Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
31/01/2018, 18:13 (Última modificación: 1/02/2018, 17:46 por Uchiha Akame.)
Buenas a todos.
Antes de nada, gracias por participar. Espero conseguir que esto sea una experiencia gratificante para todos y al mismo tiempo una trama fluída, entretenida y llevadera.
Como ya os comenté a algunos, mi objetivo en esta trama es ofreceros una experiencia de combate según el sistema del foro (con sus barras de PV, CK, sus números y demás). Podéis verlo, más que como una aventura o historia, como un "tutorial" (no me gusta llamarlo así, pero bueh) sobre todo lo que se me ocurra relacionado con el combate en NinjaWorld.
Para empezar, en este post describiré el lugar donde estará ambientada la trama: el Dojo de Jade. Como resumen rápido, se trata de —como su propio nombre indica— un dojo-santuario creado por un ninja veterano ya jubilado, llamado Hisui-sensei, que ofrece sus enseñanzas sólo a determinados alumnos. La principal ventaja que existe respecto al entrenamiento que pueda ofrecer cualquier sensei de cualquiera de las Tres Grandes Aldeas es que en el Dojo de Jade se reúnen ninjas de todo Oonindo. Y por tanto, los alumnos pueden entrenar contra todo tipo de oponentes.
El Dojo está ubicado en un golfo de la Costa de las Olas Rompientes, en el País del Rayo, al Sureste de la Villa de las Aguas Termales. Esto quiere decir que se tardan 4 días a pie desde Uzushiogakure, 2 días y medio a pie desde Kusagakure y 5 días y medio a pie desde Amegakure. Tened esto en cuenta, aunque por supuesto vuestros pjs pueden haber venido en carromato, a caballo, en barco, etc.
En este turno inicial debéis hacer un post narrando la llegada de vuestros personajes al Dojo. Los motivos por los que hayan venido los dejo a vuestra elección (intentad ser coherentes con el trasfondo de vuestro pj a la hora de elegir una motivación), aunque aquí tenéis una lista de sugerencias:
- El pj ha recibido una invitación personal del Hisui-sensei para acudir a un curso de unos días en el Dojo.
- El pj tiene algún sensei/amigo/familiar influyente que le ha conseguido un boleto para pasar unos días en el Dojo.
- El pj tiene los recursos suficientes para pagarse un boleto y una estadía en el Dojo.
Sin más, finalizo recordando algunas normas básicas para asegurar que la trama sea lo más fluída, entretenida y llevadera posible.
- Los tiempos de espera son de 72 horas. Eso quiere decir que si en algún momento de la trama tardáis más de 3 días en responder de forma no justificada y/o sin avisar, quien sea (yo u otros usuarios) podrán saltaros el turno. Si esto se repite, seréis expulsados.
- No manipular a ningún NPC ni rolear elementos del escenario, clima, etc. Ceñíos a vuestros propios pjs.
- Por favor, tened en cuenta vuestros Atributos a la hora de interactuar con los demás pjs y con el entorno. Voy a ser especialmente quisquilloso con este punto.
¡A rolear!
Desde un rato antes de llegar, el majestuoso Dojo de Jade ya es visible, alzándose sobre las escarpadas paredes de acantilados de las Costa de las Olas Rompientes. No se trata sólo de un simple edificio a la vieja usanza, sino que su arquitectura tradicional —todo está construído utilizando, mayormente, madera— abarca toda una serie de edificios y lugares al aire libre que ocupan un buen tramo del golfo en el que está situado.
Lo primero que se puede ver mientras uno se aproxima por el sendero que bordea los acantilados de la costa es el muro de madera que delimita el recinto. El primer detalle llamativo, para los observadores avispados, es que la empalizada no parece haber sido construída colocando largos tablones —el muro mide más de tres metros de alto— unos junto a otros, sino que está conformado por lo que parece ser un único bloque de madera. El segundo; que no hay ni un sólo árbol en varios kilómetros a la redonda, como corresponde al paraje árido y seco de Kaminari no Kuni.
Este muro, que rodea todo el Dojo, tiene dos entradas, una al Oeste y otra en el Este. Cuando se atraviesa alguno de los dos arcos de madera tallada que delimitan estas entradas, se puede ver el interior del Dojo. Por el Oeste se encuentran, primero, el edificio residencial donde vive Hisui-sensei y donde habitan, también, quienes trabajan para él; fundamentalmente personal de mantenimiento, cocineros y también sus alumnos internos. En este edificio se ubican, también, las habitaciones para invitados. Se trata de una construcción de estilo tradicional que levanta unos asombrosos tres pisos sobre el borde de los pedregosos riscos de la costa. En el primero se alojan los invitados y alumnos externos del Dojo, en el segundo el personal de servicio y en el tercero el maestro con sus discípulos.
El edificio residencial es sencillo y humilde, pero elegante y acogedor al mismo tiempo. Dispone de cómodas habitaciones para los invitados y alumnos —consisten fundamentalmente en un cama, una mesa con una silla, una pequeña estantería, un armario ropero, una ventana que da al exterior del recinto o al patio interior de la residencia y un cuarto de baño individual—, una sala común muy amplia donde hay varias estanterías repletas de libros de diversos temas —historia de Oonindo y de los países, de las Aldeas, del Ninjutsu...— varias mesas y sillas para sentarse y leer, y demás. En el centro, además, hay un pequeño jardín interior con un estanque de agua corriente salpicado de coloridas carpas. A los lados, escaleras por las cuales se sube a los pisos superiores.
Frente al edificio residencial hay un descampado vallado, especialmente preparado para el entrenamiento al aire libre. Dispone de varias pistas para practicar con diverso material; muñecos de madera, un circuito de obstáculos y demás.
Hacia el Este del recinto se alza el imponente Dojo de Jade, propiamente dicho. Se trata de un dojo tradicional de un sólo piso construído en madera y ribeteado con detalles de color verde aguamarina, el mismo que lucen las brillantes tejas de su techo. El inmenso edificio está dividido en varias áreas y habitaciones separadas por tabiques y puertas de papel de arroz sumamente conservadoras.
Frente a la cara Sur del Dojo, alzándose imponentes sobre el risco del acantilado y sobre las olas que golpean con fuerza las columnas de madera que las sostienen, hay varias plataformas de entrenamiento. El viento y el agua castigan de forma inclemente esta zona, por lo que el combatir y practicar en este lugar añade un considerable extra de riesgo y fatiga para cualquier alumno.
Primera Flor, Primavera del año 218
Ya era casi mediodía cuando el anciano maestro descendió los escalones de madera de la entrada del edificio residencial con la mirada fija en el horizonte. El viento de Primavera —que en aquel lugar no solía ser cálido, sino más bien frío y desagradable—, amortiguado por las altas murallas de madera que rodeaban su hogar, le alborotó las rastras gises y blancas que le caían, largas, por los hombros y la espalda. Llevaba un kimono color marrón caoba, adornado con motivos florales de colores verdes y ribeteados de hilo dorado. En la cintura, un obi amarillo claro y en sus pies, unas viejas getas de madera.
Aquella mañana de Primavera lucía soleada, algo común en aquella época del año, cuando ya dejaban atrás el mal tiempo del Invierno. Incluso allí, en mitad de la Costa de las Olas Rompientes, la llegada de épocas más cálidas era recibida con buen grado.
Hisui-sensei, el respetado Maestro del Dojo de Jade escrutó el sendero a Este y Oeste con sus ojos verdes, siempre tan llenos de serenidad y la sabiduría que sólo una vida larga y llena de experiencia puede conferir. Estaba esperando a una nueva hornada de jóvenes y prometedores alumnos que deseaban buscar en él los conocimientos que en sus respectivas Aldeas no podían obtener. Para Hisui no era algo excepcional; cada año recibía muchos estudiantes con el mismo propósito. A algunos los entrenaba, a otros no. Pero siempre aprendía algo.
«Estos, de momento, llegan algo tarde. Y ya he limpiado el dojo cuatro veces. Ah, así es imposible dejar de fumar», pensó el viejo sensei mientras metía una mano dentro de su kimono. Sacó una pipa con algo de tabaco chamuscado y una caja de cerillas. Se puso el artilugio entre los labios, saboreando la inconfundible sequedad de la madera; encendió un fósforo y lo arrimó a la boca de la pipa.
Entonces pipó con fuerza, expulsando el humo por las comisuras de sus labios.
Tres figuras atravesaron el horizonte, caminaban en paralelo. Su procedencia denotaba, para aquellos conocedores de la localización de la villa de Mori no Kuni, que venían desde Kusagakure no Sato.
Más a la izquierda estaba Uchiha Ralexion, vestido con un mono de combate oscuro como la propia noche, ceñido, que le cubría desde la mitad del cuello hasta las muñecas y aproximadamente la mitad de los gemelos; la prenda llevaba cosidos a ambos laterales de los hombros un parche con el símbolo de los Uchiha. Sobre la frente portaba su protector de Kusagakure, con la placa metálica que llevaba el símbolo de la aldea en su centro unida a una tela de color rojo apagado atada con un nudo simple. En las manos llevaba unos guantes azabache que estaban cortados a la mitad de la largura del dedo índice y corazón, mostrando parcialmente esos dos dedos, mientras que el resto se veía completamente cubierto. A la cintura, sobre su glúteo derecho, se encontraba su portador de objetos, de un tono arenoso. Calzaba unas sandalias de un color idéntico al tejido del hitai-ate, de forro alto que ascendía hasta toparse con el mono. A la espalda su fiel mochila de viaje.
El centro de la comitiva lo ocupaba Nara Raiden, ataviado con el uniforme reglamentario de Kusagakure y su chaleco correspondiente. Lucía, además del protector también en la frente, el símbolo que lo identificaba como chūnin a una altura similar a los parches del Uchiha. El rubio llevaba su portador de objetos atado en el muslo derecho, con una ristra de vendas dispuestas bajo este. Cargaba con un pequeño zurrón de viaje alargado, provisto de un cordel de casi 50 centímetros, que sostenía, ocioso, con la mano izquierda, apoyando la carga contra la espalda.
Finalmente, la ocupante del carril derecho era Ryōtarō Ritsuko.
El moreno y su sensei charlaban animadamente sobre hipotéticas situaciones de combate y estrategia básica. Ralexion tendía a pedir consejo a Raiden en cuanto se le ocurría una estrategia extravagante, a lo que el chūnin solía simplificarla sin que perdiese un solo ápice de efectividad.
El viaje hasta el Dojo de Jade había sido sugerencia —imperativa, más bien— del Nara. Había corrido con los gastos por su propia cuenta, claro creyente de las enseñanzas del maestro Hisui, al cual tenía en alta estima. Si los genins se hubiesen negado, el rubio no habría parado de recriminárselo hasta el final de sus días, especialmente teniendo en cuenta que ya había pagado los boletos sin pedirles antes su consentimiento. Ralexion no protestó en demasía, la idea le agradaba. Lo único que le llevó a arrugar la nariz fue lo precipitado de las nuevas y su consiguiente periplo. "Un ninja debe de enfrentar situaciones inesperadas con agilidad", le replicó el hombre.
Así que, allí estaban. Tras un par de días de viaje ya se divisaban las partes más altas del dojo en el horizonte. «¿Me pregunto como será este tal Hisui-sensei?», era lo único que ocupaba los pensamientos del Uchiha en aquellos instantes.
Minutos más tarde atravesaron el umbral del portón oeste.
—Espero que os comportéis, chicos, y sobretodo que aprendáis mucho —dedicó el sensei al dúo tan pronto pusieron un pie dentro.
—¡Sabes que no te decepcionaremos, Raiden-sensei! —afirmó Ralexion con actitud alegre.
Se internaron en el reciento hasta que divisaron la figura de un hombre bien entrado en años que mataba el tiempo dándole potentes caladas a su pipa. Raiden aceleró el paso y Ralexion siguió su estela. El Nara se plantó frente al veterano y realizó una reverencia bien marcada.
—Mi nombre es Nara Raiden, estos son Uchiha Ralexion y Ryōtarō Ritsuko, mis aprendices. Es un placer, Hisui-sensei, disculpe nuestra tardanza —el hombre afirmó todo ello con un tono tan respetuoso que parecía que estaba hablando con el mismísmo Morikage.
—Es un placer —el Uchiha imitó a Raiden, aunque su reverencia estaba desprovista de aquella gracilidad mostrada por el rubio.
Todo lo que estaba ocurriendo escapaba de la imaginación de la pelirroja, principalmente porque fue prácticamente arrastrada en contra de su voluntad por nada más y nada menos que Raiden, su sensei quien… simplemente les mostró unos boletos para ir a un lugar que le resultaba desconocido, al menos hasta ese momento.
Llevaba su conjunto habitual compuesto por una camisa sin mangas con bragueta en la parte frontal, un pantalón ajustado y una falda por encima. La bandana la llevaba en su lugar habitual —la cintura— y su portaobjetos grande colgado a la tela que tenía a modo de cinturón. Llevaba consigo también su capa de viaje por si el clima así se lo exigía.
Por lo demás, simplemente se había dedicado a seguir a su superior en silencio, desde un lado sin siquiera plantearse el entrometerse en aquella tan vivaz conversación que los masculinos estaban llevando. Y había un simple y buen motivo para que no se mostrase ni un poco intrigada ni feliz por ser llevada hasta un lugar así y era que… para ella ir a entrenar a un lugar así significaba que se llevaría más de una paliza, y eso estaba mal, muy mal.
«Yo no quería… »lloraba en su mente, mientras que su rostro simplemente mostraba su habitual expresión melancólica aunque ahora estaba algo cabizbaja y de hombros caídos. Se notaba a leguas que no estaba tan interesada en entrenar como su compañero genin o el chuunin por tener a dos alumnos allí.
¿Cómo es Hisui? Ritsuko no lo sabe, lo único que tiene en claro es que el Nara de algo le conocerá porque de lo contrario no se hubiese mostrado tan emocionado por tener esos boletos, ni tampoco les hubiese ordenado de tal manera el asistir a aquellas prácticas.
Pero ya nada quedaba por hacer, la pelirroja ya había cruzado aquella inmensa muralla junto con sus compañeros y le llamó un tanto la atención el aspecto de la misma. Tal vez habían cubierto la madera con algún material que simulaba perfectamente la misma textura, porque resultaba muy difícil de creer que todo lo que se veía de la construcción estuviese hecho con tan solo una pieza.
Finalmente llegaron con aquel anciano que sería quien les enseñaría durante el tiempo que estuviesen allí, pero en cuanto la de ojos blancos vio la notable reverencia que le dedicó, ella no pudo hacer otra cosa que plantar una rodilla en el piso en señal de sumo respeto, se le antojaba lógico que siendo inferior a Raiden ella le reverenciase de una forma un tanto más marcada.
—E-e-es un honor c-c-c-conocerle —afirmó, con tono tembloroso y algo bajo. Se notaba a leguas cuan nerviosa estaba.
Querido Masaki:
Siento no poder darte esto en persona pero por fin he encontrado algo que llevo mucho tiempo buscando y no dejare que escape de mis manos, por lo que estaré otras 2 semanas fuera de casa. El boleto que se encuentra con esta carta es un boleto que te conseguí es para que puedas ir por unos días al Dojo de Jade que se encuentra en la Costa de las Olas Rompientes, en el País del Rayo.
Hisui-sensei es un antiguo shinobi el cual dirige ese lugar, sus enseñanzas son muy codiciadas por lo que espero que puedas sacar el máximo provecho en esto. Realmente espero que esto te ayude en tu camino de convertirte en un mejor shinobi.
PD: Más vale que asistas y saques provechos de lo que enseñen ese lugar, ya que en ese boleto se va todo lo he ahorrado en estos últimos años.
Masaki no podía parar de leer la carta que su padre le había mandado mientras estaba por llegar al Dojo de Jade, por un lado se sentía emocionado por ir, pero por otro lado se sentía nervioso porque no sabia si iba a sacar el máximo provecho de ese lugar o peor aun que no sea capaz de aprender nada útil y que su padre haya dilapidado sus ahorros en vano.
El genin vestía su tipa ropa, con el adicional que llevaba una mochila de cuero marrón en su espalda, ademas de que abanico se encontraba perpendicular a él, colgando de dos cuerdas atadas a la mochila en su espalda baja.
«Solo espero no meter la pata en esto... si realmente es tan caro como dice debe de valer la pena, debo de esforzarme para sacar el mayor provecho a las enseñanzas de Hisui-sensei»
Masaki fue precavido en salir un día antes de lo estipulado por si las dudas y su prudencia le salvo de llegar con un día de retraso al Dojo de Jade ya que en alguna parte del camino en el País del Rayo se extravió.«Menos mal que salí un día antes... ya puedo ver los muros.»
Cuando por fin pudo llegar y bordear los grandes muro de madera y que no parecían tener unión alguna. El genin se adentro hasta ver que tres personas hablando con un anciano que se encontraba delante de unos escalones que llevaban a uno de los edificios.«Supongo que ese anciano es Hisui-sensei, esperare a que ellos terminen para después presentarme.» Por lo que Masaki decidió mantener algo la distancia al menos unos diez o quince metros.
Huno dos cosas de las tres personas llamo la atención del genin y era que el que se encontraba en el medio llevaba un chaleco militar, por lo que Masaki suponía que Hisui-sensei también entrenaba shinobis avanzados. La otra era que exhibían un gran respeto hacia el anciano por lo el genin intuyo que debería de hacer lo mismo cuando se presentase ante el sensei.
—Kei-chan!— Manifestó el ojiblanco mientras se acercaba a la mesa con un sobre blanco en sus manos.
—¿Sí?— Pregunté tras comer un poco de cereal, mis orbes se quedaron fijas en el objeto que estaba en sus palmas. —¿Qué es eso?—
—Pues, es un regalo, me lo dio Kyosuke.— Y tras decir eso extendió el sobre directamente hacia donde estaba yo; dejé de comer para agarrar el sobre con ambas manos y sacar el papel, leí con calma su contenido.
—Un boleto para ir unos días al dojo de Hisui-sensei, debe ser bastante interesante, que buen obsequio...— Le devolví el boleto dentro del sobre.
—Es tuyo, es hora de que entrenes más, seas más fuerte y desarrolles más tus habiliades.— Sentenció con una frase motivacional.
—¿Me estas diciendo débil?— Pregunté haciéndome el ofendido.
—No quería desmotivarte en ese entonces, pero te recuerdo que perdiste en la primera ronda del torneo de los dojos!— Y se acercó para verse más intimidante e incluso hablaba cada vez más alto. —Y no solo débil, sino tonto también, por andar tirandotela de sabelotodo y creerte más que los demás quedaste muy mal parado frente a Yui-sama, así que será mejor que pongas esas neuronas a funcionar de una mejor manera.— Entonces me dejó con el boleto en la mano, se dio media vuelta y empezó a alejarse. —Y espero que cuando vuelvas se note la diferencia.—
Me quedé perplejo ante las palabras de Haze, él estaba también enojado por lo ocurrido y esta fue su manera de ayudarme, pero tampoco era para tanto... digo tanto como para reprocharme así... Suspiré y continué cenando, entonces miré nuevamente el boleto.
Cinco días y medio más tarde...
"QUE CALOOOOOOOOR" Bufé mientras continuaba caminando hacia el dichoso dojo, los rayos del sol me abrasaban sin contemplación y ningun árbol se veía alrededor, lo único que podía ver era la muralla que delimitaba la entrada de mi destino.
"Y pensar que creí que por traerme una sombrilla sería suficiente para protegerme, que bueno que me eché un poco de protector solar..." Me dije mientras continuaba a paso rápido, lo único que quería hacer era llegar lo antes posible para refugiarme en el interior del dojo o lugar disponible para refrescarme un poco.
En esta oportunidad no solo había optado por andar con un paraguas, sino también por una túnica de color tierra que me cubría desde el cuello hasta los tobillos, debajo de ella llevaba una franela manga corta de color azul cielo y un mono negro, y las típicas sandalias shinobi; el protector que me acreditaba como shinobi de Amegakure lucía con orgullo en mi frente, así mismo llevaba un morral de color negro en el cual tenía todas mis pertenencias, por lo que podría deducirse que iba un poco pesado y mi portaobjetos en la región lumbar.
Después de varios minutos de viaje, por lo menos en este último día, llegué a la pared de madera, la misma se veía como un único bloque, ¿cómo lo habrían hecho? Era un detalle curioso, quizá lo averiguaría, sí tenía la oportunidad. Una vez en la entrada me presenté. —Buenas tardes, soy Inoue Keisuke, vengo a ver a Hisui-sensei.— Comenté y luego presenté el boleto que me habían dado.
Hablo - "Pienso" - Narro
Color de diálogo: Limegreen Byakugo no In: Inicio 19/04/2018
Yato se encontraba entrenando en el dojo de la familia Sarutobi realizando ejercicios de meditación para ejercitar y mejorar de aquella su capacidad de concentración cuando pudo escuchar el sonido de una de las puertas correderas abriéndose, trató de no perder su "calma" cuando la voz de su padre interrumpió al joven genin. - Así, que ahí estabas, llevo buscándote un buen rato... bueno deja la meditación para más tarde tenemos que hablar. Dijo su padre, el cual dejaba claro por su tono que aquello no podía esperar. Yato abrió los ojos y deshizo su actual postura del loto para adquirir una más relajada e informal, no emitió ningún sonido, sencillamente miró a su padre y le dio pie a hablar.
- Haz las maletas, en una mañana mismo salimos de viaje, tienes una invitación para entrenar en el mismísimo dojo de Jade, allí podrás pulir tus técnicas y mejorar en combate además de desarrollar tu poder, ¿Alguna pregunta?
- Ninguna... llevas desde que tengo memoria hablando del dojo y de Hisui-sensei, aunque te dijese que no quiero ir me agarrarías y me arrastrarías hasta ese lugar a la fuerza.
- Jajajaja... Ese es mi hijo, bien, me alegra que lo entiendas. Venga no pierdas más el tiempo, tu madre ya ha comenzado a preparar las provisiones para nuestro viaje.
- Espera un momento... ¿Nuestro viaje? ¿Tú no vendrás verdad? Además has dicho que el invitado soy yo... Dijo Yato, esta vez con preocupación, pues una cosa era aceptar que debía aceptar la invitación y otra distinta que su padre lo acompañase.
- jejeje... No te preocupes, sólo te acompañaré parte del camino. Tengo una misión en Yachi, por eso iremos juntos parte del camino... Pero me molesta que no quieras que tu viejo valla contigo gaahahaha.. Dijo Akashi bromeando.
«- Buff, menos mal...»Pensó Yato y acto seguido respondió a su padre. - Entiendo, pues voy a prepararme... Gracias papá. Dijo Yato, y se levantó para ir a prepararse.
- Tienes suerte de que tu viejo te acompañe, iremos en carruaje hasta Yachi, y desde allí deberás ir a pie, por lo que saliendo mañana, en 5 días y medio estarás en el dojo, eso viajando tranquilos y parando en el camino, lo aprovecharemos para hacer una escapada padre-hijo jajaja. Dijo Akashi riéndose, pues Yato últimamente se había vuelto muy independiente.
El resto del día fue cómo el día previo a unas vacaciones, dudas sobre la ropa que llevar, preparar el neceser para el viaje, etc. Al final llegó la noche y el joven Sarutobi había logrado terminar su improvisado equipaje y pudo dormir un rato pues al amanecer tendría que salir junto con su padre en dirección a Yachi donde se separarían.
Cinco días y medio más tarde...
- Ya estoy aquí... al final estuvo divertido el viaje, pero prefiero morir a admitirlo. Bueno, veamos que me depara este lugar... Dijo el joven Sarutobi en voz alta mientras observaba la gran muralla de madera a la vez que disfrutaba del buen tiempo.
Continuó caminando hasta llegar a la puerta, una vez en ella, mostró la invitación y un documento que lo identificaba como Sarutobi Yato, hecho eso, y sin tener que mediar palabra con aquel desconocido, atravesó el umbral consiguiendo así ver lo que había en el interior.
¿Cuáles serían las motivaciones que llevarían a Manase Mogura a un lugar como el Dojo de Jade de Hisui-sensei? ¿Qué hacía que un shinobi médico de su calibre abandonase la eterna lluvia para realizar un entrenamiento con un maestro tan destacado en un lugar tan recóndito?
Nada más ni nada menos que la humilde petición de un conocido del lugar que frecuentaba para beber una exquisita copa de alcohol, un compañero de bebida. Ameno-san, como le solía llamar, no podía asistir en aquella ocasión al entrenamiento ya que una misión importante se le había presentado, y por eso necesitaba que alguien de confianza fuese en su nombre. Y ese alguien terminaría siendo el mejor médico de Amegakure.
Cargaba como siempre con su paraguas, para protegerse de los elementos, con su chaleco militar y su bandana, cuando fue necesario usó su sobretodo de cuero para abrigarse y cuando ya no lo precisó más, lo selló junto al resto de su equipaje dentro de un pergamino que cargaba dentro de un morral.
Durante el viaje tuvo oportunidad de reflexionar sobre lo que significaría aquel entrenamiento, tendría oportunidad de ver a gente de diferentes lugares de Oonindo coincidir en un mismo punto con la honesta intención de pulir sus habilidades. Sumado a eso, la curiosidad por saber quien era exactamente Hisui-sensei comenzaba a crecer a medida que se acercaba al lugar.
Llegando al final de su travesía, el muro de madera comenzaba a pintarse en el paisaje, el Dojo de Jade se mostraba frente a él. Sin intención alguna de perder tiempo, se aventuró dentro del predio con la intención de encontrar al hombre.
«Hisui-sensei.»
Pensó al ver al anciano fumando de su pipa en el camino, había más gente en el lugar y parecía que todos estaban llegando igual de tarde que él.
—Humildemente me disculpo por la demora, Hisui-sensei.
Exclamó para luego realizar una marcada y formal reverencia.
—Ameno Hidehisa lamenta no poder asistir, me ha pedido personalmente que me presente en su nombre.
Solo después de haber dicho aquello levantaría ligeramente la mirada para poder ver al maestro.
Ran y Koko tienen un aviso por demorarse más de las 72 horas. Al siguiente aviso serán expulsadas de la trama.
Por cierto, cuidado con rolear cosas que yo no he puesto XD En ningún punto de mi post se dice que haya guardias en las entradas, o puertas siquiera. Son simplemente dos arcos de madera.
El anciano maestro observó a las figuras que, poco a poco, iban llegando a su Dojo por el sendero que recorría la costa. Esperaba a gente aquella mañana, sí, pero algunos de los que vinieron le causaron una leve sorpresa e interés.
Primero llegó un chuunin de Kusagakure con sus dos alumnos; Nara Raiden. El maestro Hisui ya le conocía; cuando el shinobi presentó a sus dos alumnos, el anciano les dedicó una leve pero cortés inclinación de cabeza.
—Senju Hisui, el placer es mío, jóvenes —replicó con una sonrisa afable para luego darle otra fumada a su pipa y expulsar una nubecilla de humo gris.
El siguiente en llegar fue un muchacho, también de la Hierba, que parecía tener la misma edad que los alumnos del chuunin Nara. Cortesmente esperó su turno para presentarse sin querer interrumpir a sus compañeros de Aldea, y el anciano maestro lo apreció. Con un gesto de su mano zurda le indicó que se acercase.
—Acércate, acércate muchacho. ¿Cómo es tu nombre?
Poco después, tres chicos más llegaron, los tres procedentes de la Aldea Oculta de la Lluvia. El primero era pelirrojo y le mostró al maestro un boleto que —efectivamente— le acreditaba como Inoue Keisuke y le permitía pasar unos días entrenando en el Dojo de Jade. El segundo pasó bajo el arco de madera y se acercó a donde estaban todos sin mediar palabra; el maestro lo encontró ligeramente descortés, pero a su edad había aprendido que los jóvenes no siempre le daban la importancia que merecían a los modales, de modo que lo dejó pasar.
El último fue quien más le sorprendió, pues no se trataba del ninja al que esperaba. Aseguró que venía en nombre de Ameno Hidehisa, pero tampoco se presentó. Algo más molesto, Hisui-sensei los miró a los tres y luego, sin sacarse la boquilla de la pipa de los labios, les preguntó con tono calmo.
En el marco de madera que asumí era la entrada, no había nadie más, sin embargo, un poco más adelante había un par de personas y un señor con una pipa, a quien finalmente me presenté y mostré el boleto.
Miré con atención a los shinobis que ya estaban ahí, ninjas de Kusagakure, conté un total de cuatro, ¿tendrían bastante rato? ¿Sería yo el último? Bueno, no podía volver el tiempo para llegar más temprano, así que me dediqué a seguir detallando a la única persona restante, al anciano de la pipa, y luego a las estructuras aledañas.
Poco después de mi llegó otro shinobi perteneciente a la lluvia, pero no lograba reconocerle. "¿Quién es éste?" Fue mi primer pensamiento, indistintamente me quedé en silencio esperando a que alguien más llegara al dojo y entonces le vi... "Lo que faltaba... ¿Qué hace él aquí?" Actué indiferente pero realmente su presencia me había puesto de malhumor.
Luego preferí enviar una mirada en forma de saludo, no fuera a realizar algún reporte por no saludarle como debía; pero después de eso simplemente pasé de él, hasta que le escuché... "¿Él es Hisui?" Me pregunté extrañado, pero tenía un poco de lógica, no obstante empezó a explicar los motivos de su presencia ahí. "Con razón, ya se me hacía raro que estuviera aquí... Sustituyendo a alguien más, nuevamente demuestras que no quieres fortalecer tus aptitudes físicas..."
—¿Y cómo se llaman ustedes, mozos?— Preguntó entonces, pero mi nombre ya lo había dicho, ¿se le habría olvidado?
Aclaré mi garganta y expresé claramente. —Inoue Keisuke, un gusto.— Sería el momento ideal para que todos se presentasen nuevamente, pero estaba casi seguro que esa pregunta era directamente para nosotros tres, lo importante es que sabría como se llamaba el otro ninja de la lluvia que aún no conocía.
Hablo - "Pienso" - Narro
Color de diálogo: Limegreen Byakugo no In: Inicio 19/04/2018
Nara Raiden asintió al anciano con actitud afablemente respetuosa, a lo que retrocedió varios pasos, alejándose del centro de la acción; el Uchiha le siguió. Maestro y alumno de Kusagakure quedaron en mutis, permitiendo que los recién llegados se presentasen sin interrupciones.
Entonces Ralexion se dedicó a observar con detenimiento al distinguido individuo y los entrados en escena, intercambiando varias miradas entre los referidos. Hisui-sensei era el arqueotipo de mentor legendario: anciano, de semblante sabio, buenas formas. El resto de shinobis, en su mayoría, parecían chavales normales como él mismo, a excepción de uno de ellos que portaba un chaleco similar al del propio Raiden, pero con los colores y símbolo de Amegakure. También reparó en el hecho de que a excepción de un compatriota de su villa, el resto eran de Ame. No conocía a ninguno, ni siquiera al de la Hierba.
«Hmm... no puedo juzgar en base a su aspecto hasta que los vea pelear, en especial al tipo del chaleco... si es tan bueno como Raiden-sensei no debería de tener ninguna posibilidad contra él.».
—Acércate, acércate muchacho. ¿Cómo es tu nombre?— Dijo Hisui-sensei ademas de hacer seña con su mano para que el joven genin se acercase. Parece que mantener un poco la distancia para esperar su turno fue buena idea después de todo.—Mi nombre es Murakami Masaki de Kusagakure, es un honor conocerle Hisui-sensei— Masaki se lo estaba tomando en serio, por lo que hizo una reverencia durante su presentación.
«La primera impresión no lo es todo pero ayuda mucho.»
Luego del genin llegaron tres shinobis de Amegakure de uno en uno, uno de ellos portaba chaleco militar tal vez unos años mayor que él pero al final si portaba un chaleco debía de ser alguien muy capaz. El genin no tenia nada en contra de los Amenios pero su falta de cortesía lo decía todo.
—¿Y cómo se llaman ustedes, mozos?—
«Que raro, gente de Ame actuando como ellos mismo.» De todos modos Masaki se encontraba nervioso y emocionado a la vez por esta oportunidad y no la iba a desaprovechar por nada este mundo.
Aquello parecía una mala broma, no podía ser verdad que en la otra punta de Oonindo tuviese que encontrarse con esa persona. Entendía que la idea de cruzarse con él en la aldea no era muy descabellada, pero justamente en un sitio como ese... ¿había cometido un error el chuunin yendo al Dojo de Jade?
Manteniendo su reverencia escuchó como el infame pelirrojo decía su nombre, y en ese instante el médico cerró los ojos y suspiró para si mismo.
—Mi nombre es Manase Mogura.
Contestó finalmente la pregunta del maestro, sin alterar su reverencia tampoco. El hombre se encontraba fumando de una pipa, no se molestó siquiera en sacársela de la boca para hablarles. ¿Tendría alguna clase de adicción al tabaco o simplemente disfrutaba mucho de la actividad de fumar?
El médico mantuvo una oreja dedicada a escuchar lo que el tercer ninja de Amegakure tenía para decir, no sabía su nombre siquiera.
El gran maestro los miró a todos con sus ojos de color verde hoja, profundos y serenos. Se tomó su tiempo, escudriñando a conciencia los rostros de aquellos que querían ser, al menos por un breve periodo de tiempo, sus alumnos. Parecía que les estuviera midiendo con la mirada, tomándoles el pulso a ver si estaban hechos de la pasta que se requería. Luego dio otra pipada a su artilugio y expulsó el humo con lentitud, saboreando el característico regusto del tabaco natural.
—Os doy la bienvenida a todos, jóvenes —dijo finalmente, con una ligera inclinación de cabeza—. Este edificio que tengo detrás mía —se giró levemente para abarcarlo con el arco que trazaba su brazo libre— es donde ustedes residirán durante estos días. En la primera planta encontrarán sus habitaciones, con sus nombres ya escritos en el casillero junto a la puerta —miró a Mogura—. En su caso, Mogura-san, podrá tomar la de Hidehisa-san.
»Ahora si son tan amables, vayan a dejar sus bolsos y acomódense. El viaje debe haber sido largo. En las habitaciones encontrarán todo lo necesario, y en la sala principal se sirve el almuerzo exactamente a las doce y media.
El anciano alzó la vista y los muchachos se percataron, entonces, de que sobre la fachada del edificio residencial había un reloj que marcaba las doce y algo más en ese momento.
—Es decir, dentro de veinte minutos.
Hisui-sensei fumó otra vez y cruzó ambos brazos a la espalda.
—Después del almuerzo les espero en el Dojo. Es ese edificio que está junto a la entrada Este —añadió, desviando la mirada hacia el enorme dojo cubierto de tejas de color jade—. Exactamente a la una y media. No lleguen tarde.
Y con esas, el anciano se dio media vuelta y echó a andar en dirección al dojo.
Si los muchachos seguían las instrucciones de Hisui-sensei encontrarían, no sólo la disposición del edificio residencial y las habitaciones descrita anteriormente, sino que además en la sala común los trabajadores del Dojo habían dispuesto varias mesas con sus sillas correspondientes. Cada asiento disponía de un servicio completo colocado frente a sí; palillos, una servilleta de tela y una taza de madera.
A las doce y media exactamente, varios hombres y mujeres vestidos enteramente con kimonos blancos ribeteados de hilo color verde agua entrarían por una puerta doble —que debía dar a las cocinas— y empezarían a poner sobre la mesa enormes bandejas de comida. Fundamentalmente pescado y verduras, pero también algo de carne y un cuenco de arroz frente a cada silla. Pondrían, además, varias jarras con agua fría, zumo de frutas y té verde.
Cuando la mirada del maestro escudriñó a Raiden, el hombre mantuvo el contacto visual y no se inmutó lo más mínimo. El chūnin estaba habituado a las inquisitivas inspecciones de sus superiores; para él era algo trivial. Sin embargo, cuando llegó el turno de Ralexion, el joven terminó desviándola. Los ojos del anciano eran calmos y profundos, pero al Uchiha le ocasionó cierta vergüenza escénica el ser observado con tanto descaro. No supo muy bien qué expresión poner ni cómo reaccionar, así que se decantó por bajar su campo de visión al suelo y esperar que la tormenta pasase.
Acto seguido, el genin de Kusagakure y su sensei prestaron especial atención a las instrucciones de Hisui, además de echarle un vistazo al portentoso reloj de la fachada. Cuando todo quedó anunciado y los nuevos alumnos disponían de sus instrucciones, Raiden le dedicó una reverencia al veterano, entonces Ralexion se apresuró a imitarla.
—Vamos, no podemos permitirnos llegar tarde.
Ralexion asintió.
El dúo se internó en el edificio residencial a buen paso. Raiden a la cabeza, liderando la marcha, mientras que el pelinegro se limitaba a seguirlo. El chūnin no tardó mucho en dar con las escaleras que llevaban al primer piso, el ala de alojamiento para los alumnos. Tras una rápida travesía a lo largo de un pasillo transveral, los dos integrantes de Kusagakure se detuvieron. Dos puertas contiguas captaron la atención del rubio. "Uchiha Ralexion", rezaba una, y "Nara Raiden" la otra.
—¡En el pasillo en 10 o 15 minutos como mucho, Ralexion! ¿Entendido?
—¡Claro que sí, Raiden-sensei! —el joven sonrió y le dedicó un gesto con la mano derecha, el pulgar alzado.
El hombre le devolvió la sonrisa y se internó en su habitación.
El Uchiha no tardó en hacer lo mismo. En primer lugar se dirigió al centro de la instancia con pasos de lo más moderados, haciéndose con los alrededores y los muebles a su disposición.
—Nada mal... —valoró.
Tomó la mochila y la dejó reposar sobre la cama. Ya se ocuparía del equipaje más tarde, cuando la hora no le pisase los talones. Entonces se aproximó a la ventana —que en su caso daba al patio interior de la residencia— y se apoyó sobre esta, observando la armoniosa imagen. «No parece un mal lugar para echarse una siesta...».
Casi perdió la noción del tiempo, pero el muchacho logró salir de su ensimismamiento a tiempo. Con apresurado semblante atravesó la puerta de su habitación, retornando al pasillo. Raiden ya estaba allí, apoyado sobre la pared junto a la entrada de su habitáculo, brazos cruzados. Ralexion pudo observar que el hombre se había quitado su chaleco, quedando así solo su camiseta, pantalones y sandalias reglamentarias de Kusa, además de su portador de objetos al muslo; una vestimenta similar a la del Uchiha. El par de aros gemelos, típicos del clan Nara, mantenían su posición privilegiada en los lóbulos de sus orejas.
El chūnin realizó una breve seña y el genin asintió. Los dos deshicieron el camino que habían realizado hacía apenas quince minutos y retonaron a la planta baja, siendo más concretos, a la sala principal. Presenciaron la disposición de mesas, dignas de restaurante, y se sentaron en la más cercana, uno frente al otro.
Aguardaron los minutos que les separaban del almuerzo charlando sobre la última misión de rango D que el equipo había realizado. Acto seguido, a la hora indicada, un auténtico desfile de sirvientes les trajo comida suficiente como para alimentarlos dos días. El mozo observó, fascinado, la destreza casi mecánica de los hombres y mujeres que les estaban sirviendo, sin embargo, cuando el sensual aroma de la comida recién hecha alcanzó sus fosas nasales, la veda quedó abierta.
—¡Que aproveche!
El genin empezó a arramblar con todo lo que encontraba a su paso, a excepción del pescado, el cual evitaba como si tuviese la peste. Se hizo con toda la carne que pudo, además de acompañarla con verduras, mientras le daba grandes tragos a su vaso, repleto hasta el borde de zumo de frutas. Comía como si le fuese la vida en ello, la gula personificada.
Así fue hasta que Raiden le miró con unos ojos letalmente recriminadores. Ralexion paró de inmediato, la boca todavía llena, terror en su expresión.
—¿Qué dije sobre ser educado, Uchiha de pueblo...? —susurró el sensei, tan frío como amenazante.
El muchacho tragó todo lo que tenía en la boca de una sentada. Rió con nerviosismo, haciendo todo lo posible en tal de evitar la mirada de su maestro y superior. Continuó comiendo, esta vez a un ritmo mucho más civilizado. De igual manera, Raiden degustaba un filete de pescado a la plancha, pero no apartaba la mirada de su alumno.
Se escuchó el estruendoso ruido que hace un pesado objeto tras caer contra una rígida superficie de madera. Entonces Shikanori apartó la vista del libro que leía y observó una mochila sobre la mesa que tenía frente a él. Alzó una ceja como muestra de su desconcierto y curiosidad. Intentó comprender por sus propios medios que significaba aquello, pero no fue capaz de interpretar más allá de la posibilidad de un viaje. Si quería una respuesta más concreta, debía pedírsela a la mujer que dejó caer la mochila y que lo miraba desde el otro extremo del mueble con unos ojos que ardían como brasas.
- Recoge la mochila y vete - Si el tono seco y cortante no bastaba para marcar la imposición en esas palabras, el estar parada con los pies separados y los puños apoyados a ambos lados de la cadera dejaban en claro que no era una decisión abierta a discusión. Por esa misma razón, el joven Nara ni siquiera se molestó en emitir quejas contra su madre. Simplemente suspiró, se rascó la parte de atrás de su cabeza con la mano derecha y le preguntó - ¿Al menos puedo saber a dónde quieres que vaya? - La respuesta no demoró en llegar, las palabras fueron escupidas por la boca de la mujer con rapidez y violencia - Irás al Dojo de Jade. Verás a Hisui-sensei. Estoy harta de que hagas el menor esfuerzo. Un día de estos no será suficiente y entonces deberé asistir al funeral de mi propio hijo - Un nudo se formó en su garganta y las brasas se apagaron por un instante, cuando sus ojos se pusieron aguados. Sin embargo, esa fragilidad fue tan fugaz que incluso pareció una ilusión. Kusanagi Yachiru era una kunoichi orgullosa, que no se permitía mostrar debilidad ni siquiera bajo el techo de su propia casa. Pero esa mínima fractura en su compostura no pasó inadvertida para su hijo, quien al dimensionar la preocupación de ella, decidió realizar ese viaje para dejarla tranquila. - Assshhh... está bien, suena demasiado problemático, pero iré. Supongo que la mochila está lista y que me esperan afuera para llevarme a ese dojo - Dijo el joven Nara mientras dejaba el libro en la mesa y lentamente se ponía de pie. Tenía la esperanza de al menos disfrutar de una dulce siesta mientras viajaba a lo que él veía como una serie de molestias innecesarias. Sin embargo, esta esperanza fue pulverizada al instante cuando observó la expresión de confusión en el rostro de su madre. La ceja arqueada y la boca torcida hacia un lado revelaban que Yachiru no comprendía a que se refería él. - ¿Llevarte? Caminarás, Shikanori. Te he consentido demasiado durante todo este tiempo. Quizás soy responsable de como eres, aunque pienso que la culpa en realidad es de tu tu padre - Yoruichi lanzó una mirada furibunda hacia el costado, en dirección hacia aquella área del hogar en la que se encontraba su marido, quién no pudo evitar soltar un gran estornudo. La magnitud de este fue tal que incluso lo oyeron en la biblioteca. -Como sea. Será mejor que te pongas en marcha pronto, pues se demora cinco días y medio en llegar hasta El Dojo de Jade - Dicho esto, la kunoichi le brindó un poco de información. Le indicó el camino a seguir, le dio una ligera descripción del lugar, le habló sobre Hisui-sensei y le hizo saber que no sería el único estudiante. Cuando consideró que no había más detalles que comentar, dio media vuelta y se dirigió hasta la puerta. Al llegar a ella, se detuvo y sin voltearse agregó: - Tal vez yo no sea capaz de motivarte para que entrenes como es debido, pero para Hisui-sensei no será un problema. Crecerás - Yachiru depositaba en ese hombre una confianza ciega y no podía ser de otro modo, pues ella misma fue una estudiante del sabio maestro. Fue gracias al haber recibido en algún momento sus enseñanzas que Hisui-sensei accedió a las suplicas y le otorgó un boleto para el perezoso de su hijo. - Recuerda darle al maestro saludos de mi parte - Entonces se marchó, dejando a Shikanori con los hombros caídos y la boca completamente abierta, ya que aún no lograba asimilar que debía caminar prácticamente durante una semana.
Transcurrieron seis días desde entonces. El joven Nara finalmente lograba divisar El Dojo de Jade. Avanzó hacia él con dificultad, cansado. Al acercarse, observó las altas murallas de madera de una sola pieza. Esto le resultó extraño, pero el agotamiento no le permitió prestarle más atención o reflexionar sobre ello. Necesitaba llegar. Sentía que sus piernas se desprenderían de su cuerpo ni bien cruzara el arco de la entrada. Afortunadamente para él, no fue así. Consiguió caminar hasta estar delante de quienes supuso que debían ser los otros estudiantes. Al dar por concluido el viaje, se quitó la mochila de los hombros y sintió un gran alivio. Sin ese peso, se sentía tan ligero como una pluma. Pero en lugar de volar arrastrado por el viento, sus piernas cedieron y cayó al suelo de rodillas. Ya no le quedaban fuerzas. La espalda se arqueó hacia delante, apoyó las palmas de las manos y agachó la cabeza hasta dejar su frente a escasos centímetros del suelo. Permaneció unos instantes en esa posición en la que parecía venerar a alguien, lo hizo hasta recuperar un poco de su energía. Durante ese tiempo, las brisas de la costa jugaban con las greñas de su coleta y el emblema del clan Nara en color blanco, situado en la parte posterior de la sucia chaqueta azul marino, recibía los cálidos rayos del sol primaveral.