Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
17/10/2016, 17:01 (Última modificación: 16/12/2016, 20:02 por Kabocha.)
Kazeyōbi, 17 de Viento Gris del año 202
Calles de Tanzaku Gai, País del Fuego
—No podemos quedarnos a la interperie en una noche de invierno, Ayame. Ya lo sabes —repetía Kōri, con su habitual desangelada voz. Ella, en respuesta, torció el gesto.
—Bueno. Tú quizás sí puedas. Yo esta claro que no —musitó, de mala gana, arrebujándose aún más en su capa de viaje.
Aquella era una noche especialmente fría. Ni siquiera la agobiante aglomeración de personas que invadían las calles conseguían caldear mínimamente el ambiente. Y las estrellas que titilaban tímidas en el cielo despejado tan solo auguraban aún más frío para la siguiente mañana. Kōri y Ayame habían buscado refugio después de que el tren interrumpiera su actividad por la noche, y había tenido que dar la casualidad de que aquella parada se produjera en pleno centro de una de las ciudades más activas y bulliciosas de todo el País del Fuego. Si hubiese sido por ella, jamás habría pisado una ciudad así.
Odiaba las multitudes. Se sentía como una ovejita perdida en mitad de un rebaño interminable. Un rebaño, en el que había más de un lobo escondido con los dientes a punto para ser desenvainados. Más de una vez tuvo que esquivar a un despistado viandante que no prestaba demasiada atención a sus pasos. Más de una vez se aseguraba de que llevaba consigo todas y cada una de sus posesiones. Más de una vez se ajustaba la bandana sobre la frente. Más de una vez... Una y otra vez...
Las luces de neón iban y venían en aquella asfixiante atmósfera. Y sólo al cabo de varios interminables minutos, Kōri se plantó frente a un edificio de varias plantas. Como la gran mayoría de las construcciones de la zona, la madera y la piedra constituían sus cimientos. "Estrella Roja", rezaba el incandescente letrero, sobre la cabeza de dos dragones rojos que custodiaban la entrada.
—¿Aquí vamos a pasar la noche? —preguntó una cansada Ayame. Si no contaban aquel, ya llevaban cinco hostales en los que habían solicitado una habitación y de los que les habían rechazado por estar completos.
—Esperemos que este sea el definitivo. Si no, nos tiraremos toda la noche buscando.
Ayame cruzó los dedos, tratando de invocar la buena suerte de alguna manera, y ambos cruzaron la entrada.
— ¿Recuerdas lo graciosa que estabas durante el viaje? Parecía como si no hubieras cogido un tren en tu vida.
— ¿Quién te ha dicho que haya viajado antes en ese medio de transporte?
— Por eso era que no parabas de moverte de un lado a otro mirando por la ventana. ¡Qué graciosa! — Volvió a repetir el castaño.
— Calla. — Intentó sentenciar la de cabellos azules mientras esquivaba a otra de las personas que no dejaban de aparecer dentro de su campo de visión y movimiento, mientras se estiraba de nuevo su túnica en un intento vano de calentarse el cuello.
— Venga ya, ¿te has visto? — Inquiría el muchacho mientras le acariciaba el cabello, tomando varios mechones de ellos entre sus fríos dedos. La fémina agitó su cabeza de forma brusca para evitar que su acompañante tocara su pelo. — Disculpe usted, eh. — Mencionó, dolido.
Por su parte, Eri dejó salir un bufido mientras metía las manos por debajo de sus axilas, volviendo a evitar, ahora, a un hombre que parecía llevar mucha prisa, ya que si, no llega a ser por el chico que la acompañaba, hubiese terminado en el suelo. Pero no quería agradecerle, no iba a darle las gracias, él la había seducido con palabras bonitas para visitar Tanzaku Gai y así no viajar solo, además, tenía algo importante que quería enseñarla, y su ansía de querer descubrir el mundo, por muchos peligros que en él se encontrasen, venció a su vocecilla en la cabeza que decía: ¡Quédate en casa, olvídalo!
Su acompañante bostezó mientras la de ojos verdosos lo miraba de reojo, ella también estaba cansada. Llevaban ya varios días de viaje y no habían descansado en condiciones ningún día. Suponía que al llegar al lugar podrían encontrar un buen lugar en el que dormir en una buena cama, y así poder separarse de la lapa que era el castaño.
— Eri... — Llamó.
La susodicha bufó solo para dar a entender que lo había escuchado.
— ¿Qué te parece pasar aquí la noche? — Señaló a un edificio que se encontraba un poco lejos de su posición, sin embargo, a la kunoichi comenzaron a brillarle los ojos al ver por fin un sitio en el que plantarse y no moverse hasta el día siguiente. El chico, al notar las reacciones de la menor, solo pudo tomarla cariñosamente por los hombros y arrastrarla hasta la construcción con el nombre de ''Estrella Roja''.
Pero a unos metros la pequeña plantó sus dos pies en el suelo, intentando con todas sus fuerzas hacer que de verdad echase raíces y no se moviese de allí en lo que quedaba de día. Había visto un rostro familiar, y no un rostro cualquiera. Tragó grueso e intentó darse la vuelta, topándose con unos ojos azules mirándola fijamente.
— ¿Dónde te crees que vas, señorita? — Preguntó, enarcando una ceja.
— Esto... Es que he visto a alguien y... — Pero el chico la cortó en seco, hablando de nuevo.
— ¡Una amiga! — Exclamó, dándole de nuevo palmaditas a la de cabellos azules. — ¡Haberlo dicho antes!
Y, en contra de su voluntad, fue arrastrada al interior del edificio. Eri se intentó refugiar a la espalda de su acompañante, intentando por todos los medios pasar desapercibida, que no la reconociese con todos los cambios de apariencia que había hecho, y su pelo... ¿Qué iba a hacer con su pelo? ¿Lo cambiaba?
— ¡Hola! — Fue tarde cuando Eri llegó a una solución, y es que su querido compañero de viaje no sabía cómo pasar desapercibido.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Y de camino hacia el mostrador de recepción, fue una voz la que llamó la atención de los dos hermanos:
—¡Hola! —exclamó alguien, lo suficientemente alto como para que Ayame y Kōri se dieran la vuelta, extrañados.
El que los saludaba con aquella inusitada alegría era un chico joven de cabellos castaños y vibrantes ojos azules. Ayame se giró hacia su hermano mayor, inquisitiva, pero se encontró con sus ojos escarchados, igual de interrogantes que los de ella.
—Hola... —respondió Ayame, recelosa y tímida.
—¿Nos conocemos de algo? —añadió su hermano, directo como una estaca de hielo.
Pero el corazón de Ayame dio un vuelco cuando se dio cuenta de que aquel chico no estaba solo. Otra persona trataba de esconderse tras la espalda del castaño aprovechando su corta estatura. Pero sus llamativos cabellos turquesa eran como una luz de neón en mitad de la noche, y la kunoichi no tardó ni medio segundo en reconocerlos.
—¿Meri? ¿Eres tú? —preguntó, y una incontenible sonrisa iluminó sus rasgos—. ¡Hola, Meri!
Sus ojos se posaron en las espaldas de los que acababan de ser saludados por su acompañante, y fue cuando Eri pudo analizar que había tenido razón sobre quién era la persona que se encontraba en la misma ciudad que ellos: ni más ni menos que Ayame, la joven que había participado con ella en el Torneo de los Dojos y con quien, además, había compartido recuerdos agridulces.
Por no decir, claro, que era una jinchuuriki.
''Su nombre completo creo recordar que era Aotsuki Ayame... ¿Y el que le acompaña, quién será?''
—Hola... — Fue la única palabra que pronunció la joven que tenía delante, y Eri reparó en que la chica era muy diferente a la que había conocido hace como un año: de cabellos oscuros y más largos que realzaban sus ojos color chocolate, más alta de lo que recordaba, e incluso más madura podía añadir. Sus vestimentas habían cambiado inclusive, aunque con los mismos colores.
—¿Nos conocemos de algo? — Su acompañante no saludó, y la de cabellos azules solo sintió un escalofrío al escuchar su gélida voz.
Antes de que el chico que había saludado en primer lugar volviese a decir algo, o de eso estaba segura la menor, fue Ayame la que rompió el momento reconociendo a Eri.
—¿Meri? ¿Eres tú? — Preguntó la de Amegakure mientras su rostro, antes extrañado, cambiaba a un semblante iluminado. —. ¡Hola, Meri!
— H-hola, Ayame. — Saludó la de cabellos celestes saliendo de detrás de su escondite.
El acompañante de la de Uzushio miró primero a Ayame, luego a Eri, y así durante unos segundos hasta que atinó a decir:
— ¿Desde cuándo te llamas Meri? ¿Por qué me lo llevas ocultando todo este tiempo? — Preguntó frunciendo el ceño. — Disculpad mis modales, pero es que sentí que Eri os conocía y no dudé en venir a saludar. ¡Es un placer!
Las manos que residían en la espalda de la kunoichi del remolino se cerraron en puños y deseó hacer pedazos al chico que tenía a su lado. ¿Es que no sabía mantener la boca cerrada? A la próxima lo dejaba encerrado en su casa, sí o sí. Tragó grueso mientras no apartaba sus ojos verdosos de los de Ayame, intentando analizar si sentía algún resentimiento por lo ocurrido en el Torneo, o... Algo, contra ella.
— Ha pasado un tiempo desde que nos vimos... — Dejó salir por entre sus labios, sin saber muy bien qué decir ni qué hacer en aquel momento.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Para su alivio, Ayame no se había equivocado, y los ojos esmeraldas de Eri se asomaron desde la espalda de su acompañante. Seguía siendo tan bajita como la recordaba, pero la de Uzugakureña había cambiado bastante desde la última vez que se vieron. Ella también se había dejado crecer el pelo y tanto su rostro como su cuerpo delataba ya el alcance de la madurez. De alguna manera, Ayame volvía a sentirse un patito feo a su lado.
—H-hola, Ayame —respondió ella.
—¿Desde cuándo te llamas Meri? ¿Por qué me lo llevas ocultando todo este tiempo? —intervino el castaño, y Ayame se rascó la mejilla con cierta incomodidad.
—Quizás... me he vuelto a equivocar con el nombre... —murmuró para sí, y Kōri dejó escapar un imperceptible suspiro.
—Disculpad mis modales, pero es que sentí que Eri os conocía y no dudé en venir a saludar. ¡Es un placer!
—¡Igualmente! —sonrió Ayame, inclinando el cuerpo en una respetuosa reverencia—. Yo soy Aotsuki Ayame, y él es Kōri, mi hermano mayor.
Kōri se limitó a inclinar la cabeza. Sus ojos escarchados no dejaban de estudiar a los recién llegados, como si estuviera evaluándolos de algún modo.
—Ha pasado un tiempo desde que nos vimos... —dijo Eri, y parecía algo incómoda.
Ayame se rascó la nuca con gesto nervioso.
—Sí... después de todo lo que pasó en ese dichoso torneo... —torció el gesto al recordar el incidente del Shukaku y el Sabio de los Seis Caminos, pero decidida a no atormentarse la velada con pensamientos amargos volvió a dirigir su mirada hacia el castaño—. ¿Tú también eres su hermano?
«O quizás...» Otra idea muy diferente no tardó en atravesar su imaginativa cabeza. Después de todo, no era muy usual que un hombre y una mujer entraran juntos en una posada así porque sí...
Repentinamente, un seco golpe en la coronilla le hizo soltar un gemido de dolor.
—No seas descortés, Ayame —intervino Kōri, aunque su voz seguía sonando tan gélida como de costumbre—. Disculpad los modales de mi hermana. A veces no se da cuenta de que abre demasiado la boca.
Eri miró con recelo al chico que tenía al lado, que, tan ancho y tan pancho, se había presentado allí como si fuese su casa. Dejó escapar un suspiro a la vez que el albino que acompañaba a Ayame suspiraba, y se sintió un poco mal, ya que ellos no se habían terminado de presentar como era debido.
Por suerte, Ayame se adelantó sin mostrar signos de enfado.
—¡Igualmente! — Empezó la de Amegakure, haciendo una reverencia. Eri se sintió un poco extraña, no era nadie importante como para que la saludasen de aquella manera. — Yo soy Aotsuki Ayame, y él es Kōri, mi hermano mayor.
— Yo soy Mizumi Eri, y mi acompañante es Daichi Ryu. — Imitando a Ayame, dejó caer la mitad superior de su cuerpo hacia delante, mientras que su acompañante levantaba la mano de forma amigable, saludándoles.
La kunoichi, por su parte, volvió a suspirar ante el comportamiento del castaño, y cuando levantó la mirada para volver a mirar hacia donde se encontraban tanto Ayame como su hermano, se topó con la mirada gélida del mayor. Un escalofrío recorrió de nuevo su cuerpo de arriba a abajo y desvió la mirada rápidamente, cohibida.
Fue Ayame quien habló de nuevo, contestándola a ella y sacándola de sus pensamientos.
—Sí... después de todo lo que pasó en ese dichoso torneo... — La de cabellos azules tragó grueso, el Torneo, aquel baño de sangre, el Ichibi, la resurrección de todos los shinobi... Cosas que nadie podría olvidar. Negó con la cabeza para disipar sus pensamientos cuando escuchó ahora a la de ojos café referirse a Ryu. — ¿Tú también eres su hermano?
''¿Eh? ¿Él? ¿Mi hermano? ¿De dónde saca el parecido?''
Sus pensamientos hicieron que la joven frunciese el ceño y mirase a su compañero de forma extraña. No, no podía encontrar algún parecido entre ellos aunque lo intentase fuertemente; mientras que el de ojos azules, por su parte, curvaba sus labios formando una sonrisa.
''¿Qué le hace tanta gracia?''
Sin embargo, antes de que ninguno de los dos pudiese responder ante la pregunta, el hermano de la de cabellos oscuros asestó un golpe a la muchacha. Eri se sorprendió ante la reacción del que compartía sangre con Ayame, alterada por su comportamiento, pero no quiso decir nada, ya que eran asuntos que no le deberían importar.
Aunque se moría por preguntar a al kunoichi de la lluvia si estaba bien.
—No seas descortés, Ayame — El que poseía el nombre de Kōri habló, y Eri tiritó al escuchar su voz. — Disculpad los modales de mi hermana. A veces no se da cuenta de que abre demasiado la boca.
''Soy yo o... ¿Hace más frío aquí?''
Se llevó una de sus manos al brazo contrario, agarrando su túnica para subir un poco su temperatura corporal. Observó más detenidamente al hermano de Ayame y no lograba comprender como ella era tan risueña y él tan... Frío como un témpano. Ryu, por su parte, seguía con la sonrisa pintada en su cara.
— ¡No pasa nada! Ahora somos algo así como amigos, ¿no? — Alegó moviendo las manos para restarle importancia. — Y no, pequeña Ayame, no somos hermanos, ¡yo soy su protector!
Se llevó un pellizco en el brazo por parte de la menor mientras lo miraba con enfado. ''¡Ya volvemos con eso!'' Ryu le devolvió la mirada, desafiándola, haciendo que la pequeña desviase sus ojos verdosos y reposase su cabeza sobre su mano izquierda, pasándola por toda su cara para añadir:
— La historia es muy larga... — Intentó zanjar la de cabellos celestes, más no sabía si debía hablar sobre ese tema o no.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—Yo soy Mizumi Eri, y mi acompañante es Daichi Ryu —respondió Eri, presentándose a ella misma y a su acompañante.
«Eri. Era Eri.» Reparó Ayame, como una sonrisa nerviosa. Ryu parecía bastante simpático. O al menos aquella había sido la primera impresión que le había dado. Eri seguía igual de tímida que las otras veces en las que se había encontrado con ella.
Después de apostillar por la posible relación familiar y de recibir el capón de Kōri, Eri pareció sorprenderse sobremanera por la pregunta, mientras que Ryu seguía igual de sonriente.
—¡No pasa nada! Ahora somos algo así como amigos, ¿no? —dijo, moviendo las manos para restarle importancia—. Y no, pequeña Ayame, no somos hermanos, ¡yo soy su protector!
—¿Protector? —preguntó Ayame, encandilada.
Eri pellizó el brazo de Ryu, enfurruñada, y él le devolvió una mirada desafiante. Al final, la kunoichi apoyó la cara sobre su mano izquierda.
—La historia es muy larga... —murmuró, intentando dar por zanjada la conversación.
Pero hacía falta mucho más para saciar la curiosidad de Ayame, que los contemplaba con ojos brillantes. Kōri lo sabía, conocía bien a su hermana pequeña, y por eso intervino antes de que pudiera abrir siquiera la boca.
—Ayame, deberíamos reservar una habitación antes de que se acaben —ella no parecía escucharle, por lo que tuvo que darle un pequeño empujón. Metafóricamente hablando—. A no ser que te quieras pasar toda la noche deambulando por las calles de Tanzaku Gai.
—¡No! —exclamó, horrorizada—. ¡Cualquier cosa menos eso! ¿Vosotros también os vais a alojar aquí? —añadió, mirando a Eri y Ryu.
—¿Protector? — Preguntó Ayame, y Eri se mordió el labio inferior.
Pero después de comentar por ella misma que era una historia tediosa y bastante larga, pareció que a Ayame le brillasen los ojos quizás por la curiosidad; y la verdad es que a la de cabellos azules no le importaba hablar del tema, ¡ella era muy curiosa! Pero tampoco lo veía bien del todo, ''es de Amegakure...'' pensó, un tanto indecisa; ''¡Pero también es... Como una amiga... Y estamos en paz las tres villas, aunque tampoco es un tema muy importante, vaya, ¡ay!'', comenzó a ponerse nerviosa en su cabeza, hasta que el hermano de la de la Lluvia intervino antes de que ninguno de los otros tres hablase.
—Ayame, deberíamos reservar una habitación antes de que se acaben —Eri evitó mirar directamente al chico que se encontraba al lado de la recién llamada, sin embargo, tardó varios segundos en seguir —. A no ser que te quieras pasar toda la noche deambulando por las calles de Tanzaku Gai.
''¡Es verdad!'' Reaccionó la joven, mirando a su alrededor para volver a la realidad: conseguir una cama caliente donde pasar la noche.
—¡No! —Exclamó la de cabellos oscuros. —. ¡Cualquier cosa menos eso! ¿Vosotros también os vais a alojar aquí?
El mayor de los dos pasó el peso de su cuerpo de una pierna a otra, todavía con la sonrisa dibujada en sus labios. Tomó a Eri por la cabeza y habló:
— Sí, o eso teníamos pensado. — Alegó. — Así que vosotros primero. — Invitó.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—Disculpen... —Una acaramelada voz llegó desde el mostrador del hotel. Se trataba de un hombre de mediana edad, de cabello azabache—. Nos quedan sólo dos habitaciones disponibles. Si no se dan prisa, podría venir algún cliente avispado y quitársela.
Su tono de voz era una mezcla agridulce entre el canto tranquilizador de un servidor fiel y algo inquietante que ninguno de los presentes supo identificar.
—Último piso, habitación 300 y 301. Son suites bastante amplias. Y estamos en temporada baja, así que cuestan lo mismo que una habitación normal.
Eri intercambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra. Por alguna razón que se le escapaba, parecía inquieta o nerviosa. Pero Ryu tomó la delantera y apoyó la mano sobre la cabeza de la de Uzugakure:
—Sí, o eso teníamos pensado — alegó—. Así que vosotros primero. —Les invitó, y Kōri inclinó la cabeza en una respetuosa respuesta de agradecimiento.
Fue entonces cuando una melosa voz llamó la atención de los allí presentes:
—Disculpen... —Provenía del mismo mostrador del hostal, un hombre de mediana edad y cabellos oscuros como el alquitrán—. Nos quedan sólo dos habitaciones disponibles. Si no se dan prisa, podría venir algún cliente avispado y quitársela.
Su voz era dulce como la miel, pero al mismo tiempo tenía algo que le provocó un escalofrío a Ayame. No le dio demasiada importancia en aquel momento. lo verdaderamente importante es que debía de haber escuchado su conversación, y habían tenido resultado afortunados.
—Menos mal... ¡y qué suerte que haya una habitación también para vosotros! —añadió, volviéndose hacia Eri y Ryu con una sonrisa.
Kōri, con su habitual semblante desangelado, se acercó al mostrador y dejó sobre él algunos billetes.
—Último piso, habitación 300 y 301. Son suites bastante amplias. Y estamos en temporada baja, así que cuestan lo mismo que una habitación normal.
Les guiñó un ojo.
—Nos quedamos con la habitación 300. Pasaremos sólo una noche aquí, así que por la mañana partiremos de nuevo.
—¡Ay, estoy deseando darme una ducha calentita y probar una cama de verdad! —exclamó Ayame, desesperezándose. Después, se volvió de nuevo hacia Eri y Ryu—. ¡Mañana podemos seguir charlando, estoy que me caigo del sueño! ¡Hasta mañana!
Se despidió de ellos agitando una mano en el aire y enfiló los pasos de su hermano, que la esperaba ya unos metros más allá.
—Disculpen... —Una dulzona voz proveniente del mostrador los llamó, haciendo que Eri asomase la cabeza por detrás de Ayame y su hermano, viendo que la voz le pertenecía a un hombre de mediana edad—. Nos quedan sólo dos habitaciones disponibles. Si no se dan prisa, podría venir algún cliente avispado y quitársela.
A la de cabellos azules le recorrió de nuevo un escalofrío de arriba a abajo y no supo si era por la voz desconocida, la estancia más fría de lo que pensaba que sería o el hermano de Ayame; así que lo dejó pasar acercándose al mostrador.
—Menos mal... ¡y qué suerte que haya una habitación también para vosotros!
— Por fin podremos descansar, es como si me doliese todo... — Recordó el viaje y miró de reojo a Ryu, que también se acercaba hacia el mostrador.
—Último piso, habitación 300 y 301. Son suites bastante amplias. Y estamos en temporada baja, así que cuestan lo mismo que una habitación normal.
Y entonces les guiñó un ojo, haciendo sentir a la pequeña un tanto incómoda.
—Nos quedamos con la habitación 300. Pasaremos sólo una noche aquí, así que por la mañana partiremos de nuevo.
— Nosotros con la 301 entonces y también nos quedaremos por una noche, muchas gracias. — Anunció el de Uzushiogakure, depositando el efectivo sobre el mueble.
Por otra parte, Eri miró a Ayame que alegaba desear darse una ducha caliente y dormir, y la joven sintió que ella haría exactamente lo mismo que la de la Lluvia: ducharse y dormir como no ha dormido en los quince años que había vivido.
—¡Mañana podemos seguir charlando, estoy que me caigo del sueño! ¡Hasta mañana!
— ¡Hasta mañana! ¡Dulces sueños a ambos! — Alegó Eri moviendo la mano, luego se giró a Ryu. — ¿Vamos nosotros también? Estoy muy cansada...
El chico asintió, y ambos también se dispusieron a ir a su habitación.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Off:Disculpad la pequeña manipulación, pero no queremos que la trama se quede estancada en sus inicios.
—¡Fantástico, fantástico! —el recepcionista aceptó de buena gana el dinero de Kori y más tarde el dinero de Ryu—. Las habitaciones, como ya he dicho, están en el último piso... Será mejor que cojan el ascensor, créanme que los escalones de este hotel están súper empinados, no lo parece pero soy bastante atlético, y hasta a mí me cuesta llegar al final... Claro que solo lo he intentado una vez. La segunda ya estaba demasiado cansado con sólo pensarlo.
Dejó escapar una inocente risilla y se acarició la cabeza tras bostezar.
—Que pasen una buena noche.
Los clientes se acercaron al ascensor, que ya estaba en la planta baja, y la puerta se abrió. Les recibió un amplio mecanismo decorado sobria pero limpiamente, con moqueta roja y paredes con papel pintado similares al de la recepción. Cuando pulsaron el último botón del panel, el timbre repicó, se cerraron las puertas, y el elevador comenzó a...
—¡Fantástico, fantástico! —el recepcionista aceptó de buena gana el dinero de Kori y más tarde el dinero de Ryu—. Las habitaciones, como ya he dicho, están en el último piso... Será mejor que cojan el ascensor, créanme que los escalones de este hotel están súper empinados, no lo parece pero soy bastante atlético, y hasta a mí me cuesta llegar al final... Claro que solo lo he intentado una vez. La segunda ya estaba demasiado cansado con sólo pensarlo —con una última risilla, y después de soltar un sonoro bostezo, añadió una última frase digna de un manual de recepcionistas—: Que pasen una buena noche.
Kōri y Ayame se dirigieron obedientes al ascensor. Allí volvieron a reunirse con Eri y Ryu después de que hubiesen pagado su respectiva habitación.
—La verdad, no me he fijado. ¿Tantos pisos tenía esto? —preguntó Ayame con inocencia.
De todas maneras, la suerte les sonrió y no tuvieron que esperar siquiera al ascensor por lo que la tentación de subir las escaleras fue más bien inexistente. Las puertas se abrieron y los cuatro entraron a un amplio espacio decorado con moqueta roja y paredes cubiertas del mismo papel pintado que habían visto en la recepción. Kōri pulsó el último botón del panel, y las puertas volvieron a cerrarse con un característico tintineo.
—Ahora que lo pienso, nunca habría pensado que había ascensores fuera de Am... —comenzó a decir Ayame, pero entonces sintió un repentino e inesperado tirón en la base del estómago. Sobresaltada, miró a su hermano, pero él le dirigió la misma mirada confundida.
Porque no estaban subiendo...
Sino bajando.
En los primeros instantes Ayame había pensado que Kōri se había equivocado de botón. Pero la velocidad del ascensor no tardó en crecer. Y crecer. Y crecer. Y cuando sus pies despegaron del suelo y con una exclamación ahogada se vio a sí misma y a los demás empotrados en el techo del ascensor se dio cuenta de que no estaban bajando...
Sino cayendo.
Ayame no dudó ni un instante en activar su técnica de hidratación, aunque algo dentro de ella sabía que aquel era un gesto inútil. Por mucho que pudiera amortiguar el golpe, si conseguía sobrevivir de alguna manera al impacto se vería sepultada bajo kilos y kilos de metal. La presión le impedía gritar, pero sus ojos se empañaron rápidamente de lágrimas de terror y los cerró con fuerza para esperar el inexorable impacto y transformarse en agua...
¿Pero qué sería de Kōri, Eri y Ryu?
Kōri, con los ojos entrecerrados y un gesto bastante más expresivo de lo que solía mostrar, extendió como pudo sus temblorosos brazos y la atmósfera comenzó a enfriarse rápidamente dentro del ascensor. Una serie de placas de hielo los rodearon y los separaron momentáneamente del techo para dejarlos pegados a la misma cúpula congelada que los había envuelto como la cáscara de un huevo.
¿Sería aquello suficiente? Tan sólo podían rezar a los dioses porque así fuera...
—¡Fantástico, fantástico! —el recepcionista aceptó de buena gana el dinero de Kori y más tarde el dinero de Ryu—. Las habitaciones, como ya he dicho, están en el último piso... Será mejor que cojan el ascensor, créanme que los escalones de este hotel están súper empinados, no lo parece pero soy bastante atlético, y hasta a mí me cuesta llegar al final... Claro que solo lo he intentado una vez. La segunda ya estaba demasiado cansado con sólo pensarlo.
El recepcionista dejó escapar una risa y se acarició la cabeza justamente después de bostezar, para añadir:
—Que pasen una buena noche.
Eri se dirigió junto a Ryu al ascensor, ya que las escaleras quedaban descartadas por la recomendación del recepcionista que tan agradable les había dado, cuando Ayame y Kōri se les unieron.
—La verdad, no me he fijado. ¿Tantos pisos tenía esto? — preguntó la de Amegakure con un tono inocente en su voz, pero Eri solo pudo contestar con un encogimiento de hombros, ya que tampoco se había fijado de aquel pequeño detalle.
— O están muy bien distribuidos... — Añadió, aún con la duda de si de verdad aquel edificio tenía tantos pisos como para llegar a las trescientas y una habitaciones.
Pero el ascensor cortó su voz, ya que, como si les esperase, ahí estaba, con las puertas abriéndose para encontrarse con un amplio espacio bañado de un color rojizo, con moqueta en el suelo y paredes decoradas con papel pintado del mismo color que la moqueta. La de cabellos azules frunció el ceño sin entender muy bien aquellas máquinas del todo, y es que a ella siempre les había dado un poco de miedo estar encerrada en aquel espacio reducido. ¿Y si se quedaban encerrados?
Sin embargo ya era tarde para reaccionar gracias a que el hermano de Ayame había pulsado el botón que les llevaba a su respectivo piso, cerrándose las puertas y escuchándose un timbre repicar. Eri cerró las manos en puños, y pensó: ''Tampoco puede durar mucho... ¿No?''
No escuchó lo último mencionado por la de cabellos oscuros ya que le sorprendió el rumbo que había tomado el ascensor por su cuenta, y, ahogando un grito, sintió como todo su cuerpo era expulsado hacia la parte de arriba del dichoso aparato. Quiso odiar a Kōri por haberse equivocado de destino, pero algo le dijo que la velocidad que estaban alcanzando no era típica de un ascensor normal.
Y lo peor es que seguían yendo más y más deprisa, haciendo que los cuatro acabasen empotrados contra el techo de la máquina gracias a la velocidad de caída que estaban sufriendo.
Eri, por su parte, comenzó a enumerar todas las razones por las que odiaba con todo su corazón los ascensores, perdiéndose en la segunda razón cuando se dio cuenta de lo cerca que estaba de acabar hecha puré; pero tampoco sabía muy bien qué hacer en aquel momento más allá de querer soltar todas las lágrimas que se le estaban acumulando en los ojos, incapaz de decir o articular palabra alguna.
Y es que, ¿qué podía hacer? ¡Era incapaz de pensar con sensatez! ¿Es que acaso ese iba a ser el final de los cuatro?
Entonces apareció Kōri en su cabeza, o bien su presencia creció en la sala pues había extendido sus brazos, y instantes después todo comenzó a enfriarse, haciendo que unas placas de hielo los rodeasen y los separasen del techo, pegándose a aquellas piezas heladas que había creado el chico.
¿Sería eso crucial para salvarse?
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
El ascensor siguió aumentando y aumentando de velocidad. Tanto que los brazos de Kori ni siquiera pudieron separarse del techo para crear aquella cúpula gélida. El aire empezó a meterse a presión en sus ojos, tanto que tuvieron que cerrarlos.
Como si el tiempo se hubiese detenido, la maquinaria se detuvo de golpe, y todos salieron despedidos hacia abajo con la fuerza de un misil. Golpearon el suelo, que se rompió en pedazos, y sintieron el crujir de mil huesos y un dolor indescriptible. Incluso Ayame, que había activado su técnica, se vio de pronto incapaz de transformarse en agua.
Inexplicablemente, aunque el dolor había sido muy real, no habían sufrido daño alguno. Ante ellos había un abismo de insondable negrura. Y de pronto, el suelo de moqueta de un pasillo de hotel oscuro.
Cayeron con un ruido seco. Aunque era sin duda un pasillo, no tenía ventanas. Ni parecía conectado al resto del hotel. A la izquierda, a lo lejos, sólo había una pared. A la derecha, el pasillo se abría a sendos lados en una pared curva. Daba a otra pared, pero en esta había dos puertas. 300 y 301, decían los carteles que titilaban con una luz roja intermitente arriba de los marcos, únicas fuentes de luz de aquella tétrica estampa.
Aunque habían caído, eso sin duda, nadie podía saber de donde, porque encima de ellos había techo.