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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Si ya le metía miedo con solo estar ahí parado, cuando comenzó a escupir sangre le metió aún más miedo, después de todo, se estaba muriendo alguien delante suyo sin que ella lo tocase y para colmo, se retorcía de formas grotescas a la vez que su cuerpo emitía algunos ruidos bastante perturbadores. Si ella pensaba estar mal por tener un par de costillas rotas, él seguramente estaba a punto de morirse.

Pero, cuando parecía a punto de desplomarse, se recuperó, la miró y afirmó que tal vez sobreviviría según quien sea ella así que… «Al carajo »pensó ya más que resignada.

Justo después de que aquel pensamiento cruzase su cabeza, tuvo un pequeño dejavú, es decir, otra vez el jodido sharingan delante suyo aunque este era muy distinto y tan pronto como lo vio, se volvió a sentir drogada hasta el punto en que incluso su sentido del olfato se vio alterado.

Ahora… ¿por qué sentía el aroma de los cerezos de Uzushiogakure? Aquellos viajes cósmicos iban a dejarla muy tocada como no pararan.

Al momento en que Koko abrió los ojos, lo que pudo ver fue al que todo su clan llamaba viejo, ese mismo hombre que la había condenado a ser una simple criada y que estableció aquellas ridículas normas dentro de la mansión Sakamoto.

Estaba él, a su lado la mujer que trajo al mundo a más de medio clan bastante decaída y a cada lado bien alineados estaban los nueve shinobis de la familia, todos enfrentados a ella quien —vistiendo aun el uniforme de criada— tenía en una de sus manos una bandana shinobi.

Estaba en el momento exacto en que el viejo la expulsaba del clan por ir en contra de sus designios, el momento en que por fin conseguía la libertad de hacer con su vida lo que se le antojase a pesar de haber nacido en una familia tan… particular.

Justo después de la sentencia, Koko —ahora Kageyama— se retiraba dejando que las puertas se cerrasen detrás suyo sin el más mínimo ápice de remordimiento ni rencor. Era feliz ahora que no tenía que dedicarse a limpiar una y otra vez la misma habitación, ahora podría limpiar lo que se le antojase y… «Coño, llevo una eternidad sin limpiar nada »
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De haber podido ver el rostro de Zaide, Koko hubiese sabido lo mucho que le desencajaba aquel recuerdo. O que le sorprendía. ¿La razón? Probablemente, la kunoichi jamás hubiese llegado a adivinarlo, si bien, como todos los buenos acertijos, la respuesta era complicada por su extrema sencillez. Y es que Zaide…

… conocía a sus hermanos.

O los había visto, más bien. Ni siquiera con sus propios ojos, sino a través de otros. Los había visto a través de los recuerdos de otra persona, tal y como ahora los veía a través de los suyos. Y si su mente no le estaba jugando una mala pasada… juraría que eran los Sakamoto. Una familia que, según Yume, estaba podrida de dinero.

Pero aquella cría… Estaba siendo expulsada por su propia familia. ¿Algo definitivo? Tenía que averiguarlo. Con un control preciso de chakra, empezó a sugestionar en la mente de ella un recuerdo feliz. Bonito. Esperando a ver con qué se topaba…
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



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Fue extraña la sensación de ver su vida pasar a máxima velocidad.

Poco después de revivir el momento en que fue exiliada, la visión de Koko dio un salto abrupto hasta otro momento en particular, ese día justo después de todo el lío de la muerte de Zoku cuando ya estaba junto con Hideo y Hiromasa bastante seguros de que no habrían más ataques.

En otras palabras, dos figuras que Zaide había visto en el recuerdo anterior se repetían una vez más.

Lo importante en sí no era el momento que pasó con ellos dos, más bien, lo que vino justo después, cuando aquellos dos se retiraron luego de recibir un mensaje a través de un cocodrilo mensajero.

Uno de sus últimos encuentros con Uchiha Akame.

Lo recordaba todo con lujo de detalles, el momento en que el chico aparecía completamente agitado y sudado luego de tirarse el día entero corriendo por la aldea buscándola hasta que luego de entablar conversación por un par de horas decidieron… pasar a otra cosa.

Tal vez aquello sería demasiado detalle para el gusto de Zaide, pero eso se sacaba por meterse en la mente de una kunoichi de pocas ideas.
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El sueño mostrado a Zaide cambió. Koko estaba en un lugar muy distinto al anterior, alejada de los lujos y el espacio tan abierto como lo era su mansión, para reducirse a lo que parecía un pequeño piso de alquiler. Estaba junto a dos de sus hermanos. La tranquilizaban. Le aseguraban que todo iría bien.

Eso significaba que, pese a ser expulsada, seguía en contacto con parte de su familia. Eso estaba bien. Si de verdad se llegaba a plantear pedir un rescate por ella, ahora sabía que pagarían. Muy probablemente.

Luego, sin embargo, y de no haber estado sumergido en la ilusión, hubiese puesto los ojos en blanco. Quizá si contemplase aquel recuerdo desde los ojos negros de aquel chico que ahora suspiraba sobre él, hubiese permanecido un poco más…

Fuera…

… pero no era el caso. Como una página al pasarse, la imagen de aquel chico de nariz torcida se fue, dando paso a otro recuerdo. Ahora Zaide buscaba un recuerdo muy concreto y reciente: la de Katame traicionándole. Siempre había sabido que aquel cabrón tenía demasiadas ansias de poder, y que le culpaba de todo. De la caída del grupo, de la muerte de su mujer… Él también lo hacía, pero nunca creyó que tendría los cojones de intentar matarle.

Con cierta facilidad, hizo que la mente de Koko se empapase con el olor de Katame. Con su aliento. Con su ojo negro como el ónice clavándose en ella. Con su sonrisa lobuna. Y a su vez, la mente de Koko le correspondió, mostrándole el recuerdo más vívido que había tenido con él…

… solo que aquel no era el recuerdo que Zaide buscaba. Ni el que esperaba.


• • •

Koko estaba apresada por las muñecas con unas cadenas, semiinconsciente y con los ojos entrecerrados. La Koko que había vivido el recuerdo se encontraba semiinconsciente, sí, pero la Koko que ahora lo rememoraba lo veía todo con mucha claridad. Con demasiada claridad.

Katame le lamía y mordía los labios, el cuello… los pechos. Le toqueteaba con los dedos en sitios donde no debería. La usaba, en el sentido más sucio de la palabra. Entraba en su interior sin que ella pudiese ofrecer resistencia, entre gemidos de placer. Aquellos gemidos…

… se le colaban en el corazón como la punta de una daga afilada.

La escena era tan grotesca, tan inhumana, que llegado a cierto punto, el sueño se rompió como un cristal haciéndose añicos...


• • •


… porque su ejecutor no pudo continuar.

Roto el Genjutsu, el Mangekyō Sharingan de Zaide dio vueltas sobre sí mismo, hasta finalmente dar paso a las tres aspas normales. Permaneció callado, con la mirada ligeramente apartada, como si estuviese... avergonzado.
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Recordar aquel día estaba bien para Koko, aunque claramente hubiese preferido mantener aquello como algo entre Akame y ella, un recuerdo personal y privado al que nadie debiera de tener acceso y ahora, Zaide, un integrante de la banda de criminales que la había secuestrado lo veía todo desde sus propios ojos.

Claro que prefirió interrumpir el recuerdo cuanto antes, después de todo, lo único que veía era al Uchiha de nariz ganchuda en lugar de alguien más agraciado, o mismo una chica. Lo malo era que el bandido tuvo la gracia de meterse en un recuerdo del que la Kageyama por así decirlo no había participado. Al menos no estaba completamente consciente y eso explicaría ciertos malestares que sentía actualmente.

Dichos imágenes explicaban bastante y coincidían perfectamente con los plazos en que la mente de la chica se había ido lejos.

Claro que no le agradaba en lo más mínimo, era algo que hubiese preferido se quedase en su subconsciente como parte del efecto de aquella droga que había consumido y no como algo que realmente ocurrió, pero Zaide había decidido lo contrario y ahora, a pesar de seguir bajo el efecto del doujutsu, la rubia temblaba notablemente y de sus ojos comenzaron a brotar lágrimas que en un abrir y cerrar de ojos ya se estaban deslizando por sus mejillas.

La cosa empeoraba con cada segundo que pasaba, la intensidad de las acciones de Katame aumentaban y con ello el malestar de Koko.

Se sentía sucia, sentía náuseas y el estómago se le revolvía. Hubiese vomitado seguramente de no ser porque no tenía nada en el estómago.

Hasta que finalmente, el de dientes azulados la liberó al fin y ella no pudo mantenerse por más tiempo de pie.

La pecosa se desplomó sobre sus rodillas en el mismo instante en que fue liberada del genjutsu. Se cubrió el rostro con ambas manos y se encogió tanto como pudo en un intento por ahogar su silencioso llanto.

Eso era lo único que podría apreciar Zaide en ese momento, si se atrevía a mirar a la joven kunoichi, claro está.
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Por unos segundos, el llanto de la kunoichi y la respiración quejumbrosa de Zaide fue lo único que se oyó. Estaban muy cerca el uno del otro, y al mismo tiempo, un mundo entero les separaba. Un mundo de culturas opuestas, de distintos estilos de vida, de diferentes pérdidas. Pero, ¿acaso no compartían el mismo dolor, aunque fuese por distintas causas? Quizá comprendiendo eso, el Uchiha alargó una mano hacia ella, hacia uno de sus hombros. A medio camino, se detuvo, al ver lo mucho que le temblaba la mano. Aquel llanto…

Le recordaba tanto a…

No me mires así —murmuró de pronto—. No es mi culpa.

Si Koko alzaba la mirada, comprobaría que no la miraba a ella, sino de nuevo a algún punto de la pared.

Lo tuyo fue distinto… fue distinto —repitió con labios temblorosos, mientras retrocedía. Fuese lo que fuese lo que estaba viendo, le asustaba. Seguía teniendo el Sharingan activado, pero se veía que hacía tiempo no le ayudaba a distinguir la realidad de sus pesadillas. Parpadeó, y por un instante sus ojos volvieron a brillar de raciocinio.—. J-jodido omoide —masculló, restregándose los dientes con el canto de la mano para quitarse la pasta.

Tomó varios azucarillos de la mesa y se los tragó sin masticar. Luego, tomó una botella de agua y, en lugar de beber, se la echó directamente a la cara. Sacudió la cabeza y la botella se estrelló contra el suelo, derramando todo su contenido por el empedrado suelo.

Escúchame, niña. Escúchame —pidió de nuevo, y aunque Koko intuyó que estaba tratando de imprimir a su voz un tono de amabilidad, lo cierto es que no le salió muy bien—. Te llamabas Koko, ¿huh? Escucha, Koko, guárdate las lágrimas para después, ¿me oyes? No hay tiempo para eso. Si estoy en lo correcto, Katame está ahí fuera, esperando. Sabe que algo está yendo mal, porque te has pasado aquí demasiado rato. Así que ahora se está debatiendo entre entrar aquí y averiguarlo, o escapar con el rabo entre las piernas. Conociéndole como le conozco, hará lo segundo.

»Le detendré antes de que eso suceda. Pero yo no puedo matarle. Añádelo a mi lista interminable de errores. Un remedio que al final terminó siendo peor que la enfermedad —escupió a un lado—. Así que vas a tener que elegir: o le matas a él; o me matas a mí. Puedes confiar en mí y en que Yume llegue a tiempo para que ese sello se quede en un susto; o puedes confiar en él, en que te quitará ese sello cumplida tu parte, y que antes de eso no te volverá a… —no terminó la frase, pero seguramente Koko pudo imaginarse perfectamente a lo que se refería.

»Hagas lo que hagas, no dudes o estarás muerta.

Aquellas fueron sus últimas palabras. Su último consejo, antes de que la puerta se viniese abajo y, tras la gran nube de polvo que se levantó, surgiera la figura de Katame.
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Luego de todo lo que le habían obligado a recordar realmente pasaba de prestarle atención a esa persona, daba igual si se decidía a matarla, en serio, a estas alturas prefería que la mataran por todo lo que le estaba ocurriendo en tan poco tiempo y es que ya desde la pequeña misión que había completado con Datsue la estaba pasando fatal y ahora las cosas empeoraron de forma exagerada.

Seguía llorando tan silenciosa como podía y en el piso cuando Zaide terminó de entablar conversación consigo mismo —aunque Koko ignoraba esto último— y finalmente volvió a hablar directamente a ella, exigiéndole algo parecido a lo de Katame con la diferencia de que él le estaba dando a elegir e incluso dándole explicaciones.

La primera exigencia implicaba que se tranquilizase, ¿pero cómo? Ahora sabía perfectamente el motivo de aquel malestar y no le agradaba en lo más mínimo.

En palabras sencillas, la Kageyama no dudó ni un instante en lo que escoger.

—Déjame matarlo —respondió casi como una exigencia a la vez que alzaba la vista, mostrando una expresión iracunda aunque seguían brotando lágrimas de sus ojos.

Las palabras de la fémina tal vez no llegasen a oídos del Uchiha, justamente porque el tan mencionado bandido tiró abajo la puerta contradiciendo completamente lo que el de dientes azules supuso que haría. Curioso que así como él había fallado, ella lo había hecho con su compañero aunque este último… «Si no fue un sueño, estará en alguna celda »pensó mientras se ponía de pie y volteaba a ver al contrario.

Lo primero que haría sería hacerse a un lado, le correspondía a Zaide inmovilizar a Katame, aunque no por ello bajaría la guardia, después de todo aquellos dos están a un nivel muy superior al de la rubia.
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Quien no entendiese el poder de un Sharingan, diría que Katame estaba intimidado. Quien, en su lugar, lo hacía, comprendería que simplemente era precavido. Mantenía los ojos por debajo del cuello de Zaide, sin nunca atreverse a mirarle a la cara, sin nunca establecer contacto directo.

La expresión de Zaide, por otra parte, también podía resultar confusa. Quien no le conociese bien, como Koko, quizá creyese que era el rostro de un hombre que tan solo siente desprecio y furia. Quien por el contrario, le conociese, adivinaría algo más en su ceño fruncido. Y en las arrugas que se le formaban alrededor de los ojos. Y en su mandíbula, tensa. Era el rostro de un hombre contrariado. El rostro de un hombre que sabía que debía matar a su hermano, por su traición, pero que, una pequeña parte de él, todavía se revolvía en su interior, rebelde. ¿Acaso no dolía matar a un hermano, aun cuando éste le había apuñalado por la espalda? Quizá no compartía lazos de sangre con Katame, pero habían luchado juntos codo con codo en innumerables batallas. Habían compartido risas, comida y confidencias. Se habían salvado la vida demasiadas veces.

Te creía a kilómetros de aquí —dijo, con cada músculo de su cuerpo tenso. Ya no se balanceaba de un lado a otro como antes. Ya no le temblaban las manos. Ni el alcohol, ni las mujeres, ni el omoide. La lucha era su mejor droga. Le hacía sentir vivo.

Pasó por mi cabeza —reconoció Katame, que por un breve instante desvió la mirada hacia la rubia—. Llevarme al crío, ponerme uno de esos ojos de los que tanto presumes y vender el otro.

Zaide rio nasalmente.

Tu sueño hecho realidad.

Katame soltó una carcajada seca y sardónica, carente de cualquier tipo de alegría. Empezó a andar a un lado, y Zaide acompañó el gesto haciéndolo en sentido contrario, como si estuviesen en una especie de baile con movimientos muy marcados y definidos.

Sí… Pero ahí abajo, mientras esperaba, me di cuenta de una cosa —esbozó una sonrisa lobuna—: no hay nada que más desee en este mundo que arrancarte esa sonrisa de mierda a golpes. Pero veo que vosotros dos ya os habéis hecho muy amiguitos —resopló con fastidio—. No me sorprende. Siempre fuiste un genio manipulando a la gente. Eso no te lo puedo negar.

»¿Qué te dijo para convencerte? —preguntó a Koko—. ¿Qué fue esta vez? ¿Qué él, Zaide, el bandido más sanguinario que ha parido estas montañas, iba a dejarte libre? Oh, no, no, espera, ya sé. ¡Te dijo que te violé! —rio de nuevo—. Es eso, ¿a qué sí? Cagonmimadre, Zaide, hay que cambiar de repertorio. Siempre con la misma triquiñuela, ¿eh? ¿Te contó también que puede hacerte ver lo que quiera con sus Genjutsus, niña? ¿Qué puede incluso cambiarte los recuerdos? ¡¿Qué pudo haberte follado y luego ponerte mi cara en tu memoria para que creyeses que fui yo?!

»¡¿Mira mis brazos, joder?! —rugió, echando espumarajos por la boca de la repentina furia que le había invadido—. ¿¡Cómo iba a poder sostenerte siquiera!? ¡Estás eligiendo el bando equivocado! ¿Es que no lo ves?
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Había comenzado una especie de debate entre aquellas dos figuras, ambos considerablemente superiores a Koko quien, prefería mantener las distancias incluso de Zaide.

Lo peor estaría cuando el maldito Katame se atrevió a plantar la duda en la rubia, sobre la posibilidad de que él no la haya violado y que sea un recuerdo falso pero… eso no explicaría las molestias físicas, lo que sí lo explicaría era que Zaide en realidad se transformase en Katame e hiciera lo que ella recordaba que ocurrió.

En cualquier caso, no podía fiarse en ninguno de los dos.

—Claro que me jode que me hayan violado, sea quien sea, pero tú fuiste el que me puso el jodido sello y tú ordenaste varias veces a Kuma que me matara —le espetó, bastante fastidiada—. Le estuviste dando la orden antes de que intentase nada incluso —añadió, antes de que refutase—. Y ahora dices lo de mi compañero, ¿por qué mierda tendría que plantearme el confiar en ti? ¿Por qué todavía no me volaste? ¿o por la posibilidad de que no hayas sido tú el que me violó?

«Y de todas maneras, no quita que los dos pertenecen al mismo grupo de hijos de puta, así que son el mismo tipo de mierda en distinta presentación »aquello se quedaría solo en su cabeza ya que si lo decía, seguramente los dos terminarían por matarla de la peor manera, o torturarla, da un poco igual ese último detalle.
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¡Pues claro que mandé matarte! —escupió, fuera de sí—. ¡Porque era lo que había que hacer! ¡Nos está persiguiendo una jodida mafia, no podíamos dejar testigos sueltos conocedores de nuestra posición!

Pese a hablar a Koko, Katame se mantenía concentrado en su contrincante. El cuerpo del tuerto se movía de un lado a otro, tanteando a Zaide, calibrando sus movimientos, mientras sus brazos colgaban de su cuerpo, inertes.

Pero, oh, ¿piensas que él es mejor? ¿Por no mancharse las manos? Oh, no, no, no. Tendrías que haberle visto en los viejos tiempos. Oh, sí. ¿Recuerdas esos días, Zaide? Por aquel entonces olías a sangre. Te bañabas en ella. Bebías de ella. ¿Y luego qué? Nos arrepentimos, ¿eh? Y nos inventamos el jodido Código, fingiendo ser unos bandidos honestos, y aquí como si no hubiese pasado nada, ¿eh? Ah, pero claro, cuando hay que ensuciarse las manos, dejamos que Katame se ocupe, y miramos a otro lado… ¡Hipócrita de mierda! —le escupió—. ¡Koko, todavía estás a tiempo, piénsalo! Soy el único que sabe desactivar ese sello explosivo, ¡y la cuenta atrás está llegando a su fin!

Es un farol —intervino Zaide, que hasta el momento se había mantenido en un silencio perturbador—. No le pusiste ninguna cuenta atrás, ¿huh? Mis ojos todavía pueden ver a través de ti, cabrón.

Katame se detuvo, perplejo, y de pronto… empezó a carcajearse. Una risa aguda, tan estridente y alargada que por un momento pareció quedarse sin aliento. Aquella, al contrario que las otras, sí parecía haber sido una risa de verdad.

Entonces, con voz exageradamente aguda y burlona, soltó:

Mis ojitos todavía pueden ver a través de ti —rio—. ¡Cagonmimadre, Zaide, quién te ha visto y quién te ve! ¡Deja de hacer el ridículo por al menos un minuto! —ladeó el rostro—. ¿Qué tal esa pulmonía, por cierto?

En esta ocasión, fue el turno de Zaide para detenerse. Le miraba con ojos entornados, como si no entendiese a qué venía aquella pregunta.

Oh, ¿no te diste cuenta? ¡Y eso que ves a través de mí! —Otra carcajada, más corta y seca—. Esos cigarrillos que siempre llevabas… Oh, y luego con el omoide fue todavía más fácil. ¿Acaso no fui yo quien te introdujo en esa droga? ¿Acaso no fui yo quien te la suministró? ¿No te pareció raro enfermar justo después de eso? ¡Me decepcionas, Zaide, me decepcionas!

Tú…

Sí, yo… ¡Yo! Un veneno imperceptible, indetectable. Lo suficientemente mortífero para hacerte enfermar, pero no lo bastante como para matarte. Quería que te hicieses a un lado, dejarme a mí al mando. Oh, pero no por lo que estás pensando, cabronazo. Quería lo mejor para nosotros, ¡para el grupo! Tú te habías endiosado demasiado. ¡Tenías demasiado ego! Robarle a Dragón Rojo… ¡a quién se le ocurre! ¡Si me hubieses hecho caso todavía seguirían vivos! ¡Todos! Pero eres como la peste. Todos los que se juntan contigo mueren. Como lo hará esta niña. Como lo hizo tu hermana…

El silencio que se produjo fue tan tenso que el aire que separaba a aquellos dos shinobis parecía vibrar, eléctrico. Los labios y las manos de Zaide habían empezando a temblar de pura cólera. Entonces, se oyó un chispazo, y una armadura eléctrica le recubrió. Quizá Koko la conociese por alguno de sus hermanos, era el Raiton no Yoroi.

No sigas por ahí… —una gota de sangre se deslizó desde su fosa nasal.

Katame, lejos de dejarse impresionar, agrandó su sonrisa.

¿Cómo? ¿Es que no le contaste a Koko como murió tu hermana? ¿Cómo la usaste? Cagonmimadre, Zaide, ¡pero si esa es una historia digna de contar! Verás, Koko, todo empezó…

Todo empezó con un silencio, justo el que se produce cuando se ve un destello en el cielo, antes de que el trueno retumbe en la tierra. Koko oyó dos gritos de guerra entremezclándose en uno solo. Un destello negro en la diestra de Katame. Un aura púrpura, que materializaba lo que intuyó eran unas costillas alrededor de Zaide. Se oyó un golpetazo tan grave y profundo que tuvo que taparse los oídos.

Luego otro, y se acabó. Así de rápido. Así de corto y breve. El combate no había durado ni cinco segundos.

Zaide yacía contra la pared, medio tumbado. Tenía la boca empapada en sangre, y respiraba de manera tan quejumbrosa que hasta dolía oírlo. Parecía que en cualquier momento iba a emitir su último suspiro.

Katame, por otra parte, permanecía en una estocada interminable. Tenía el brazo medio alzado, con una katana negra de mango a filo, apuntando al aire, inmóvil, como una estatua de piedra. Unos hexagramas negros le recorrían la piel. Koko reconoció la técnica al instante: era la misma que Datsue había aplicado en ella tiempo atrás. El Jigō Jubaku no In.

M-má… ta… le… —logró farfullar.
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Los dos seguían su conversación, y por algún motivo insistían con meterla a Koko cuando ellos mismos lo dijeron, son bandidos fingiendo tener algún tipo de honor. Sean o no ciertas las historias de Zaide, no dejaban de ser lo que eran, como mínimo, secuestradores e indudablemente mucho más fuertes que ella como para que pueda plantearse el hacer algo, literalmente, solo podía quedarse mirando y fruncir el entrecejo ante cada cosa que se le contaba.

¿Qué más le da la historia de uno o del otro? ¿Cómo se utilizaron mutuamente entre integrantes de la banda y cómo hallaron su fin? Ella está condenada, no importa si ayuda a uno o al otro, es más que seguro de que la van a terminar asesinando de todas formas, total, son dos bandidos.

—Da igual lo que escoja, yo de aquí no salgo viva —respondió cabizbaja.

Ya luego de ello comenzaron a pelear entre sí, literalmente, ya no era un debate de niños idiotas que solo sabían provocarse sin más, ahora estaban peleando con toda la capacidad que tenían aunque eso tan solo duró unos segundos y los ojos de la pecosa apenas si pudieron percibir algo de todo eso. Así que… lejos de mostrarse realmente sorprendida, se encontraba atemorizada. «¿¡Tanto me la estoy jugando!? »pensó horrorizada, aunque era sabido que las probabilidades de que saliera viva de allí eran prácticamente nulas.

Lo peor era que ahora tenía ante ella una elección sumamente jodida.

Matar a Katame, el que recordaba la había violado mientras estaba drogada.

O matar a Zaide, el supuesto homicida desquiciado que le había metido recuerdos falsos.

Sin importar a quien matase, una vez que lo hiciese dejaría de serles útil a cualquiera de los dos, y eso significa que se librarían de ella al instante, no iba a poder ofrecer resistencia de ningún tipo.

En una situación así, la verdad es que mandar todo bien a la mierda es una muy buena opción, ¿cierto?

Incluso por las posiciones de ambos personajes podría ubicarse de modo que pudiera tener a ambos en la línea de fuego pero tristemente, el alcance de su técnica más potente no era suficiente para matarlos a ambos de una sola vez.

Siendo así, solo le quedaba una cosa por hacer…

Se acercó hasta la posición de Katame, justo entre ambos aunque curiosamente estaba algo alejada, total, no hacía falta que estuviese al alcance de su mano para poder asesinarle con aquella técnica.

—Haga lo que haga moriré —afirmó, en voz baja, tono tembloroso y algunas lágrimas recorriéndole las mejillas.

Alzó la diestra hasta la altura del pecho y formó una masa de electricidad que Katame muy bien conocería. Se había girado para mirarle directamente a los ojos, justo antes de hacerlo.

Estiró la mano y la electricidad tomó forma de lanza justo cuando Koko giró sobre sí misma usando un pie como eje. Pretendía utilizar esa misma lanza para atacar a ambos, dándoles el menor tiempo posible a reaccionar y comenzando por Zaide, quien se le antojaba mucho más peligroso si llegaba a zafarse a pesar de que era más que probable que Katame aprovecharía para atacarla antes de que se diese la vuelta al completo, después de todo, ella se había ubicado literalmente en medio de su camino aunque a un par de metros de distancia para así alcanzarlos a ambos con la misma técnica.


¤ Chidori Eiso
¤ Lanza Afilada de los Mil Pájaros
- Tipo: Ofensivo
- Rango: A
- Requisitos: Raiton 60
- Gastos: 72 CK
- Daños: 120 PV
- Efectos adicionales: -
- Sellos: -
- Velocidad: Rápida
- Alcance y dimensiones: La lanza tiene el ancho de la mano del usuario y alcanza los 6 metros de longitud
Esta técnica utiliza la transformación de la forma del chakra para transformar el Chidori original en una especie de lanza o espada de gran envergadura, que el usuario puede utilizar para atravesar a su rival o para realizar cortes sobre su cuerpo. Cuando el oponente es atravesado por la técnica, el usuario puede alterar la forma de la lanza para hacer surgir múltiples cuchillas adicionales que atraviesan al oponente desde distintos puntos.

Dice que puede utilizarse para realizar cortes así que supongo que un corte horizontal girando 180° es posible.
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Koko se enfrentaba, posiblemente, ante una de las disyuntivas más grandes de su vida. Su elección, quizá, no solo afectaría a su vida, sino también a la de Datsue, de quien todavía no había tenido noticias desde la última noche. Ante ella se abrían dos caminos y un atajo. El primer camino, matar a Katame. Ese quien —supuestamente— la había violado. Ese quien había ordenado ejecutarla sin dudarlo un instante. El mismo que le había puesto un sello explosivo, cuya cuenta atrás no sabía cuando terminaría.

El segundo camino era el opuesto: acabar con Zaide. Aquel hombre le había caído relativamente bien —todo lo bien que un secuestrador podía caerte— al principio, pero con la entrada de Katame, y sus acusaciones, la kunoichi ya no sabía qué pensar. ¿Había sido preocupación real la de aquel Uchiha? ¿O había fingido, llegando incluso a generar aquel recuerdo? Koko sabía —lo sentía— que la habían violado, pero llegados a aquel punto, y con todo el estrés que estaba sufriendo, ya no tenía claro quién.

El atajo, oculto, era el de huir. Ninguno de aquellos dos hombres se lo había sugerido, porque no les interesaba, pero, ¿qué le impedía realizar un Sunshin y escapar por patas? Su costilla rota hubiese sido un estorbo, sin duda. Por no hablar de que, de aquel modo, ni Katame desactivaría su sello, ni Zaide le proporcionaría la ayuda prometida mediante Yume, de quien había asegurado llegaría a tiempo para que lo del sello se quedase en susto.

La kunoichi avanzó, temblorosa, hasta situarse entre aquellos dos homicidas. Declarados honestos o no, no había duda de que aquellos hombres eran asesinos. Ella también estaba a punto de serlo, pero era distinto. Ella tenía la bandana de Uzu, y ellos tenían la suya propia rasgada. Esa era la diferencia entre el bueno y el malo, el héroe y el villano, el ninja y el bandido. Una raya cruzando el símbolo de tu Villa. O eso, al menos, hubiese dicho Zaide de haber sido preguntado.

Pero no, claro que no lo dijo. Para empezar, porque se estaba ahogando en su propia sangre. Y para finalizar, porque tenía cosas más importantes de las que preocuparse. Por ejemplo, que Koko acababa de…




hacer su propio camino.

Ni el que le había mostrado Katame, ni el que le había mostrado Zaide, ni el atajo oculto. Simplemente, mandó al diablo todo, y se introdujo en la maleza arramblando con todo.

Su movimiento fue tan sorprendente que hubiese pillado desprevenido a cualquiera. El problema era que Zaide… no era un cualquiera. Gracias a su Sharingan, siempre iba un paso por delante que el resto. Una ventaja que poco podía aprovechar estando tirado en el suelo como se encontraba, luchando por simplemente coger una brizna de aire. Se había dejado llevar por la ira, y había gastado demasiado chakra. En otros tiempos, aquello no le supondría más esfuerzo que el que le ocasionaría una pequeña carrera. Ahora, le mataba. Y aún así…

… seguía teniendo sus recursos. De pronto, la misma aura púrpura que acababa de ver segundos atrás se materializó alrededor de Zaide, con esas costillas que antes había intuido y ahora confirmaba. Su lanza de Raijin impactó de lleno en una de esas costillas, ya melladas, atravesándolas y cortando la piel del pecho de Zaide, pero no con la brutalidad con la que hubiese deseado. Su movimiento de brazo siguió, en un arco mortal, directo hacia Katame, quien ya exclamaba un grito de júbilo, victorioso.

Cuando la muerte se cernió sobre él, separando su cabeza del cuerpo, su sonrisa… se mantuvo. Sí, se mantuvo. Era la sonrisa de alguien que se creía vencedor.

¡Pluf!

Katame acababa de desaparecer en una nube de humo. Aquello no era más que un Kage Bunshin no Jutsu. Una broma del destino de mal gusto, como si se estuviese riendo de ella. Parecía que Zaide, en aquel caso, sí había acertado: Katame no había tenido los cojones de enfrentarse a él. Al menos, no directamente.

Koko oyó un grito lejano, distorsionado. Era la voz de… ¿Yume? Con todo aquel eco, no podía estar segura. Lo único de lo que estaba convencida es que había sonado lejos. Bastante. Lo suficiente como para que le diese tiempo a rematar al Uchiha antes de que llegase hasta allí.

El Mangekyō Sharingan de Zaide había desaparecido de sus ojos, dejando paso a su color negro habitual. Estaban nublados, desenfocados, y contemplaban algo en la lejanía. Sonrió. Una sonrisa que parecía una herida abierta, cayéndole sangre a borbotones.

Al final… soy yo… el que va a tu encuentro, ¿huh?




Fuerza: 40
Resistencia: 40
Aguante: 30
Agilidad: 60
Destreza: 77
Poder: 60
Inteligencia: 73
Carisma: 100
Voluntad: 80
Percepción: 60

PV: 300 - 50 = 250
CK: 320 - 75 - 32 = 213


• 50PV/Penetración Uchigatana Katame - 80PV Susano'o = +30PV

• (120PV + 20 Poder Koko) - (30PV + 60 Poder Zaide) = -50PV


¤ Susano'o: Kyōkaku
¤ Tempestuoso Dios del Valor: Costillas
- Tipo: Defensivo
- Rango: S
- Requisitos: Uchiha 85, Mangekyō Sharingan
- Gastos: 32 CK, +0'4X para regenerar una cantidad
- Daños: -
- Efectos adicionales: Defiende 80 PV, puede regenerarse X salud
- Sellos: -
- Velocidad: Instantánea
- Alcance y dimensiones: -
Susano'o es la tercera y última habilidad concedida por el Mangekyō Sharingan a aquellos que han conseguido despertar las otras dos, en el ojo izquierdo y en el derecho. Esta técnica crea, por fases, un ente gigante y humanoide que rodea al usuario, y que se convierte en su deidad guardiana personal. Sin embargo, su uso prolongado consume la visión del Uchiha a velocidad elevada, y el gran coste de chakra que conlleva pone en peligro su vida.

Durante la primera fase del Susano'o, el usuario es capaz de materializar las costillas del ente, protegiéndose a sí mismo de los ataques de los demás. Las costillas no impiden que cualquier cosa pase a través de los huecos entre ellas, pero el Uchiha es capaz de moverlas hacia arriba o hacia abajo para bloquear a su gusto, y el aura de chakra en sí misma bloquea armas y protege sin puntos ciegos la retaguardia, sólo siendo realmente vulnerable el usuario en la apertura delantera, de la que puede estar mucho más pendiente. Una vez materializado el Susano'o, si el usuario lo desmaterializa pero no abandona el estado del Mangekyō, puede volver a materializarlo sin coste alguno y con la resistencia que le quedaba.

¤ Raiton no Yoroi
¤ Armadura de Elemento Rayo
- Tipo: Apoyo
- Rango: S
- Requisitos: Raiton 80
- Gastos:
  • 75 CK activación, divide la regeneración de chakra
  • 14 CK por movimiento ultrarrápido
- Daños: -
- Efectos adicionales:
  • Agilidad+30, Percepción+30
  • Permite usar un movimiento ultrarrápido de 10 metros
- Sellos: -
- Velocidad: Instantánea
- Alcance y dimensiones: -
El ninja recubre su cuerpo con una capa de chakra eléctrico, que en lugar de ser utilizado para maniobras ofensivas, estimula el sistema nervioso del usuario. La técnica produce que las sinopsis neuronales transmitan la información con una presteza exponencialmente mayor, consiguiendo que la velocidad física y de reacción sean llevadas al límite. Combinando esta técnica con Taijutsu da lugar a una conjunción de estas conocida como Nintaijutsu.
[Imagen: ksQJqx9.png]

¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



Grupo 0:
Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 1:
Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80

Grupo 2:
Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 5:
Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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El ataque improvisado por la Kageyama había hecho blanco en ambas ocasiones, no como le hubiese gustado en el caso de Zaide, y mucho menos le gustó lo ocurrido con Katame cuando este se esfumó en una nube de humo. Cosa que en la cabeza de la chica solo podía significar una cosa.

—¿Cómo? —preguntó con la vista clavada en el lugar donde había estado el bandido.

Ya tenía los ojos hinchados de tanto llorar, pero pronto volvería a hacerlo cuando comprendió al fin que lo que acababa de hacer aseguraba completamente lo que le pasaría en breves momentos.

—No es justo —balbuceó mientras las lágrimas brotaban a montones, deslizándose por sus mejillas rápidamente para luego caer sobre el piso—. ¡NO ES JUSTO! —exclamó con todas sus fuerzas, casi desgarrándose las cuerdas vocales.

Era cuestión de tiempo a que Katame decidiera, de una vez por todas, detonar el sello que todavía tenía pegado en la pierna y, para rematar, en la lejanía la pecosa había escuchado el grito de alguien cuya voz se le antojó similar a la de Yume. Y si eso era verdad, entonces el eco podría significar que la última persona que podría haberla salvado acababa de ser atacada.

En palabras sencillas, la Kageyama acababa de firmar su sentencia de muerte al atacar a ese clon.

Poco le importaba el estado de Zaide, había comenzado a delirar y aunque lo intentase no iba a poder salvarle de ninguna manera, siquiera le prestó atención ya que estaba hablando de nuevo solo, como si se estuviese reencontrando con alguien desconocido para la kunoichi.

Por si fuera poco, ella ahora estaba completamente sola, en un lugar que desconocía al completo salvo por las celdas.

Las celdas, la prisión en la que la habían tenido captiva durante vaya uno a saber cuánto tiempo probablemente sería el mejor lugar para dar su último suspiro. No por cariño, sino más bien para morir en un lugar que definiera perfectamente el cómo murió. Como una rata abandonada.

La rubia comenzó a caminar, cabizbaja, sin dejar de llorar pero apenas emitiendo sonidos.

No intentó pensar en ninguna alternativa, no quiso siquiera plantearse el ir a buscar a Yume, si es que realmente la había escuchado. Estaba saturada ya por lo que le había estado ocurriendo en las últimas horas y sentía que la cabeza le estallaría si es que decidía ponerse a pensar en nada más así que…

…simplemente caminó, en silencio hasta la prisión, dirigiéndose justamente a la celda donde había estado atada hasta que el supuesto Katame la liberó.
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Mientras Koko deambulaba escaleras abajo, el grito que había oído antes se hizo más claro.

¡Zaide! ¡Zaide!

Era Yume, que corría a toda velocidad desde la otra punta de la cueva. A sus espaldas, un enorme fajo de telas envueltas, parecido a un ataúd, que tiró al suelo nada más ver a Koko, produciendo un sonido pesado al estamparse contra el suelo.

¿Qué ha pasado? —Los ojos color avellana de ella pasaron de Koko a la puerta abierta de la habitación de Zaide. No había rastro de Katame. Entonces, se llevó una mano al pecho—. No…

De un salto, alcanzó el pasillo colgado en las alturas y se internó en la habitación de Zaide, dejando a Koko libre. Si esta decidía continuar, terminando de bajar por las escaleras, vería algo curioso en la primera celda a su derecha. Alguien estaba pegado contra la pared, con las manos esposadas en idéntica posición en que lo había estado ella, y con la cabeza colgando, como si estuviese dormido…

… o muerto.

En seguida lo reconoció. Era Datsue.
[Imagen: ksQJqx9.png]

¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



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Grupo 2:
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Yume estaba allí, delante de ella pero no dijo absolutamente nada, apenas si la miró y antes de pensar siquiera en qué responderle, la mujer siguió su camino hacia la habitación en la que se encontraba Zaide.

Claro que podría regresar a suplicarle a la mujer por algo más de ayuda, pero no, ya mucho había hecho y aunque le suplicase, ella misma acababa de intentar matar a dos de sus compañeros.

En palabras sencillas, la Kageyama no veía posibilidad de que le fuesen a salvar la vida de ninguna manera así que siguió su camino hacia la prisión, donde pudo divisar una silueta conocida aunque le tomó unos momentos comprender lo que veía.

—Datsue… —murmuró con voz apagada.

Él estaba bien y no tenía nada que hacer allí adentro, incluso si estaba muerto era mejor dejarlo por libre así que lo que la pecosa haría después, era buscarse alguna ganzúa por allí cerca. Si no era con eso, tendría que recurrir otra vez al ninjutsu, aunque podía ser bastante peligroso si llegaba a fallar.
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