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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Largos viajes le habían mantenido fuera de su aldea durante dos meses, aproximadamente. Dos meses en los que habría podido hacer al menos dos misiones, de las que hubiese sacado más experiencia y mejor provecho que de las aventuras que tuvo mientras hubo estado fuera. Y sin embargo, mientras andaba a paso firme hacia el imponente y altísimo edificio de la Arashikage, su sonrisa no podía ser más evidente, sin un ápice de remordimiento alguno.

Para el gyojin, todo aquello había valido la pena. Y Kaido no era de los que se retractase fácilmente. Nadie sino él mismo podía hacerse cambiar de opinión.

Pero las consecuencias de su ausencia estaban claramente escritas: si quería cumplir con todos los requisitos que la aldea imponía a aquellos que tuviesen la pretensión de participar en el examen de Chunin, tendría que mover el culo. Trabajar y trabajar, a paso firme; durante los meses siguientes. Sin descanso, sin vacile.

Empezando por la misión que estaba a punto de pedir, allí en el despacho de la oficina principal, a quien estuviese encargado durante esa mañana.

—Umikiba Kaido, del clan Hōzuki. Quisiera que se me asignase una misión, si son tan «jodidamente» amables.
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#2
Al Tiburón le recibió un joven que ordenaba de forma apresurada una montaña de papeles. Parecía bastante nervioso y sus manos —torpes— dejaban caer, involuntariamente, algún fichero al suelo de vez en cuando. Cuando esto sucedía, el secretario se limitaba a suspirar con desgana y a recoger los papeles para poder continuar con su titánica tarea de clasificación.

Vestía chaleco militar de color azul oscuro, clásico de Amegakure no Sato, y llevaba su bandana como pañuelo sobre la cabeza. Ante las palabras de Kaido, alzó la vista con sorpresa y contestó.

Ah sí, a tí te conozco —entrecerró los ojos con gesto analítico—. Pelo azul... Piel azul... Ojos azules... Sí, sí, diría que en efecto eres tú.

Por un momento dejó de lado la montaña de papeles que tenía sobre el escritorio y de uno de los cajones del mueble sacó un pergamino exquisitamente enrollado, cuyo sellado tenía serigrafiada la letra D.

Suerte, Umikiba-kun.



Resacón en Amegakure (Rango D)
Asignada a: Umikiba Kaido
Objetivo: Acompañar al señor Skippy en sus compras
Descripción: Un ciudadano de la capital ha solicitado la ayuda de los ninjas de Amegakure para que le acompañen en una serie de recados que debe hacer por la Aldea, dado que no conoce la zona y goza de salud frágil. Se ordena al gennin que se reúna con el cliente en el Centro Comercial del Distrito Comercial para atender y ayudar al señor Skippy en esta tarea.
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#3
El escualo recibió el pergamino, no sin antes observar con cara de póquer al dependiente. Decía conocerle y clasificó, además, sus rasgos más característicos. Pudo haberle respondido, desde luego, pero aquello no le supuso ninguna diversión. Por el contrario, tan sólo se dedicó a abrir el susodicho papel con el contenido de la misión y leyó, con detenimiento, las directrices del mismo.

Resacón en Amegakure (Rango D)
Asignada a: Umikiba Kaido
Objetivo: Acompañar al señor Skippy en sus compras
Descripción: Un ciudadano de la capital ha solicitado la ayuda de los ninjas de Amegakure para que le acompañen en una serie de recados que debe hacer por la Aldea, dado que no conoce la zona y goza de salud frágil. Se ordena al gennin que se reúna con el cliente en el Centro Comercial del Distrito Comercial para atender y ayudar al señor Skippy en esta tarea.

Se le achicaron los ojos, hasta que llegó a la parte de su tarea. Sonaba todo a que iba a ser todo un dolor de culo, pero no había de otra. Lo que sí le hizo gracia fue el Skippy, el tipo tenía nombre de gilipollas.

—Suerte, Umikiba-kun.

—Gracias, muchacho, gracias. Suerte tú con todos esos jodidos papeles de mierda.

***

Le tomó alrededor de veinte minutos llegar hasta el corazón del Distrito Comercial. El tránsito matutino era todo un coñazo para quien quisiese explorar la zona en horas tan tempranas, por lo que tuvo que disminuir el paso en ciertas ocasiones para así poder cruzar pequeños grandes grupos de muchedumbre. Pero cuando pudo dejar las áreas más contiguas al área de comercio, no le tomó demasiado tiempo poder llevar su azulado trasero hasta el famoso centro comercial.

Una vez dentro, se permitiría dar un buen vistazo al lugar, teniendo en cuenta de que era la primera vez que se encontraba en su interior. No es que Kaido fuera un fanático de las compras, o ese tipo de menesteres.

El primer inconveniente, y que quizá tuvo que haber meditado y esclarecido con el hombre que le entregó la misión; era el hecho de que no sabía el cómo lucía el señor Skippy. Aunque probablemente fuera un tipo de edad avanzada, o con algún vestigio que delatase su frágil salud, por lo que buscó en los alrededores siguiendo esos preceptos.
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#4
Cuando el gennin llegó al Centro Comercial, el lugar estaba abarrotado. A aquellas horas de la mañana no era extraño ver todo tipo de transeútes por allí; jóvenes, adultos, ancianos, hombres, mujeres y niños. Lo que fuera. El Centro Comercial de Amegakure surtía a sus ciudadanos de una gran variedad de comercios de todo tipo. Sin embargo, de lo que no iba a surtir a Kaido era de la visión de su cliente. Y es que, pese a que el muchacho había sido citado allí, el tal Skippy no aparecía por ningún lado.

El muchacho esperó y esperó, y volvió a esperar. El día se fue sucediendo mientras Kaido aguardaba en la entrada del Centro Comercial, paciente, a que el cliente hiciese acto de presencia. Afuera seguía lloviendo, como cualquier otro día.

Alrededor de las ocho de la tarde, ya anocheciendo, el gennin oyó un canturreo a su espalda.

«Labios blancos, rostro pálido,
respirando copos de nieve.
Pulmones helados,
sabor amargo...
»

La melodía era bastante pegadiza, aunque quien la estaba cantando no tenía en absoluto talento para ello. Si el Tiburón se daba media vuelta, encontraría al autor de la cancioncilla. Era un tipo algo más alto que él, ancho de hombros y vestido con un yukata azul oscuro, muy desgastado, y un sencillo obi dorado en torno a la cintura. Calzaba getas de madera, y sus pasos resonaban con cierto ritmo.

Esto me ha puesto contento esta noche, ¿puedo cantarlo otra vez? —preguntó, mirando a Kaido a través del cristal de sus gafas rectangulares.

El hombre debía rondar los cincuenta, tenía el rostro surcado de arrugas y una expresión un tanto indescifrable. Sus ojos eran de color azul claro, casi grises, y estaba casi completamente calvo. El poco pelo que le quedaba se agrupaba en los laterales de su cabeza y en la parte trasera, arriba de la nuca. Su voz era aguda y tenía o bien un acento muy extraño o bien dificultades para el habla.

«Luces apagados,
días terminados.
Intentando pagael alquileeeer...
»

Echó a reír y luego dió una calada al cigarrillo que sostenía entre los dedos de su mano derecha.
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#5
En un principio, el escualo se vio en la obligación de actuar conforme a lo estipulado: tendría que aguardar pacientemente a que el cliente llegara a las inmediaciones y fuera él el que le buscase entre el público, siendo que ninguno de los dos parecía conocer el cómo lucía el otro.

Y sin embargo, ese momento nunca pareció llegar.

Con cada hora que pasaba, la paciencia del gyojin iba agotándose poco a poco, filtrando su raciocinio a cuenta gotas y convirtiéndolo en una especie de bomba de tiempo que ya habría explotado si las circunstancias fueran otras. Pero algo le decía que tendría grandes problemas si llegaba a mandar todo a la mierda —y ganas no le faltaron— así que decidió esperar, y esperar, y esperar. Esa espera se convirtió finalmente en una rutina inacabable, en la que el propósito nunca se cumplió.

Por más atento que estuvo nunca logró hacer contacto con el tal señor Skippy.

***

La tenue luz del día comenzaba a esfumarse, y el anochecer tocó entonces la puerta. Era poca la gente que quedaba en los alrededores, así que el escualo decidió, finalmente, largarse de allí; con el rabo entre las piernas y sin poder quejarse de aquel épico fallo de la misión.

No obstante, antes de que pudiera partir; una melódica canción inundó sus oídos.

«Labios blancos, rostro pálido,
respirando copos de nieve.
Pulmones helados,
sabor amargo...
»

Kaido volteó en súbito, y presenció la fuente de aquella cancioncilla. Un hombre mayor, alto, que vestía un Yukata azul y hacía retumbar el suelo con sus getas de madera. De rostro palidezco, ataviado por el inminente paso del tiempo. Calvo, salvo por los costados de su cráneo que se negaban a dejar ir a los últimos vestigios de cabello.

Esto me ha puesto contento esta noche, ¿puedo cantarlo otra vez?

—Cántelo, báilelo, haga lo que quiera. El de la noche arruinada soy yo, no usted.

«Luces apagados
días terminados.
Intentando pagael alquileeeer...
»

No le iba a joder el buen ánimo al viejo, así que dio dos grandes zancadas y dejó atrás el humo venidero del tabaco quemándose en la boca de aquel melodioso hombre. Y sin embargo, antes de que Kaido dejase finalmente el centro comercial, se detuvo y giró en seco.

«No me digas que...»

—Oye, tú; ¿cómo te llamas? —le indagó directamente al fumador.
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#6
El hombre sonrió mostrando su dentadura; llamó la atención de Kaido que algunos dientes estaban recubiertos de una funda dorada. Los ojos grises del extraño personaje analizaron de arriba a abajo la figura de Kaido, deteniéndose en su bandana, y luego se pasó la mano libre por la calva y el pelo rubio pajizo.

¿Yo? ¿Cómo me llamo yo? —contestó, con aquel acento tan raro—. ¡Pues vaya ninja que no sabe cómo me llamo yo!

Dio otra calada al cigarrillo, aspirando tan hondo que parecía a punto de desmayarse. Luego soltó todo el humo de una bocanada, directa a la cara del Tiburón.

¡Skippy ha llegado!

La actitud del tipo era casi propia de un niño pequeño o quizás de alguien con problemas, pero en su mirada había un brillo sumamente extraño y astuto. Dio otra calada y luego arrojó el cigarrillo al suelo, aplastándolo con una de sus getas de madera.

¿Sabe qué pasa, mis fans, mi audiencia? —preguntó de repente, y aunque por sus palabras se podía entender que estaba dirigiéndose a un grupo amplio de personas, allí sólo estaban él y Kaido—. Yo espero que no me pasa nada malo... —añadió, llevándose una mano a la boca con gesto trágico—. Me siento muy mal después de fumar esta cosa llena de tabaco y ¡PETRÓLEO! ¡PETRÓLEO!

Luego se acercó al Tiburón, como si quisiera hacerle una confidencia.

Es mejor la marihuana, sí tío, la jodida verde.
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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#7
Y así, de pronto, se confirmó lo temido: Skippy hizo acto de presencia. Con horas de retraso, fumado hasta las metras y a unas cuantas caladas extras de perder la cordura. O esa era la sensación que transmitía, tanto por su forma de hablar como por cómo elegía comunicarse. Un comportamiento que se antojaba impropio para alguien de tan avanzada edad.

Tan cuerdo y lúcido como podría haber estado, gestó entonces unas cuantas palabras para la singular audiencia frente a él. Kaido supuso en ese instante que, probablemente, se tratase de un frustrado y añejo profesional del entretenimiento cuyas melodías nunca tuvieron trascendencia en el mundo de la música. Y que después del inminente fracaso, tan sólo se tenía a sí mismo y a sus letras.

Y a una peste a tabaco que no se la quitaba nadie, desde luego.

—Pues no sabría decirle si es mejor o no, hombre; no fumo. Además, ¿no está un poco mayor ya como para atosigarse los pulmones con tanto humo? —preguntó curioso, recordando el dato del pergamino en el que decía que la salud del solicitante era frágil. Frágil sus cojones —. no importa. Mire, me llamo Kaido, soy el shinobi al que le asignó su petición de misión a la aldea; y en vista de que decidió no aparecer por aquí en toda la jodida tarde, será mejor que nos apuremos en caso de que aún tenga que finiquitar sus recados. ¿Dígame, adónde necesita ir?

Cuando terminó aquella intervención, se sintió traicionado. Traicionado a sí mismo, por haber sido tan respetuoso. Después de que cumpliera con su misión seguro que tendría que revisarse dentro de los pantalones, a ver si sus azulados cojones aún estaban ahí.

«Por la plata baila el puto mono de mierda, ¿no?»
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#8
El personaje ensanchó aquella sonrisa bobalicona tras las palabras del shinobi. Como si de repente hubiese recobrado el ánimo que el darse cuenta de que fumar tabaco mataba le había quitado, Skippy dio una palmada de júbilo.

¡Sí, tío, síííí!

Luego se ajustó las gafas, que le caían por la nariz a cada poco, y dedicó otra mirada indescifrable al shinobi de Ame.

Necesito toxinas, hay que buscar a mi primo Yaimu. Seguramente está en Lindesvan —soltó de repente, dándose media vuelta y echando a andar hacia la zona de bares del Distrito Comercial.

A aquellas horas de la noche las calles principales del barrio de marcha de Amegakure estaban bastante abarrotadas, mientras que en los oscuros callejones circundantes sólo se podía encontrar gente que —comúnmente— era sinónimo de problemas. A una de estas callejuelas fue directo Skippy, argumentando que "había que acortar el camino". Así que allí se encontró el gennin de repente, junto a aquel tipo tan raro en mitad de un callejón únicamente iluminado por la farola que había al principio, en la esquina con otra calle más amplia.

Había un hombre. Sus rasgos no eran especialmente distinguibles en la oscuridad, pero era claramente un hombre; una figura alargada y negra, con la espalda apoyada en la pared del callejón.

Eh, amigo, ¿tienes hora? —preguntó desde su posición, sin dejar claro si se refería a Kaido, a Skippy, o a ambos.

El shinobi pudo oír un crujido a su espalda, y si se volteaba vería que un par de tipos más habían doblado la esquina del callejón y se les acercaban con andares apresurados.
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#9
Necesito toxinas. ¡Toxinas! como si el tabaco no le fuese suficiente. Fue allí que llegó a comprender realmente a quién le estaría trabajando durante la noche: a un snob fracasado víctima de sus propias adicciones cuya abstinencia le impulsaría a moverse en pro de conseguir lo que más ansiaba. Y así fue, intentando dejarle atrás poco después de afirmar que tenían que encontrar a su primo en Lindesvan, lo que fuera que significaba aquello.

El gyojin maldijo para sus adentros, intentando dejar sus prejuicios a un lado e intentando enfocarse en la misión que tenía por delante. Y por delante tuvo la fortuita oscuridad de callejones aledaños a los caminos principales, ruta que el señor Skippy hubo tomado para acortar el trayecto.

Bastó un solo cruce para encontrarse sumergido en un oscuro callejón, donde una de esas merdecillas malvivientes que hace vida en los bajos fondos les llamó la atención con una de las preguntas preferidas de criminales de baja monta. Pedir la hora, y pedir fuego era lo que más se escuchaba antes de que algún maleante intentara quitarte la cartera. Eso lo sabía cualquiera.

Y como si aquello no fuese advertencia suficiente, un crujido les advirtió que otro par se acercaba por la retaguardia, a paso apresurado. Kaido no tuvo más remedio que hacer gala de su apariencia, y de su posición: tal vez fuese combinación suficiente para salir al otro extremo en una pieza.

—Sí, compañero; es hora de que dejes de meter la nariz donde no debes —advirtió, mientras con la diestra empujaba a Skippy hacia el camino abierto. Siempre de espalda al viejo, con la mirada fija a la posición de los desconocidos, aunque ocasionalmente giraba la cabeza para percatarse de que nadie les flanqueara.

Porque si eso sucedía, estaban jodidos.
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#10
El tipo que había iniciado la emboscada con aquella pregunta tan inocente despegó su espalda de la pared del callejón y camino a paso tranquilo hacia la pareja que formaban Kaido y Skippy para cortarles el paso. Al salir de las sombras, el Gyojin pudo distinguir más claramente su rostro. Era un chico de no más de veinte años, pálido y rubio de ojos azules, con bastante mala pinta. Vestía con sencillez ropas muy desgastadas, y llevaba en el cinturón lo que parecía ser un tantō muy viejo.

¡Nojoda! Así que tenemos un valiente. ¡Patrón! —gritó, alzando la vista por encima del shinobi y su acompañante para dirigirse a los dos hombres que habían tomado la retaguardia de la pareja—. ¿No que aquí no nos gustan los tombos, ni que sean tan chiquiticos como este?

Ay, pues ahí sí te tengo que dar la razón, Doku. Es que estos malparidos ninjas ya no tienen respeto por nada, ¿sí o que?

La situación podía complicarse para Kaido. Se encontraba a mitad de un callejón estrecho, con un maleante delante y otros dos detrás. Éstos últimos no parecían llevar ningún arma, o al menos no a simple vista. El que había contestado era un hombre bastante alto y grueso, mientras que su acompañante era más bien delgado, como el llamado Doku.

De repente, Skippy alzó un puño con gesto furioso y ladró, escupiendo salivajos.

¡No te metes con el chaval, eh!

El gesto puso visiblemente nerviosos a los tres maleantes, que estrecharon un poco más el cerco. Doku se llevó una mano al tantō, sobresaltado, cuando el resplandor de una ventana cercana le permitió ver más de cerca las facciones del Tiburón.

¡La puta madre! ¿Pero de dónde saliste tú, maldito?
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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#11
Y jodidos estuvieron, cuando el rubio les cerró el paso; mientras los otros dos maleantes estrechaban las distancias con su avance. Luego, intercambiaron un par de palabras usando una jerga de lo más extraña, al mismo tiempo que se mostraban superiores ante una situación evidentemente desventajosa para el tiburón y su viejo protegido.

Éste último, sin embargo, no dudó en hacer alarde de su ciega valentía y alzó su brazo en un evidente gesto de desconcierto para con los tres mal vivientes. Kaido aprovechó aquello para olgar también una parte suya, protegida por la incipiente oscuridad que sólo se vio mermada unos segundos por el ligero resplandor de un ventanal cercano que permitió a Doku tener mejor visión del escualo, y sus facciones.

Kaido sonrió.

¡La puta madre! ¿Pero de dónde saliste tú, maldito?

—De la cama de tu vieja —y entre palabras, Doku se encontró de pronto con un músculo macizo y poderoso que salió de la oscuridad para impactarle con toda la fuerza del impulso directamente en el pecho. Aquello suponía haber venido del brazo derecho del escualo, pero no era sólo un brazo; sino uno hinchado hasta las venas con el agua de su interior.
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#12
La reacción de Kaido cogió por sorpresa a todos los presentes. Con los ojos como platos, Doku vio cómo el brazo del chico se inflaba y crecía hasta alcanzar unas proporciones imposibles. Con aquel martillo pilón de agua, músculo y hueso, el Gyojin golpeó a uno de los asaltantes.

¡La puta mad...!

El tipo se encorvó un poco al recibir el impacto en pleno estómago. Escupió un salivajo, abriendo muchísimo la boca y los ojos, y luego fue derribado por la fuerza del impacto. Cayó al suelo un par de metros más allá, tendido boca arriba, jadeando como si estuviese a punto de ahogarse —probablemente lo estaba—.

Los otros dos quedaron boquiabiertos. Claramente no se esperaban semejante fuerza en manos de un ninja tan joven, y desde luego no exhibida de tal modo. Skippy, por su parte, se echó a reír como un niño pequeño, dando palmas mientras no quitaba la vista del maleante moribundo.

Como por instinto, coraje o tal vez simplemente rabia, el otro flacucho sacó un filo de acero de entre sus ropas y trató de abalanzarse sobre Kaido. Era una acometida carente de técnica ni disciplina, pero el muchacho estaba de espaldas y una cuchillada en las costillas hería igual al guerrero más poderoso que al débil.

Sin embargo, una sexta persona hizo aparición en escena, dejándose caer desde una de las ventanas del callejón y aterrizando con el estruendo de una persona corpulenta. Con un potente puñetazo derribó al maleante que intentaba apuñalar a Kaido, y luego lo tomó en brazos para lanzarlo junto a su compañero ya noqueado.

¡Yim! —exclamó Skippy con júbilo—. Ese es mi primo —añadió luego, dirigiéndose al gennin—. Totalmente gay pero un monstruo.

El llamado Yaimu, o Yim, era un hombretón de al menos metro noventa, espalda ancha y melena castaña y ondulada. Saludó a la pareja con una inclinación de cabeza y luego se volvió hacia el tercer maleante.

Verga... —masculló el criminal—. ¡Oigan ustedes dos! Mejor que nos regresemos a la casita, allá les estoy esperando. ¡Háganle y no se demoren!

Ni corto ni perezoso, el tipo dio media vuelta y echó a correr.
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#13
Su impulsiva reacción había tenido el efecto deseado: su brazo impactó de lleno en el maleante, y su fuerza potenciada por las habilidades congénitas de su clan habían hecho mella en Doku, que quedó atolondrado a unos metros más adelante; luchando con su bilis e intentando encontrar una bocanada de aire que le aliviara el vacío en su estómago.

El apéndice macizo empezó entonces a decrecer tan drásticamente como su anterior crecimiento, mientras el escualo observaba tan atónito a la víctima de su movimiento que poco había reparado en que aún quedaban otros dos por enfrentar. Y es que fue ahí cuando cualquiera se habría dado cuenta de que aquello no fue una acción premeditada, ni mucho menos, sino un impulso de lo más grosero que revelaba a cara abierta la poca experiencia de un simple y mundano genin bravucón.

Quien habría recibido una clara apuñalada por la espalda —en realidad no, tan sólo le habría atravesado como aguja en algodón sin ningún tipo daño mortal, pero que de alguna forma le habría tocado la moral por no haber pensado en ello con anterioridad—; de no ser por la heroica aparición de un sexto participante, quien atravesó el ventanal y embistió como toro enfurecido al que planeaba herir al gyojin con su navaja.

Kaido pudo oír aquel estruendo y ver además como la corpulencia de aquel nuevo invitado hacía de aquel callejón un lugar mucho más estrecho que antes. El hombre macizo agachó la cabeza, poco después de que Skippy revelara que se trataba de nada más y nada menos que de su primo Yim.

O Yaimu, o del homosexual de Lindesvan.

«¿Por qué esta gente habla tan raro? ¡¿qué clase de jerga de submundo es ésta, joder?!»

—Para casita, sí. Muévase, Skippy, ¡vamos!

Una vez el viejo se hubiera movido, él también echaría a correr en dirección al grandote de Yim.
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#14
Resuelto el conflicto, sólo quedaba decidir qué hacer con los dos criminales noqueados por Kaido y Yaimu. O Yim. Si el gennin sentía la llamada de la justicia y se veía tentado a procesarles por los cauces establecidos bajo el gobierno de la Aldea, descubriría muy pronto que Skippy tenía otros planes para con los muchachos.

Yim, primo, tú te encargas, ¿eh? —ordenó con un tono repentinamente autoritario y totalmente impropio del cómico cincuentón que había parecido hasta el momento.

El mentado asintió sin decir palabra y, usando sus brazos gruesos como troncos, se echó encima a los dos maleantes; sólo algún gemido de dolor ocasional permitía deducir que todavía estaban vivos. Luego, sin despedidas ni más preámbulos, echó a andar hasta desaparecer tras la oscuridad de la esquina del callejón.

Skippy, por su parte, recobró aquel aire de chalado feliz apenas su primo hubo salido de escena. Se volvió hacia Kaido, sonriendo como un bobo, y aplaudió con gracia.

¡Pues vamos! —echó a andar, pero de repente se detuvo, volteándose—. Oye mis fans, mi audiencia, ¿tienes un poco de marihuana? La jodida verde, tío, sí. Las toxinas.

»No sabe dónde se puede conseguir un poco de... Titanium Haze. ¿Eh? —añadió, con una sonrisa picarona y un guiño de su ojo derecho tras aquellas gafas ridículas.
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#15
Si fuera por él, hubiera dejado los cuerpos de los vencidos maleantes ahí mismo donde los tres cayeron a manos de Kaido, y Yim. Aquella rápida paliza sería suficiente estímulo como para que cediesen de sus malas intenciones y les dejasen tranquilos, si es que la dulce siesta les dejaba despertar antes de que acabara la noche.

El ahora autoritario Skippy, sin embargo, ordenó a la mole a encargarse del asunto, y éste atendió con la fuerza de sus musculoso cuerpo al encargo. Tomó a los infractores del suelo, depositándolos sobre sus hombros como un simple pedazo de tela ligera. Luego se perdió en la oscuridad del otro extremo del callejón, dejando a Kaido con su contratante, que hasta ahora no había sido más que problemas y más problemas.

Cuando echó a caminar, y volteó en súbito; el gyojin no pudo hacer más que bufar hastiado.

»Yo no soy de aquí, no sabe dónde se puede conseguir un poco de... Titanium Haze. ¿Eh?

—Por las tetas de Yui-sama, Skippy-dono, si sigue buscando esa mierda que usted fuma seguro que nos vamos a meter en otro problema. Al menos que tenga otros cuatro Yaimus esperándole en cada callejón en el que metamos las narices, le aconsejo que deje la María para mañana. Hemos salido por los pelos.

El hozuki era consciente, no obstante, de que el extraño personaje no iba a ceder a sus demandas. Era un tío extraño que poco caso haría al clamo de seguridad de un simple crío. Tendría que seducirle con algo más, al menos hasta que se le pasaran los efectos de lo que llevaba ya en su organismo.

—Mire, tengo una mejor idea. ¿Por qué no lo llevo a uno de los famosos karaoke del Distrito?; siempre hay cerveza, lindas mujeres y una gran audiencia. Puede cantar su rola, ya sabe... labios blancos, rostro pálido; intentando pagá el alquiler.

»¿qué dices?
—le tuteó, para hacer de aquella propuesta algo más personal.
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