Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Zaide —le respondió Katame. Ese era el nombre del bandido que debía matar—. Con suerte —agregó—, estará demasiado ebrio como para que te pregunte por nada, ni se dé cuenta de nada.
Mientras Katame hablaba, Koko se dio cuenta de algo. Le costaba mantener la transformación. Más de lo normal. Se encontraba débil y con la mente fatigada, tras apenas haber dormido en toda la noche —si es que había conseguido siquiera pegar ojo—, y con el estómago vacío desde el día anterior. Además, quizá porque todavía sufría algunos efectos de la droga, sentía la mente embotada, tardando algo más de lo común en procesar la información que le llegaba a los oídos.
—¿Algo más? —preguntó Katame, impaciente—. Porque ese sello no va a tardar una hora en estallar —le advirtió.
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«Zaide… »se repitió a sí misma en un intento por grabárselo en la cabeza, al menos por ahora.
Definitivamente no tenía mucho tiempo para perder, no porque Katame estuviese insistiendo con lo del explosivo que le había pegado a ella en la pierna, sino porque el estómago volvía a rugirle y con eso la capacidad de concentración se le iba, por no mencionar lo fatigada que estaba ya sea por apenas haber dormido como por los efectos de la droga.
—No —respondió vagamente.
La verdad era que sí, tenía una última duda pero seguramente no se la responderían y justamente tenía que ver con aquello por lo que había accedido a ayudar a aquel hombre. El sello.
De cualquier manera, la falsa Yume pronto comenzó a caminar en dirección a la novena puerta que le habían indicado anteriormente, en teoría, allí debía de encontrarse con el tal Zaide y con algo de suerte podría matarle sin necesidad siquiera de entablar diálogo con él.
Koko se dio la vuelta, y entonces sintió una señora nalgada en el culo.
—Pues venga. —Había sido Katame—. Que si te apuras todavía podemos divertirnos un poco más —le soltó, con una sonrisa lobuna dibujada en el rostro.
Luego, a no ser que aquel gesto la hiciese detenerse, Koko subió, sin prestar atención a las celdas que había a su izquierda, y, por tanto, averiguar qué había en ellas. El sonido de sus pasos le recordó al que, muchas horas atrás, había oído a la verdadera Yume cada vez que salía de su celda. Tras subir las escaleras, empezó a recorrer el largo pasillo, con puertas a la izquierda y nada a su derecha, ni siquiera una barandilla en la que apoyarse. Seis, siete, ocho…
Al fin, llegó a la novena puerta. Notó un olor dulzón tras ella, que le empapó el olfato nada más abrió la puerta, como si de pronto se hubiese zambullido en una piscina llena de perfume líquido. La estancia estaba iluminada por una tenue luz azulada, debido a las lámparas de papel de color azul que colgaban en lo alto de las paredes. Había una mesa redonda en el centro, una cama a la izquierda, y un armario a la derecha. De frente, y tras la mesa, su objetivo.
Zaide.
No fue hasta verlo que se dio cuenta de la música de fondo. Una melodía suave y melancólica, triste, surgida de las cuerdas de una guitarra. No era como la que había visto tocar a Datsue, sino mucho más gruesa y ancha, de madera. Zaide pareció percatarse de su presencia, porque rasgó la última cuerda y el sonido se apagó como la voz de alguien siendo estrangulado.
—¿Qué haces aquí?
Apenas era capaz de distinguir su rostro, o su figura, envuelto como estaba en la penumbra y su túnica. Lo que sí pudo apreciar es que estaba sentado, en lo que parecía un trono de piedra, con la guitarra entre sus manos. Lo que más le llamó la atención, sin embargo, fueron sus dientes. Unos dientes azules, que brillaban en la oscuridad como si fuesen neones fosforescentes.
Koko —que siempre se la había dado bien medir distancias—, apreció que entre ella y la mesa había seis metros, y que entre la mesa y Zaide otros seis. La mesa, por su parte, medía tres metros de diámetro. Es decir, quince metros separaban a verdugo y víctima. A ejecutora y reo. A asesina y sacrificado.
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«¡Hijo de…! »pensó al sentir aquel golpe que aparte de sacudirle la carne, le provocó un intenso dolor con el que la técnica casi se esfuma. Una suerte que luego de frenarse en seco se viera en la posibilidad de mantener el control. «Cuando te distraigas te reviento »se dijo a sí misma antes de seguir la marcha.
Lo último que quería era seguir cerca de Katame, persona sencillamente despreciable a quien no iba a aguantar por mucho más tiempo, aunque claro, el tipo la tiene contra la espada y la pared así que tendría que hacer un buen papel.
Una jodida lástima que ante la primera pregunta del tal Zaide la chica se quedase completamente en blanco, puesto que no se había ni pensado lo que le podría preguntar ni mucho menos, cómo responder.
«Bueno, no entremos en pánico, pensemos un poco »Y con poco probablemente podría decirse que solo gozaba de unos dos o tres segundos. Tiempo más que suficiente para que la kunoichi abriese la boca y empezara a hablar alguna cosa que pudiese parecer lógica. Aunque por suerte estuvo consciente en el momento en que Yume regañaba a Kuma.
—Encontré al chico —respondió, fingiendo absoluta sinceridad y manteniendo el aspecto fiero que le había dicho Katame que debía de mantener.
Aunque por cierto motivo se mantuvo estática debajo del marco de la puerta.
La respuesta de Koko fue acompañada por el silencio. Un silencio opresivo, más angustioso a cada segundo que pasaba. ¿Habría colado su disfraz? ¿Le habría confundido con su nueva voz? Y, cuando ya parecía que la había cagado…
—Sabía que lo harías. —La voz de Zaide, rota, retumbó en forma de eco en la gran habitación—. Quítale lo que tenga de valor y déjalo en una celda. Ya les dejaremos ir cuando llegue el momento.
Como si hubiese dado por concluida aquella conversación, rasgó una cuerda de la guitarra.
—Y Yume —agregó, con la cuerda de la guitarra todavía vibrando—, échale un ojo a la cría, ¿quieres? Ya sabes como es Kuma...
Y otra nota musical. Y otra. Y sus dientes imbuidos en un azul fosforescente desaparecieron en la oscuridad.
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¿Había escuchado bien? ¿Zaide pretendía dejarles ir en algún momento específico? ¿Era por el que Yume se había encargado de cuidarla durante las últimas horas? De ser así, con quien debería de cooperar es con él y no con Katame, quien múltiples veces había ordenado a Kuma matarla cuando tuvieron la oportunidad, y culpa de quien ahora tenía algunas costillas rotas.
«Lo malo es que, se supone que soy una prisionera y él es uno de mis secuestradores, no puedo decirle que me escapé para matarle por orden de Katame, no me creería »pensaba mientras analizaba un poco la situación. ¿Qué podía hacer?
—¿Qué hay de Katame? Seguramente quiera cobrarse lo que la cría le hizo —preguntó aún desde la puerta.
Por algún motivo la kunoichi no se atrevía a moverse de su posición, había algo que le estaba impidiendo moverse. «¿Qué mierda hago yo ahora? Así estén dispuestos a liberarnos, no dejan de ser bandidos… »
La respuesta de Koko retumbó en la gran habitación, revotando en las paredes de piedra y volviendo hacia ella en forma de eco. Luego, se produjo otro silencio, esta vez más largo y pausado, que solo se vio interrumpido por el sonido de la guitarra al tocar suelo.
Parecía que Zaide ya no iba a tocar más.
—Cierra la puerta y acércate —pidió, con voz gutural.
Koko pudo apreciar que seguía sentado, esta vez sin nada entre las manos, pero la penumbra y distancia le impedía distinguir nada más allá de aquellos dientes azules…
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Por aquella reacción en el contrario, la rubia sintió en lo más profundo de su ser que la había cagado, ¿cómo? A saber, tal vez se le habría desentonado o dijera algo que no pegaba con Yume. En cualquier caso, la pecosa no tenía ninguna otra opción más que hacer caso a Zaide.
Entró a la habitación, cerró la puerta y se acercó al bandido de dientes azules.
Iba lo más atenta que podía, no despegaba la vista del contrario y no lo haría hasta estarse segura de que nada le ocurriría, o que tenía un ataque asegurado.
5/01/2018, 06:37 (Última modificación: 5/01/2018, 06:39 por Uchiha Datsue.)
Las pisadas de Koko, mudas por ir descalza, la aproximaron hacia su objetivo tras cerrar la puerta. Cuando llegó hasta la mesa circular, pudo distinguir varias cosas en ella. Primero, un enorme mapa de Oonindo, amarillento y viejo. Estaba marcado en distintos puntos, pero como sus ojos no se querían despegar de Zaide, no supo saber dónde. Solo apreció que había marcas. Con el rabillo del ojo también pudo apreciar que había un cuenco de madera, con una pasta viscosa y azulada en su interior. A su lado, una cajita de cartón, llena de lo que parecían azucarillos.
—¿Crees que no sé lo que estás haciendo? —preguntó Zaide, cuando la kunoichi había empezado a rodear la mesa para seguir acercándosele.
Ahora que estaba más cerca, pudo distinguir más cosas de él. Una túnica con capucha ocultaba parte de su cabeza, pero llegó a apreciar una barba descuidada y larga. No muy poblada, como si simplemente fuese un hombre de poca barba por naturaleza que había pasado demasiado tiempo sin afeitársela o recortársela. Tenía una nariz delgada, y no alcanzó a verle los ojos.
—Crees que no sé lo que intentas hacer, ¿huh?
Cualquiera que describiese a aquel hombre, no le haría justicia. Delgado, abrazándose a sí mismo como si tuviese frío, mientras tiritaba. Tenía la voz rota, de enfermo, y parecía débil. Muy débil. Y aún así…
… Koko sintió el peligro en él. No por ninguna razón lógica. Ni por nada en concreto de él. Simplemente… lo notaba. Era como estar viendo a un viejo perro de pelea apaleado. Viejo y apaleado, sí, pero tras sus labios partidos seguía teniendo sus fauces, y su condición de derrotado tan solo lo volvía más inestable e impredecible.
Se había dado cuenta, definitivamente sabía que ella no era Yume y es que era jodidamente obvio si uno se lo ponía a analizar, así que Koko se vio obligada a retroceder un par de pasos en lugar de seguir acercándose al contrario.
Por algún motivo, a diferencia de Katame que físicamente era mucho más imponente que el hombre que ahora tenía delante, este sí le intimidaba, le daba suficiente miedo para ponerle las piernas a temblar y enmudecerla por unos momentos. Ya no tenía caso seguir con aquella farsa, ¿cierto?
Una nube de humo envolvió a la kunoichi y pronto reveló su verdadera apariencia, algo golpeada, con el bañador bastante roto —aunque la parte inferior no pudiese apreciarse a simple vista— probablemente el sello en el muslo interno sí.
—Yo… —dudó en si seguir, y a juzgar por el tono de su voz, estaba asustada.
«Espera, esto es cosa de la droga, ¿verdad? Entonces, ¿por qué…? »¿se sentía tan atemorizada? ¿o por qué estaba sintiendo tan intensamente tanto el hambre como el dolor por solo respirar? O también, ¿por qué sentía semejante molestia en el culo?
Pero a pesar de todo ese malestar que estaba sintiendo tan real, sintió la imperiosa necesidad de confesar el motivo de su pequeña visita.
—Katame dijo que no lo notarías —confesó al tiempo que bajaba ligeramente la cabeza y giraba un poco la pierna donde tenía pegado el sello explosivo—. Aunque supongo que no me iba a dejar libre si llegaba a matarte —añadió, más temblorosa que antes.
Lo último que esperaba a estas alturas era algo de compasión por parte de aquel bandido, por si fuera poco, si Katame se enteraba de todo lo que estaba ocurriendo allí adentro seguramente detonaría el sello y —como mínimo— fijo que Koko se quedaría con una pierna menos.
5/01/2018, 07:23 (Última modificación: 5/01/2018, 07:26 por Uchiha Datsue.)
¡Pluf!
—Yo…
Hubo un breve momento de desconcierto en Zaide, como cuando un shinobi recibe un tremendo golpetazo en la cabeza y por unos segundos queda desorientado.
—Katame dijo que no lo nota... —No le dio tiempo a terminar la frase.
Cuando su mente logró procesar todo lo que había ocurrido en aquella milésima de segundo, ya había pasado. Primero, distinguió un brillo rojo moviéndose en la zurda de Zaide. Un anillo en su dedo corazón, que junto al resto de dedos ahora envolvía un mango de madera. Luego, desperezándose de aquel aire cansado y derrotado, como si tan solo hubiese sido un disfraz, se irguió como un resorte. Lo tercero, encadenado a una velocidad vertiginosa, fue que echó el brazo hacia adelante como un rayo, y Koko sintió una repentina ráfaga de aire pasándole por un lado de su rostro. Se oyó el sonido de algo clavándose a sus espaldas, y varios mechones sueltos de su cabello cayeron como hojas otoñales. Algo los había cortado.
Si miraba atrás, distinguiría en la puerta que acababa de cerrar una Nage Ono clavada en ella.
—Huh… —Zaide miró a su mano, confundido, como si no pudiese creerse que hubiese fallado a tan corta distancia. Fue entonces cuando Koko distinguió sus ojos. Oscuros. Negros como un pozo sin fondo—. El jodido tenía razón —dijo, extrañamente calmado, como si no hubiese estado a punto de enviarla al Yomi. Se tambaleaba ligeramente de un lado a otro, como un civil al subir a un barco por primera vez, como si le costase mantenerse en pie.
»No me di cuenta.
Y oír aquello de su propia voz pareció perturbarle todavía más que haber fallado el tiro.
La velocidad con la que ese hombre se movía y la forma de hacerlo lo volvía sumamente impredecible, aunque siendo realistas, ¿quién era Koko? Básicamente una kunoichi que no hizo más que limpiar retretes y buscar animales perdidos desde que se graduó en la academia. Cierto, participó en un torneo, pero todos los participantes tenían más o menos su mismo nivel y por si fuera poco, no hubo en ningún momento peligro real.
Ahora las cosas eran muy distintas, tanto que la rubia, muy temblorosa y lentamente giró la cabeza y pudo apreciar un hacha clavada en la puerta, que dicho sea de paso, había cortado varios cabellos suyos lo que dejaba en claro cuan cerca le había pasado.
Con la misma lentitud con la que se había volteado, regresó la mirada al bandido. Evitaría tanto como le fuese posible realizar movimientos bruscos, lo último que quería era alertarle.
—Me mandó a matarte… —le dijo sin más tapujos—. Me puso el sello para asegurarse de que no me escaparía —añadió, esta vez señalando su pierna con una mano, que también movió muy despacio.
Hizo una ligera pausa para intentar recuperarse, aunque sea un poco, pero teniendo a Zaide tan cerca le costaba horrores evitar el contacto visual con tan perturbador personaje.
—Y supongo… —la voz le falló por un instante, ya ni sabía cuánto llevaba con eso pegado en la pierna—. Supongo que explotará dentro de poco.
Mientras Koko hablaba, le miraba a los ojos, y aquello no hacía sino ponerla más nerviosa todavía. Describir aquellos ojos era como describir las aguas de un río. Al principio, en su nacimiento, el agua era pura y cristalina. Luego, corría rápida, cayendo en algún punto en forma de cascada y formando espuma, enturbiándose. Finalmente, moría en el mar, tranquila y transparente. Eran visiones muy distintas, ¿pero acaso no era la misma agua? ¿El mismo río?
Lo mismo sucedía con sus ojos. Negros, pero con un brillo de viejo zorro, de astucia. Astucia que de pronto se enturbiaba, como si algo los nublase, y le hiciese mirar a otro lado. Luego, sus pupilas se dilataron, como asustado.
—Ahora no… —dijo, y cuando Koko miró en la misma dirección que él lo hacía, no vio nada. Le estaba hablando a la maldita pared—. Ahora no —repitió, haciendo un gesto con la mano, como si tratase de espantar a un pajarillo.
Volvió a fijar la vista en ella, y por un momento, pareció volver a recobrar la cordura.
—Así que vienes a matarme, ¿huh?
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No iba a preguntar nada al respecto, literalmente, no estaba en posición de hacerlo e incluso si sintiese curiosidad por ello, el temor que sentía se lo impediría. En lugar de abrir la boca, permaneció en absoluto silencio a la espera de lo que pudiera llegar a venirle.
Como otra pregunta que la descolocó. «Pero si acabo de decirlo »pensó, aunque no por haber escuchado aquella pregunta cuya respuesta ya había dado anteriormente iba a dejar de sentirse intimidada por él.
—A eso había venido —confesó temerosa—. Pero fijo que yo seré la que termine muerta.
Si no era Zaide quien la ejecutaba, seguramente lo haría Katame, ya no tenía esperanzas, y para empeorarlo todo, estaba olvidándose de la idea de que todo aquello fuese parte del efecto de la droga, después de todo, lo que sentía en su cuerpo era demasiado real y coincidía hasta cierto punto con lo último que había visto antes de tragarse la píldora. Eso sí, recordaba que era Kuma quien estaba dispuesto a violarla y no Katame.
5/01/2018, 08:29 (Última modificación: 5/01/2018, 08:33 por Uchiha Datsue.)
Tras la respuesta de ella, Zaide aspiró lentamente por la nariz, tomando una gran cantidad de aire. Casi al instante después, tosió. Un repentino ataque de tos que le hizo expulsar espumarajos de sangre por la boca. Se le notaba que algo andaba mal con sus pulmones, ya no solo por eso, sino por el extraño ruido que producía cada vez que tomaba una gran bocanada de aire. Sonaba a roto.
Cuando su pecho dejó de sacudirse violentamente, recobró la postura, aunque seguía teniendo los hombros ligeramente caídos. La miró de arriba abajo, no con lujuria, sino simplemente con ojos analíticos. Como si estuviese evaluándola.
—Quizá —respondió al fin, con voz débil—. Pero antes veamos quién eres.
Nada más decirlo, el ojo derecho de Zaide cambió de color. Su pupila se transformó en una pequeña estrella totalmente negra, de seis puntas, y alrededor de éstas, envolviéndolas, seis pétalos, de borde negro y fondo rojo. Fuera de los pétalos sus ojos también se habían vuelto del color de la sangre. Era un color que Koko conocía muy bien —y a la vez, por la negativa de su pareja y también de su compañero—, que desconocía en gran medida.
Era el color del Sharingan.
De pronto, el mundo a su alrededor se apagó. La luz se desvaneció. El olor dulzón se transformó en algo insípido, inodoro. Ni siquiera había nada ya que la sostuviese. Flotaba en un espacio negro, vacío. Poco a poco, fue perdiendo la conciencia de su propio cuerpo, de sí misma…
… olía a flor de cerezo. A Uzushiogakure. A su casa.
¤ Genjutsu: Nise no Omoide ¤ Falsos recuerdos - Tipo: Apoyo - Rango: A - Requisitos: Uchiha 80, Mangekyō Sharingan - Gastos: 60 CK, divide regeneración de chakra - Daños: - - Efectos adicionales: - - Sellos: - - Velocidad: Muy lenta - Alcance y dimensiones: -
Gracias a la experiencia sufrida con una droga llamada omoide, Zaide ideó una forma de imitar sus efectos. Reproduciendo sonidos y sensaciones que evocan en el cerebro un recuerdo, hace que su objetivo los rememore dentro de la ilusión y se los muestre. Zaide no es capaz de elegir un recuerdo en concreto, pero sí un tipo de recuerdo (feliz, nostálgico, triste…).
Además, siempre y cuando haya presenciado el recuerdo (ya sea a través de esta ilusión o porque fue partícipe), Zaide es capaz de replicar con exactitud dicho recuerdo en el Genjutsu, y, llegado al punto que desea cambiar, modificar la ilusión para que suceda lo que él desee. Esta ilusión es repetida en la mente del afectado centenares de veces, en bucle (5 turnos mínimo), logrando sobrescribir el verdadero recuerdo con la ilusión en la mente del afectado.
La eficacia de la técnica depende de la diferencia entre la Inteligencia de Zaide y el afectado:
+20: Se cumple
+10: Se cumple, pero el rival rememora retazos borrosos de sus verdaderos recuerdos a través de los sueños.
±9: El rival rememora sus verdaderos recuerdos a través de los sueños, aunque sin saber distinguir entre el verdadero y el falso.
-10: El efecto se cumple durante la trama, pero el rival, tras rememorar sus verdaderos recuerdos, es capaz de discernir entre el verdadero y el falso.
-20: No se cumple.
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