2/07/2016, 13:18
(Última modificación: 2/07/2016, 13:19 por Amedama Daruu.)
—¿Que si quiero? No es que quiera, socio, es que cuando nos volvamos a encontrar aplastaré tu Rasengan con mi técnica especial super secreta y luego me pondré fina de ramen a tu costa. Dalo por hecho —bravuconeó Anzu. Daruu no creía que la gente pudiera abrir tanto la boca al sonreír.
De modo que esa era Anzu. Una muchacha extremadamente competitiva. La verdad es que después de compartir unos cuantos desafíos verbales con ella, estaba empezando a comprender ese sentimiento que ardía, lentamente pero sin pausa, en el centro de su pecho desde que se había enfrentado a Nabi. Una fuerza inexplicable que le empujaba a hacerse más y más fuerte. ¿Por qué? No lo sabía.
¿Matar es divertido? No lo es.
Pero competir... Eso era otra cosa. ¿Por qué no? ¿A quién le hacía daño competir?
Tal vez, competir le ayudase a llevar mejor que algún día tendría que matar. Tal vez así tendría otro motivo para entrenar. Para crear técnicas poderosas e increíbles.
Así podría encontrarle sentido a aquella vida a la que tantos se dedicaban.
Flexionó el brazo y cerró el puño muy fuerte. Asintió.
—Cuando nos volvamos a encontrar, no podrás ni soñar en aplastar mi Rasengan, Anzu-san —dijo—. Y me aseguraré de que para entonces no esté en estas condiciones. ¡Te vas a enterar!
Se dio la vuelta y echó a caminar. Levantó la mano izquierda y se despidió de la kunoichi.
—¡Entrena duro! No quiero aburrirme mientras peleo contigo. Sé que no lo haré.
La vida da muchas vueltas.
De pronto se dio cuenta, de que ya tenía dos desafíos pendientes.
De modo que esa era Anzu. Una muchacha extremadamente competitiva. La verdad es que después de compartir unos cuantos desafíos verbales con ella, estaba empezando a comprender ese sentimiento que ardía, lentamente pero sin pausa, en el centro de su pecho desde que se había enfrentado a Nabi. Una fuerza inexplicable que le empujaba a hacerse más y más fuerte. ¿Por qué? No lo sabía.
¿Matar es divertido? No lo es.
Pero competir... Eso era otra cosa. ¿Por qué no? ¿A quién le hacía daño competir?
Tal vez, competir le ayudase a llevar mejor que algún día tendría que matar. Tal vez así tendría otro motivo para entrenar. Para crear técnicas poderosas e increíbles.
Así podría encontrarle sentido a aquella vida a la que tantos se dedicaban.
Flexionó el brazo y cerró el puño muy fuerte. Asintió.
—Cuando nos volvamos a encontrar, no podrás ni soñar en aplastar mi Rasengan, Anzu-san —dijo—. Y me aseguraré de que para entonces no esté en estas condiciones. ¡Te vas a enterar!
Se dio la vuelta y echó a caminar. Levantó la mano izquierda y se despidió de la kunoichi.
—¡Entrena duro! No quiero aburrirme mientras peleo contigo. Sé que no lo haré.
La vida da muchas vueltas.
De pronto se dio cuenta, de que ya tenía dos desafíos pendientes.