Si mentía o no lo tendría que averiguar más tarde, cuando ya se haya terminado la cerveza, pero a la de kusa al menos no le molestaría en lo más mínimo a no ser que estando ebria la chica comience a molestarle demasiado, como echándosele encima o a saber cómo.
—Bien —Respondió la menor para indicar que había escuchado.
Una vez sola se tomó su tiempo para quitarse absolutamente todas las prendas para luego dejarlas lo mejor dobladas posibles y luego envolverse en la toalla. Lo malo era que no tenía manera de esconder todos los puntos negruzcos que tenía dispersos en su cuerpo y seguramente terminarían por caerle algunas preguntas al respecto, o puede que algo peor. ~Espero no se pongan pesados con eso ~Pensó la pelirroja tras dejar bien anudada la toalla y asegurarse que esta se mantuviese en su lugar por sí sola.
Ya con todo listo, la kunoichi cruzó el pasillo que dividía las termas de los vestidores y se topó con una división en la que se detuvo unos instantes. Por suerte para ella, al alzar la vista pudo ver que en el onsen central una chica alzaba la mano y no dudó en dirigirse a su encuentro.
—Pensé que estaría abarrotado —comentó al estar lo suficientemente cerca de Aiko.
Luego de ello la menor se quitó la toalla y lentamente se fue internando en las termas, sintiendo como el calor le llegaba hasta los huesos de una forma bastante agradable. Solo esperaba que la contraria no hiciera demasiadas preguntas en relación a las válvulas, y no abrir ninguna por error o se llenaría los ductos con agua.
—Por cierto, ¿trajiste algún destapador? —Preguntó ya sentada a un lado de la de Amegakure.
Aunque Ritsuko al menos había preferido posicionarse de modo que pudiera apoyar los brazos justo en el borde y de paso el mentón sobre sus propias extremidades, básicamente dando la espalda a todo el resto de la terma.
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Ritsuko se tomó su tiempo para desvestirse y ordenar las cosas, tiempo que Aiko aprovechó para investigar como avanzadilla la zona, obteniendo un primer vistazo de seguridad. La zona era segura, y pese a la escasez de personas, parecía de lo mas agradable. Las piedras de color ceniza desentonaban quizás un poco, pero no, simplemente era un trozo de cielo en la tierra. Sin demora, había acudido a meterse en el onsen central, pasando olímpicamente de saludar siquiera a las otras nudistas. Total, tampoco tenía interés alguno ahora mismo en otra cosa que no fuese relajarse.
Al llegar la menor, Aiko ya andaba con los ojos entrecerrados, habiéndose dejado caer por la rocosa pared hasta quedar tapada por el agua hasta casi la nariz. Ritsuko confesó que ciertamente pensó que la pequeña parcela de cielo estaría abarrotada, pero ciertamente era todo lo contrario. Daba gusto así, en vez de teniéndose que pelear por un poco de espacio personal. Aiko se levantó de nuevo, retomando la compostura en lo que la otra chica se deshacía de la toalla y se metía en la terma.
—Si, yo también pensé que estaría a mas no poder. Es todo un alivio.
La mayor dejó caer un suspiro, profundo y relajado, que claramente daba batalla a todo el estrés que había acumulado a lo largo de los últimos años. Fue entonces que su antagonista mencionó si había traído algún instrumento para destapar la botella. Ésta alzó una ceja, gesto que no duró demasiado, y tras ello sonrió.
—No es necesario un abridor. —inquirió Aiko.
Alzó la diestra hasta tomar una de las botellas, se llevó el bocal hacia los labios, y le propinó un fuerte bocado a la chapa. Torció la botella un poco, y tiró de la mordida hacia arriba en lo que la botella cedió rápidamente. El espumoso elixir buscó rápidamente la salida mas evidente del recipiente, pero la pelirroja maniobró rápidamente la botella para que eso no sucediese. Bendita sea la ley de la gravedad.
—¿Ves? Todo bajo control —gratificó tras soltar la chapa de la botella en su zurda.
Tras destaparla, dejó a un lado la chapa, justamente al lado de la otra botella, y de nuevo se relajó en el agua mientras mantenía la botella fuera de la misma. Sin mas, le propinó un buen buche a la cerveza. Se refrescó el gaznate en un certero trago, que curiosamente no resultó tan eufórico como el tendero había afirmado.
La chica miró de reojo la botella, con una mueca de claro desacuerdo con la opinión del joven que se la había vendido. «Vaya timo... si ésto parece champán para menores... si tuviese menos alcohol lo confundirían con zumo de manzana... pero oye, ciertamente está buena de sabor.»
Terminó por deshacer la mueca de su rostro, y terminó por dejar caer un suspiro. Finalmente, no tardó en dejar la botella fuera del agua, a salvo de cualquier descuido propio.
—En fin... al menos acertó en que éste baño es sólo para chicas...
Una vez en el agua y considerando que no hubo comentarios ni nada similar, podía tranquilizarse de que no la molestarían ni nada similar por su cuerpo o lo que fuera. De cualquier manera, hasta que la chica no pudo aplastar su trasero en el fondo de las termas no pronunció palabra y tampoco se estuvo segura, pero una vez logrado ya podía relajarse.
—¿Segura? ¿No te daña los dientes? —Preguntó al verla tomar la botella para acercarla a su boca.
La de Kusa entendía lo que pretendía hacer, lo había hecho un buen par de veces pero siempre la regañaban afirmando que se dañaría los dientes aunque lo único realmente dañado de momento eran sus pulmones —lo mental no entra en cuestión— así que tampoco era que pudiese tomar realmente en serio ese tipo de comentarios.
Al final, la tapa de la botella cedió y ya la de Ame pudo degustar su bebida sin problemas, aunque por un instante Ritsuko creyó ver una mueca desaprobatoria por parte de la contraria.
—Imagino que muchos te habrían venido a acosar. —Respondió antes de soltar una ligera risa. —De todas formas estate atenta que seguro habrá alguien tratando de espiar, nunca faltan —afirmó un momento después ya retomando parcialmente la seriedad. —Imagina que incluso a mí me estuvieron espiando.
Y sí a ella la habían espiado, a Aiko seguramente la estarían acosando todo el jodido día, o eso era lo que Ritsuko suponía.
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La menor no quiso soltar prenda hasta una vez el agua tapó la mayor parte de su cuerpo. Al igual que Aiko, se sentó en el suelo rocoso, en pos de relajarse y disfrutar del baño. Viendo ésta que la mayor iba a abrir la botella con un bocado, le soltó que si estaba segura, pues eso podía quizás dañarle los dientes. Razón no le faltaba a Ritsuko, pero... ¿Qué mas le daba? Aunque perdiese un par de dientes, al día siguiente estaría como nueva.
—Bueno... eso dicen. Pero, también dicen que lo que no te mata, te hace mas fuerte.
Tras contestar a la chica, sonrió, haciendo ver que bromeaba con el hecho. Había dejado la botella a un lado, pero no tardó en volver a tomarla. De nuevo, le propinó un buen trago, ésta vez algo mas agradecido. Entre tanto, Ritsuko soltó unas extrañas palabras, que en un principio la mayor no supo interpretar del todo bien. Incluso advirtió que debía tener cuidado, porque incluso siendo el baño únicamente para chicas, seguro alguien podía observar o espiar. No tardó en aclarar que incluso a ella la habían espiado.
¿Era una maníaca? ¿Qué le habría pasado?
Aiko dejó de nuevo reposar la botella a su vera, y de nuevo volvió su mirada hacia Ritsuko. —No creo que sea para tanto... quizás solo te encontraste con un pervertido. Igual, no todos los hombres son así de salidos, no se puede vivir con el miedo de ser espiada en cualquier baño...
»¿Puedo preguntarte qué te pasó? Casi pareces tener un trauma, chica...
Todo lo que ella había dicho eran comentarios aleatorios de una experiencia pasada, no había sido gran cosa y tampoco lo había planteado de tal manera a su juicio, es decir, si Aiko la miraba incluso podría sacar la conclusión de que la menor estaba casi dispuesta a quedarse dormida allí mismo pero aun así, todo pareció ser malinterpretado cosa que molestó un tanto a Ritsuko.
—Bien, las bromas no te van, ¿eh? —Respondió con un tono algo más seco.
Tras aquella afirmación simplemente acomodó mejor su cabeza entre sus brazos de modo que su vista se perdía en dirección contraria a la dirección de la de cabello corto.
—Supongamos que estoy traumada y ya, dejémoslo así. —Fue lo último que se dignó a responder.
~Ni que le haya dicho que esté como vigilante por si alguien aparece, tampoco dije nada de los hombres y es obvio que me refería a algún pervertido ~pensaba la kunoichi aprovechando el momento para hacer algunas anotaciones mentales entre las cuales figuraba “Todos los de Amegakure son iguales”. ~Ni siquiera mencioné el sexo de algún posible pervertido espiando.
Pero que va, automáticamente por decir aquello pasó a ser una niña traumada, la cual estaba suponiendo sería buena idea irse a pesar de apenas haber entrado. ~Otro día podría volver, con un poco de suerte no me encuentro con más gente de Ame. ~Razonó la ahora malhumorada kunoichi.
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Ritsuko cambió rápidamente su rostro, tornando quizás algo enfadada. Replicó a la mayor, inquiriendo que ésta no sabía recibir una broma tan siquiera, y terminó por desviarle la mirada incluso. La chica quedó mirando a su lado contrario, seca, y afligida según daba a entender. ¿Tanto le había afectado? La pelirroja estuvo a punto de pedirle perdón a su reciente "amiga", pero hubo algo que aún le dolió mas a la pequeña que el mero pésimo sentido del humor de ésta, y fue el hecho de mencionar si estaba traumada por algún tipo de pervertido. Enfadada, claramente enfadada, tomó su berrinche como escudo y espada, y se lanzó al abismo de ignorar a Aiko.
Por un momento, la mayor quedó pensando en qué decir, o cómo actuar para pedirle perdón por su actitud tan seca y descortés. Pero, no se el ocurría nada en ese momento. Quizás tanto estrés de los últimos tiempos le habían provocado un cambio de humor algo desagradable, justo al contrario de como solía ser...
Sin previo aviso, se dejó llevar. Sigilosa como un ave rapaz, se deslizó por el estrecho tramo que las separaba, y sin mas, la abrazó por la espalda. Sus pechos intentaban mantener las distancias para con la chica, pero la pelirroja no se amedrentó. Con delicadeza, eso si.
—Lo siento... no era mi intención enfadarte, de verdad. —confesó.
»Verás, llevo un tiempo que estoy realmente estresada, y no se me está dando demasiado bien encajarlo. No supe interpretar la broma... lo siento mucho. Porfa, no te enfades... ¿vale? Estamos aquí para relajarnos, ¿no? Disfrutemos y dejemos de lado el resto.
Tras esas palabras, y no antes, dejaría escapar de su abrazo a la chica. Una sonrisa de lo mas sincera se dibujaría en su rostro. ¿Interpretaría mal la chica el abrazo?
—¿Un trago para hacer las paces? —sugirió la mayor. —¿O aún no bebes?
Con o sin la intención, la de Amegakure había logrado fastidiar a la de cabello largo con tan solo una simple frase. ¿Por qué? Porque usualmente la gente se toma un día o al menos un buen par de horas para llegar a tal conclusión y la gran mayoría de los casos abarcaba algo como verla en pleno monólogo o enterarse de alguno de muchos rumores que circulan por la aldea.
Cualquiera fuese el motivo, Aiko se había pasado por alto todo esto y simplemente decidió que la de Kusa tenía un trauma por un comentario que realmente había soltado a broma para intentar que la conversación no muriese tan rápidamente.
Y se hubiese mantenido en silencio absoluto, o tal vez le hubiese brindado alguna respuesta algo tajante a la contraria de no ser por aquellas acciones que estremecieron el cuerpo de la menor con notorio escalofrío que seguramente la de pelo corto habría percibido al hacer lo que hizo.
—Hey… —Soltó con un hilo de voz queriendo mirar a la chica detrás suyo pero sin éxito.
Tampoco era tan elástica como para llegar a girar tanto el cuello, pero sí que la ponían nerviosa las muestras de afecto por muy inocentes que pudieran ser, después de todo lo más habitual era llevarse golpes o cosas similares y nunca en su cabeza pasan ideas como las de recibir o dar abrazos siquiera. ~¿Pero qué mierda? ~Se preguntaba aun completamente descolocada.
De todas formas, Ritsuko no pronunció nada más que aquella palabra aislada y tampoco se dignaba a mirar a Aiko, pues su rostro había adquirido cierta tonalidad rojiza que si vamos al caso iba a juego con el resto de rasgos y que también podría hacer pasar como un rubor adquirido por la temperatura del agua.
—¿Un trago para hacer las paces? —sugirió la mayor. —¿O aún no bebes?
Propuso la mayor dejando en claro que quería hacer las paces y ya luego del abrazo, la de Kusa podía darse por servida pero ante la bebida…
—Eh… No, nunca he bebido nada pero está bien así, no pasa nada —dijo nerviosa evitando el contacto visual a toda costa.
Fue entonces cuando la menor pudo notar a la lejanía que había un hermoso arbustito... Con nada realmente interesante si vamos al caso.
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Aiko jugó algo mejor sus cartas en ésta ocasión. La menor no era realmente receptiva, pero terminó por no pelear ante el sorpresivo abrazo. Apenas un reguero de voz intentó zafarse, o protestar, pero terminó quedando quieta. Escuchó cómo la mayor pedía perdón, y hasta pareció que la perdonaba. Su suave cuerpo se notó tembloroso, quizás nerviosa o incómoda ante el gesto, aunque curiosamente no peleó contra ésta muestra de afecto. En fin, algo era algo.
Lejos de quedarse abrazada a ésta por toda la noche, la de Ame optó por lo mas lógico y la soltó. Ésta no parecía aún querer devolverle la mirada, pero ante la invitación de la mayor a beber ésta respondió con un cambiado tono de voz. Al menos no parecía estar enfadada, y pese a no aceptar la oferta de beber, dejó claro que estaba bien así el asunto, que podían dejarlo pasar. Al parecer, aceptaba la tregua.
La mayor optó pues por servirse ella misma, tomando la botella y propinándole otro generoso buche. De nuevo, refrescó el gaznate.
¡TAP!
Hincó de nuevo la cerveza en el suelo cercano al onsen, y volvió a sumergirse un poco en el agua. El calorcito cada vez era mayor, o la cerveza tenía un grado de alcohol realmente alto pese al suave sabor. Fuese una cosa o la otra, Aiko se sentía realmente a gusto. Tanto, que realmente le tomó poco tiempo volver a llamar la atención de la pequeña.
—Ritsuko... —recurrió a su nombre. Te explicaré algo... ando últimamente fatal de la cabeza por culpa de tener que guardar un secreto. ¿Qué pensarías de tener un secreto bajo llave que no puedes decir a nadie? A nadie en absoluto, y que te quema por dentro... que te hace diferente del resto, y por mas que pase el tiempo,
solo va a peor...
La chica dejó caer un profundo suspiro, angustiada por lo que explicaba. —Es como vivir una pesadilla eterna, de la que nunca puedes despertar... —de nuevo, dejó caer un suspiro profundo y tendido, pero en ésta ocasión terminó por dejarse sumergir en el agua, en pos de callarse. Su mirada quedó hacia el agua, donde permanecería por unos segundos.
Tras ser liberada de aquel abrazo la menor volvió a respirar normalmente y muy lentamente el rostro enrojecido se desvanecía, aunque claro que con la temperatura del agua no tardaría demasiado en regresar a aquella vivaz tonalidad, pero al menos bajo condiciones normales para ella.
Era una verdadera suerte que la de Amegakure no haya insistido con lo de la bebida, de lo contrario Ritsuko tal vez hubiese terminado demasiado ebria como para siquiera recordar su propio nombre pero allí estaba Aiko, bebiendo sin asco para luego comenzar a confesar algunas situaciones de su vida. Cuestión que hizo a la de kusa alzar las cejas completamente extrañada ~¿Ebria depresiva? ~Se preguntó a sí misma mirando a su acompañante de reojo.
Escuchó atentamente a cada una de las palabras entonadas por la contraria, cada detalle se lo guardó y trató de analizarlo para una mejor comprensión pero con esa información no podría darse el lujo de llegar a ninguna conclusión, después de todo y siendo sinceros, Ritsuko no conocía a la tal Aiko más que por su aspecto y su nombre.
—Te diría que hasta cierto punto lo entiendo. Aunque mi caso es un tanto diferente —Respondió desinteresada aprovechando la ocasión para acomodar un poco mejor su trasero para estar más cómoda—. Aunque seguramente no sea buena idea contárselo a una kunoichi de otra aldea, digo, cualquier cosa podría pasar mañana.
A diferencia de muchas otras personas, la Kazama no entendía ciertas cosas y tampoco sabía cómo encarar otras, en este caso por ejemplo seguramente tendría que intentar consolar a la contraria o incluso darle algún abrazo o al menos una palmadita para que no se sienta completamente sola allí. Pero como una ignorante de la vida se mantenía allí estática, casi que indiferente ante las confesiones de la contraria ya que si vamos al caso, ella misma también tenía algún par de cosillas que escondía de todo el resto aunque eso era principalmente para evitar que surjan más rumores molestos.
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La pequeña escuchó a la mayor con toda la atención del mundo —al menos eso aparentaba— y pese a poder detenerla en el acto, se mantuvo en silencio hasta que ésta primera terminó de contar tanto como quiso. La mayor, sentenció sus palabras ahogándolas en agua, intentando retener parte de lo que con ansias quería gritar al mundo. Pero, al igual que ésta intencionadamente se silenció, la menor no tardó en alegar que revelar un secreto tan importante a una kunoichi de otra facción no era quizás la mejor de las ideas. Razón no le faltaba. Eso sí, antes de revelar su opinión, pareció algo cercana, alegando que también sentía esa sensación de estar alejada del resto a causa de una razón parecida.
Sus orbes pasaron delargo, mirando de reojo la botella. Se sumergió, y salió a los pocos segundos. Se echó la cabellera hacia detrás con ambas manos, y dejó ce nuevo caer un suspiro. —Supongo que tienes razón... —terminó aceptando la mayor a la respuesta de la joven, que inquiría que ésta no le contase el secreto. Mañana quizás ni se acordaba, había añadido en última instancia. Buenamente tenía razón, y no sabía cuanta. Aunque, para que eso se diese debía morir unas cuantas veces seguidas, lo cual allí era bastante improbable.
Sin mas, volvió a tomar la botella, y en ésta ocasión le propinó un buche descaradamente generoso, en comparación a los anteriores.
¡TAP!
De nuevo, clavó la botella en el suelo, aunque no demasiado fuerte. Volvió la mirada hacia la pequeña, y pese a que ésta ya le había advertido, no titubeó en continuar dándole la brasa. La verdad, se sentía realmente relajada, y a gusto... quizás la cerveza no era tan suave como pensaba.
—¿Cuantos años viven las personas? Las normales digo... —preguntó la pelirroja, como si hubiesen varios tipos de personas. E, indiferentemente de la respuesta hacia su pregunta, que casi era retórica, la chica le soltaría la pregunta en que normalmente toda mujer suele mentir, su edad. —¿Cuantos años crees que tengo yo?
»Y no, no estoy usando un henge... ni estoy borracha... —insistió la genin de Ame.
Charlas como esas usualmente se reservan hasta pasados varios años en que se forma cierto vínculo de confianza entre ambas partes, no en un primer encuentro en que apenas si se conocen los nombres y así pero ahora mismo la de Kusa estaba escuchando un desahogo de lo más extraño, probablemente por el alcohol que llevaba encima la contraria, puede que esa botella tuviese una bebida más fuerte de lo que aparentaba y ya le estaba afectando aunque claro, ella afirmaba que no.
Ese último trago seguramente le habría afectado, pero curiosamente luego de ese fue que afirmó no estar ebria. Pero la menor simplemente la miró de reojo con el ceño ligeramente fruncido.
—¿Segura? —Consultó dejándole en claro que no se lo creía.
Pero de cualquier forma, Ritsuko se giró para así poder apoyar su espalda contra el borde y de paso tener la chance de hundirse algo más en el agua.
—Las personas normales viven como ochenta años, los anormales con suerte llegamos a los veinte. —Respondió, con suma tranquilidad como si no le afectase la idea de morirse antes de cumplir la veintena.
»Y no, no estoy usando un henge... ni estoy borracha... —insistió la genin de Ame.
Y allí estaba, la incómoda pregunta que la Kazama siempre había odiado porque al fallar usualmente se ofenden o se sienten jodidamente halagados, nunca lograba atinarle y eso la molestaba demasiado así que tras suspirar y con cierta molestia terminó por responder.
—Qué se yo, ¿veinte? ¿Dieciocho? —Respondió no muy contenta de verse obligada a adivinar.
~Para colmo está así con una sola botella.
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La pelirroja de mayor edad insistió en no estar ebria. Obviamente, jamás lo había estado, normalmente su capacidad de recuperación en conjunto a su costumbre para con la bebida, se lo impedían deliberadamente. Pero, a ojos de la menor sí que lo estaba, estaba ebria con avaricia. Su mirada de reojo la delató, pero por si no fuese suficiente, lo preguntó de manera irónica, haciendo entender que realmente sí estaba borracha.
Por suerte o desgracia, estaba disfrutando de una sensación tan extraña para ella, que casi se veía sumida en un onírico sueño donde era libre, y podía hacer lo que le viniese en gana. Lástima que la realidad a veces golpea realmente duro, y el resto de ocasiones tan solo duro.
Aiko preguntó cuánto suele vivir una persona "normal". Ante tan rara pregunta, su antagonista no respondió de manera distinta, mantuvo el sentido absurdo y grotesco de la pregunta afirmando que los normales aguantan sobre ochenta, mientras que los anormales aguantaban apenas veinte. Curiosamente, y el detalle que mas destacaba en su respuesta, se había añadido en ese grupo tan extremista. ¿Tan efímera sería su vida?
La mayor torció la cabeza de un lado a otro en suaves y repetitivos movimientos, y terminó por dejar caer un suspiro. Quería decirle cuanto se equivocaba en sus cálculos, pero las palabras no le salían.
En su lugar, la chica preguntó si alcanzaba a acertar su edad. La pequeña, quedó pensando durante unos escasos segundos, y tras ello escupió que quizás tenía veinte o dieciocho, que no lo sabía. Si, exacto, no tenía ni idea. Esa edad era la que aparentaba, pero hacía décadas que tuvo esa edad. Una lágrima recorrió su mejilla, e intentando ocultar el hecho, Aiko alzó la mirada con el rostro, dejándose hundir un poco en el agua.
—No... ni te has acercado... —sentenció, frustrada. —Debo tener entre cincuenta y cien años... ni yo misma lo sé con certeza...
Ahogada en un sentimiento que normalmente nunca exteriorizaba, cerró los ojos, y permaneció en silencio por escuchar la reacción de su interlocutora. ¿Se lo tomaría a broma, o bien la tomaría por loca?
No tenía motivos para tomarle verdaderamente la palabra a aquella pelirroja, quien afirmaba no estar ebria pese a haber estado bebiendo completamente sola una botella entera de cerveza y que, sin siquiera mirar, la menor podía deducir que ya estaba en sus últimos momentos.
Pero la supuesta edad de la mayor, si bien tendría que haberle llamado considerablemente la atención, le recordó lo que se contaba de la Uzukage.
—¿Uzumaki? —Preguntó volteándose levemente pero sin mostrarse sorprendida.
Si vamos al caso, otra característica en común con la Uzukage sería justamente el cabello rojo, así que hasta cierto punto, para la de Kusa todo tenía absoluto sentido. Después de todo, ella no era consciente de infinidad de cosas en relación a ese clan ni nada similar, solo sabía de esa persona particular y tal vez habría conocido a algún que otro Uzumaki que tal vez compartían características.
De cualquier forma, Ritsuko seguía sin fiarse totalmente de la palabra contraria, es decir, se supone está ebria.
—No entiendo tu problema, tienes como cien años y todavía puedes beber sin miedo. ¿No se supone que es algo bueno? —Soltó en un tono algo animado intentando restar importancia al asunto.
Sabía que a Aiko algo de ello le afectaba, pero una vez más, está alcoholizada y la de Kusa no tiene idea de si es o no resistente al alcohol.
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La otra chica no pareció extrañarse ante la información que la mayor le daba, aunque realmente ni por asomo se hacía a la idea de la habilidad que circulaba por las venas de esa tarada anciana y demente. Bueno, quizás esos últimos adjetivos discrepan un poco, aunque bien podía asumirlos al efecto de la bebida. Fuese como fuese, dejó caer una palabra que bien la relacionaba con una longevidad como Aiko explicaba.
—¿Uzu-qué?
La menor, lejos de asustarse o bien decirle algo absurdo, se lo tomó de lo mas bien. Incluso, se atrevió a decir que realmente era afortunada, teniendo esa edad y pudiendo beber y estar con ese aspecto. Ciertamente, tenía razón. ¿Pero cómo explicar la sensación de poder perder todo lo mas importante en la vida, hasta el sentido, y no poder dejar de jugar a ese absurdo juego?
Diantres...
—No es meramente ser longeva... se trata de que ahora mismo podría cortarme las venas y mañana despertaría de nuevo. No puedo morir. Podría atravesarme el corazón con una estaca, y al día siguiente volvería a estar tomando un café tan tranquila... No creo que nadie se haga a la idea de lo fastidioso que es ver cómo todo a tu alrededor se marchita, envejece o muere... y en cambio, yo debo seguir... Hasta los vampiros tienen ciertos límites en los cómics y películas...
La chica se elevó de nuevo un poco, lo suficiente para poder tomar la botella. De un golpe, se bebió el cuarto de botella que le faltaba. Y, de nuevo, la clavó en el sitio.
Dejó caer otro suspiro. —Hasta el efecto del alcohol se elimina de mi cuerpo apenas una hora tras haberlo tomado... es una mierda...
~Le ha pegado ~pensaba divertida mientras escuchaba las palabras de la contraria. Pero pronto a la menor se le dibujaría una mueca sombría, pues se le vino a la mente una situación de lo más desagradable y que podría darse perfectamente considerando que la de Ame podría tener una parda de armas selladas entre los tatuajes o mismo podría usar una de las botellas.
—Bueno pero no me muestres, lo último que quiero es que se monte una escena aquí —fue la respuesta que prefirió darle a la mayor.
Lo último que le interesaba era justamente de presenciar un suicidio y que para colmo se armase un lío terrible allí mismo. Después de todo, la única intención de Ritsuko era relajarse y si alguien se mataba allí no podría hacerlo, aunque claro, Aiko afirmaba que el alcohol no le afectaba casi nada, cosa que la menor no se terminaba de creer y por buenos motivos.
—Te creo, te creo. —Mintió—. ¿Le has contado de estas cosas a tu kage? Digo, creo que sería lo mejor en lugar de contarle a una extraña y eso —prosiguió mientras se hundía levemente hasta que el agua le llegó al mentón—. Se me hace que sería la mejor opción en lugar de decirle a una kunoichi de otra aldea.
Por mucho que lo dijera, Ritsuko no le creía, suponía que el alcohol ya le estaba afectando a Aiko y por eso había comenzado a hablar semejantes cosas que parecían salidas de un cuento de terror.
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