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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
La joven entrecerró los ojos mientras Akame parecía buscar una respuesta entre tartamudeos, y la respuesta que dio no le acababa de convencer demasiado a la kunoichi.

Uh-uh... — Soltó un sonido para dar a entender que había escuchado su respuesta. — Con que, ¿historias, eh?

Akame tenía algo oculto, y se le notaba: la debilidad que creía tener y ahora el pasado... Si hubiera vivido en otra época lo entendería, pero lo cierto es que ella no podía ver más allá. Sus vivencias solo se remontaban a cuando tuvo uso de memoria, e incluso en algunos momentos de su pasado solo hay espacios en blanco... Y en todos ellos solo recuerda trabajo duro en la escuela y salidas con su hermano o en la aldea.

Pero tampoco era nadie para juzgar a Uchiha Akame.

Bueno... Si te gustasen sería normal... Es decir, eres Uchiha, y tu clan es bastante antiguo. — Dejo caer recordando que días antes tenía miedo de hablar con él por su apellido. Aunque era un chico bastante normal.
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#17
Empezaron a sudarle las manos. Siempre le pasaba cuando se ponía nervioso, incluso aunque sólo fuese un poquito. Podía mantenerse aceptablemente sereno y su sonrisa le servía de paragolpes, pero cualquiera que conociese de verdad a Uchiha Akame sabía que aquel detalle delataba cuándo estaba incómodo. Por suerte, sólo existía una persona en todo Oonindo que pudiera cumplir ese requisito.

Akame la apartó de su mente, como si temiese que Eri fuese capaz de leérsela. No había que ser un experto en técnicas de interrogación para darse cuenta de que la kunoichi no terminaba de creerse todo aquello. Sin embargo, Akame guardaba una pequeña esperanza de que ella se acogiese a su lado más amable y simplemente lo dejara correr.

Ocurrió, aunque sólo a medias.

En eso tienes razón —concedió el muchacho, tratando de aparentar normalidad—. El linaje Uchiha se remonta hasta antes de la fundación de las grandes Aldeas, pues proviene directamente de Rikudo Sennin, el Sabio de los Seis Caminos. Conoces esa historia, ¿verdad?

El la conocía, vaya que sí. La había leído tantas veces en la soledad de su habitación subterránea, a la tenue luz de una lámpara, que podía recitarla de cabo a rabo sin equivocarse ni en una sola coma.

De todos modos, todo lo que tenga que ver con los Uchiha pasó hace mucho tiempo. Ahora sólo quedamos unos pocos, muy pocos, y la mayoría ni siquiera saben de su ascendencia —midió cuidadosamente las palabras—. De hecho, por eso estaba en Ushi aquel día. En mi tiempo libre me dedico a buscar cualquier cosa que tenga que ver con el clan. Documentos, libros de familia, anécdotas... Mis pesquisas me llevaron hasta Ushi, pero me topé con la tozudez de un labriego con la cabeza más dura que una piedra. Luego todo se fue al diablo... Quizá intente recuperar esa pista cuando volvamos a Uzushio.
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#18
Con suerte, Akame no la mandó a freír espárragos con su atrevimiento, es más; le dio la razón a medias con el asunto de su apellido. Ella conocía su apellido pues en su villa habían bastantes Uchiha de su edad: Uchiha Haskoz, digno espécimen; Uchiha Ralexion del que desconocía bastante, la verdad; y él mismo, que parecía el más tranquilo.

Akame prosiguió y ella se limitó a escuchar con atención. Lo que ocurría entonces es que el moreno quería conocer sus raíces, y en eso no podía decirle nada malo. ¿Quién no quiere conocer lo que le ocurrió a sus antepasados?

«Por eso estaba en Ushi aquel día...»

Espero que logres recuperarla. — Respondió una vez Akame terminó. — Dudo mucho que encuentre algo que no hayas leído sobre tu apellido, pero si lo encuentro no dudaré en hacértelo llegar.

Su pequeña promesa era sincera, ya que lo que más le gustaba a la kunoichi, sin duda; era ayudar a los demás. Luego recordó, de nuevo, como había malinterpretado al joven solo por su apellido, así que, sin que él conociese el por qué, allí, en medio del camino que tenían que recorrer y de la misión que estaban por comenzar, decidió contarle a Akame lo que llevaba pensado mucho tiempo.

Y lo equivocada que estaba por ello.

Akame-san, debo pedirte disculpas. — mordió su labio inferior antes de seguir, pensando una buena explicación. — El apellido Uchiha siempre me ha causado respeto y admiración, algo por encima de mis habilidades, y por ello te juzgué, porque pensaba que estabas muy por encima de mí en todos los aspectos, que eras... —suspiró.—Inalcanzable, y por eso nunca he hablado contigo, te he llegado a evitar por... Miedo.

Corrió a ponerse delante de él y dejó caer parte de su cuerpo hacia delante, ocultando su rostro con sus cabellos.

¡Pero estaba muy equivocada! —exclamó.—Eres... Un gran y sabio compañero del que podría haber aprendido mucho más sin embargo nunca logré hacerlo, por eso... ¡Perdóname Akame-san!

Su corazón latía muy rápido, y sus ojos permanecían lo más cerrados posible. Sabía que estaba mal expresar sus sentimientos y más en medio de una misión, pero sentía, oh, sentía que si no lo soltaba no lograría pasar tanto tiempo junto a Akame sintiéndose mal consigo misma por haberle juzgado.

Solo esperaba que el Uchiha no se lo tomase de una forma mala... O al menos que no acabase enfadado con ella.
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#19
Gracias, Eri-san —respondió el Uchiha, ensanchando su sonrisa y entrecerrando los ojos ante la amabilidad de su compañera.

De repente sucedió algo que Uchiha Akame, ni en sus más profundos delirios, podría haber previsto.

Akame-san, debo pedirte disculpas...

El aludido se detuvo de repente, clavando sus ojos azabaches en la menuda y bonita figura de su compañera. Aquello le pilló totalmente desprevenido, y mientras Eri hablaba, él se sentía ausente. Como si todo eso le estuviese ocurriendo a otra persona que hubiera ocupado su cuerpo por momentos. Conforme se sucedían las palabras de la muchacha, Akame quedaba más y más estupefacto, y tuvo que obligarse un par de veces a cerrar la mandíbula, que se le desencajaba de pura incredulidad.

¿Furukawa Eri, una de las más habilidosas y populares kunoichis de la promoción, pidiéndole disculpas? ¡Parecía una completa locura!

El Uchiha abrió los ojos tanto que creyó que se le iban a salir de las órbitas. Se dio cuenta de que estaba boquiabierto otra vez, y cerró la mandíbula apresuradamente. Pasaron unos tensos instantes de silencio hasta que Akame fue capaz de articular palabra.

Eri-san, yo... —sintió como se le formaba un nudo en el estómago; ¿debía confortarla? ¿Pero cómo?—. ¡No tienes por qué disculparte! —logró decir finalmente—. Eres una excelente kunoichi y me alegro de tenerte como compañera.

«¿Y a eso llamas reconfortar a alguien? ¡Vaya chusta!». El chico trató de acallar a su fuero interno.

Lo que quiero decir es que... —trastabilló con las palabras—. Creo que eres una ninja genial y no deberías sentirte intimidada por nadie.

Notó cómo un calor extraño e incómodo le subía por la barriga hasta la cara, pasando por el pecho. Y se sintió vulnerable. Era algo agridulce, como un pellizco que duele y hace cosquillas a la vez. Entonces simplemente se acercó un poco y le dio una tímida palmadita en el hombro a su compañera.

Vamos, no deberíamos detenernos —agregó, y su rostro había retomado aquella sonrisa fría e insondable que tanto le caracterizaba.
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#20
Al escuchar la voz de Akame, Eri levantó un poco la mirada para poder mirarle el rostro. No parecía enfadado por lo que acababa de descubrir, es más; la reconfortó con halagos sobre lo excelente kunoichi que él la encontraba. Levantó su rostro y dejó que su sonrisa se ensanchase.

Es bastante agradable escuchar eso, Akame-san. — Respondió la de cabellos púrpura después de que él terminase de hablar. — Muchas gracias.

Sentía como de su interior salía un gran peso que había llevado con ella demasiados años, dejándola en paz, con un sentimiento de ligereza y tranquilidad como nunca antes había sentido. Ambos habían dicho lo que tenían que decir, y esperaba que después de aquello no tuviesen ningún problema en continuar su misión juntos.

Vamos, no deberíamos detenernos.

Claro. — Respondió ella volviendo a colocarse al lado del Uchiha, con los ojos bien abiertos y una débil sonrisa acompañándolos.

Llevó una de sus manos a la espalda, rebuscando en uno de los bolsillos de tela de su mochila en busca de algo que había guardado allí la noche anterior para que al querer hacer uso del objeto pudiese acceder de forma sencilla a él. Tras unos segundos de búsqueda, del bolsillo extrajo un papel arrugado y doblado varias veces. La joven lo desdobló con ambas manos y se lo acercó a Akame.

Era un mapa.

Estuve pensando anoche sobre el recorrido que podríamos tomar, y como hay un buen trecho entre Uzushiogakure y el Valle del Fin, lo que podríamos hacer de momento es viajar hasta Los Herreros y realizar un breve descanso allí mismo para reponer fuerzas. — Habló mientras señalaba el lugar. — ¿Te parecería bien?


Te lo dejo aquí para que no andes buscándolo.

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#21
El Uchiha le devolvió a Eri la sonrisa, y esta vez era claramente sincera. Sentía que acababa de producirse un verdadero evento de camaradería y confianza ninja; el primer requisito para tener una trayectoria exitosa y —sobretodo— duradera en aquella profesión.

Siguieron caminando mientras la kunoichi trataba de agarrar algo de uno de los bolsillos de su mochila. Cuando Akame vio de qué se trataba, sus ojos volaron fugaces hacia el mapa. Efectivamente, Eri parecía una ninja preparada; el Uchiha conocía a más de una y más de dos personas en Uzu que no habrían reparado en el detalle de llevar un mapa. Así pues, la ruta que la kunoichi le proponía parecía adecuada.

Excelente idea, Eri-san. Creo que allí encontraremos lo necesario para descansar en condiciones y, sinceramente, no creo que hoy fuésemos capaces de llegar mucho más lejos de todos modos —admitió Akame, pensando en la cantidad de kilómetros que todavía les separaban de Los Herreros.



Si te parece, hacemos elipsis hasta Los Herreros y movemos el tema allí? e.e
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#22
Al escuchar la afirmación de Akame de viajar hasta Los Herreros y hacer un descanso allí, la joven asintió satisfecha y volvió a guardar su mapa en el bolsillo del que momentos antes había sido sacado. Así, con la ruta ya hecha, al menos en gran medida; podían avanzar sin miedo.

Esperaba no tener algún tipo de contratiempo por el camino.

• • •

Nada más entrar en la Planicie del Silencio se dieron cuenta de que llegaban a su destino: la hierba de un tono verde oscuro, el viento acompañándoles en el viaje, la tierra oscura y los pequeños charcos de agua que les rodeaban eran sin lugar a dudas indicios de que se encontraban en dicha planicie. Poco les faltaría a llegar a Los Herreros.

Y cuando llegó la noche, allí se encontraban.

Nunca había estado en aquella pequeña ciudad, pero cuando puso el pie allí notó que se encontraba en un lugar calmado, tranquilo, todo lo contrario a lo que podía haber pensado, pues, ¿qué pensarías sobre un lugar en el que se fabricaban prácticamente todas las armas del continente?

Su asombro estaba acompañado de cansancio y el sentimiento de pesadez que acarreaba su espalda. Miró a Akame con una sonrisa cansada: acababan de llegar a su destino.

Akame-san, ¿has estado alguna vez aquí? — Preguntó sujetando bien el asa de su mochila. —Por si conocías algún lugar en el que podamos comer algo y descansar un poco. — Con eso seguramente diera a entender que ella no lo conocía, y que estaba bastante perdida por ello.


A sus órdenes.
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#23
Pasaron el resto del día caminando, parando apenas un par de veces; primero para almorzar, y luego —casi atardeciendo— para llenar las cantimploras en un pequeño arroyo de agua fresca y limpia. Llevaban un buen ritmo y, tal y como Eri había sugerido, para cuando cayó la noche los gennin ya divisaban, en la cercanía, las luces amarillas y naranjas que titilaban en la oscuridad, procedentes de Los Herreros.

La gran ciudad, tan ruidosa durante el día, siempre oliendo a hierro candente, azufre y otros materiales de forja, parecía un sitio completamente distinto por la noche. Las calles estaban, en su mayoría, bastante desiertas; sobre todo en el barrio de los artesanos. Únicamente en las zonas que aglutinaban todas las posadas, tabernas y restaurantes de la ciudad se podía ver actividad tan entrada la noche.

Akame atendió a la pregunta de Eri mientras se permitía el lujo de descolgarse la mochila y dejarla reposar sobre los adoquines para dar un breve descanso a sus agotados hombros.

De hecho, sí. Vine hace poco, al graduarme, cuando mi padre encargó una espada para mí —quizá la mentira no le había salido tan convincente como debía, pero la idea era en sí extremadamente simple y verosímil—. En aquella ocasión nos refugiamos en el Hostal de Pangoro... Aunque claro, no sé si aún estará abierto.

Su maestra siempre le decía que el mejor complemento para una mentira, era una verdad. Akame había estado en Los Herreros, sí, y se había hospedado justamente en aquel hostal. De modo que, colgándose de nuevo la mochila a hombros, empezó a andar mientras trataba de recordar el camino exacto.




El Hostal de Pangoro estaba ubicado en una calle amplia y larga, que iba desde casi el centro del barrio residencial hasta el de los artesanos. Se trataba de un edificio al uso; dos plantas de enladrillado, tejas color cobrizo y numerosos ventanales que, durante el día, llenaban de claridad el interior. Sobre la puerta de madera oscura ribeteada con remaches de acero pulido colgaba un letrero de la misma factura que rezaba el nombre del establecimiento.

Akame agarró el pomo con la mano diestra, giró, empujó, y se adentró en el Hostal.

El pequeño recibidor se fundía con una amplia sala repleta de mesas, sillas y presidida por una chimenea que, en aquella época, se encontraba apagada. Varias lámparas ubicadas en distintos puntos de la pared iluminaban perfectamente la estancia, desde la chimenea hasta la barra de madera de cedro que se encontraba en el otro extremo. No había demasiada gente, pero los comensales hablaban tan alto que las risas y los comentarios llenaban el ambiente.

El dueño —Pangoro—, un hombre de casi dos metros de altura y más de cien kilos de peso, les lanzó una mirada dura como la piedra desde detrás de la mesa que presidía el recibidor. Era extremadamente moreno, más negro que mulato, y lucía varias marcas de quemaduras en el cuello y los brazos —pues sus ropas tapaban el resto—.

Ah, por fin —suspiró el Uchiha, dejando caer la pesada mochila militar.
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#24
Al parecer, Akame ya había estado en aquella ciudad con su padre para recoger una espada. «Qué suerte» pensó la joven «Mi kodachi la compré en la villa...»

Al contrario que Akame, ella no dejó su mochila en el suelo, así que tras un asentimiento ante sus palabras y un par de segundos para que el chico volviese a colocar en su espalda su respectiva mochila, ambos se dirigieron hacia el Hostal de Pangoro, esperando que por favor estuviese abierto a esas horas.

• • •

La calle en la que se encontraba el hostal era una bastante amplia, seguramente transitada por el día por una gran variedad de artesanos y comerciantes de todo tipo. Y el edificio, de paredes de ladrillo y tejas de color cobre sobre él; se alzaba frente a ellos. Akame fue el que tomó la iniciativa abriendo la puerta, adentrándose en el hostal antes que ella.

Cuando sus ojos se pudieron acostumbrar a la luz del recibidor, la joven se encontró con un ambiente lleno de risas y temas de conversación ajenos a ella, además de ver a un hombre que medía el doble —o puede que el triple— que ella lanzándoles una mirada tan dura, que si se la tirase encima seguramente la escalabraría. Pegó un respingo, sin embargo; cuando el Uchiha suspiró a su lado, olvidándose por unos instantes de la mirada de piedra del hombre que se encontraba detrás del recibidor.

La joven soltó también su mochila y sintió como su espalda gritaba de felicidad al encontrarse sin ese peso ajeno. Ahora lo que más deseaba era encontrar una cama donde descansar un poco, lo que fuese; y reponer fuerzas para el día siguiente.

¿Cuánto tiempo crees que deberíamos pasar aquí? ¿Un par de horas? ¿Hasta el amanecer? — Preguntó lo suficientemente alto para que Akame escuchase.
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#25
Akame soltó una suave carcajada al ver cómo su compañera kunoichi se sobresaltaba, sorprendida, ante la cara de pocos amigos de Pangoro. El Uchiha ya conocía al hostelero y su mal carácter, pero entendía que a Eri le hubiese resultado tan chocante. «Quizás debí avisarle de eso», pensó entre risas.

No te preocupes, Eri-san. El dueño tiene cara de pocos amigos, pero su cocinero es un maestro en los fogones, las habitaciones son limpias y las camas muy cómodas.

»Creo que podríamos permitirnos el lujo de pasar la noche —contestó luego, pensativo—. Me muero por un estofado en condiciones.

Dicho aquello, Akame se acercó a la mesa del recibidor y, con su más pacífica sonrisa, saludó a Pangoro.

Buenas noches, señor. Mi nombre es Uchiha Akame, y ella es mi compañera Furukawa Eri. Quisiéramos dos habitaciones para esta noche.

El aludido se incorporó ligeramente —incluso sentado era increíblemente enorme— y, tras mirar de arriba a abajo a los dos jóvenes, sacó de uno de los cajones de la mesa un formulario y dos bolígrafos, y se los extendió a los gennin. Los campos a rellenar eran bastante simples —algunos datos personales, fecha de entrada y salida, firma—. Akame tomó uno de los bolígrafos y completó su formulario con letra pulcra y buena caligrafía.

Listo por aquí —dijo finalmente, devolviéndole el formulario a Pangoro.

Serán cincuenta ryos por habitación, la cena se paga aparte —contestó el inmenso dueño.

¡Con gusto! Ya quiero volver a probar su famoso estofado. Eri-san, ¿vamos? —interpeló Akame a su compañera mientras se colgaba la mochila y echaba un vistazo al comedor en busca de alguna mesa vacía.
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#26
Eri se sentía como un pez fuera del agua en aquel momento, entre la mirada del dueño y el ruido que, aunque habiendo poca gente; se formaba, sentía que fuera de aquel sitio dormiría mucho mejor que dentro de él. Por suerte, el Uchiha que tenía como compañero de misión acudió en su rescate, alegando que, pese a que el dueño tenía cara de perros, todo el servicio era excelente. Eso la animó, no mucho; pero al menos cenaría caliente y podría dormir en una cama blanda.

Creo que yo también me muero por ese estofado.

Aunque estuviesen en verano e hiciese un calor bochornoso fuera, su estómago pedía a gritos algo de comida de verdad, así que, confiando en el moreno, esperaba que ese estofado del que hablaba estuviese de verdad tan delicioso como afirmaba.

Fue él quien les presentó a ambos, y la joven no dudó en agradecérselo por dentro pues no se sentía muy confiada de hablar con Pangoro de momento, un buenas noches, señor después de que Akame dijera su nombre fue lo único que dijo, y cuando el dueño les dejó que rellenasen los formularios —pese a la mirada extraña que lanzó—, Eri, un tanto indecisa, tomó su bolígrafo y rellenó la información algo más lenta que Akame.

Muchas gracias, señor. — Respondió ella con una sonrisa nerviosa. — Claro, parece que esa mesa está vacía, vayamos allí. — Respondió al moreno señalando una mesa un poco alejada, todavía inquieta por el lugar en el que se encontraban. — Si no quieres, en cualquiera estamos bien...
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#27
Claro, esa mismo —respondió el Uchiha, pasando junto a la mesa que hacía las veces de recepción para adentrarse en el bullicioso comedor.

Akame sorteó un par de sillas por aquí, un grupo de mujeres que jugaban al póker por allá, un borracho al que probablemente echarían dentro de no más de cinco minutos... Y finalmente llegó hasta la mesa. Se descolgó la mochila, suspirando de alivio, y la dejó junto a la silla sobre la que dejó caer todo el peso de su cuerpo.

Demonios, estoy hecho polvo. Creo que no he viajado tan rápido en mi vida —admitió, con una sonrisa cansada.

Luego, el Uchiha hizo un gesto con la mano diestra para llamar al mesero y, cuando éste se acercó —un muchacho que no llegaría a los quince años, con el pelo rubio alborotado y de ojos castaños—, el gennin le pidió un estofado de la casa y una buena taza de té caliente. Luego miró a Eri, esperando a que la chica pidiese también.

Es por algo que ocurrió hace cosa de un año —dijo el Uchiha, de repente—. Lo del formulario, digo. Alguien se emborrachó, empezó a fomar escándalo y, cuando Pangoro intervinó, le dio una paliza.

El Uchiha lanzó una mirada de soslayo al enorme dueño, que seguía sentado tras aquella mesa, en el recibidor.

Era una kunoichi. No llegué a enterarme de qué Aldea, pero oí que destrozó el hostal y le hizo esas quemaduras al dueño antes de huir de los guardias —luego miró la bandana de Eri, y a la suya propia—. No le culpo.
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#28
El Uchiha dio su visto bueno ante la propuesta de Eri, la misma que luego lamentaría haber elegido una demasiado apartada. Tuvieron que sortear mesas, sillas que no entendía por qué estaban de por medio, mujeres jugando a un juego de cartas que desconocía —no era muy buena en los juegos de cartas, así que no conocía la mayoría de ellos—, un señor tambaleándose de un sitio a otro... Hasta su bendita mesa.

Sintió como una lágrima traviesa surcaba su mejilla izquierda, y pensó por unos instantes que era felicidad, hasta darse cuenta de que solo era porque tenía los ojos cansados. Suspiró y dejó caer su mochila en la silla que iba a ocupar, para después dejarla apoyada en una de las patas de la mesa.

Esta noche creo que dormiré como un tronco. — Corroboró con lo que había dicho Akame, también con una sonrisa cansada, sin embargo la suya era más pequeña, consecuencia de la inquietud y la poca tranquilidad que sentía en aquel lugar.

La joven observó como su compañero llamaba al mesero y éste tomaba nota de lo que el chico ordenaba. Ella, por su parte, se quedó embobada por unos instantes en el cabello claro del joven, luego negó suavemente con la cabeza, y añadió al pedido:

Yo también quiero estofado, y agua, por favor. — Pidió con algo de torpeza en la voz para luego encogerse de hombros y mirar a Akame mientras el mesero de ojos castaños se alejaba de allí. Éste, por su parte, decidió contarle una pequeña historia.

La historia relataba el por qué de la mirada dura del dueño hacia ambos, el por qué de haber rellenado un formulario nada más entrar por la puerta, y el por qué Pangoro tenía aquellas quemaduras por todo su cuerpo. Cuando Akame dejó que su vista se posase en el dueño, Eri no pudo evitar mirarle también, sin embargo sus ojos estaban llenos de culpabilidad y tristeza. Lo que decía el Uchiha tenía razón, no podían culparle.

No lo habría imaginado nunca, vaya... Ahora entiendo por qué nos miraba así. — La joven evitó permanecer mirando a Pangoro por si acaso éste les descubría mirándole, luego se quitó la bandana y la sostuvo en su mano izquierda. — Y pensar que algo tan pequeño puede significar tanto...

La dejó así por un momento, dejando que sus cabellos danzasen libremente por su cabeza y que cayesen por su frente, tapándole parte de la visión, luego suspiró. Sus palabras tenían sentido para ella, y es que un símbolo grabado en el metal de una bandana podía llegar a significar demasiadas cosas para alguien.

No entiendo ese tipo de conductas... — Habló su mente, desviando la mirada hacia el borracho que habían visto antes. — Habrá razones, pero no las comprendo.
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#29
Cuando Eri terminó de hablar, Akame todavía tenía los ojos fijos en la bandana que ella sostenía con su mano. No podía evitar sentir empatía por el viejo hostelero, por la ruina que debía haber supuesto arreglar semejante destrozo y por las quemaduras, deformidades, que llevaría el resto de su vida en todo su cuerpo. Trató de imaginar cómo había sido la pelea... «Tremendamente desequilibrada, claro». Era la conclusión obvia. Un ninja contra un civil. «Pudo haber sido una masacre...», pensó. Y tenía razón.

¿Quién vigilaba a los vigilantes? En ese momento recordó al historia que su compañero Ralexion le había contado no hacía mucho, mientras disfrutaban de los baños termales de Yugakure. Uchiha Ralexion, el antiguo caudillo Uchiha del que había tomado nombre, decidió en su tiempo servir a un sólo señor con la esperanza de que éste trajese la paz al unificar todo Oonindo bajo su estandarte. Recordó también otras leyendas Uchiha, relatos de gloriosas batallas y gestas imposibles, de grandes enemigos que caían derrotados, sus tierras saqueadas y quemadas hasta los cimientos. Y pensó en el viejo Pangoro, con el cuerpo lleno de deformidades.

Las palabras de Eri lo sacaron de sus pensamientos. Akame se dio cuenta de que la chica observaba al borracho de la sala, que ahora se había levantado y cantaba una canción apenas inteligible en sus ebrios labios.

Algunas personas encuentran el coraje que les falta en el fondo de una botella —respondió el Uchiha—. Mi padre siempre me decía que hay una bestia dentro de cada hombre, y que sale afuera cuando pones una espada en su mano.

»Desde que soy ninja, no puedo sino darle la razón. Aunque creo que también aplica a algunas mujeres.
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#30
«Sabias palabras» Pensó la joven admirada por lo que acababa de decir el Uchiha. Según el padre de Akame —que parecía ser bastante sabio a los ojos de la kunoichi—, seguramente no todos los hombres, si no tanto hombres como mujeres podían cumplir aquello. La kunoichi suspiró y se colocó la bandana de nuevo en su lugar.

Tu padre parece ser un hombre muy sabio. — Sus ojos se posaron en los del moreno, sin saber muy bien qué decir en aquellos momentos. — Mi padre podría ser un ejemplo de ello. — Esto último lo dijo en voz baja, mientras desviaba la mirada hacia sus piernas, donde reposaban ahora sus manos cerradas en puños.

Recordaba poco de su pasado, sobre todo hechos en los que su hermano y ella se divertían juntos, su madre había muerto antes de que ella tuviese uso de razón y su padre, que idolatraba cuando era una niña pequeña, después de que sopesase sus acciones había sido un hombre horrible, vil, maltratador sin escrúpulos, que un día pagó por todos sus pecados de una forma que Eri todavía desconocía.

Me alegro de que al menos todo pudiera salir adelante. — Fue lo último que agregó al tema de Pangoro, una vez subió la cabeza para mirar al chico a los ojos. — Y espero que la cocina sea excelente, tal y como me has dicho, ¡me muero de hambre!

Ese fue su intento de cambiar de tema, por no saber qué añadir, ni qué contestar.
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