16/08/2016, 19:09
Inmediatamente después de que ella misma mencionase que buscaban un barco para su misión asignada por Shiona y de querer enseñar el trozo de papel que lo acreditase, Mitsuki clavó su blanca mirada en ambos con dureza.
— Regla número siete del Manual Shinobi: Salvaguardar la información a cualquier precio.Lo lamento señor, nosotros no buscamos alquilar un barco. De eso ya se ha encargado la Aldea. Aunque le estaríamos igualmente agradecidos si pudiese indicarnos donde encontrar al encargado del puerto para que nos indicase cuále es la nave que debemos de tomar.
Se llevó una mano a la cabeza, totalmente cómico. Parecían una panda de lerdos, eso parecían, no había confianza ni comunicación entre los tres, ni hablar de cooperación, sin duda. Y para colmo, el de cabellos carmesíes había explotado contra la de Kusabi.
— ¿Qué pasa, listilla? ¿Acaso eres un manual? Son ciudadanos de Uzushiogakure, esa aldea a la que juraste proteger, lo que les convierte en CAMARADAS. ¿Sabes lo que es eso? ¿Y si hubiese optado pro abandonarte a tu suerte en las ruinas? ¿O qué me dices de lo del Valle del Fin? Apenas nos conocíamos y no tenía por qué jugármela por ti. Está muy bien que te sepas el abc de los ninjas, pero está para interpretarlo y si no eres siquiera capaz de fiarte de esta gente casi que sería mejor que te quedarás en casa con tus putas reglas.
Eri se mantuvo al margen, sin saber qué decir o si intervenir para que aquellos dos no terminasen pegándose o sacándose algún que otro ojo, así que lo mejor era callarse y asentir lentamente.
— No podéis soltar que estáis de misión y esperar que os dejen montar en un barco sin más. Y si además os han dicho que tenéis preparado una embarcación solo para vosotros, con más razón deberíais enseñar la acreditación que os habrá dado Shiona-sama.
—Disculpenos, somos algo novatos todavía... — Se disculpó haciendo una pequeña inclinación.
— Olvídalo, Norata, sé de qué barco me hablan. El único que ha mandado preparar Shiona-sama. Mostradme el pergamino y os acompañaré hasta él.
Y Yota fue, de nuevo, quién metió prisa a la dueña del pergamino. La de cabellos azules suspiró, esperando a que de una vez por todas lograsen subirse a ese endemoniado barco y comenzar su misión.
— Regla número siete del Manual Shinobi: Salvaguardar la información a cualquier precio.Lo lamento señor, nosotros no buscamos alquilar un barco. De eso ya se ha encargado la Aldea. Aunque le estaríamos igualmente agradecidos si pudiese indicarnos donde encontrar al encargado del puerto para que nos indicase cuále es la nave que debemos de tomar.
Se llevó una mano a la cabeza, totalmente cómico. Parecían una panda de lerdos, eso parecían, no había confianza ni comunicación entre los tres, ni hablar de cooperación, sin duda. Y para colmo, el de cabellos carmesíes había explotado contra la de Kusabi.
— ¿Qué pasa, listilla? ¿Acaso eres un manual? Son ciudadanos de Uzushiogakure, esa aldea a la que juraste proteger, lo que les convierte en CAMARADAS. ¿Sabes lo que es eso? ¿Y si hubiese optado pro abandonarte a tu suerte en las ruinas? ¿O qué me dices de lo del Valle del Fin? Apenas nos conocíamos y no tenía por qué jugármela por ti. Está muy bien que te sepas el abc de los ninjas, pero está para interpretarlo y si no eres siquiera capaz de fiarte de esta gente casi que sería mejor que te quedarás en casa con tus putas reglas.
Eri se mantuvo al margen, sin saber qué decir o si intervenir para que aquellos dos no terminasen pegándose o sacándose algún que otro ojo, así que lo mejor era callarse y asentir lentamente.
— No podéis soltar que estáis de misión y esperar que os dejen montar en un barco sin más. Y si además os han dicho que tenéis preparado una embarcación solo para vosotros, con más razón deberíais enseñar la acreditación que os habrá dado Shiona-sama.
—Disculpenos, somos algo novatos todavía... — Se disculpó haciendo una pequeña inclinación.
— Olvídalo, Norata, sé de qué barco me hablan. El único que ha mandado preparar Shiona-sama. Mostradme el pergamino y os acompañaré hasta él.
Y Yota fue, de nuevo, quién metió prisa a la dueña del pergamino. La de cabellos azules suspiró, esperando a que de una vez por todas lograsen subirse a ese endemoniado barco y comenzar su misión.