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-Anzu-chan, por lo que dices veo que no eres de por aquí, pero espero que puedas encontrar aquí en Takigakure un segundo hogar -dijo Tatsuya con una sonrisa amable-.
¡Este tío es tan educado y amable que ni siquiera a mí podría caerme mal! Se nota que viene de una familia con pasta, qué modales. Y no era poco cierto. Tatsuya mostraba en todo instante una serenidad y corrección que parecía capaz de aplacar a la más fiera de las bestias. La Yotsuki ya casi ni se acordaba de cómo la había ignorado momentos antes, embargada como estaba por una mezcla de apuro y necesidad de mostrarse cortés con el espadachín. Ni siquiera advirtió el '-chan-', quizá demasiado confiado, con el que Tatsuya la había etiquetado.
-Seguro que sí, Tatsuya-san, ¡me encanta esta Aldea! El tiempo es cojonudo, la comida está de lujo y los ninjas son fuertes -respondió con sinceridad. Takigakure era poco menos que un paraíso terrenal, especialmente si se la comparaba con Shinogi-To-.
Fue entonces cuando Hei habló.
-Oh oh oh, son uno más interesante que él otro. Anzu-san, ¿no eres de la aldea? No sabía que existían ese tipo de tramites. Y Tatsuya, me temo que huelo a gato encerrado. Siéntete cómodo con nosotros, tengo una idea en la que podemos participar los tres, pero antes... — El rubio fijó su mirada en Anzu. — ¿Yotsuqué? ¡Como si tener sangre de un clan te hace más fuerte! Vamos, dejemos claro este asunto con un pulso, ¿que te parece?
Anzu abrió los ojos casi de forma automática, como accionada por un resorte. Si algo le gustaba, era medirse a sí misma y contra otros. Sobretodo si eran de su propia Aldea, porque en su escasa experiencia podía concluir que eran más fuertes que los shinobi extranjeros -¡cómo de equivocada estaba! No se daría cuenta hasta días después, en el Torneo de los Dojos-. Ni siquiera prestó atención a la perlita que había soltado Hei sobre 'una idea en la que podían participar los tres'; su atención se centraba ahora, exclusivamente, en el reto que éste le había propuesto.
-¡Nada de sangre, socio! Un verdadero Yotsuki no lo es por nacimiento, ¡sino por entrenamiento! Y, te aseguro que yo soy una Yotsuki de pura cepa -agregó, confiada-. ¡Venga, vamos a buscar una mesa!
Ni corta ni perezosa, la chica se dio media vuelta y buscó con la mirada una mesa con el suficiente espacio -aunque la suya estaba libre, no quería tener a Hida-sensei cerca-. La encontró momentos después, a una docena de pasos, y allí fue. Era una de las largas mesas repletas de cuencos, platos y fuentes con manjares, solo que justo en aquel momento la mayoría de sus ocupantes se había levantado a bailar una animada canción. Aprovechando la ocasión, Anzu tomó rápidamente asiento e hizo señas a sus dos compañeros para que la imitasen. Mientras llegaban, aprovechó para retirar algunos platos y así hacer hueco suficiente para el pulso.
-Vamos, vamos, ¡Hei-san! ¡Tatsuya-san! -llamó a voces mientras se descubría el brazo derecho, sacándolo directamente del kimono y dejando ver un top negro interior que le cubría el torso-.
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Tatsuya normalmente termina alejando a la gente por su comportamiento demasiado refinado, algunos suelen creer que hace las cosas por presumir y otros piensan que su comportamiento es pasado de moda, aunque en la mayoría de los casos ocurre que por intentar ser lo más cortés posible simplemente la gente malinterpreta sus actos, sin embargo en la joven Anzu parecía tener el efecto contrario, no había conocido a alguien que no se molestara por su actitud desde hace mucho tiempo, le agradaba saber que quizás podría encontrar una buena amiga en ella, deseaba saber más de ella, era una chica muy interesante, aunque le seguía preocupando que Hei siguiera molesto con él, a Tatsuya no le importa mucho que lo dejen a un lado, es lo más común pero si le afecta un poco que lo desprecien y en especial si es una persona a la que acaba de conocer, justamente Hei habló en ese momento.
— Oh oh oh, son uno más interesante que él otro. Anzu-san, ¿no eres de la aldea? No sabía que existían ese tipo de tramites. Y Tatsuya, me temo que huelo a gato encerrado. Siéntete cómodo con nosotros, tengo una idea en la que podemos participar los tres, pero antes... — Fijó su mirada en Anzu. — ¿Yotsuqué? ¡Como si tener sangre de un clan te hace más fuerte! Vamos, dejemos claro este asunto con un pulso, ¿que te parece? — Vivaz y picaron, sonrió y retó al unisono.
Tatsuya no sabía a que se refería Hei, el siempre actuaba con la mayor sinceridad posible sin ocultarle nada a nadie, pensó que Hei se había hecho la idea de que estaba ocultando algo por algo que dijo, aunque Tatsuya no sabía que era lo que había dicho para que Hei tuviera esa impresión de el. Por otro lado Anzu lejos de molestarse parecía agradarle la idea de medir fuerzas para aclarar el asunto, si ambos estaban de acuerdo Tatsuya no iba a hacer ninguna objeción.
-¡Nada de sangre, socio! Un verdadero Yotsuki no lo es por nacimiento, ¡sino por entrenamiento! Y, te aseguro que yo soy una Yotsuki de pura cepa -agregó, confiada-. ¡Venga, vamos a buscar una mesa!
Anzu inmediatamente buscó un buen lugar para realizar el pulso, dejándolos a ambos ahí parados en lo que ella preparaba el lugar, se extrañó de porque no había ido simplemente a buscar el lugar que ella estaba ocupando antes, pero bueno pensó que ella tendría algún motivo para ello.
"Ya se ve como gasta tanta energía"- Pensó mientras soltó una leve risita al ver como se alejó y se ponía a preparar todo, aunque luego volteó para hablar con Hei.
-Este... Hei-kun, talvez luego de esto podamos hacer esa otra actividad que mencionabas y platicar más tranquilamente para conocernos-
Tatsuya de repente cambió de expresión, se acordó de algo muy importante para él... NO HABÍA LIMPIADO SU KATANA AÚN. La noche había caído y él no había realizado su ritualillo de costumbre, si bien sólo es una mala maña de el era algo imprescindible para él, su actitud podía cambiar si no podía hacerlo por algún motivo, se aseguraba de traer siempre aunque sea un pañuelo o algo para poder hacerlo a donde sea que fuera, y si no satisfacía su deseo irracional iba a arder Troya. Su personalidad podía volverse completamente opuesta, el por ahora aún estaba calmado, y pensó que sería buena idea hacerlo mientras Anzu y Hei realizaban el pulso, simplemente se sentaría a observar y lo haría, pronto Anzu tenía todo preparado y los llamó a ambos.
-Vamos, vamos, ¡Hei-san! ¡Tatsuya-san! -llamó a voces mientras se descubría el brazo derecho, sacándolo directamente del kimono y dejando ver un top negro interior que le cubría el torso-.
Tatsuya notó el descuido de Anzu y el inmediatamente reaccionó ante ello, no podía permitir que alguien la injuriase por ello, caminó hacia donde estaba rápidamente, incluso aunque estuviera dando pasos acelerados no dejaban de ser elegantes.
-Anzu-chan, ten cuidado, se ve dentro de tu manga, no quiero que algún malpensado te diga algo feo o te vea de manera indecorosa- Sentenció el muchacho.
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— Este Tatsuya es muy correcto. Pensó al escuchar la conversación que tenían sus compañeros. — Perturbador.
-¡Nada de sangre, socio! Un verdadero Yotsuki no lo es por nacimiento, ¡sino por entrenamiento! Y, te aseguro que yo soy una Yotsuki de pura cepa -agregó, confiada-. ¡Venga, vamos a buscar una mesa!
— Yotsuki esto, Yotsuki lo otro. ¡Sí! ¡Vamos a ver que tanto vale ese apellido tuyo que tanto repites! La ignorancia es lo más tranquilizante del mundo. Hay quienes que se impacientan al notarla, pero no saben que esta posición es más una bendición que una maldición. Claro, para el que no la padece. Pues, uno se preocuparía si conocen como funciona tu Kekkei Genkai, ¿verdad? También si saben el origen de tu clan mejor que tú. Y vamos, Hei no es ningún psicólogo, pero sabe muy bien que cuando mencionara la palabra "Yotsuki" se debería andar con mucho cuidado; la chica no andaba sola y había acabado de aceptar un reto que estaba dirigido más a su familia que a ella.
Anzu buscó una mesa con sus ojos, cosa que imitó hacer Hei pero sin resultado. De la nada la chicuela se movió, por lo que Hei dedució que debía seguirla. De seguro había encontrado un lugar.
Pero antes de que se pueda mover Tatsuya lo detuvo.
-Este... Hei-kun, talvez luego de esto podamos hacer esa otra actividad que mencionabas y platicar más tranquilamente para conocernos-.
Consiguiente a sus palabras el hombre cambió su experesión repentinamente. La cara que puso era... indescriptible. Hei reafirmó sus creencias.
— Todo a su tiempo hombre. Le dijo mirando a sus peculiares ojos, ignorando el extraño momento que estaba pasando. — ¿Porqué estás tan apurado? Hei no se andaba con rodeos, desde hace rato había empezado a sospechar de que la presencia de Tatsuya no era una mera casualidad. El bakutonero sostuvo su fría e intimidante mirada sobre Tatsuya. — Acompáñanos. El mensaje de Hei habría sido trasmitido.
— Oh, las apareciencias. Sí que engañan, y mucho. Mantenerlas es lo más dificil, pues a medida que la situación va variando también lo que se quiere trasmitir. Tatsuya-san, te he pillado. Forzó un gesto serio y siguió a Anzu que no estaba muy lejos. — Hombre... ¿Qué diablos con este chico? Parecía buen tipo hasta que se colgó y luego actuó raro... Capaz sea mi imaginación y también capaz no debí haberlo tratado así, pero si piensa que se puede salir con la suya... Sabe muy bien que el hacer otra actividad conllevaría a que estemos los tres juntos, pero la verdad se me están yendo las ganas. Pensó mientras veía los pies de la morocha Yotsuki moverse. — No estoy paranoico. No todo debe estar escrito, no hay cosa como el destino y todos actuamos dependiendo de la situación.
Anzu ya estaba lista, se sacó su kimono y colocó su diestra sobre la mesa que había elegedio para el encuentro. Un top negro sería lo que taparía su pecho. Tatsuya, que parecía haber obedecido a las ordenes de Hei, se dio cuenta de esto y se lo comunicó. Hei ya estaba sentado y a punto de colocar su codo derecho sobre la plataforma, pero Tatsuya lo detuvo con sus palabra dirigidas a Anzu.
-Anzu-chan, ten cuidado, se ve dentro de tu manga, no quiero que algún malpensado te diga algo feo o te vea de manera indecorosa-
El maldito usó el subfijo "-chan". ¿Qué estaba pasando? ¿Le tomó confianza rápidamente o en realidad se conocían de antes? Hei debía actuar y poner las cartas sobre la mesa. Pero no quería arruinar el juego, antes escucharía lo que Tatsuya tenía que decir ante la pesada mirada que Hei estaba depositando sobre él.
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¿Por qué demonios tardan tanto?
Con un brazo ya fuera del kimono ceremonial, y dispuesto a defender el honor de su dueña, Anzu esperaba impaciente a que los dos chicos se sentaran a la mesa. El primero en acercarse fue Tatsuya, visiblemente acalorado, y haciendo gala de aquella cortesía tan suya le dedicó unas palabras apuradas.
-Anzu-chan, ten cuidado, se ve dentro de tu manga, no quiero que algún malpensado te diga algo feo o te vea de manera inderocosa
La Yotsuki soltó una carcajada exagerada, que pretendía sonar bravucona y confiada. Retrajo el brazo descubierto, cerró el puño y lo golpeó contra la palma de su mano izquierda.
-Tranquilo, Tatsuya-san, ¡que si alguno de estos paletos se pasa de la raya, le parto los dientes!
Henchida de orgullo y con una clara actitud marcial, Anzu dió un fortísimo puñetazo en la mesa. Bandejas y cuencos se agitaron ligeramente por la fuerza del golpe, y los comensales -incluso a varios pasos de distancia- volvieron la vista hacia ella, curiosos. Anzu devolvió algunas miradas con aquellos ojos tan helados y brillantes al mismo tiempo. Quería dejar claro, no sólo a Tatsuya y a Hei, sino a cualquiera que prestase atención, que ella no era la clase de chica que se andaba con tontadas.
Sin embargo, pronto se olvidó de todo aquello; tanto como Hei tardó en sentarse frente a ella. La Yotsuki extendió el brazo derecho, apoyando el codo sobre la madera, y colocó su mano zurda tras la espalda. Antes de que ninguno de los tres ninjas se diera cuenta, alrededor se había formado un buen grupo de curiosos -la mayoría hombres y jóvenes ya ebrios- que atendían con expectación al encuentro. Incluso se oyó de fondo alguna que otra bravata, destinada a instigar a los participantes del pulso.
Venga, rubiales, muéstrame lo que eres capaz de hacer.
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Tatsuya intentó advertir a la joven Anzu, aunque si bien ella reaccionó nuevamente de manera espontánea con una nueva pero no menos escandalosa risotada.
-Tranquilo, Tatsuya-san, ¡que si alguno de estos paletos se pasa de la raya, le parto los dientes!
El joven parecía sorprendido, pero luego le parecío algo simpático por parte de ella, vaya concepto de "simpático" que tiene Tatsuya, pero bueno, al fin y al cabo que te enseñen modales no te hace tener más sentido común, así que respondió con una sonrisa a la morena kunoichi.
-No dudo que lo harías- Dijo de manera alegre el joven.
El joven Tatsuya buscó donde sentarse, sin embargo le incomodó la mirada de Hei, que parecía estar acusándolo como si hubiese cometido un crimen muy grave, Hei no le quitaba los ojos de encima, y Tatsuya ante esto se sintió un poco triste y bajó la mirada como un perro regañado. No sabía que había hecho mal para ganarse esa mala mirada de parte de Hei, no deseaba terminar enemistado con él como suele ocurrir con toda la gente, le desanimaba pensar en eso. Sin embargo bruscamente Anzu golpeó la mesa haciéndolo poner los pies en la tierra.
El joven como había planeado observaría mientras cumplía su ritualesca y extraña costumbre, tomó asiento cerca de Anzu que luego de golpear su puño contra su palma colocó su brazo en la mesa, como intentando intimidar a los que estuviesen cerca, de pronto un tipo ebrio de tropezó con el asiento de Tatsuya, el joven soló miro de reojo a ese hombre pero no le dio mayor importancia al notar en que estado se encontraba el hombre, sin embargo se sintió luego algo molesto al ver como se había juntado una bola de curiosos alrededor del lugar debido a que Anzu había llamado la atención de los presentes, era una situación extraña para él ya que no estaba para nada acostumbrado a este tipo de situaciones, sí, había venido antes a estas fiestas pero como siempre se había mantenido cerca de la gente de élite nunca había visto de cerca este tipo de situaciones.
El joven pensó mejor en observar el pulso mientras limpiaba su arma, sacó un pañuelo y luego desenvainó su espada con mucha delicadeza al punto de que ni siquiera se escuchaba el sonido del metal rozando con la madera, ante este acto muchos de los que se encontraban a su alrededor reaccionaron un poco asustados y se apartaron de donde se encontraba, Tatsuya no entendía el motivo pues para él era de lo más normal del mundo llevar su arma a donde quisiera por muy irracional que sea en realidad, de por sí portarla en un fiesta podía parecer sospechoso pero eso no le entraba en su cabeza, simplemente se alegró de que le dieran su espacio, pasó el pañuelo por la hoja de su arma mientras recitaba unas palabras con serenidad total.
-Espero que no les moleste que le de una pulida a mi arma mientras observo- Dijo dirigiéndose a Anzu y Hei.
Tatsuya realizaba este acto con gran normalidad aunque fuera todo lo contrario, era ilógico en su totalidad, pero bueno era eso o que cambiase totalmente su actitud, cuando se le priva de esto su comportamiento cambia radicalmente, como sí un demonio lo poseyera. El joven prestó atención al lugar donde Anzu y Hei iban a realizar el pulso pero sin dejar de frotar suavemente su ninjatou, sus manos se movían casi automáticamente aunque su vista centrara su atención en otro lado. Además que su estado de animo mejoraba y se volvía mas sereno. Su mirada se llenaba de tranquilidad.
"Será bueno ver como miden sus fuerzas, pero me ayudará también a medir su habilidad, ya que en toda prueba física, no importa que tan trivial sea, el resultado puede definirse más por una técnica que por la pura potencia bruta"- Meditaba el joven shinobi.
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Entre golpes en la mesa, borrachos que se acercaban a ver la situación y la voz de Tatsuya en el aire Hei se dio por vencido. Parecía como si nadie lo tomase en serio, pues el extraño de ojos raros seguía escuchando sólo lo que quería. Cosa que lo sacaba de sus casillas. Estaba molesto. Se le notaba en su rostro. No tenía más ganas de medir su fuerza en el pulso con Anzu, sólo quería propinarle un golpe en la cara a Tatsuya.
— ¿Porqué no para de hacer cosas tan raras? — Capaz se trataba de un sociopata y tenía algún problema, pero aseguró ser un ninja. Y en la academia se aseguran de no aprobar a gente con estas discapacidades o los intentan ayudar. Y si es que tiene familia no lo dejarían ir por ahí sembrando caos. Además su rostro le recordaba al de él, el de un adolescente; un niño.
Anzu insistía con seguir con la pulseada, parecía haberse ofendido y tener ganas de mostrar su superioridad. Mas Hei seguía paranoico, al tanto de las acciones de Tatsuya.
-Espero que no les moleste que le de una pulida a mi arma mientras observo- Dijo dirigiéndose a Anzu y Hei.
Como presumiendo su arma, hizo muestra de ella. La empezó a pulir, delante de Hei, que no estaba a más de dos metros de distancia. La expresión en el rostro del rubio cambió. Le lanzó una mirada a Anzu que lo decía todo.
— Me tengo que ir. Ya. — La situación había empezado a perturbarlo. La actividad que tenía pensada, ir a uno de los costados del lago, donde habría poca gente, a hablar sobre ambiciones y planes a futuro, se estaba yendo a la basura.
Hei tomó la diestra de Anzu, que se la estaba ofreciendo hace rato. Los espectadores, que no eran pocos pero tampoco muchos, soltaron un grito alegría. Hei rezó para que Anzu entendiera de una vez la rara actitud del chico antes de que comenzara el pulso que, probablemente, daría inicio y controlaría el referi Tatsuya.
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-No dudo que lo harías -dijo de manera alegre Tatsuya-.
Haces bien en no dudarlo, socio. Aquel chico le caía bien. Era extremadamente educado, hasta el punto de resultar incómodo a veces, y tanto por sus modales como por su forma de vestir, parecía provenir de una familia acomodada. Anzu siempre había tenido cierta manía a los ricos -quizá porque ella se había criado en la necesidad-, pero Tatsuya no desprendía ese aire de 'soy mejor que tú por el tamaño de mi billetera', sino más bien 'debo vivir a la altura de mi apellido'. Puedo respetar eso, aunque me parezca una chorrada...
De repente Hei le agarró la mano, dispuesto para el pulso, y captó su mirada. No hacía falta ser muy listo para darse cuenta de que algo incomodaba al rubio; Anzu le devolvió un '¿qué?' con sus propios ojos. Confusa, echó un vistazo alrededor para intentar hallar la causa del problema de su compañero. ¿Serán los borrachos? ¿Tendrá hambre? ¿Sed?... ¿Qué hace Tatsuya-san con su espada... La está limpiando aquí en medio? ¿Y ahora? Demasiados interrogantes. Un grito procedente del improvisado público la sacó de sus cavilaciones.
- ¡Venga, empezad ya, por todos los dioses!
Anzu se revolvió en su asiento, sonriendo con satisfacción; le encantaba suscitar ese entusiasmo entre los observadores. Uno de ellos incluso salió del círculo para acercarse a los ninjas, un tipo alto y musculoso que llevaba una característica cola de caballo de tonos rojizos.
- ¡A la de tres! ¡Uno... Dos... Tres! -el fin de la cuenta atrás vino acompañado de un sonoro golpetazo en la mesa-.
Sin pensárselo dos veces, la Yotsuki apretó su agarre en torno a la mano de Hei, y empezó a tirar con fuerza hacia su objetivo. Todos los músculos de su brazo y hombro se tensaron, como cables de acero, imprimiendo su potencia física sobre el shinobi. Pese a que en principio el pulso estuviera igualado, tarde o temprano acabaría inclinándose del lado de la Yotsuki.
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Tatsuya seguía su ritual raro con la espada y quizás luego de eso ya no estaría tan tenso. Pronto sintió como la gente alrededor se había puesto muy emocionada por el pulso, no entendía porque tanto alboroto, bueno la verdad era la primera vez que el estaba presente en uno o al menos eso creía recordar él. Los asistentes estaban impacientes, cuando ambos shinobis tomaron de las manos hubo algunos presentes que hasta chiflaron, sin embargo notó que se Hei estaba muy tenso, no sabía porque y Anzu se puso a mirar hacía varios lados, uno de los presentes gritó para que no se retrasaran más, le costaba comprender como este simple acto podía desatar tal euforia pero pensaría en ello luego, un tipo de apariencia ruda se acercó para dar inicio a la contienda. En un principio el pensaba hacerlo pero realmente ni sabía como hacerlo, así que dejó que el tipo hiciera lo que quiesiera.
"Siento que algo no anda bien"- Se dijo a si mismo.
Y el pulso empezó, Tatsuya seguía frotando con suavidad su espada pero su mirada estaba fija en el área donde estaban midiendo fuerzas, toda su atención se habia centrado en los brazos de los dos shinobis, había visto que ambos habían entrenado y por lo tanto podía mas o menos hacerse una idea de que tanta fuerza poseía cada uno, si bien Hei era hombre y tenía un cuerpo marcado no podía subestimar para nada las habilidades de la kunoichi, si los rumores eran ciertos, el jounin que la entrenaba la debió haber exigido al limite, esto le impedía deducir a ciencia cierta quien de los dos tenía más posibilidades de victoria, no sólo la musculatura importaba ya que siendo shinobis eran aún mas impredecibles, se sabe de ninjas muy pero muy delgados que tienen mucha mas fuerza que una persona corriente.
"Interesante, al parecer por alguna razón yo también me he emocionado con esto."- Tatsuya si bien estaba entusiasmado no lo demostraba expresivamente, sino que observaba calmado y muy concentrado en silencio mientras todos los demás lanzaban porras.
Un hombre que se encontraba cerca gritó aunque no hubiera necesidad de ello -¡Ya gánale a esa niña o perderé mi dinero coño!- fueron las palabras de ese hombre, otros no se quedaban atrás -¡Venga ya mocosa, no te dejes de ese chaval!-
Era increíble pensar en como la gente podía ponerse tan rápido a realizar apuestas por ver quién ganaba, la bulla de la gente atrajo muchos más curiosos de los que había en un inicio, entre la muchedumbre se veía gente contando su dinero mientras observaban con nervios a Anzu y Hei, algunos empezaron a dar palmadas al unísono para incitar a los dos contrincantes mientras se escuchaban aún mas gritos exigentes por parte de los espectadores, al inicio estaban muy igualados que por momentos se inclinaba hacia el lado de Anzu y por momentos también al de Hei. Tatsuya parpadeó por un instante mientras guardó rápidamente su katana de golpe, el sonido de su arma era el único que se emitiría por parte de él, su silueta inmóvil en medio de la multitud observaba con detenimiento y en silencio mientras toda la gente seguía armando escándalo.
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Anzu recibió su mensaje, mas no lo entendió. Frustrado, pero no molesto, entendió que todo se trataba de un embrollo de nervios y lios acumulados en su cabeza desde hace tiempo. Capaz el no haber visto el florecimiento fue la causa de su paranoia, o que su abuela se haya mantenido recia a venir. Lo había decidido, iba a darlo todo en el pulso. Iba a depositar toda su devoción y odio en su diestra; la adredalina es la mejor medicina en estas situaciones.
Un hombre se acercó a los dos e hizo de arbitro, hizo una cuenta regresiva desde el número 3 y la pulseada comenzó. Hei, al instante, se vio en desventaja. La morocha no mentía, era fuerte. No era nada sobrehumano, pero se notaba que había hecho énfasis en su fuerza en los entrenamientos que tuvo que pasar para adquirirla. Aunque Hei podía dar pelea, este se desanimó y no vio gracia en seguir. Quería hacerse pasar por mayor de edad en algún lugar y comprar algo en lo que ahogar la frustración que estaba sintiendo. Con un ojo en la pulseada y otro en Tatsuya trató de aparentar esfuerzo, pues escuchó que alguien había apostado a su favor en el repentino evento.
Fue entonces cuando lo escuchó, un sonido que venía directamente desde la dirección de Tatusya; el sonido del metal chocando contra la madera. Hei se agitó y desconcentro, cediendo su diestra en consecuencia.
Todo el mundo gritó, enojado, muy enojado. Insultos y burlas se escuchaban a la redonda del rubio que, parado, miraba fijamente a Tatsuya.
— Esto es todo. — Sentenció, firme y serio. — Aprende a socializar. — Se dio media vuelta y colocó ambas manos en sus bolsillos.
Sí, se estaba yendo. Más bien estaba huyendo y él lo sabía, pero se vio impotente ante la idea de herir los sentimientos del intento de disfraz de buena persona, que de seguro ocultaba una historia perturbadora que él no quería saber. Había venido para conocer gente nueva y eso hizo, pero la situación no ameritaba para seguir allí. Nadie entendería su punto vista. A diferencia de Anzu, él no estaba de buenas, no disfrutaba de bebidas con sus compañeros o algo por el estilo. No estaba animado.
Pero algo pasó.
— ¿Qué pasa acá? — Un hombre, que aparentaba la mediana edad y vestía el característico uniforme Chunin de Takigakure, emergió entre el publico antes que Hei pudiera dar dos pasos. — Quiero una explicación de porqué ese niño tiene una espada en sus manos y porque ustedes estaban haciendo una apuesta. — Parecía que el tipo no sabía redactar bien sus palabras, de seguro estaba nervioso por la cantidad de gente, pero estaba en lo cierto. En un evento como este, un alboroto de esta índole, llamaría la atención de las autoridades que se deben encargar de que todo salga bien.
Hei, que no se creía lo que estaba pasando, miró con una sonrisa picarona al uniformado.
— ¿A caso hay que hacer una solicitud para poder retar a alguien a un pulso? — Recitó. — Oficial, deben haber cosas más importantes de las que ocuparse. — El maldito seguía sonriendo, parecía querer buscarse problemas.
— ¡Maldito! — Llenó de furia, debido a la reacción del publico que variaba entre carcajadas y abulleos, intentó tomar del cuello a Hei. Mas el bakutonero previó sus movimientos debido a la distancia que había entre ellos, dando un rápido giro en dirección a la mesa donde hace rato estaba sentado.
— ¿A donde crees que vas? — Lo tomó de su ropa, su Haori lila. Era un Shinobi, ¿como iba a dejar que se le escape un niño de las manos?
Mas Hei logró escabullirse, dejando atrás su prenda. Tomó un impulso y saltó arriba de la mesa. La autoridad seguía confundida, no había comprendido bien que había pasado.
— Más les vale correr. — Les guiñó un ojo a Anzu y Tatsuya y huyó entre la muchedumbre. Si seguían a Hei, la aventura seguiría. Si se quedaban, podrían explicarle al oficial que todo se trababa de un malentendido.
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Cuando la poderosa mano de Anzu venció por fin a la de su oponente, se desató una suerte de caos en miniatura alrededor de la mesa. Algunos de los improvisados espectadores gritaban con júbilo y ánimo, mientras que otros maldecían su suerte o trataban de largarse como quienes no quieren la cosa para no pagar sus fallidas apuestas. Gritos, abucheos y vítores, bebidas alcohólicas de diverso tipo fluyendo por todas partes... Era un caos, sí, pero había cierta belleza en aquel desorden. O, al menos, así le pareció a la Yotsuki, que ni se dio cuenta de que un agente externo había irrumpido en aquel microcosmos para deshacer la magia.
-¡Ja! ¡Te lo dije, Hei-san! ¡Chúpate es...!
— ¿Qué pasa acá? — Un hombre, que aparentaba la mediana edad y vestía el característico uniforme Chunin de Takigakure, emergió entre el publico. — Quiero una explicación de porqué ese niño tiene una espada en sus manos y porque ustedes estaban haciendo una apuesta.
Anzu se quedó paralizada por momentos. No podía sino dejar de mirar el chaleco de chuunin que vestía aquel tipo. ¿Qué cojones le pasa? ¿Acaso es ilegal echar un pulso? No tuvo necesidad de decirlo, porque rápidamente Hei dio voz a sus pensamientos. Y de qué manera. El chuunin se puso rojo de ira, y trató de apresarle sin éxito. Hei se escabulló primero, dejando atrás su haori lila, y luego se subió encima de la mesa, burlón. Alrededor, la multitud se debatía entre los que increpaban al chuunin por aguarles la fiesta, y los que reían ante la huída de Rokuro.
-Más les vale correr.
La joven Yotsuki no necesitó un segundo aviso. Rápida como una centella se puso en pie, dando media vuelta y echando a correr en la misma dirección de su compañero Hei. Ni siquiera tuvo tiempo de fijarse en si Tatsuya les seguía, o por el contrario se había quedado a darle explicaciones al chuunin. Con lo educado que es, no creo que tuviese muchos problemas para salir de esta... O eso quería pensar ella; al fin y al cabo, había abandonado a un compañero ninja a su suerte...
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Tatsuya observó desde en medio de la multitud, pronto el brazo de Hei se dió a torcer, la pequeña Anzu había ganado el pulso y entre los presentes algunos cantaban vitoreos mientras otros lanzaban maldiciones que Tatsuya preferiría no haber escuchado, la joven Anzu estaba distraída en su celebración Hei centró su mirada llena de enojo sobre el muchacho de los ojos bicolor.
— Esto es todo. — Sentenció, firme y serio. — Aprende a socializar. — Se dio media vuelta y colocó ambas manos en sus bolsillos.
"¿¡Pero yo que hice!?"- Fue el primer pesamiento que se le vino a la cabeza.
Las palabras de Hei fueron como una puñalada en el corazón de Tatsuya, lo había hecho una vez más, otra vez había incomodado a la gente a la que le hablaba sin saber el porqué de ello, no entendía que pudo haber hecho mal para que esto ocurriese; "Aprende a socializar, aprende a socializar, aprende a socializar, aprende a socializar..." Las palabras de Hei hacían eco en su cabeza, eran como martillazos en su conciencia, durante mucho tiempo nadie que no fuera su padre o su madre se habían tomado el atrevimiento de decírselo, pero Hei lo hizo de una manera directa que había lastimado el corazón de Tatsuya pero al igual que muchas de sus emociones no se veían reflejadas en su calmado rostro. Aún así la tristeza se le vino encima al pensar que quizás había arruinado una oportunidad de entablar una amistad. Hei estaba por irse, cuando vió un shinobi salir de entre la gente, quizás llamado debido al escándalo.
— ¿Qué pasa acá? — Un hombre, que aparentaba la mediana edad y vestía el característico uniforme Chunin de Takigakure, emergió entre el publico antes que Hei pudiera dar dos pasos. — Quiero una explicación de porqué ese niño tiene una espada en sus manos y porque ustedes estaban haciendo una apuesta. —
Esto era la guinda del pastel, primero se aleja de su padre sin permiso, luego conoce a dos ninja, termina ignorando a una y haciendo enfadar al otro, y para terminar de coronar la noche termina en medio de un escándalo a media fiesta. Era un balde de agua fría sobre su cabeza con hielo incluido, tratando de dar una buena impresión como miembro de la familia Takanashi lo único que había logrado era meterse en un clavo digno de los que armaría su hermano Katsuo, bueno casi. Hei parecía burlarse del chunin, aparentaba no haberse intimidado, el oficial intentó atraparlo pero se quedó con las vestimentas de Hei en la mano como cuando intentas agarrar una lagartija y te quedas con la cola entre los dedos, vió como les guiñó el ojo a él y a Anzu mientras los incitaba a escapar.
— Más les vale correr.
Hei luego emprendió la huida, el chunin aún estaba algo antontado por lo sucedido, Tatsuya intentó buscar a Anzu con su mirada pero cuando se dió cuenta ella presta y dispuesta ya había corrido en dirección a donde estaba Hei, lo habían dejado ahí sólo y abandonado, ¿que haría ahora?. Si su padre se enteraba le caería un gran regaño, el nunca había hecho nada malo para no dañar la imagen de su familia y ahora era como sí sólo en esta noche hubiera armado la bronca que no hizo en toda su vida. Podía excusarse con el chunin pero cuando su padre se enterase no podría hacer lo mismo.
"Sabía que algo no andaba bien, no se que hacer"- Pensaba con angustia.
Pronto se le vinieron de nuevo las palabras de Hei a la cabeza, "aprende a socializar, aprende a socializar, apren..." "NO PUEDO DEJAR LAS COSAS ASI". Tatsuya tenía que hablar con Hei, tenía que arreglar las cosas y disculparse con él aunque no supiera porqué exactamente, no podía dejarlo así, pronto se escabulló con paso sigiloso entre la gente, sin embargo no alcanzaría a Hei y a Anzu de esa manera, así que decidió saltar y treparse en algún lado para divisar por donde estaban, el chunin de inmediato lo divisó y saltó para intentar interceptarlo.
-Ahhh no, tu no te me vas a escapar- Dijo el shinobi que lo intentaba perseguir.
Tatsuya sería un genin pero tenía sus truquitos como todo buen ninja aunque no debería utilizar sus poderes para cosas como esta, aunque no fuera de día aprovechó la iluminación artificial que fue instalada para la celebración, apenas si volteó para ver de reojo al chunin mientras usaba su pulgar para desenvainar una pequeña porción de su arma, pronto un brillo intens reflejado por el metal de su arma dejó viendo lucecitas al chunin que se detuvo en seco en el aire al haber quedado encandilado por la técnica de Tatsuya y terminó por caer planchado contra el suelo.
"Uhhhhh, espero que no se haya lastimado"- Pensó mientras usaba de nuevo el pulgar esta vez para volver a envainar su espada.
Y luego de eso logró divisar a Anzu, siguió saltando no muy rápido para alcanzarlos a ella y a Hei, lo hacía de manera sigilosa al punto que era inaudible y era necesario si no quería llamar más la atención y tener que lidiar con más perseguidores. Ahora que había dejado a un chunin estampado contra el suelo se podría decir que sí era un dilema digno de su hermano.
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14/03/2016, 22:37
(Última modificación: 14/03/2016, 22:38 por Hei.)
Su pelo, que aún seguía mojado por la ducha que se había tomado no hace una hora, volaba de un lado a otro a medida que sus pies hacían desastres en las mesas de los que aún no vieron necesario dejar el festejo a un lado y proseguir a lanzar sus deseos al lago. Mas esto no se repetiría más de cinco o seis veces, puesto a que los arreglos festivos se acabarían una vez que el Bakutonero llegase a las raíces donde, de noche, no se podía diferenciar un chihuahua de una rata. Sí, la iluminación de dónde se batía el festejo ayudaba a la vista de cualquiera, pero era insignificativa.
Tomaría un gran impulso en la última mesa y saltaría, sacudiendo hasta la pobre familia con abuelos octogenarios incluidos que, tranquila, parecía estar preparándose para seguir a todo el mundo. Pero él no se tendría que preocupar, pues el chico se subiría a una de las raíces más altas y oscuras que sus pies pudieron alcanzar. Luego dio otro saltó, y después otro. A más de una decena de metros del suelo, miró en la dirección en la que vino. Se secó el sudor, cruzó sus brazos, inseguro, y pensó.
— Mezclarme con la muchedumbre no sería difícil, pero puede ser que Anzu y... Tatsuya... me hayan delatado. — Su respiración estaba agitada y su cara roja, hacía tiempo que no se movía así. Pero el recordar a Tatsuya hizo que sus manos se transformaran en puños instantáneamente. — El Chuunin puede que me esté persiguiendo si esto es así. Capaz hubiese sido mejor huir en dirección al puente e irme a mi casa directamente. — Suspiró y se sentó. — Bueno, supongo que esperaré a que se haga de día o algo así. Mi abuela va a dormir hasta la tarde, si es que no le pasó algo... uh, ¿estará bien? — Se apoyó en su diestra y zurda, a las cuales colocó detrás de él. Mientras hamacaba sus pies en el precipicio de cinco metros que había con otra raíz. — ¿Qué está pasando? — Después de forzar su vista, pudo divisar, entre todo el publico, dos figuras que destacaban por la velocidad en la que se movían.
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Como dos gatos veloces corriendo por los tejados de la Aldea, Yotsuki y Rokuro huyeron como centellas de la autoridad en una suerte de paradigma de la rebeldía adolescente, que haría las delicias de la juventud en todo Onindo si un escritor avispado -y oportuno- la hubiese plasmado en su libro. Mientras que Hei saltaba de mesa en mesa, destrozándolo todo ante la mirada entristecida de su compañera -que pensaba que toda esa comida estaba sin duda mejor en su estómago que por el suelo-, Anzu corría entre la multitud, esquivando de vez en cuando a ancianos o niños, y golpeando también con frecuencia a adultos. Sólo echó la vista atrás en una ocasión: para confirmar que Tatsuya no había caído en las garras del estirado chuunin. Y, en efecto, el cortés espadachín les iba a la zaga.
Menos mal... No me hubiera perdonado que le castigasen por nuestra culpa. Al fin y al cabo, somos compañeros.
Los tres chicos, en su escapada, terminaron por dejar atrás el lugar de la celebración para internarse en la oscuridad que eran las raíces del Árbol Sagrado. Joder, no puedo más. ¿Hasta cuando piensa seguir corriendo este rubiales? Hei acompañó aquellos pensamientos de un potente salto con el que subió a una gruesa raíz. La Yotsuki le siguió sin pensarlo dos veces, a pesar de que estaba a punto de echar todo lo que había comido media hora antes -que no era poco-.
-Joder... No... Puedo... Más... -farfulló, entre respiraciones forzadas, cuando por fin Rokuro se detuvo-. Si ese tío nos ha seguido, estamos jodidos. Yo ya no puedo correr más, me declaro culpable de todo.
Por suerte, no sería así. Allí, sobre una de las enormes raíces del Árbol Sagrado, sólo estaban ellos dos; y Tatsuya, que no tardaría en llegar. La Yotsuki se dejó caer sobre la madera áspera que les servía de asiento. Por un momento, su mirada gris se perdió en la inmensidad del Río que se extendía ante ellos, hasta la cascada que daba nombre a Takigakure. En la orilla, ahora lejos, podía verse a los aldeanos con sus lámparas de arroz. Fue en ese momento cuando Anzu cayó en la cuenta de algo.
-¡Mierda! Me he dejado mi lámpara... ¿Qué voy a lanzar entonces?
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La silueta del ninja adolescente que saltaba como un gato entre la gente persiguiendo a otras dos hacían de aquel lugar un pandemonium. La fiesta, el escándalo, los preparativos de media noche, esta era definitivamente la noche más extraña de su vida.
"Lo siento, lo siento, lo siento"- Se repetía en su mente cada que terminaba arruinando la cena de alguien con su intromisión.
Aunque el chunin probablemente seguía viendo estrellas debía acelerar el paso para alcanzar a Hei y a Anzu; un hombre se encontraba a punto de servirse ponche cuando Tatsuya no pudo evitar apoyarse con su pie en la cabeza del hombre para dar un nuevo salto y el sujeto en cuestión terminó con la cara metida en el tazón. El muchacho a medio vuelo dió un giro en el aire con las piernas y brazos extendidos pero eso no le impidió inclinar su torso y reverenciar en señal de disculpas como si la gravedad no le afectara en nada.
-¡Lo lamento mucho!-- Gritó Tatsuya mientras giraba de nuevo y seguía con su huida.
En su rostro se reflejaba una enorme expresión de miedo como si hubiera visto un muerto, aunque luego de aquel escándalo el único muerto iba a ser él; claro está sí su padre llegase a enterase de lo ocurrido. El simple hecho de pensar en el castigo que podría recaer sobre él casi lo hace dar un mal salto, parecía huir como si de verdad estuviera en riesgo su vida. Tatsuya nunca habría imaginado que alejarse de la aburrida reunión de gente importante terminaría por hacerlo vivir una odisea o al menos así lo sentía él.
"¿En que momento esto me pareció una buena idea?"- Se regañaba a sí mismo.
No importaba ya, por ahora quería saber si Anzu y Hei estaban bien y de paso aclarar las cosas, sus saltos ya en la oscuridad eran como el vuelo de un buhó, osease inaudibles. Bastante gente estaba ya preparando sus farolillos para pedir sus deseos; Tatsuya de pronto sintió una leve melancolía, al recordar que deseaba pedir pero en medio de esto pensaba que ya no le sería posible cumplir con la tradición. Hei y Anzu tomaron rumbo a lo alto de las raíces y pudo divisarlos, inmediatamente se dirigió hacia su posición. El pobre trataba de disimular lo agitado de su respiración pero justo al llegar al lugar pudo dar un suspiro de alivio.
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Estuvieron allí, sobre una de las gruesas raíces del Árbol Sagrado, durante al menos cinco minutos. Nadie dijo una palabra; el silencio era suficiente compañía para asistir al espectáculo que estaba desarrollándose abajo, en la orilla del río. Poco a poco los aldeanos se fueron congregando, con sus lámparas encendidas en la mano de forma que parecían un enjambre de luciérnagas. El Kawakage subió a la tarima de madera y dijo unas palabras que ninguno de los tres gennin fue capaz de oír. Era el momento de lanzar los deseos a las turbulentas aguas del río.
Anzu asistió a la ceremonia desde su lejano asiento, anonadada por lo que acababa de ver. En mitad de la noche primaveral, las lámparas recorrieron su camino hasta la cascada, sembrando de pequeñas luces tililantes la oscuridad. Esto... Definitivamente, es lo más bello que he visto nunca. Ni siquiera los cerezos en flor del País de la Espiral podía compararse a semejante espectáculo. De pronto la Yotsuki sintió una gran pena por haber montado un lío en el banquete, y en consecuencia, haberse perdido aquella ceremonia. ¿Qué habría lanzado yo de haber podido?
Ella no lo supo entonces, pero esa noche, Takigakure se ganó un poco más el corazón de la joven ninja. Desde aquel momento, y en adelante, la bellísima estampa de las lámparas recorriendo el río, cargando con las esperanzas y los sueños de su gente, le serviría como el más poderoso de los talismanes.
Porque Anzu acababa de darse cuenta de que tenía un nuevo hogar. Y que era absolutamente increíble.
—Ha sido... Alucinante —dijo por fin, cuando recuperó el habla.
Hei estaba tan callado como ella hace unos instantes, y Tatsuya no había cambiado ni por un momento su solemne postura. La Yotsuki bajó de la raíz de un salto, dirigéndose a sus compañeros.
—¡Esto ha sido una pasada, socios! Me arrepiento de haberla liado tanto, ¡ojalá hubiera podido arrojar mi deseo! —se lamentó, sin disimular molestia—. Creo que voy a volver, a ver si consigo alguna lámpara a última hora. ¡Nos vemos!
Rápida como un rayo, la kunoichi empezó a saltar de raíz en raíz, impaciente, de vuelta al banquete...
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