tras dar unos cuatro o cinco tímidos pasos, se detuvo. —¿Un sanguinario hijo de puta, eh...? En fin, creo que tú tampoco nos conoces demasiado, Datsue, es una lástima. Incluso si fuese un sanguinario, lo que no soy es un idiota, no voy a matarte. Somos aliados ahora, ¿no? Hay que preservar la paz, y todo eso. —Se encogió de hombros—. No obstante, sí que te tengo ganas, y quién no, ¿eh? A estas alturas, medio Oonindo te la tiene jurada. Normal. Comprensible. »La verdad es que si intentase matarte, probablemente sería yo el que acabaría muerto. —El Mizu Bunshin giró el torso y la cabeza lentamente, para mirar a Datsue por encima del hombro. Sonreía. Daruu calculó que era el momento perfecto para hacerlo. El clon saboreó lentamente las siguientes palabras—: Sólo tienes que fijarte en ese demonio que sacaste contra Ayame para humillarla. Oye, por cierto —dijo—. ¿No decías que los demonios eran los de la Ribera del Sur? Sólo digo, ¿eh? Que igual... que igual tu puta madre tuvo un día un desliz con uno de ellos... y he aquí el resultado. —Extendió la mano hacia él, teatral. «Táctica de desestabilización completada. Y ahora... ¡el truco final!»
¡¡CRAAAAASH
FUAAAAAAASH!! Cuando entrenas a un ninja para combatir, quieres que aprenda a leer los movimientos del oponente con precisión. En eso, el Sharingan no tenía rival, pero la niebla de Daruu le impedía utilizarlo. Le obligas a tener en cuenta que un oponente oculto puede atacar por la espalda. Eso Datsue lo tenía controlado. Pero hay cosas para las que no puedes estar preparado nunca, y aquella era una de ellas. Porque Daruu podía haber atacado desde el aire: quizás Datsue estaba también vigilante. Pero el golpe vino desde abajo. Vino cuando la estructura del puente se hizo añicos bajo sus pies y un torbellino de aguas furiosas le devoró como las fauces de un monstruo marino enviado por Susanoo. Cuando desgarró su piel, cuando le arrastró e hizo que el agua inundase sus pulmones. Cuando lo lanzó por los aires, golpeándolo contra madera y rocas que habían saltado de un monumento que ahora ya era en parte una ruina. Como si un géiser con la fuerza de un tsunami hubiera chocado contra él. Porque Daruu se había movido bajo el puente mientras su clon se ocupaba de pagar a Datsue con la misma moneda que él se cobraba de las víctimas de sus continuas e incansables perfidias. Con palabras necias, hirientes y la lengua bífida de una serpiente armada con ponzoñas secretas de los más crueles demonios del Yomi. El real había formulado los sellos justo antes de despegarse del techo, y justo después de ingerir una píldora de soldado que iba a necesitar. Ahora se precipitaba en caída libre, de espaldas, e intentaba atisbar entre los escombros si había dado en el blanco. Sonriendo. Disfrutando. Con las virutas de niebla restantes de la desactivación de su técnica rodeándole. Hábilmente, hizo estallar una ráfaga de chakra Suiton antes de llegar al río, para estabilizarse y frenar la caída, poniéndose de pie. Esquivó dos o tres restos de escombro de la parte de estructura que había destrozado. RE: De guerras pequeñas en tiempos de paz - Uchiha Datsue - 11/03/2019 ¿Qué ellos reconocían sus meteduras de pata? Pues todavía estaba esperando la carta de disculpa de Daruu. O, mejor, ¡la carta donde Ayame le agradecía haberla salvado de ser una asesina en masa! Aunque, claro, para los amejines igual aquello era un cumplido. ¡Igual hasta estaban enfadados por haber impedido que lograse semejante récord en una masacre! «¡Ja! ¿Y soy yo el que huye hacia adelante? ¡Anda no me jodas!» Él había pagado por todas y cada una de sus meteduras de pata a precio de oro. Habían matado a Keisuke por su error. Le habían degradado. Media Kusa se había tirado a por él en el Chunin, en parte por sus malas decisiones, en parte porque simplemente estaban locos. ¿Qué no había afrontado las consecuencias, decía? «¡Ni puta idea tienes, hijo de la gran puta!» No obstante, había algo en lo que se equivocaba todavía más. Susano’o no era ningún demonio. Oh, no. Susano’o era su ángel de la guarda, y como siguiese tocándole los… —¿No decías que los demonios eran los de la Ribera del Sur? Sólo digo, ¿eh? Que igual... que igual tu puta madre tuvo un día un desliz con uno de ellos... y he aquí el resultado. —¡¿CÓMO TE ATREVES, HIJO DE LA GRAN…?! Pero no pudo terminar la frase. La creciente ira que bullía en su interior como la lava de un volcán a punto de estallar fue rápidamente aplacada por el Dios del Mar. A Datsue le habían dado de su propia medicina… dos veces. ¿Cómo había podido dejarse engañar? ¡Le habían ganado en su propio terreno, en el de la provocación! No supo si le dolió más eso, o el jodido geiser que se estampó contra su cuerpo y le cortó la respiración. Quizá fuese lo segundo. Ahora que notaba moratones en cada trozo de carne de su cuerpo, probablemente diría que... Oh, sí, vaya que si era lo segundo. ¡Joder que si lo era! Datsue se elevó veinte metros por encima del puente y luego cayó como un escombro más. Cada vez a más velocidad, precipitándose sobre el río. Pero incluso caer contra el agua era de un peligro mortal si se hacía desde semejante altura. En el último momento, Datsue giró en el aire y entró recto y de puntillas, con los brazos pegados el pecho, penetrando como un torpedo la superficie del río. El impacto le cortó la respiración de nuevo, y por un momento creyó que iba a desmayarse del dolor. Sintió que la consciencia se le escapaba entre los dedos y que las profundas aguas del río le acogían como el abrazo de una amante. Cálido, suave, tan confortable que no quieres irte nunca. «Pero yo no tengo tiempo para esto…» Una chispa de rabia prendió su corazón, que por un momento no bombeó sangre, sino fuego. Daruu tenía que pagar. Por lo de Keisuke. Por lo de Akame. Por sus injurias. ¡Tenía que pagar y tenía que hacerlo ya! Sus músculos se tensaron. Sintió el calor recorriéndole las venas. La adrenalina llenándole de plenitud. Iba a hacerlo. Iba a hacerlo. ¡Iba a…! «¿Acaso no aprendiste nada?»
Datsue frunció el ceño y miró a un lado y a otro, extrañado. ¿Había oído aquello? ¿O tan solo eran imaginaciones suyas? «¿Acaso mi muerte no sirvió de nada?»
Era Akame… ¡Era Akame! Pero, ¿cómo? ¿Dónde? No sonaba lejano, sino que parecía hablar desde su propio interior. Era como cuando… Como cuando Shukaku le hablaba. Negó con la cabeza. No, aquello era distinto. La voz no nacía del sello de su estómago. Nacía de… su corazón. Fue entonces cuando lo recordó. Recordó el combate contra su Hermano, en el Valle del Fin. Cómo había quedado sumergido bajo el agua, exactamente como aquella vez, y cómo se había dejado llevar por la ira. En aquella ocasión, casi lo pierde todo por ello. De no ser por Akame, lo hubiese hecho. Pero Akame ya no estaba allí para salvarle el culo. «Tienes razón, Hermano. Pérdoname». Datsue no lloró, pues el agua se encargó de arrastrar con ella la única prueba de su pecado: una lágrima solitaria. Daruu vería entonces a Datsue saliendo de la superficie. Muy malherido, tosiendo y escupiendo agua y apenas consiguiendo ponerse en pie haciendo uso del chakra. Se restregó los labios con una mano y escupió un esputo sanguinolento. —¿Sabes? —Vale, quizá no debía dejarse llevar por la ira. Pero Datsue seguía siendo Datsue—. Pegas como un kusajin. Esperaba que le hubiese dolido, pues no se le ocurría insulto más grave. —Estás contento, ¿eh? Daruu, déjame preguntarte algo —continuó, mientras trataba de recobrar el aliento—. ¿Qué pensaría tu madre, al ver que usas sus ojos para consumar venganzas? Joder, ni siquiera te contentaste con tener uno de sus ojos, ¿eh? Tuviste que dejarla ciega del todo para sentirte lleno de nuevo. ¿Y dices que tú asumes las consecuencias? ¡Pero si a ti te lo dan todo masticadito, hijo de la gran puta! Y, como sabía que podía haber tocado alguna fibra sensible, su mano desenvainó el ninjato que llevaba en la cintura. El acero silbó en el aire y apuntó al corazón de Daruu. Estaba preparado. 1 AO RE: De guerras pequeñas en tiempos de paz - Amedama Daruu - 12/03/2019 Caía. Perfecto. Entonces era hora de apartar la vista. Clavarla en el río. En otro sitio. Donde fuera. Pero tenía bien aprendido que debía de evitar el Sharingan a toda costa. Además que imaginaba que Datsue no estaría muy... contento en esos instantes. Daruu pensó que iba a atacarle sin esperar siquiera a caer, de modo que se tensó y trató de tenerlo en el campo visual sin mirarle directamente. Pero el Uchiha se precipitó sobre el agua grácilmente volteándose. Daruu entrecerró los ojos. «Ya veo...» Datsue emergió unos segundos después. De nuevo, Daruu apartó la vista un momento, y luego la fijó en sus pies y en su cintura, para poder ver sus brazos pero no establecer contacto visual con facilidad. Datsue comenzó a hacer lo que mejor sabía hacer. —¿Sabes? —Vale, quizá no debía dejarse llevar por la ira. Pero Datsue seguía siendo Datsue—. Pegas como un kusajin. —Pffff. Inténtalo de nuevo, Datsue. Estás perdiendo facultades. —Sonrió. —Estás contento, ¿eh? Daruu, déjame preguntarte algo —continuó, mientras trataba de recobrar el aliento—. ¿Qué pensaría tu madre, al ver que usas sus ojos para consumar venganzas? Joder, ni siquiera te contentaste con tener uno de sus ojos, ¿eh? Tuviste que dejarla ciega del todo para sentirte lleno de nuevo. ¿Y dices que tú asumes las consecuencias? ¡Pero si a ti te lo dan todo masticadito, hijo de la gran puta! Daruu chasquéo la lengua y apretó los dientes. Aún así, es lo único que hizo, para pesar de Datsue. —¡Uau! Mucho mejor, tío. Pero, ¿sabes qué pasa? Esto es como cuando peleas. Si haces algo tan obvio como un katanazo al pecho, lo más probable es que te lo paren. En el fondo tengo que agradecértelo, creo que he aprendido a encajar tus golpes. En fin. Que nada de lo que me digas me va a importar ya... Bastardo del Sur. Mientras pronunciaba las últimas palabras, Daruu formuló una corta serie de sellos, se agachó y hundió algo las manos en el agua. El río brilló con un fulgor azulado, y una serie de rayos se entrelazaron avanzando hacia Datsue... ...y conduciéndose por el agua en el que pensaba que estaba oculto el verdadero. RE: De guerras pequeñas en tiempos de paz - Uchiha Datsue - 15/03/2019 Su táctica de desestabilización no funcionó como hubiese creído, y Daruu se mantuvo firme y concentrado, volviendo a picotear en la herida de su padre biológico. Ese del que Datsue, aún a día de hoy, no sabía nada. Solo de imaginarse que era del Sur… No, era imposible. ¡Imposible! ¡No podía permitirse volver a caer en sus tretas! ¡No si quería sobrevivir a aquel duelo! Y es que Daruu, por mucho que hablase, seguía plenamente focalizado. Sin despegar los ojos de su cintura, alejados siempre de su Sharingan. —Oye, ¡deja de mirarme el paquete! Empiezo a sentirme un poco acosado, ¿sabes? —Aquello, Datsue lo soltó por simple regocijo. Daruu no tardó mucho en volver a la ofensiva. No le había bastado con estamparle un géiser de lleno y hacerle caer desde las alturas. El muy sanguinario quería más. Quizá, incluso, ¿matarle? Estaba claro que no podía fiarse de sus palabras de antes. Si algo había demostrado, es que era mejor mentiroso que él mismo. Tensó los músculos y memorizó los sellos que Daruu ejecutaba. Entonces… «¿¡Raiton!? ¿¡En serio maneja un segundo elemento!?» Sorprendido, saltó hacia atrás para evadir la corriente eléctrica que viajó hacia él. Un ataque sencillo, sin florituras, pero que, sospechaba, escondía una sorpresa. Como ese shuriken que va oculto bajo la sombra de otro gracias al Kage Shuriken no Jutsu. «Qué listo es el cabronazo…» Tenía que ir con todo. Y tenía que ir ya. Nada más ver que la corriente llegaba a su límite, formó el sello del Carnero con la mano libre —la zurda—, y en un visto y no visto, se materializó al costado derecho de Daruu gracias al Sunshin no Jutsu. El filo de su ninjato silbó, trazando una línea en diagonal, de arriba abajo y de derecha a izquierda, buscando abrirle un tajo en el costado tan grande y profundo que sangraría todo el veneno y la bilis que tenía acumulado. Aunque para eso, pensó después Datsue, tendría que haberle abierto directamente en canal y dejarlo desangrar como a un cerdo. 1 AO mantenida RE: De guerras pequeñas en tiempos de paz - Amedama Daruu - 15/03/2019 Daruu se sobresaltó cuando el cuerpo de Datsue dejó de estar allí. Por el rabillo del ojo, detectó al malnacido, y reincorporándose y dando un paso atrás, formuló un sello con la mano derecha para liberar su katana oculta. Pese a la katana y pese al paso atrás, no pudo evitar el tajo que acabó dándole en en brazo. Le dolió mil horrores. Gimió y apretó los dientes, deslizándose por el agua en un intento de alejarse un poco más. Apuntó con la katana a Datsue y se miró la herida. Sangraba. Se la agarró con la mano izquierda, apretando con rabia. No era un corte muy profundo, no pasaba nada, pero desde luego, le dolía un huevo. —Malnacido... y todo lo que hiciste... por un puto polvo... eres un puto crío —le espetó, ya abandonando el terreno de la mofa y volviendo al terrenal, al de los conflictos de verdad. A lo que de verdad le molestaba—. ¡Inventé una técnica para ayudarte a buscar a Aiko, pedazo de subnormal! ¡Pero tú te empeñas en putear a todo el mundo! ¡Y pensar que creí en ti! «Por demasiado tiempo...» RE: De guerras pequeñas en tiempos de paz - Uchiha Datsue - 16/03/2019 El acero besó la piel de Daruu con la suavidad y ternura de una madre a su hijo recién nacido. Datsue chasqueó la lengua. Había pretendido darle el bocado de un león, no el simple picotazo de un mosquito. Daruu siguió hablando. Era curioso, ahora que tenía el Sharingan activado, le aseguraba que lo que decía era verdad. Que verdaderamente había inventado una técnica para tratar de ayudarle. ¿Cómo coño era posible? No, no encajaba. ¡No encajaba! Sus ojos eran infalibles, pero ya había visto que existían personas —como Yubiwa— que se creían sus propias mentiras. —Ibas a ayudarme, ¿eh? ¿¡Y entonces por qué delataste a Keisuke!? —se desgañitó—. ¡Iba a hacer exactamente lo mismo que tú! Un buen chico, ¡fiel a sus compañeros! ¡A sus valores! ¡Y LE MANDASTE A LA PUTA HORCA! —rugió, colérico, y sin aguantarse más recortó nuevamente la distancia que les separaba de una rápida zancada. Su zurda, en el portaobjetos, lanzó una estrella metálica directa al hombro derecho de Daruu. Su diestra, encadenando el movimiento, trazó un arco de derecha a izquierda para realizar un tajo, esta vez, en el brazo izquierdo del Demonio de Ojos Blancos. 1 AO mantenida 1 AO nueva RE: De guerras pequeñas en tiempos de paz - Amedama Daruu - 16/03/2019 —Ibas a ayudarme, ¿eh? ¿¡Y entonces por qué delataste a Keisuke!? —se desgañitó—. ¡Iba a hacer exactamente lo mismo que tú! Un buen chico, ¡fiel a sus compañeros! ¡A sus valores! ¡Y LE MANDASTE A LA PUTA HORCA! —rugió, colérico, y sin aguantarse más recortó nuevamente la distancia que les separaba de una rápida zancada. Daruu rugió molesto y se apartó al tiempo que un shuriken pasaba cerca de su hombro. «¡Cuidado, sabe usar el Kage Shuriken y redirigirlos con hilos! ¡Fijate en sus manos!» De todas formas era mucho mejor que fijarse en los ojos, y además menos mal que lo hizo, porque Datsue le había lanzado otro tajo. Lo frenó con su propio filo en vertical. —¡Escúchame! ¡Ese día tuve que tomar muchas decisiones muy jodidas! ¡Decidí jugarme el puto cuello ante Shanise y ayudarte! ¡Lo que hice fue allanar el terreno antes de pedirle que convenciese a Yui para sacar a Aiko! ¡Y aún por encima me salió mal y me llevé una puta bronca! —Gruñó—. ¡Ni siquiera sabía que era Keisuke todavía, y tú tampoco sabías que yo había dicho nada a nadie cuando montaste aquél circo! ¿¡A QUE NO, DATSUE!? ¡¡SEGUÍA SIENDO POR PURO EGOÍSMO!! La espada de Daruu chisporroteó y se envolvió en una capa eléctrica. El filo comenzó a atravesar el de Datsue, vibrando como una radial. —¡Y lo peor de todo es que si se lo hubieras contado a Ayame y se lo hubieras pedido, ella habría hecho todo lo posible por ayudarte! ¡A pesar de TODO lo que le hiciste, hijo de puta! RE: De guerras pequeñas en tiempos de paz - Uchiha Datsue - 19/03/2019 —¡Escúchame! Oh, sí, Datsue le escuchó. Nadie podía decir que el Uchiha no fuese un buen oyente. Incluso los senseis de su Academia tenían que reconocerlo, más allá de que, mientras daban la lección, se entretuviese pintarrajeando el pupitre o lanzando notitas a sus compañeros de clase. En aquel caso, lo que Datsue hizo fue mover un dedo. El meñique de la mano izquierda. Porque sí, quizá Daruu había perdido sus ojos, pero seguía conservando su visión. Esa con la que uno nace o no nace, y que es imposible de robar, como la propia alma. En efecto, el shuriken lanzado por Datsue llevaba un hilo atado, y cuando ya había recorrido suficiente distancia, el Uchiha creyó conveniente hacerle cambiar de rumbo. Mientras tanto, sus voluntades entrechocaron en un sonoro estallido metálico. Cada uno con sus propias motivaciones. Cada uno con sus propios sentimientos alimentando la fuerza de sus aceros. Y el de Daruu… El de Daruu empezó a atravesar el filo de Datsue como si se tratase de mantequilla. El shuriken seguía dando vueltas, en círculos cada vez más pequeños cuyo centro eran ellos dos. Envolviéndolos. Enredándolos en un abrazo mortal. Si no se apartaba ahora, iba a estar en problemas. En problemas serios. Pero se negaba a hacerlo. ¡Se negaba! Porque hacerlo, sería admitir que la determinación de Daruu era mayor. Que, quizá, hasta llevaba razón. Y no podía aceptar eso. Aunque aquello le costase la vida, no podía. No, esta vez no iba a rendirse. No iba a huir. No, no iba a hacerlo. ¡No iba a hacerlo! ¡¡¡No iba a hacerlo!!! —¡¡¡AAAAAAAAAHHHHHHHHHHH!!! Desquiciado, se tiró hacia adelante y tomó el hombro derecho de Daruu con su mano izquierda, atrayéndole hacia él. El filo de su ninjatō se partió en dos, y él siguió hacia adelante, sin importarle que el acero de Daruu lamiese su piel. Sin importarle que, con ello, firmase su propia sentencia de muerte. Avanzó cual kamikaze, rajando el abdomen de Daruu con la hoja rota. El shuriken finalmente se enganchó a un costado de Daruu, y el Uchiha terminó por soltar el ninjatō y abrazarse a él con ambas manos. Su mejilla derecha pegada a la mejilla izquierda de él. —No fue por egoísmo —le susurró al oído, mientras sentía cómo la vida se le escapaba entre los dedos, entumecidos—. Podía haber fingido, podía haber hecho como que ya había olvidado todo y hacer las paces con ella. Pero eso hubiese sido vendar una herida infectada. Por fuera, aparentemente curada. Por dentro, sigue pudriéndose y matándote. »Yo le eché alcohol —se esforzó por continuar. Tenía frío. Mucho frío—. Sí, duele más al principio, ¡pero era la única forma de arreglarlo de verdad! Así hice con mi Hermano, cuando le jodí con aquella revista en el torneo. Así hice con Kaido, como te prometí. Y así iba a hacer con ella. Cómo coño iba a saber yo que era la jodida Jinchuuriki, ¿eh? Datsue se abrazó con todavía más fuerza a él, como si fuese un viejo amante al que no quería dejar escapar. —Al final conseguiste herir a un Hermano del Desierto con una de esas, ¿huh? —Al Hermano pequeño. Al Hermano débil—. Pero no te voy a dar la satisfacción de que me mates… —masculló con rabia. Él era el Intrépido. El Matakages. Incluso en sus últimos momentos, tenía una reputación que mantener—. Si voy a morir… Daruu notó como las manos de él se entrelazaban tras su espalda. Serpiente. Dragón. Liebre. Tigre. —¡¡¡Lo haré bajo mis propios términos!!! —Se llevó la zurda a la boca, y el hilo que les envolvía se volvió rojo, como el hilo rojo del destino. El fuego abrazó a ambos por igual, como un padre a sus dos retoños, antes de que el estallido les separase, quizá, por última vez. El cuerpo de Datsue salió disparado hacia atrás, cayendo sobre la superficie del río como un peso muerto. Sus ojos perdieron el rojo del Sharingan. También el brillo zorruno que tanto le caracterizaban. Se hundía, y así lo hacía también su mente, sumergiéndose en un abismo de oscuridad. Había recibido demasiadas heridas. Su cuerpo había alcanzado su límite. Iba a morir, pero iba a morir bajo su propio fuego. Arriba, en el cielo, las nubes formaron un remolino y un rayo de sol salió disparado hacia él. Esbozó una sonrisa triste. Su último pensamiento no fue para Aiko. Ni para Eri. O Nabi. Su último pensamiento fue para Akame. «Perdóname, Hermano…» 1 AO mantenida 1 AO nueva 1 AO revelada: En el post anterior, el shuriken llevaba un hilo metálico atado. RE: De guerras pequeñas en tiempos de paz - Amedama Daruu - 19/03/2019 Oh, por supuesto, había sido un gran acierto prestar atención a sus manos. El dedo de Datsue se movió, y con él, Daruu supo que el shuriken que había lanzado antes se clavaría en su espalda. Aún así, no se movió. Se mantuvo impasible, apretando los dientes. Que viniese. ¡Que viniese, que él seguiría pegado a aquél mamonazo! Pero no, oh no, la estrella metálica no se clavó en él hasta algún tiempo después. En su lugar, empezó a dar vueltas alrededor de ellos. Atándolos. Perfecto. Solucionarían sus diferencias. Para su sorpresa, aquél loco desquiciado lo había hecho también. Había dejado que la espada de Daruu atravesase la suya y se había dejado herir. El filo de Daruu se clavó en el hombro de Datsue. Un buen tajo. Pero el otro no se iba a quedar atrás, y con la hoja rota se lanzó hacia adelante, al tiempo que lo atraía hacia él. Daruu soltó el mango de su espada al instante, de un sobresalto. Pero no podía apartarse. El amejin agarró el filo de su oponente con ambas manos, su espada oculta aún incapaz de retirarse, pegada a Datsue. Gritó, gritó de dolor porque la hoja quebrada cortó sus manos y también parte de su costado como si fuera mantequilla. Pero apretó con fuerza y se mantuvo junto a él. —¡¡AAAAAAAAAAGHHH!! El shuriken que había lanzado Datsue se clavó también en él, pero con tanto dolor Daruu ni siquiera lo había notado. Ahora estaban abrazados como dos amantes. Y como un amante, Datsue le dedicó algunas palabras más. —No fue por egoísmo —le susurró al oído, mientras sentía cómo la vida se le escapaba entre los dedos, entumecidos—. Podía haber fingido, podía haber hecho como que ya había olvidado todo y hacer las paces con ella. Pero eso hubiese sido vendar una herida infectada. Por fuera, aparentemente curada. Por dentro, sigue pudriéndose y matándote. »Yo le eché alcohol —se esforzó por continuar. Tenía frío. Mucho frío—. Sí, duele más al principio, ¡pero era la única forma de arreglarlo de verdad! Así hice con mi Hermano, cuando le jodí con aquella revista en el torneo. Así hice con Kaido, como te prometí. Y así iba a hacer con ella. Cómo coño iba a saber yo que era la jodida Jinchuuriki, ¿eh? Datsue se abrazó con todavía más fuerza a él, como si fuese un viejo amante al que no quería dejar escapar. —Al final conseguiste herir a un Hermano del Desierto con una de esas, ¿huh? —Al Hermano pequeño. Al Hermano débil—. Pero no te voy a dar la satisfacción de que me mates… —masculló con rabia. Él era el Intrépido. El Matakages. Incluso en sus últimos momentos, tenía una reputación que mantener—. Si voy a morir… Daruu notó como las manos de él se entrelazaban tras su espalda. Serpiente. Dragón. Liebre. Tigre. —¡¡¡Lo haré bajo mis propios tér-...!!! —¡¡NO!! No. No, Uchiha Datsue. Basta de hacer las cosas bajo tus propios términos. Daruu pensó que ya habían sido suficientes las situaciones en las que todo se había hecho bajo sus términos. El muchacho levantó el pie. Ellos ya se habían enfrentado antes. En aquella ocasión, apenas se conocían. Fue durante un torneo, en el Valle de los Dojos. En aquél entonces, también se habían utilizado shurikens, e hilos. Y Daruu también había terminado con aquella técnica. Dio un pisotón en el agua del río, llamando a Susanoo. Y Susanoo respondió de nuevo, obediente pero molesto por tanta invocación. ¡¡BOOM!!
Un enorme estallido les golpeó, como ya había pasado en el torneo, y los lanzó por los aires. Rompió el hilo metálico, mandó el shuriken a volar, separó la espada de Daruu del hombro de Datsue e hizo al amejin soltar el filo roto del otro. Los separó a cada uno en una dirección, malheridos, y les hizo caer al agua. Daruu se hundió, dejando una preocupante mancha roja tras de sí. Se agarró el costado, mordiéndose el labio y haciéndose sangre también. |