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La estela permanente - Versión para impresión

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La estela permanente - Eikyuu Juro - 8/08/2015

Eikyu Juro



Prólogo: El resumen de toda una vida

Esta historia comienza como cualquier otra.

Eikyu Aoi era una jounin de Uzushiogakure, proveniente de un linaje un tanto especial. Era una joven prometedora, con unos rasgos característicos de su linaje. Su piel y su pelo rubio eran extremadamente pálidos, dando la apariencia de un fantasma. A pesar de ello, muchos podían considerarla hermosa.

Acabó casándose con Shiro, un simple trabajador que conocía poco del mundo ninja, con una piel curtida por el sol y unos profundos ojos marrones, que la conquistaron. A diferencia de lo tradicional, fue Shiro quien adoptó el apellido de Aoi, para la continuidad de su linaje.

A pesar de que sus padres no lo aprobaron, Aoi se enamoró profundamente de él, tanto que no tardaron en tener su primera hija. Ella heredó el pelo rubio pálido de su madre, y los ojos marrones de su padre. Fue llamada Katsue, un nombre que le dio la propia Aoi, como bendición.

Con su carácter obstinado, Katsue continuó el linaje de los Eikyu en el mundo ninja, logrando destacar en su promoción. Destacó por tener parte de las habilidades que caracterizaban su linaje, un gran nivel de control y manipulación del chakra, y más concretamente, en el ninjutsu. Al final, logró su objetivo de ser chunin, a los catorce años.

Cuando ella cumplió los quince años recibió una noticia, Aoi volvía a estar embarazada.

La familia recibió la noticia con alegría. Para entonces, tanto Katsue como Aoi trabajaban cumpliendo misiones, para sacar adelante a la familia, mientras que Shiro también trabajaba. En resumen, eran una familia muy ocupada. En esos momentos, Aoi decidió dejar temporalmente su puesto de ninja, para atender a su futuro hijo.

Desgraciadamente, cuando llegó el día, algo salió mal. Una enfermedad, un problema…

Lo importante es que a pesar del trabajo de los médicos, ella murió, pudiendo salvar solo al bebe. El último hijo de la pareja, a quién su hermana puso nombre. Eikyu Juro. Este heredó el pelo azabache de su padre, y sus ojos, pero también heredó los rasgos de Aoi, sus manos, partes de su rostro, su piel…

La familia acabó destrozada, guardando luto. Shiro se sumió en una profunda depresión, tanta que cada vez desaparecía más de casa. Al principio, Katsue pensó que era por trabajo, aunque acabó sospechando que algo más pasaba cuando vió que más que traer dinero, lo que hacía era traer deudas a casa.

Algunos días volvía borracho a casa, por lo que dedujo que simplemente iba a algún bar, aunque no quiso indagar en el tema. Tampoco tenía tiempo para hacerlo. Fue ella quien tuvo que sacar adelante a su familia, y criar a Juro, mientras que él desaparecía.

Todo parecía transcurrir más o menos correctamente, hasta un día…

Capitulo 1: Pide un deseo....

Era un día como otro cualquiera. La noche había llegado a la villa de Uzushiogakure. Para entonces, Juro tenía nueve años. Estaba sentado a la mesa, cenando junto con Katsue. Como tantas otras veces, su padre no estaba.

- Papa ya lleva dos días sin pasar por casa… ¿Dónde está? – preguntó, inocentemente.

Pudo sentir como su hermana se tensaba al mencionar a su padre. Por alguna razón, siempre lo hacía.

- Em…Papa está ocupado con unos negocios, Juro – Katsue sonrió, aunque no le pareció para nada una sonrisa real.

- No es justo… - protestó. Como cualquier niño, quería a su padre.

Katsue le miró, con unos ojos llenos de comprensión, pero no articuló palabra. Ambos terminaron su cena en silencio.

Después de diez minutos, terminó el plato, y como todos los días, debía cumplir su rutina. Fue al baño , y luego a dormir, mientras Katsue limpiaba los platos . Ella podía quedarse más tiempo despierta, pero él no. No le dejaba estar hasta tarde aunque Juro quería hacerlo, por ver si venía su padre.

Adivinando sus intenciones, esa noche Katsue le acompañó a dormir después del baño, y le arropó.

- ¿Cuándo me despierte mañana ya habrá llegado? – preguntó, inocentemente.

- Si lo deseas seguro que si – respondió su hermana, volviendo a mirarle de la misma forma que antes.

De esa forma, cerró los ojos y se durmió, sonriendo por la revelación. Antes de hacerlo lo deseo, claro está. Quiso que su padre volviese, que jugase con él…Todo lo que hacía un padre por un hijo.

Nunca lamentaría más desear algo.

Capitulo 2: La danza de la locura

Esa noche tuvo pesadillas. Cuando despertase, no podría recordarlas con nitidez. Soñaba que caía y caía por un precipicio sin fin. Se sentía atrapado, como si no pudiese salir.

- Despierta… -

Despertó, pero no fue por la pesadilla. Una voz le sacó de su adormilamiento. Poco a poco empezó a notar que algo andaba mal. Durante unos momentos se le paró el corazón, no era la voz de Katsue. Visualizó mejor la escena, y pudo ver a un hombre desaliñado, con barba y el pelo revuelto. Un pelo negruzco, que le recordaba mucho a alguien.

- ¿Papa? – preguntó, sin entender muy bien lo que pasaba.

Este no dijo nada, simplemente sonrió. Era una sonrisa inquietante.

Trató de moverse, pero se dio cuenta de algo. No podía. Dio un fuerte tirón con sus brazos. Seguía sin poder. ¿Estaba atado?

Lo estaba.

Volvió la vista hacia su padre, cada vez más asustado. Otro detalle se le había escapado. Este llevaba un cuchillo, un cuchillo muy grande, aunque quizás fuese por el miedo que sentía. Pero de algo estaba seguro, algo le pasaba.

- ¿Papa? ¿Qué haces? – preguntó, con un hilillo de voz - ¿Papa?[/color]

No supo si era su impresión o no, pero cada vez parecía que sonreía más y más. Estaba saboreando su miedo.

- Tú me has destrozado la vida… - Juro se quedó mudo, no había ni pizca de tristeza ni de resentimiento en esas palabras. Solo una alegría enfermiza – Quiero que sufras, como yo he sufrido.

- Tu no quieres hacer esto… - estaba aterrado, las lágrimas amenazaban con salir.

- Tú la mataste…- en esos momentos, perdió la esperanza. Su padre le había ignorado, y le había culpado. Por su mirada pudo sentir que ya era tarde para convencerle.

Gritó. Gritó todo lo fuerte que pudo antes de que le tapase la boca. Ni si quiera escuchó las palabras de su padre, no quería hacerlo.

El cuchillo se acercó peligrosamente. Juro no supo que hacer. ¿Y si su hermana no se había despertado? ¿Qué podía hacer?

Miró otra vez a los ojos de su padre. Los mismos ojos que él tenía, inundados por la locura. Forcejeó hasta que ya no pudo más. Hasta que su padre comenzó a hacerlo.

Como un artista, dibujó en él con su herramienta. Primero, un suave trazado por la mejilla izquierda. Después, uno más fuerte y más grande, que recorrió su brazo derecho. Sin descansar, realizó otro más. Uno suave pero permanente, que recurrió su cuello y que casi paso su garganta. No contento con eso, realizó pequeños trazos entorno a esta, cruzándola varias veces. suavemente.

Él no quería que su obra se terminase tan pronto.

Pero no duró más que eso. En ese momento, la puerta se abrió, y apareció una somnolienta Katsue, seguramente preguntándose qué le pasaría a su hermano. Ni en un millón de años esperaría encontrarse la escena que se estaba viviendo.

Pero su padre ya lo esperaba. Dejó a Juro en un segundo plano y se lanzó a por ella, con el cuchillo ensangrentado en mano. Ella se apartó, pero no lo suficientemente rápido. Cortó limpiamente su rostro, desde su sien hasta el final de la mejilla, pasando por la nariz. El dolor terminó por hacerla reaccionar.

Desarmó fácilmente a su padre, y lo apuñaló en el pecho.

Ella era un shinobi, no había que olvidarlo.


Capitulo 3: Recuerdos difusos

De esa noche no recordaría mucho más. Solo un par de escenas difusas. Su hermana ayudándole y limpiando sus heridas, el rostro de su padre, muerto, y el recuerdo de su locura, Katsue saliendo de casa y llegando con unos hombres…

Más adelante, comprendería la verdad. Su padre había enloquecido totalmente, quizás motivado por el alcohol y la pérdida de su madre.

Cerca del lugar donde trabajaba, en un cobertizo, pudieron encontrar animales muertos, perros, gatos…De formas bastante siniestras. Tortura, lo había llamado Katsue. Creyó oír que también habían encontrado a una mujer en las mismas condiciones.

Si no hubiese sido por Katsue, probablemente Juro hubiese acabado igual que ella.

Desde ese día, Juro cambió. El trauma lo acompañó, y por supuesto, las cicatrices de ese horrible momento, que intentaba tapar, en un vago intento de olvidarlo.

Y no solo eso. Sentía como la gente le miraba de otra forma. Los rumores corrían por la zona, y más de una persona debía haber visto el traslado del cuerpo por la noche. Tarde o temprano, acabó sabiéndose la verdad, y manchando el apellido Eikyu para siempre.

Después de todo, dicen que los hijos pagan el pecado de los padres.


Capitulo 4: Sangre de su sangre

Tres años después, todo parecía estabilizarse para los restantes miembros de la familia. Su hermana se había encargado de cuidarle, mientras que él había decidido entrar en la academia para ser un ninja, olvidando aparentemente lo sucedido.

Ambos hermanos habían salido impunes de los crímenes de su padre, aunque su sombra aún pesaba sobre ellos. Juro tuvo un profundo trauma que aún no ha logrado superar además de las marcas de su tortura, y Katsue recibió un recuerdo de despedida de su padre también, una cicatriz que atravesaba su cara.

A pesar de haber pasado tresaños, el escandalo aún no se había olvidado completamente, y seguían sin tener muy buena reputación. Ese mismo día era el cumpleaños de Juro. Dentro de poco, se graduaría en la academia como genin de Uzushiogakure.

- Deberías estar contento.

Las palabras de Katsue resonaron en su cabeza. Ambos hermanos estaban sentados a la mesa, sin nada que hacer.

- ¿Me estás oyendo? – preguntó, molesta por la falta de atención de su hermano

- Si… - respondió Juro, vagamente – Solo estoy un poco nervioso

- No lo estés, tienes el don de mama, igual que yo – respondió, segura de sí misma.

- ¿El don de mama? – preguntó Juro, a pesar de que tenía una ligera idea de lo que se refería.

-¿Crees que no lo he visto? Manejas dos elementos. Eres igual que yo cuando empecé – aseguró, con una sonrisa de suficiencia – En nuestro linaje ha sido algo bastante usual, ha ninjas que dominaban dos, tres elementos, o incluso cuatro. Pocos han logrado dominar los cinco, pero es posible.

En eso tenía razón. Juro, casi por accidente, había descubierto en sus entrenamientos que además del futon, también dominaba algo del ninjutsu elemental suiton. A pesar de ello, le sorprendió lo que su hermana le dijo.

- ¿Los cinco? – preguntó alzando las cejas. Su hermana nunca se lo había dicho - ¿Y mama…?

- Mama dominó cuatro elementos. Aun así era increíble – Katsue como siempre, parecía tener una extraña mezcla de admiración y tristeza cuando hablaban de ella.

Juro sintió algo de tristeza también cuando lo mencionó. No era la primera vez que le ocurría. Sentía incluso remordimientos. Si no hubiera nacido, ella seguiría viva. Ese recuerdo volvió a llevarle a aquella noche, cuando su padre le acusó de asesinarla.

Su hermana como siempre, pareció ver a través de él y comprender sus penas. Se levantó de la silla, sonriendo con calma.

- Venga, es hora de darte tu regalo, blanquito – acto seguido, empezaría a caminar fuera del salón, rumbo a su habitación.

A pesar de que no lo vería, algo de rubor subiría por la cara de Juro. No le gustaba que le llamasen así, pero era verdad. Su piel era muy pálida. Para colmo, se notaba demasiado cuando le pasaba esto. Se alegró de que Katsue se hubiese ido.
Pero no tardó demasiado en volver, y no volvió sola. En su mano, traía algo que le llamó la atención. Era un arma. Más concretamente, un látigo.

Soltó un jadeo, y dio un paso hacia atrás, casi involuntariamente.

- ¿Qué pasa? – preguntó Katsue, desconcertada.

- Es un látigo.Dicen que esas armas son para el sufrimiento y la tortura.

Y aunque no lo dijo con las palabras exactas, ambos sabían que había algo más. La sombra de su padre, un torturador, acechaba incluso ahora en Juro. El rostro de su hermana se endureció al escucharle.

- No seas idiota – contestó, lanzándole una mirada fulminante, que provoco que se estremeciera – este arma perteneció a mama, y es un arma shinobi, como otra cualquiera. Tiene capacidades especiales que se ajustaran a tu don.

Una vocecilla en la cabeza le susurraba lo que no quería escuchar.

“No lo hagas”

Pero al mencionar a su madre, todos esos pensamientos se esfumaron. Pudo verla, con el látigo en la mano, y supo que el arma no tenía nada de malo. Ignoró a la voz y cogió el arma, sin dejar de mirar a Katsue.

- Tienes que intentar olvidarlo, no lo guardes – contestó ella, sobresaltándole. Como otras tantas veces, parecía saber lo que pensaba.

- …¿Cuándo me ves, no lo ves a él? – preguntó, seriamente. Pudo saber que no era algo que ella se esperase que preguntara.

- Si, tu pelo es el mismo, y tus ojos. Pero cuando veo tus facciones, tu rostro, tu piel...Veo a mama – contestó, manteniendo la mirada.

Juro sonrió, involuntariamente. En parte, se sintió mejor. Confiaba en que, teniendo parte de su madre en él, impidiese lo que más temía.

Pronto llegaría su examen, y su posterior graduación. Con ello, empezaría una nueva vida para él.



RE: La estela permanente - Eikyuu Juro - 14/08/2015

Cronologia



Año 200:

Primavera

El rastro de la Konoha perdida

Un camino de rosas traicionero

Un remolino muy enremolinado

La locura hace la fuerza

Verano

-

Otoño

-- Este baile lo prefiero solo

Invierno

- [Automision Rango D] Un crimen más que legible

- Memorias del pasado

-


RE: La estela permanente - Eikyuu Juro - 14/08/2015

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Kusagakure


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