Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Una sonrisa de auténtica satisfacción se dibujó en el rostro del muchacho de Inaka cuando Yoshimitsu accedió de buen grado. El misterioso artista no sólo era amable y buen conversador, sino que además parecía tener un agudo sentido del raciocinio. En todo el viaje Akame no le había escuchado decir una palabra más alta que otra, siempre opinaba con cautela y sabía cuándo ser simpático. No tenía el carisma magnético de Datsue, que sería capaz de hacer nuevos amigos en mitad de un campo de batalla, pero era sin duda un chico inteligente.
Así pues, el Uchiha accedió de buen grado y junto a sus compañeros entró en la taberna.
«Parecía más acogedor desde fuera...» caviló Akame cuando, nada más entrar, tuvo que contener una tos provocada por la cortina de humo que empañaba el ambiente. La taberna bullía de gritos, conversaciones, risas y otros sonidos típicos de lugares como aquel, dándole un ambiente un tanto campechano.
Haciendo gala de unos reflejos envidiables, Datsue avistó una mesa libre y se lanzó sobre ella como un amante desesperado. Akame le imitó poco después, temeroso de que alguno de los espectadores de la partida de cartas le quitase su asiento.
—¿Que si me gusta? Compañero, aprendí a jugar al shogi antes que a andar —respondió el de Inaka, riendo—. Mi padre es un ávido shogista, pero nunca tenía con quien jugar, de modo que me enseñó en cuanto fui capaz de aprender.
En ese momento una de las meseras pasó junto a ellos, y Akame trató de llamar su atención... Sin mucho éxito.
Datsue que para ser honestos, se encontraba bastante callado incluso para el, resurgió de sus cenizas cuando me ofrecí a invitarle a comer, tanto es así que hasta se tomó la libertad de darme una palmada en la espalda advirtiendo que la próxima correría de su cuenta.
-Quizás te arrepientas... Dije sin pensar, cayendo en la cuenta de que seguramente fuera un sentimiento recíproco.
¡Maldición! Pensé bromista, pues tampoco se veía que estos Uchihas fueran unos ávidos comilones.
Seguíamos ahora a Datsue que parecía tener cohetes en sus getas de madera, yo por precaución ordené a mi ratón de tinta que se introdujera en el makimono, no quería armar un alboroto por tan poca cosa, el animal obedeció descomponiéndose en el papel en un sin fin de textos y bocetos. Al entrar en aquella taberna y como todo parecía indicar, estaba hasta la bandera. Entre el calor humano, la lumbre que había en aquel gran salón y la gente que ni corta ni perezosa, daba rienda suelta a todo vicio habido y por haber. La verdad que era una verdadera proeza respirar sin morir en el intento.
¿A dónde irá tan a prisa? Inocente pregunta por mi parte, para cuando me quise dar cuenta, Datsue capturó lo que vendría a ser algo en peligro de extinción en aquel lugar. Una mesa disponible, y vaya que si estaba en extinción, ya no quedaba ningún lugar en donde poder sentarse.
-Reconozco que has tenido buena vista.... Felicité a Datsue por su adquisición.
Antes de sentarme en la silla, miré a mi alrededor, y no precisamente centré mi atención al gentío, ni a aquel simpático y ebrio monje que tocaba aquel biwa con un desenfreno sin parangón, ni tampoco a aquella acalorada partida de cartas, que parecía que había en juego la hacienda de algún jugador poco avispado. Me fijé en el quid de la cuestión, el por qué de que estábamos aquí y no en otra taberna. Me fijé en la comida, alcé la mirada con descaro a ver que andaban degustando las mesas vecinas y cierto era que todo se veía la mar de apetitoso, no solo por la calidad de la comida, sino también por la presentación de los platos. Lo que más me llamó la atención fue lo generoso de las guarniciones.
Aquí vamos a comer bien...y eso me gusta
Una vez todos acomodados, la cosa se puso interesante...¿Ha dicho shogi? ¡Ja! Datsue preguntó con humildad que me "gustaba" el shogi. Me llevé la mano al corazón y dije con solemnidad.
-Mi segundo apellido es shogi querido amigo, no hay nadie que me pueda vencer...bueno si, mi abuelo quizás...cuando hace trampas el muy maldito Algo que que empezó bien, hizo acordarme de algo que me hizo hervir un poco la sangre. Pero bueno, se me pasó rápido al oír el argumento de Akame, para mí compartir aquel pasatiempo que tanto significaba para mí con mis camaradas, me daba una grata sensación de hermandad.
—¿Que si me gusta? Compañero, aprendí a jugar al shogi antes que a andar —respondió el de Inaka, riendo—. Mi padre es un ávido shogista, pero nunca tenía con quien jugar, de modo que me enseñó en cuanto fui capaz de aprender.
Reí al escuchar la singular justificación de Akame de por qué era tan buen jugador. Quise picarle un poco para dar gracia al asunto y le contesté con picardía. -¿Antes de andar dices? Yo aprendí cuando estaba todavía en el vientre de mi madre camarada Sonreí intentando mostrar seriedad, tratando de dar veracidad a mi absurdo comentario.
Luego Akame trató de llamar la atención de una de las camareras del local sin éxito. Pues ellas si que corrían rápido, más rápido incluso que Datsue cuando reclamó la última mesa para nosotros. Sirviendo a diestro y siniestro con impecable diligencia. Se notaba que en este lugar, no todo el mundo valía para ser algo tan sencillo como podía ser un camarero, la agilidad que hacían gala al sortear el mar de clientes me hacía dudar de hasta mi entrenamiento shinobi. Finalmente con un poco de suerte y manteniendo el brazo en alto un rato, una joven y bella muchacha de nuestra edad o quizás un poco más. De piel blanquecina y radiante, con un pelo corto y lacio de color oscuro, muy bien arreglado, a juego con sus grandes y expresivos ojos. con el uniforme de la taberna y sosteniendo en su regazo con mimo una bandeja metálica, se posó delante de nosotros con una reverencia, gran amabilidad y con cierta timidez.
-Hola... buenas noches..., me llamo Koizumi Ai y...y...y seré vuestra camarera. ¿Desean tomarme...¡QUERIA DECIR!...Que...que...qué desean tomar? Dijo la chica roja como un tomate, sonrojada por aquel inesperado desliz.
17/11/2016, 19:16 (Última modificación: 17/11/2016, 19:19 por Uchiha Datsue.)
Sorry por el pequeño retraso
Datsue observó atento el pequeño pique que había surgido entre Yoshimitsu y Akame, que discutían nada más y nada menos por ver quién la tenía más gorda en lo referido al shogi. Como consideró que sacársela para que comprobasen que no tenían nada que hacer con la suya hubiese sido de mal gusto, esperó con una sonrisa dibujada en el rostro a ver en qué acababa todo aquello. Por desgracia para él, que le encantaba ver peleas —siempre y cuando las pudiese ver desde un sitio cómodo y seguro—, la pequeña broma no pareció ir a más.
Instantes después, Yoshimitsu logró la difícil tarea de atraer a una camarera.
—Hola... buenas noches..., me llamo Koizumi Ai y...y...y seré vuestra camarera. ¿Desean tomarme...¡QUERIA DECIR!...Que...que...qué desean tomar?
Datsue se quedó atónito, y por unos segundos la voz parecía no querer salir de su boca entreabierta. Su corazón, agitado, le confirmó lo que estaba temiendo: Uchiha Datsue acababa de enamorarse.
Para ser honestos a la verdad, había que decir que era la décima vez que se enamoraba en lo que iba del año. Pero, ¿quién era él para ponerle barreras al amor? Uno no era quién para elegir de quién se enamoraba… y ni mucho menos de cuándo o cuántas.
—Verás… Yo es que soy un poco antiguo —se excusó, finalmente, como avergonzado—. Me gusta conocer primero a la persona y esas cosas… Pero quizá en el postre acepte tu primera propuesta, quién sabe —añadió, coqueto. Luego carraspeó, y sin poder parar de sonreír, observó la carta con el menú que había sobre la mesa. Podría decirse que se decidió en un tiempo récord, pues básicamente sus ojos pasaron olímpicamente del nombre de los platos para centrarse en el precio. Como Datsue se consideraba un buen compañero, escogió los platos más caros del menú, no fuese a ser que Yoshimitsu se sintiese ofendido por creer que le considerara un pobre. Ya que me invitan… ¡Hay que aprovechar! Hmm… Sí, éste, éste y éste. Éste de aquí hubiese estado bien… pero lleva carne, una pena—. Para empezar querría este plato de caviar… para ir picoteando un poquillo. Luego un bogavante con arroz, y finalmente… Unas angulas. Sí, creo que así estaría perfecto. Oh, y un zumo de frutas para acompañar —dobló la carta y se la entregó a la camarera, esbozando la sonrisa número cuatro de su repertorio: la sonrisa del shinobi galán—. Muchas gracias, Ai.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
«¡Esto sí que es una coincidencia! Tres jugadores de shogi alrededor de la misma mesa. Si tan sólo tuviera aquí mi tablero y mis fichas...», se lamentó el Uchiha. Claro, que aquellas piezas a las que se refería no estaban ni siquiera cerca de su alcance —guardadas en el viejo baúl de su habitación subterránea bajo las antiguas murallas de Sunagakure no Sato—, y tampoco se las había regalado su padre, sino su maestra.
Sea como fuere, lo que sobrevino al shogi fue una sucesión de carcajadas, bromas picantes tras un descuido lingüístico de la mesera, y más carcajadas. Akame reía como el que más, aunque su risa fuese tan característica como su comportamiento en general; parecía que se conteniese al reír, como si tuviese miedo de soltar todo el aire de sus pulmones. Sin embargo, las chanzas terminaron tan pronto como Datsue empezó a pedir platos. El de Inaka lo observó con el semblante serio y los ojos muy abiertos. Conocía la avaricia de su compañero de Aldea, pero no se imaginaba que pudiera llegar a ser tan descarado.
—Yo tomaré la carne típica del lugar —dijo el Uchiha cuando Datsue hubo terminado—. Estoy seguro de que esos pastos tan verdes deben dar reses de suma calidad —agregó luego, con una sonrisa amable.
Una vez Yoshimitsu —el último en pedir— lo hubiera hecho, el Uchiha se recostaría en su taburete y echaría un vistazo alrededor. La taberna no parecía gran cosa, por muy llena que estuviese, y todavía retenía en su mente la imagen de los campos de chozas precarias y niños descalzos.
—Parece que estas tierras han visto días mejores... —murmuró, aunque lo suficientemente alto como para que sus compañeros se enterasen—. Este gran señor debe haber pagado un buen dinero por semejante cortejo fúnebre, y aún así sus vasallos viven entre desperdicios.
Había algo nuevo en su voz, algo que ni Datsue ni Yoshimitsu habían advertido antes. Entre las tranquilas aguas de su temple buceaba, oculto bajo la superficie, un deje de frialdad.
Ante la barbaridad dicha por la camarera me quedé sin palabras sin saber muy bien que contestar.
¡Claro! Pobre muchacha, como es normal sentirá cierta atracción hacía los shinobis. Y claro, si además son apuestos como nosotros todavía más Pensé un poco ridículo aún estando todavía flipando en colores.
Afortunadamente, Datsue acudió al rescate, cuando abrió la boca para resolver aquella encrucijada le presté toda la atención, pues sabía que su pico de oro soltaría perlas como diamantes, o quizás diamantes como perlas. Vamos, que sería algo digno de escuchar.
—Verás… Yo es que soy un poco antiguo —se excusó, finalmente, como avergonzado—. Me gusta conocer primero a la persona y esas cosas… Pero quizá en el postre acepte tu primera propuesta, quién sabe —
¡La madre que me parió! Hubo algo en mi cabeza que se quebró pues la situación no podía ser más embarazosa. Cándido de mí, se me ocurrió beber un sorbo de agua de mi odre y casi muero atragantado al oír y asimilar aquello. No pude evitar toser, saliendo un pequeño reguero de agua de la boca.
Después la cosa se tornó más seria después de una minuciosa inspección de la carta por parte de Datsue, que no tuvo reparos en pedir las cosas más extravagantes que había en la carta.
—. Para empezar querría este plato de caviar… para ir picoteando un poquillo. Luego un bogavante con arroz, y finalmente… Unas angulas. Sí, creo que así estaría perfecto. Oh, y un zumo de frutas para acompañar —
Será hijo de una hiena...Le propine una pequeña e involuntaria mueca de desaprobación. Era una persona de palabra y no tenía intención de hecharme atrás, lo que más me dolía era que seguramente me quedaría esa noche sin cenar, pues no estaba muy convencido de cuanto ascendería la broma. Afortunadamente, Akame pidió de forma modesta paliando un poco la escabechina monetaria en la que me encontraba.
—Yo tomaré la carne típica del lugar —
A mi el apetito ya se me había ido, menos mal que comí bien durante el viaje y solo quería picotear por vicio más que por otra cosa. -Yo...yo...pan con mantequilla...por favor...
La chica aún sonrojada por su pequeño fallo, usó su libro de anotar pedidos para cubrirse la cara, sin embargo y por raro que pareciera, no pareció molestarle en absoluto la respuesta de Datsue. No era un experto en estos temas, pero parecía que el efecto fue justo el opuesto.
-Muy bien, ya...ya...he tomado nota. Muchas gracias y... perdon... Acompañó la disculpa con una reverencia dejando a la vista de Datsue su generoso escote que resaltaba todavía más al sostener con fuerza la bandeja en su regazo. La muchacha se marchó finalmente para preparar nuestra comanda.
Mientras esperábamos entre risas y bromas. Akame dio un brusco vuelco a la conversación que de primeras me extrañó, pues era quizás el que estaba siendo más risueño de toda la velada.
—Parece que estas tierras han visto días mejores... —
-¿Mejores?. Pregunté extrañado. - Los que viven a este lado del muro parece que les va bastante bien... Añadí sin reparos, aunque fue una manera irónica de matizar que efectivamente, los que vivían fuera, lo hacían de forma miserable.
—. Este gran señor debe haber pagado un buen dinero por semejante cortejo fúnebre, y aún así sus vasallos viven entre desperdicios.
Me encogí de hombros, como si fuera algo obvio, era la cuestión de siempre, el rico que se aprovechaba sin reparo de los pobres, de su gente, de los débiles. Y si, por algo tan banal como era la muerte. -Está claro que viven en el feudalismo más totalitario que puede existir. Datsue sería una eminencia en el asunto, con sus gustos culinarios... Dije medio en broma, pues quería romper un poco el hielo. El nuevo tono de Akame era preocupante...
Ah, ¿sí? Seguro que has tomado nota de… ¿todo?, pensó el Uchiha, que no pudo evitar sonrojarse ante los pensamientos que acudieron a continuación a su mente. Justo en ese preciso momento, la camarera realizó una reverencia, dejando a la vista un desbordado escote que atrajo sus ojos como la miel al oso.
Mudo y con el corazón palpitándole en el pecho, el Uchiha apenas prestó atención a la conversación de sus dos compañeros hasta que hubo pasado un buen rato. Definitivamente, me he enamorado, se dijo, sacudiendo la cabeza para quitarse la imagen de la mente, antes de hacer alguna estupidez.
—… Datsue sería una eminencia en el asunto, con sus gustos culinarios... —Logró captar de la conversación.
—¿Hmm? Oh, ya… Pues no te creas. Lo cierto es que elegí entre los pocos platos que podía pedir, teniendo en cuenta que no como carne. Es pensar que me estoy zampando a un pobre animalito y me pongo enfermo. El pescado y marisco… Bueno, no tienen cerebro, ¿verdad? Y de algo tengo que vivir, no creo que uno puedo sobrevivir a base de verdura y fruta —comentó, con la mirada todavía perdida entre la clientela, en busca de la muchacha que le había robado el corazón.
»Y respecto al feudalismo totalitario… A mí me parece un sistema tan bueno como cualquier otro —comentó, sin pensar mucho en lo que estaba diciendo—. Siempre y cuando estés en el bando correcto, claro.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Akame fue consciente de la expresión fría y agria que se había apoderado de su rostro tan pronto la vió reflejada en los ojos de Yoshimitsu, que le miraba con sorpresa. Al instante trató de recuperar aquella máscara de sonriente amabilidad, como si se tratase de un puzzle cuyos trozos podía simplemente recoger y volver a poner en su sitio. Sin embargo, no pudo evitar que la respuesta de Datsue le incomodase de sobremanera.
—Y respecto al feudalismo totalitario… A mí me parece un sistema tan bueno como cualquier otro. Siempre y cuando estés en el bando correcto, claro.
El Uchiha estuvo tentado de lanzarle una mirada asesina a su pariente lejano, pero finalmente se contuvo. Ya había tenido un desliz; no iban a ser dos. «Así que es cierto que sólo te importa el dinero, Uchiha Datsue... Qué decepcionante». Quizás Akame estuviese siendo un poco duro al juzgar a su compañero, pero entendamos que para un chico criado entre fuerte fundamentalismo ideológico, la sola suposición de que alguien fuese capaz de anteponer sus bienes materiales a sus ideas le resultaba del todo asquerosa.
Sea como fuere, la conversación se acabó diluyendo hasta que, un rato después, la mesera trajo los platos que cada uno habían pedido. Akame tomó entre sus brazos una fuente pequeña de padera, repleta de trozos de carne asada que olían que alimentaba —o quizás era el hambre que tenía—. El Uchiha tomó unos precarios cubiertos que la muchacha le había ofrecido junto con el plato, y una taza de té bien caliente, y empezó a comer.
Mientras engullía pedazos de aquel manjar, no pudo evitar prestar atención a la partida de cartas; que se volvía más intensa por momentos. Uno de los jugadores se puso en pie, blasfemando y asegurando que sus oponentes habían hecho trampa. Otro le contestó, y en un periquete se dispusieron sobre el tablero todos los elementos necesarios para una pelea de taberna. Sin embargo, intervino un hombre canoso y arrugado, que llevaba una botella de sake en la mano.
—¡Detenéos, rufianes! ¿Es que no tenéis honor? Empezar una pelea en un día como hoy... —bufó, dándole un trago al sake.
El viejo parecía borracho hasta decir basta, pero sus palabras tuvieron una sorprendente acogida. Uno de los implicados directos se sentó —aún con gesto amenazador— y asintió.
—Este anciano tiene razón. Yamabushi-sama está...
—¡Ni se te ocurra terminar la frase, pisaverdes, o te rompo los dientes! —le cortó otro, de repente—. Nuestro señor está fuerte y sano como un roble, ¡y pasarán muchos años antes de que la muerte venga a visitarle!
—No sé quién te ha contado tal mentira —replicó el aludido—. Nuestro amado señor está débil y viejo. Poco le queda para reunirse con sus antepasados.
Un murmullo se fue extendiendo entre los parroquianos, hasta que otro volvió a replicar, un aludido alzó la voz, y así comenzó de nuevo la discusión. Solo que ahora, en lugar de cartas...
—¿Habéis oído eso? Pensaba que Yamabushi Kotaro seguía vivo, ¿y si hemos llegado tarde? —preguntó Akame a sus compañeros con verdadero nerviosismo.
Por desgracia, aquella conversación que prometía por su contenido, murió al igual que se inició, de forma fugaz. Estaba claro que se trataba de un desliz por parte de Akame, pero es algo que me hizo pensar bastante sobre sus pretensiones. ¿Se trataba acaso Akame de una especie de revolucionario? Algo que manchó su más tierna infancia era lo que sin lugar a dudas, le movería a pensar de aquella manera. Estaba claro que todavía era muy joven para mover masas pero, como todo en la vida, tenía un comienzo.
Este tipo de conversaciones eran muy controvertidas, me di cuenta enseguida de que podría acabar en discusión, por eso bromeé sobre lo de Datsue y su desmedido apetito de sibarita.
—¿Hmm? Oh, ya… Pues no te creas. Lo cierto es que elegí entre los pocos platos que podía pedir, teniendo en cuenta que no como carne. Es pensar que me estoy zampando a un pobre animalito y me pongo enfermo. El pescado y marisco… Bueno, no tienen cerebro, ¿verdad? Y de algo tengo que vivir, no creo que uno puedo sobrevivir a base de verdura y fruta —comentó, con la mirada todavía perdida entre la clientela, en busca de la muchacha que le había robado el corazón.
Y yo, como buen compañero que pretendía ser, le advertí de sus ineficientes hábitos alimenticios. Y cabe destacar que de veras me preocupé ante tales afirmaciones. -Pues enfermo te vas a poner si no comes de forma variada Datsue... Aunque... ya veo que no le haces asco a toda la "carne", precisamente. Dije con sorna, haciendo clara alusión a la simpática camarera.
Aún así, deje la posibilidad de aquella conversación continuara hasta el final, con todas sus consecuencias...Y como no, la respuesta de Datsue fue de lo más inesperada. Aunque no había que quitarle merito a su argumento, tenía toda la razón. Eso sí, estaba claro que no era algo que fuera políticamente correcto afirmar.
»Y respecto al feudalismo totalitario… A mí me parece un sistema tan bueno como cualquier otro —comentó, sin pensar mucho en lo que estaba diciendo—. Siempre y cuando estés en el bando correcto, claro.
Joder con Datsue, es toda una eminencia Pensaba en mis adentros mientras fruncía el ceño por un instante, como si una enorme vidriera se hubiera hecho añicos detrás mía provocando un enorme extruendo. Por lo menos mi cerebro comparo aquello con eso....
-¡Jojó! Respondí ante aquello estando aún conmocionado. -Supongo que la idea es que con menos gasto excéntrico y superfluo, todos vivirían mejor...Ya sabes...aunque en un sistema tan arraigado como este, tu respuesta es... comprensible... Añadí sin estar muy convencido.
Pues ahí quedó la cosa, al parecer Akame ya obtuvo más que suficiente con aquello que se habló. Más aún cuando la camarera nos trajo la comida haciendo ojitos y propinándole alguna que otra sonrisa a Datsue, que fue el único que se interesó por ella. Empezamos a comer cada uno a su ritmo, con cierta paz hasta que los pesados de al lado, la mesa en la que se estaba jugando aquella acalorada partida de cartas comenzaron a discutir como buena piara de energúmenos.
...
Afortunadamente, un señor mayor de pelo blanco exigió orden y respeto. Recordando que no era un día para cometer tonterías por el estado precario de su señor. Unos le daban por muerto, otros no. La cuestión era que tanta incertidumbre, daba por hecho de que no había información veraz, ni nada oficial por el momento. Aunque inevitablemente, no pude evitar pensar que aquella cuestión afectaría a nuestra misión. Sin cliente, no habría trabajo...y que si no nos personábamos antes de que muriera, nuestra credibilidad podría quedar comprometida. Algo inaceptable tratándose de mi primera misión.
Akame se adelantó manifestando su inquietud al respecto.
—¿Habéis oído eso? Pensaba que Yamabushi Kotaro seguía vivo, ¿y si hemos llegado tarde? —preguntó Akame a sus compañeros con verdadero nerviosismo.
-Tranquilo hombre aún no es oficial. Dije despreocupado, pues ninguno de los tres podíamos decidir sobre los designios de la muerte. -Pero...Creo que será buena idea de que cuando acabemos de comer vayamos a pedir audiencia a la familia Yamabushi. Decía mientras untaba mi mantequilla, ahora de forma más apresurada.
Datsue esbozó una sonrisa de forma inconsciente al ver la sonrisa que le dedicaba la camarera al traerle el pedido, y, absorto en sus pensamientos, apenas prestó atención a lo que sucedía a su alrededor.
Extrajo una libretita con lápiz sellado en su nuca, arrancó una hojita en blanco de ella y garabateó un par de palabras…
… hasta que de pronto escuchó a Akame, y el corazón le dio un vuelco.
—Tranquilo hombre aún no es oficial —aclaró Yoshimitusu, para fortuna del corazón de Datsue.
Entonces suspiró, relajándose. Por un momento, había creído que se había quedado sin sus mil ryos de la misión.
—Pero...Creo que será buena idea de que cuando acabemos de comer vayamos a pedir audiencia a la familia Yamabushi.
—Hmm… —Datsue, demasiado entretenido de nuevo con el papelito, se limitó a asentir para confirmar que estaba de acuerdo. En el papel, a la vista de sus dos compañeros, una pregunta sencilla y directa relucía a simple vista:
¿A qué hora sales?
Contento con el resultado, Datsue lo dobló un par de veces sobre sí mismo y lo colocó bajo el culo de su vaso, que con la humedad pareció quedarse pegado. Solo entonces se permitió centrarse en el bogavante que le esperaba en su plato, mientras murmuraba brevemente:
—Espero que lo vea cuando recoja la mesa...
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Mientras terminaba su plato, Akame no pudo evitar ver cómo su compañero Uchiha se sacaba una libreta —lápiz incluido— del cuello, y arrancaba una hoja para luego anotar algo en ella. «¿Qué está haciendo?». Era de mala educación espiar las palabras de alguien, y más aún si se trataba de un compañero de equipo, pero la curiosidad pudo con el de Inaka y, arrimándose disimuladamente al taburete de Datsue, oteó por el rabillo del ojo lo que éste escribía en el trozo de papel.
«¡Pero será...!»
El Uchiha tuvo que contenerse para no arrebatarle a su compañero la nota de entre las manos en ese mismo instante. «¡Estamos en mitad de nuestra primera misión de rango C, por todos los demonios de Gakido!», quiso gritarle a Datsue. Pero no lo hizo, y en lugar de ello, apretó los dientes con fuerza.
Una vez todos hubieran terminado de comer —a su pariente Uchiha le llevaría un rato más que a ellos dos, a juzgar por la cantidad de platos que había pedido—, Akame se apresuraría a sugerir una salida rápida. Pese a que él mismo había entrado en aquella posada hambriento y famélico, habían perdido un valioso tiempo; un lujo que, teniendo en cuenta el vox populi sobre la salud del señor, no podían darse.
—Deberíamos ponernos en marcha. El viejo Yamabushi parece a punto de quebrarse en cualquier momento, y no quiero fallar mi primera misión de rango C antes siquiera de empezarla —concluyó, firme como una roca.
Akame se ajustó la capa de viaje, y sobre ésta su mochila, después de ponerse en pie. Sin embargo, antes de abandonar la mesa, levantaría el vaso bajo el que Datsue había ocultado su nota amorosa. Con la mano diestra, rápida como una centella, cogería el papel y lo quemaría arrojándolo a una de las lámparas que colgaban de la pared cercana.
—Nuestro único objetivo en este lugar es escoltar al señor Yamabushi hasta el mausoleo de sus ancestros.
La súbita preocupación que invadió a Akame a raíz de la pequeña disputa que tuvieron los jugadores de cartas, provocó que a mi también se me contagiara. Estaba claro que nosotros nada podíamos hacer por evitar que nuestro cliente muriera, pero si que sería una mancha para nosotros como shinobis no poder concluir nuestra primera misión importante, ni si quiera llegar aunque solo fuera a tiempo.
Por otro lado, algo que parecía ajeno a nuestro querido compañero Datsue, que estaba pensando en otras cosas más ociosas, sobre todo cuando sustrajo de su nuca, como por arte de magia, una humilde libreta y lapicero, y comenzó a escribir de una hoja que arrancó de ella, alegre y ensimismado en sus pensamientos. Algo que Akame no pudo evitar ir a investigar de forma descarada que era aquello que estaba escribiendo su hermano Uchiha con tanto esmero.
De todos modos, Datsue estaba tan concentrado en sus intenciones, que solo yo me di cuenta de que Akame estaba escudriñando aquello escrito, y al ver su rostro y de como apretó la mandíbula, de nada bueno se podía tratar. Aunque me podía hacer una idea de se trataba el asunto.
¡Venga va! Comemos y nos vamos para allá! Por mi parte era algo sencillo, comí mi pan recién hecho que unté generosamente con mantequilla y no me duró mucho más de tres bocados. Inflando mis mofletes a más no poder, me supuso un esfuerzo el tragar, que por tomarme demasiadas prisas, me atraganté un poco y me tocó servirme de un par de vasos de agua para no acabar ahogado por comer tan a prisa.
Después Akame despachó su plato y por último, a Datsue se le acumuló la faena por pedir tal cantidad de comida, que no comenzó a comer hasta que acabó con su pequeña nota que dejó durante un rato sobre la mesa a la vista, pudiendo leer sin problemas lo que había escrito, para después plegar su mensaje y colocarlo debajo de su vaso.
Tras leer aquello, no pude evitar sonreír, y soltar un resoplido, por el esfuerzo que me supuso de evitar partirme de risa. -Venga va Datsue, deja de murmurar y termina ya de comer. Deja lo demás para cuando acabemos Le dije con sorna, tratando de meterle prisa.
Una vez todos terminamos Akame habló serio y decidido, esta vez quizás con más razón de la cuenta.
—Deberíamos ponernos en marcha. El viejo Yamabushi parece a punto de quebrarse en cualquier momento, y no quiero fallar mi primera misión de rango C antes siquiera de empezarla —
Nos levantamos finalmente de nuestra mesa, dispuestos a abandonar el local, pero antes de salir yo me dispuse a hacer una última parada a la barra del local para saldar aquella cena que me supuso un desembolso mucho mayor del que había previsto. Afortunadamente tenía suficiente para pagar aquella broma de mal gusto.
—Nuestro único objetivo en este lugar es escoltar al señor Yamabushi hasta el mausoleo de sus ancestros.
-Muy bien pues, acabemos con esto de una vez. Comenté mientras me dirigía hacía la salida del establecimiento ajeno a Akame cuando sustrajo la nota de Datsue del vaso. Pero había algo que me rondaba la cabeza, en el peor de los casos...¿Cual sería nuestra responsabilidad en caso de llegar tarde? ¿A caso se nos podría culpar por ello?
¿A qué venía tanta prisa ahora? El Uchiha había sido el único de los tres que se había opuesto en hacer un descanso en su camino a la fortaleza, y ahora que empezaba a dar gracias a los Dioses por esa decisión, ambos shinobis se ponía de acuerdo para apurarse en salir.
Datsue, desde luego, no compartía ninguna de sus prisas. Sus ojos habían percibido ciertos indicios en el aire —o ciertos gestos en la camarera, más bien—, que le auguraban que aquella noche podía ser la noche. No quería terminar maldiciendo su falta de coraje mientras se acostaba en la cama, solo, por no haberse atrevido a dar un paso más. Era una sensación que había sufrido muchas veces, y aquella, sin duda, no sería uno de ell…
—Pero, ¡¿qué haces?! —estalló, incrédulo, ante la acción de Akame. Era lo más rastrero e insultante que le habían hecho nunca. Su compañero acababa de cagarse, literalmente, en las leyes más sagradas y ancestrales que todo camarada debía mantener.
—Nuestro único objetivo en este lugar es escoltar al señor Yamabushi hasta el mausoleo de sus ancestros.
—Oh, perdóname, Akame. No sabía que desde nuestro último encuentro, ¡te hubiesen metido un palo por el CULO! —exclamó, molesto, ante la siempre inflexible personalidad de Akame cuando el deber le llamaba—. ¿Cómo voy a hacer después, en plena misión, para poder confiarte mis espaldas o incluso mi vida, si no puedo confiar en ti siquiera para hacer las tradicionales y ancestrales coberturas que todo buen camarada de Taki estaría orgulloso de hacer?
Más crispado de lo que hubiese podido parecer en un primer momento, chasqueó la lengua con frustración y salió del local de muy malos maneras. Esta te la guardo, Akame. Y es que, si algo era Uchiha Datsue, eso era rencoroso.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Akame tenía muchos defectos, pero no era tonto. Y también conocía a su compañero de Aldea y pariente de sangre lo suficiente como para saber que Datsue no se lo tomaría a bien. Estoico, el Uchiha aguantó el chaparrón mientras el joven ligón le echaba la bronca por haber tirado por tierra su precaria táctica. Pese a que Datsue parecía furioso, el rostro de Akame no se alteró lo más mínimo —únicamente sus labios se curvaron en aquella sonrisa afable y tranquila que le caracterizaba—.
—¿Cómo voy a poder confiarte yo mis espaldas y mi vida, en plena misión, sabiendo que estarás pensando en las tetas de esa mesera? —replicó el más alto de los Uchiha, sin dejar de sonreír—. Si tienes frío hay formas menos distractivas de calentarse.
Tajante pero amable como siempre, Akame dió aquella cuestión por zanjada. Yoshimitsu acababa de volver de la barra, donde —a disgusto, seguramente— había hecho honor a su palabra pagando la cuenta.
—Gracias por la cena, Yoshimitsu-kun. No creo que hubiera podido llegar hasta el alcázar sin probar bocado.
Tratando de contener la incertidumbre que le comía por dentro, Akame salió de la taberna y esperó a sus compañeros fuera. Ya era casi de noche, y el Sol teñía de añil el cielo con sus últimos rayos. Pese a que el clima no era malo por aquellas tierras, el Invierno pegaba igual de duro que en el País del Río. Hacía frío, y el Uchiha no dudó en arrebujarse en su vieja capa.
Perdornar chicos si estos días me estoy demorando un poco en responder. Este mes se me está haciendo un poco cuesta arriba, a parte de los preparativos de Navidad/Fin de año. Para Enero estaré 100% modo rusher on.
La deuda estaba amargamente saldada, la broma me salió por un pico. Pero que decir, sabía que esta pequeña inversión valía la pena, quería agradar a mis compañeros Uchichas, ese apellido que aseguró mi abuelo que era garante de éxito. Sin embargo, era una tarea la mar de difícil, pues a pesar de que tanto Akame como Datsue compartieran ese apellido, sus personalidades eran "bastante" opuestas, y agradar a uno de ellos era sin duda, incomodar al otro.
Bueno...ya me las apañaré... Pensaba jovial mientras el dueño del establecimiento me aseguraba en persona agradecido por activa y por pasiva lo "buenos clientes" que habíamos sido al ver la suma de dinero que acababa de desembolsar en su establecimiento.
Sin embargo, antes de que pudiera darme la vuelta y encontrarme nuevamente con mis compañeros, la extraña camarera me interrumpió con una extraña petición.
-Dis...disculpe Shinobi-san. Dijo la chica claramente avergonzada, pues apenas podía mantener la mirada.
-Si, dime. Dije alegre para que intentar que no se sintiera incómoda.
-¿Que se van ya? ¿Tan pronto?
No hacía falta ser un lumbreras para darse cuenta de lo que estaba pasando, la camarera estaba coladita por mi. Pero yo era un shinobi muy entregado a mi deber, y no era muy partidario a las distracciones femeninas.
-Me temo que si ¿Por que?. Pregunté esta vez poniendo voz de interesante.
-¡Ohh...! Vaya... Dijo la chica desilusionada y cabizbaja. Pero de repente, parece que de inmediato cayó en la cuenta de algo, y de su delantal de camarera, tomó su libreta en donde tomaba nota de los pedidos de los clientes, tomó una hoja y empezó a escribir algo. Después dobló y plegó el papel dos veces para seguidamente darme aquella nota.
¡Oh! que embarazoso...tener que rechazar a la pobre muchacha... Me apenaba aquello, pero era lo que tenía que hacer...
-¿Podrías entregarle esta nota a tu amigo simpático? Dijo la mucachita más roja que un tomate.
Se me quedó la cara a cuadros, y yo que pensaba que todo este teatro era por mi...Que tonto que soy...se refiere a Datsue ja ja
-Esto...esto.... Estaba un poco descolocado todavía por mi pequeño error. -Claro, claro...yo se lo daré...no te preocupes.
Que decir, a la chica se le iluminó el rostro a más no poder, invadiendo su rostro una radiante sonrisa de satisfacción. -¿De veras?. Respondió la chica con verdadera ilusión. -Muchísimas gracias shinobi-san. Agradeció la chica en compañía de una reverencia.
-No hay de qué, ahora se la entrego Aseguré sonriente a la chica que se veía ahora tan feliz.
Por fin, pude volver a mis compañeros que mientras me acercaba a ellos parecían que discutían sobre algo. Para cuando me reuní con ellos, solo pude oír parte de la intervención de Akame que a pesar de sus palabras no se veía para nada incómodo, reacción totalmente opuesta a Datsue, que parecía bastante cabreado.
—. Si tienes frío hay formas menos distractivas de calentarse.
¿Pero que...?
—Gracias por la cena, Yoshimitsu-kun. No creo que hubiera podido llegar hasta el alcázar sin probar bocado.
Me olía algo de lo que acaba de pasar, no había que ser un erudito para darse cuenta. Por lo que lejos de entregar la nota a Datsue, algo que me disponía a hacer, la guardé a buen recaudo dentro de mi túnica para el final de nuestra misión....
-Esto...no hay de qué, no hay de qué. Dije con disimulo mientras guardaba aquello...-¿Va todo bien por aquí? No me gusta veros enfadados chicos.... Dije preocupado, lo más diplomático que supe.
—¿Nos ponemos en marcha?
Afortunadamente parecía que no la cosa no fue a más, ellos se conocían bastante más que yo a ellos, y comprendía que entre ellos habría roces, solo rezaba no estar en medio muy a menudo en sus disputas, y menos aún, no tener que escoger ningún bando. Era de ese tipo de personas que trataba de llevarse bien con todo el mundo...y eso a veces...suele acabar mal...
-Claro, vayamos de inmediato. Sin perder más tiempo, nos dirigimos hacía la fortaleza de la familia Yamabushi sin demora.
—Sí, muy gracioso —respondió, ante el jocoso comentario de Akame. Le dio la espalda, todavía de mal humor, mientras farfullaba en voz baja de modo que no llegase a oídos de su compañero Uchiha:—. Ya te daré yo formas menos distrac… distac-loquesea de calentarte, ya verás…
Mientras tanto, Yoshimitsu había salido a su encuentro, preocupado en un primer momento porque estuviesen discutiendo, pero siendo el primero en emprender la marcha hacia la fortaleza.
Datsue les siguió a un par de metros de distancia, con las manos en los bolsillos y pateando cada guijarro suelto que encontraba por el camino. Sabía que, en cierta parte, se estaba comportando como un niño pequeño. Pero, ¿acaso no lo era? Ni siquiera había cumplido los catorce, ¡ya tendría tiempo de preocuparse por ser maduro y responsable!
El camino fue haciéndose cada vez más empinado, a medida que alcanzaban la cima de la colina, donde el castillo feudal se imponía majestuoso sobre el resto de edificaciones que tenía a su alrededor. Apoyado en una plataforma de piedra, con forma de tronco piramidal, el castillo estaba compuesto por varios pisos, con las paredes pintadas de blanco y tejas de madera. A golpe de vista, Datsue calculó que la torre de homenaje alcanzaba al menos los treinta metros, y no pudo evitar emitir un silbido de admiración.
Entonces, sintió un leve pinchazo en el pecho. Era un lugar que, mucho se temía, jamás podría poseer.
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