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¿Cuanto tiempo había transcurrido desde la graduación?
A simple vista era una pregunta sencilla. Habían pasado un par de días como mucho, pero Juro seguía teniendo la misma sensación con la que recibió la bandana, orgullo y alegría.
El marionetista paseaba tranquilamente por las calles de su villa. Llevaba su bandana, e incluso ya no intentaba ocultar vagamente su portaobjetos y su pergamino en su cintura con la camiseta, no tenia nada de que temer, era su villa después de todo, estaba a salvo.
El sol brillaba con fuerza en el lugar, algo normal por la zona. Eras medio día aun. Juro paseaba por las calles, simplemente por el hecho de no quedarse en casa. No tenia mucho que hacer. No le venía ninguna idea para ponerse a construir, y el dinero no le sobraba. Entrenar estaba bien, pero a veces necesitaba un descanso.
Así pues salio sin albergar muchas esperanzas de casa, sin despedirse de nadie. De hecho, no podía. Su hermana ahora mismo esta fuera de casa y por ello estaba solo.
- Venga, que pase algo antes de que me muera de aburrimiento... - murmuraria, mientras caminaba por las calles de la villa, dejándole su destino al azar.
Quizá era un deseo atrevido o demasiado pedir para un día tan tranquilo como en el que estaban, pero lo deseaba fervientemente...
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13/05/2015, 06:56
(Última modificación: 13/05/2015, 06:57 por Umikiba Kaido.)
Los días en el Remolino siempre eran tranquilos, cálidos y reconfortantes. No hacía tanto calor, pero el sol solía calentar lo suficiente como para revitalizar las energías de todos los lugareños de la zona. Kota disfrutaba mucho del clima y agradecía no tener que afrontar extremos, como el caso del desierto al que su Padre había acudido hace un par de años. Recordaba como si fuese ayer el estado en el que Seiyo llegó, con la piel quemada y los labios costrosos. Deshidratado hasta los huevos, pero con la misión cumplida, a pesar de todo.
Kota parecía tener una rutina bastante específica durante las mañanas. Cuando no podía dormir hasta tarde porque su hermano o su madre le despertaban, aprovechaba unas cuantas horas para dar largas caminatas en pro de mantener un estado físico estable. Y ahora que llevaba consigo la bandana de Uzushiogakure, mantenerse siempre en forma era vital. Claro que aquello no le ayudaría en anda durante los inicios de su camino como un ninja, pero no perdía nada con mantenerse así. Aún así, esa mañana en particular tenía un asunto que resolver, lo que le tenía emocionado porque cambiaba la redundancia de su día a día. Sin un equipo conformado ni misiones oficiales que realizar, un encargo de su madre era lo mejor que podía hacer.
Llevaba consigo un gran bolso sobre su espalda, cargado de quien sabe qué en su interior. Estaba a reventar y el amarre inicial parecía apenas contener lo que fuese que hubiese dentro. Naomi le había pedido que lo entregara a una de las bibliotecas principales de la aldea, se trataba de un donativo que había estado planificando durante algunos meses. Pero al nunca haber acudido al tal lugar, las direcciones no le llegaban a la cabeza y estaba completamente perdido. Le preguntó a algunas personas pero incluso con esas indicaciones, no parecía lograr dar con su destino.
Tenía que intentarlo una vez más. Quizás estaba oyendo mal, así que tendría que volver a interrumpir a alguien para pedir ayuda. Se dirigió entonces hacia un chico cuyo rostro le sentaba familiar, pero sin ánimos de darle cabeza al asunto, le habló como si fuera un total desconocido.
—Eh, amigo. ¿Sabes dónde queda la biblioteca?
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Mientras caminaba, no pudo evitar fijarse en las personas que pasaban por las calles. Había mujeres, padres, algun que otro niño...Todo parecía normal, hasta que después de un par de calles, el número de personas fueron reduciendose considerablemente.
Al final, quedaba poco más de tres en la calle por la que en ese momento pasaban, contandose a él mismo. Un chico le llamó bastante la atención. Era alto, y más mayor que él, o al menos lo parecía. La cabellera blanca le sonaba muy familiar...
Arrastraba un gran bolso sobre su espalda. En su cintura llevaba la bandana de Uzushiogakure. Entonces cayó, era un compañero de la academia. Como si fuese cosa del destino, en el momento en el que le recordó, este se acercó a él, cargado con la bolsa. Para su horror, le preguntó por una dirección. A él. Era obvio que no lo recordaba.
— Ah, hola...Lo siento, pero no creo que pueda ayudarte — se apresuró a decir, en un gesto de verdadera lástima— no es que te quiera engañar ni me este burlando ni nada de eso, se que hay una biblioteca e incluso he llegado a ir, pero...me pierdo muy facilmente y no se me dan bien esta cosas...
Sin quererlo, había soltado practicamente un discurso. No era la primera vez que alguien malintencionaba su mala orientación como una burla.
— Creo que te conozco...Tu eras de la academia ¿cierto? Eras Yo...no...¡Kota¡ — comentó, con cierta alegría, al poder acordarse de él. Tuvo la tentación de decir Yota. La verdad es que el nombre le sonaba bastante, pero no recordaba de que. — No puedo ayudare con eso...Pero quiza encontremos a alguien que de mejores indicaciones, es lo menos que puedo hacer ahora.
Si, todo su discursito se podía traducir en: "Llévame contigo por favor, me muero de aburrimiento", pero quedaba mucho mejor así, y la verdad es que si se sentía un poco en deuda con él...
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Kota miró incrédulo a su interlocutor mientras éste se excusaba por su incapacidad de poder ayudarle en su cometido. Admitió tener un pésimo sentido de orientación, lo que incurriría en que terminasen aún más perdidos si llegaba a tomar en cuenta su consejo. El Uchiha lo entendió perfectamente y alzó los hombros con desinterés, restándole importancia al asunto. No pasaba nada porque no pudiera ayudarle, ya encontraría a otra persona que tuviera el conocimiento suficiente como para que le mostrara el camino hacia la susodicha biblioteca.
De un momento a otro, estuvo dispuesto a irse. Aún así, antes de que pudiera darse vuelta el muchacho volvió a intervenir, alegando conocerle. A Kota le resultó curioso el hecho de que mencionara la academia y en ese instante intentó hacer memoria para ver si algo le llegaba a la cabeza.
—Soy Kota, no Yonokota —bromeó, teniendo en cuenta que por los pelos le llamaba como su hermano—. estoy intentando hacer memoria pero no me resultas familiar. ¿Estudiamos en el mismo salón?... ¿cuál es tu nombre?
La pregunta la dejó en el aire como respuesta al ofrecimiento de Juro. El cómo radicaba en que el peliblanco soltó la interrogante y avanzó unos cuantos pasos para que el muchacho le siguiera y así continuar la conversación mientras buscaban a alguien más para pedir direcciones.
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No pudo contener una sonrisilla nerviosa cuando su compañero de academia le miro, extrañado, ni cuando se encogió de hombros, aclarando que le daba igual.
Su temblorosa afirmación pareció llamar su atención, y consiguió evitar que la única cosa interesante que le estaba pasando en el día se marchase arrastrando la bolsa. Se afirmo como Kota y menciono algo de "Yonokota". Por su puesto, cualquiera que conociese o al menos supiese que tenia un hermano llamado Yota lo habría pillado, pero Juro prosiguió sin enterarse de nada...
- Si, lo siento, los nombres no se me dan bien - afirmo inocentemente.
Kota parecía seguir sin recordarle. Era normal, no habían sido amigos, conocidos de vista seria un buen termino para definir les, pero al parecer, ni eso. No le culpaba. Juro lo recordaba por el pelo blanco, pero, ¿Que iba a recordar de el? ¿Su pelo negro? ¿Sus ojos marrones? Ahora que tenia a Gen sellado ni eso...
Mientras todo esto pasaba por su cabeza Kota empezó a andar mientras hablaba. Juro camino para seguir la conversación, encantado.
- Fuimos compañeros de clase, si - contesto, tranquilamente - Quizá no te suene, pero mi nombre es Eikyu Juro.
Su tono sonó a modo de presentación, aunque técnicamente, ya se conocían. Añadió su apellido, esperando lograr algún tipo de recuerdo por parte de su interlocutor.
Ambos genins mantendrían el paso a través de las calles. No había mucha gente por las calles, probablemente por estar en zonas apartadas, a unas cuantas calles de la zona central. También podría achacarse a la hora...
Si no es indiscreción...¿Cuantos libros llevas ahí? Debe haber veinte por lo menos... - menciono, señalando la bolsa cargada hasta sus límites - No es que me meta en vuestra forma de leer pero...¿No crees que es mejor ir cogiéndolos poco a poco?
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Eikyu Juro, dijo llamarse.
Fue allí en lo que escuchó el nombre cuando pudo reparar en que sí sabía algo del muchacho. Nunca congenió demasiado con él ni con el grupo del que se rodeaba en aquel entonces, pero podía recordar ciertos detalles que le definían y que muy pocos parecían compartir. Los grandes pergaminos en los costados era uno de ellos, artefacto que para Kota parecía más de adorno que otra cosa al desconocer la verdadera utilidad del mismo. Aún así, lo importante era que ya podía ubicar al muchacho y familiarizarse un poco más con él.
—¡Pero claro!—contestó un tanto eufórico—. sí, sí... ya me acuerdo.
Por suerte el tema había quedado zanjado, así por ende las presentaciones. Pronto su interlocutor aprovecharía los segundos que tomó el avance por la calle para inquirir en aquel gran bolso repleto de libros. Sugirió que ir leyéndolos de a poco era una mejor idea que cargarlos todos encima, pero el hecho de tener todos esos tomos allí no eran para eso precisamente. Kota tampoco era un ávido lector, prefería la práctica ante la teoría; siempre.
—Hombre, ni aunque me gustara leer podría acabar con todos estos libros. No así mi madre, que parece disfrutar de la lectura como nadie lo hace. Pero bueno, los cargo aquí conmigo porque ya los terminó y dice que tendrán mejor utilidad en las manos de otra persona. Por eso busco la biblioteca.
De pronto se detuvo porque tuvo una buena idea.
—Si gustas de echar un ojo allí adentro a ver si consigues algo de tu agrado, eres libre de hacerlo. —sugirió.
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Al parecer, con su nombre completo pareció conseguir que Kota le recordarse, al menos un poco. No mencionó muchos más detalles así que supuso que lo recordaba de vista y poco más.
Escuchó con atención a Kota, que al parecer explico que no eran suyos, eran todos de su madre. También que le había mandado a donarlos a la biblioteca, no a devolverlos, como había pensado. Ahora tenía mucho más sentido, les faltaría espacio entre tanto libro y su madre habría decidido dejarlos en buen lugar.
— Ahh, ya veo — comentó, sonriendo mientras se preguntaba como no se le había podido ocurrir — Tu madre tiene mis respetos, parece una gran colección...
No es que Juro fuese la típica persona que se pasara horas y horas leyendo, pero muchas veces, cuando estaba agotado después del entrenamiento, o de un mal día, a veces agradecía poder leer un rato para despejarse.
Pero no todo terminó ahí. Kota, al parecer se había percatado de que tenía algo de afinidad por la lectura, e incluso le propuso ver el interior de la maleta, para ver si algún libro le gustaba. Juro no supo que decir en ese momento, pero supuso que, ya que iba a darlos a la biblioteca, tampoco era un regalo en la estricta palabra , así que podría aceptarlo.
— Claro, gracias — comentó, alegremente, haciendo un amago de acercarse a la maleta, antes de detenerse — Pero...¿Aqui? ¿En medio de la calle?
Vale, no es que pasase mucha gente, pero al marionetista le parecía extraño. De cualquier manera, esperó para ver la respuesta de Kota antes de ver nada, aun eran sus libros al fin y al cabo.
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El muchacho pareció aceptar el ofrecimiento que el Uchiha le había tendido segundos antes. Si los libros iban a quedar en la biblioteca a la espera de que alguien decidiera tomarlos, no pasaba nada si un compañero de academia cogía uno antes de que el montón llegara a su ansiado destino. Aún así, ambos aún se encontraban a mitad de la calle y desde luego que no iban a tranzar el intercambio allí justo donde se encontraban.
Kota cabeceó en negación e hizo un gesto con la mano derecha para que su interlocutor le siguiera.
Les tomó alrededor de 5 minutos conseguir a una persona dispuesta a detener su rutina para aclarar las interrogantes de dos críos. Por suerte, una humilde señora que atendía un local de hortalizas dejó de lavar las verduras para darle un claro trazo mental a Kota el cual le llevaría finalmente a la locación de la biblioteca. El chico de cabellos blancos le agradeció a la vieja y compró una zanahoria como muestra de su gratitud. La misma la comería durante el trayecto.
Fueron otros 5 minutos de constante caminar y silencio. Sólo se escuchaba el masticar crujiente del sano alimento que el Uchiha había comenzado a ingerir. Finalmente dieron con un gran edificio de estructuras antañas con una entrada simple e iluminada. Kota le instó a Juro para que le siguiera y subió las escaleras para adentrarse en el edificio, donde verían una gran sala de recepción con un centenar de estantes repletos y repletos de libros. Un hombre de apariencia pulcra, con aires de inteligencia y superioridad, les observaba con recelo desde el su podio. Él era el rey de aquella zona y nadie disturbaría el silencio que imponía su presencia.
el Uchiha miró a Juro con complicidad, como quien no quiere tener problemas; y le apuró para ir hasta una de las mesas en el fondo. Allí, colocó el bolso, y tomó asiento para hacer que su espalda descansara. Llevar esos libros no había sido fácil.
—Ese tipo me da mala espina...
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Juro observó la negación de Kota, y con algo de duda, decidió seguirle. Este repentinamente parecía haber perdido totalmente la capacidad de hablar, ya que prosiguió el camino en silencio. Aun así, le indicaba que le siguiese, así que supuso que querría seguir así por alguna razón.
"Que soso..."
Resignado, siguió hasta ver como se detenía. Entabló conversación con una anciana. Bueno, simplemente le pregunto por el lugar que buscaban. Afortundamente, las indicaciones eran decentes. Ya de paso, Kota le compró una zanahoria, ya que parecía vender ese tipo de cosas. Juro prefirió pasar, no tenía demasiada hambre.
Después de otros cinco minutos de completo silencio, llegaron por fin a la ansiada biblioteca. Se notaba su antigüedad. En las bibliotecas se suponía que estaba prohibido cualquier tipo de habla, aunque muchos no cumplían esa regla. Pensándolo bien, con lo que habían estado hablando en la calle, seguramente no habría problemas con ello...
Una vez dentro, pudo ver al recepcionista, con aire formal, en su lugar. Había multitud de libros y estatuas, no era la primera vez que estaba por ahí, eso no fue lo que le sorprendió. No había nada nuevo, aunque no recordaba muy bien al encargado. Hacía mucho que no iba, el entrenamiento con su hermana le dejaba demasiado cansado siempre.
Ambos genins se sentaron en la mesa del fondo, para que el tio no les viese, era obvio que a Kota no le gustaba. Él mismo lo acabó por confirmar.
— Si...parece uno de esos encargados amargados que lo pagan con los demás — comentó, entre susurros, para que solo le escuchase Kota. Esperaba que estando en la mesa del fondo no lo oyese nadie... — ¿Que vas a hacer? Parece el único que hay ahí, y tendrás que darle los libros...
Él mismo suponía que no tenía mucha opción. No le parecía muy lógico volver a cargar otra vez con el pesado bolso de libros y enfrentar a su madre solo porque el encargado no tenía buena pinta.
— Estoy seguro de que no nos dejara ni sacar un libro de tu bolsa sin su consentimiento — susurró, con cierto tono de desdén, burlándose de la presencia que parecía imponer.
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Kota seguía mirando fijamente al hombre que atendía la recepción, aunque aquella confrontación era sólo de su parte y no así del encargado que si bien en un principio le había regalado una mala mirada a los muchachos, por ahora no estaba plenamente concentrado en lo que ellos estaban haciendo. Pero la mala espina seguía allí, de parte y parte; en Kota por el lenguaje corporal que percibía del hombre y en el señor, por la mala experiencia que había tenido a lo largo de sus años de trabajo con jóvenes de edad similar a los que recién habían entrado. Sí, vandalismo del puro. Y siendo aquel un templo del conocimiento, no podría permitirlo una vez más.
Claro que el Uchiha no sabía eso y se había apresurado a juzgar.
—Que yo sepa todavía son de mi propiedad hasta que se los entregue voluntariamente —contestó—. así que veamos con confianza lo que tenemos por aquí para ver qué te gusta.
El bolso fue dispuesto sobre la mesa y un cierto estruendo recorrió el lugar. Aquel golpetazo se suscitó debido al peso de la caída de los libros sobre el estable tablón de madera. Posteriormente, el peliblanco abrió la parte superior de la mochila y comenzó a hurgar en el interior de aquel vacío y comenzó a sacar aleatoriamente uno que otro tomo. Los dispuso sobre la mesa y los iba alineando de tanto en tanto mientras sacaba uno nuevo.
—¿Y bien?
En total, había una fila de 6 libros. La mayoría pasaban desapercibido, aunque sus coberturas estuvieran impecables. Eran de contenidos bastante abstractos y poco interesantes, en gran parte de historia; cuentos fantásticos y aunque no lo supieran, una novela erótica. Sin embargo, al final yacía un tomo muy particular, cuyo bordado parecía bañado en oro. Aunque el tallado titular se encontraba un poco desgastado, se podía leer perfectamente:
"El héroe vendaval"
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Kota no parecía tener mucho sentido del humor. Lo que le había dicho practicamente le entró por una oreja y le salió por la otra.
Le miró entrecerrando los ojos, sin comprender muy bien, mientras este dirigía su mirada al dependiente otra vez, sin darse cuenta si quiera. Cambió su expresión a una meditada parsimonia cuando este volvía a dirigir su atención en él, contestándole con que aun eran suyos, y que tenía derecho. Asintió, sin mucho que objetar ante eso.
Entonces, empezó a sacar libro, colocandolos en una fila ordenada de seis columnas. En fin, al menos era ordenado...
Observo los libros, pero ninguno le atraía visualmente hablando. Vale, seguramente hojeando la parte de atrás podría encontrar algo que llamase mínimamente su atención, pero algo en él se resistió a hacerlo, al menos hasta que viese todos los libros.
Se vio recompensado con un tomo que relucía entre los otros, como un rayo de sol en una habitación oscura. Era un libro totalmente bañado en oro, o al menos, eso aparentaba su caratula. Tenía un título que le intrigó a sobremanera "El hombre vendaval"
Esto le trajo recuerdos de su hermana. Ella dominaba el elemento del Fuuton, como él mismo quería hacer. Por eso mismo, el libro le intrigó mucho más relacionándolo con su deseo, tanto que casi sintió el anhelo de saber más acerca de aquello, que ahora mismo se encontraba en medio de los demás libros.
— Todos parecen ser buenos...Pero mira este, esta pidiendo ser leído — comentó, mientras alargaba el brazo para cogerlo. Lo hizo con cuidado, como si lo que tuviese en sus manos fuese material frágil y no un libro, con miedo de que se pudiese romper — Parece ser un libro importante.
Lo puso en la mesa, cercana a ambos, para que se viese bien. No estaba seguro de si le interesaba o no, pero quería comprobar antes lo que sucedía con el libro.
— Me preguntó de que ira... — sin ni si quiera mirarle, como si hablase para si mismo, empezó a husmear.
Sin dejar mucho tiempo a contestaciones, le dió la vuelta para observar si había algun tipo de escritura en él. A veces, había alguna información. El nombre del autor, un resumen, una dedicatoria...
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A Kota también le llamó la atención aquel libro recluido en el final de la pequeña fila de tomos, no sólo por su extraña cubierta sino por el brillante dorado que ceñía el cocido de sus frágiles páginas. El cuaderno, grueso y misterioso; lucía atractivo y delicioso para aquel que ve con los ojos del hambre por el conocimiento. Además, el negro mármol fundido en el cartón obligaba a querer abrirlo de par en par para descubrir qué tenía para decirnos.
El Uchiha miró a su compañero como quien sabe que han tenido una idea similar, para luego retornar su visión hasta el objeto en cuestión. Sus manos no tardaron en hacer también lo mismo, aunque su nuevo compañero pareció adelantarse por un par de segundos. Lo tomó y le dio vueltas, pero en él no había nada más que una profunda oscuridad. Aunque, en su esquina superior derecha de la parte trasera yacía un sello conocido por los catedráticos. Un águila, en ristre y dispuesta para alzar vuelo con sus alas bien extendidas.
Sin embargo, antes de que pudieran ahondar más en ello algo pareció interrumpirles. Era la mano del bibliotecario impidiendo que continuaran haciendo lo que fuese que creía él que hacían.
—¿De dónde habéis sacado este libro? —preguntó, receloso.
—Es mío o bueno; de mi madre. Los he traído para donar, aunque creo que le regalaré este a mi amigo aquí presente. ¿Por qué?
—Por nada en particular, chiquillo. Estoy tan acostumbrado a los rateros fisgones que no me sorprendería que queráis llevaros algunos ejemplares sin que me entere.
—Pues se equivoca señor, se equivoca... — el Uchiha sonrió.
Pero no hubo respuesta a aquella mueca de gracia, no porque no le hubiese oído sino que toda su atención había sido dispuesta sobre el mismo libro que Juro sostenía. Era evidente, tanto para el Uchiha como para su compañero de academia que el bibliotecario se vio atraído de igual forma que ellos. Y si él lo hacía, era con mucha más razón que la suya. No era sólo una portada bonita y un nombre misterioso, Kota supo que iba más allá.
—Vaya ejemplar que tenéis aquí...
Extendió su mano para tomarlo, aunque a fin de cuentas era Juro el que podía decidir si dárselo o no. Después de todo, ya el libro era suyo y de nadie más.
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Kota pareció tener un interés también por el mismo libro. Ya le había mencionado que no era alguien que le gustase leer, pero ese libro parecía tener algún tipo de atracción para cualquier persona que lo viese. Lo tomó en sus manos y empezó a investigarlo. En su parte trasera no había nada mas que un fondo negro, con una especie de marca, un aguila alzando el vuelo.
"Me preguntó como habrá conseguido algo así.... — no parecía el típico libro que alguién encontraba. La madre de Kota debía ser una fanática de la lectura...
Repentinamente, el bibliotecario apareció, dispuestos a molestarles. Pasó justamente lo que el marionetista había imaginado. Estuvo tentado de dirigirle una mirada de reproche a Kota, pero se contuvo.
Le molestó bastante su aparición. Primero, le interrumpía, y ahora le llamaba ladrón. Repentinamente sentía un gran interés por el libro, y acercó su mano peligrosamente a él. El genin casi suelta una carcajada.
"¿Quien es el ladrón ahora?
Como quien no quiere la cosa, puso posesivamente su mano en la tapa del libro. Si lo hubiese pedido por favor y no le hubiese insultado, quizás se lo hubiese pensado. Pero no, parecía sin lugar a dudas un intento de quitarle el libro, y desde luego, ni si quiera sabía si lo volvería a ver.
— Desde luego, es increíble que su madre tenga algo así. Estamos deseando leerlo — comentó como si no se enterara de la indirecta, derrochando una inocencia que en realidad, no tenía, pero que le valía para no ser considerado grosero — Pero para alguien como usted, que se dedica a esto, ¿No debería saber que no se debe juzgar a un libro por su portada? Mire cuantos hay por ahí, me han dado muy buenas recomendaciones de este.
Estaba mintiendo, realmente no tenía ni idea. Sin saberlo, Juro había señalado justamente la novela erótica...
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Se podía percibir como una furia latente abrazaba al hombre en cuestión, todo después de que Juro se negara a permitirle maniobrar el libro. Frunció el ceño y su pálida piel se coloró como si fuese un tomate, aunque era evidente que su enojo no representaba ningún peligro. Después de todo, su menuda figura distaba demasiado del físico de alguien fuerte y la ropa que llevaba encima no era precisamente la más apropiada para entablar una batalla.
El hombre alejó sus manos y las colocó detrás de la espalda. Pasó también de la recomendación del muchacho, aunque Kota no pudo evitar soltar una risilla inocente al percatarse de que la portada del libro que señalaba Juro era sin duda una imagen para mayores.
—No juzgo por la portada, chiquillo insolente... sucede que no tienes remota idea de lo que tus manos están sosteniendo ahora mismo. ¿Ves ese sello? —señaló—. pertenece a una de las grandes dinastías de las antiguas tierras del viento que hacía vida aquellos tiempos cuando la gran aldea de la arena se alzaba imponente sobre sus dunas. Es un libro de reino y por esa condición, además de la cantidad de años desde que fue escrito; le da un valor único e inigualable.
Kota desconfiaba, pero la seriedad con la que lo decía el hombre le obligaba a creer que decía la verdad. Así que miró a Juro, confundido; y un tanto arrepentido por haberle regalado semejante ejemplar. No había forma educada de pedirlo de vuelta.
—Pues parece que te he regalado un tesoro, Juro... ¿qué harás con él?
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Tan pronto como le negó el acceder al libro, pudo ver con satisfacción como el bibliotecario se enfadaba ante ambos. Se lo tenía merecido.
Aun así le dirigió una mirada al mismo, mientras sonreía burlonamente, cuando este empezó a hablar, llamándole "chiquillo insolente". Claro, él había parecido tan educamente...
Aun así la sonrisa se borró de su rostro, haciendo una mueca, cuando escuchó lo que decía. Era un libro antiguo, que provenía de la aldea de la arena.
"¿Sunagakure? — sus ojos se abrieron cuando escuchó esas palabras. Su especialidad provenía de ahí, y no sabía mucho de la aldea en la que habían vivido sus antepasados. Quizás ahora podría...
Pero no. El libro era muy valioso, y desde luego, no era algo que alguien entregaba a una biblioteca. Estaba casi seguro de que había acabado por accidente en la bolsa. Miro a Kota, parecía en las mismas que él. Seguramente se arrepentía de haber echo algo así, se veía en sus ojos.
"Solo un vistazo...Solo quiero ver si esta lo que busco, nada más..." — con ese pensamiento, intentó conseguir lo que quería.
— Gracias por la introducción, lo trataremos con cuidado — comentó, con una pizca de malicia. Desde luego, no pensaba barajar la posibilidad de dárselo a ese tipo — ahora vamos a intentar leer, gracias por agradable visita.
Con esas palabras, buscó despacharle de una vez, era un pesado, y ya de paso, responder a Kota.
—Si, lo parece...Creo que deberías devolvérselo a tu madre, quizá haya sido un accidente — le costó bastante decirlo, ese libro parecía tener algún tipo de atracción, pero era lo correcto — Pero...me gustaría que le echásemos un vistazo antes...mi familia proviene de ese país...
Casi con timidez, indico sus deseos. Quiza fuese una chorrada lo que hubiese ahí, pero tenía que verlo. Un vistazo no podía matar a nadie...
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
Sellos implantados: Hermandad intrepida- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60
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