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"Discreción... Es buena idea."
Mogura respondió a mis palabras, su tono era calmado, él se mantuvo sereno aún cuando por mi cuerpo la sangre se llegó a entibiar un poco por su falta de compromiso. Mi mensaje pareció ser captado en su totalidad, ¿pero cambiaría la forma de pensar de éste con mi ideal? Sinceramente sentí que había arado en el mar, sobre todo en el momento en que Kaido se posicionó neutral, aunque sentí por unos segundos que la balanza se inclinaba del lado del médico.
Seguí con mis pasos firmes, sería yo quien no cambiaría mi forma de pensar. Me mantuve en silencio tras los próximos segundos y me detuve ante la última noticia de mi homologo, dudé y luego volteé. Mi orbes apreciaron su reverencia formal, como siempre... No respondí nada a su excusa, di media vuelta y continué marchando.
—Quién sabe sí llegue a tiempo.— Comenté al pez, sabía la condición física del recién retirado y empecé a dudar sí se presentaría en el torneo, o que pudiera alcanzarnos el paso. No obstante, éste se alejó velozmente, o lo más que podía, sí mantenía el ritmo irremediablemente deberíamos encontrarnos.
La presencia del escamado no era precisamente la más agradable a primera vista, más seguiría el camino con él, viajar acompañado era mejor que seguir sólo. —Sí mantenemos un buen ritmo deberíamos llegar pronto al tunel.— Comenté, Kaido a lo mejor ya lo sabía, pero era simplemente para entablar un poco de conversación.
Desvié unos segundos mi mirada a los arboles de la derecha, pertenecían al frondoso limite del conocido bosque de azur, muchos secretos se ocultaban en lo más oscuro del lugar.—Dicen que es un lugar muy peligroso, algún día me atreveré a entrar ahí.— Expresé, entendiendo que Umikiba sabría a lo que me refería.
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Y así, de pronto, Mogura recordó algo importante. Y es que se había dejado algo en la aldea, según sus manos palpaban los confines de dónde debía estar su porta objetos. Se hundió en una reverencia forzosa y les pidió continuar sin él.
Cuando éste empezó a alejarse, el tiburón de Amegakure le observó incrédulo hasta que su figura se perdió en el horizonte, detrás de los grandes pastizales que había dejado atrás. Keisuke comentó que era muy probable que no le diera tiempo suficiente de llegar a las instancias del torneo, y Kaido alzó los hombros totalmente desinteresado. Lo que fuera que hubiera olvidado, probablemente era más importante que su participación en el evento. No había otra explicación.
En respuesta a ello, el escualo decidió sin más continuar avanzando, ojeando el mapa cuando creía que lo necesitaba. Mientras más se hundían ellos en el interior de aquel inmenso país, el temporal comenzaba a hacerse mucho más serio según los kilómetros que los jóvenes shinobi fueran avanzando. Ya no era una simple llovizna, ahora estaba acompañada de fuertes vientos y un frío turbio que probablemente calara en sus huesos. El cielo, además, daba muestras de que mientras más avanzasen, más oscuras se tornaban las nubes, y más feo era el clima.
Entonces pensó, quizás, acampar en las planicies del Silencio no era la mejor idea. Y Keisuke le hizo recordar sobre el famoso túnel. Todo, mientras cruzaba los límites del misterioso y desconocido Bosque de Azur, lugar que contaba infinidades de mitos, leyendas, e historias que usaban los padres para espantar a los niños por las noches.
«Joder, claro, el jodido túnel. ¿Pero no era ese un camino reservado sólo para shinobi de alto rango, o con la expresa permisión de Yui-sama?»
—¿El túnel? pensé que era un camino sólo reservado para la élite de la aldea, no creí que fuera posible atravesarlo así como así —anunció, ligeramente confuso. No obstante, le bastó un par de segundos para comprender que el plan que se había trazado en un principio era una locura, teniendo en cuenta que las Llanuras de la Tempestad eterno llevaba consigo el mote de "Tierras sin hombres"—. pero qué idiota, claro... si acampar en las llanuras es una maldita idea suicida. ¿En qué coño estaba pensando?
Después de recriminarse, volvió a mirar al mapa, y señaló al frente, con rudeza.
—Hacia allá, a veinte minutos de camino. Sí, creo que ahí está la entrada. ¿Lo has pasado tú alguna vez, Keisuke-san?
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18/06/2017, 23:43
(Última modificación: 19/06/2017, 05:24 por Keisuke.)
—¿El túnel? pensé que era un camino sólo reservado para la élite de la aldea, no creí que fuera posible atravesarlo así como así —
Dudé por unos segundos tras responder a sus palabras. —Hasta donde tengo entendido puede atravesarlo cualquier shinobi de Amegakure No sato, y bueno tienes más privilegios sí la mismísima Yui-sama te otorga un permiso especial.—
—. pero qué idiota, claro... si acampar en las llanuras es una maldita idea suicida. ¿En qué coño estaba pensando?
Sonreí internamente, sinceramente el pez tenía razón, y más idiota de mi parte seguir su plan sin recordar el apodo que solían tener las llanuras. —En su defecto podríamos acampar en la entrada del tunel, sí no podemos pasar no creo que haya problema alguno.— Agregué, mi pensamiento era positivo en la mayoría de las situaciones y esta no sería la excepción.
—Hacia allá, a veinte minutos de camino. Sí, creo que ahí está la entrada. ¿Lo has pasado tú alguna vez, Keisuke-san?
—He pasado unas cuantas veces por la entrada, pero nunca lo he atravesado. Recuerdo que una vez fui y vine del país del espiral y ni me acordé del túnel, por eso es que esta vez lo tengo en mente, y como tú dices, no es buena idea acampar en las llanuras.—
Tras caminar los quince minutos, ambos shinobis verían la entrada del dichoso túnel, aún les faltaban algunos cuantos metros para estar frente a la infraestructura, no obstante, ésta se alzaba imponente y protectora del diluvio que amenazaba a los viajeros. Justo en el momento en que Kaido y mi persona estabamos en la entrada una sombra apareció de la nada, una vez la imagen se volvió nítida se toparon con una persona envuelta en una túnica blanca y una máscara de porcelana con pintas salvajes.
—Imagino que van al valle de los dojos.— Dijo primeramente.
Por mi parte asentí con la cabeza, mis orbes quedaron fijas en su máscara tan llamativa.
—Han llegado en buen momento, hace poco tuvimos un inconveniente, pero todo funciona con normalidad.— Explicó brevemente. —Les deseo éxito y espero que dejen en alto a Amegakure No Sato.— Hizo énfasis en sus últimas palabras y desapareció.
—Gracias.— Expresé aunque ya no hubiese nadie en el lugar
La entrada estaba totalmente iluminada al igual que el interior del gran corredor, la sensación adentro sería bastante cálida y acogedora para ambos shinobis.
Sin más que hacer me adentré en aquella instalación, sacudí el paraguas y froté mis zapatos con el suelo antes de entrar con la finalidad de no ensuciar mucho la entrada y el resto del lugar.
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Tras el respectivo tiempo de camino, ambos jóvenes dieron por fin con la misteriosa entrada al Túnel, un camino secreto subterráneo preparado únicamente para atravesar gran parte de las Llanuras de la Tempestad sin tener que luchar con los fuertes temporales, lluvias y ventiscas que se formaban en el interior de aquel largo y vasto territorio. Además de ser expresamente construido por la aldea de la Lluvia, y habilitada únicamente para sus propios shinobi.
Una ventaja estratégica respecto a los enemigos, y apropiada, además, para cuando algún ninja de la Tormenta necesitaba viajar largas distancias.
En el inicio del famoso Túnel, un hombre encapuchado les recibió con amabilidad, explicándole los inconvenientes que habían tenido más temprano y deseándoles suerte para el torneo, esperando que como probablemente lo había hecho él alguna vez —era un Anbu, después de todo— dejaran el nombre de Amegakure en alto.
Tras el gracias de Keisuke, y un ligero asentir del escualo, ambos entraron finalmente a los confines de aquel famoso pasadizo.
***
Dos largas pasarelas paralelas recibieron a los dos jóvenes en soledad, y ambos habrían tenido que tomar la de la derecha cuyo sentido iba dirigido, claro está, hacia el otro extremo del país. El túnel estaba compuesto por refinadas paredes de concreto, dos vías hidráulicas para cada dirección y bombillos luminosos fluorescentes esparcidos verticalmente a lo largo y ancho de todo el trayecto, para que les fuera posible visualizar más allá de sus narices. Y sin embargo, llegaba un punto en el que la oscuridad se tornaba inminente, y eso decía de lo extenso que podía llegar a ser aquel susodicho pasadizo.
La pasarela se movía a gran velocidad, y Kaido sintió la necesidad de sostenerse fuertemente de una de las barandillas. Y así se mantuvo el resto del viaje, en silencio, por treinta minutos. Treinta minutos, que hubieran sido horas incontables de haber decidido atravesar las llanuras por arriba.
Keisuke y Kaido alcanzaron finalmente el otro extremo, y en cuanto su pasarela se detuvo, otra compuerta se abrió de par en par al otro extremo. Cuando salieron, podían comprobar que a pesar de estar aún dentro del país de la Tormenta, el tiempo no era tan caótico como en el interior del país. El clima que acaecía en las cercanías de la ciudad de Yachi era mucho más accesible.
—Bien, parece que el milagro de la ciencia nos ha evitado tener que comernos horas y horas de trayecto. Pero ya nos va a agarrar la tarde, creo que lo mejor será seguir con el plan y pasar la noche en Yachi. ¿Qué dices? Y así, quizás, el estúpido olvidadizo de Mogura nos logra alcanzar.
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Una vez dentro del pasaje observé con cierto asombro las instalaciones, todo estaba alumbrado por la luz fluorescente, las paredes de concreto y las bandas transportadores parecían demostrar que el país de la tormenta estaba bastante adelantado con respecto al tema de la tecnología.
Seguí a Kaido en la pasarela que se alejaba, el movimiento era bastante veloz y el pasillo interminable. —Me parece increíble, es un alivio.— Llegué a comentar
Los minutos fueron transcurriendo y el silencio gobernó casi todo el trayecto. Mis pensamientos me mantuvieron ocupado un buen rato, primero y principal la necesidad del hambre y luego una espinita que se me ocurrió, ¿Que pesaría el pez de ello? El túnel anunció su fin cuando se detuvo la pasarela y las puertas nos separaban del exterior.
Mis ojos se percataron del clima, que había cambiado considerablemente. —Tienes toda la razón, mejor pasar la noche por aquí y continuar el viaje mañana, quizá Mogura nos alcance y podremos descansar.— Comencé a caminar en dirección a Yachi.
—Espero que Mogura asista el torneo y no cambie de parecer por lo que dije...— Comenté, realmente esperaba alguna respuesta por parte de Umikiba, sobre todo porque sí no le veía en el torneo me sentiría culpable, en parte.
—Por cierto, muero de hambre, busquemos un lugar en donde comer algo, podría comer lo que sea.— Exageré un poco con la aclaratoria, pero así Kaido se podría hacer una idea de que realmente podría comerme un caballo.
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En general, por sumiso que Keisuke le pareciese a Kaido; ambos se entendían muy bien. Quizás, el muchacho no era de aquellos que se viera especialmente afectado por el comportamiento arrogante del escualo, cuya personalidad, normalmente, siempre sacaba lo peor de los demás.
Por esa razón, el viaje había sido ameno. Keisuke no se oponía a su plan, y a pesar de ciertas circunstancias, todo hubo salido como en principio lo habían pensado. Yachi estaba a unos cuantos kilómetros adelante.
—Vale, pero el que propone invita. Así que pagas tú la comida, que yo tengo la cartera más vacía que el corazón de Yui-sama.
El escualo volvió a tomar la delantera, dejando atrás la salida del Túnel, y viéndose contrariado con lo que parecía ser un camino lo bastante maltrecho como para que los genin tuviesen que poner un poco más de esfuerzo para atravesarlo. Tuvieron que sobreponerse a un terreno rocoso, mojado y resbaloso, para luego dejar atrás otro trecho que rodeaba la montaña más cercana, con alguno que otro acantilado de buena altura.
Pero una vez fuera de aquel peligro, podrían ver que en la pendiente más cercana, ya había un camino de escaleras de piedra que llevaba directamente a la ciudad de Yachi.
Abajo, lo que pudieron ver en primer lugar fue un inmenso campo bordeado con franjas de madera para proteger la fertilidad de su suelo sobre el cual plantaban sus famosas calabazas, fruto u hortaliza por la cual el pueblo se había vuelto famoso. Por esa razón, la visión principal era tan naranja que incluso lastimaba la vista.
Dejando atrás las plantaciones iniciales, ambos pudieron sumergirse en las cercanías del centro de la ciudad, ataviado por chozas y casas unas más humildes que otras. Ya la noche caía en el horizonte, y era entendible que allí afuera, en los caminos, no hubiese demasiada gente salvo algún trabajador dedicado que decidiese laborar unas cuantas horas extras.
El gyojin ya había estado allí hacía un tiempo atrás, así que pudo guiar a su compañero hasta una taberna donde servían comida las veinticuatro horas. La Calabaza caliente, era su nombre.
El pez tomó asiento, y dejó su pesado bolso de viaje caer al suelo. Soltó un sonoro bufido de cansancio, y subió los pies en una de las sillas aledañas.
—Todo el menú tiene calabaza en sus platos, espero no seas alérgico, porque sino estás más que jodido.
—Bienvenidos a la Calabaza Caliente, ¿en qué le puedo ayudar jóvenes viajeros?
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Fue cuestión de hablar de unos cuantos ryos y el pez ya estaba empezando a soltar que no contaba ni con un duro, suspiré y ante su atrevimiento terminé cediendo, solo porque su actitud, a pesar de ser un poco confianzuda, no me había molestado del todo.
—Vale, acepto, pero no creas que pagaré también el alojamiento, tendrás que soltar.— Respondí, no permitiría que mi amabilidad terminara dejando mi cartera como la de Kaido.
Seguí el camino por el cual iba mi acompañante, sí él quería ir adelante y hacer de guía no tenía ningún inconveniente, vi donde pisaba e incluso tuve que moldear chakra para pasar entre algunas rocas resbaladizas y alguno que otro acantilado. El sendero realmente era un poco agresivo para ciudadanos corriente, incluso para shinobis poco experimentados o estudiantes de academia podía ser un reto.
Tras el tortuoso camino que tuvimos que atravesar nos topamos con la infinidad de escalones que prometían el rumbo directo a Yachi, subí cada escalón con el mismo ritmo que Umikiba, dejándole a él ir por delante de todo. Finalmente mis ojos se toparon con las plantaciones de calabazas, el lugar estaba repleto de bolas entre amarillas y naranjas, sobre todo anaranjadas, al principio llamó mucho mi atención y parecía agradable, pero luego empezaba a llegar a ser un poco molesto. —¿Son calabazas?— Dudé y esperé la confirmación de mi acompañante.
El panorama cambió cuando nos vimos rodeados de chozas y alguno que otro trabajador, nos encontrábamos en el centro de Yachi, o eso parecía, visualicé que algunas de las viviendas eran apenas aptas, demostrando la carencia de alguno de sus pobladores, un poco triste en realidad.
Nos adentramos en un local que oí llamar “La Calabaza Caliente”, seguí los pasos del pez y me senté, no tan cómodo como éste, pero sí sentí un gran alivio cuando mi cuerpo pudo descansar. Mi estómago rugió impaciente. —Afortunadamente no soy alérgico, no tengo ningún inconveniente.— Respondí.
—Buenas tardes, ¿tienen crema de calabaza? Me gustaría una y algo un poco más fuerte, ¿qué más ofrece la casa?— Pregunté después de todo la crema sería solo la entrada, hubiera pedido un poco de carne de res o cerdo, pero no conocía el menú.
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—Tenemos crema, sí. Y para plato principal servimos cordero en salsa de calabaza, calabaza rebozada en pan y salsa de soya, lonjas de calabaza al horno con carne de res. Nada de carnes blancas, lamentablemente.
Lo último dicho tuvo su intención. Porque por cómo miraba al escualo, el camarero esperaba no haberle insultado. Era un claro señalamiento el haber tenido que hablar de peces, con todo y sin haberlo dicho realmente.
—Bueno, a mí me traes una de esas cremas también, de entrada, y de plato principal la carne de res. A medio cocer, si eres tan jodidamente amable. ¡ah!, y para beber; tráenos té de hierbas.
—Bien. ¿Y usted? —preguntó, inquiriendo a Keisuke.
Kaido, por su lado, se acomodó tanto como pudo y cerró los ojos, todo mientras su compañero terminaba de ordenar.
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El menú se escuchaba delicioso, pensar en los diferentes platos de comida solo hizo aumentar mi hambre. —Yo quiero la calabaza rebosada en pan.— Pedí seguidamente después del pez.
Vi al mesero marcharse y aproveché para echar un ojo al local y a los demás clientes. Me percaté que Kaido estaba bastante cómodo, ¿estaría más cansado de lo que parecía? —Imagino que has de conocer un hostal por aquí…— Dije tras demostrar un gran bostezo. No estaba tan cansado, pero después de comer sería ideal dormir un rato.
—Kaido, ¿crees que tienes las habilidades para ascender a chunin?— Pregunté, no conocía bien al tiburón, quería indagar un poco más en su forma de ser y pensar.
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Y así, de pronto, Keisuke metió las narices donde no debía. Pero como buen samaritano que era Kaido, él decidió responderle sin la necesidad de demostrarle su valía a través de medios más tangibles, como lo eran sus puños.
—Podría decirte que sí, pero realmente no lo sé con certeza. Verás, estoy plenamente convencido de que supero la media de habilidad en comparación con la gente de nuestra aldea, pero hombre... ¿sabes cuanto shinobi hay allí afuera en aldeas extranjeras, formándose sólo para patearnos el culo en el torneo, o en el examen a chunin?
Su gesto se torció, y demostró que aquello no era un juego de niños.
—Y con esa gente somos incapaces de saber si somos más fuertes, o no. Creo que todo dependerá de qué tan bien preparados esté el resto.
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Analicé cuidadosamente las respuesta de Umikiba, bueno entre lo que se podía, porque el aroma de la comida de los alrededores me tenía echa agua la boca, me preguntaba cuánto tiempo tardarían en traer nuestro pedido.
—No sé quienes han sido invitados al torneo.— Expresé refiriéndome directamente a los shinobis de Amegakure No Sato. —Pero estoy seguro de que dejaremos en alto el nombre de la aldea.— Comenté de forma como quien supiese lo que iba a pasar.
—Cuando lleguemos al Valle de los Dojos podríamos entrenar juntos,¿qué dices?— Lancé mi invitación. No sabía sí era por su apariencia, pero quizá él tuviera alguna habilidad especial y totalmente rara, era simple curiosidad, y sí lograba vencerlo quizá estaba a su nivel o como Kaido dijo, por encima de la media...
—Aquí sus bebidas.— El mesero dejó ambas tazas en la mesa y se retiró.
Rápidamente tomé la mía y le dí un pequeño sorbo, el suave y cálido sabor inundó mi boca, tenía un sabor agradable y el tarde unos segundos disfrutándolo. —Que rico...— Soltaron mis labios.
—Debo admitir que cuando te veía en las calles de la villa me llamaste la atención, por tú piel y cuando vi tus afilados dientes, llegué a pensar que tu personalidad sería tosca, no sé porqué...— Dije con sinceridad, no es que su personalidad fuera totalmente opuesta, pero era bastante tratable.
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Dejar el nombre de la aldea en alto, eso se lo podían dejar a él. De cualquier forma, no estaba de más contar con alguno que otro aliado dentro de los húmedos rincones de su propia aldea, así que estaba más que dispuesto a aceptar la oferta de Keisuke para que ambos entrenaran un poco una vez hubieran llegado a las famosas locaciones en el interior del Valle de los Dojos.
Luego, después de probar sus bebidas, su interlocutor aprovechó el hiato para arrojar una interrogante que poco había escuchado el escualo. Y es que Keisuke pensaba que Kaido venía siendo un tipo de lo más tratable a pesar de los rasgos más característicos de su apariencia. El gyojin volvió a torcer el gesto, ligeramente disconforme y un poco decepcionado de sí mismo.
Keisuke tenía razón, había estado tratándolo mejor que lo de costumbre.
—Lo soy, soy un completo hijo de puta. Pero eres el tío más amigable y pendenciero que he conocido nunca y, además, pareces buena gente. No me supone ninguna diversión tocarle las narices a alguien así, así que... supongo que ésta es la versión buena del tiburón de Amegakure. Tienes suerte, con eso te digo todo.
Y, esa era su explicación. Pero lo cierto es que veía a Keisuke como una persona débil y pusilánime, que desde un principio aceptó sin reparo el plan de viaje de un shinobi extraño. Sin réplica, ni sugerencias, simplemente se adaptó a lo que Kaido había impuesto desde su llegada. Para él, no tenía sentido meterse con el joven Keisuke. Mientras le fuera de utilidad, claro está.
Entre sus dubitativas, poco después llegaron los platos. Todo lo que habían pedido, sin excepción, y también la cuenta con el total a pagar.
Así pues, el escualo se apuró a devorar —no había sinónimo, teniendo semejante dentadura— su comida, a tal punto de dejar las vasijas incluso más limpias que antes.
—¡Ufffffff! pero que bueno estuvo, coño.
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Kaido torció el gesto una vez más, por un momento pensé que había sido muy atrevido de mi parte dar aquella declaración, me preparé para escuchar algún tipo de insulto o queja por parte de mi compañero, sin embargo, quedé sorprendido con la sinceridad en que había respondido, aquello sí que no le vi venir.
En mi rostro se dibujó una sonrisa tonta, quizá Umikiba decía la verdad y le caí bien, su comentario me hizo sentir muy a gusto. —Que afortunado soy.— Llegué a comentar con un tono de satisfacción y un ligero rubor en mis mejillas. Esa sensación me hizo recordar un momento a Haze, ¿Qué estaría haciendo mi hermano en estos momentos?
Sin tener que esperar más, los platos llegaron a la mesa. Como de costumbre comí con calma, primero la sopa y luego el pan rebosado, intercalando con los sorbos a la taza de té. —Que apetito, creo que me ganaste jaja.— Reí al ver como el tiburón devoraba todo rápidamente, al contrario de mi.
Tardé un poco más que mi acompañante pero terminé, estaba satisfecho, toqué mi abdomen con mi diestra sobandole en círculos lentos. —Exquisito podría decir.— Complementé el comentario del pez.
Agarré la factura y tras observar el monto total dejé el pago en monedas, los metales quedaron como pisa papel sobre la cuenta.
—¿Y entonces? ¿Conoces un hostal por aquí?— Volví a preguntar por el alojamiento. Estaba tan lleno que aún no me levantaba de la silla, debía reposar aunque sea cinco minutos porque sentía que podría rodar.
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Mientras el escualo sacaba sus pavos de la cartera, e iba dejando unas cuantas monedas sobre la mesa; negó ante la interrogante de Keisuke. No tenía idea de si existía o no algún hostal en la ciudad, pero siendo que a pesar de ser un pueblo agricultor y cuya única única atracción eran sus famosas calabazas, Kaido tenía conocimiento de que allí se hacía un festival anual referente a sus siembras. Debían tener sitios de hospedaje sí o sí, y el mesero logró confirmarlo una vez observó la dubitativa de los comensales.
—Hay una posada cerca, saliendo; a un par de cuadras a la derecha. Accesible y bastante cómoda, os la recomiendo
—Ya escuchaste. Andando, Keisuke-san
Dejando su mitad paga, el escualo se levantó finalmente de su cómodo asiento y tomó la mochila de viaje, no sin antes terminar de beber su té. Posteriormente, movió su azulado trasero hasta los linderos exteriores de la Calabaza caliente, y se dirigió finalmente a la dirección que el mesero le había indicado, esperando que su compañero le siguiera en el trayecto.
Cinco minutos más tarde, lograron encontrar el asentamiento. Y mientras más se adentraban en el centro del pueblo, podían observar a pesar de la oscuridad del atardecer, que la zona se iba convirtiendo cada vez más elaborada y comercial. Hogares ligeramente más ostentosos que de los que habían visto en la entrada a Yachi.
El interior de la posada era agradable, luminoso y de temperatura aceptable. La recepción la atendía una dama cincuentona, quien trató de espantar los vestigios cansinos del sueño de su rostro para atender a los nuevos huéspedes.
—Dos habitaciones, de las más baratas que tengas. A no ser que mi compañero aquí tenga otros gustos y quiera pedir la suite presidencial para altas figuras como Kages y compañía —comentó, gracioso—. para salir a primera hora, mañana.
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A la final Kaido terminó pagando la mitad de la cuenta, acto que me pareció extraño pero no me quejé, puesto que así ahorraría un poco más, podría completar para el hostal... No obstante negativa del pez no dio otra opción que buscar por nuestra propia cuenta el lugar donde nos hospedaríamos o eso parecía hasta que nos hicieron una recomendación.
—Gracias, muy amable de su parte.— Sonreí en agradecimiento y agarré mi equipaje y sombrilla.
Seguí al tiburón hasta las afueras, la oscuridad se había apoderado prácticamente del exterior pero aún había iluminación suficiente. Tras caminar por las calles de Yachi noté la diferencia de las casa y locales, al parecer estábamos en una mejor zona, mejores fachadas, un paisaje un poco más agradable, aunque no pude evitar recordar las precarias condiciones que demostraron las primeras viviendas que vi.
—Buenas tardes.— Saludé, la educación por delante. Detallé el interior del local y era aceptable, tenía cierta calidez y un algo que no sabía que era que me agradaba. Sonreí ante la broma —No tengo objeción, solo será una noche.— Confirmé la información de Umikiba.
Dudé un momento y luego me llegó un pensamiento. —Sí tienen desayunos quizá sería adecuado que lo incluyan en la cuenta, así partimos directo, ¿no?— Propuse, lo único que tenía en mente era llegar a tiempo al valle.
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