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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Las puertas del carruaje metálico se abrirían dejandole el paso a una cantidad de gente, todo tipo de gente. La naturaleza del destino hacía que una interesante variedad de personas cruzara por la salida del vagón del tren, entre ellos el joven médico de Amegakure.

Tane-Shigai, por fin hemos llegado...

Pensaba mientras se procuraba un camino que lo separara de la gente y que le permitiese avanzar hacía la ciudad. En el interior del Bosque de los Hongos y prácticamente al lado de lo que alguna vez fue Kusagakure se erguía aquella interesante urbe, al contrario de Amegakure que echaba mano a una serie de recursos tecnológicos de punta, parecía que en Tane-Shigai evitaban a toda costa ese tipo de materiales, en su lugar preferían aprovechar al máximo la madera de los arboles que la propia naturaleza les había regalado.

El rugido de su estomago, debido a las horas de viaje, le llamaría la atención. Para su suerte todos estarían lo suficientemente ocupados con sus propios asuntos como para preocuparse por semejante ruido.

Un lugar para comer...

Susurraba al viento mientras avanzaba cuidadosamente.

Al rededor un montón de gente se movilizaba de manera similar, lo que llamaría la atención de aquel que estuviese mirando la escena desde otro angulo sería la presencia de una persona vestida con telas finas y adornadas y un daisho, el par de espadas típico de los guerreros samurai. Esta persona avanzaba sin mucho cuidado, muchas veces empujando a quien no tuviese el cuidado de quitarse de su camino.

¡Uh...!

Exclamó el shinobi de cabello azabache al sentir como el hombro de un sujeto lo apartaba del camino, Mogura estaba pendiente de lo que tenía delante, no podía decir lo mismo de su retaguardia.

Fíjate por donde vas, shinobi.

Comentó de mala manera el samurai, quien no se giró en ningún momento. Pasarían un par de segundos antes de que el joven Manase retomase su caminata en búsqueda de un local de comida.

Después de dar varias vueltas, subir y bajar por diferentes niveles, terminaría llegando a un sitio que ofrecía una hermosa vista de gran parte de la ciudad, incluida la estación. El local parecía tener un ambiente bastante tradicional, almohadones en lugar de sillas y mesas bajas para colocarse de cuclillas. A pesar de no contar con mucho espacio, unos paneles corredizos y un amplio balcón que rodeaba todo el tronco ampliaban considerablemente el lugar.

Aún queda una mesa libre.

Exclamó mientras caminaba en dirección al sitio vacío.
#2
Los días de pasear por el medio de la nada para llegar a algún lugar particular al cabo de días o semanas ya habían terminado gracias al sistema ferroviario que se había creado. Aunque claro, había que pagar, cosa que para Noemi en particular no era ningún problema pero según el viaje tenía que pasar horas encerrada en un vagón no siempre con la mejor compañía o mismo de pie a causa de un tren totalmente lleno.

Ese día particular el tren que la rubia decidió tomar no estaba muy lleno, pero si había un ebrio dormido en uno de los asientos que emanaba una peste fatal para la kunoichi perfeccionista que al cabo de unas dos paradas decidió cambiarse a otro vagón, solo por ese hedor que no estaba dispuesta a soportar.

El lado positivo de estos viajes era que la chica podía darse el lujo de atender su perfecta cabellera por bastante tiempo según el trayecto a recorrer. Ese mismo día no sería mucho puesto que viajaría relativamente cerca, al país vecino simplemente por pedido de su padre que le había dejado una carta para un mercader de Tane-Shigai. ~Algún día tendrás que pagarme estos favores. ~Se decía a si misma justo después de guardar el cepillo en el portaobjetos para luego salir del vagón.

El encargo le habría durado poco más de veinte minutos, el lugar dónde debía de ir ya lo había visitado previamente y ella por lo menos tenía buena noción a la hora de orientarse por ahí, pero ante la posibilidad, la kunoichi prefirió pasar algo más de tiempo en el lugar, perder el tiempo probablemente hasta pasado uno o dos días y luego regresar para informarle a su progenitor que ya todo estaba en orden, aunque no era de esperarse que tuviese problemas con una tarea tan sencilla.

Al día siguiente, cuando la Senju terminó con la rutina diaria que nunca podía dejarse a medias se dispuso a salir en busca de algún lugar dónde pudiese comer algo. No había verdadera urgencia pero comiendo algo en ese instante probablemente se ahorraría la vergüenza de tener su estómago rugiendo en algún otro momento así que… Simplemente saldría en busca de un buen lugar.

Pero como siempre, las cosas no eran tan simples ni alegres para la chica, ese día por algún motivo el poblado estaba infestado de gente yendo y viniendo como se les antojaba logrando así que los roces y choques fuesen totalmente inevitables… Oh pero no todo era accidental…

Una sonora bofetada se escuchó entre la muchedumbre a lo que un grito de la rubia se sumó.

—¿¡Pero qué mierda te pasa!? —Bramó la Senju con una expresión iracunda dirigida a un hombre bastante bien vestido pero con no tan agradable expresión.

Curiosamente esa muchedumbre rápidamente formó una especie de círculo entre la fémina y el teórico samurái, probablemente para evitar llevarse algún golpe o lo que sea que fuese a pasar entre aquellos entes pero es que la chica no podía simplemente dejarse hacer tan fácilmente.

—¿¡Qué te piensas!? ¿¡Qué me dejaría pellizcar porque sí!? —Agregaría al cabo de unos instantes la rubia esperando una respuesta por parte de ese hombre.
#3
El sonido de la bofetada se elevó por encima del ruido de la muchedumbre haciendo la suya, una muchacha dejaría escapar de sus labios un grito de reclamo y evidenciándose como la causante de aquel fuerte sonido.

¿¡Pero qué mierda te pasa!?

Fueron las palabras usadas por la furiosa diva de melena dorada. Como reacción inicial, el hombre de fina vestimenta casi que ni se inmutó, seguro de sus acciones mostraba una ligera sonrisa y mantenía en una de sus manos el gesto de pincita con el que habría pellizcado a la muchacha.

Oh... Pero... Pensé que... a lo mejor la navidad había llegado temprano.

Comenzó a decir mientras bajaba ligeramente la mirada. Algunos de los presentes que formaban parte de aquel circulo humano también estaban atento a lo que decían, gente sin nada mejor que hacer y alguna que otra vieja chusma consiguiendo algún chisme interesante antes de que llegue la hora del té.

Digo... por el delicioso pan dulce que llevas ahí y todo eso.

Como si hubiese tomado clases en la construcción más cercana, le lanzó un comentario que para nada sonaba a una disculpa. Hubo algunas risas entre la muchedumbre y algunos sonaban indignados ¿Pero qué iban a hacer? Era un tipo que cargaba con dos espadas al costado y ellos eran simples humanos.

Hablando de pan dulce... creo que me dio hambre...

Y mientras decía eso dio media vuelta y echo a caminar como si nada hubiese pasado.
#4
Luego del reclamo y la bofetada, lo mínimo que Noemi se esperaba era una mísera disculpa que en lugar de llegarle alguna vez se encontró con un irrespetuoso que parecía ser que estaba orgulloso de lo que acababa de hacer. ¿Por qué? A saber, existía gente que logró mucho más que un miserable pellizquito con ella pero que va, seguramente tendría bastante que ver con lo vulgar del sujeto.

—Pan dulce… —Repitió en voz baja y con una expresión de asco dibujada en el rostro, no sentía mucha necesidad de responderle, al menos no de forma inmediata por lo que sencillamente le dejó ser.

Por lo menos hasta que le vio partir fingiendo que nada había ocurrido y claro, el orgullo de la Senju no le permitiría bajo ningún concepto dejarle ser, no tan fácilmente ni mucho menos de esa manera como si no valiese de nada seguirle la discusión. Por lo que tras enderezarse, cruzarse de brazos y dejar que una sonrisa burlona se le dibujase en el rostro soltó en voz alta para asegurarse de que la escucharía claramente.

—Ya entiendo, no es que te haya dado hambre, es que te irás a jugar con la única espada que sabes usar y traes colgando entre las patas. —Diría sin ningún tipo de temor ni nada por el estilo.

Después de todo, dudaba por mucho que ese hombre tuviese alguna experiencia real con las espadas o que fuese un samurái en toda regla, probablemente sea un pijo que compró las espadas y las tiene de adorno para intimidar, adicional a ello su vida amorosa probablemente sería nula por obra y gracia de su pésimo léxico.

—Digo, con esa forma de tratar a las mujeres seguramente ni una prostituta te llevara el apunte. —Agregaría a la apuesta para ver si picaba ofendido o se dejaba ridiculizar sin problemas.
#5
La kunoichi intentaría frenar al samurai atrevido pero con palabras sería difícil lograrlo. Parecía que el guerrero había aprendido a hacer oídos sordos a comentarios como esos, a lo mejor por la naturaleza de su trabajo estaba acostumbrado a recibir toda clase de insultos o provocaciones. Seguro que si se dejaba llevar tan fácilmente por las emociones habría terminado enterrado y con una piedra en la cabeza mucho tiempo atrás.

Digo, con esa forma de tratar a las mujeres seguramente ni una prostituta te llevara el apunte.

Serían las palabras escogidas por la atractiva y mosqueada señorita. Sin embargo, no causo ningun efecto notable en el sujeto, que siguió caminando como si fuese ota persona a la que le estuviesen hablando.

Como tu digas, kunoichi pan dulce...

Llegó a decir, con un tono bastante tranquilo, antes de terminar de perderse entre el genterio que seguía moviéndose en todas direcciones. Prontamente aquella formación de personas que se habría concentrado en torno al samurai y la kunoichi perderían interés y volverían también a lo suyo, dejando a la rubia de Takigakure como un garabato mas en el dibujo.
#6
El supuesto samurái sencillamente pasó de ella por lo que no le daría más protagonismo que ese, después de todo el que tendría problemas sería él que nunca tendría relaciones con nadie en su vida. ~Seguro y hasta casto es. ~Pensó con sumo desprecio en lo que se volteaba para seguir en lo suyo no sin antes tomar un mechón de su cabello y comenzar a jugar con él enrollándolo en uno de sus dedos reiteradas veces.

Entonces… ¿Qué quedaba por hacer? Probablemente ir en busca de algún lugar donde pudiera tomar algo para pasarse ese nudo en la garganta que le quedó tras tan desagradable encuentro, que le hubiese gustado terminar con algún shuriken clavado en la entrepierna ajena pero tenía que contenerse en medio del poblado para no tener problemas.

Sencillamente comenzó a pasearse por ahí, buscando algún local abierto que tuviese aunque sea una mesa disponible o mínimo pediría algo para llevar. Así que al primer edificio que encontró con un aspecto aceptable para los ojos de la rubia se adentró y consultó con el primer empleado que se cruzó por si tenían alguna mesa disponible y claro, ante la negativa siempre estaba la posibilidad de pedir algo para llevar así que esperaría muy pacientemente frente al mostrador a que la atendiese el encargado de ese tipo de pedido.

~Tocará desayunar en la habitación de la posada. ~Se dijo a si misma justo al instante en que dejó escapar un pesado suspiro.
#7
Mogura se encontraba ocupando un asiento en la última mesa, había tenido la enorme suerte de haber llegado a ocuparla justo a tiempo. Desde donde estaba podía llegar a ver tranquilamente un agradable paisaje, uno que contrastaba muchísimo con lo que podría llegar a encontrarse en su hogar.

Es un sitio muy colorido...Es agradable.

Pensó para después desviar su mirada hacía la kunoichi de melena dorada que entraba en escena, él no sería el único en desviar su mirada del paisaje para poder apreciar con más atención a la bella muchacha pasar cerca.

Puede que la mesa sea un poco grande para una sola persona...

Antes de que el empleado llegase, el joven médico trató de llamar la atención de la chica. Habría un par de personas a las cuales les costaría un poco despegar su mirada de la muchacha pero podría decirse que las intenciones del muchacho de cabello azabache eran un poco mas inocentes.

Disculpe... Si no le molesta compartir la mesa, seguro que hay lugar para una persona más.

Si lograba captar la atención de la rubia, aquellas serían las palabras que le ofrecería.
#8
Mil miradas al instante se clavaron en la fémina que acababa de ingresar al local, algo a lo que ciertamente estaba habituada por lo que con total naturalidad actuó como la costumbre lo dictaba, ignorando a todo mundo ya que usualmente terminaban haciendo alguna que otra propuesta indecente que no le interesaba en lo más mínimo, o quién sabe qué otra cosa podría llegar a encontrarse si perdía cuidado, lo importante era que ella al menos no solía llevarle el apunte a prácticamente ningún desconocido a no ser que tuviesen algún rasgo lo suficientemente llamativo para que por lo menos un instante sus ojos se posaran en ello.

En este caso, dicho rasgo sería una bandana de Amegakure en la frente de un chico que… Siendo brutalmente sincera, no le llamaba en lo más mínimo la atención. ~Si no son de Uzu son de Ame, parece que los de Taki están escondidos en el centro de la aldea. ~Pensaría por un instante casi pasando por alto tal oferta que en cierta manera le hacía desconfiar del chico, principalmente porque no le conocía de nada.

—Te agradecería mucho. —Diría acompañando sus palabras de una ligera risita nerviosa. —Lo que pida probablemente termine frío para cuando llegue a la posada. —Agregó con la mirada en la puerta.

Así que si nadie tenía inconveniente con ello, la rubia tomaría asiento en la misma mesa que el de cabellos oscuros aunque del lado opuesto para quedar enfrentada a él, con un poco de suerte no le diría nada extraño y tampoco intentaría pasarse de listo con los pies.

—Este… Me llamo Noemi, ¿y tú? —Preguntaría sin pudor alguno en lo que esperaba pacientemente su pedido mientras jugaba con un mechón de su cabello.
#9
Con unas amables palabras y una risa que resaltaba la naturaleza de aquella invitación, la kunoichi aceptaría la oferta de tomar un lugar en la mesa del joven médico de Amegakure. Mogura sentía que había hecho lo correcto, más allá de haber procurado la compañía de una chica a la que parecía que a varios les costaba quitarle los ojos de encima, había logrado que no hubiese desperdicio en el espacio útil del local.

Adelante, por favor. Sería un poco grosero dejar que la comida se enfríe solo por mezquinar un asiento.

Invitaría entonces señalando el lado opuesto de la mesa. No pudo evitar notar que la muchacha también cargaba, al igual que él, una bandana ninja. La principal diferencia y posiblemente la única sería que la marca era diferente, de Takigakure.

¿Será colega de Tatsuya o Anzu?

Pensó para si mismo mientras la kunoichi se colocaba en su posición. La rubia no tardaría en tomar la palabra nuevamente pero con el objetivo de presentarse, introduciéndose como Noemi, a secas.

Me presento, mi nombre es Manase Mogura.

Contestó acompañando sus palabras de una reverencia un tanto técnica y formal, cosa totalmente común en su persona.
#10
El chico de Amegakure resultaba ser curiosamente respetuoso, puede que demasiado para el gusto de la rubia que estaba habituada a un trato algo más informal, aunque no tanto como el que ese teórico samurái le había ofrecido momentos atrás. ~Últimamente encuentro puros raros. ~Pensaría en silencio mientras escuchaba las formas del chico, incluyendo los gestos que este hacía.

La cuestión ahora era averiguar cómo diantres sacarle la conversación a un chico como él. No por interés real, era solo para no estar en absoluto silencio y en compañía de un incómodo silencio que terminaría por espantar a la rubia.

—Un gusto. —Soltaría en lo que pensaba un buen tema de conversación.

~De qué frutas… Hablar… ~Pensaba mientras dejaba que su mirada vagase por todos lados, notando también alguna que otra mirada hacia su persona y uno que otro que parecía hasta con cierta envidia, después de todo también podrían haber hecho lo mismo que el de Amegakure.

—Y… ¿Viniste solo a la ciudad? —Preguntó al chico aunque su mirada se había desviado a una de las ventanas.
#11
El gusto es mío, Noemi-san.

Contestó a las palabras de la muchacha siguiendo las normas no escritas de etiqueta, aunque quien sabe, a lo mejor estaban escritas en algún lado y el muchacho no habría llegado a leerlas aún.

Oh vamos... ¿Qué son esas miradas? ¡Algunos de ellos incluso están acompañados por una mujer!

Pensaba para si mismo mientras llevaba su mirada hacía el mostrador para ver si aparecía el mesero con su orden, en el proceso tendría una buena vista de las miradas que presionaban en su dirección, algunos parecían mirar a la bella muchacha y otros parecían mirar al joven médico. Probablemente si llegaba a llamrle la atención a alguno de esos tantos que miraban hacía su mesa terminaría armando toda una escena.

Será mejor ignorarlos...

Concluyó interiormente.

Si, estoy viajando solo. Estaré un par de días por aquí y después seguiré mi camino un poco mas al norte.

Comentó en respuesta a la interrogante de la muchacha de la melena dorada. A lo mejor le había entregado mas información de lo que le podría haber llegado interesar pero en pos de evitar que el silencio se hiciese dueño de la mesa, un comentario como el suyo sería adecuado para evitar que la charla se cortase.

¿Vino sin compañía también a Tane-Shigai, Noemi-san?

Devolvió la pregunta llevando su mirada hacía la apertura del local para volver a apreciar la bella postal que ofrecía desde aquella altura.
#12
Tantas formalidades empezaban a molestar ligeramente a la kunoichi. ~Primero el calvo ese y ahora este… No es calvo pero igual. ~Sencillamente le estaban cayendo fatales todos los amegakurienses que llegó a toparse en su camino salvo por… No, absolutamente todos incluida la kage que en lugar de ayudar dio más trabajo del necesario en ese instante en el torneo. Lo peor era que andaba dando órdenes a shinobis de otras aldeas pero eso es un cuento que no tiene nada que ver en la situación actual.

Así que la atención de la chica iba variando entre las tantas ajenas que le dedicaban y si no eran para ella eran para su improvisado acompañante, no sería sorpresa que pase algo raro en medio del local y… Siendo realista, Noemi no sentía que fuese a arrepentirse de nada de lo que estaba pensando.

—Entiendo. Mi caso es igual, aunque técnicamente terminé todo lo que necesitaba hacer aquí y por favor, no hace falta ser tan formal. —Diría con una sonrisa nerviosa mientras se tomaba la molestia de apoyar un brazo sobre la mesa y el otro codo para poder usar esa misma mano a modo de soporte para la cabeza.

—Creo que mejor me iré cuando tenga lo que pedí. Digo, no sería raro que alguien corto de paciencia haga algo raro. —Soltó ligeramente frustrada por las miradas de muchos de los allí presentes. —Es como si pensaran que les llevaría el apunte a todos. —Agregó más para sí misma que para su interlocutor.
#13
Por como contaba la muchacha, parecía ser que ya había terminado con sus tareas en aquella ciudad y al igual que Mogura, solamente estaba pasando por aquel sitio. Tane-Shigai no era el hogar de la rubia, tampoco su lugar de trabajo pues era una kunoichi de Takigakure, aunque las apariencias engañan.

A lo mejor es una chuunin cumpliendo alguna misión relativamente importante.

Pensaba al interpretar lo que estaba diciendo, la última parte sin embargo le hizo sentirle ligeramente relajado. La última vez que trató de dejar de lado las formalidades desde el comienzo se llevó un par de miradas feas por parte de una mujer de clase alta de Uzushiogakure pero parecía que la gente de Takigakure era mas mundana y no le prestaba tanta atención a esas cosas.

Las miradas de aquellos que se encontraban en el comedor con ellos llegaban al punto de resultar bastante molestos y la kunoichi fue la primera en plantearlo y junto a su inconformidad, una pequeña reflexión. Mogura no pudo evitar darle la razón con un gesto de su cabeza, lo que estaban haciendo algunos de los presentes era algo bastante irrespetuoso, alguien debía hacer algo.

Permitame ser ese corto de paciencia, Noemi-san.

Dijo recuperando el apoyo en los dedos de sus pies para luego arrodillarse y finalmente ponerse de pie. Se acercaría entonces hasta la mesa de un sujeto que no había parado de mirar hacía su mesa desde que la chica se había sentado con el joven médico.

Disculpe, señor. ¿Será que tenemos monos en la cara que no para de mirar en nuestra dirección?

Una pregunta bastante curiosa en un tono que seguramente todos llegarían a escuchar, una aproximación bastante directa que sin duda alguna llamaría la atención de varios de los presentes, sobretodo de aquellos que estarían pendientes de la muchacha de melena dorada o el simplón que la había invitado a sentarse en su mesa.
#14
Los últimos comentarios que soltó Noemi no esperaban en ningún momento que fuesen a provocar semejante acción en alguien, especialmente un shinobi de otra aldea como lo era el tal Mogura que decidió ponerse en pie y buscar una solución a ese problema que estaban teniendo de miradas celosas y desaprobatorias.

—Ni se te ocurra… —Susurró para sí misma al ver partir al chico hacia la mesa donde estaba el hombre más obvio de todos, ese que no había despegado la mirada de ambos ni un solo instante.

Pero ya era tarde, el reclamo del shinobi de Ame se hizo presente al instante en que estuvo al alcance del otro hombre que se le veía bien físicamente, es decir, no era una masa de músculo pero no tenía desperdicio a simple vista.

—¿Cuál es tu problema? ¿Es tu novia que no puedo mirarla? —Preguntaría de muy mala gana al mismo tiempo en que se levantaba y dejaba en vista de todos que no era tan pequeño como parecía al estar sentado. Probablemente midiera más de ciento ochenta centímetros de altura, puede que llegase incluso a los ciento noventa.

Lo más triste del caso era que hasta los empleados preferían quedarse mirando la escena que se estaba montando en lugar de preocuparse por nada, intentar deshacer el conflicto o mínimamente enviarles fuera del local, no, todos mirando atentamente mientras la kunoichi en su mesa se lamentaba desde su asiento con ambas manos en el rostro por la vergüenza.

Sí, Noemi avergonzada, y no porque dos hombres se peleasen por ella, sino por ser la causante de una segunda escena bastante particular en medio de ese pueblo. ~Nunca en mi jodida vida volveré. ~Pensó sin despegar las manos del rostro. ~¿No puedo tener un jodido día normal? ¿Desde cuándo ser hermosa es una maldición…? ~Y muchas otras interrogantes se iban formulando en la cabeza de la chica, pero ella sola al menos nunca hallaría las respuestas.
#15
Ciertamente eso no lo esperaba, que aquel sujeto fuese una suerte de larguirucho de casi dos metros de alto. Sus palabras... ¿qué decir? Era uno de los posibles escenarios. Nada inesperado. La mirada del médico no se desprendió en ningún momento de la del hombre al que había hablado.

Mi problema...

Miró un segundo a su alrededor, claramente tenía la atención de todos. Por una parte estaban los clientes y por otro lado estaban los empleados que en aquel preciso instante parecían mas una pintura que seres pensantes con capacidad de reaccionar a lo que estaba a punto de suceder. A pesar de todo eso, no era consciente del estado en el que se estaría encontrando la kunoichi de melena dorada.

Mi problema es esa actitud tan inmadura que estas teniendo. No dejas de mirar en dirección a mi mesa y después te irritas cuando te preguntan la razón.

Terminó por contestar a la interrogante del sujeto, la otra que iba de si la rubia era su novia ni siquiera se molestó en contestarla, no tenía sentido alguno. Había un par de formas en las que podía terminar aquella situación o al menos así lo consideraba Mogura; el tipo eventualmente terminaría disculpándose o pasaría a ponerse violento como un bruto cavernícola.



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