Desde el día en que la obligaron a formar parte de un equipo se había visto obligada a regresar constantemente a los dojos, para entrenar, para discutir alguna cosa o cualquier cosa que pudiera ser hasta trivial. Pero no le quedaba de otra, no podía negarse a cumplir con las órdenes de sus superiores aunque eso significase perderse reiteradas veces por la aldea y tener alguna que otra pelea con los animales que Raiden invocaba.
El hombre no le agradaba en lo más mínimo y sus compañeros… solo podía decir que Ralexion le agradaba, aunque habían tenido un encuentro algo incómodo la última vez y la pelirroja no era capaz de olvidarse de ello como para mirarle de nuevo a los ojos.
Sea como fuere, la de ojos blancos había acudido al llamado de su sensei y terminado el asunto que le pareció más bien una pérdida de tiempo, salió del recinto con la intensión de regresar a casa, cuestión que seguramente le llevaría más horas de las habituales.
«¿Para qué nos llamó? »se quejaba la pelirroja que a pesar de la molestia, seguía con su habitual mirada apagada y melancólica.
Era un bonito día a decir verdad, lógico considerando que ya estaban en primavera. La brisa que soplaba era cálida aunque no en exceso, el cielo estaba despejado y las flores de todos los arbustos y árboles ya habían florecido. Era todo muy bonito aunque Ritsuko pretendía aprovechar aquel día para dormir y perder el tiempo en casa.
Si es que nada ni nadie la interrumpía, aunque si no lo hacía alguien más, seguramente su sentido de la orientación se encargaría de obligarla a aprovechar el día fuera de casa.
Raiden se había tomado muy en serio su papel como sensei. Por un lado Ralexion agradecía la dedicación del chūnin, pero por otro se le antojaba molesto tener que estar yendo día sí y día también al lugar que el referido indicase a la hora señalada. ¡No gozaban de respiro alguno! «La vida de ninja es estricta, a veces echo de menos mis días en la aldea, por muy aburridos que fuesen...».
Pero la sesión de hoy acababa de finalizar y el muchacho podía respirar tranquilo. Se despidió frugalmente de Rika y de Raiden y abandonó el lugar a buen paso. Ya fuera del dojo observó a unos cuantos metros de él la inconfundible figura de Ritsuko. Se detuvo de inmediato y ladeó el rostro, rojo como un tomate. Durante los entrenamientos era capaz de dejar la mente en blanco y no verse incomodado por la presencia de la pelirroja, pero tan pronto cambiaba el chip y retornaba a una actitud normal le parecía imposible.
Pensó en esperar hasta que la muchacha desapareciese de su vista para emprender el camino de vuelta a casa. Sin embargo, terminó decatándose por la opción totalmente opuesta: aceleró el paso y se aproximó a ella. «¡Esto no puede seguir así...!», se dijo.
—¡Ritsuko! —la llamó.
Sin darse cuenta, Ritsuko en realidad estaba caminando en dirección casi totalmente opuesta, y solo casi por un par de grados pero lo importante era que no llegaría jamás a su casa si seguía yendo en esa dirección.
Pero siendo ella, prefería sumirse en sus propios pensamientos a intentar siquiera orientarse correctamente y fue así como un grito por detrás suyo la hizo dar un salto y reaccionar de una forma un tanto más exagerada de lo que el Uchiha se hubiese podido esperar.
La pelirroja se dio la vuelta y miró, la respiración se le notaba alterada y el corazón le latía de forma exagerada, sin mencionar que en su mirada se notaba el miedo que acababa de sentir. Aunque fue un alivio ver que era Ralexion quien la llamaba.
—Me asustaste —dijo tras suspirar.
Pero que la llamase solo podía significar dos cosas, y una de ellas involucraba a Raiden. La otra, que en ese momento le resultaba más que creíble, hizo que el rostro de la kunoichi cambiase para mostrarse bastante… penoso.
—No me digas que me equivoqué de camino .
La llamada del genin asustó a su compañera, y a su vez, el susto de la referida también hizo que el muchacho se sobresaltase. Una escena de lo más cómica —e irónica—, sin lugar a dudas. Ralexion recuperó la compostura de inmediato, avergonzado. Cuando Ritsuko le indicó que la había asustado, asintió.
—Lo siento, no era mi intención.
Entonces, el rostro de la muchacha se ensombreció sin motivo aparente. El Uchiha comenzaba a habituarse a sus formas de ser.
—No me digas que me equivoqué de camino.
Ralexion no había caído en la cuenta, pero ahora que se fijaba, su colocutora albergaba razón en su argumento fatalista. Entonces fue él quien suspiró.
—Sí, es por allí... —le indicó la dirección correcta— Pero no te he llamado para eso, aunque me alegro de haberte ahorrado varias horas de exploración indeseada. ¿Tienes un rato libre? Me gustaría hablar contigo.
Los dos se asustaron, pero los dos recuperaron la compostura, aunque Ritsuko pronto volvió a perderla ante el miedo de haberse equivocado de camino el cual rápidamente fue confirmado por parte de su compañero, haciendo que la pelirroja cogiese una rabieta en la que simplemente se despeinó empleando ambas manos.
—¡Así no se puede! —se quejó a sí misma, ignorando que por su accionar ahora estaba completamente despeinada, haciendo parecer que llevaba meses sin tocar un peine.
Tan pronto como ella terminó con su pequeña rabieta, Ralexion volvió a hablar, esta vez cambiando radicalmente el tema, o no tanto porque era de suponerse que de algo quería hablar y si bien la pelirroja suspiró, no lo hizo porque el chico la molestara, más bien porque no le gustaba depender de otros a tal grado de no poder regresar a su casa.
—Sí, estoy libre —respondió volviendo a mostrarse melancólica como era ya costumbre—. ¿Puedes llevarme a casa después? —consultó poco después.
Seguramente terminen por buscarse un mejor lugar para hablar, y si la sacaban de ese punto exacto de la aldea volvería a irse en una dirección distinta de la que la llevaría a casa.
—Claro, sin problema —hacer de guía se iba convirtiendo en una profesión secundaria para él— ¿Te apetece comer algo? Después de tanto entrenamiento estoy muerto de hambre, ¡invito yo! Y así no tenemos que hablar de pie.
Articuló sus palabras con toda la naturalidad que pudo a pesar de era un hervidero de nervios en su interior. Tras los últimos acontecimientos en casa de Ritsuko —precisamente el tema que deseaba tratar— se sentía incómodo en su presencia, como ya se indicó con anterioridad. Pues para empeorar todavía más el asunto, el Uchiha acababa de caer en la cuenta que su sugerencia se asemejaba enormemente a una cita.
Se cruzó de brazos, simple lenguaje corporal que indicaba sus vanas intenciones de escudarse de las presiones externas. Su expresión danzaba entre una media sonrisa nerviosa y una mueca de seriedad que fallaba cómicamente su objetivo de mostrarse impávida...
El chico sacó a relucir una propuesta de lo más seductora para la pelirroja que también sentía algo de hambre, aunque no al punto de que el estómago se pusiera a rugir. Aunque algo en el rostro del contrario no le terminaba de convencer y se notaba por cómo ella centró su atención en él.
—¿Te sientes bien? —preguntó, dejando en clara su duda a pesar de que siguiera con su mirada deprimente—. Te noto raro.
Aunque tal vez se deba a que estaba literalmente muriendo de hambre y su expresión era producto de un intento sobrehumano por controlar su estómago. A saber, pero la kunoichi terminaría por aceptar de una u otra forma.
—Si prefieres puedo preparar algo en casa, así no gastas dinero de más —sugirió, aunque ir a comer a algún otro lugar no le desagradaba tampoco.
—¡Sí, estoy perfectamente! —se apresuró a decir, nervioso— No te preocupes, de vez en cuando está bien comer fuera de casa, ¡vamos!
Asegurándose de que Ritsuko se mantenía bien cerca de él para no perderla de vista y que esta tomase una calle equivocada y quedaran separados o algo similar, el muchacho, con paso acelerado —tanto por sus sentimientos a flor de piel como el ardiente deseo de zanjar el tema con su compañera cuanto antes—, emprendió el camino hacia uno de sus restaurantes favoritos de la aldea.
—¡Aquí estamos!
Se trataba de un restaurante y asador de aspecto humilde pero muy hogareño. El cartel rezaba "Asadero Sunohara". La fachada estaba fabricada completamente en madera, como tantos otros edificios de Kusa, y no habían mesas en el exterior. La entrada no tenía puertas de ningún tipo, en su lugar habían dos cortinas noren típicas, de color amarillo, atadas sobre el umbral del establecimiento.
Ralexion pasó al interior, seguido de Ritsuko. El lugar se encontraba vacío a aquellas horas; el joven agradecía la tranquilidad de un panorama así. No tardó en salir a recibirlos la camarera, una jovencita que apenas llegaba al metro treinta, de ojos color ámbar y cabello tan azabache como el del Uchiha, relativamente corto y dispuesto en dos coletas a ambos extremos de este. Vestía con un uniforme de camarera tradicional de color crema sobre el que llevaba un mandil que le cubría desde el principio del pecho hasta las piernas.
—¡Bienvenidos, señores clientes! ¡Permítanme que le acompañe hasta su mesa! —les pidió tras reverenciarlos.
La chiquilla les llevó hasta el extremo opuesto del restaurante. El lugar podría describirse como un pasillo relativamente largo con varios cubículos separados por paredes de madera gruesa a mano izquierda, mientras que a mano derecha podía verse una barra y tras esta, en la orilla derecha del corredor, una puerta que muy probablemente llevaría a la cocina.
En cada uno de estos cubículos había una mesa baja estilo kotetsu, ubicada en el centro, con varios cojines sobre los que los huéspedes podían sentarse. Así mismo, el tarimado de estos espacios reservados para los comensales era de color verde y tenía una textura más suave que la madera del resto del local, similar al interior de una casa.
—Pueden sentarse aquí, señores clientes. En la mesa tienen la carta. Volveré en unos minutos para tomarles el pedido. ¡Espero que tengan una buena velada!
La pequeña camarera les reverenció una vez más y se perdió en el interior de la puerta tras la barra.
Ralexion se quitó las sandalias, las dejó descansar frente a la alcoba y se internó en esta, sentándose en uno de los extremos del kotetsu. Esperaba que Ritsuko se acomodase frente a él, al otro lado.
—Échale un vistazo a la carta, a mí no me hace falta —le indicó con semblante distraído—. Da igual lo que pidas, toda la carne que preparan aquí está para chuparse los dedos. Incluso puedes asarla tú misma si quieres.
Si Ritsuko hacía caso a la afirmación del kusajin, vería que en la carta se ofrecían platos de todo tipo, desde sopas, pescados, carnes asadas o rebozadas ya preparadas, etcétera. No obstante, la especialidad del sitio era el yakiniku, carne de ternera que el propio cliente asaba a su gusto en la mesa. El kotetsu no disponía de ningún artefacto que permitiese tal hecho, al menos a simple vista, pero de alguna manera debían de hacerlo...
La respuesta que el Uchiha le proporcionó estuvo lejos de convencerla porque se le notaba hasta en el tono de voz. Pero indagar en ello no tenía ningún sentido, si no quería hablar al respecto no podría obligarle y ya lo había aprendido en los anteriores encuentros que había tenido con aquel chico.
Simplemente se dejó guiar, caminando lo suficientemente cerca del contrario para asegurarse de que no le perdería de vista en algún tumulto y por suerte nada ocurrió.
Llegaron a destino, un restaurante que más de una vez había visto y recordaba haber visitado alguna que otra vez durante su infancia, pero los recuerdos eran muy vagos como para poder afirmar nada. Y de todas maneras, tan pronto como ingresaron una empleada los recibió y guió hasta un cubículo equipado solamente con una mesa y unos cojines. Era un ambiente bastante tradicional y agradaba a la pelirroja.
Antes de ingresar imitó a su compañero y se quitó el calzado, para luego tomar asiento en uno de los cojines que estaban en el lado contrario al que había ocupado Ralexion, así al menos quedarían enfrentados aunque Ritsuko recordaba bien que la última vez el chico le había exigido que se sentase a su lado. ¿Volvería a hacerlo?
—Échale un vistazo a la carta, a mí no me hace falta —no, no lo haría por lo visto.
La kunoichi asintió —con su semblante melancólico habitual— y tomó la carta para echarle un vistazo rápido. No quería tomarse demasiado tiempo indagando así que se decantaría por la especialidad del lugar, así de paso podría asegurarse de que la carne se esté bien cocida como a ella le gusta.
Con el pequeño trámite solventado, la joven de ojos blancos dejó la carta sobre el kotetsu y alzo la vista hacia su acompañante, buscando la mirada del contrario.
—¿De qué querías hablar? —preguntó algo temerosa.
En el fondo se hacía una buena idea del asunto él probablemente querría tratar, pero al no estarse segura prefirió callar y esperar a que él mismo lo dejase en claro.
Y así llegaba el momento de la verdad.
El joven ajustó su posición una vez más y tomó una gran bocanada de aire para acto seguido soltarla de una manera clara y sonora, denotando sin lugar a equivocación que se estaba preparando para algo duro, complejo e importante.
Algo como poner las cosas claras entre ambos.
—Ritsuko... —comenzó, como comenzaban todas las charlas sentimentales de peso— Me gustaría hablar sobre dos cosas: lo que pasó hace unos días en tu casa y lo que piensas sobre mí.
»En primer lugar me gustaría disculparme. La conversación no terminó precisamente bien y espero que me perdones por haber sido tan brusco con mis... acercamientos, así como que no tengas en cuenta que termináramos los dos de morros y yo me fuese sin despedirme. También me gustaría saber qué piensas sobre lo que te dije, que me gustas y eso... no sé si te interpreté mal, pero no me quedó claro... ¿no te gusto, verdad...?
Aquella pregunta se le hizo extremadamente amarga, pero el Uchiha se sentía obligado a capear la realidad en caso de que las cosas fuesen así. Trataba de hacer honor a la filosofía de que las decepciones era mejor pararlas con el pecho y sufrirlas cuanto antes para superarlas lo más rápido posible. Pero dolía, maldita sea.
Mas la pelirroja no gozó de tiempo suficiente para reflexionar lo que necesitase y armar una respuesta. Apenas Ralexion había finalizado su monólogo, la camarera irrumpió en el cubículo, cortando la atmósfera como si blandiese un cuchillo.
—¿Han decidido ya lo que van a tomar, señores clientes? —les preguntó con actitud y tono tan adorable que derretía el corazón del Uchiha.
—P-Pues yo sí... ¿y tú, Ritsuko? —articuló, avergonzado.
«No me digas que estaba escuchando...».
No dio más rodeos, en cuanto ella preguntó por los motivos de la invitación, el Uchiha lo soltó todo, dejando muy claras sus intenciones y dejando sin palabras a la kunoichi, quien todavía no estaba segura de absolutamente nada y no tenía una respuesta clara para no herir los sentimientos del contrario.
Con la mirada recorrió el lugar, estaba nerviosa y tenía cierto temor por encontrar los orbes ajenos que seguramente la estarían mirando fijamente a pesar de todo. Pero nuevamente la empleada llegó justo en el momento en que Ritsuko abrió la boca, interrumpiendo la escena para tomar los pedidos de ambos.
—El especial de la casa —respondió en un murmullo casi inaudible y con la vista en la mesera.
Tampoco se lo había pensado demasiado y no tenía idea de si le dejarían lo correspondiente a una persona o para más. En cualquier caso, el que pagaba era el chico y no ella.
Lo positivo de aquella interrupción era que la pelirroja ahora gozaba de tiempo extra para pensar mejor su respuesta, aunque hecha un manojo de nervios no pudiera pensar correctamente. «A ver, me gusta que me lleve a casa y también intenta cuidarme, ¿pero eso es que me gusta gusta o solo me gusta lo que hace y ya? »Tenía muchas más dudas como aquella pero no se tomaba las molestias de responder a ninguna, así que cualquier cosa podía llegar a salir de la boca de la kunoichi.
—Yo también tomaré el especial. Carne para dos, por favor —indicó con neutralidad pero deseoso de quitarse a la muchacha de encima cuanto antes.
—¡Entendido, yakiniku para ambos, marchando!
La nena se marchó con la misma celeridad que había aparecido. Ninguno de los dos genins era capaz de captar sus movimientos ya que el espacio del cubículo arrebataba la mayoría de la visión del pasillo de entrada, no obstante los fueron más que capaces de escuchar sus pasos acelerados así como sus gritos poco después.
—¡Onii-chaaan! ¡Yakiniku para doooos!
—¡Entendido! —gritó un hombre de vuelta; su voz mostraba signos de juventud— ¡Y te tengo dicho que no grites como una verdulera cuando tenemos clientes en el restaurante!
El Uchiha se limitó a sonreír con complicidad. Ya conocía de sobra el ambiente tan "especial" que solían crear la pareja de hermanos.
Retornó a la conversación casi de inmediato. Observaba a Ritsuko con la mirada fija y el corazón en un puño.
Una vez que la chica se marchó con la orden de ambos shinobis, ya no quedaba ninguna excusa para que la pelirroja no respondiese a la pregunta del contrario, ya no tenía tiempo para pensar ni tampoco nada que pudiera distraer al Uchiha de alguna manera. Solo le quedaba una cosa por hacer.
—Pues… Creo que sí me gustas —dijo temblorosa—. Eres de los pocos que se ocupan de mí y eso me agrada —alegó, como si fuese un punto adicional para el contrario.
Claro que la kunoichi seguía evitando el contacto visual y su rostro estaba tornándose excesivamente rojo, casi tanto como su cabellera y además, había tomado un mechón de su propio cabello con el cual se puso a jugar. Claro signo de nerviosismo y ansiedad.
Ralexion se puso como un tomate. Si la muchacha se consideraba nerviosa solo necesitaba echarle un rápido vistazo a su acompañante para ser consciente de que no era ni la única ni la más desasosegada.
—¡¿E-En serio...?! —cuestionó, incrédulo— ¿P-Pero no es solo porque cuido de ti, verdad...?
Ralexion no comprendía demasiado sobre el amor, pero sí que sabía —o creía saber— que se trataba de una sensación similar pero a su vez distinta a la que a uno le produce el estar con alguien que le cae bien o le cuida. Debía de ser una emoción extraña e incontrolable, además de que debía de ir unida a una indomable atracción física.
O algo así. Era lo que había ido captando con los años según otros de su entorno decían estar enamorados.
¿Y si Ritsuko se estaba confundiendo...? ¿Y si ÉL se estaba confundiendo...? Ah...
—Pues… Para mi significa bastante —intentó justificarse.
El hecho de que el Uchiha cuestionase aquello significó para ella que en el fondo no le agradaría que alguien guste de él por esos motivos, pero para la pelirroja significa mucho más que solo eso ya que con alguien cuidándola, no desperdicia tantas horas del día en dar vueltas innecesarias para llegar a un lugar en particular. Es decir, el chico le ayudaba muchísimo cada vez que la acompañaba a casa.
Por ese cuestionamiento fue que la pelirroja se encogió de hombros y bajó la mirada, mostrando nuevamente su habitual expresión melancólica.
—Imagino que no era lo que querías escuchar —alegó mirando al piso, a un lado de ella.
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