Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
13/05/2015, 01:27 (Última modificación: 13/05/2015, 01:28 por Sasagani Yota.)
Como si del abrazo de una madre se tratase, aquel sol abrasador de verano acariciaba mis mejillas obligándome a levantarme de aquella cama que me envolvía y no estaba dispuesta a soltarme. Pero aquel era un gran día, no debía ni podía permitirme gandulear. Así que que de un golpe levanté la sabana y salí de la cama como un resorte. Era el día de la graduación y como no, Uchiha Seiyo, osea mi padre lo había preparado todo para que aquel fuese el día de la graduación de sus pequeños Uchiha, solo ellos dos. Todavía no sabía como lo había logrado, pero lo cierto era que lo había conseguido. De cualquier modo, poco me importaba quién estuviese presente en aquel acto, tan solo debía ir, hacer lo que me dijesen y recibir mi bandana, siempre que todo saliese como esperaba. Fallar no entraba dentro de las posibilidades.
Tan rápido como pude me vestí con mi habitual atuendo negro y mi camiseta carmesí. No podía faltar la camiseta de manga corta negra con el símbolo Uchiha en mi espalda. Ya que aquello era un acto Uchiha, por así decirlo, no podía ser menos. Fui tan deprisa que me olvidé por completo colocarme los aretes. Recogí también mis armas, colocándome el mecanismo oculto con su kunai dentro en la muñeca izquierda, el portaobjetos con mis utensilios en el muslo derecho y aquella preciada kodachi, brillante como aquel sol justiciera en el cinto de mi espalda.
Como si fuese un gacela, cuando estaba completamente preparado salí disparado hasta la habitación de Kota.
-¡Hey niisan!-grité, abriendo aquella puerta de un solo golpeJoder... Aún estás así? ¡Vamos, ¡Qué hoy es el día del examen!-
Kota no tuvo tanta suerte como yo, aún se encontraba luchando contra las sabanas de su cama. Hice varios movimientos cortos y repetitivos con la mano indicandole que se diese prisa antes de volver a desaparecer. Bajé a la planta baja de la casa y me adentré en la cocina. Allí estaban ambos, Senju Naomi y Uchiha Seiyo, mis padres con el almuerzo preparado, esperándonos, seguramente con algún que otro consejo de padres.
-¡Buenos días! Venga, siéntate, no hay tiempo que perder pero... ¿Qué cojones está haciendo tu hermano?-dijo el hombre
-Adivina...-contesté mientras tomaba asiento y me servía un vaso de aquel zumo de naranja.
Tras la respuesta no se produjo respuesta, sino cara de decepción y acto seguido subió hasta el piso de arriba.
-¡Despierta de una vez, gándul! Hoy es el maldito examen ¡¡VAMOS!!-Si, era posible. Seiyo entro aún más violentamente de lo que lo hice yo, y en aquella ocasión era imposible que el muchacho no se hubiese levantado como un resorte; de hecho, incluso desde la cocina se oyeron los gritos.
El día era radiante, de aquellos que reconfortaban el alma. El sol brillaba a todo motor y el cálido calor costeño no hacía más que darle la bienvenida al verano. Y como cada inicio de estación, Kota se dirigía al local de la señora Mizuki para comer uno de los platos más característicos de la aldea. Pero la verdadera razón estaba en que la mujer tenía una hija, de unos 20 años, tan hermosa como un lirio y no era para menos que la chica se haya convertido en el amor platónico de un Kota que a pesar de ser menor que ella, aspiraba poder conquistarla. Su equívoco intento no sólo le estaba costando una mensualidad en comprar comida en el local sino que le distraía de su entrenamiento y eso no le sentaba bien ni a su padre ni a su hermano. Pero le importaba un cojón, nada se comparaba a aquellos grandes pechos sobre los cuales deseaba apoyar la cabeza y tomar una linda siesta.
De cualquier forma, parecía que ese día todo iba a cambiar. La chica, llamada Yurei; se había encargado de atender personalmente al Uchiha e incluso compartió unas cuantas anécdotas en su mesa. Le guiñaba el ojo, le tocaba el brazo, algo que nunca había hecho, desde luego. Y aunque el rubor podía con un joven inexperto en las trivialidades del amor, se podía decir que Kota se había cargado de valor durante meses para intentar algo en el momento adecuado.
Esa era la señal. La señal de que Yurei quería a Kota y que era hora de darle un beso. Así que al final de la "velada" matutina, luego de haber acabado con su ramen y pagar el plato, se abalanzó hacia la muchacha con la intención de finiquitar el asunto. Cerró los ojos, paró el pico y cuando estuvo tan cerca de cumplir con su sueño; un sonoro estruendo inundó la ilusión, haciéndole caer de lleno en la realidad.
Lamentablemente, todo se trataba de un sueño. Un sueño, y nada más.
...
Kota reaccionó ante los gritos de su padre como quien estuvo muy cerca de alcanzar un tesoro perdido. Frunció el ceño, tiró la almohada y habló.
—Joder, papá... me lo has arruinado.
—¿Qué?—preguntó él, confundido.
—Nada, nada... ya bajo.
Y así lo hizo 10 minutos después, luego de lavarse la cara, los dientes y cubrir su cuerpo con la vestimenta común. El símbolo uchiha reposaba sobre su chaqueta en la parte posterior y desde luego no olvidó aquel importante medallón que nunca podía faltar sobre su cuello.
La familia le recibió en la cocina con un desayuno listo para ser injerido. Kota le dio un palmar en la espalda a su hermano, un abrazo a su madre, y pasó de su padre quien parecía reacio a dar tregua a sus dos jóvenes pupilos. Después de todo, ellos eran el futuro para su pequeño poderío y más de una de sus pretensiones estaban puestas sobre lo que ellos podrían hacer cuando se hicieran más fuertes. Eran un garante, que según él; podría usar a su favor. El Uchiha de cabellos blancos comió tranquilamente y lucía despreocupado por lo que estaba apunto de venir. El motivo no estaba claro, pero él siempre había sido alguien que sabía controlar sus emociones. Aún y cuando era apenas un joven inexperimentado, podía entender que sucumbir ante esas sensaciones le podría pasar una mala jugada. Una sola oleada de nervios y a la basura todo lo de convertirse en gennin y postrar su bandana en su cuerpo.
Aún así, su expectativa era muy alta. Le hacía ilusión la idea de convertirse en un gran shinobi. Sabía que era igual para su mellizo, así que en pro de no dejar nada al azar, interrumpió uno de los bocados de Yota para soltarle una interrogante.
—Eh, tú; Uchiha. ¿Practicaste tus Bunshin o aún te salen deformes? —preguntó, con una sonrisa en el rostro. Solo estaba bromeando, desde luego.
En efecto, aquellos bramidos hubiesen despertado un oso en plena hibernación. De hecho más le valía a Kota levantarse y por lo rápido en que Seiyo volvió a bajar debió ser así. El patriarca esperó a que el peliblanco bajase a la cocina, me diese una palmadita en la espalda a modo de saludo y se abrazase a mamá para ver como luego pasaba de su cara antes de poder partir y prepararlo todo para el gran día, en ocasiones pensaba que era más importante para él que para nosotros.
-En medio hora os quiero en los dojos, ya sabéis donde es. Ni se os ocurra llegar tarde, no en un día como hoy-
-Vale, vale-respondí prácticamente sin demostrar ánimo alguno *Piérdete de una buena vez*
Y así fue, Uchiha Seiyo abandonó la cosa con su túnica negra puesta y con una gran sonrisa en el rostro nada más pisó la calle. Suspiré aliviad en cuanto se largó y di un mordisco a aquel bollo de chocolate para acabar escuchando la pregunta de Kota. Sabía que no lo hizo para chinchar, solo era una de sus bromitas pero no me detuve y seguí masticando, creando un silencio algo incómodo mientras mamá fregaba algún que otro plato.
-Verás, abuelito, me he esforzado bastante, pero algo me dice que los nervios me afectarán ¿Cómo llevas tu lo de trepar parades? ¿Has dejado de caerte?-respondí con otra pregunta picante, por supuesto.-Pero seguro que gracias a los medallones nos sale todo a pedir de boca, ¡Ya lo verás!-agregué guiñandole el ojo y dándole un nuevo mordisco a la madalena.
Cuando estábamos juntos eramos como uña y carne, un dúo inseparable y poderoso Compartíamos un vínculo que sentía que era irrompible y donde no llegase el uno lo haría el otro y aquel día no iba a ser menos. Mientras ambos llevásemos aquellos místicos colgantes todo saldrían bien, fuese lo que fuese que tuviese pensado papá. De todas formas no sería complicado, lo importante para Seiyo era pavonearse ante su gente de sus hijos así que me decantaba por algo más visual. Pronto sabríamos de qué se trataba.
-Vamos, acaba de una buena vez, tengo curiosidad en saber qué narices tiene en mente padre ¿Qué crees que nos hará hacer?-
Pude sentir la mirada de mamá como se clavaba en sus dos hijos. Sin duda ella sabía a que nos íbamos a enfrentar.
Kota no había empezado siquiera a probar su comida cuando les advirtió que tenían media hora para llegar a los dojo de entrenamiento. El mellizo de pelo blanco le observó con cara de pocos amigos, aunque evitó que su padre se percatara de ello; no quería tener problemas. Subió la mano con desinterés y se despidió del hombre, viéndole partir por la puerta principal. Ahora estaban los tres solos, quienes sabían la verdad. Intercaló la mirada entre su madre y su hermano, quien ahora que estaban solos, decidió responder a la bromilla que su hermano le había soltado momentos antes.
«Aunque lo digas en juego, hermanito... subir esas jodidas paredes es todo un desafío»
Aún así, Yota tenía razón. Ellos tenían la ventaja de poder estar juntos. Y no se trataba sólo de la comunión presente en el misticismo de aquellos medallones colgando en sus cuellos, sino de una hermandad que empezaba a dar sus frutos. En la vida, en los entrenamientos; en las situaciones más mundanas, pero con el garante de que uno siempre iba a estar allí para el otro, pasara lo que pasaba.
—Yo que sé, padre siempre intenta desafiarnos y hoy no creo que sea diferente. Aunque con la cara que ha puesto mamá, deduzco que será todo un reto, ¿verdad?
Naomi le miró y mantuvo silencio, mientras continuaba preparando el resto de bollitos de canela.
Kota dio un último bocado y limpió su boca con una de las servilletas dispuestas sobre la mesa. Luego se levantó en súbito y se estiró tanto como pudo para sacarse toda ese remanente de pereza que el temprano despertar le había causado. Dio también unos pequeños saltitos en su propio eje y amarró mejor y más fuerte la cola que disponía parte de su pelo hacia arriba.
—Todo listo, todo listo. ¡Hoy tendremos nuestra bandana, aú!
Como se con ella no fuese la cosa, Senju Naomi no se inmutaba ni un solo ápice. Sus dos retoños iban lanzando sendas indirectas pero la mujer, atareada con sus bollitos, seguía trabajando y no abrió la boca. Y no lo iba a hacer. Llené por última vez aquel vaso de zumo e naranja y me lo bebí de un sorbo mientras Kota terminaba con su almuerzo y ambos teorizábamos sobre como iría aquella soleada mañana.
*Joder, no va a soltar prenda..*
-Mucho me temo que tendremos que descubrirlo cuando llegue el momento-Me recosté en la silla, algo pensativo y mirando al techo mientras Kota terminaba-¡Es un examen! Por supuesto que será un reto, pero no lo voy a suspender ¡Más te vale que tu tampoco lo hagas-
Ambos nos levantamos de nuestros asientos, con los nervios a flor de piel y mientras mi hermano hacia algún que otro saltito estúpido, yo ya me encontraba en la puerta, con las llaves de casa en la mano esperando a que terminase con ritual. En cuanto se acercó, alcé la mano hacia mamá, agitandola a modo de despedida.
-¡Cuando volvamos serás la primera en ver mi bandana!- dije.
Por supuesto, ella sabía que aquello significaba que partíamos, ladeó el rostro y esbozó una sonrisa la cual dedicó a ambos, echando una rápida ojeada a sus dos niños, cada vez más entrados en la madurez. Los pasos se sucedieron, y en apenas instantes los dos pequeños Uchihas, descendientes de Uchihas y Senjus, salieron a la calle dispuestos a enfrentar una nueva prueba de talento, con el único objetivo de demostrar que en cuanto al campo de los ninjas se refieren, estaban listos para volar en solitario. Aunque todo el que los conociese sabía que aquellos dos muchachos, blanco y negro, iban a hacerlo de la mano, no concebían nada que los separase, ni siquiera aquel examen que estaban a punto de enfrentar.
-Lo que más me cabrea es todo este puto secretismos...-hice una pausa para girar la cabeza y mostrarle mis ojos negros-Y que papá saqué pecho de sus dos hijitos, ¡Eso me provoca una maldita úlcera!-
*Y alguna que otra jodida nausea..*
El camino lo teníamos muy claro y los dojos donde se iba a realizar el gran evento y donde siempre entrenábamos estaba cerca, solo nos llevaría unos 10 minutos andando. Metí las manos en mis bolsillos y emití un suspiro con suma pesadez mientras, apenas sin levantar mis pies iba levantando una tenue cortina de humo de polvo.
Kota siguió a su hermano hasta las afueras, no sin antes haberse despedido de su madre. Aquel desayuno le había dejado con las energías recargadas y sólo se lo podía agradecer a ella. Después de todo, ninguno sabía cocinar ni un mísero arroz, así que por buenos shinobi que fueran seguramente morirían de hambre de tener que cuidarse por sí solos.
Pero ese no era el mayor de sus problemas. Ahora tenían que lidiar con un asunto de categoría mayor, una prueba, un examen. Con la presencia de su padre, quien parecía todavía desconocer —por suerte— que ellos sí que conocían la verdad. De cualquier forma, su comportamiento estaba siendo un tanto diferente durante los últimos días. Al parecer, era una prioridad para sus pretensiones que sus hijos, miembros de un alto clan de la aldea; consiguieran el objetivo más imperioso. Esa bandana tenía que reposar sí o sí en sus frentes al final del día, de lo contrario las cosas tomarían un rumbo que de seguro ninguno de los mellizos querría conocer.
—Cuida tu vocabulario, ¿por qué tienes que hablar como un desadaptado? —respondió con una sonrisa—. pero no dejas de tener razón, parece que esto es importante para él. Si no me gustara todo el rollo de ser un shinobi seguramente suspendería a posta sólo para verle la cara.
Soltó una carcajada y continuó.
—De cualquier forma, no quiero decepcionar a mamá... así que hay que aprobar a como de lugar, ¿vale?
-¿Qué pasa? ¿Ahora te has vuelto un refinado como los pijos esos de la academia? Quién te ha visto y quién te ve, hermanito...-
Chasquee la lengua tras aquello pero pronto, Kota rectificó sobre sus palabras. Darle aquel gusto al hijo de puta que teníamos por padre revolvería el estomago hasta del más insensible. Y me estaba empezando a entrar una mala leche importante. Acabaría poniendo mis manos en los bolsillos del pantalón y agachando ligeramente la cabeza. No tenía en mente mediar palabra alguna más. Hasta que soltó aquella coletilla.
*¿Por mamá?* No dejaba de repetirme aquellas dos palabras en la cabeza.
Alcé de nuevo el rostro una vez estuvimos delante del dojo, pero sin cruzar la puerta. Le miré directamente a los ojos dispuesto a contestarle.
-No, me niego a hacerlo por mamá. Ella estará orgullosa de nosotros pase lo que pase. No es como ese hijo de puta egocéntrico. Lo haremos por nosotros, por nuestro objetivo. Tarde o temprano pagará por lo que hizo-contesté con la furia en mi rostro. Debía calmarme, tenía que asegurarme que antes de entrar lo tenía todo bajo control. Allí dentro aguardaba aquel hombre que sacaba lo peor de mí-Venga, entremos. El fracaso no es una opción, hermanito-
Estaba listo, fuese lo que fuese lo que tendríamos que hacer allí dentro era consciente y estaba convencido de que íbamos a abandonar aquel lugar con la bandana en nuestro haber. Confiaba en mis habilidades y confiaba en las de Kota y, por si todo fallaba, aun teníamos los medallones, dispuestos a echarnos una mano de ser necesario. Accioné el pomo de la puerta de madera gruesa, cerré los ojos, suspire y la abrí para acabar cruzandola.
Accedí en primer lugar al interior, con los ojos abiertos de par en par y acariciando la trenza que reposaba en mi pecho. De pronto es como si los nervios empezasen a traicionarme hasta que mi mirada se cruzó con la de seiyo, quién parecía respirar aliviado al vernos entrar.
Una especie de tribuna dispuesta especialmente para la ocasión, adornada con una tela carmesí en la que reposaba, en un gran tamaño en emblema de los Uchiha, aquel abanico que alimentaba el fuego que, generación tras generación, cada uno de los nuestros iban heredando. Algunos obtenían una mayor maestría que otros, pero todos aprendimos a usarlo. Incluso nosotros dos, Kota y Yota, ya sabíamos ejecutar el Gokakyu no jutsu en su fase más prematura.
Además, se había dispuesto un rectangulo, perfectamente indicado de unos 20 metros tanto de largo como de ancho, lugar donde pude apreciar una persona que no pertenecía al clan, mientras en las gradas todos los que acompañaban a papá eran su8s hombres de máximo confianza. Todos menos Sora-kun, quién le traicionó y tuvo que exiliarse, abandonando su hogar por hacer lo correcto y advertirnos. Pero claro, aquello Seiyo no podía saberlo y no lo sabía.
-Joder, fíjate en la que ha montado el señorito, solo faltan los fuegos artificiales-le susurré a Kota-¿Sabes quién es el tipo de la arena? No parece un Uchiha...-
Mientras tanto, Seiyo bajó de aquella tribuna y se fue acercando hasta nosotros..
Nunca había estado tan de acuerdo con su hermano como en ese instante. Fallar no era ni de cerca una opción considerada y no precisamente por la necesidad de demostrar nada a nadie. Se trataba tan sólo de un orgullo muy propio, familiar; del tipo que se aloja bien fuerte en las paredes de un corazón puro, aunque eso no quiera decir que la oscuridad sea incapaz de invadirle y tentar como bien lo sabe hacer.
—No es una opción —repitió, reforzando la idea.
Pronto aquel gran dojo se alzaba frente a ellos, invitándoles a descubrir lo que le esperaba en el interior del mismo. Kota no dudó en avanzar, aunque no podía evitar cierta dicha nerviosa de afrontar, quizás; el obstáculo más grande durante sus cortos 14 años de vida. Intercalaba su mirada entre el frente y su mellizo, hasta que finalmente se puso el valor de capa y envainó la concentración de espada, afrontando así lo que le esperaba dentro.
Se trataba de una especie de reunión privada en la que sólo se encontraban unos cuantos conocidos. Seiyo, sus allegados de confianza, aunque aquella armonía la rompía un hombre que se alojaba cerca del triángulo a unos veinte metros de la posición de los hermanos. Yota inquirió debidamente en que ese hombre no era un Uchiha y Kota no pudo hacer más que asentir un poco desconcertado. Y no sólo por la presencia del tipo sino por como estaba montada toda la cosa. No iba a ser un examen común y corriente de academia, desde luego.
—Supongo que será nuestro examinador. Después de todo, padre no tiene potestad de entregarnos una bandana sin que un encargado de la aldea verifique que hemos sido puestos a prueba —admitió en un susurro inaudible excepto para Yota—. pero da igual, por mi puede haber traido a Shiona-sama en carne y hueso y aún así aprobaríamos ésta cosa.
De la boca para fuera, porque pensar en que la gran Uzukage estuviera allí evaluándolos sí que le descojonaba un poco.
22/05/2015, 23:53 (Última modificación: 23/05/2015, 01:46 por Sasagani Yota.)
Entre aquel silencio tan solo se podían oír los pasos de aquellos dos muchachos, decididos ante su tarea de proclamarse gennins aquel mismo día en aquel lugar, perfectamente adecuado para la ocasión. en contrapartida, ante los susurros de los dos hermanos, tan solo empezó a moverse el cabecilla de la familia. Uchiha Seiyo se acercaba hasta sus progenitores.
-Sin duda, Ni siquiera el cabecilla de nuestra familia tiene el suficiente poder como para doblegar a Shiona-sama-musité-Ella también ha depositado sus confianzas en nosotros y ha tenido que tolerar las peticiones de padre. Devolvamosle el favor y hagamos que éste orgullosa de nosotros-
Instantes después, Seiyo se detuvo justo delante de nosotros al mismo tiempo que yo mismo detuve mi paso y le miré de frente, serio como pocas veces lo era, expectante y desafiante.
-Hijos míos, el día de vuestra graduación ha llegado, lo cual me llena de orgullo-empezó diciendo hinchado de puro orgullo, incluso sus ojos estaban vidriosos, efecto de la total emoción del hombre-Ese hombre de allí viene de la academia y será él quién juzgará si estáis capacitados para convertiros en gennins. Así que dejemonos de cháchara y empecemos con esto-
El progenitor se dio media vuelta y silbó con los dedos metidos en la boca. Aquel examinador se acercó ante la señal con la gente del clan de la grada expectante.
*Empecemos de una vez pues*
Se me retorcían las entrañas de ver como de emocionado y feliz estaba papá, me costaba horrores mantenerle la mirada y de hecho en cuanto tuve la opción desvié la mirada al examinador quién ya se estaba dirigiendo hasta nosotros con el semblante serio y sus rubios cabellos cayéndole por la espalda.
-Uchiha Kota, Uchiha Yota,-empezó, echándonos una mirada a los ojos en cuanto pronunciaba nuestros nombres-Estáis aquí para demostrar vuestra valía y vuestra habilidad, con el principal objetivo de convertiros en gennins de Uzushiogakure y poneros al servicio de Uzumaki Shiona-sama. Yo seré vuestro examinador durante la prueba y seré yo quién dictaminará si habéis sacado provecho de las lecciones de la academia shinobi. concentraos en vuestro cometido y no dudéis ni un instante. Nuestros shinobis son reconocidos por su gran valía y su coraje. Si reuniis los requisitos para lograrlo yo os entregaré las bandanas ninja que os acreditarán como shinobis de la Aldea Oculta del Remolino. Para ello, librareis un combate, no importa ganar, solo estoy aquí para ver vuestras aptitudes; así que acompañadme por favor-
Asentí con la cabeza ligeramente sorprendido. No esperaba algo así. Pero no importaba, debía luchar duro y demostrar que merecía ser portador de aquella bandana que el misterioso examinador tenía guardada para mí. Obviamente, también deseaba que Kota se la ganase y cada vez faltaba menos tiempo para ver si ambos lo íbamos a conseguir, aunque tenía la confianza para lograrlo.
Fuimos caminando hasta que el hombre nos acompañó hasta la arena improvisada, allí volvió a detenerse y se dio media vuelta.
-Qué cada uno se coloque en un extremo. No empezaremos hasta que yo dé la señal. Si tenéis alguna duda ahora es el momento de preguntarla-
¿Dudas? ¿En un combate sin reglas? No, definitivamente no era mi caso así que sin mediar palabra me fui moviendo hasta mi lugar esperando que Kota hiciese lo propio y aguardásemos para la señal del examinador y empezase aquella pequeña pero gran prueba. Mucho era lo que estaba en juego...
El padre comenzó a hablar como quien da inicio a una nueva era. El orgullo y la pasión desbordaba sus palabras, aunque ninguno de los hermanos podía creerse ni una sola palabra. Aún así era su deber escuchar atentamente sin interrumpir, pues era prioritario mantener las apariencias mientras se convertían en hombres fuertes y capaces para reclamar una respuesta por lo que Seiyo había hecho.
De todas formas, el hombre calló de pronto para que el verdadero protagonista asumiera su rol. Se trataba de un hombre desconocido que vestía la bandana de Uzushiogakure, la cual sostenía su larga y dorada cabellera; quien no tardó demasiado en comenzar su relato introductorio para lo que sería la prueba. Kota sabía que se trataba de un método cuanto menos diferente a lo conocido, no estarían dentro de una academia ni acompañados con los demás partícipes del examen de la temporada, lo que hacía la situación, quizás, un reto mayor que el común. ¿Pero por qué?... ¿sería debido al apellido que debían cargar sobre su hombro?...
No estaba seguro, pero tenía cierta intuición que se trataba de ello.
El mellizo de cabellos blancos miró a su hermano en cuanto el examinador culminó su pequeño discurso. Aunque no lo veía a él per se, sino al medallón que colgaba sobre el cuello de su pariente. Esa era la clave, era el método; era la respuesta. Así que se movilizó hasta el centro de aquella arena improvisada y atendió a las normas que el hombre había dispuesto anteriormente, aunque su concentración ya estaba puesta en Yota.
¿Pensarían ambos lo mismo?... ¿trabajarían en equipo para dar una buena demostración o tomarían el camino de la individualidad para dar una mejor impresión?...
Por suerte, de eso sí que estaba seguro. Eran hermanos, tan unidos como la comunión de yin y el yang.
Tan pronto como el examinador dio las instrucciones, ambos muchachos se dirigieron a la zona de combate en el que se jugarían el merecer aquella bandana con la espiral grabada en ella o no. El orgullo quedaba en un segundo plano, aquel día en aquel lugar estaba en juego mucho más; el legado de Uchiha Seiyo estaba en juego y sus dos pimpollos estaban a punto de demostrar su más absoluta valía, todo por lo que habían entrenado durante tanto tiempo tendría aquel día su recompensa o su derrota.
Parecía pues que no había ninguna duda por parte de los dos chicos. Así pues, su progenitor se dirigió al palco donde desde un buen primer momento lo observaba todo, el examinador analizaba con detenimiento los pasos de los dos aspirantes y, aunque estab totalmente cocnentrado en lo que hacia Kota, por la puerta entró la madre de las criaturas que, pronto acabaría subiendo aquella escalinata con una amplia sonrisa, le dedicaba un beso a su esposo y se sentaba a su vera, observando a sus dos mocosos en aquel día tan importante.
La suerte estaba echada. Había llegado el momento de los dos pequeños Uchihas de Uzushiogakure.
*¿Lo conseguiremos? Ni te atrevas a dejarme solo en esto*
No, definitivamente noe stab dispuesto a convertirme en gennin si él no lo conseguía. Tal era nuestra unión que estaba convencido de que el peliblanco sentía lo mismo; los dos éramos uno, y sin una de las dos partes estábamos incompletos. De buen seguro que todos los presentes tenían claro aquel aspecto, lo cual convertía la contienda en algo frenético.
-¡Qué empiece el combate!-
Mis ojos cambiaron de color en cuanto percibí aquellas palabras. Como si las capilares de mis ojos hubiesen reventado, los dos orbes se tiñeron de rojo como la sangre y dibujaron un aspa al rededor de ellos. Los ojos de guerra habían sido llamados para aquella batalla tan importante.
Segundos después, salí disparado hacia el Uchiha de pelo blanco dispuesto a propinar el primer golpe.
Sello Explosivo de Clase C x1 (30PV/explosión)[Portaobjetos]
Kodachi (9 PV/golpe con mango o vaina, 12 PV/corte superficial, 18 PV/corte, 25 PV/penetración)[Cintura de lado]
Técnicas utilizadas
¤ Ichi Tomoe no Sharingan ¤ Ojo Giratorio de Un Aspa - Tipo: Apoyo - Rango: A - Requisitos: Uchiha 10 - Gastos: 6 CK (divide regen. de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales: Percepción + 3 - Sellos: - - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: -
El célebre y temido Dōjutsu del clan Uchiha. Los miembros del clan no nacen con él, si no que lo desarrollan durante una situación de gran estrés o con riesgo de muerte. En su primera versión, el Sharingan transforma los ojos del usuario volviendo de color carmesí sus dos iris. Ocupando un lugar concreto de una circunferencia imaginaria alrededor de la pupila, aparece un tomoe (coma).
En esta fase tan prematura, los efectos del ojo sobre la percepción del usuario son casi inapreciables, pero aún así otorgan cierta ventaja sobre un shinobi normal. El usuario es capaz de ver el color del chakra, por lo que puede ser consciente de técnicas invisibles o inapreciables que utilicen contra él (pero no puede ver a través del chakra de un cuerpo humano, sólo exterior a él). Además, su habilidad con el Sharingan le permite, como mínimo, imitar los sellos que realiza un oponente en un momento dado y utilizar la misma técnica que él va a utilizar, contraatacándola (siempre, por supuesto, que su facultad de Uchiha tenga igual o más valor que el requisito de esa técnica).
Por extraño que pareciera, ahora el mundo parecía borrarse y desaparecer. Los ojos de Kota estaban fijamente dispuestos en los de su hermano, plenamente concentrado en lo que estaba por venir. Ni su padre, ni el examinador; ni los súbditos de este existían. Tan sólo eran los mellizos que se encontraban sobre la arena y eso era lo que importaba. La demostración de comunión y poderío, nada más.
«Hemos trabajado todo este tiempo para este momento, hermano. Demostremos de qué estamos hechos»
Pudo haber sido por simple casualidad o bien un acto premeditado, quien sabe, pero los ojos del peliblanco se tintaron de rojo sangre justo cuando su hermano lo hizo. La pequeña aspa negra se dibujó en el costado superior derecho de la pupila y fue allí que el sharingan fue desvelado. El poder primario de un clan famoso por susodicha maestría ocular. Y si esa era la base fundamental de los Uchiha, el que tanto Kota como Yota demostraran su temprano control sobre el dojutsu más famoso de todos los tiempos transmitía un claro mensaje.
Estaban listos para ser genin.
—Espero no te magulles muy rápido, hermanito. Sería una tragedia que tuvieses que repetir un año en la academia —bromeó, como si aquello de verdad fuera una verdadera competencia. Pero lo que estaban a punto de hacer iba más allá.
De pronto el grito de guerra fue lanzado al aire y Yota salió disparado hacia él. Kota contempló aquel acercamiento con paciencia, ya con su cuerpo en la posición básica de defensa a la espera de recibirle. Su hermano era ágil, eso lo sabía; y gracias a dicho conocimiento podría responder apropiadamente a la aproximación de su ahora contrincante.
El peliblanco esperó, paciente...
—¡Ahora!
Su cuerpo pareció descomponerse hacia el suelo, aunque el brazo izquierdo haría el trabajo de soporte. Aquel movimiento no era más que una estrategia en la cual se aprovechaba la proximidad y las fuerzas que movían al cuerpo para ejecutar un golpe certero. Y en ese caso en particular, era la pierna de Kota la que intentaría gracias a la inclinación inferior, asestar una patada directa al pecho del oponente. No haría falta ningún impulso, la fuerza con la que Yota venía haría todo el trabajo.
10/06/2015, 15:49 (Última modificación: 10/06/2015, 15:50 por Sasagani Yota.)
Al igual que le sucedió a Kota, el mundo que me envolvía pareció desaparecer a pesar de los aplausos que provenían de la grada cuando el examinador dio inicio a la prueba. Tan solo los dos hermanos, blanco y negro, Yin y Yang, dispuestos a demostrar que eran ninjas hechos y derechos. Momento en el cual el padre de las criaturas descubrió que sus descendientes habían adquirido el secreto más preciado de los Uchiha: el sharingan.
-¡Jah!-me burlé-En ese caso tendríamos que volver ambos. Todo el mundo sabe que soy mejor shinobi que tu-
*Pero cuando unimos fuerzas somos invencibles, nos necesitamos hermanito..* pensé mientras corría a toda prisa hacia el chico de cabellos nevados.
Cuando estuve a punto de llegar a su posición, Kota se lanzó al suelo adoptando una postura para llevar a cabo un sublime contraataque. Una arremetida muy bien pensada y que si uno se descuidaba podía acabar acusando. Pero no era mi caso, ambos nos conocíamos a la perfección. Aquella comunión en principio era beneficiosa ya que sabíamos los puntos débils y fuertes del otro, pero sabíamos que el otro jugaba con la misma carta.
Nada más ver como aquel pie se elevaba salté por encima de él, agarrando con mis dos manos su tobillo. como si fuese una pelota, me fui encorvando durante el vuelo, evitando ser impactado y con la ayuda de la energía cinética tiré con fuerza de aquel tobillo. En el momento de que le superé y mi espalda iba a tocar en el suelo, tiré con fuerza de los brazos, provocando que mi hermano saliese despedido con fuerza.
Todo aquello bajo la atenta mirada de quién nos analizaba aún más exhaustivamente que el propio examinador, es decir, Uchiha Seiyo.
-Joder, Kota-niisan. Pensaba que em tenías en mayor consideración ¡Si quieres la bandana tendrás que esforzarte al máximo, zoquete!-repliqué mientras me incorporaba
Decir que se conocían bien no hacía honor a la relación de ellos dos.
Tal como habría podido esperarse, el hermano de cabellos negros supo responder al movimiento sorpresa de su hermano. Ni siquiera la proximidad con la que fue realizado le dio ventaja al peliblanco, quien sonrió al ver como Yota realizaba un increíble salto para superponer su cuerpo a la extensión de su patada, que de haber sido más larga su pierna habría podido impactar. Pero lo que vino después fue lo verdaderamente interesante, siendo que su hermano en plena evasión decidió, sin más; tomar una oportunidad única y atacar. No de forma tan directa, pero sí con un sutil agarre al pie de Kota con el que esperaría hacer algo más adelante. Así que giró y se encorvó en el aire, esperando que al caer sobre su espalda pudiera tener la fuerza suficiente como para levantar el peso del otro Uchiha y así lanzar su cuerpo hacia el otro extremo del campo.
podría haberlo hecho, sí; a no ser por el buen agarre que tenía Kota sobre el suelo de la arena. Porque era esa la posición más adecuada con la cual sobrellevar el salto de su hermano, guiando su propia pierna y dejándola llevar en todo el trayecto hasta que Yota fuera a halar. Justo en ese momento, Kota hizo también el esfuerzo es retraer su pierna y gracias a que sus fuerzas eran similares, ninguno de los dos pudo lograr lo que quería. Ambos quedaron libres, en una proximidad peligrosa; aunque a salvo de cualquier daño, por suerte.
—Menos cháchara y a trabajar, bocón.
La blanca cabellera del Yang voló por los aires cuando el muchacho partió de nuevo al ataque. Lo cierto era que podía lucir apresurado, pero esa no era ni de cerca su intención. Porque, aunque no lo pareciera... aquello era una actuación. Y el trabajo de ambos era la de convencer al público de que ambos eran por igual, tan buenos como cualquiera.
Finalmente, una serie de puñetazos fueron arrojados hacia varias zonas del cuerpo de su contrincante. Un par hacia el rostro, otros a los costados del abdomen; esperando que su hermano pudiera evadirlos y así contraatacar.
Podría haber usado aquella sucia treta y utilizar el kunai oculto. De hecho con aquello habría impresionado al examinador que por su parte yacía en uno de los laterales, observando desde la distancia aquellos primeros compases, en ocasiones incluso se acariciaba la barbilla que lucía aquella pequeña barba de dos días mal afeitada.
Pero no lo hice. Por muy rival que fuese ne aquellos instantes, usar un arma blanca para herirle carecía de sentido común alguno así que por el momento, si las cosas no se caldeaban, mantendría la cabeza fría y usaría como armas mis extremidades, e las cuales tenía fe ciega; y en mis ojos, por supuesto.
Así pues, emprendimos un pequeño vuelo producte de aquel choque violento que ambos forzamos con la mala fortuna que en mi aterrizaje lo primero que impacto con el suelo fue mi cabeza en un golpe seco y doloroso. Un gemido se escapó de mis labios. Rápidamente devolví la mirada a la posición en al que el mellizo debía estar o la que suponía en la que estaría. Para mi desgracia pude ver como se erguía a gran velocidad y volvía hacia mí, dispuesto a arremeter de nuevo, seguramente con más taijutsu.
*Joder*
De un solo salto me pusé de pie, ayudado por mi brazo derecho, sin quitarle la vista de encima al peliblanco pero no tuve más remedio que recibirle y prepararme para simplemente defenderme. Con las palmas de las manos aniertas fui bloqqueando sus puños hasta que una de ellas impacto en barriga provocando un ligero quejido, nada importante que no pudiese soportar, preciso momento, el del golpe asestado, que diese una falsa sensación de ventaja para entonces lanzar yo mis puñetazos, primero lancé el derecho hacia su hombro buscando crear una mera distracción, sabía que aquel golpe iba a ser bloqueado, pero justo en ese preciso instante lancé un par más, otro al pecho con mi zurda para seguidamente buscar un gancho que impactase en su mandíbula inferior con la diestra.
Di un paso atrás, buscando un espacio de seguridad.
-Eres una caja de sorpresas, hermanito. Lo de antes estuvo bastante bien, pero sé que no has enseñado todas tus cartas, no aún. ¿Quñe tal si empezamos a impresionar al examinador?-
Pregunté entre bufidos, recuperando el aliento del fragor de la batalla.